Si, podemos protegerlo.

El alivio entonces se adueñó del peliblanco, se había puesto muy valiente para tratar de calmar a la mujer pero no estaba seguro de poder hacer aquello solo, al menos ahora sabía que tendría compañía y sí podrían hacer algo para evitar cualquier tipo de desgracia en el barco.

E-esta bien. No creo que hagan nada de día, temo por lo que hagan a la noche, cuídenlo. Estará en el timón tras la obra de teatro.

Riko asintió, ya contaba con eso, pero aún así tampoco estaba de más tenerlo vigilado por el día. La mujer se fue de la habitación haciendo una afirmación que le dio algo de miedo, demasiado directa, por lo que esperó a que se fuera y cerrase la puerta para acercarse a la misma y pegar la oreja, asegurándose de que se hubiera alejado lo suficiente para no oírles hablar.

— Pues sí... Bastante raro... Ha quedado claro que ella es una kunoichi, ¿por qué no se limita a proteger ella a su marido en lugar de confiárselo a dos niños? Creo que no debemos quitarle el ojo de encima a nadie. Además, creo que lo mejor sería que me pasara a tu camarote, si no te es incoveniente, claro, no me termino de fiar del todo de ese fuuinjutsu.

Karamaru se mostró contento al darse cuenta que no era el único loco que veía algo raro en aquella mujer y en su historia del capitán. Parecía bastante intimidante con ese cacho de espada que llevaba de aquí para allá como para andar llorando como lo hacía.

Pues claro que no hay problema, no tengo idea que será aquella técnica pero nunca está demás dormir sabiendo que nos cuidamos las espaldas.

Para cuando el peliblanco terminase de tomar sus cosas, los shinobi se dirigirían a la habitación del monje. Poco segundos habían pasado cuando una voz gruesa se comenzó a escuchar por los pasillos.

¡SE ABRE EL TURNO DE COMIDA! ¡TODO EL QUE QUIERA CENAR, YA ESTÁ EL COMEDOR DISPONIBLE!

Y sin darse cuenta el estómago de Karamaru hizo ruido y su mano fue en su búsqueda en un intento sin éxito de calmarlo. Ahora que se lo decían, el hambre lo estaba atacando y no le vendrían mal unos manjares deliciosos para prepararse para lo que pudiera suceder por la noche.

¿Vamos?- propuso.

Para su alivio, el calvo aceptó rápidamente la propuesta de Riko, que en cuanto recibió el sí empezó a preparar sus cosas para cambiarse de habitación, aunque no tenía mucho que recoger más allá de las cosas de higiene como el cepillo de dientes y esas cosas.

— Venga vamos, estoy listo.

Los dos jóvenes se dirigieron a la habitación del calvo, y en el pasillo escucharon la llamada al comedor para los que quisieran ir a cenar y lo cierto era que el hambre empezaba a hacer mella en él, por lo que, en cuanto Karamaru propuso ir allá, Riko ni se lo pensó, asintiendo enérgicamente.

— Sí, que la verdad que todo este tema me ha dado bastante hambre. — Rió el joven.

Los dos jóvenes salieron de la habitación y tras ver pasar al hombre que gritaba por los pasillos subieron a paso rápido a buscar el almuerzo que tanto querían. El comedor, como era de esperar, estaba lleno de gente al igual que la noche anterior pero la fila hacia las góndolas con comida avanzó mucho más rápido. Tal vez la gente ya estaba más decidida en qué elegir y qué no, porque la variedad de alimentos, a pesar de ser inmensa, era la misma que en la cena.

Karamaru por su parte tomaría un par de bolas de arroz y una jarra de agua, aunque pudo pispear el té que tenía al lado y que seguramente podría tomarse uno si las cosas estaban calmadas al terminar de comer.

¿Qué opin...?- había comenzado a hablar con el peliblanco una vez se sentasen en la mesa cuando una voz gruesa lo interrumpió y dos hombres se sentaron al lado de cada uno de los shinobi.

Compañeros, ¿Cómo andan?- Kagawa habló primero, sentandose al lado del calvo y pasando su brazo por detrás del cuello. Cosa que rápidamente se sacó de encima el cenobita.

¿Qué ha pasado con esa muchacha? ¿Se andan diviertiendo? ¿No?- curioseo Takimura tras sentarse junto a Riko, comiendo unos dangos.

A decir verdad, nosotros no somos muy de combatir con sables, preferimos el Iaido. Ya sabes, enfundar y desenfundar.

Ambos hombres rieron de una manera muy incómoda para los shinobi que no sabían que era lo que hacían Kagawa y Takimura allí, ni qué era lo que sabían.

