Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Aquel día Eri sentía que hablaba de más. Se calló en cuanto Hanabi volvió a hablar, y ella quiso llevarse una mano de forma teatral a la frente, que de teatral ella no sentía nada. «Asentir y callar, Eri, que es tu superior.»
—Curioso ¿De qué conoces tú el Rasengan? Hablas como si ya hubieras oído sobre él, y Shiona no solía utilizarlo a la ligera. Tampoco su hija, Gouna, la única de quien también podrías haberlo visto.
—Perdón, Uzukage-sama, quizá lo he confundido con otra técnica que he leído en libros, a lo mejor era un nombre similar, mis disculpas —hizo una leve inclinación de cabeza a modo de reverencia, excusándose por su pequeño lapsus.
—Es igual. Eri, ¿por qué es demasiado? Te estoy diciendo que confío en ti, más que en ningún otro de los jounin más noveles. Por supuesto, hay gente por encima en nivel de combate que tú, pero de todos los ninjas eres la que más me recuerda a Shiona. Y además, ellos ya van bien serviditos de técnicas. De modo que no veo nada malo en enseñártelo a ti.
No podía rebatirle nada más. Él confiaba en ella, quizá lo que le faltaba a la pelirroja era sin duda algo de confianza en ella misma, ya que era incapaz de pensar como él. Así que tomó una decisión, pero antes...
Miró su muñeca.
—Uzukage-sama, yo... —tragó saliva—. He de decir que me siento muy afortunada al escuchar todo esto, pero tengo algo que confesarle, algo que quizás haga cambiar su parecer —se llevó la mano a su muñeca contraria, deshaciendo el sello que tenía guardada la carta de disculpa de Ayame—. Hace unos días me encontré con Aotsuki Ayame y hablé con ella, me manifestó la tristeza que siente por haber sido la causante de toda esta situación de tensión entre villas y me pidió personalmente si podía enviarle una carta de disculpa a usted, que tengo aquí y llevo guardada desde entonces —le tendió el papel pulcramente doblado—. Sentí que era lo correcto Uzukage-sama, siento las molestias y entenderé que me regañe si mi actitud no ha sido la adecuada, pero al igual que usted o incluso Shiona-sama, creo que mantener la paz entre las villas es un aspecto vital, y para ello debemos guardar buena relación con los integrantes de las otras villas y ayudarles cuando necesitan una mano amiga.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El rostro de Hanabi fue dibujando una mueca incrédula a medida que Eri relataba las acciones a sus espaldas. Tuvo que reconocerse, en el interior, que aquella jugada era más típica de un ninja como Datsue y como Akame que como ella, y por un momento pensó si no estaba cometiendo un grave error y si al final el único ninja en el que de verdad podía confiar seguía siendo Katsudon, pero finalmente decidió que si hubiera sido Datsue el que se hubiera encontrado con Ayame, probablemente se habría enterado por otros medios. Quizás en un periódico, en una noticia en la que se mostraba un dibujo del estado catastrófico en el que había quedado algún remoto rincón del bosque del País del Fuego, o algo así.
No obstante, se había vuelto un hombre cauto. Negó con la cabeza, y señaló la mesa.
—Valoro tu iniciativa y espero que esa carta de verdad sea una disculpa digna, pero como comprenderás Amegakure no me ha dado muchas alegrías últimamente. Salvo se exprese lo contrario, ahora mismo son nuestros enemigos. Deja esa carta encima de la mesa, y espera a que llame a un especialista en Fuuinjutsu. —Suspiró—. Al fin y al cabo, la última carta que recibí del oeste llevaba dentro un puñetero Tsunami. Seguro que hasta tú has oído hablar de eso, ¿eh?
El Uzukage llamó al timbre y esperó con diligencia a que alguien más viniera a comprobar si el pergamino poseía una técnica de sellado oculta. Tras una rápida revisión, el especialista, un hombre calvo con perilla de color perlado y unos inquietantes ojos dorados, decidió que no había nada que tener en el mensaje y entregó el rollo de papel a su kage, quien le ordenó marcharse y dejarlos de nuevo en soledad.
