El calvo aceptó de buena gana la idea propuesta por Riko, no había mejor manera de descubrir qué tramaban que siguiéndoles, siempre y cuando no les pillaran claro, por lo que, en cuanto ambos hombres se alejaron lo suficiente, Karamaru y el Senju se levantaron y caminaron en la misma dirección.

Parecen que van al cuarto piso.-

El uzunés asintió al verlos bajar por la escalera, y continuaron con su misión de seguimiento, no podían perderles de vista, pero tampoco podían acercarse demasiado.

— ¿Ahora que hacemos? — Preguntaría el peliblanco al verlos entrar en la habitación número 89. — No podemos colarnos, y no creo que pegar la oreja a la puerta sea de las mejores ideas, la verdad.

¿Ahora que hacemos?

El calvo iba a dejar unos segundos para pensar su respuesta, pero por suerte Riko decidió seguir diciendo una palabras más.

«Esto era tu idea, tú deberías saber qué hacer» era la única respuesta en la que Karamaru podía pensar. Su compañero tenía razón, pegar las orejas a la puerta no parecía una buena opción y el cenobita no era ningún shinobi especializado en escuchas privadas de manera furtiva y en cubierto. Por lo que no se le ocurría otra manera de proseguir que siendo sincero con el peliblanco.

Pues, en realidad, andaba pensand...

¿¡CÓMO ANDAN COMPAÑEROS!?- una voz fuerte masculina sonó a sus espaldas, con el volumen necesario para ser escuchado por muchas personas. Al darse vuelta, los dos gennin podrían ver al rubio y a su compañera pelirroja.

¿Ya terminaron de comer? ¡Vaya! Eso si qué es tener hambre ¿No, Mae?- para quien no lo hubiera escuchado escuchado antes, Shinsen podría hablar con forzada y muy extraña amabilidad. Pero para Karamaru, la personalidad del rubio comenzaba a hacerse un poco costumbre.

Si.- respondió con voz seria.

Si quieren un consejo, de un humilde servidor, vayan a la cama pronto que mañana en su primer día completo y terminarán exhaustos. Mejor descansar antes y no perderse nada de nada, después de todo están aquí para ¡DISFRUTAR AL MÁXIMO! ¿No, Mae?

Esta vez el monje no pudo evitar mirar dubitativo, y la pelirroja prefirió no contestar por segunda vez. Si el peliblanco se decidía por decir nada, Karamaru comenzaría a caminar en dirección a su habitación que, a pesar de tanta amabilidad, le daba un poco de miedo contradecir las palabras del extraño Shinsen.

«Podremos ver a estos señores mañana, supongo. Será cuestión de paciencia»

¿¡CÓMO ANDAN COMPAÑEROS!?-

El peliblanco se contuvo para no soltar un grito del susto que aquella dichosa, pero conocida voz le acababa de dar, antes de si quiera girarse trató de serenarse mentalmente.

«Mierda, nos han pillado...»

Al darse la vuelta clavó sus ojos en los de Shinshen, el guía simpático, o que al menos trataba de serlo, que comenzó a hablar, como había hecho durante toda la ruta inicial que habían dado al barco, y les recomendó que se dirigieran a sus habitaciones, que más les valía descansar para poder disfrutar al máximo del día siguiente.

Los ojos violetas de Riko se fijaron entonces en su compañero, y ambos se dieron cuenta de que lo mejor era hacerle caso, ya investigarían sobre aquellos tipos tan extraños al día siguiente, por lo que ambos comenzaron a subir las escaleras en dirección a sus habitaciones.

— Bueno, no pasa nada, mejor descansar, que yo estaba ya bastante cansado, siendo sincero, ¿te parece que mañana quedemos en la sala común antes de bajar a desayunar? — Propondría el peliblanco, tratando de desviar la conversación del tema de aquells tipos.

Ambos guías miraron serios a los chavales una vez les dieron la espalda y se alejaron. Quedaron varios segundos mirando la misma puerta que hace rato vigilaron los gennin, Shinsen con una mirada seria que solamente su compañera conocía.

Déjalo, ya veremos otro día. Todavía no sabemos que puede suceder.- y ambos recorrieron su camino hacia el piso superior, a la cocina, para pasar los últimos momentos del día ayudando a los recién ingresados huéspedes.

¿te parece que mañana quedemos en la sala común antes de bajar a desayunar?

