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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Habían pasado meses desde que pisaba ese lugar, y es que durante el último año había estado ya de misiones que se alargaban varias veces ya. No le molestaba, al contrario, pensaba que así cogía más experiencia, pero la última vez había sido simplemente vigilar la zona y encargarse de varios bandidos que merodeaban el lugar. Suspiró al recordarlo, había sido una experiencia gratificante ver los rostros agradecidos de toda esa gente que habitaba el pueblo, pero agotador y sin duda sentía que necesitaba seguir entrenando si no quería quedarse atrás.

Tan ajena había estado que sentía haber desconectado del mundo exterior, ¿cómo estaría Datsue, y Nabi? Un cosquilleo se formó en su estómago tras recordarlo. Era cierto que poco habían hablado desde el festival, y justo un par de semanas después se había marchado de misión, así que, ¿cómo se encontraría? ¿La habría echado de menos?

Odiaba sentirse desinformada de todo, eso sin duda, pero ya se las arreglaría para enterarse de todo lo ocurrido en su ausencia, ahora quería entrenar, quitarse todo aquel polvo que había acumulado durante su ausencia fuera de Uzushiogakure y poder recuperar su forma física, que aunque no fuera la ideal, le gustaría al menos volver a como estaba antes, así que allí estaba, en su zona de entrenamiento, un campo de tierra con diversos árboles que muchos genin y chuunin empleaban para entrenar en sus ratos libres. Con suerte era entrada la noche ya y nadie había allí, pero claro, con el calor no había quién lo soportara.

Se desabrochó la túnica que llevaba aquel día, dejando ver su camiseta negra ceñida y sus pantalones eran cortos, a juego con sus zapatillas, también cortas. No le apetecía pasar más calor del necesario, así que decidió simplemente salir lo más fresca posible de casa.

«¿Por qué debería empezar?»

Se dispuso a comenzar a entrenar cuando, de pronto, lo vio.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#2
La soledad.

No hay nada más eterno ni seguro como tenerte a tí mismo, única y exclusivamente. ¿Cuanto hacía que Eri se había marchado? ¿Años? ¿Lustros? Sin duda, mínimo una decada. Y ni una nota había dejado. Seguro que después volvía como si no hubiese pasado nada, claro, aquí iba a estar yo como un gilipollas esperandola cuando acababamos de empezar a salir. Pues no, iba a estar con dos pelirrojas y cinco rubias yendome de fiesta, claro que sí.

Seguro que ella estaba haciendo la de Datsue, la de "me enamoro de un ninja de otra villa para hacer el drama", porque seguro que fuera de Uzushio no era nada habitual ver a una pelirroja que estuviese para mojar pan, allí todo eran morenas gruñonas y peliverdes abrazarboles. Tendría que haberla meado cuando tuve la oportunidad, pero claro, los prejuicios sociales siempre están ahí. "¿Cómo la vas a mear? Eso es antihigienico." Bueno, pues seguro que no se le hubiese acercado ningún maromo.

Pero vamos, que yo estaba la mar de tranquilo, ella vería qué hacía. Por eso estaba paseandome a las tantas de la noche. Porque lo tenía totalmente controlado. ¿Cómo deja solo a un adolescente que acaba de conseguir novia? ¿Qué clase de maldad era esa? Estaba jugando conmigo, estaba claro. Quería reirse de mi e irse con Datsuo, el primo kuseño de Datsue.

Entonces su olor se me metió en la nariz en contra de mi voluntad. Al principio pensé que ya estaba en la fase de sufrir ilusiones, había conseguido volverme loco, más si cabe. Pero tras unos segundos, el olor no desaparecía. Intenté ignorarlo, pero ¿para qué? Mejor seguirlo y comprobar que es totalmente falso. Sin embaro, seguirlo de forma tranquila, sin acelerar ni nada, ni que me interesase si está o no en la villa.

Aunque claro, ha vuelto y ni se ha pensado venir a decirmelo, ¿para qué? ¿Quien soy yo? ¿Acaso soy alguien? Soy un genin de mierda, de los que matan en segundo plano durante una pelea importante, de esos que solo te los presentan en una historia para matarlo segundos despues y añadir drama innecesario, ese era yo.

Así fui calmadamente hasta los campos de entrenamiento y claro, ahí estaba ella. Con su melena roja, sus ojos azules y todo su cuerpo lleno de ella. Era preciosa, como siempre, y claro, a mi me enseñas a Eri y ya no puedo estar cabreado con ella, porque, joder, es Eri sabes. Tiene su nariz y su boca y sus ojos y su pelo y sus tetas y yo ya me pierdo.

