Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Pues los problemas dependen de sí me das el arma o no... Que si Asobu no pudo sacar el trabajo, yo tengo que terminarlo— se encogió de hombros. —Aunque sinceramente no quiero armar una pelea, no me gusta. ¿Me la van a dar si se las pido por favor?— Parecía una broma, pero, increíblemente, estaba siendo honesto con esa pregunta.
»No tengo ganas de perseguir a Asobu, que sin necesidad de ventaja no voy a alcanzarlo ni de broma, que sí que corre el maldito... Ayy, el amo va a estar furioso conmigo por perderle la pista.
Se detuvo a pensar, ¿Asobu huyó sin intentar matarlo?
—Dime una cosa, ¿cómo demonios piensa Asobu huir a sabiendas de que lo van a encontrar dónde quiera que esté? Algo muy bueno te tuvo que haber dado para que aceptaras ayudarlo.
Ah, el arma. Claro, lo suponía. Suponía que Asobu, al fin y al cabo, era lo de menos.
—Pues no tengo ni idea, compañero. No tengo ni la más remota idea de cómo piensa huir, ni me interesa, sinceramente. ¿Qué me dio? —preguntó—. La vida. Soy alérgico, sabes. Comí lo que no debía. —Las mejores mentiras eran esas que tenían algo de verdad—. Me moría. Me hubiese muerto, de hecho, de no ser por él. Me salvó, pero luego descubrí que había asesinado a alguien de aquí del pueblo. Lo reduje, me contó su patética historia tras romper el sello que le habíais puesto, y como soy un tipo con honor, decidí pagarle la deuda perdonándole y ayudarle con esto.
Se encogió de hombros.
—Salió mal, pero bueno, ¿qué le voy a hacer yo? No me di cuenta del cambio de su voz. No lo llegué a conocer mucho, ¿sabes?
»Respecto al arma… ¡Ya me gustaría poder ayudarte! Pero te seré sincero, no la tengo. Si la tuviese, estaría empuñándola en estos momentos. Por cómo habla todo el mundo de ella debe de ser jodidamente buena.
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—Alto, alto, alto. Vamos por partes— Alzó el dedo. —¿Asobu mató a un civil?— luego de varios segundos con la boca abierta, rodó los ojos y se dio tres golpes con el canto de la mano en la frente. —Que le dije que lo evitara de ser posible, es que no puede seguir instrucciones—. Negó con la cabeza mientras seguía la explicación de Datsue.
La mentira de Datsue era, creíble, incluso para el ninja promedio. Sin embargo, Shunsuke no era un ninja promedio. Psicológicamente su estabilidad mental no era la adecuada. El Uchiha ni siquiera tenía que esforzarse, que podían decirle que fue a comprar cigarrillos y nunca volvió que se lo iba a creer. Así era el pobre del tuerto.
—¿De verdad,— hizo una pausa muy larga. Su rostro tenía dudas, algo que era poco frecuente en él. Desvió la mirada, observando los alrededores pero a la vez nada. —te contó su historia? La alegría y confianza se le había ido. Ahora lucía como si tuviese pesar. —Para ser alguien que no lo conoció mucho es un verdadero milagro que te dijera eso. Si ni siquiera confiaba en mí—. Incluso, se permitió el lujo de pasar de largo del tema del arma, regresando al tema de Asobu.
»¿Sabes qué...?
Inmediatamente le vio de frente, se agachó en un ángulo recto formando una reverencia formal con los brazos pegados a los lados.
—Me disculpo, por cualquier daño que Asobu le causara a alguien. Y no seré yo el que empeore las cosas— se levantó, se dio la vuelta y echo a andar. —¡Ah mierda! Olvidé que soy un kage bunshin... Bueno, mejor me puffeo. ¿Entendiste? ¡Puffeo! JAJA. Adiós—. Y sin nada más, el clon se desharía, dejando que el humo se diluyera en el aire del desierto.
Lo que llegó a continuación le sorprendió, y mucho. No era el típico bandido que le daba igual todo, incluso la muerte de inocentes, con tal de conseguir su propósito. De hecho, parecía un tipo bastante educado y cabal. Alguien con el que se podía hablar tranquilamente. Alguien… normal.
«¿Qué te vas a puffear? ¿Qué coño…? Ah… Oh…»
Había acertado. Claramente era un Kage Bunshin desde el principio. Sabiéndose seguro, deshizo el Henge no Jutsu que había mantenido por si acaso —para no revelar su rostro a alguien peligroso—. Tiró la manta con la que estaba cubierto, cerró la puerta tras de sí y se adentró en la calle.
Imaginaba que Roga andaría por ahí cerca, vigilando.
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Efectivamente. No sólo el Yotsuki estaba espiando, sino también el alguacil y un extrañado Mano Cortada que se les cruzó en el camino. Hasta ese momento, aguardaron a que Datsue eliminara al invasor, pero dado que era un clon se permitieron el lujo de salir de su escondite en un callejón cercano. "Oh por Ame no Kamu, ¿en serio?" Estaba harto de lidiar con clones.
—¡Oeh!— se acercó pegando brincos —¿Qué demonios acaba de ocurrir? Hum, este solo resultó ser una distracción.
—Así es, King, así es. Era un clon. Tipo listo. No se arriesgó a venir él en persona. —O tipo precavido, más bien—. La verdad, esto es chocante hasta para mí, pero creo que podemos estar tranquilos. Parecía un buen tipo, dentro de lo que cabe.
»Eso sí, va a por el arma —le advirtió—. Asobu se la trae al pairo. Así que si la quieres destruir, yo de ti me daría bastante prisa.
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—Excuse me?— alzó la ceja —Nadie que sea cómplice de una atrocidad como la conetida por Asobu puede ser buena persona. Quizás estaba actuando al igual que él, digo, siendo parte de su treta para que bajemos la guardia. Además si va por el arma entonces busca venderla o usarla para sus fines. No me quiero tragar el cuento del nene bueno dos veces— se cruzó de brazos —No ha llovido hoy lo suficiente, no podré ingresar al templo hasta que diluvie. Homura jura que mañana habrá un aguacero. Espero que así sea
"No puedo creerle a menos que lo cobfirme por mí mismo."
—Tienes razón, tienes razón. Me pasé con lo de buen tipo. Lo que quería decir era que no parecía tan mal hombre. Me confesó que había dado instrucciones precisas a Asobu para que no hiciese daño a nadie. Se sorprendió cuando le dije que mató a alguien, de hecho.
Claro que si alguien se metía en su camino… Entre él y el arma… Bueno, quizá ahí sí saliese su lado salvaje.
—¿Quieres que te eche una mano mañana? —preguntó, dudando seriamente de que pudiese arreglárselas él solo si se cruzaba con él—. Ese tipo, Shunsuke, te cuadriplica en poder. Puedo saber ese tipo de cosas, ¿sabes? Lo fuerte que es el chakra de cada persona. No me supera a mí, claro —En realidad sí le superaba—, pero el tío se ve un ninja jodido.
»Obviamente la carrera para mí es lo primero, así que solo contarías con un clon mío. —El plan era darle a Riko, pero viendo lo serio que se había puesto el asunto, era algo que no podía permitir. El genin era su responsabilidad, después de todo, y aunque tenía gran potencial, aquello podía superarle por el momento. Todavía le faltaba curtirse.
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"Así que puedes medir el chakra de los demás... ¿Tendrá algo que ver con los ojos? Eso explicaría porqué se dio cuenta de que yo era un ninja." Alzó la ceja, creyendo que el Uchiha exageraba sobre las habilidades del rival, y aunque fuese cierto ¿qué mas daba? Quizás el Yotsuki, era demasiado positivo al respecto.
—No me negaré a ninguna ayuda por pequeña que sea, solo espero poder terminar con todo este drama de una vez y no tener que regresar a este excusado gigante para gatos nunca más— se llevó las manos a la cintura mientras el alguacil y mano cortada se acercaban a ellos.
—Pensar que tenemos un problema gordo en manos, ¡y que Bandō no sea el responsable!— carcajeó moviendo el bigote. Primera vez que se le veía tan alegre. —Yo intentaré prestar vigilancia extra durante la carrera, pero no creo poder pasar más allá del segundo punto de control dado lo difícil del terreno— admitió.
—Ese sujeto, era muy extraño. Por alguna razón sentí que todo el tiempo era honesto, admitiendo desde el inicio que Asobu siempre fue un traidor y me pidió que lo guiara hasta aquí porque según él quería ver que triquiñuela tenía entre manos... Me puse nervioso, que ese sujeto estaba como una puta cabra— negó con la cabeza.
—Cómo sea— suspiró y se echó a andar. —Mejor descansar ahora, que mañana seguramente será duro para todos... Joder, que estos han sido los cinco días más largos de mi vida— dejó caer sus brazos, colgando cómo trapos al sol mientras se echaba andar de regreso al hotel. —Suerte a todos— dicho aquello, las apuestas estaban hechas.
***
Horas, horas faltaban para el inicio. Deberían despertarse de madrugada, unos para la vigilancia y otros para los preparativos de la carrera. El Yotsuki apenas logró pegar los ojos, pues tenía que salir muchísimo antes que los demás para llegar al menos a la zona de la segunda fase con antelación. Lloviznaba, o mejor dicho, caía un tímido rocío. Antesala a la que sería una tormenta digna de las Llanuras de la Tempestad Eterna.
El sol empezaba a ascender en el horizonte, mezclándose con las dispersas nubes grises que se arremolinaban de forma rara en aquel lugar. Expectantes.
Muchos jinetes sobre caballos y camellos estaban presentes. Jóvenes, adultos, incluso algunos ancianos canosos que se creían aún lo suficientemente fuertes para participar. De entre todos, la llegada de Bandō hizo que todas las miradas volteasen hacia él. Galante, bufaba e intentaba intimidar a los demás animales presentes. Nacido y crecido en los alrededores del Oasis de la Luna, ni siquiera la presencia de los camellos parecía afectarle.
Quince minutos, dónde deberían hacer los últimos preparativos.
—Este amiguito parece tranquilo el día de hoy. Recibió muchos mimos para este día— la mujer cepillaba al camello de Datsue, mirando furtivamente al jinete.
—Eso es bueno —dijo a la mujer de Roger Arashi, cuyo nombre no recordaba—. Por cierto, después de la carrera probablemente tenga que pedirte otro pequeño favor… Pero ya hablaremos de eso —dijo, descartando el tema por el momento. No quería distraerse—. ¿Algún último consejo que darme?
Llegar el primero. Ese era el consejo que Datsue se daba a sí mismo. El mejor que nadie podía darle. Pero, para eso, tenía que vencer a todos los contrincantes que allí se habían congregado. En especial, al campeón.
Cuando le vio, Datsue sonrió para sí. Tenía un plan perfecto para contrarrestarle. Uno que ni siquiera había tenido que trazar él. Uno que le habían dado hecho.
Tras montarse en su camello, se dirigió a Bando en un trote lento.
—¡Qué sorpresa verte por aquí, Bando! ¡Pensé que no acudirías! —exclamó, sincero—. ¿No te contó Mano Cortada?
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No iba a recordar su nombre, porque, bueno, nunca se lo preguntó.
—Confía en ti, o si no él no lo hará tampoco— sonrío. Un consejo que no sólo se lo decía por la carrera, sino también de recuerdo para la vida.
Se alejó, mientras el resto de los concursantes seguían aglomerándose para dar inicio al evento principal que culminaría con el Festival de los Arroyos. Oh, pronto iban a darse cuenta de porqué se le llamaba así.
—¿Huh?— giró el pescuezo, totalmente extrañado. —¿Por qué no habría de venir yo hoy en una fecha tan importante? ¿Estás demente?— parpadeaba incesantemente, sin entender las intenciones del Uchiha. —¿A que demonios te refieres? ¿Que debía contarme Mano Cortada?— entrecerró los ojos y los clavó sobre los zorrunos orbes de Datsue.
Vaya, ¡así que no se lo había contado! Bien, bien. La táctica de desestabilización tendría más impacto así.
—Que vino ayer Shunsuke, el tipo este que era coleguita de Asobu. Planea colarse hoy en el templo aprovechándose del diluvio para robar el arma. —Primer sello explosivo detonado. Pero eso no era suficiente para tumbar a un tipo como Bando. Tenía que estallarle una bomba en la frente—. Y eso no es lo peor. ¿Sabes qué es? Que Roga, con el beneplácito de tu querida Homura, piensa colarse ahora también pero no para robar el arma. Sino para…
»…destruirla.
Sabía que parte de la carrera era llegar hasta el templo. Pero, una vez allí, había que dar vuelta. ¿Lo haría Bando, con esta nueva información que poseía? ¿O priorizaría su querida arma?
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—¿¡QUEEEEEEEEEEEEEEEE!?— abrió los ojos como platos.
Lo primero, se lo esperaba. Seguramente Arashi metió mano para sacarlo de la jugada debido a su falta de confianza en él. Pese a que el bandolero dejó atrás esas rencillas familiares hace mucho, el alguacil no. Por mucho que demostrase más amor al pueblo que nadie, el estigma estaba más que clavado.
Sin embargo, esto no fue lo que más le impactó. Sino el hecho de que Homura estaba por tirar a la basura el legado que tanto se esmeraron en resguardar.
—Esa hija de puta...— lucía iracundo, mucho más de lo que se le vio hasta ahora. —No voy a dejar que tiren a la basura el esfuerzo de la gente que dio su vida resguardando el tes-
Galope, galope sonoro. Un sonido no sólo de herradura, sino de tintineo. Se giró. No muchos conocían ese sonido, pero él sí.
—¡Por el amor del dios cardinal, recapacita!— Utage corría al lado del rocín, sudando y suplicando. Ignorado como siempre.
El caballo era de un antinatural color bermejo intenso, incluso para el promedio de equinos de capa alazán. Tenía una pequeña trenza peinada en la crin, rematada en una campanita. Era una bella yegua, de trote coqueto. Ojalá pudiera decirse lo mismo del ogro en cuerpo de mujer que estaba encima. Oh sí. Con el pelo amarrado en una coleta alta, botines con espuelas en lugar de sus sandalias. Pantalón corto de cuero y blusa a cuadros en lugar de su habitual vestido. Remataba con un pañuelo rosa, mientras sus ojos llenos de ira se posaban sobre el Uchiha y el Roger.
—¿Entonces tú vas a dejar que los ríos de sangre sean los que corran en este pueblo? Papá murió por ello, no quiero que las siguientes generaciones sigan cometiendo semejante estupidez— Quedó a unos pocos metros de los otros dos competidores.
—¿Qué mierdas estás tramando, bruta?— le increpó, pero no recibió respuesta.
Homura entonces desvió su mirar a Datsue, sin decir nada. Tomó un libro que llevaba en un saco, uno que el Uchiha conocía bien. Abrió el folio y se detuvo en la página escrita por él.
—Bien, señorito intrépido, ¿así es como quieres jugar?— Arrojó el empastado.
Utage cazó al vuelo semejante peso, casi cayendo al suelo en el intento.
—¡Nee-san tu nunca has cabalgado la ruta y Flamarea no es una montura de carrera!— continuó con sus ruegos, aunque su hermana no le viese. —¡Además el evento es organizado por la casa Reisei, sería mal visto!
—Oh, Utage, pero sí el dueño del hotel y gran heredero de los Reisei eres tú— juntó las manos y ladeó la cabeza de forma tierna, cerrando los ojos con delicadeza. Cómo un dragón en cuerpo de gatito. —Eres un muy buen hermano mayor y sé que nos representarás bien— cabalgó hasta adelante, pasando en medio de Bandō y de Datsue. —No me importa como, pero no voy a dejar que ninguno de ustedes dos se salga con la suya.
—¿Con la nuestra? Deja de dar por culo, Homura. Que quién vengó a tu padre, fuimos yo y él —le espetó, cabreado. No le gustaba nada tener que competir contra ella también. Por mucho que aquella fuese su primera carrera en la ruta, según su hermano, no le gustaba nada en absoluto—. ¡Y si tanto te preocupase el pueblo, como dices, estarías ayudando a Roga ahora mismo en su afán de destruir el arma, en vez de perder el tiempo por ganarte unos ryos!
¿Rastrero? Sí, lo reconocía, lo había sido. Un cabrón y un poco hijo de puta, también. Pero cuando alguien se interponía entre Datsue y un fajo de billetes, no había piedad que valiese. El Uchiha usó la táctica de la desestabilización con todo, sin guardarse nada en absoluto.
Tiró de las riendas para posicionar al camello hacia la salida. La carrera estaba a punto de empezar y no podía permitirse el lujo de empezar mal.
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—Nunca les pedí que lo hicieran, así que no esperen mis gracias— contestó, cínica, seria. Tan ella.
Nunca había dejado que le pasaran encima a su orgullo, y ese día no iba a ser la excepción. ¿El resto? Le importaba un pepino. Confiaba muy ciegamente en que el trabajo iba a ser realizado correctamente. La jinete era más terca que el caballo.
—Mierda...— Esperaba no arrepentirse de haberle enseñado a montar.
Todos se pusieron en la salida, en la línea blanca que marcaba dónde no pisar antes de que el trompetazo de salida fuese dado.
La cantidad de contendientes ascendía al centenar, mientras el sol del amanecer se estaba viendo opacado por las intensas nubes de oscuridad en el cielo. El monzón estaba cerca.
Utage, tomó la trompeta y la alzó, tomando aire y llenando el pecho. Todos los jinetes se observaron unos a otros, todos salvo Bandō, cuya mirada estaba dudando. ¿La victoria o la retribución por el favor de Kawaraga? Dudaba.
Caballos, camellos, ¿un oso?. Bueno, algún loco nunca falta.
Fue entonces, que el pelirrojo hizo sonar la trompeta a todo pulmón, dando pauta a la salida e iniciando la gran carrera.