¿Q-qué hacen aquí? trató de contestar firme el calvo tras aclararse la garganta para asegurarse que su voz no se quebrara por los nervios.

Los dos genin llegaron al comedor con el estómago pidiendo ser llenado, incluso se podría escuchar como el de Riko gruñia cuando el olor a comida entró por sus fosas nasales, por lo que avanzó a toda velocidad a la zona en la que se servían la comida. Esta vez el peliblanco escogería lo mismo que el calvo, unas bolas de arroz, pero las acompañaría de una ensalada.

Ambos se sentaron en la mesa, dispuestos a empezar a comer sin más problemas, pero como en la noche anterior, una voz habló, sentándose al lado de Karamaru, mientras que el otro se sentó al lado de Riko.

Parecía que se habían enterado de su reunión con la mujer del capitán, pero eso a él le importaba más bien poco, no porque aquello no le diese cierta inseguridad, si no porque no cambiaba nada al fin y al cabo.

— Me alegro. — Respondió el Senju ante la afirmación de Kagawa sobre sus preferencias para el combate. — Ahora me gustaría comer tranquilo, así que tenéis dos opciones, os quedáis donde estáis y bien calladitos, u os vais a molestar a otros, ¿qué os parece? — Diría justo antes de dar un bocado a una de las bolas de arroz.

Ambos hombres comenzaron a reírse ante las palabras del peliblanco durante un largo rato y a gran volumen, a pesar de no llamar la atención por el bullicio que había por tanta gente en el comedor.

Mira si tiene huevos el chaval, ¿Eh?

No sigas hablando como super héroe valiente que me va a doler el estómago de las risas.- más risas, y algún que otro comentario burlándose de Riko, le siguieron a eso. Sin embargo, en poco tiempo volvieron a los rostros serios y agachando la cabeza hablaron en un tono más bajo.

«Ay, con qué se vendrán...»

¿Cuál fue el cuento de esta vez? ¿Violación? ¿Asesinato? ¿Secuestro? ¿Las tres, tal vez?

No hace falta que respondan, ¿Estamos acá para perseguirla? ¿Para hacerle todo esto a ella y su marido?

Sin siquiera recibir respuesta, aunque tal vez la cara del pelado fuese una, rieron nuevamente dando a entender que parecía todo una broma vieja y que estaban acostumbrados.

¿De qué hablan? ¿Cómo saben eso?

Que en cada viaje dicen lo mismo, y en cada viaje tienen a unos cuántos pasajeros defendiéndolos y mirándonos mal. Saben que andamos detrás de ellos, pero no pueden sacarnos del barco, es una disputa de paciencia. Hace meses que la tripulación está enfrentada, aunque somos la gran minoría.

Y eso sin contar a los pasajeros que logran poner de su lado en cada viaje. Y es que el mayor problema, que en todos los viajes siempre se baja más gente de la que sube. ¿Me entienden?

Karamaru estaba en silencio, los hombres parecían muy convincentes y el monje quería saber para dónde iba a terminar todo lo que estaban contando. Su cara de perdido y su mirada que buscaba de vez en cuando los ojos de su compañero dejaban en claro sus dudas.

No molesten, déjennos. Nosotros no sabemos nada.- mintió con voz temblorosa para agachar la cabeza y seguir comiendo.

Los dos hombres rieron profundamente ante las palabras de Riko, palabras que no hicieron mella en él, que se limitó a seguir comiendo como si nada estuviera pasando e ignorando a aquellos dos tipos tan escandalosos. Pero, en un momento se pusieron a hablar entre ellos en un tono más bajo, un tono que prácticamente no se podía entender.

¿Cuál fue el cuento de esta vez? ¿Violación? ¿Asesinato? ¿Secuestro? ¿Las tres, tal vez?

Entonces la atención del Senju se depositó nuevamente en ellos.

«¿Cómo mierdas saben eso? ¿Y cómo que cuál fue el cuento esta vez?»

Riko empezaba a plantearse que aquel viaje no había sido la mejor idea que había tenido, no paraban de tratar de hacerle un lío, primero la mujer que les contó una cosa, ahora los dos tipos contándoles otra historia diferente, ya no sabía a quien creer.

Que en cada viaje dicen lo mismo, y en cada viaje tienen a unos cuántos pasajeros defendiéndolos y mirándonos mal. Saben que andamos detrás de ellos, pero no pueden sacarnos del barco, es una disputa de paciencia. Hace meses que la tripulación está enfrentada, aunque somos la gran minoría.

El peliblanco entonces dejó de comer, y antes de que su compañero hablara preguntó, ahora si intrigado.

— ¿Y cómo sabíais quiénes éramos? — Aquella pregunta era la que le había hecho empezar a sospechar de ellos, lejos de lo que la mujer les hubiera contado, para él, aquellos dos no eran trigo limpio.

Kagawa y Takimura se miraron tras la pregunta del peliblanco, esta vez seriamente y sin risas, como si se estuviesen comunicando a través de la mirada. Por su parte, Karamaru seguía inseguro si cuestionar, seguir hablando, o callarse. Nada le parecía una buena idea al darse cuenta que ambos bandos parecían convincentes.

Nos complica un poco responder a eso pero...

Pueden ser la ayuda que necesitamos, ya hicimos que ella hablara con ellos, vamos.

Y de los bolsillos de sus pantalones ambos comenzaron a sacar muy disimuladamente una pequeña plaqueta de metal cada uno que duró tan solo un segundo a la vista antes de ser guardada. El símbolo de Ame brillaba en la de Takimura, la de Uzushio en la de Kagawa.

No tenemos mucho más tiempo para seguir hablando aquí, ni podemos hacer reuniones secretas como la que ya tuvieron, pero esto es una misión conjunta que lleva bastante tiempo activa.— esta vez ya se hablaba en susurros.

Tal vez en otro momento podamos darles más detalles.

Y con la misma seriedad de los últimos segundos, ambos se levantaron y se fueron del comedor dejando nuevamente a los gennin a solas sin nadie cerca en la mesa en la que comían.

P-podrían ser robadas— titubeó el cenobita— Ya no sé que pensar, no parecen muy confiables esos dos tampoco.

Aunque claramente la locura de aquella mujer tampoco, porque sus últimas palabras se habían grabado muy fuerte en la mente de Karamaru: Y esos dos guías merecen morir

La pregunta de Riko había dado en el clavo y les había quitado a los dos hombres todas las ganas de bromear y reír, pasando ahora a una actitud más seria, mirándose entre ellos como tratando de comunicarse telepáticamente y, tras decirse unas palabras, ambos buscaron algo en sus bolsillos, algo que le pilló completamente por sorpresa, ya que cada uno sacó una bandana, Takimura la de Ame y Kagawa la de Uzu.

«¿C-Cómo?»

La cara del Senju lo decía todo, no podía creérselo, aquello solo podía significar dos cosas, o habían matado a dos ninjas y les habían robado las bandanas o realmente eran shinobis, lo cual no aclaraba en absoluto la situación y todas las preguntas que tenía desaparecieron de su mente, se quedó totalmente en blanco.

No tenemos mucho más tiempo para seguir hablando aquí, ni podemos hacer reuniones secretas como la que ya tuvieron, pero esto es una misión conjunta que lleva bastante tiempo activa.

Todo cada vez iba tomando un aspecto más peliagudo, cada vez se enredaba más y Riko estaba hecho un lío.

P-podrían ser robadas. Ya no sé que pensar, no parecen muy confiables esos dos tampoco.

El peliblanco asintió, dándole la razón a Karamaru y tratando de despejar su mente.

— ¿Tienes alguna forma de comunicarte con gente de tu villa desde aquí? — Preguntó esperanzado, sabiendo que de esta forma podrían confirmar lo de la misión. — De todas formas, creo que podemos seguir según lo previsto, esta noche haremos de guardaespaldas del capitán, y trataremos de aclarar las cosas y saber quién nos está diciendo la verdad, ¿te parece?

Un trago de agua le ayudaría no solo a bajar una de sus bolas de arroz, sino también a aclarar la garganta y tratar de digerir tantas dudas que recibió en segundos. Esperaba que tal vez su compañero fuera más decisivo y escogiera un bando para hacerle las cosas más fáciles al monje pero, a pesar de no ser así, si decidió por su cuenta las futuras acciones a tomar.

—N-no, sería imposible poder siquiera mandar un mensaje. Tardarían días, aparte de que ni siquiera se puede ver la costa ya.— si Riko apuntaba a que Karamaru tuviera alguna técnica especial que se lo permitiese estaba más lejos aún que de mandar una paloma mensajera.

El cenobita se tragó su última bola de arroz y se bajó un vaso más de agua.

—¿te parece?

—Esta bien, tomemonos lo que queda de la tarde para descansar, vamos a tener que estar en el mejor estado posible a la noche.— Karamaru se levantó, dejando las cosas en la mesa para que el personal lo recogiese.

—Que no sabemos que puede pasar y mejor estar al cien por ciento. Me voy a echar una siesta a la habitación, ¿Vienes o harás otra cosa?

