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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Kiroe miró a Yui a los ojos. Era la primera vez que lo hacía desde que habían entrado al despacho, por miedo. Seguía teniendo miedo, quizás más que antes, pero Kiroe ya llevaba muchos años trabajando para aquella mujer, y le hubiese gustado decir que la conocía. La conocía, sí. Por eso sabía que la Tormenta caería sobre ella, pero que pasaría rápido y luego todos volverían a sus vidas si actuaba con honestidad y respeto.

Así que era hora de ser honesta.

Sí, podría haber venido al despacho y podría haber informado. Es lo que acabo de decir —dijo—. De hecho, volví. Quise traerlos de vuelta a todos, además. Pero me peleé con ellos, y me obligaron a volver sola. Esa es la verdad, Yui-sama.

»Estaba muy enfadada y tenía mucho miedo de que considerase a mi hijo un traidor por viajar más al este. Estuve temblando toda la tarde y no me supe comportar como una kunoichi. No soportaba la idea de haberme despedido de ellos de esa manera, así que volví.

»Como dije... estaba asustada, todos estábamos asustados. Supongo que actuamos así por miedo. El miedo nos transforma a todos. Sólo pido... el perdón. Aunque aceptaré el castigo que considere oportuno, Arashikage-sama. Lo siento.

Agachó la cabeza.
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#17
—Fuimos unos completos irresponsables, lo aceptamos —añadió Kiroe, con su propia disculpa—. Lo siento mucho, Arashikage-sama. No volverá a suceder. A mitad de camino, pensé en volver e informar. Debería haberlo hecho, pero sentí que Zetsuo y los demás podrían estar en peligro sin mi ayuda, de modo que al final dudé y caí en el error. La culpa... La culpa es mía, Yui-sama. Debí haberle informado de la situación y, en todo caso, haber vuelto con ellos con refuerzos. Disculpe a Zetsuo.

«¿¡Pero qué cojones estás haciendo, pastelera?!» Zetsuo se había vuelto hacia Kiroe, con los ojos abiertos como platos.

Se volvió hacia la Arashikage de nuevo, dispuesto a aligerar la carga que la misma Kiroe se había colocado sobre los hombros, cuando Yui volvió a hablar.

—Perderíais un tiempo muy valioso para rescatarla si dabais la vuelta —repitió las palabras de Zetsuo, y el médico supo de inmediato que iba a devolverle la pelota de un diestro revés—. Explicadme algo —añadió, con una terrorífica calma. Acababan de entrar en el ojo del huracán—, ¿no fueron con vosotros Kōri y Daruu? ¿O debo sus desapariciones a otra cosa?

Zetsuo tensó los músculos al escuchar aquella pregunta. ¿Acaso iba a meter a los muchachos en aquello?

—Sí. Vinieron —se vio obligado a admitir. Aquello comenzaba a parecerse de forma terrorífica a un interrogatorio. ¡Maldita sea, se suponía que habían acudido allí para buscar ayuda por Ayame y a informar de lo que había ocurrido! ¡Ni siquiera sabía cuánto tiempo más podría mantener al Gobi dormido!

Y entonces la atención de la Arashikage volvió a caer sobre Kiroe.

—Tu hijo me explicó algo. La técnica de teletransporte que heredó de ti. Solo necesita dejar una marca de sangre, y puede teletransportarse a ese sitio cuando le dé la gana. Así fue cómo volvió a Amegakure cuando le quitaron los ojos, ¿no? ¿No teníais ni cinco minutos para usarla y volver? ¿En serio?

—Quizá sería conveniente escuchar toda la historia de principio a fin —intervino Shanise.

—Sí, podría haber venido al despacho y podría haber informado —comenzó a cantar Kiroe, alzando la cabeza—. Es lo que acabo de decir. De hecho, volví. Quise traerlos de vuelta a todos, además. Pero me peleé con ellos, y me obligaron a volver sola. Esa es la verdad, Yui-sama.

«Te estás pasando de sincera, joder.» Zetsuo había apretado los labios al escucharla relatar aquello, pero no dijo nada al respecto.

—Estaba muy enfadada y tenía mucho miedo de que considerase a mi hijo un traidor por viajar más al este. Estuve temblando toda la tarde y no me supe comportar como una kunoichi. No soportaba la idea de haberme despedido de ellos de esa manera, así que volví. Como dije... estaba asustada, todos estábamos asustados. Supongo que actuamos así por miedo. El miedo nos transforma a todos. Sólo pido... el perdón. Aunque aceptaré el castigo que considere oportuno, Arashikage-sama. Lo siento.

