Daigo se cruzó de brazos.

—¿No me escuchan? Quizá ya están demasiado lejos...

Se quedó allí unos segundos mientras pensaba qué podría hacer. Aunque era cierto que no tenía miedo al bosque, que era prácticamente como su casa —una casa enorme en la que se había perdido, pero su casa al fin y al cabo—, no era buena idea quedarse allí perdido para siempre.

El chico resumió la caminata y tomó aire, esperando estar yendo en la dirección correcta.

—¡Sagisō-chaaaan, Himura-saaan!

Le alivió un poco que Hana estuviese de acuerdo en no seguir a Kiyoshi. Era al menos algo, pues lo que la rubia decía le quitaba tranquilidad y concentración momento a momento. Además, ella había escuchado aquella voz también. En una situación diferente, Ranko se preguntaría por qué escuchaba el viento con más claridad, y por qué parecía poder sentir cada hoja y ramita moviéndose siniestramente a su alrededor, mientras que no lograba concentrarse en nada concreto a su alrededor.

Quería cerrar los ojos para enfocarse, pero no quería cerrarlos para no caer en ninguna trampa.

”Calma, calma, Ranko. Es… Es sólo el… ¿bosque? Tú sabes cómo es un bosque, ¿no? Hay muchas cositas que podrían estar haciendo ruidos. ¿P-p-pero llamarnos? ¿Por nuestros nombres? ¿Qué haré, qué haré? ¿Qué haremos?” Ranko apretó los dientes.

Escuchó la voz de nuevo, lo cual elevó su nivel de alarma.

—Hana-san —susurró. Las rodillas de Ranko se habían flexionado, listas para pelear o huir —. E-en caso que s-sea algo… extraño o peligroso, puedo alejarnos de aquí. P-pero tienes que agarrarte a mí con mucha fuerza, ¿e-está bien? P-prepárate.

”Hay muchas cositas en el bosque, pero… hasta… hasta donde yo sé… Y si Hana-san no me hubiese dicho algo diferente… Hasta donde yo sé sólo algo puede llamarnos” Ranko aspiró con fuerza. Recordó entonces a Yota, usando esas figuras sombrías que desaparecieron casi al instante, luego recordó a Rōga invocando de la nada una figura dañina de su hermana, Kuumi. Recordó que no sabía prácticamente nada de Genjutsu. ”Sólo otra persona.”

Ranko gritó.

—¡¡¿Qué quieres?!!

Poco a poco el nerviosismo de Hana iba haciendo mella en la calmada Ranko, y ver a Ranko ponerse nerviosa no hacía más que aumentar los nervios de la rubia, entrando en un bucle sin fin que iba a acabar con ambas matando algún pobre jabalí o conejo que se cruzase en su camino.

—Hana-san. E-en caso que s-sea algo… extraño o peligroso, puedo alejarnos de aquí. P-pero tienes que agarrarte a mí con mucha fuerza, ¿e-está bien? P-prepárate.

La uzujin, temblando ya, se agarró con todas sus fuerzas a la cintura de la kusajin, preparada para lo que tuviese en mente, en caso de que fuese extraño o peligroso. Sin embargo, jamás se esperó lo que vino a continuación. Ranko, sin avisar y tras haber procesado la última comunicación en susurros, pegó un alarido que atravesó los timpanos de Hana de par en par.

—¡¡¿Qué quieres?!!

— ¡AH! — fue un grito breve, de pura sorpresa, antes de volver en sí. — ¡Pero Ranko-san! ¡Avisa si vas a gritar!

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Mientras tanto Daigo, en su andar sin ningún sentido, habría llegado frente a una casa de pequeñas dimensiones construida en su totalidad de madera. Ni siquiera tenía un sitio despejado del bosque, estaba rodeada de arboles, colocada ahí como si fuese un árbol más del escenario.

La pared de la que tenía visión el peliverde tenía una puerta en el medio y dos ventanas con cortinas interiores que impedían ver dentro a los lados. Además, se veía salir humo de la chimenea que se alzaba en el centro del tejado. Sin duda, era la típica caseta de campo que dibujaban todos los niños cuando les decías "Dibuja una casa".

—¡¡¿Qué quieres?!!

La voz de Ranko le llegó, en dirección contraria a la casa, es decir, justo por donde había venido.