¿Subir a desayunar?- rió el calvo- Parece que el sueño te anda afectando.

Si, no hay problema. Nos vemos mañana.

Karamaru se internó una vez más en su solitaria habitación de innecesarias cuatro camas, se sacó la ropa que llevaba encima excepto su pantalón y se tiró a la cama más cercana. Estuvo un rato largo dando vueltas sobre ella, alumbrado solamente por una tenue luz brindada por una antorcha junto a la puerta. La luz ya no entraba por la pequeña ventana en la pared y el misterio que rodeaba a esos dos hombres no se lo podía sacar de la cabeza.

Pero el cansancio en algún momento pudo con él, y lo próximo que podría hacer era abrir los ojos para recibir la luz solar matutina, ponerse nuevamente su vestimenta y dirigirse a la sala común del cuarto piso para cruzarse con el peliblanco. Podrían tener toda una mañana entretenida por delante pensando en cómo actuar contra los dos de la 89.

El calvo aceptó la oferta de Riko por lo que quedaron en verse a la mañana siguiente en la sala común, y entonces se separaron, era momento de dormir, ya que como Karamaru había dicho, el sueño estaba comenzando a afectarle, los ojos se le iban cerrando poco a poco, no en vano había completado su viaje a aquel lugar ese mismo día, y estaba sumamente cansado.

«Mañana será otro día, y descubriremos qué es lo que esconden esos dos.»

Se tiró a la cama, llevando únicamente su ropa interior puesta, era como le gustaba dormir, y se metió debajo de la manta que proporcionaría calor aquella noche y, sin darse cuenta, se quedó dormido.

A la mañana siguiente se dirigió a la sala común donde ya le esperaba el amenio.

— ¡Buenos días Karamaru! — Saludó el peliblanco. — ¿Listo para un nuevo día?

El calvo había llegado primero, pero poco había tenido que esperar hasta que el peliblanco apareció. Antes que él, sin embargo, pudo cruzarse con la misma pareja con dos hijos del día anterior y algunas personas más de las que ya comenzaba a recordar sus rostros. De los dos objetivos de los gennin, en tan corto plazo, ni noticia.

¡Buenos días Karamaru!- el cenobita se sobresaltó a pesar de que lo esperaba.

Buen día, compañero. Vamos para arriba que tengo ganas de comer algo.

Lo primero lo primero, y eso era mandarse a la boca el buen preciado desayuno. Y en los tres mostradores que habían en el comedor había la misma, si no más, variedad de donde elegir que la noche anterior. Que dulce, que salado, que grande, que chico, que rojo, que negro, que chocolate, que almendras, que si lo que quieras.

El calvo tomaría una gran taza de té, unos bocados de masa rellena, y se dirigiría al asiento esperando que Riko hiciera lo mismo. Un sorbo grande, un mordisco del mismo tamaño a su desayuno, y estaba mucho más dispuesto para hablar con el estómago funcionando.

¿Estuviste pensando en algo? Ya sabes, sobre estos dos.

A pesar de la gente que caminaba por la sala común del cuarto piso, el comedor no estaba ni cerca de estar lleno. A pesar de que en la mayoría de mesas había gente, ambos shinobi se encontraron con la suerte de conseguir una mesa entera para ellos solos sin nadie que los moleste o los mire de reojo.

Buen día, compañero. Vamos para arriba que tengo ganas de comer algo.


Ambos shinobi ascendieron hacia el piso en el que se encontraba el comedor, para empezar el día con buen pie, no había anda mejor que un desayuno a prueba de campeones, y eso Riko lo tenía muy presente, por lo que intentaba desayunar bien todos los días, salvo los que se quedaba dormido y se levantaba casi para la hora de comer.

Se dirigió a la zona en la que se encontraba la comida, y se tostó dos rebanadas de pan del tamaño del plato, cogió algo de aceite, tomate, sal y, dado que siempre necesitaba tomar algo que le espabilase y no le gustaba el café ni nada por el estilo, le pidió a uno de los muchos trabajadores si le podía dar un refresco de cola. Cuando tuvo todo listo, se dirigió a la mesa con Karamaru.

¿Estuviste pensando en algo? Ya sabes, sobre estos dos.

El Senju estaba preparándose sus tostadas, por lo que esperó a tener la primera lista para hablar.

— Pues verás, lo cierto es que no he pensado demasiado en ellos, pero ahora que lo dices, ¿no te pareció mucha casualidad que Shenshin y Mae aparecieran justo delante de la habitación de estos dos? Siendo las horas que eran, además.