—Además, por lo que me ha contado tu hijo, esa técnica consume mucho chakra —intervino Zetsuo, con el puño cerrado sobre la rodilla flexionada—. Habría gastado demasiada energía yendo y viniendo, y más aún si se llevaba a más personas consigo. Pero la culpa no es sólo de Kiroe, como ella misma está intentando hacer ver. Todos nosotros cometimos errores.
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#18
Cuando Kiroe aseguró haber tenido miedo de ella, Yui resopló y sus labios se movieron de arriba abajo a medida que el aire pasaba a través de ellos. Lo que le faltaba por oír. ¿Miedo? ¡Pero si era una buena Kage! Lo que nadie podía esperar de ella, eso sí, era perdonar a los que la traicionaban. Esos solo tenían una cura posible, y por desgracia, había tenido que aprender muy bien cuál era.

Y si no se la había aplicado a ellos todavía, era porque, precisamente, no los consideraba unos.

—Además, por lo que me ha contado tu hijo, esa técnica consume mucho chakra —intervino Zetsuo, con el puño cerrado sobre la rodilla flexionada—. Habría gastado demasiada energía yendo y viniendo, y más aún si se llevaba a más personas consigo. Pero la culpa no es sólo de Kiroe, como ella misma está intentando hacer ver. Todos nosotros cometimos errores.

¡ANDA NO ME JODAS, ZETSUO! ¡Que Kiroe ya acaba de decir que se vino y volvió! ¡Qué chakra ni que Sumizu muerto! —estalló, aguantándose, sin saber muy bien cómo, de darle una hostia allí mismo para que se espabilase—. ¡Podría haberos enviado refuerzos! ¡Podría haberos avisado de lo que le había pasado a Ayame! Y en su lugar, os dejasteis llevar por las emociones —masculló con decepción, casi con rabia. No podía creérselo, menos de Zetsuo—. ¡Debería quitarte la placa de Jōnin, joder! —le espetó. Y a cada palabra que oía, más lo pensaba—. ¡Pero ahora tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos! —Oh, pero que no pensasen ni por un segundo que iban a quedarse sin castigo. Sí, lo tendrían. ¿Unos días en el calabozo, quizá? No, eso era demasiado simple. Ellos se merecían algo mejor. Algo más ingenioso. Le daría vueltas—. ¡Levantos! —ordenó, cansada ya de verlos con la rodilla hincada—. Y decidme cualquier otra cosa que deba saber sobre el rescate o Ayame, antes de que hable con ella.

Según sabemos por Uzu y Kusa —informó Shanise—, la mujer que revertió el sello, Kuroyoki, es una de las ocho Generales de Kurama. Un bijū que quiere dominar el mundo, el cual Kenzou afirma debe tratarse del Ocho o Nueve Colas.

A todo esto, seguía sin llover.
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#19
—¡ANDA NO ME JODAS, ZETSUO! ¡Que Kiroe ya acaba de decir que se vino y volvió! ¡Qué chakra ni que Sumizu muerto! —estalló Yui—. ¡Podría haberos enviado refuerzos! ¡Podría haberos avisado de lo que le había pasado a Ayame! Y en su lugar, os dejasteis llevar por las emociones —masculló con decepción, casi con rabia—. ¡Debería quitarte la placa de Jōnin, joder! ¡Pero ahora tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos!

Zetsuo en su sitio, se había puesto rígido como una vara de hierro. Las palabras de Yui le habían sentado como si le hubiese asestado una patada en los huevos. Había acertado justo en la diana de su orgullo. ¿Que se había dejado llevar por las emociones? ¿Él? En realidad, lo que peor le sentaba era que no podía negarlo. Había actuado de forma completamente opuesta a lo que se esperaba de él, del muro de acero de Amegakure que siempre se jactaba de que los sentimientos volvían débiles a las personas. Él se había vuelto débil.

—¡Levantos! —ordenó la Arashikage, y él obedeció, con movimientos tan lentos como ortopédicos—. Y decidme cualquier otra cosa que deba saber sobre el rescate o Ayame, antes de que hable con ella.

—Según sabemos por Uzu y Kusa —habló Shanise—, la mujer que revertió el sello, Kuroyoki, es una de las ocho Generales de Kurama. Un bijū que quiere dominar el mundo, el cual Kenzou afirma debe tratarse del Ocho o Nueve Colas.