—Bien, veamos de qué trata la misiva de Ayame, la Destructora de Gradas —canturreó, y le quitó el envoltorio al pergamino. Lo desplegó frente a sí.
Ayame tiene que poner el contenido del pergamino, si no me equivoco. Luego, volveré a contestar con Hanabi, y finalmente será el turno de Eri.
El pergamino era en realidad una simple hoja de papel doblada un par de veces por la mitad y escrita con la inconfundible marca del grafito de un lapicero. No había rastros de Fuuinjutsu en él, como tampoco había rastros de chakra detectables. Era, simple y llanamente, una mera hoja de papel arrancada de alguna libreta.
Excelentísimo Uzukage-sama:
En primer lugar me disculpo ante la presentación de esta carta y por no poder hacerle llegar este mensaje por otro método más digno de usted, pero la oportunidad que se me ha planteado ha sido tan imprevista que poco he podido hacer para remediarlo.
Habría sido mi deseo presentarme ante usted para poder hacer esto, pero, como sin duda comprenderá, la situación entre las aldeas no es la más favorable para hacerlo.
Quería disculparme, ante usted y ante toda Uzushiogakure. Fui una completa irresponsable y puse en riesgo la vida de centenares de personas por una idiotez. Y no sólo eso, además fragmenté un Pacto de Paz entre las tres grandes aldeas que tanto tiempo y esfuerzo ha costado forjar. Me presento ante usted con esta humilde carta y con mis más sinceras disculpas ante lo que provoqué asumo toda la responsabilidad de todo lo que ocurrió aquel día, como también doy las gracias a sus shinobi por haberme salvado la vida y haber cuidado de mi estado después de aquello.
En estos momentos mi único y sincero deseo es que la relación entre las tres aldeas pueda mejorar en un futuro próximo, y haré todo lo que esté en mi mano para que esto sea posible.
Me despido con mis más sentidos respetos.
Firmado:
Aotsuki Ayame
PD. Por favor, no la tome con Uzumaki Eri. Ella es una gran kunoichi y sólo ha actuado como intermediaria en este intercambio.
Hanabi revisó el pergamino con atención leyendo despacio cada palabra, fijándose en cada expresión. Entrecerró los ojos y lo escudriñó una vez más. Finalizó suspirando y enrollando la hoja, pasándosela a Eri e invitándola a leerla, si es que no lo había hecho ya.
—Y va a resultar que precisamente la que casi mata a media villa es la única que es capaz de emitir una disculpa sincera —resopló—. En fin, Eri, no sabes lo mucho que me alegra que me entregues este mensaje, es un rayo de esperanza.
»Estoy totalmente convencido de que el vínculo que te une a esa muchacha ha sido el que ha hecho posible que nos llegue ese mensaje hoy, lo que me lleva a reafirmarme en mi decisión de nombrarte mi sucesora. No obstante no creo que sus palabras sean representativas de los líderes de esa villa.
»Amekoro Yui es una mujer impulsiva, y cruel en sus ratos libres, aunque claro, Shiona se las apañaba para convencerme, antes de que viera por mi mismo las acciones de su segunda al cargo, esa Shanise que atacó a Datsue sin más, que en el fondo era una buena persona. Quizás sólo era capaz de ver esa parte de ella porque fue su amiga, durante la infancia... o quizá yo no sea capaz de verla, simplemente. Quizás tú, que te pareces más a ella, pueda hacerlo.
»Está bien, Eri, he tomado una decisión sobre esta carta. Después de que te enseñe el Rasengan, partirás de inmediato hacia Amegakure. Deberás reunirte con Amekoro Yui y arreglar esto de una vez por todas. Tenemos una disculpa de Ayame; para mi no es suficiente, pero me veo en la obligación de seguir las enseñanzas de mi maestra. Shiona hubiera querido que mantuviéramos la estabilidad.
