El Yotsuki mantuvo su sonrisa, ahora sabía de que calaña venía el Uchiha. "De la que no vale la pena. Decepcionante." Por ahora todo estaba tranquilo, que los muertos no podían alegar que no se lo merecían. Sin embargo, en caso de que la cosa empeorara y los civiles pudiese verse afectados era algo ante lo cuál ya no podía hacerse el ciego. El dinero no significaba mucho para él, ¿la fama? Bueno, eso sí. Y aunque no fuera a conseguir ninguna de las dos, un pequeño detalle llamado humanidad le impedía dejar a su suerte a las personas.

—Pues me agrada la idea.

—Pero a mí no— Interrumpió. —Claro, dejar a tu amigo en un punto estratégico de la carrera para que pueda hacerte la mano de mono— Su mano se deslizó entre sus cabellos, se dio la vuelta y empezó a marchar de regreso al interior del hotel. —A la mínima que me entere que sucedió algo fraudulento, despídete de las arcas— Y su silueta desapareció tras la oscuridad del marco de la puerta.

—Todos se enfocan la vista en el punto equivocado— Negó con la cabeza y se paró para dirigirse a las escaleras. —Yo voy a descansar de tanta cháchara, hasta luego— Subiría hasta su habitación, se daría una ducha y ya si eso esperaría al día de mañana.

Por las barbas de Izanagi, ¡lo de Homura empezaba a sacarle de sus casillas! Aún por encima que se comprometía a enviarle a un hombre para ayudarla, sin esperar nada a cambio, ¡iba ella y se quejaba! Viendo cómo era, dudaba que fuese a llegar muy lejos ahora que ella manejaba el cotarro. Sí, seguro que los del pueblo comían de su mano. Pero en cuanto al trato con los extranjeros estaba a años luz de ser el correcto. De no ser por la carrera, el Uchiha ya hubiese hecho siglos que la hubiese mandado a la mierda, dejándola sola con aquel marrón.

Los tres se despidieron y rápidamente la reunión se deshizo. Datsue, cansado y con unas copas de más, también optó por recibir el cálido abrazo del sueño. ¿Ducharse? Lo haría a la mañana siguiente, al levantarse. Con lo que sudaba por las noches por culpa de Shukaku, no servía de nada hacerlo antes.

Una noche más, un amanecer más. Las horas transcurrirían y era ya el penúltimo día del festival, la antesala a la gran carrera y por ende todos estaban más que emocionados dando lo mejor de sí para que el día de mañana fuese perfecto. Riko, cómo siempre fue explotado hasta la última gota de sudor con tal de dejar el carnaval en perfecto estado. Homura le puso a clavar los clavos de la tarima donde esperaba que cumpliera su promesa de sacarla a bailar. En cuanto al Yotsuki, tuvo que tomar una cantidad decente de lecciones express sobre equitación y demás, aunque sinceramente su cuerpo no estaba en la condición adecuada para ello.

Lo único que quizás podía reconfortarlo, era ver aquellas nubes negras en el cielo cómo en las de su tierra natal. Esperaba que el ambiente fuese a refrescar, porque de lo contrario el calor infernal del desierto iba a acabar con él. Más aún si tenía que quedarse en un punto vigilando.

Lo bueno del asunto es que Homura quería que el mandadero de tan gran leyenda del pueblo estuviese bien llenito, teniendo un banquete personal enfrente que bien podría dejarlo cómo pollo de engorde si se lo zampaba todo. "Si voy a preocuparme por esta gente, al menos no lo haré con el estómago vacío." Quizás se lo estaba tomando con demasiada calma, pero martirizarse por el asunto tampoco iba a ayudar en nada.

Tenía que admitirlo: se comía bien en aquel hotel. Acostumbrado a la comida reseca y sosa del desierto, era refrescante poder saciar su paladar con carne tierna y ricas salsas. Había sido un día bueno para Datsue, en el que había ido a interesarse por su camello, y en el que había dado algún que otro paso en su nuevo fuuinjutsu.

Alegre como estaba, y en pleno banquete, al Uchiha no se le ocurrió otra cosa que llamar a la camarera de anteojos.

—Perdone, ¿podría darme una hoja de reclamación, si es tan amable? —Sí, el Uchiha tenía una importante queja de la que hacerse eco.