—Nueve —completó Zetsuo, y entonces bajó la mirada hacia el cuerpo inerte del bijū—. La interrogamos después del... conflicto. Y lo confesó todo. Que Ayame se había encontrado con aquella mujer en el Valle del Fin, durante su regreso hacia Amegakure. Que la reconoció como jinchuriki de inmediato y que ella intentó huir, pero terminó siendo abatida... —Zetsuo volvió a apretar las mandíbulas, lleno de rabia. Y los dedos de sus manos se cerraron con sendos crujidos—. El Gobi confesó que el Nueve Colas estaba colaborando con aquella mujer, pero no sabíamos que había otros siete. ¿Los Ocho Generales de Kurama? ¿Pero qué jodida locura es esa? ¿Y cómo cojones sabían todo eso los shinobi de Kusagakure y Uzushiogakure?
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#20
La bronca de Yui continuaba. No obstante, había algo diferente en aquella furia, más calmada. Bueno, calmada como el oleaje de tres metros constante de las costas de Coladragón en los peores días de tormenta. Pero ya no se parecía a las embestidas del mar en el Cabo del Dragón.

Al parecer, en Amegakure se habían enterado del asunto por Kusa y Uzu. Eso significaba que o bien Ayame se había cruzado con ellos, o habían sido testigos directos.

Kiroe no sabía qué más datos aportar, y estaba suficientemente avergonzada como para seguir excusándose. Simplemente, preguntó algo que le salía del corazón.

¿Qué piensa hacer con... Ayame, Yui-sama?
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#21
—Nueve —respondió con franqueza Zetsuo.

Kurama era el Kyūbi. Yui se pasó la lengua por los dientes, pensativa. Nueve colas, ocho Generales a su disposición. ¿Habrían liberado ya a algún otro bijū? ¿Lo tendrían ya entre sus filas?

Necesitaba datos. Más datos.

Algunos de sus ninjas se cruzaron con ella —respondió Shanise, a Zetsuo.

¿Qué piensa hacer con... Ayame, Yui-sama?

Revertir el jodido sello y devolver las cosas a su puto sitio natural —dijo sin necesidad de pensarlo—. Shanise, ve a avisar a los especialistas en fūinjutsu. Que se preparen para estudiar el sello. —En realidad, llevaban días preparándose. Aunque sin ver primero el sello en cuestión, poco había que hacer.

Shanise asintió y salió del despacho.

Vamos, despertadla. —Quería ver al Gobi en el cuerpo de Ayame con sus propios ojos.
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#22
—Algunos de sus ninjas se cruzaron con ella —respondió Shanise.

Y Zetsuo no supo cómo tomarse aquella noticia. Por una parte, gracias a aquel hecho habían conseguido obtener más información, pero por otra, que las otras aldeas se hubiesen enterado de lo que había ocurrido con su Jinchūriki...

—¿Qué piensa hacer con... Ayame, Yui-sama? —preguntó Kiroe.

—Revertir el jodido sello y devolver las cosas a su puto sitio natural —respondió la Arashikage, sin siquiera pensarlo—. Shanise, ve a avisar a los especialistas en fūinjutsu. Que se preparen para estudiar el sello.

Shanise asintió y salió del despacho.

—Vamos, despertadla.

Zetsuo volvió a tensarse. ¿Despertar al Gobi? ¿Acaso Yui se había vuelto loca? Por mucho que tuviera las manos esposadas y las piernas atadas, ¿no se hacía una idea de lo peligrosa que podía ser? Entrecerró los ojos, pero terminó por alzar los hombros.

—Como queráis, Arashikage-sama.

Chasqueó los dedos. Y el genjutsu se deshizo.

Bajo la atenta mirada de los allí presentes, el Gobi se removió con un ligero gruñido. Frunció los párpados y sus iris aguamarina destellaron cuando entreabrió los ojos. De un momento a otro se sobresaltó, se revolvió intentando incorporarse, pero sólo consiguió tropezar con sus propios tobillos y volvió a caer con estrépito.

