Datsue escuchó, intrigado, la conversación entre los dos. Todavía no estaba del todo enterado de lo que allí estaba pasando, pero al parecer el ataque, tal y como lo habían pintado, no tenía demasiado sentido. O no el ataque, sino la petición de cobrar el agua del pozo.

Quizá, pensó el Uchiha, habían perdido territorio. Tampoco es que fuesen un grupo tan grande, e Inaka era la jodida capital. Les saldría competencia y tendrían que probar fortuna en otros sitios, alejándose. O sabe los Dioses el qué.

Fuese como fuese, pensaba largarse de allí en cuanto pudiese. Odiaba el calor. Odiaba el desierto. Y, definitivamente, odiaba sentirse en peligro.

—Pues espero largarme mañana a la tarde, la verdad. —Aquella vez con Zoku, tan solo había necesitado la noche para recuperarse—. Estoy harto del desierto. Trabajar ya te digo que ni de coña. —Ya podía bajar Shiona en persona, que no iban a conseguir levantarle de la cama hasta el mediodía.

»¿Tú qué? ¿Vas a quedarte aquí a investigar esto? Apuesto a que eres un Genin recién salido de la Academia, ¿hmm? —Ahí estaba de nuevo con el pequeño farol—. ¿De qué Villa, si se me permite la pregunta?

Novato era, pero no tanto. Tenía ya al menos un par de meses encima. Cuando quería, la lengua del chunin del remolino era bastante afilada y sin miedo a apuntar a la yugular. Sin embargo, es ahí donde el temperamento necio del Yotsuki salía a relucir. No tenía que dar una respuesta positiva o negativa.

—¿Que lo apuestas? pues apostaste mal, pero descuida, esta vez no te lo cobraré—. Se burló, obviando la parte de su procedencia. Verdad a medias, dado que no tenía permiso de revelarle su lugar de origen a los pobladores, menos a alguien que podría soltar el chisme y arruinar lo que fuera que pudiese arruinarse. Sin embargo, si Datsue no fuese tan pedante, probablemente soltaría la sopa de buena gana. Era sólo que quería fastidiarle. —Además. No es que tenga ganas de arreglarles sus problemas a esta gente. Simplemente se me ocurrió que en algún lugar los bandidos habrían de guardar el botín de sus fechorías, digo yo~. Repito, me mandaron aquí para algo y yo sigo con cara imbécil esperando a que la machorra pelirroja esa me de explicaciones— Rodó los ojos. —Se te fue de largo ese caballo, Uchiha— Al contrario que su interlocutor, a él no le gustaba condenar a ciegas, no señor. El tiraba la acusación con pruebas contundentes, estando tan alegre y altivo cómo solo él podía.

—Y ahora que recuerdo, no sé si lo notaste, pero al protegerse de mi técnica con la capa esta no se dañó. Y yo te aseguro que debió quedar cómo un alfiletero. De hecho, su ropaje estaba intacto aún con el explosivo que usaste. Resultó herido, pero solamente donde no podía cubrirse—. Era un detalle que no pudo obviar, aunque seguramente quedaría más cómo una anécdota curiosa que contar.

Siguiendo exactamente la misma estrategia, Datsue tiró su farol. Y, imitando la respuesta de la cena, Roga volvió a callar, sin decir de qué Villa era. Si antes no había dicho si era ninja o no, y ahora volvía a repetir estratagema, en vez de dar con una respuesta contundente —cosa que, si no perteneciese a ninguna Villa, probablemente pudiese dar sin preocupación—, era porque, efectivamente, pertenecía a una.

Descartando Uzu por motivos anteriormente citados, al Uchiha le quedaban dos opciones: Kusa o Ame. A falta de información o alguna pista más, era imposible saberlo en aquellos momentos.

Hubiese reído —falsamente— ante su broma sobre la apuesta, pero mejor no tentar a su delicado estómago. Dio otro sorbo a la botella, sin entender muy bien a qué se refería con eso de que se le había ido de largo el caballo. Tenía una forma peculiar de hablar y de expresarse, aquel chico.

—Pues no me fijé, no. Curioso —¿Una capa indestructible? Interesante—. Si me traes esa capa igual puedo descubrir el por qué. Un Fuuinjutsu, me apuesto.