Daigo caminó sin ningún rumbo, esperando encontrarse por casualidad con Ranko y Hana, pero en su lugar se topó con una casa en la mitad del bosque.

La casa no parecía tener un lugar propio en el bosque. Era como si simplemente hubiera aparecido allí, entre los árboles, o como si la persona que la construyó no se hubiera molestado en hacerle un espacio.

«Quizá estén aquí dentro...»

El chico se acercaba a la puerta para intentar comprobarlo cuando escuchó la voz de Ranko, deteniéndolo allí donde estaba.

—¿Sagisō-chan? —Pensando que podrían encontrarse en problemas, Daigo dio media vuelta y empezó a correr en dirección a su voz.

—¡Hana-san, Sagisō-chan! ¿¡Están bien, necesitan ayuda!?

El abrazo temeroso de Hana la hizo ponerse aun más nerviosa, pero sus quejas por el grito le hicieron caer en cuenta que tal vez no había sido la mejor idea.

—¡L-lo siento, Hana-san! C-creo que me dejé llevar p-por... ahm... no sé.

Por un momento, nada respondió. Lo único que rompía el silencio eran las voces y respiraciones de las chicas.

"Tal vez... Tal vez lo imaginamos todo. Tal vez no había razón para temer, y sólo nos dejamos llevar por ese chico extraño que... ¿apareció? Sí, debe de ser nuestra imaginación..."

Mas antes de volver a hablar, escuchó la voz. Esta vez, fue mucho más clara que la anterior. La llamaba a ella y a Hana y... ¿pedía ayuda? ¿ofrecía ayuda?

"Sólo otra persona" se repitió Ranko mentalmente.

—Da... ¿Daigo-san? Hana-san, ¿y si esa voz es Daigo-san? —La miró y le dio toquecitos en la cabeza, esperando calmarla con su conclusión. Tendría sentido que el boxeador se dispusiera a buscar a las kunoichi después de perderse. Era una posibilidad mucho más tranquilizante que el que un fantasma se lo hubiese comido —. ¡De-debe de estar buscándonos! ¿No crees? —comenzó a llamar a su compatriota, alzando la voz de a poco para no espantar de nuevo a la rubia —. Daigo-san. ¡Daigo-san! ¡Daigo-san, estamos por acá! ¡Daigo-san!

Comenzaría a caminar hacia la voz, ya más calmada, y esperaba que Hana perdiese el miedo un poco.

—¡Hana-san, Sagisō-chan! ¿¡Están bien, necesitan ayuda!?

— Daigo-san. ¡Daigo-san! ¡Daigo-san, estamos por acá! ¡Daigo-san!

Hana siguió a Ranko de cerca, no quería insistir, porque ya lo había hecho suficiente, pero eso podía ser perfectamente un fantasma imitando a su compañero de villa. Tal vez estaba empezando a rozar la histeria, decidió dejar que se gritasen ellos y ella guardar un minuto de silencio a ver si se calmaba. Asintió a la kusajin para decirle que confiaba en su criterio más que en los fantasmas... por ahora.

Ellas habían oído la voz de Daigo, y Daigo oiría las suyas, acercandose. Era cuestión de tiempo que se encontrasen. Poco le duró el voto de silencio a Hana, porque pronto sintió la necesidad de advertir a su compañera.

— Ranko-san, con cuidado, ¿vale? — por mucho que lo intentase, no podía quitarse de la cabeza lo del espíritu.

—Daigo-san. ¡Daigo-san! ¡Daigo-san, estamos por acá! ¡Daigo-san!

Mientras Ranko se un calmaba un poco, Daigo se ponía más nervioso por momentos. Sin estar para nada seguro de cuál sería la situación en cuanto llegara, ya se estaba empezando a imaginar lo peor.

¿Podrían haberse encontrado con animales salvajes, o quizá un grupo de bandidos? No. Ambas eran ninja, y sabía que Ranko era fuerte.

Y si... ¿y si se habían encontrado con uno de esos Gebijuu de los que había escuchado hablar?

—¡Joderjoderjoderjoder!

Por el miedo, el peliverde apretó aún más el ritmo, que cabe decir que no iba excesivamente rápido, ni hacia un segundo ni ahora.

Solo fue cuestión de tiempo que eventualmente se encontraran los tres, aparentemente sanos y salvos.

—¡Sagisō-chan, Hana-san, qué alivio!