—Malditos... humanos... —masculló, con un profundo gruñido y las mejillas hirviendo de pura ira. Se reincorporó con cuidado hasta quedar de rodillas en el suelo y las manos inutilizadas tras la espalda. Con un mechón de cabello cruzando su rostro, paseó la mirada entre los presentes y se detuvo expresamente en Yui. Fue entonces cuando todo su cuerpo se crispó y sus pupilas se dilataron. Apretó las mandíbulas y mostró los dientes, como una bestia a punto de saltar sobre su presa. Sin embargo, en el último momento se relajó momentáneamente—. Vaya, qué honor estar frente a usted, Arashikage-sama —siseó, llena de amargo sarcasmo.
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#23
Yui contestó que sus intenciones no eran más que las de revertir el sello, y ordenó a Zetsuo que despertase al bijuu. Kiroe tragó saliva e intercambió miradas entre el cuerpo inconsciente y poseído de Ayame y la Arashikage. Si el Gobi decidía atacar a Yui, no sabían cómo la Tormenta podría arremeter contra ella.

Por favor, Yui-sama, tenga en cuenta que quien le habla es el Gobi, pero desde donde habla es Aotsuki Ayame. Seguro que intenta provocarla para que la mate y la libere. Recuérdelo. —Mejor prevenir que curar...
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#24
Aunque se lo hubiese visto venir, no pudo sino sorprenderse. Aquella voz gutural, aquellos ojos iracundos, eran tan opuestos a todo lo que era Ayame... Y aún así, ahí estaba ella. O el Gobi, como bien le había recordado Kiroe. Un bijū hablando. Creía ya haberlo visto todo.

Vaya, qué honor estar frente a usted, Arashikage-sama.

Lo es —coincidió. Cuando alguien decía la verdad, incluso si ese alguien se trataba de un jodido bijū, había que dársela. Era lo justo—. Hoy es tu día de suerte, Gobi. —En opinión de Yui, nunca había tenido tanta suerte como en aquel instante—. Llevarte así a mi kunoichi… —Torció la cabeza hacia un lado y enseñó los dientes en una sonrisa siniestra. No porque buscase asustarle, ni mucho menos. Simplemente, porque ella era así. Era lo que tenía poseer una sierra por dentadura—. Recuérdalo bien. Cada bocanada de aire que respires; cada puto día que veas el amanecer entre los barrotes; ¡cada puto segundo de tu existencia a partir de ahora! —a medida que hablaba, se iba calentando más y más—, ¡se lo debes a AOTSUKI AYAME! ¡Porque si no fuese porque estás dentro de ella, ahora mismo te reventaría el puto pescuezo y te partiría una a una las patas que me llevas, hijo de puta!

»¡¿Qué pasa?! ¿¡Estabas pensando en venir a por mí!? —Oh, se había dado cuenta. Vaya que sí. Aquel monstruo no solo había osado secuestrarle a su kunoichi, ¡sino también tener la desfachatez de plantearse siquiera atacarle! ¡Qué rabia le daba!—. ¡Inténtalo a ver qué pasa, HIJO DE LA GRAN PUTA!

La Arashikage apartó con gentileza, con una mano, la mesa que les separaba. Tan solo se oyó un golpetazo, como el retumbar de un trueno, en el instante en que la mesa se partió por la mitad al estrellarse contra la pared de al lado.

Sí, Kiroe había hecho bien en pedirle precaución a Yui con el Gobi. Quizá, tenía que haber pensado que ella a veces no necesitaba provocación alguna. Quizá, tenía que haber pensado que a la tormenta no se le podía pedir que se mantuviese en calma por demasiado tiempo, así como tampoco nadie rogaba al fuego con que no quemase. Simplemente, estaba en sus naturalezas.
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#25
—Lo es —coincidió la Arashikage—. Hoy es tu día de suerte, Gobi. Llevarte así a mi kunoichi… —continuó, torciendo la cabeza hacia un lado y enseñando aquellos escalofriantes dientes de sierra. Pero Kokuō no era Ayame. Hacía falta mucho más que una simple humana para causarle temor—. Recuérdalo bien. Cada bocanada de aire que respires; cada puto día que veas el amanecer entre los barrotes; ¡cada puto segundo de tu existencia a partir de ahora! ¡se lo debes a AOTSUKI AYAME! ¡Porque si no fuese porque estás dentro de ella, ahora mismo te reventaría el puto pescuezo y te partiría una a una las patas que me llevas, hijo de puta!

—Parece que olvidáis un pequeño detalle —habló el Gobi, removiéndose entre sus ataduras—. ¡¡¡ES LA SEÑORITA LA QUE SE ENCUENTRA DENTRO DE MÍ AHORA!!! Y, debo decir, no se encuentra demasiado bien después de esa última locura suya.