Por suerte yo no era un fantoche cualquiera, yo podía seguir cabreado incluso despues de verla, ¿quien se pensaba que era yo? Yo era más cabezón que el Hanabi ese que no lo conocen ni en su casa. Así que me quedé mirandola con los brazos cruzados desde una distancia prudencial, yo no iba a ser el que empezase a decir mierdas. Lo mínimo sería que se disculpase y suplicase piedad.
Nabi
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#3
Sus brazos cruzados indicaban que muy contento no parecía, sin embargo allí estaba, frente a ella, unos escasos metros los separaban. Tragó grueso y desvió la mirada con culpabilidad. Sabía que debía haber ido a verle en cuanto hubiera llegado, lo sabía, pero... Pero no se sentía preparada. Podía enfrentarse a diez bandidos a la vez y resultar victoriosa —o quizá no—, pero se atrevía, eso era lo importante, en cambio, se había ocultado en su casa y había preferido salir por la noche para no ser vista, ¿por qué? Porque no sabía como encarar el hecho de que había desaparecido de la noche a la mañana sin avisar.

Suspiró y se levantó la manga de su hombro izquierdo, la cual había resbalado por culpa de una corriente que había mecido sus cabellos y había deshecho su nueva vestimenta. Se apartó los mechones que impedían mirarle directamente a los ojos y, conteniendo el aliento, comenzó a andar hacia donde él se encontraba.

No supo cuando su marcha cambió drásticamente a una carrera que terminó con ella lanzándose encima de él, derribándolo mientras le rodeaba con los dos brazos, escondiendo su sonrojado rostro en el hueco entre el cuello y el hombro del castaño, negando ligeramente con la cabeza haciendo que su nariz acariciase sin querer la piel de Nabi.

Lo siento, lo siento... —repetía constantemente, sin aflojar el agarre.
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#4
Eri apartó la mirada sintiendose culpable. Pues claro que se sentía culpable, poco culpable se sentía para todo lo culpable que era, que era absolutamente culpable. Sin embargo, como toda victoria en esta vida, aquella se sintió vacía. Estaba claro que era gilipollas. Quería que se sintiese culpable por dejarme tirado como si fuera basura y desaparecer Shiona-sama sabe donde a hacer Shiona-sama sepa qué sin avisarme a mí. Y ahora que se sentía culpable yo me sentía mal.

¡No! Debía mantenerme fuerte. Debía dejarle claro que iba a tener que esforzarse mucho para que la perdonase, que aquello era una traición al nivel de la de Datsue. Que él se pensaba que yo era ciego, pero se estaba ablandando a ritmos acelerados. Primero se empieza con menos bromas sobre exterminar a Amegakure, a querer traginarse a una amenia y se acaba queriendo la paz. Traiciones, traiciones por todas partes.

Y entonces empezó a correr hacia mí, claramente atacada por la culpabilidad y la tristeza que esta le provocaba. Por suerte, conseguí abrir los brazos y poner el pecho antes de que se lanzase a abrazarme, sino se hubiese dado una hostia guapa contra mis codos.

Lo siento, lo siento...

Empezó a suplicar piedad como el más kuseño de Kusagakure. Suspiré y le puse una mano detrás de la cabeza, acariciando su hermosa y larga cabellera, qué hermosa y larga era. Era larga como un día sin ella. Larga como aquellas semanas que desapareció, larga como la lista de mentiras de Datsue, larga como la lista de dramas que se montan los amenios, larga como la paz de Shiona... Sentí su aliento en mi nuca, su negación contra mi cuello y cedí. Porque no hay nada en este mundo como ser gilipollas.

¿El qué sientes? ¿Ocupar el campo de entrenamiento que tenía reservado? Porque no lo tenía reservado.

Gilipollas.
Nabi
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#5
Pensó que se apartaría de ella, o bien incluso sentía que sería capaz de recriminar su marcha sin si quiera despedirse, en cambio, Nabi la sorprendió, tal y como siempre hacía. Acarició sus cabellos con delicadeza mientras ella se disculpaba una y otra vez, hasta que escuchó:

¿El qué sientes? ¿Ocupar el campo de entrenamiento que tenía reservado? Porque no lo tenía reservado.

Una carcajada nació en su garganta y salió a modo de risa ahogada por el pequeño hueco que quedaba entre sus labios y el cuello del shinobi. Algunas cosas no cambiarían nunca.

No, tonto —murmuró, sin separarse—. Haberme ido sin avisar, estuvo mal, y ni si quiera te he avisado de que había vuelto... Lo siento mucho, de verdad.

Con cuidado, se separó de él lo suficiente para poder mirar directamente a sus verdosos amarronados ojos con los suyos propios cargados de súplica.

¿Me perdonas? —preguntó con un hilo de voz.
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#6
La risa de la joven kunoichi resonó en mis timpanos como las primeras lluvias tenían que sonar a un pobre granjero tras una larga sequía. Aquella risa me regó, me alimentó por dentro y por fuera y pude volver a respirar aliviado. Volvía a estar vivo. De repente las ganas de matar amenios fueron sustituidas por ganas de abrazar cachorritos y hacer hogares para osos panda.

No, tonto. Haberme ido sin avisar, estuvo mal, y ni si quiera te he avisado de que había vuelto... Lo siento mucho, de verdad.

No pasa nada. Nunca nadie me había hecho tanto daño, pero no pasa nada porque ya estás aquí. Supongo que tendrías una muy buena razón para desaparecer, he estado atento a ver si había caido un meteorito en alguna otra villa, pero no, así que ya me contaras qué era tan urgente.

Me miró con esos ojitos de cordero que va al matadero, como si no me hubiese convencido ya.