»Necesitamos el Pacto, Eri. Quiero que hables con ella, que hagas lo que sea necesario para que podamos reunirnos en un lugar concreto para negociar otros nuevos términos. Yo hablaré con Kenzou-san si y sólo si Yui acepta también.
»Será una misión peligrosa. Tendrás que tener cuidado, con cualquier ninja de Amegakure. Recuerda, nosotros tenemos a Datsue, que siempre la está liando por aquí. ¿Pero ellos? A ese loco de las katanas ocultas. A Amedama Daruu. Y Akame y tú fuisteis los que le trajisteis esposados. Si ese ninja te viera por allí, por mucho que le explicases lo que vas a hacer... quién sabe lo que te haría.
Hanabi se levantó y se dio la vuelta. Se acercó a la cristalera desde donde se veía la aldea. Su aldea.
—Si tomamos la iniciativa una vez más, quedará claro qué aldea busca la paz y quiénes son los alborotadores. No sé si se negarán, pero si lo hacen serán unos imprudentes. Aunque... hay cierto asunto para el que tendrás que ser... bastante diplomática.
El líder de Uzushiogakure se sacó un pergamino del bolsillo y se lo lanzó a Eri. A la mesa.
—Échale un ojo a esta carta que me llegó hace poco. No he contestado, claro. No sé ni qué contestar.
En la carta rezaba:
Uzukage,
te hago llegar esta carta después de que, desconcertados, hayamos encontrado una "particularidad" muy destacable en el Valle del Fin. A la estatua de nuestro primer Arashikage, Sumizu Kouta, le falta la cabeza entera. Un vandalismo que, en estos tiempos, nos preocupa gravemente, pues la relación entre nuestras aldeas no es la mejor.
Pese a que todo parece apuntar a que el incidente ocurrió, según nuestras fuentes, antes del conflicto que inició el distanciamiento entre el Remolino y la Lluvia, nos parece conveniente solicitar alguna clase de explicación, por si acaso, Hanabi, supieras quién puede andar detrás de esta gamberrada a gran escala.
He enviado otra misiva a Kenzou, pero como comprenderás, dada la tendencia de tus ninjas a... meterse en asuntos en los que no le llaman, nos preocupa que hayan tenido algo que ver. Aunque fuese... a tus espaldas.
Si sabes algo, sería inteligente comunicárnoslo en una respuesta.
Recuerdos,
Houzuki Shanise.
PD: Interroga a los putos Uchiha. Seguro que saben algo. Si es que no ha sido alguno de ellos.
Eri esperó, expectante, a que el especialista en fuuinjutsu apareciese para comprobar si la nota contenía algo. Y aunque se sintió un poco ofendida, no pudo culpar su previsión pues nadie podía estar seguro esos días. No quiso mirar a aquellos ojos amarillos y desvió la mirada hasta que el hombre volvió a irse, afirmando que la carta no contenía nada, así que solo tenía que esperar a que Hanabi leyese la carta de Ayame y llegase a un veredicto.
Pero lo que le contaría a continuación la dejaría helada.
—Y va a resultar que precisamente la que casi mata a media villa es la única que es capaz de emitir una disculpa sincera —resopló—. En fin, Eri, no sabes lo mucho que me alegra que me entregues este mensaje, es un rayo de esperanza.
Tuvo que oprimir un suspiro de alivio al escuchar aquello, más cuando venía lo importante: al parecer Hanabi confiaría tanto en ella que sería capaz de enviarla a una misión que sin duda no podía compartir con nadie, pues tendría que partir hacia Amegakure y hablar con la mismísima Arashikage-sama y arreglar todo el revuelo que se había levantado entre las dos villas.