—¡¿QUÉ?! —bramó Zetsuo, alarmado.

Pero Yui, que se había dado cuenta de la intentona del bijuu por atacarla, volvió a la carga.

—¡¿Qué pasa?! ¿¡Estabas pensando en venir a por mí!? ¡Inténtalo a ver qué pasa, HIJO DE LA GRAN PUTA!

Y entonces la Arashikage tomó el escritorio con una sola mano y un trueno sacudió la estancia cuando la estampó con violencia contra la pared.

El cuerpo del Gobi vibraba con ira primitiva. Tenía los ojos clavados en Yui, inyectados en sangre, sedientos de ella. Volvió a revolverse con violencia. Deseabao abalanzarse sobre la mujer. Deseaba arrancarle la cabeza con sus propias manos. Aplastarla con sus pies. Matarla. Matarla. Matarla...

—Siempre sois muy valientes —gruñó, moviendo los hombros en círculos—. Sí... los humanos siempre sois muy valientes cuando nos tenéis sometidos a vuestra voluntad sin posibilidad de defendernos...

>>¡¡QUITADME ESTAS ESPOSAS Y VEAMOS QUIÉN RIE EL ÚLTIMO, HUMANOS COBARDES!!


—¡Yui-sama, no lo haga! —advirtió Zetsuo.
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#26
Si alguien paseaba cerca del torreón, escucharía los gritos y los golpes que estaban produciéndose en el último piso.

Lo que estaba sucediéndose era una escalada terrible de voces y hostias: la última la del escritorio estampándose contra la pared del despacho. Kiroe se encogió y cerró los ojos. Ese escritorio roto eran tres misiones de rango D. Yui era muy generosa: generaba puestos de trabajo en cada visita.

El Gobi seguía tratando de provocar a Yui. Esta vez sugiriendo que la dejasen libre. Qué hijaputa.

Yui es valiente, pero no gilipollas, Kokuo. —Una burla. Un elogio escondido entre las palabras. Un alivio para el ego de Yui.

Un salvavidas anti-bijuudamas.
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#27
¿Cobarde ella? ¿¡Cobarde ella!?

¡Yo ya me he reído la última en dos ocasiones, pedazo de idiota! ¡No, tres, si contamos tu patético intento de huida en el examen Chunin! ¡Tres veces te hicimos morder el polvo, y para una cuarta me basta yo sola! ¡PARA MÍ NO ERES MÁS QUE UN POTRILLO MOLESTO DANDO COCES! —rio, e incluso su risa sonaba a tormenta eléctrica—. ¿Qué te quite las esposas? ¿¡Qué te quite las esposas!?

Se lo estaba planteando. Joder si se lo estaba planteando. Aquel jodido ser necesitaba una buena cura de humildad.

No —dijo, al darse cuenta—. Tu oportunidad de pelear ya pasó. ¡Ahora púdrete entre barrotes, que es lo que te mereces!

»¡Zetsuo! ¡Ejecuta tu Genjutsu interrogatorio! ¡Doblega a este jodido animal y empieza por sonsacarle a qué se refería con lo que dijo de Ayame! —Si es que no había sido un jodido farol para calentarla, claro.
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#28
—¡Yo ya me he reído la última en dos ocasiones, pedazo de idiota! ¡No, tres, si contamos tu patético intento de huida en el examen Chunin! ¡Tres veces te hicimos morder el polvo, y para una cuarta me basta yo sola! ¡PARA MÍ NO ERES MÁS QUE UN POTRILLO MOLESTO DANDO COCES! —soltó una carcajada, potente y explosiva como un trueno. La Arashikage derrochaba seguridad. La seguridad de quien tiene a un caballo salvaje acorralado y con las bridas ya puestas—. ¿Qué te quite las esposas? ¿¡Qué te quite las esposas!? No —respondió, igual de contundente—. Tu oportunidad de pelear ya pasó. ¡Ahora púdrete entre barrotes, que es lo que te mereces!

—¡¡¡NO!!! —bramó Kokuō, que se había apoyado sobre sus dos pies inmovilizados y se había abalanzado de un salto contra Yui.

Sabía que era una locura. Sabía que sin chakra y sin técnicas no podía hacer nada contra aquella detestable mujer. No...aún con ellas, teniendo el debilucho cuerpo de Ayame no podría llegarle siquiera a la suela del zapato. Pero la desesperación la había consumido. Necesitaba golpearla. Una y otra vez. Y si no podía contar con sus manos y sus pies se valdría de su cabeza, de sus dientes, lo que hiciera falta para hacerle sentir una mínima parte del sufrimiento que estaba recibiendo ella.

