7/04/2017, 00:40
Antes de que ella pudiera irse, el tiburón le instó a detenerse con un sonoro silbido. Alzó su mano, sorprendido por la reacción de la muchacha y casi con los ojos brillosos pidió:
—Oye, ¿te casas conmigo? —pidió, con su sonrisa filosa. Estaba claro que no era más que un chiste, mas sin embargo; él creía que si alguna vez tuviese la intención de tomar por esposa a alguien, necesitaba de una mujer férrea, un poco loca como él, y que no cayese ante sus tan conocidas provocaciones, de las cuales probablemente no podría deshacerse ni con la madurez que le esperaba latente en el futuro más cercano.
De todas formas, dudaba que Ritsuko lo aceptase. Al menos ahora. Sólo esperaba que la idiota no se muriera antes de que le importasen realmente un par de tetas.
—Oye, ¿te casas conmigo? —pidió, con su sonrisa filosa. Estaba claro que no era más que un chiste, mas sin embargo; él creía que si alguna vez tuviese la intención de tomar por esposa a alguien, necesitaba de una mujer férrea, un poco loca como él, y que no cayese ante sus tan conocidas provocaciones, de las cuales probablemente no podría deshacerse ni con la madurez que le esperaba latente en el futuro más cercano.
De todas formas, dudaba que Ritsuko lo aceptase. Al menos ahora. Sólo esperaba que la idiota no se muriera antes de que le importasen realmente un par de tetas.