Eri estaba desconcertada. Creía en la paz más que ningún otro de sus compañeros, eso lo tenía claro, pero... ¿Hasta qué punto querrían los demás aquella paz? Ayame estaba de su parte, pero... ¿Y Daruu? ¿Y aquel muchacho con aspecto de tiburón que le daba escalofríos? ¿Y los de Kusagakure?
Tragó saliva cuando escuchó, de nuevo, que quería que ella hablase con Yui. No asintió ni se movió, simplemente escuchaba para retener toda la información posible, hasta que...
Sacó un pergamino de su bolsillo y se lo lanzó a la pelirroja, que lo tomó a los segundos, aunque sus dedos parecían temblar ligeramente.
—Échale un ojo a esta carta que me llegó hace poco. No he contestado, claro. No sé ni qué contestar.
Leyó detenidamente la carta, en ella se reflejaba la preocupación sobre la desaparición de la cabeza del primer Arashikage y que aunque había indicios de que probablemente había sucedido antes del Examen de Chuunin, probablemente la culpa la podrían tener ninjas de... Uzushiogakure. No quería pensar en nadie de sus compañeros, así que, con la cabeza dándole vueltas, le devolvió la carta a Hanabi y volvió a adoptar la misma posición que antes.
Carraspeó ligeramente para aclarar su garganta y esta vez fue su turno.
—Entiendo la preocupación de Houzuki Shanise sobre la desaparición de la cabeza del primer Arashikage pero... ¿Cómo es posible que alguno de mis compañeros sea capaz de hacer algo así? Aunque la paz haya sido casi destruida, es imposible... —manifestó sus dudas, llevándose una mano a la cabeza—. ¿Por qué hacen hincapié en querer echar la culpa a Datsue y Akame? Sé que no son los mejores shinobis de Oonindo, pero... Destruir una estatua es demasiado, Uzukage-sama.
Se apartó el cabello de los ojos y luego sopesó sobre la misión que la encomendaba...
Sin duda era el segundo paso que tenía que llevar a cabo, y quién mejor que ella para hacerlo.
Probablemente Hanabi con veinticinco escoltas.
—¿No será arriesgado que vaya sola hasta Amegakure, señor? Puede que... —tragó saliva—. Puede que no me escuchen y ni si quiera pueda llegar hasta Amekoro Yui.
Aquella idea la atemorizaba completamente.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—¡Ja! —soltó Hanabi, dándose la vuelta de golpe. Se sentó en el asiento una vez más, alzó los brazos y repitió—: ¡JA!
»Hace unos meses, yo también habría pensado que no eran capaces de destruir una estatua. Ni de muchas cosas más que al final sí que han acabado haciendo, los hijos de su madre. Pero oye, al fin y al cabo son ninjas de mi aldea, ¿no? Tengo que velar por ellos. Creerles. Quizá no siempre, pero en este caso no veo por qué habrían destrozado la cabeza de ese kage, la verdad.
Suspiró.
»Está claro que será arriesgado, pero creo que sería, de verdad te lo digo, más arriesgado que fueras acompañada. Por eso lo haremos con toda la discrección del mundo —aseguró Hanabi—. Precisamente gracias a tus compañeros conocemos la ubicación de Amegakure. Irás en barco, desde las Islas del Té, hasta un puerto de una conocida ciudad del País de la Tormenta. Desde ahí, pocos serán los obstáculos que te separen de Amegakure. Te proporcionaré un pergamino de mi puño y letra autorizándote a hablar por mi y explicando que nuestras intenciones son las de entablar contacto cordial.
»Si eso no les convence, o si ves que tu vida puede llegar a estar en peligro, quiero que vuelvas de inmediato. Tranquila, cuando llegue el momento, prepararemos algún truco más por si tienes que huir.
Sarutobi Hanabi se cruzó de brazos, bajó la mirada y cerró los ojos.
—Si no levantas la voz a Yui o a sus subalternos no ocurrirá nada. Te creo bastante sosegada como para lograrlo. Pero sí que hay algo que quiero que quede claro. Será nuestra única exigencia para empezar a hablar. Es innegociable.
»Hemos descubierto que Amedama Daruu puede teletransportarse a nuestros muelles con libertad, aunque tanto Akame como Datsue como nuestro especialista en Fuuinjutsu coinciden en que tiene que poder hacerlo porque ha preparado un medio aquí. La única condición para el diálogo es que ese ninja elimine el sello, o lo que sea que tiene aquí, para que no puedan invadirnos cuando a ellos se les antoje.
Eri se quedó anonadada al escuchar a Hanabi, y frunciendo ligeramente los labios en señal de que no sabía que hacer, calló y escuchó a su Uzukage.
—Hace unos meses, yo también habría pensado que no eran capaces de destruir una estatua. Ni de muchas cosas más que al final sí que han acabado haciendo, los hijos de su madre. Pero oye, al fin y al cabo son ninjas de mi aldea, ¿no? Tengo que velar por ellos. Creerles. Quizá no siempre, pero en este caso no veo por qué habrían destrozado la cabeza de ese kage, la verdad.
Se encogió de hombros, la verdad es que no veía la lógica al destrozar la cabeza del Arashikage, por mucho odio que le tuvieran a Amegakure.
Hanabi procedió a explicar que ya conocían la ubicación de Amegakure y que iría en barco hasta el País de la Tormenta, y de ahí iría directamente a la villa, con un pergamino que le otorgaba derechos para con su villa. Aunque claro, podían no ser suficientes para hablar con Amegakure directamente, así que tomarían medidas si no estaban por la labor de querer colaborar.
—Si no levantas la voz a Yui o a sus subalternos no ocurrirá nada. Te creo bastante sosegada como para lograrlo. Pero sí que hay algo que quiero que quede claro. Será nuestra única exigencia para empezar a hablar. Es innegociable.
Se acercó sin querer, curiosa por saber qué era aquello innegociable que necesitaba pedir a Yui para hablar.
—Hemos descubierto que Amedama Daruu puede teletransportarse a nuestros muelles con libertad, aunque tanto Akame como Datsue como nuestro especialista en Fuuinjutsu coinciden en que tiene que poder hacerlo porque ha preparado un medio aquí. La única condición para el diálogo es que ese ninja elimine el sello, o lo que sea que tiene aquí, para que no puedan invadirnos cuando a ellos se les antoje.
Ahogó un grito de sorpresa, sin embargo su rostro denotaba claramente asombro. ¿Cómo era que Amedama Daruu era capaz de teletransportarse a Uzushiogakure? ¡Era imposible...!
¿O...? ¿O sería algo similar a la técnica de Akame?
—Comprendo, Uzukage-sama —asintió, tras unos segundos sin saber muy bien qué contestar. Su tarea parecía la mar de sencilla: ir a Amegakure a hablar con Amekoro Yui y arreglar el tratado de paz, pero para hablar pediría amablemente que Daruu quitase el sello o lo que fuera que le dejara transportarse a Uzushiogakure —. Lo haré lo mejor que pueda. —E hizo una reverencia.
Tenía que darlo todo, pues aquello, sin duda, podría beneficiar al pacto que habían forjado Ayame y ella.
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Y entonces Hanabi cambió de expresión totalmente: ahora esgrimió una sonrisa afable; como también cambió completamente de tema:
—Bueno, Eri-san. Entonces, ¿quieres que empecemos a entrenar el Rasengan? ¡Te advierto que no va a ser fácil, eh! Pero eres una kunoichi excepcional. Seguro que a ti no te cuesta nada; las técnicas Uzumaki, al fin y al cabo, requieren de mucha más concentración que esta.
—Bueno, Eri-san. Entonces, ¿quieres que empecemos a entrenar el Rasengan? ¡Te advierto que no va a ser fácil, eh! Pero eres una kunoichi excepcional. Seguro que a ti no te cuesta nada; las técnicas Uzumaki, al fin y al cabo, requieren de mucha más concentración que esta.