El calvo tragó su segundo bocado y el peliblanco terminó de hacerse aquella tostada. Y finalmente habló y respondió, y el calvo se sorprendió ligeramente asintiendo con la cabeza.

Puede ser- hablaba con la boca un poco llena sin parar de darle al bocado relleno que tenía en su mano- No se me hubiese ocurrido, para nada.

Le siguió otro gran y largo trago a la taza de té.

Podrían haber estado ahí por casualidad, recorriendo vaya uno a saber por qué. Piensa que a pesar de ser las horas que eran la mayoría de gente estaba despierta.

El monje hizo una leve pausa para recorrer con la mirada el comedor, tratando de ver si alguno de aquellos dos hombres habían aparecido en el recinto. Pocos segundos después, sin éxito, volvió la boca a la comida y la mirada a su compañero para hablar una vez más.

Y si están metidos, no sabemos si es a favor o en contra de ellos.

Tampoco sabían siquiera un poco en qué podrían andar metidos esos dos. Bombas, asesinatos, dinero, estupefacientes, mafias, y un montón de cosas abarcan el abanico de posibilidades.

Las burbujas del refresco le espabilaban un poco más a cada trago que le pegaba, sin duda alguna era mano de santo para empezar el día con energía. Le pegó un bocado a su tostada, saboreándola y regodeándose de ello, estaba muy rica.

— Chí, tien-nes rafón... — Empezó con la boca aún llena. — La mayoría de la gente estaba despierta y aquí, en el comedor cenando, ¿qué hacían ellos en la zona de los camarotes?

El calvo miró a su alrededor, tratando de localizar a los dos a los que deberían considerar sus enemigos, pero no lo consiguió y volvió su mirada hacia el Senju. Tenía razón, no tenían motivos para desconfiar de los guías, pero tampoco para fiarse de ellos, y no iba a hacerlo por el momento.

— Está bien, creo que deberíamos actuar normal, disfrutemos un poco de ésto, que no se vive todos los días y si vemos algo sospechoso, actuamos, ¿te parece? — Diría asegurándose de que nadie los escuchase.

¿te parece?

Me parece.- y volvió a dar un bocado a un desayuno que poco le faltaba para ser terminado.

Pasaron los minutos y ambos shinobi habían terminado de tomar energías para pasar lo que quedaba del día hasta el almuerzo. Ambos se levantarían y dejarían sus cosas para que el servicios de mozos del comedor ordenase sus bandejas, y luego, saldrían de aquel lugar para encontrarse en el hall del tercer piso con un barco gigante a su disposición.

Separémonos.- habló en ese momento con decisión.

Tendremos más oportunidades de verlos que si estamos juntos.

Era cuestión del peliblanco o no seguir su propio consejo o no hacerse caso ni a él mismo. Podría indagar por su cuenta o, cómo bien había dicho, tomarse el día para relajarse entreteniendose con las vistas, la paz o las actividades del barco. Karamaru se había alejado hacia las escalera cuando se dio media vuelta y habló casi a los gritos.

Si no nos vemos antes, hasta el almuerzo.- y con esas pocas palabras definió el lugar y momento del punto de reunión. Eran shinobi y se les hacía imposible, al parecer, no estar atentos a su trabajo a pesar de estar de vacaciones.

El cenobita se dirigió por su parte a la cubierta del barco, con bastante gente caminando y asomandose por la barandilla para ver el océano azul y el cielo azul. Tripulantes se tomaban su tiempo libre esperando las órdenes de movimiento de vela por parte de un capitán que miraba fijo y serio el horizonte con el timón en las manos.

El calvo pareció estar de acuerdo con Riko, por lo que ambos terminaron de comerse el desayuno y una vez terminado se dirigieron al hall del tercer piso del barco, donde Karamaru propuso separarse, cada uno haría lo que quisiera y si se encontraban con los hombres ya verían lo que hacer.

— ¡Perfecto! Voy a ver que hay por aquí.

Cada uno tomó un camino diferente, uno yendo a la cubierta del barco y el otro buscando alguna actividad entretenida con la que pasar la mañana, algún juego o algo por el estilo.

Si no nos vemos antes, hasta el almuerzo.-

El peliblanco alzó la mano derecha con el pulgar levantado, dándole el okey al amenio y se internó en el barco en pos de encontrarse con algo con lo que entretenerse.

Varias horas pasaron y el calvo siguió en todo momento en la cubierta. A veces en proa, a veces lo más en popa que podía, ya que el lugar superior donde se encontraban el timón y el capitán estaban prohibidos, y a veces apoyado en una de las barandillas viendo las olas que generaba el barco.

«¿No van a subir verdad?»

Por su parte, el peliblanco podría llegar a tener una segunda mitad de mañana un poco más entretenida. Después de estar conociendo el barco en su primer recorrida en solitario, diviertiendose con sus atracciones, pudo escuchar una voz familiar varios metros a sus espaldas.

Pues no hombres, la verdad es que no. Al menos la comida que sirven es bastante buena.- la voz de Kagawa, a pesar de haberlo escuchado pocas veces, se le haría inconfundible.

A su lado, su compañero, Takimura, caminaba a paso lento asintiendo con firmeza a las delicias que terminaron siendo las exhibidas en el comedor. Ambos caminaban hacia las escaleras que iban a lo profundo del barco, lado opuesto donde estaba Karamaru.

La mañana del Senju había sido entretenida, había conocido gran parte del barco y se había divertido descubriendo todas las atracciones que éste les ofrecía, por lo que sabía que aquel viaje había merecido la pena, al menos eso pensaba hasta que, en un momento dado a sus espaldas escuchó una voz que, a pesar de solo haber escuchado en una ocasión, reconoció al instante.

Pues no hombres, la verdad es que no. Al menos la comida que sirven es bastante buena.-

Allí se encontraban aquellos dos hombres, los que se habían convertido en su objetivo en aquel barco desde la noche anterior. Se dirigían a la zona más profunda del barco y el pelilblanco planeaba seguirlos, pero miró hacia atrás.

«Debería avisar a Karamaru... Pero como me vaya ahora los pierdo...»

Sacudió la cabeza, no tenía tiempo de ir y decírselo al calvo, por lo que decidió comenzar a seguir a los dos hombres, desde una distancia prudente para que no le vieran si decidían mirar hacia atrás por cualquier motivo.

Escaleras abajo los hombres se detuvieron un segundo, tanto de moverse como de hablar. Sus rostros de mirada seria miraron sus alrededores, y volvieron a mirar. Era claro que querían estar solos pero o por despistados o por ciegos, no vieron al peliblanco acechando. O al menos no lo quisieron demostrar...

Vamos, que no tenemos mucho tiempo.- Takimura rompió el silencio golpeando el brazo a su compañero.

Bajaron unas escaleras más, esta vez en completo silencio, para acercarse a unas últimas escaleras custodiadas por dos hombres corpulentos. Uno de ellos sentado en el suelo, el otro jugando a revolear un cuchillo al aire y volverlo a atrapar, sin embargo, ambos se pararon firmes al ver a Takimura y Kagawa acercarse. Hablaron, sí, pero susurros al oído que el de Uzu no podría escuchar.

Acto seguido, los dos guardias se hicieron a un lado y los perseguidos se internaron en la parte inferior de la embarcación. Si Riko era lo suficientemente inteligente, o mejor dicho atento, se podría acordar que ese camino era justamente a los camarotes de la tripulación en el cuarto piso. Su persecución se vería entonces obstaculizada con aquellos dos hombres de ropas blancas, barbudos y de cabello oscuro.

En un momento de la marcha, los dos hombres se detuvieron, mirando a todos lados como si estuvieran nerviosos y quisieran asegurarse de que nadie los seguía, y Riko se escondió lo mejor que pudo para evitar ser visto, y rápidamente los hombres reanudaron la marcha.

«Eso estuvo cerca...»

El sudor perlaba la frente de Senju, era la primera vez que hacía algo así y los nervios estaban comenzando a aparecer. Les siguió por las escaleras que bajaron, evitando hacer ningún ruido y, tras bajar varios tramos de escaleras, vio como se acercaban a un lugar que estaba custodiado por dos hombres, dos hombres que de seguro le darían una paliza si le vieran allí, por lo que en cuanto los hombres entraron, el peliblanco dio media vuelta y se dirigió a buscar a Karamaru.

Subió hasta la cubierta del barco y buscó al amenio, no era muy difícil de encontrar ya que no había demasiada gente de su edad calva.

— ¡Karamaru, tenemos que hablar! — Diría cuando le viera mientras corría hacia él.