Después de unos instantes de caminar hacia la voz, lograron al fin divisar al peliverde. Ranko soltó un suspiro de alivio, aunque la preocupación de Hana y su consejo de tener cuidado seguían clavados en su nuca cual espina.

—Tienes razón, Hana-san —le dijo con un movimiento de cabeza. ¿Había motivo para desconfiar que ese Daigo era Daigo en realidad? Tal vez no, pero podía hacerse algo para calmar a Hana —¡Daigo-san! ¡Qué a-alegría! Lo siento, n-no me fijé cuando te quedaste atrás…

Ranko, sin embargo, no se acercó mucho a el chico.

—Ahm… vimos… n-nos encontramos con alguien… ahm… raro. Y-y sólo para confirmar que Daigo-san... es Daigo-san qui-quisiera preguntarte algo. Hi-hicimos una misión juntos hace tiempo co-con otro genin, ¿cómo se llamaba nuestro compañero?

Esperaba que la respuesta del boxeador tranquilizara a ambas chicas, para que al fin pudieran salir de aquel bosque aparentemente embrujado.

Aquel estaba siendo un día de locos. Por la mañana no había podido detenerse a la hora de dar un paseo, aparentemente inofensivo, por aquel precioso bosque. Ahora se escondía tras una fornida kunoichi de Kusagakure de otro shinobi de Kusagakure el cual podía estar poseído o siendo sustituido por un espiritu malvado. Y ni siquiera conocía a ninguno de los dos.

La pobre kunoichi de Uzushiogakure solo asintió cuando Ranko le dio la razón, intentando transmitirle su complicidad.

—¡Sagisō-chan, Hana-san, qué alivio!

—¡Daigo-san! ¡Qué a-alegría! Lo siento, n-no me fijé cuando te quedaste atrás…

—Ahm… vimos… n-nos encontramos con alguien… ahm… raro. Y-y sólo para confirmar que Daigo-san... es Daigo-san qui-quisiera preguntarte algo. Hi-hicimos una misión juntos hace tiempo co-con otro genin, ¿cómo se llamaba nuestro compañero?

Aunque la rubia intentaba tranquilizarse por activa y por pasiva, era muy difícil imaginar a alguien quedándose atrás el tiempo suficiente para perderse y después irse en dirección contraria 'sin querer'. Aún así, tendría que confiar en el juicio de la kunoichi kusajin a la hora de si fiarse de Daigo o no.

El grupo no tardó mucho en reencontrarse y tanto Daigo como Ranko expresaron lo felices que estaban de que todo el mundo se encontrara a salvo, aunque esta última procuraba mantener una distancia segura del peliverde. Hana ni siquiera habló, también manteniendo la distancia con el kusajin, como si fuera peligroso.

¿De qué se había perdido mientras estaba lejos del grupo?

—¿Para confirmar que yo soy yo? —¡Pues claro que él era él! Si no lo fuera ¿Quién sería él?—. ¿Te refieres a la misión que hicimos con Hanamura Kazuma-kun?

Se aseguró de dar el nombre completo para que no hubieran dudas, pero entonces quien empezó a dudar fue él.

—Oye... ¿y cómo confirmo que tú eres tú?

Hana parecía confiar en Ranko y en su pregunta de seguridad. Al responderla Daigo, la Kusajin asintió alegremente.

—Hana-san, ¡es Daigo-san! No hay nada qué temer…

Sin embargo, el boxeador le hizo una pregunta válida. ¿Cómo podía estar seguro él que ellas eran las verdaderas Ranko y Hana. La de la trenza se rascó el mentón.

—Bu-bueno… Ha-Hana-san no se ha separado de mí… Y yo… Pu-pues… ¡Bueno, e-estuvimos en esa misión! Mi hermana, Kuumi, también. E-estaba maquillada y disfrazada, y-y se hizo llamar… ahm… Kitora, creo. S-sí. ¿E-es eso suficiente?

Esperaba que Hana no dudara también de la veracidad de Ranko, pues no se habían separado ni por un instante, y a penas se habían quitado la vista de encima.

—Vimos a un… ahm… chico a-algo raro… ¿Vio Daigo-san a alguien más en el bosque? —Apenas hablar, Ranko se arrepintió.

