— Todo esto lo ha hecho La Guerrilla ¿huh? Desearía haber estado aquí para darles caza junto a los demás.

Fuyu había estado todo este tiempo analizando detenidamente a su senpai. Intentando saber qué pensaba, a qué reaccionaba, para poder tener más cuidado la próxima vez con los temas sensibles de Yuki. Ya que parecía muy calmada y serene, pero también extremadamente sensible donde era sensible.

Sin embargo, todo eso se cayó a un pozo y se ahogó cuando Yuki mencionó a la Guerrilla. Era evidente que todo lo que veían a su alrededor era consecuencia directa de eso, pero hasta que no se decía en voz alta podía ignorarlo.

— Ojalá hubieses estado. Todo se descontrolo muy rápido.

Lo siguiente fue una mirada penumbrosa por parte de Fuyu, completamente ensimismada en su depresión.

Yuki no era ciega ni sorda. Ni a las palabras, ni a las expresiones, ni a los sentimientos. Tampoco era un piedra que no sentía. Era fría. Por eso notó, como cualquier otra persona hubiera hecho en su situación, el cambio de actitud que había tenido Fuyu. Era en momentos como aquel en los que cualquier buen maestro diría algo para animar a su alumna, pero en el único día que habían pasado juntas, la Uchiha probablemente ya se había dado cuenta de que eso no era uno de sus fuertes. Eso no significaba que no lo iba a intentar, al menos.

— La próxima vez estarás tú. Nos encargaremos de ello. —Le dijo, sin apartar la mirada del camino—. Yo... podría pasar más tiempo en la villa.

— La próxima vez estarás tú. Nos encargaremos de ello. Yo... podría pasar más tiempo en la villa.

No sabía si lo que había entendido era lo que Yuki quería decir, pero se animó un poco. Realmente no pensaba que su presencia fuese a ser tan notoria como la de su sensei, una jounin experimentada y buena combatiente. Al menos sería una diferencia a su favor, esperaba.

— Entre las dos, seguro que podremos para a quien sea. — le dedicó una sonrisa a su compañera.

Acto seguido recordó que existía Kurama y empezó a dudar de que pudiesen parar a quien fuera, pero a alguien pararían.

Fuyu pudo notar como su maestra la miraba de reojo cuando se vino arriba y declaró que juntas podrían parar a quien sea. También pudo notar algo parecido a una media sonrisa por parte de Yuki, quien había devuelto la mirada al frente.

— Cuando termine tu entrenamiento no me necesitarás para parar a quien sea.

Al poco tiempo de decir aquello, la jōnin se detuvo justo frente a una carnicería, a la que entró para empezar a revisar la carne, sin decirle nada al dependiente.

— Tienes potencial. Probablemente más que yo. Si tuviera que ponerte alguna pega... eres demasiado tranquila para mi gusto. —Le dijo, mientras levantaba una pieza de lomo—. Aunque supongo que no es algo malo.

Finalmente se decidió por las piezas de carne que quería, dejándolas encima del mostrador. Se trataban de tres piezas de lomo de vaca con bastante buena pinta. Mientras Yuki hablaba con Fuyu, el encargado pesaba la carne en una báscula antes de guardarlas en unas bolsas de papel e informarle del precio a la chica, con tono amigable.

— Gracias. —Le agradeció al dueño de la tienda, mientras le dejaba el dinero al encargado en el mostrador.

Si Kinumi no había cogido las bolsas, le haría un ademán con la cabeza para que lo hiciera antes de salir. Al fin y al cabo ella no tenía las manos suficientes para llevar tantas cosas.

— Tienes potencial. Probablemente más que yo. Si tuviera que ponerte alguna pega... eres demasiado tranquila para mi gusto. Aunque supongo que no es algo malo.

Por un breve instante, Fuyu pensó que le hablaba al trozo de carne que tenía agarrado. Empezaba a hacerse raro que Yuki no la mirase cuando le hablaba, pero sería cuestión de hacerse a ello. Realmente se le hacía raro que la halagase, no sabía bien qué decirle en respuesta.

— Gracias, pero no estoy tan segura de eso. — por lo que sabía de Yuki, había subido de rango como quien sube en un ascensor de Amegakure hasta lo alto de un rascacielos.

Ella tendría que escalarlo por el exterior, con lluvia incluida. No parecía que con esa diferencia pudiese siquiera considerarse potencialmente igual a ella. Puede que no fuese por el poder en sí, sino por la determinación. A menos que su venganza acabase siendo contra Kurama o contra algún personaje tan poderoso como un kage, era improbable que después de vengarse tuviese la motivación para mantener un entrenamiento de ese nivel.

En cambio, para Yuki parecía algo natural. Ni siquiera reparó en la cantidad de carne que había comprado su compañera, solo se dedicó a coger las bolsas, distraida con sus propios pensamientos.

— ¿Has comprado para Tamao también? — puede que no le prestase atención visual, pero el peso de las bolsas hablaba por sí solo.

Yuki ni siquiera respondió a la falta de confianza de la Uchiha. Estaba completamente segura de lo que decía y, siempre que su mentalidad no le fallase, un Uchiha siempre tenía más potencial que el resto.

— Sí. Espero que venga. —Le respondió a Kinumi, pero entonces recordó algo—. Oh, mierda. Me olvidé del bacon. ¿Podrías ir a comprarlo? Mi cartera está aquí.

Se movió un poco para que Fuyu pudiese alcanzar la cartera que tenía guardada en el bolsillo trasero de su pantalón. Estaba llena de dinero y algunas tarjetas.

— Iré a ver el queso por ahí. Te esperaré en aquella tienda. —Dijo, apuntando con la cabeza y la mirada una tiendecita no muy lejos.

Si su alumna cogía la cartera como le había indicado, Yuki empezaría a andar hacia donde dijo, dejando a Kinumi sola un momento.

— ¡Claro! — pasó habilmente todas las bolsas a una mano para meterle la otra a Yuki en todo su bolsillo trasero, palpando bien para coger la cartera.

Fuyu solo asintió y volvió a la carniceria donde le pediría al encargado del lugar si le podía preparar unas lonchas de bacon. Si le pedía una cantidad exacta, pediría un cuarto de kilo. Eso era bastante bacon, pero confiaba en que Yuki efectivamente querría más que suficiente. Y justo por encima de suficiente estaba bastante.

Después de pagar, volvería sobre sus pasos para buscar con la mirada la tienda en la que le había dicho Yuki que estaría mientras cargaba con las bolsas. Se le hacía tan raro tener un día de compras en aquellos tiempos turbulentos.

En cuanto Fuyu hiciese su pedido, el amigable señor le cortaría un cuarto de kilo de bacon, que también guardaría en una bolsita de papel para que la chica pudiese llevarse su carne.

Luego de pagar y regresar con Yuki, la genin se encontró con su maestra, que ya había escogido tres tipos de queso distintos para la obra maestra que planeaba crear aquella noche. Las bolsas empezaban a amontonárseles y Fuyu se vio obligada a llevar la mayoría de estas, pues era la única de las dos que tenía un par funcional de brazos. Por suerte, solo les quedó hacer una última parada para comprar las verduras de vuelta a la cafetería donde habían comprado el pan antes de regresar a casa, donde empezarían a descargar y ordenar la compra.

— Enciende la forja mientras me encargo de esto. —Le dijo Yuki a su alumna—. Sabes hacerlo ¿verdad?

Fuyu cargaría con las bolsas sin decir una sola palabra. No tenía problema con ello, no es como si hubiesen cazado una cebra y tuviese que llevarla a cuestas, solo eran bolsas de la compra. Tras devolverle la cartera a Yuki se centraría en cargar las cosas.

Al llegar a casa, se pondría a ordenar la compra con ella, pero su sensei pronto le diría que tenía otros planes para ella. No le iba a comentar lo ineficiente que era dejar a la manca ordenando la compra, sino que la iba a mirar con cara de no saber cómo decirle que no tenía ni idea ni de cómo funcionaba una forja. ¿Por qué iba a saberlo? Era una ninja ama de casa.

— No tengo ni idea. Solo... ¿la calientas? — tendría que echar cosas que prendiesen y prenderlas, ¿no?

La jōnin miró a su alumna durante tres largos segundos antes de hablar.

— No exactamente. —Le respondió—. Mejor acabemos primero con esto. Luego te enseño cómo se hace.

Tardaron un par de minutos en dejarlo todo bien ordenadito en su sitio antes de pasar al siguiente paso. Durante el proceso, Yuki se mantuvo completamente en silencio, excepto para decirle a Fuyu dónde guardar las cosas. Luego, justo al terminar, se dirigiría a la forja Kurogane, que era lo primero con lo que se encontraba cualquier persona que llegase por la entrada principal. Se entraba de una forja amplia y muy bien ordenada, excepto por un par de herramientas y alguna que otra marca de suciedad por algún trabajo reciente.

— Aquí haremos la mayoría de tu entrenamiento. —Explicó Yuki, tocando una mancha de quemadura que había encima de un yunque—. Fuerza, resistencia y aguante. Todo eso lo conseguí principalmente en esta forja junto al padre de Toshio... También será tu forma de pagarme el entrenamiento. ¿Qué tal te parece?

Esperó a una respuesta positiva por parte de Kinumi antes de seguir hablando.

— Empezaremos forjando las armas que utilizarás para entrenar, así que dime. ¿Qué quieres hacer?

La impasibilidad de Yuki seguía siendo como una gotera en su mente. Poco a poco iba cayendo y cada vez se sentía más pesada, cómo si aquella impasibilidad fuese un constante recordatorio de su superioridad. Además de los tensos segundos en silencio que Yuki dejaba pasar como si nada. Para ella eran eternos. ