Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«Ah, esa misma pregunta me hago yo, Aiko-san»; Akame dirigió una mirada indiferente a la kunoichi y luego se encogió de hombros.
—Sólo puedo especular. Tal vez no quiera un conflicto con las Grandes Aldeas, matar a dos gennin no es algo que los Kage fuesen a perdonar —sugirió, pensativo—. Tal vez sí era un shinobi infiltrado, en mitad de una misión, y hemos estado a punto de jodérsela. Quién sabe.
Pasaban los minutos y el Uchiha empezaba a encontrarse mejor, hasta el punto de que se puso en pie —no sin dificultad— de nuevo. Datsue, por su parte, parecía escocido a más no poder por haber perdido al Jefe, al músico y al renegado. «Lo hemos perdido todo... Menudos shinobis», se reprendió a sí mismo el Uchiha. Al volver a Uzu entrenaría el doble cada día, se dijo.
El guardia, sin embargo, no se tomó nada a bien las palabras de uzujin. Escupió al suelo, junto a los sicarios, y luego increpó al gennin.
—¿Al asesino de ayer? ¿Quién es el asesino de ayer, si tienes la amabilidad de decírmelo? —añadió, señalando al pecho de Datsue con su dedo índice enfundado en un guantelete metálico—. Yo aquí sólo veo a dos ratas callejeras que acaban de filetear a algún desgraciado al que ya no reconocería ni su santa madre.
Lo cierto era que los sicarios se habían empleado a fondo con el cadáver, que ahora no era más que un montón de trozos de vísceras, extremidades, carne y hueso en una bolsa de tela.
—¿Sabes de qué me puedo llevar el crédito? De la ronda matutina tranquila que me acabas de joder.
Al poco llegó el guardia jovenzuelo acompañado de dos soldados más, todos embutidos en armaduras relucientes y llevando espadas al cinto. El veterano les saludó con la camaradería propia de los compañeros de profesión y, tras intercambiar algunas palabras, los funcionarios se pusieron en marcha. Con unas escuetas palabras y sin mejores ánimos, el mayor de los guardias echó "disimuladamente" a los muchachos.
—Venga, vosotros, largo de aquí. Id a que os vea un médico.
Akame quizás hubiese replicado, quizás incluso se habría molestado por las palabras de aquel tipo. Pero le dolía demasiado el cuerpo y todavía estaba mareado. Se irguió en toda su estatura y, a paso tranquilo, empezó a caminar por los adoquines del callejón.
Mientras Aiko y Akame seguían charlando, Datsue aguantaba estoico la bronca del guardia. Teniendo en cuenta que a cambio se había evitado ser apalizado, le parecía un precio justo. Nada pudo decir cuando el guardia argumentó que allí no había ningún asesino, sino un cadáver tan destrozado que no reconocería ni su propia madre. Un rápido vistazo le dijo que era cierto, y sintió que se le revolvía el estómago por el asco.
Poco más tarde les invitaron a irse, y el Uchiha no hizo siquiera ademán de rechazar la oferta. Nada bueno había sacado de aquel día, ni nada bueno parecía que iba a sacar al final de este.
Suspiró.
—Bueno, chicos. Ha estado bien el intento, pero me da que no vamos a sacar nada más de todo esto. Decepcionante, sin duda. Pero así es la vida ninja, ¿no? Una sucesión constante de decepciones.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame, ni corto ni perezoso también había caído en cuenta. Éste había dado aún mas vueltas al asunto que la chica, o al menos eso pareció cuando respondió lo que tenía en mente. Como bien decía éste, podía ser que el maldito simplemente no quisiese ser perseguido por haber matado a un par de genin, o simplemente era un shinobi completando una misión de infiltración. Fuese como fuese, lo que contaba es que estaban vivos... ¿no?
—Lo único que se... es que me falta mucho entrenamiento... no he sido capaz ni de ver su movimiento... —confesó, mas dolida por ese hecho que por el golpe en sí.
Datsue pareció querer excusarse de que el jefe y su matón personal no estuviesen allí. Como si los soldados hubiesen venido bajo una amenaza o algo. Éstos no parecieron demasiado contentos ante la situación. El mismo cabecilla aclaró que ni al asesino de la anterior noche tenían, puesto que de éste no quedaban mas que vísceras, huesos y algún que otro trozo de carne que bien podía ser de cerdo, jabalí o algún otro animal. Razón no le faltaba, hasta la bolsa de tela era un deshecho...
El hombre se quejó de que los chicos le habían fastidiado la ronda matutina para nada. Cuando buenamente éstos había conseguido atrapar a dos sicarios del jefe, así como un cadáver como prueba discriminatoria. ¿Qué mas querían? ¿Un fajo de billetes pequeños sin marcar?
Al diablo con la lealtad al servicio... eso es lo que parecía querer decir.
Poco tardaron en llegar los refuerzos, siendo éstos dos soldados mas apenas. El jefe de éstos les dedicó unas palabras a los que recién llegaban, y justo después de ello uno de los mencionados echó elegantemente al grupo de genins. Sin titubeos, y casi a patadas, éste inquirió que se fuesen a ver un médico, lejos de preocuparse por la salud de los jóvenes, solo quería que se fuesen.
Akame, casi indignado, no mucho mas que el resto, sugirió a ambos también que se fuesen a otro sitio. A duras penas se había podido levantar, pero lo hizo y comenzó a andar. Aiko no fue menos, después de todo, su ritmo de recuperación era mucho mejor... Se levantó, y caminó al igual que el Uchiha.
—Os acordáis de lo que os dije, ¿verdad? —se quejó a ambos, refiriéndose a la lealtad de éstos para con su trabajo.
«Yo tampoco, maldita sea, yo tampoco...» Pese a su Sharingan, Akame no había visto venir —ni por poco— el ataque de aquel shinobi. Apretó los dientes; de aquel encuentro se llevaba un cuerpo dolorido y una valiosa dosis de realidad. A Oonindo no le importaba él, ni su sangre Uchiha, ni su Sharingan. Parecía que el mundo ninja siempre tenía un oponente poderoso que arrojar encima de los que sacaban los pies del plato.
Esa revelación le irritó profundamente, como a un niño al que le niegan un dulce. Él quería ser poderoso, quería ser como Ryuma o Hazama, como los guerreros de las leyendas... Y, en aquel momento, sólo podía verse a sí mismo como a un pedazo de ñordo que alguien había cagado a un lado de la carretera.
Los muchachos caminaron calle arriba mientras Datsue y Aiko aireaban sus pensamientos. Akame se encontraba demasiado mareado como para discutir, de modo que simplemente se limitó a asentir.
—Me da igual —soltó, de repente—. Lo haré. Seré más poderoso que todos ellos.
Más que una declaración de intenciones, parecía que el Uchiha hubiese estado pensando en voz alta. Todavía con la cabeza gacha, se apoyó en el hombro de su compatriota y masculló.
—Vámonos de aquí, Datsue-kun. Volvamos a Uzushio... Creo que he tenido suficiente de esta ciudad para un par de estaciones.
Sus aventuras en Yamiria podía decirse que no habían sido muy productivas; el Jefe seguiría, probablemente, disfrutando de su posición como capo del hampa en la ciudad —tal vez con el shinobi mercenario a sus órdenes—. Y de Rokuro Hei, quizás nunca volvieran a saber...
Akame pareció disgustado con todo, hasta consigo mismo. Inquirió que lo haría, que se volvería mas fuerte que todos ellos. Aiko no comprendía muy bien qué bicho le había picado... ¿Se refería a que se haría mas fuerte que el mercenario y el jefe? La chica no sabía muy bien como tomarse el comentario del chico, pero tampoco era realmente cosa suya. Akame ya era mayorcito, y sabía lo que se hacía. Si quería entrenar por odio, que lo hiciese...
«Tal y como Blame decía una y otra vez... todos terminan seducidos por ideas egoístas... al final el loco va a resultar el mas cuerdo de todos...»
La chica dejó caer un suspiro. Vio cómo Akame se poyaba en el hombro de su compatriota, y le pedía que se fuesen de ese sitio, que ya había tenido suficiente de esa ciudad por al menos unas cuantas estaciones. La chica miró de reojo a ambos, mientras que su cuerpo comenzó a deshacerse en un millar de papeles.
—Ya nos veremos, si así el destino lo quiere, chicos... —escupió afligida la chica, justo antes de que su figura terminase de desaparecer.
En el lugar donde ésta estaba, los papeles comenzaron a convertirse en aviones de origami. Con las mismas, los avioncitos comenzaron a volar a toda velocidad, guiados por el mismo viento. En un abrir y cerrar de ojos, los chicos perderían de vista todo rastro de lo que quedaba de la chica, los aviones de papel. Como bien había dicho éste genin, ya había sido suficiente de ésta urbe por un tiempo.
Por suerte o desgracia, al menos el asesino había recibido su merecido...
El final de aquel día terminó exactamente igual que el anterior. Izanami había recibido un nuevo invitado en su palacio de tinieblas, y ellos habían terminado otra vez con más preguntas que respuestas. ¿Quién era el Jefe, y por qué era tan odiado y temido en la ciudad? ¿Cómo es que Rokuro Hei era capaz de revivir a los muertos? ¿Se debía a él; a su shamisen; o a una combinación de los dos? ¿Dónde se encontraban en aquellos momentos? ¿En qué usaría el Jefe su recién adquirido poder?
Más tarde, el Uchiha perdería noches enteras de insomnio especulando sobre las respuestas más probables. Era un tema que realmente le había sobrecogido, y sintió que le quedaría una espinita clavada en el corazón hasta que resolviese todo aquel misterio. Si es que algún día lo hacía.
En aquel momento, sin embargo, solo quería irse a casa y olvidarse de todo. Por eso, cuando Akame le pidió de marchar, no pudo hacer otra cosa que asentir, más que conforme con la idea. Aiko tampoco parecía por la labor de alargar por más tiempo la investigación, quizá conforme con que el asesino se hubiese llevado su merecido.
Desapareció en un millar de papelitos mientras sus últimas palabras las arrastraba el viento:
—Ya nos veremos, si así el destino lo quiere, chicos...
«Algo me dice que así será…»
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