”Espero que no haya visto nada… Si dice que vio algo extraño, Hana-san podría asustarse más, y no necesitamos estar espantados… Es sólo un bosque, al parecer, después de todo…”

—Bu-bueno… Ha-Hana-san no se ha separado de mí… Y yo… Pu-pues… ¡Bueno, e-estuvimos en esa misión! Mi hermana, Kuumi, también. E-estaba maquillada y disfrazada, y-y se hizo llamar… ahm… Kitora, creo. S-sí. ¿E-es eso suficiente?

— Es cierto, hemos estado juntas todo el rato. Eres tú, Daigo-san, el que ha desaparecido sin dejar rastro. ¡Pensaba, pensábamos que te había pasado algo! — Hana se defendió ante Daigo queriendo darle la vuelta al asunto.

Lo único que esperaba era que ni Daigo ni Ranko dudasen de que ella fuese ella, porque tenía cero posibilidades de demostrarles nada, ¡si ni siquiera les conocía! Entonces sí que estaría en problemas, tendría que salir corriendo de allí y eso sería todavía más sospechoso.

Aunque la actitud que había tenido con Ranko era calcada a la que tendría el espíritu de una niña que murió perdida en el bosque. Hana se quedó pálida, solo esperaba que no dudasen de ella.

—Vimos a un… ahm… chico a-algo raro… ¿Vio Daigo-san a alguien más en el bosque? —

Ambas kunoichis se quedaron mirando a Daigo, a la espera de la respuesta. Si él también había visto algo extraño... todo se confirmaría.

Daigo se alivió las respuestas de Ranko. No solo había conseguido demostrar que él era él, sino que también consiguieron demostrar que ella era ella, por extraño que sonase. Sin embargo se puso recto como una tabla como una tabla cuando Hana replicó.

—Uhh... esto... —Se rascó la nuca, avergonzado ¿Cómo iba a decirles que confundió un árbol con un colega?

Por suerte, Ranko salvó el día preguntándole si había visto a alguien en el camino.

—Pues... he visto una casa —dijo, y apuntó en dirección al camino que había tomado—. Estaba por allí, pero no vi si había alguien dentro.

Ranko asintió, concordando con Hana cuando ella dijo que les había preocupado mucho la desaparición de Daigo. El boxeador dijo que había visto una casa en las cercanías. La Kusajin se rascó el mentón.

—E-entonces… Es real. Di-digo… Este chico… Kiyoshi era s-su nombre, creo… Dijo que vivía p-por aquí… Y su casa era la única en las in… inmediaciones

Eso le confirmaba a Ranko, o al menos eso quería pensar ella, que era una persona verdadera, y no una aparición. ¿Por qué otra razón alguien más encontraría su casa? ¡Y Daigo no mencionó ninguna persona! Claro, porque Kiyoshi se encontraba fuera y vendría de toparse con las chicas. ¡Todo encajaba! ¿No?

—¿V-ves, Hana-san? No pasa nada e-extraordinario. Ta-tal vez es solo… Solamente a-alguien que decidió alejarse de la sociedad. Y-y a quien le gusta lavar bien su ropa. Daigo-san está a salvo. Y nosotras también —Suspiró. Esperaba que al estar los tres juntos de nuevo, la rubia se terminara de tranquilizar —. A-ahora solo queda salir de aquí…

Ranko miró en derredor, buscando los rastros que había dejado al llegar. Pero no vio ninguno, pues había cambiado de dirección sin querer al buscar a Daigo.

”Cielos…

—¿V-ves, Hana-san? No pasa nada e-extraordinario. Ta-tal vez es solo… Solamente a-alguien que decidió alejarse de la sociedad. Y-y a quien le gusta lavar bien su ropa. Daigo-san está a salvo. Y nosotras también. A-ahora solo queda salir de aquí…

Hana recordó con otro escalofrío las manos heladas del chico, añadiendolo mentalmente a la lista que acababa de improvisar Ranko sobre las rarezas del desconocido. Sin embargo, no lo mencionó porque prefería dejarlo atrás, darle la razón a la kunoichi y salir de allí antes que ponerse a debatir.

— Sí, seguramente lo hayamos exagerado un poquito. Pero no tendremos que preocuparnos de eso cuando ya estemos de vuelta en un camino, lejos de la espesura del bosque.

Así también se convencía a sí misma de que no pasaba nada. Encaró a Ranko de nuevo.

— Guíanos, Ranko-san. — le pidió con una sonrisa nerviosa.