Pero apenas llegó a despegar, Kokuō sintió un fuerte tirón y el mundo se volteó ante sus ojos. De un momento a otro volvía a morder el polvo y cayó inmovilizada contra el suelo por un par de brazos férreos que no la dejaron moverse más.

—¡¡¡DÉJEME!!! ¡¡¡SUÉLTEME!!! ¡¡¡NO VOLVERÁN A ENCERRARME!!! ¡¡¡NO VOLVERÁN A ENCERRARME!!!

—¡Zetsuo! ¡Ejecuta tu Genjutsu interrogatorio! ¡Doblega a este jodido animal y empieza por sonsacarle a qué se refería con lo que dijo de Ayame!

—¡No funcionará! —la voz de Zetsuo resonó firme tras la espalda del Gobi, que volvió a revolverse con violencia—. Está demasiado alterada, primero tendré que...

—¡JÁ! ¡Déjese de trucos sucios! No será necesario —reclamó el Gobi, clavando una feroz mirada en Yui—. La señorita gastó todas sus energías intentando revelarse contra mí. Ahora... duerme...
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#29
Pero Kiroe, hasta ahora postrada, se había levantado y había dado un paso al frente. Buscó la atención de Yui, aunque sólo fuese por un instante. Había que detener todo aquél circo de una vez.

Daruu insistió en que el Gobi intentó embaucarle en varias ocasiones para hacerle creer que Ayame estaba muerta —recordó—. Por favor, no prestéis atención a nada de lo que diga, es una mentirosa, y además, nada de lo que hable debería cambiar nuestros planes. Si va a revertir el sello, Arashikage-sama, reviértalo, y nos preocuparemos de Ayame cuando haya recuperado su cuerpo.
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#30
¡Tú sí que vas a dormir, pedazo de monstruol! —le espetó, iracunda.

Daruu insistió en que el Gobi intentó embaucarle en varias ocasiones para hacerle creer que Ayame estaba muerta —recordó—. Por favor, no prestéis atención a nada de lo que diga, es una mentirosa, y además, nada de lo que hable debería cambiar nuestros planes. Si va a revertir el sello, Arashikage-sama, reviértalo, y nos preocuparemos de Ayame cuando haya recuperado su cuerpo.

Antes quiero saber una cosa —cortó, con voz afilada. No todos los días tenía una la oportunidad de hablar con un bijū, y aquel monstruo podía tener información importante—. ¿Fuiste tú el primero, Potrillo? —dio un paso al frente. Ella, de pie; el Gobi, a sus pies. Le hubiese gustado que con una katana ensartada en el pecho, pero debía recordarse que era el cuerpo de Ayame—. ¿O el Kyūbi ya ha reclutado más bijūs en su ejército de pacotilla?

¿Por qué presuponer que Ayame había sido la primera? Debían prepararse para lo que estaba por llegar, y no era lo mismo tener la amenaza de un bijū y ocho pelagatos que el de dos, tres, o incluso cuatro monstruos ya entre sus filas.

Fue justo en ese momento, cuando Shanise llegó junto a una anciana y un chico de no más de quince años. La anciana tenía una cara surcada de arrugas, la espalda ligeramente encorvada, y unos cabellos cortos y blancos. Caminaba con lentitud, con la ayuda de un bastón, y sus ojos irradiaban sabiduría. El chico, en cambio, era un matojo de nervios. Demasiados altos cargos a su alrededor como para saber dónde ponerse. ¿En una esquina? ¿Detrás de todo? Sus gafas rectangulares se movieron de un lado a otro. Primero en la mesa partida. Luego en la Jinchuriki. En Zetsuo. Finalmente en Yui…

Sí, mejor detrás de todo. Con suerte nadie se fijaría en él y no metería la pata.

Ayuda a Zetsuo a tranquilizar el bijuu, Chika.

La anciana asintió con lentitud. Avanzó un paso lento. Apoyó el bastón en el suelo. Otro paso. Y otro. Y de nuevo a apoyar el bastón. Se agachó despacio, sus rodillas crujiendo, y apoyó una mano sobre el hombro de Ayame.

Un sello...

... y el Gobi era una estatua. Así de efectivo era el Sello de Maldición Propia en aquellos que no tenían el poder necesario para rebatirlo.
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