Meditó un momento, pero la verdad es que no supo por qué, pues aquello era algo que realmente le hacía ilusión: una técnica que solo habían sabido los Uzukage anteriores.
—Estoy lista, Uzukage-sama —afirmó, con una tímida sonrisa en el rostro.
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—Bien. Entonces, será mejor que nos pongamos en marcha —dijo el Uzukage, y se levantó del asiento—. El entrenamiento comienza hoy. Tengo el día libre, así que por el momento te acompañaré. Nos vamos al Estadio de Celebraciones. —Hanabi se agachó y sacó de detrás del escritorio una caja de plástico con un asa, que hasta ahora había permanecido oculta—. Espero que no tengan problema en cederle un día de ocupación a este humilde kage. —Le guiñó un ojo, y pasó a su lado, abriendo la puerta y comenzando a caminar por el pasillo.
—Bien. Entonces, será mejor que nos pongamos en marcha —dijo su Uzukage mientras se levantaba. Ella esperó a que él estuviera totalmente recto para abandonar su asiento y seguirle—. El entrenamiento comienza hoy. Tengo el día libre, así que por el momento te acompañaré. Nos vamos al Estadio de Celebraciones. —Eri asintió mientras Hanabi sacaba algo de detrás del escritorio: una caja—. Espero que no tengan problema en cederle un día de ocupación a este humilde kage.
—Esperemos que no —concedió ella, permitiéndole pasar delante para poder ser la que abandonase el lugar después. Cerró la puerta una vez ambos estuvieran fuera y siguió a su Uzukage por el pasillo sin rechistar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Jounin y Uzukage transitaron las calles de la villa tranquilamente en completo silencio. A aquellas horas de la mañana, pocos eran los transeúntes que se encontraban. Y los que sí, les dedicaban caras boquiabiertas y perplejas. Al fin y al cabo, no todos los días uno puede toparse con el jefe militar de la Espiral paseando tranquilamente.
Por supuesto, la gerencia del Estadio de Celebraciones no tuvo absolutamente ningún problema en despejar el terreno de entrenamiento para que ellos dos pudieran estar sólos. Hanabi caminó hasta el centro del estadio y depositó la caja de plastico en el suelo.
—Bien, ya podemos empezar —dijo, y se agachó para abrir la cajita. Dentro, habían pelotas de tres tipos: unos farolillos blancos de papel, unas pelotitas de goma blancas, y unas más consistentes de color rojo—. El Rasengan es una técnica que funciona haciendo girar el chakra en todas direcciones sobre un punto central, y luego, estabilizándolo en forma de esfera. Aunque parece relativamente simple, te aseguro que no lo es. —Cogió uno de los farolillos de papel y lo puso en la palma de la mano. El farolillo estalló—. Deberás hacer estallar cada uno de estos tipos de pelotas utilizando únicamente tu chakra. Cuando consigas estallar las pelotas rojas, habrás conseguido darle al chakra el sentido y la fuerza necesarias para la técnica. Entonces tendrás que estabilizarla en una esfera. Puedes probarla contra algún muñeco de entrenamiento, aunque te advierto que es bastante poderosa. Es muy probable que te salte alguna astilla. —Hanabi guiñó el ojo.
»Hoy vamos a pasar todo el día intentando que rompas los farolillos blancos. Estaré aconsejándote. Pero a partir de mañana... A partir de mañana tengo que volver a mi trabajo. Y estarás sóla en esto. Aunque confío en que no tendrás ningún problema. Cuando domines el Rasengan, tómate un día de descanso y vuelve a mi despacho. Entonces comenzará tu misión.
»Bueeeno, ¿empezamos?
Y así, Eri y Hanabi comenzaron a entrenar... pero el verdadero desafío comenzaría con las pelotas de goma blancas.
Eri, como tenemos muchísimos frentes abiertos al mismo tiempo y no puedes postear con toda la regularidad que desearíamos, si te parece, vamos a hacer una cosa: vamos a obviar el entrenamiento y, en esta trama, ya sabrás utilizar el Rasengan. Eso quiere decir que en el siguiente post relatarás cómo vuelves al despacho de Hanabi.
El primer día de entrenamiento queda en el aire, pero el resto en sí tendrás que hacerlo por unific cuando te apetezca, narrando todo el proceso, desde que empiezas con las bolas blancas hasta que dominas la técnica por completo.
Eri permaneció junto a Hanabi mientras caminaban por la villa, acompañados por el frío del invierno y el amable silencio que ninguno rompió, a pesar de las caras de sorpresa que se encontraban en su camino pues, ¿a quién no le sorprendería ver a su líder andar tranquilamente por las calles?
Llegaron al Estadio de Celebraciones, donde nadie se opuso a dejar el lugar para que Uzukage y Jounin entrenasen. Allí Hanabi dejó la caja que llevaba.
—Bien, ya podemos empezar—Eri tragó saliva y observó como el Uzukage se agachaba y abría la caja, donde había pequeños farolillos de papel, pelotas de goma blancas y otras de color rojo—. El Rasengan es una técnica que funciona haciendo girar el chakra en todas direcciones sobre un punto central, y luego, estabilizándolo en forma de esfera. Aunque parece relativamente simple, te aseguro que no lo es. —Asintió, no muy convencida si entendía del todo la esencia de la técnica. Vio como Hanabi cogía uno de los farolillos y lo posaba en la palma de su mano, que estalló al instante—. Deberás hacer estallar cada uno de estos tipos de pelotas utilizando únicamente tu chakra. Cuando consigas estallar las pelotas rojas, habrás conseguido darle al chakra el sentido y la fuerza necesarias para la técnica. Entonces tendrás que estabilizarla en una esfera. Puedes probarla contra algún muñeco de entrenamiento, aunque te advierto que es bastante poderosa. Es muy probable que te salte alguna astilla. —Hanabi guiñó el ojo.
Volvió a asentir, mucho más rígida que antes. ¿Estaría preparada? Probablemente no, ni de coña, era imposible que ella pudiera hacer eso, al menos a la primera. Tomó aire y lo soltó en pequeñas cantidades, observando con curiosidad uno de los farolillos por los que tenía que empezar.
Y cuando Hanabi ofreció a Eri empezar, ella asintió y tomó uno de los farolillos...
• • •
Eri caminaba a prisa hacia el Edificio del Uzukage con una sonrisa casi radiante en la cara. Lo había logrado, ella, quien había pensado en tirar la toalla lo menos doscientas veces durante todo aquel tiempo que se había pasado entrenando. Sí, por fin lo había logrado, por fin había obtenido los conocimientos necesarios para realizar un Rasengan a la perfección.
Bueno, a su estilo.
Cuando llegó a la gran puerta llamó varias veces con suavidad, posando sus nudillos sobre ella. Esperó y cuando pudo entrar, lo hizo sin esperar ni un segundo más de la cuenta.
—Buenos días, Uzukage-sama —saludó, con la misma sonrisa con la que había acudido—. Observe esto...
Llevó la palma de su mano hacia delante, y en tan solo cuestión de segundos, una esfera hecha puramente de chakra apareció en ella, primero fue unos cortos hilos de chakra anaranjado, pero poco a poco fue formando una esfera de chakra giratorio en la palma de su mano, haciendo juego con la sonrisa casi imborrable de los labios de la kunoichi.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Hanabi se levantó de golpe, alzando los brazos con alegría y una radiante sonrisa.
—¡Bien, bien! ¡Lo has conseguido! Oye, y el color de tu chakra es muy similar al mío, mmh... —dijo con júbilo. Volvió a sentarse, pero acercó la silla a la mesa como un niño pequeño—. ¿¡Ves, Eri!? ¡Eso sólo puede ser una señal! ¡Serás una buena Uzukage!