»Cuidado de volver a apostar —le guiñó un ojo—, o tú y yo sabemos que volverás a perder, como en la otra. —¿Cuántos años tenía? ¿Once? Ni de coña había salido de la Academia hacía mucho. No daban las cuentas. Eso, o el chico era un canijo que aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía.

—¿Traerla? Pues a menos que vaya a quitársela al cadáver de ese sujeto no sé ni de dónde voy a conseguir otra— Bufó. Luego, ante la afirmación de que se trataba de una técnica de sellado, el Yotsuki dudó. —¿Y que no esos jutsus sirven para meter cosas dentro dentro de otras cosas?— Su conocimiento del tema se limitaba a un funcionamiento vago, explicado de la forma más vulgar posible. De por sí, a él nunca le habían entrado en la cabeza. Por mucho que se esforzara se le hizo imposible comprender toda la simbología que implicaba. Era curioso, y en su momento, lo intentó, aunque al cabo del tiempo terminó por resignarse a que simplemente no servía para ello. Seguramente una ineptitud heredada por su madre, que sabía tenía el mismo inconveniente. —No le veo relación— Su cabecita no podía encontrar la analogía entre sello e indestructible. Incluso cuando visitó la Torre de Meditación, se hizo aquella misma pregunta. ¿Cómo? Si fuera algo normal, todo mundo estaría creando armamento y fortalezas indestructibles, pero no. Era cómo comparar una jirafa con una lavadora, no tenía pies ni cabeza.

—Bah. Ni que tuvieras algo que fuera de mi interés—. Río. Curiosamente le recordaba el encuentro con Mei, quién en su momento intentó atacar a su orgullo de la misma forma, en un juego de azar. —Además no tengo humor para esto. Ni siquiera sé que hora es, pero repito, yo tengo asuntos pendientes. Tengo ganas de una ducha antes de dormir, y a ti no te caería mal una también— Picó un poco.

Pues efectivamente, se refería a que se la fuese a quitar al cadáver. No ofrecería oposición, y era mucho más fácil ahora que tan solo era un cuerpo inerte. O qué pensaba, ¿qué mordía? Respecto a que no veía relación entre una capa indestructible y el fuuinjutsu, Datsue no tenía ni el ánimo ni las fuerzas para explicarle lo mucho que se equivocaba. Las técnicas de sellado eran demasiado versátiles como para simplemente reducirlos a algo que permitía meter cosas dentro de otras cosas.

Luego el chico se rio, argumentando que Datsue no tenía nada de su interés que ofrecerle a cambio. Una filosofía que le resultaba familiar.

—Bah. Adiós pues, Roga —se despidió, sin energías para tratar de convencer a nada de nadie. Y, menos, para levantarse e ir a por el cadáver él mismo.

Permanecería allí por unos largos minutos, hasta que encontrase la fuerza de voluntad suficiente como para levantarse e irse a su habitación, botella en mano, a tumbarse en la cama y terminar de morirse en paz. «Espero que Riko esté bien...»

El Yotsuki se fue por su lado, el Uchiha un tanto más lento, también marcharía a dormir.

El resto de la madrugada sería más o menos tranquilo. Nadie notaría las pláticas de Homura, la cuál regresó al hotel hecha un demonio mientras el alguacil intentaba calmar a la fiera pelirroja. En la clínica del Dr Hayashi, Riko y el grandulón fueron atendidos y reposarían en las camillas dispuestas en la clínica, aunque las sábanas delgadas no eran las más adecuadas cuando se trataba del frío del desierto, ya que normalmente nunca internaban pacientes en aquel sitio alejado de la mano de dios.

Si el Uchiha tenía intenciones de levantarse tarde, era un lujo que quizás no iban a darle.

A la mañana siguiente, a eso de las ocho, alguien tocaría su puerta. Se trataba de la camarera, quién portaba una charola con el desayuno. Al inicio, por miedo, los toques serían suaves, pero de no obtener respuesta aumentaría el volumen.

Había sido una noche horrible. Llena de dolor, retortijones y sudores fríos. Las pocas veces que conseguía quedarse dormido, ya muy entrada la madrugada, Shukaku le daba de su propia medicina. Aún por encima, cuando al fin parecía conciliar el sueño y el dolor y malestar poco a poco remetía, oyó unos golpetazos en la puerta, cada vez más fuertes.