—¿¿¿¡¡¡EHHHHHHH?!!!??— Incluso sus gafas parecieron salirse de lugar cuando escucho aquello. —¿¡Su comida tenía huevo!? ¿¡Alguien lo despertó de noche!? ¿¡Había una lagartija en sus calcetines!?— Empezó a ver a todos lados. —¡Lo que sea puedo ayudarle a solucionarlo! P-pero una hoja, una hoja de reclamo... Ay, Báihū mío. ¿P-puedo hacer algo por usted antes de que decida hacer eso?— Juntó ambas piernas, aunque sus pies resbalaron dejando un triángulo que empezaba desde sus rodillas.

Empezó a sudar mucho, pero luego se acomodó las gafas y trató de ponerse derecha a la espera de la respuesta.

»Por cierto, el doc, dr. Hayashi mandó a decir que no sé que cosa estaba lista.

Datsue negó con la cabeza, con profundo pesar.

—No, lo lamento pero ya no hay nada que se pueda hacer. Solicito formalmente mi derecho como consumidor a presentar una hoja de reclamación.

Le dolía a él más que a ella. Pero no le habían dejado otra opción.

—¿El doctor Hayashi dijo qué? —preguntó, extrañado. No recordaba haberle pedido nada. Abrió la boca—. Ah, eso. —Joder, claro que le había pedido. ¡La autopsia!—. Estupendo. Muchas gracias por el aviso, señorita.

En cuanto terminase su cena y presentase la hoja, le pegaría una visita.

—Entiendo— Agachó la cabeza y las lágrimas brotaron. —Le traeré una pluma y el libro— Casi podía verse una nube negra de amargura sobre su cabeza miesntras se daba la vuelta y empezaba a arrastrar los pies con pesadumbre. La pobrecita sólo esperaba que no fuese su culpa, puesto que de ser así el despido realmente no era lo peor que podía pasarle.

Regresaría para cuando el plato del Uchiha ya estuviese limpio. Era un libro un tanto grueso, y la pluma que traía era bastante literal. Incluso le dejó in tintero especial para que escribiese. Para ser un pueblo pobre, parecían darse algunos lujos y formalidades especiales en aquel lugar. ¡Incluso el gran folio estaba empastado!

—Acá tiene— No parecía querer soltarlo, pero lo dejó sobre la mesa y aguardó a que el escribiese lo que tuviera que escribir para poder ir a presentarlo luego.

Datsue tomó el libro de reclamaciones, mojó la pluma en tinta y empezó a escribir:


Datsue releyó lo escrito y sonrió, satisfecho. No añadiría ni quitaría una coma. Simplemente perfecto. Le pasó el libro y se levantó.

Era hora de hacer una visita al doctor, y averiguar qué había descubierto en su autopsia.

La muchacha de los lentes temblaba de pánico mientras aguardaba a que terminara de escribir. Sentía la imperiosa necesidad de morderse las uñas, pero dado su puesto aquello sólo le acarrearía más problemas que alivios de tensión. Tomaría el escrito, caminando con pesadumbre, sin saber las consecuencias que acarrearía lo escrito allí.

Luego de ello, para cuando Datsue llegara al consultorio vería a algunos tantos clientes saliendo con sus sonrisas familiares, despidiéndose de Asobu, el asistente improvisado del doctor que movía las manos mientras veía alejarse a los convalecientes y al Uchiha acercándose.

—¡Vaya que viniste a tiempo!, el señor Hayashi te espera adentro— Sonrió y se adentró en el consultorio, dejando la puerta abierta. —Sígueme— le guiaría por los pasillos que él ya había visto en otra ocasión hasta la pequeña oficina en el fondo.

—¡Sensei! Ya está aquí— Anunciaría mientras corría una cortina.

El hombre de la bata blanca sostenía varios papeles, frunciendo el ceño mientras sus ojos cómo pasas iban de arriba a abajo cómo si algo faltara.

—¡Muchacho!— Levantaría la vista cuando estuviesen adentro, aunque su rostro de duda no desaparecería. —Hice la autopsia, pero los resultados son un poco raros.

Datsue frunció el ceño, todavía más intrigado.

—Un poco… ¿raros? —preguntó, terminando por entrar en la vivienda del doctor. Allí estaba Asobu, el mismo que le había ofrecido ayuda en su indisposición y que parecía tener cierta mano con las mujeres. También algunos clientes, que ya marchaban con aspecto feliz.

»Dígame, doctor. ¿De qué se trata? ¿Fue la caída la que provocó la muerte?

—Sí y no— Se rascó la cabeza, tirando los papeles a un lado. —La caída le causó un trauma craneoencefálico, o mejor dicho, lo remató.— Se quitó sus anteojos y sacó un pañuelo para limpiarlos. —Los exámenes de sangre revelaron altas cantidades de histamina, las cuales son prueba de una posible anafilaxia que se desencadenó en la forma de un paro cardiorespiratorio— Su trabajo era dar explicaciones, aunque probablemente el Uchiha no entendía ni la mitad de lo ahí dicho. —Sin embargo no hay agentes externos que indiquen las causas iniciales de la anafilaxia, dando como única posible solución... Anafilaxia autoinmune.

Unos segundos de silencio, antes los cuales el muchacho negó con la cabeza y miró al Uzujin.

—Lo que el doctor quiso decir, es que se murió de una alergia—. Se cruzó de brazos.

A Datsue le perdieron con la primera mención a la anafilaxia, que por alguna razón su cerebro asoció a filia anal, vayan los Dioses a saber por qué, provocando que se descojonase por dentro y no atendiese ni a la mitad.

—Ehm… ¿qué? Traducido al idioma de los mortales, por favor.

—Lo que el doctor quiso decir, es que se murió de una alergia.

Los ojos del Uchiha se abrieron como platos.

—¿¡Q-qué!? ¿¡Una alergia como la mía!? Pero, pero… ¿Alergia a qué? —¿Y qué hacía aquel desgraciado, muriéndose, encima de un tejado del pueblo que la noche anterior había atacado? ¿De verdad el otro ninja que había visto no tenía nada que ver?

No, era demasiado coincidencia. Tenía que existir una relación. La clave era descubrir cuál.

—No hemos podido determinar la sustancia que lo originó aún— Se colocó de nuevo los anteojos.

—La anafilaxia se da por dos razones. La primera puede ser como siempre, una alergia. La segunda puede ser un veneno o alguna intoxicación. Sin embargo, no hay rastros de ninguna clase de ponzoña o similares, por lo que dedujimos que es la primera. No sabemos si alguna comida o similar causó la alergia, que puedo haber sido cualquier cosa.

—Sólo sabemos que sufrió el fallo en su sistema antes de caer, por lo que incluso puedo asumir que esa pérdida de conocimiento le hizo precipitarse de tal forma.

Se levantó y caminó hasta un montón de objetos, que luego podría reconocer cómo las ropas del criminal, siendo que incluso había una bandana con cuatro rayas verticales atravesadas con una horizontal.

—Buscamos entre sus cosas algún indicio y nada.

—¡No me jodas! —exclamó, recortando la distancia que le separaba del doctor y tomando la bandana que había tirada entre más objetos—. ¿Esto estaba con él? ¿La bandana de Amegakure? —Y rasgada, claro. Un exiliado. Un prófugo de la Lluvia.

¿Habría compartido Villa con el otro ninja? ¿Desde cuándo estaría exiliado? ¿Ofrecerían una recompensa por él? Solía ser así, pero sería una recompensa ofrecida por la propia Ame. Jamás podría cobrarla. Ni aunque sus lazos con dicha Villa no fuesen tan malos.

—Bueno, pues muchas gracias por la autopsia. Esto me ha aclarado algunas cosas. Por cierto —recordó, antes de irse—. ¿Ya se recuperó el fortachón? Y, a todo esto, ¿dónde vive Bando? —Se estaba planteando hacerle una visita.

—Si. bajo sus ropas—. parpadeó confuso. —Ya no importa. Igual lo enterraremos en la fosa común donde quedaron los otros dos, son pertenencias que a nadie le sirven ya—. Realmente, ni siquiera servían para venderse. No serían de interés.

—¿Te refieres a Mano Cortada? Sí, ya casi se han aliviado sus quemaduras por suerte. Él es una especie de héroe local, por llamarlo de alguna forma. Pensar que una vez el mismo causó problemas en Shirotora hace ya sus años, pero con el tiempo cambió y se dedicó a protegernos de aquellos que intentaran amenazar la seguridad de sus habitantes. Aunque estos últimos cabrones fueron demasiado incluso para él.

El muchacho alzó una ceja ante la última pregunta, mientras que el doctor contestó con calma.

—¿Bandō? Pues a ese sinvergüenza lo encontrarás en los arrabales de la zona oeste del pueblo. Reconocible entre las demás porque está mucho mejor cuidada que las demás. Aunque a veces ni siquiera se la pasa ahí, es probable que lo encuentres en algún burdel.

—¿Para qué quieres saber eso?— Observó de reojo al uzujin mientras mostraba una cara de duda. —Yo evitaría relacionarme con escoria cómo esa— Su cara se asemejaba al asco que le tendrías a la caca maloliente bajo el sol.