¿Me perdonas?

No tengo nada que perdonarte. Si Shiona-sama te perdonaría, ¿como no lo voy a hacer yo? Te perdoné en cuanto te ví.
Nabi
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#7
No pasa nada. Nunca nadie me había hecho tanto daño, pero no pasa nada porque ya estás aquí...

Las palabras de Nabi se fueron apagando conforme su corazón se rompía en mil pedazos. Le acababa de pedir perdón, pero aún así sabía que le había hecho daño. Cabizbaja se separó de él, sabiendo que había pedido demasiado solo con que la perdonase.

No tengo nada que perdonarte. Si Shiona-sama te perdonaría, ¿como no lo voy a hacer yo? Te perdoné en cuanto te ví.

Pero ahora sus palabras le sonaban agridulces y su pecho seguía doliendo. Se sentía fatal por haber desaparecido así, pero había sido tan repentino por una misión y no estaba acostumbrada a avisar a nadie.

¿Tan mal había obrado?

Gracias —murmuró antes de que Nabi se pensase que ignoraba su presencia—. Entonces te dejo entrenar con más comodidad, yo ya me iba.

Le picaban los ojos, signo inequívoco de que quería llorar. Genial, pero ahí no, ahí no podía hacerlo. Malditos sentimientos.
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#8
Gracias. Entonces te dejo entrenar con más comodidad, yo ya me iba.

¿Qué estaba pasando? De repente quiere irse, pero si acababa de llegar. No entendía nada, ¿qué debía hacer? Dejarla ir era dejarla ir, retenerla era retenerla. Ambas eran malas opciones. Se me borró la sonrisa del rostro inmediatamente y una expresión de confusión la reemplazó.

Empecé a esforzarme durante esos segundos que Eri se tomaba para irse para pensar qué hacer, pero no tenía ni puñetera idea. ¿Por qué la gente me lo ponía tan difícil? No quería que se sintiera mal y parecía que mi presencia había provocado justo eso. ¿Debía dejarla ir? Tampoco quería que se fuera cuando justo acababa de encontrarla, pero eso sería egoista porque ella quiere irse, ¿no?

Las personas eran exageradamente complicadas para lo simple que es la vida.

Se había separado de mí y quería irse. Las señales estaban claras.

Vale, pues... ya nos veremos ¿no?
Nabi
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#9
Vale, pues... ya nos veremos ¿no?

Eri se encogió de hombros y dejó caer la mirada al suelo.

Supongo —murmuró—. Si quieres... La próxima vez podemos entrenar juntos.

Aquello era un grito de desesperación por no saber qué decir, y sin embargo tras escucharlo se sintió completamente estúpida, queriendo totalmente volver atrás en el tiempo para deshacerse de su voz y comunicarse a través de cuadernos.

Si quieres, claro.

Ahora lo había dicho para rematar.
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#10
Supongo. Si quieres... La próxima vez podemos entrenar juntos.

Claro, cuando quieras.

Solté de inmediato. Normalmente no pensaba las cosas demasiado, pero esa ni siquiera llegó al cerebro. Solo entrar sus palabras por mi oido, salieron las mias de mi boca. La miré sonriente, al menos quería hacer algo conmigo, aunque no fuese lo más bonito del mundo, era algo.

Ya sabes donde estoy, si no quieres venir hasta mi casa, diselo a algún perro callejero que se lo diga a Stuffy, que él se entiende hasta con los más tontos. Que digo, especialmente con esos, los listos no suelen ni mirarle.
Nabi
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#11
Tras aquella breve despedida Eri se alejó, con algunas lágrimas amenazando con salir de sus azulados ojos.

• • •

A Nabi:

Te espero a las diez en el campo de entrenamiento, ¡no faltes!

Así que allí esperó, vestida para el combate, mientras jugaba con sus piernas sobre la rama de uno de los árboles más cercanos al campo de entrenamiento.
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#12
Y a las diez en punto y cinco minutos ahí estaba yo. Vi a Eri en la rama de un arbol, tan gracil y serena como era ella, tan pelirroja y buenorra como estaba ella. Y mi cerebro se fundió por sobreexposición a la perfección. La saludé levantando el brazo como si tuviese un problema de coordinación y Stuffy se plantó en esa misma rama de un par de saltos como si no costase.

Les hice señas a los dos para que bajaran, y cuando ella lo hiciese tenía ensayado un maravilloso discurso para agradecerle su invitación y decir lo obvio, como lo bonito que estaba el día ahora que ella estaba en él.

Hey. — pero no salió.
Nabi
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#13
Eri vio a Stuffy y acto seguido buscó con la mirada a su castaño compañero, el cual la esperaba haciendo extrañas señas desde abajo. De un salto se plantó en el suelo y rápidamente se plantó frente al Inuzuka con una sonrisa, como si no hubiera ocurrido nada.

Hey.

Hey —respondió ella, enarcando una ceja algo confusa—. ¿Todo bien? Te noto... Raro —murmuró ella, inclinándose sobre él para mirarle desde abajo con mirada curiosa—. ¿Quieres que aplacemos el entrenamiento para otro día?
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