—¡Pero es que uno no puede dormir tranquilo, ¿o qué?! —rugió, colérico. ¡Todavía estaba amaneciendo! Después de todo lo que había hecho por ellos, ¿así se lo pagaban?

Tiró las sábanas a un lado y abrió la puerta de un fuerte tirón, sin molestarse en ponerse nada por encima más allá del pantalón de pijama.

—¿Qué ocurre? —quiso saber, encendido.

Los ojos de la castaña, se tornaron brillosos. Aún detrás de los cristales de sus gafas, era visible un brillo acompañado de un enrojecimiento de las mejillas. Cómo pudo, se encogió de hombros ante la congoja, con las manos temblorosas, esforzándose por mantener la charola de comida aún en horizontal. Sus labios parecían querer abrirse, pero la congoja ante aquel grito se lo impidieron. Pasarían unos segundos antes de que finalmente ella decidiera hablar con sollozos emanando de su pecho.

—¡LOSIENTOLOSIENTOLOSIENTO!— Y las lágrimas brotaron cómo las cascadas al mar. —M-me dijeron que la pa-pasó mal anoche. Y, y, y que por eso, le trajera el desayuno al cuarto—. Inclinó todo su cuerpo noventa grados, extendiéndole la bandeja. —No, no- No trae huevo, me, me dijeron, que no le pusiera. ¡Lo, lo, lo siento!— Mantenía la cabeza gacha, temiendo que le fueran a gritar de nuevo. demostró antes ser muy nerviosa y tomarse todo muy pero muy a pecho. —A-sí, no, no tendrá que bajar, al comedor— Remató, con sus manos sosteniendo aún la charola cómo bien podía.

El pecho de Datsue, que subía y bajaba a golpes, fue serenándose a medida que la camarera le hablaba. Lo que en un principio pensó que había sido para tocarle las pelotas, resultó ser un mero acto de bondad.

—Vaya, ehmm… Siento haberme puesto así —dijo él, conmovido por las lágrimas de la muchacha. Vaya, ahora se sentía como un verdadero capullo—. Muchas gracias por el gesto, de verdad. Me pillaste justo cuando estaba conciliando el sueño y… —Y había reaccionado muy mal, sí. Lo admitía—. Gracias, de verdad.

Hizo un gesto para tomarle la cacerola. Después de haberlo vomitado todo la noche anterior, esperaba que ahora su estómago aceptase un poco de nutrientes. Los necesitaba.

—¿Sabes algo de mi compañero Riko? —quiso saber.

Ella, con mucha lentitud, se irguió de nuevo cuando Datsue hubiese tomado su ración. Respiraba aún algo agitado, pero pudo calmarse de a poco cuando el gesto de agresividad desapareció del rostro del huésped, tranquilizando a la muchacha. Tuvo que sacar un pañuelo para sonarse la nariz, mientras escuchaba la duda del cliente.

—Se-según escuché, la patrona fue a verlo— respiró hondo antes de seguir, intentando hablar sin tardamudear. —Dijo que recuperó la conciencia por la madrugada, y que luego de que el Dr. Hayashi se asegurara de que sufrió ninguna contusión severa se quedó a dormir en el consultorio. Ahora mismo debe estar descansando allá— Agachó algo la cabeza, pero sus ojos se levantaron cómo los de un perrito pidiendo una caricia, observando al uzujin.

—Oh, bien, bien. ¡Estupendo! Grandes noticias —Se alegraba. ¡Se alegraba mucho! No sabía ni qué cara pondría a Hanabi si volvía de su misión con Riko en coma… o muerto. Era su jodida responsabilidad, después de todo—. Bien, pues… Voy a probar el desayuno, a ver qué tal me sienta. Perdón de nuevo por… mis malos modales.

Iba a cerrar la puerta, pero se acordó de algo.

—Por favor, que nadie venga a molestarme en lo que quede de mañana. Me cerebro va a estallar como no consiga dormir por unas horas.