Pero pronto, se aclaró la garganta y su expresión cambió. Por supuesto, todavía estaba sonriendo, pero era una sonrisa mucho más... medida.
»Bien. Entonces, supongo que sabes lo que toca ahora, ¿no? Como quiero hacer esto con discrección, seré muy breve y las instrucciones se te irán dando por el camino —comenzó—. Gracias a los Hermanos del Desierto, conocemos la ubicación aproximada de Amegakure —Hanabi sacó un mapa que tenía varias líneas rectas marcadas, que iban de diversos lugares a un punto en concreto del País de la Tormenta—. Los amejin tienen un Túnel vigilado para cruzar las Llanuras de la Tempestad Eterna. Es mucho más probable que te dejen pasar a hablar con Yui si te plantas en su puerta. Ya sea porque estén de acuerdo o por... curiosidad de saber cómo coño te has plantado ahí.
»De modo que evitaremos la vía terrestre. Te dirigirás al puerto de la villa. Por supuesto, de incógnito. Y te enviaremos en un barco pesquero hasta Coladragón. Una vez allí, deberás apañártelas para llegar a las puertas de la villa.
»Parte cuanto antes. El barco se llama Nova de Espiral. El capitán está informado. Y recuerda, Eri. Por mucho que te digan, mantén la compostura. Que parezca que la buena voluntad de forjar un Pacto ha sido idea suya... siempre es más fácil que la gente dura de mollera se convenza así.
Eri deshizo la técnica en cuanto escuchó a Hanabi alegrarse por ella.
—¿¡Ves, Eri!? ¡Eso sólo puede ser una señal! ¡Serás una buena Uzukage!
las mejillas de la muchacha se colorearon de un tono carmesí y se rascó la nuca ante el cumplido, pero al ver como la expresión del hombre cambiaba ella se serenó y se acercó a él para escucharle mejor.
—Bien. Entonces, supongo que sabes lo que toca ahora, ¿no? Como quiero hacer esto con discrección, seré muy breve y las instrucciones se te irán dando por el camino —comenzó—. Gracias a los Hermanos del Desierto, conocemos la ubicación aproximada de Amegakure—Eri asintió en gesto de que había escuchado a su superior y se acercó al mapa que había sacado, donde se reflejaban algunas marcas—. Los amejin tienen un Túnel vigilado para cruzar las Llanuras de la Tempestad Eterna. Es mucho más probable que te dejen pasar a hablar con Yui si te plantas en su puerta. Ya sea porque estén de acuerdo o por... curiosidad de saber cómo coño te has plantado ahí.
Vale, hasta ahí lo había entendido, al menos lo necesario para ir tirando. Lo mejor, como había dicho Hanabi, era evitar la vía terrestre, y ella asintió, conforme. Era lo más seguro pues así no se encontraría con nadie a su paso. Así que debía coger un barco, dirigirse hasta Coladragón y allí buscar la entrada de Amegakure.
—Parte cuanto antes. El barco se llama Nova de Espiral. El capitán está informado. Y recuerda, Eri. Por mucho que te digan, mantén la compostura. Que parezca que la buena voluntad de forjar un Pacto ha sido idea suya... siempre es más fácil que la gente dura de mollera se convenza así.
—Nova de Espiral, iré a Coladragón y de ahí hasta Amegakure, perfecto —repitió ella, sin dejar de mirar el mapa—. Haré todo lo que está en mi mano, estoy segura que de entre todas las personas soy la que más quiere la Paz de vuelta, Uzukage-sama, de eso no cabe duda.
Mostró una sonrisa intentando transmitir seguridad, aunque se quebró al recordar a sus compañeros de villa. Negó ligeramente y preguntó:
—¿Dispondré de un mapa con la ubicación?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100