—N-no, sería imposible poder siquiera mandar un mensaje. Tardarían días, aparte de que ni siquiera se puede ver la costa ya.

Riko ya contaba con que sería imposible comunicarse con las villas para tratar de aclarar todo aquello, por lo que puso su cerebro a funcionar y la única salida viable que vio fue la de seguir con sus planes y tratar de averiguar la verdad ellos solos, al fin y al cabo estaban allí solos.

—Esta bien, tomemonos lo que queda de la tarde para descansar, vamos a tener que estar en el mejor estado posible a la noche. Que no sabemos que puede pasar y mejor estar al cien por ciento. Me voy a echar una siesta a la habitación, ¿Vienes o harás otra cosa?

El peliblanco asintió, lo mejor sería descansar lo que quedaba de día para estar completamente listos por la noche para llevar a cabo su tarea, por lo que se terminó rápido la comida que le quedaba antes de contestar al calvo.

— Voy, voy, lo mejor es que durmamos un poco. — Dijo aún con la boca llena y se dispuso a seguir a Karamaru hacia la habitación.

Ambos gennin se dirigieron a su habitación, caminando en silencio, para meterse cada uno dentro de sus propias camas y tras poco tiempo el calvo ya andaba en puros sueños. Un dragón a lo lejos, un tigre a su lado, conversaciones inentendibles, movimientos rápidos, saltos de escenas, los rostros de Kagawa y Takimura, un recuerdo de pequeño, y de nuevo los ojos abiertos.

«Vaya sueños, ¿Qué hora es?»

Tras pasar por el baño, y despertar a su compañero, el cenobita realizó sus últimos preparativos para la noche. Los dos shinobi podían salir de la habitación y ver que los pasillos del cuarto piso estaban completamente desiertos, y aún sin saber en qué momento del día se encontraban, era fácil de suponer que probablemente la obra ya había comenzado.

¿Nos habremos quedado dormidos? Apurémonos por las dudas.

A paso rápido, impuesto por Karamaru, subieron al tercer piso, luego al segundo, ambos desiertos. Para cuando estuviesen pisando los últimos escalones de su recorrido, se pudo escuchar un grito absurdamente agudo que los obligó a llevarse las manos a los oídos o poner cara de horror.

Frente al escenario las filas y filas de sillas estaban ocupadas, sobre el una mujer pelirroja de piel arrugada y escuálida pegaba gritos a diestra y siniestra dando la sensación que cantaba, pero solo entendible para expertos en el género. En la última fila vacía se encontraba Kagawa, sentado en el centro con nadie en las sillas continuas. Parecía ser la única opción y una buena oportunidad para esclarecer la conversación previa.

—Vamos uno a cada lado, y estate atento al otro que no lo veo.— comentó en susurros a Riko mientras se acercaban.

—Compañeros, veo que les falta el mérito de la puntualidad, menos mal que llegaron para la mejor parte.— el supuesto shinobi parecía disfrutar de las cuchillas que entraban por sus oídos que oportunamente, junto a los músicos que creaban sonidos más armoniosos, servían muy bien para diluir en el ambiente las conversaciones de cada uno de los allí sentados.

Riko se acostó en una de las camas que quedaban libres una vez Karamaru se lanzó a la suya y rápidamente, e influido por la comida que aún se almacenaba en su estómago, el sueño se fue haciendo dueño de él hasta que cayó completamente dormido.

En un momento dado, unos movimientos le despertaron, era el calvo que le zarandeaba con cuidado para traerle al mundo real, a lo que el peliblanco respondió con una especie de gruñido que significaba ''¿qué hora es?''. Pero al parecer el amenio no tenía ni idea tampoco, por lo que ambos deberían darse prisa por si acaso. Se limpió la baba que le había quedado en la comisura del labio con la mano, se desperezó y se levantó para lavarse un poco la cara y espabilarse.

— Venga, estoy listo, vamos.

Siguiendo al calvo, pasaron por los pisos pertinentes, todos ellos claramente vacíos por lo que las sospechas de que se habían quedado dormidos se confirmaban poco a poco, por lo que apuraron aún más el paso hasta que, casi al final del recorrido empezaron a escuchar unos berridos agudos que sin duda serían capaces de dejar sordo al que se atreviese a acercarse mucho.

«Joder, vaya vozarrón.»

Cuando llegaron a su destino pudieron ver que la sala estaba abarrotada de gente, hasta tal punto que únicamente había dos sitios, uno a cada lado de...

«Kagawa...»

Aquello podía ser bueno, pero no le apetecía demasiado compartir su espacio con él, aunque tenía curiosidad, una curiosidad que podría saciar si aprovechaba el momento y le hacía unas cuantas preguntas, por lo que avanzaron hacia donde estaba.

—Vamos uno a cada lado, y estate atento al otro que no lo veo.

Riko asintió y, cuando llegaron al lugar, se sentó en una de las sillas vacías al lado de Kagawa.

—Compañeros, veo que les falta el mérito de la puntualidad, menos mal que llegaron para la mejor parte.

Riko le miró, tratando de no mostrar que se acababa de despertar.

— Estábamos resolviendo unos asuntos. — Mintió. — Además, este tipo de obras no me gustan mucho. — Se encogió de hombros, como si no pasara nada. — ¿Qué te parece si nos cuentas ahora de qué va todo eso que nos habéis contado antes? — Dijo en un tono para que el hombre le escuchara pero para ponérselo difícil a quien tratara de poner la oreja.

Kagawa rió fuertemente a la excusa del peliblanco, una risa solamente escuchada por los que estaban cerca pues el sonido de fondo lo camuflaba de la muchedumbre.

—¿Y pudieron resolver esos asuntos en sueños? ¿O quedaron pendientes para la siesta mañana?— respondió manteniendo la sonrisa con cara de ingenioso.

Pero la pregunta la borró, y en su lugar la seriedad y una mirada fulminante cocinaron al uzujin. Kagawa dirigió su mirada al escenario y durante unos segundos dominó el silencio claramente impuesto. Pero tras ese tiempo, una voz conocida a las espaldas de Riko contestó la pregunta.

—Ya dijimos que no podemos hablar en lugares públicos, ahora actúen bien o pueden echar esto a perder.

«Takimura...»

Takimura señalo con sus ojos las espaldas de todos, no para que miren sino para que estén atentos. Poco tiempo después, con otro silencio impuesto por esos hombres que miraban atentos el escenario, una voz sonó a espaldas de Karamaru.

—Hola muchachos, ¿Les está gustando el concierto? Es una de mis favoritas, esperaba mucho que pudiera hacerse un hueco en su agenda para venir a cantar de una vez por todas al barco. Siéntanse privilegiados de escuchar una voz tan hermosa en persona.

Karamaru se sorprendió, miró a los hombres y luego a la mujer, luego a Riko para tratar que le diga que pasaba. ¿Cómo era que esos tres estaban juntos? ¿Cómo era que los shinobi terminaron encerrados a cada lado y divididos en el medio?

—H-ho-hola señorita...— y en ese momento otra vez el silencio, la mujer no había querido decir su nombre pero se acordaba tarde.

—Kino. Señorita Kino, ¿O ya te has cambiado el nombre otra vez?— terminó la frase con voz gruesa Kagawa sin sacar los ojos serios de la cantante, con los gennin sin saber donde meterse ante la tensión en el ambiente. La mujer, contestó con una sonrisa desafiante.

—No te voy a dar el placer Kagawa, sabes que no.

—¿Y pudieron resolver esos asuntos en sueños? ¿O quedaron pendientes para la siesta mañana?

Riko no pudo más que sonreír, al menos ahora sabían que era muy probable que les estuvieran vigilando en la habitación porque si no, no deberían saber aquello, por lo que no dijo nada al respecto, simplemente se limitó a preguntar lo que quería saber, a pesar de que el hombre no estaba muy dispuesto a cooperar.

—Ya dijimos que no podemos hablar en lugares públicos, ahora actúen bien o pueden echar esto a perder.

El peliblanco se volteó, pero ya sabía quien era, el que faltaba, Takimura, por lo que no se sorprendió, se limitó a quedarse callado y a abrir bien los oídos tal y como el hombre les sugirió con sus ojos.

—Hola muchachos, ¿Les está gustando el concierto? Es una de mis favoritas, esperaba mucho que pudiera hacerse un hueco en su agenda para venir a cantar de una vez por todas al barco. Siéntanse privilegiados de escuchar una voz tan hermosa en persona.

Aquella voz sí que le pilló completamente por sorpresa, era la supuesta mujer del capitán, la que les había pedido ayuda con un supuesto complot cuyo fin era matar a su marido. Riko notó como Karamaru le miró buscando respuestas, respuestas que no le podía dar.

Kagawa, y ante la frase del calvo, dijo por fin el nombre de la mujer, Kino, y la tensión se cortaba con un cuchillo, no quería estar allí pero no había manera de irse, no en el punto en el que se encontraban, por lo que tendrían que aguantar el chaparrón como pudieran, y así lo haría Riko, sin apartar la mirada del escenario y sin abrir la boca a no ser que fuera necesario.