—No debe disculparse— Sonrío timidamente. —No debe preocuparse por ello, les diré a los demás empleados que lo dejen descansar. Provecho—. Una última reverencia y rápidamente se fue corriendo por el pasillo, directo a las escaleras que llevaban a los pisos inferiores.

Sería tal y cómo el lo había pedido. Su desayuno era una sopa liviana de pechuga y verduras, sin grasa. Un pan integral fácil de digerir y jugo natural. Sí, alguien se había tomado la molestia de tenerle consideración dado su delicado estado estomacal. Por el resto del día, no abría más llamados a la puerta. Hasta que el mismo no bajase, nadie iba a ir a buscarlo.

El Uchiha racionó el desayuno, más por precaución que por verdadero malestar. Primero, se vació medio vaso de zumo en pequeños sorbitos. Luego, un poquito de sopa, sin probar el pan. Se recostó sobre la cama y dejó que el sueño se apoderase de él.

No tardó mucho en dormirse, como tampoco tardó mucho en despertarse, torturado por Shukaku. Viendo que su estómago había aceptado la comida, sació su hambruna deleitándose con cada bocado y cada sorbo, hasta dejar el plato limpio y sin una sola miga de pan.

Volvió a acostare, tratando de arañar un par de horas más de sueño. Debía ser la una o las dos cuando al fin decidió levantarse, sintiéndose ya mucho mejor. Lo primero que hizo: darse una buena ducha y cambiarse de mudas.

Aquello ya era otra cosa. Sintiéndose limpio y con fuerzas, el Uchiha bajó por las escaleras a paso tranquilo. Tenía hambre, y no negaría un buen plato de comida para terminar de recargar las pilas.

Abajo, en el mismo salón donde cenaron la noche anterior, nuevamente estaban las mesas dispuestas para los comensales. quién sabe cuanto esfuerzo les tomó reacomodar todo para que el sitio estuviese presentable de nuevo, pero esa clase de detalles no suelen tomarlo en consideración las personas. La pianola nuevamente funcionaba sola, aunque con una tonada relajante en esta ocasión. Los clientes estaban algunos esperando platillos mientras otros se adelantaron con alguna botana. Eso sí, el aire se sentía algo tenso, pues la mayoría estaba en silencio comparado al bullicio de la noche anterior. Incluso, se notaba que había muchos más asientos vacíos.

Aún cuando las cosas se hubiesen arreglado, probablemente muchos visitantes se fueron espantados por la mala experiencia sufrida, aún cuando no se involucraron directamente.

A lo largo de la estancia, el taconeo de Homura rompía con el ambiente. Sonreía de manera un tanto forzada, pues quería animar aunque sea un poco a la gente y creía que su presencia podría quizás infundir calma a los presentes. Todo debía marchar en orden, aún cuando ayer la trifulca puso patas arriba a todo Shirotora. Ella vio de reojo bajar a Datsue por las escaleras, pero siguió su camino hasta la cocina, sin decir una sola palabra.

Entre tanto, abajo se encontraba el Yotsuki, con algo que podría ser descrito cómo un banquete en comparación al resto de platos servidos a los comensales. ¿Cuanto costaría toda esa comida? Bastante más de lo que aparentaba, pero al menos a él no parecía molestarle. "Porque no lo pagó yo." Disfrutaba contento arrancando la carne de una pata de cerdo, cuando notó a la cara conocida acercarse.

—¡Datsue!— Le llamó sacudiendo en alto la pieza, para luego darle otro mordisco.

Ese olor a comida caliente le inundó el olfato y le hizo la boca agua. Pasó una rápida mirada por las mesas, sin hallar a Riko. ¿Estaría bien? ¿Seguiría durmiendo? ¿O es que se había resentido del golpetazo en la nuca? Mejor sería ir a darle una visita…

Sus tripas rugieron.

… una vez se hubiese llenado el estómago. Escuchó a Roga llamarle, y como no tenía nadie mejor con quien sentarse, fue junto a él. Llenaría su plato de carne. Nada de rebozados. Nada de salsas. Lo más virgen posible. No fuese a ser el demonio.

Y se encharcó a beber agua. Vasos y vasos.

—¿Qué? ¿Cumpliste ya tu encargo? —preguntó, mientras le hincaba el diente a una costilla de cerdo, esmerándose por dejar limpio el hueso.