Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El Uchiha tomó parte de la porción del cerdo, mientras Rōga le veía de reojo. No se molestó, aunque si río un poco ante la voracidad que parecía traer. "Bueno, de todas formas iba a ofrecerle, yo no podría comerme esto solo." Masticó bastante antes de tragar y contestar la pregunta.
—¡Ja! Ya quisiera. Aunque, al parecer decidieron darme un regalito por adelantado— Extendió los brazos, cómo si quisiera enaltecer todo lo que cubría la mesa. —Esa tal Homura esa tiene un secretismo y una manía por querer que todo este bajo control que me exaspera. Si algo no se hace a su modo, pues no se hace y punto. Aunque, no parece una tipa mala, pese a que tiene un carácter de los mil demonios— Tomó algo de refresco, ya que el uzujin había arrasado con el agua pura.
»También me dijeron que a los dos matones los fueron a tirar a una fosa común en el cementerio del pueblo.
Pues sí que tenía paciencia, aquel chico. Si a Datsue le hubiesen negado hasta dos veces un encargo, hubiese tenido serias dificultades para seguir insistiendo —a no ser, claro, que recibiese una gran recompensa por ello—. Y, desde luego, no hubiese estado tan tranquilo y de tan buen humor como lo parecía estar Roga.
—Imaginaba —respondió, cuando Roga le informó que los bandidos habían sido tirados a la fosa común. Era eso, o la cremación. «Interesante…». Se limpió la comisura de los labios con una servilletas—. Pues éxitos con tu encargo, shinobi-kun —dijo, levantándose. Con el estómago lleno, ya se sentía mucho mejor. No todavía al cien por cien, pero sin duda con la energía suficiente como para dar guerra a cualquiera que se le pusiese por delante.
Justo iba a irse cuando…
—Hmm… La casa del doctor donde se llevaron a mi compañero. ¿Sabes dónde queda?
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—Claro, no está muy lejos de aquí— bebió un poco de jugo antes de continuar. —Si quieres te acompaño y te muestro el camino, yo ya terminé aquí— se limpió la boca con una servilleta. —¿Es para saber cómo está Riko, cierto? Ayer cuando fui a preguntarle por medicina a ese tal Asobu resultó que el médico del pueblo lo estaba tratando, pero de ahí ya no supe nada más— Se levantó de la mesa.
»Él fue el primero en intentar frenar a esos matones cuando amenazaron a los pobladores, me dio algo de pena que terminara lastimado así.
Aunque quizás, sus palabras no eran en el sentido que pudiera esperarse. "Caer noqueado de un golpe es muy poco heroico."
—Estupendo —respondió al ofrecimiento de Roga a acompañarle. No se quejaría por un guía temporal gratuito para orientarse por aquel pueblo.
»Ya, bueno, así es la vida ninja —respondió ante el comentario del chico sobre Riko—. No importa qué tan fuerte, poderoso o buen estratega seas. Un ninja solo necesita un segundo de mala suerte para caer en la lona. Por eso fui con todo, ayer. Si quieres llegar a los cuarenta en este oficio, no puedes relajarte ni por un momento, incluso aunque sea ante rivales fáciles.
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—¿Ya te he dicho que hablas cómo un viejo? Si no, pues debes saberlo. Pareces un anciano diciendo cosas cómo esa—. Sonrió.
"Ni mi abuelo se comporta así." Aún siendo un shinobi retirado por incapacidad, era la persona con más carácter que conocía. Poco más de seis décadas encima, aunque con una calidad de vida bajísima con secuelas de numerosos combates tras su espalda. "Cómo mínimo he de divertirme un poco en el camino, si no encuentro lo mejor de cada momento, de nada ha servido." Se tronó los dedos mientras empezaba a caminar.
—Vamos, pues— instó al Uchiha a seguirle hasta el exterior.
En las afueras, el sitio estaba desierto -más de lo habitual-. La desolación era marcada, con varios maderos chamuscados que terminaron apilados por montones en las esquinas. Los negocios, con las puertas cerradas. Las casas particulares, con cortinas que impedían ver a través de sus ventanas. Sus pobladores no acababan de recuperarse aún del susto, mostrando resquemor y encerrándose detrás de las paredes. Algunas zonas ennegrecidas, mezclando ceniza con la propia arena que el viento arrastraba. Había unas misteriosas nubes en el cielo, tan extrañas cómo podía ser el sol en Amegakure.
—Yeez— Fue lo único que pudo exclamar mientras caminaba por aquellas llanas calles hechas de tierra.
—Cuando veas morir a tantos compañeros de promoción como yo lo hice —replicó—, tú también empezarás a hablar como uno.
Koko, Nabi, Eri, Haskoz… Todos ellos muertos. Y los que no, mutilados como Noemi. Solo Akame resistía de aquella generación de oro. El último valuarte, que se negaba a compartir el mismo destino que el resto. Y aquella generación tan solo se había promocionado seis meses antes que la suya.
No, la vida ninja no era para tomárselo a la ligera. El día anterior mismo, la vida de dos hombres había llegado a su fin. Con una facilidad que asustaba. Un par de jutsus, un sello explosivo, y adiós. Así de sencillo. Así de rápido. En un momento respirabas, y al otro, eras carne putrefacta en una fosa común.
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Ante la fría contestación, no cambió en ningún momento su expresión, manteniendo la sonrisa. "No tengo intención de dejar que eso pase." Aquellas palabras salieron desde la ignorancia, pero cargaban con toda su honestidad. No lo dijo en voz alta, por respeto a los sentimientos del Uchiha, pero al menos el Yotsuki tenía ideas firmes sentadas en la cabeza. Si dudaba sobre lo que podía perder, ¿con que cara iba a salir a la calle? Él era King Rōga. Lo que pasara, es porque el lo permitió. Quizás fuese chocante aquella confianza ciega, pero algo que nunca iban a poder reprocharle, era la falta de tenacidad. "Que no te digan nunca, que no lo intentaste."
El trayecto no era ni muy largo ni muy corto. Era un pueblo pequeño, pero organizado. Siguiendo el camino recto, el de cabellos tricolor dobló en una esquina, dejando a la vista un edificio de maderas no muy distinto al resto de la arquitectura local, aunque destacaba por un letrero que rezaba: Consultorio Dr. Hayashi.
—Es aquí—. Subió por unos cortos escalones, tirando de la cuerda de una campanita que estaba colgada en la pared.
Pasarían unos segundos, cuando al abrir la ventana se asomó un señor bajito, con una calva a medias que aún dejaba ver tintes negros en la nuca. Tenía una impecable bata blanca, y unos anteojos culo de botella que resaltaban sus diminutos ojitos negros, casi cómo puntos dibujados a lápiz.
—Buenos días, Hayashi-san —saludó, formal—. Soy el chico al que tuvo que recetarle un medicamento por la indigestión por alergia. Muchas gracias por el frasco, me vino realmente bien.
En aquello, no exageraba ni mentía.
—Venía a ver qué tal se encuentra mi compañero, Riko. Me extraña que todavía no se haya levantado para venir a comer algo.
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—¡Oh! ¿El que nos ayudó?— Abrió la puerta sonriente. —No tengas pena, nos quitaste de encima a esos tipejos y realmente es lo mínimo que podíamos hacer para compensarte. Aunque en realidad, ese medicamento se lo debes más a Asobu-kun que a mí. No solemos tener muchos insumos por aquí, pero ese muchacho cuando vino al pueblo a hacer sus prácticas venía bastante preparado— Remató.
—Huh— El Yotsuki rodó los ojos al escuchar cómo Datsue se llevaba los halagos. "¿Riko y yo estamos pintados o qué?" Ellos fueron los que salvaguardaron a los heridos, pero aquello no era tan espectacular como luchar mano a mano. "El que hace más escándalo se lleva los aplausos" Quería su tajada de pastel de créditos también.
—¿Que si no se ha levantado para comer? ¡Ja! Se despertó en la madrugada, se atragantó y se volvió a dormir. ¿Acaso el niño no sabe cómo funcionan las cosas? Está allá adentro, roncando cómo si estuviera en su casa—. Se hizo a un lado para dejarlos pasar.
—¿Lo vas a despertar o qué harás?— lanzó la interrogante al Uchiha.
Datsue le miró como si acabase de preguntarle si iba a interrumpir el coito de dos buenos amigos. Esas cosas no se hacían.
—¿E interrumpir el sagrado momento de sueño? ¡¡Eso tendría que estar penado con la horca!! —estalló, enrabietado. Los odiaba. Odiaba a todos aquellos que despertaban a otra persona por el mero hecho de tener que cumplir con una misión de rango B, o minucias del estilo.
De todas formas, el Uchiha pasó, para comprobar que, en efecto, su Genin dormía —en la vida ninja uno nunca podía dar por hecho nada—.
—Cuando despierte, dígale por favor que venga a verme cuanto antes —pidió al doctor.
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4/02/2019, 04:58 (Última modificación: 4/02/2019, 05:23 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—Diablos, ¡que intenso!— Exclamó para luego echarse a reír. Datsue resultaba un tipo particular, aunque no tenía nada que reclamarle, siendo que el Yotsuki también era bastante emocional cuando se trataba de sus asuntos.
Adentro aún había algunos heridos y sus familiares que les visitaron, pero ninguno lucía demasiado grave. Incluso había personas perfectamente sanas, pero quizás con malas caras de desvelo y estrés.
—Tuvimos que llevarlo a uno de los cuartos del fondo, porque si no iba a despertar a los demás pacientes con sus ronquidos de cavernícola— negó con la cabeza.
En efecto, estando ya bastante adentro podía escucharse algo similar a un oso rugiendo de forma monstruosa, siendo que el Kaguya dormía cómo uno ivernando.
—Bueno, supongo que se merecía su descanso— Se cruzó de brazos.
De pronto, unos pasos retumbaron en el corredor, era el sonido de botas con espuelas. Su rápido andar les alcanzó y de pronto dos manos abrieron las cortinas blancas en par en par.
—¿¡Dónde está Mano Cortada!?— Bandō entró en escena, con sus raspones y demás heridas lavadas, pero que claramente no habían recibido un tratamiento adecuado.
—¡Shhhhhhh!— le silenció haciendo un gesto con el dedo, mientras el bandolero se llevó la mano a la boca.
El Uchiha casi pudo adivinar, por el sonido de sus fuertes pisadas, quien acababa de entrar en la casa.
—Vaya, vaya, vaya… —dijo, masticando cada palabra con una amplia sonrisa al descubrirle—. Pero si es el que se pavoneaba delante de mí llamándome niñato. Y, cuando las cosas se pusieron feas, huyendo con el rabo entre las piernas. ¿Dónde te dejaste esas cuchillas que tanto te gustaban? Me decepcionaste, tío. Cuando te vi correr como una gallinita asustada… Ah, supongo que te tuve en demasiada alta estima cuando creí que al menos lucharías por los tuyos.
»Pero no, tuvieron que ser tres forasteros quienes lo hicieron por ti. Al menos tu amigo le echó cojones —concedió. Había visto poco de aquel gigantón, pero lo que vio, fue un tío plantando los pies en el suelo y no retrocediendo ante nada.
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4/02/2019, 07:33 (Última modificación: 4/02/2019, 07:35 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—Ahí va la burra al trigo de nuevo— masculló mientras rodaba los ojos. Negó con la cabeza y observó a ambos, expectante. "Por Amenokami, que maldita gana de armar bronca por nada." Ni dos días llevaban ahí, y parecía que ya tenían una rivalidad bastante marcada. Suspiró pesadamente, sólo esperaba que no iniciaran otra trifulca estando en un sitio con tantos enfermos. De darse el caso que no se contuvieran, los frenaría.
—Cuida esa lengua, extranjero, que no me conoces para andar hablando de esa manera— Dejó que el ala del sombrero ensombreciera su mirar de forma siniestra. —Claro que yo podía encargarme del asunto, pero...— aquel temblor de manos, aquel recuerdo de sus vísceras fuera de la cavidad del vientre. No, no iba a darle más gusto y que supiera que tenía secuelas de aquello. No mentía, en otras circunstancias donde estuviese a su cien por cien quizás la pelea hubiese tomado un rumbo distinto. —...no tenía el humor para lidiar con novatos. Además, ¿tengo cara de ser un héroe? No hay beneficio en rifarme el pellejo por nada, he de darles las gracias por ahorrarme el trabajo y cuidarme el patio, aunque lo dejaron un poquito sucio— Dijo burlesco.
»Además, ni siquiera se te ocurra confundirme con un colega de ese mamarracho.
—Lo que sea, ¿terminaste ya?— Dijo aburrido del discurso del matón.
—Hey doc, dígale a Mano Cortada que no se muera, que el gusto de acabar con él es mío y sólo mío.
—¿Tú no aprendes verdad? ¡Mírate nomas, viniendo a exigir con ese aspecto que cargas encima!— extendió la mano, para que se viera a sí mismo, para que reflexionara sobre la semi-paliza que recibió.
—Shhh— Silencio al médico con el mismo gesto, aunque esbozando una sonrisa burlona. —No hagan mucho ruido, hay enfermos aquí. Me retiro entonces caballeros, con su permiso—. Se despidió quitándose y poniéndose el sombrero, ignorando cualquier otra cosa que fueran a decirle. Si no le frenaban, se marcharía en esos momentos.
Eran tiempos difíciles, aquellos. Tiempos en los que Aiko estaba sellada en un lago. Tiempos en los que Shukaku le torturaba noche sí, y noche también. Tiempos en los que se sentía culpable por la muerte de Keisuke. Tiempos de mucho calor, de arena metiéndose entre la ropa y, en definitiva, de mucha rabia acumulada.
—Yo también me voy. Gracias por todo, doctor —dijo, y en su semblante ya no aparecía su habitual semblante pícaro.
Había aguantado mucho a aquel hombre. En otros tiempos, hubiese pasado del tema, incluso dándose por satisfecho por no haber recibido una paliza. Pero aquellos, como ya se ha mencionado, eran tiempos distintos. Datsue había parado una bijuudama con un ojo. Había asesinado a un Kage. Se había burlado de otro y salido con vida de ello.
No, él ya no estaba para aguantar las tonterías de nadie.
—¡Eh, Bandō! —dijo, ya afuera, tras seguirle en absoluto silencio haciendo uso de su destreza.
Esperó al momento justo en que el malhechor se diese la vuelta y…
¡BANG!
…le quitó esa mirada siniestra que se traía de un sonoro puñetazo. Donde más dolía: en la nariz.
—Ah, mucho mejor, tío. Ahora sí tienes mi permiso para retirarte —dijo, con voz satisfecha—. Quedamos en paz por lo de ayer.
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—¿¡PERO QUE MOSCO QUE TE PICÓ!? ¡AUH! ¡EN LA CARA NO MALDICIÓN!— Nada era peor, que lastimaran su hermosísimo rostro de bellaco. Se sobó la nariz, cerciorándose de que no hubiera sangre ni nada.
—JAJAJAJAJAJAJA— El Yotsuki al salir y verle la cara se carcajeó a más no poder. Ver el cambio de actitud del maleante era graciosísimo. En parte entendía lo doloroso que era para alguien vanidoso que atentaran contra su físico. "Yo estaría igual." y eso lo hacía aún más divertido.
—Puto loco— La cara se le enrojeció cómo un tomate manzano, conteniendo una gran cantidad de rabia. Quería darle su jodido merecido, pero ciertas esposas invisibles le impedían tal cosa. Oh sí, la libertad le había salido muy cara -aún la debía-. Perderla de nuevo era un lujo que no iba a darse, al menos no por ahora. Si debía arriesgarse, sería en otro momento. —Claro, por una vez que intento defender este estúpido pueblo y portarme bien con los demás, ¡y me pagan de esta forma! Ja, luego dicen que ayudar al prójimo es satisfactorio, la madre— Se ajustó de nuevo el sombrero. —Tienes suerte maldito eh, tienes suerte. Tengo cosas más importantes que hacer que lidiar contigo, niñato. ¡Humh!— Se dio finalmente la vuelta, caminando con pasos rápidos y pesados, mascullando algo ininteligible mientras se alejaba.
—JAJAJ, ay dios, su cara. ¿Lo viste? JAJAJAJAJAJA— tosió de tanta risa.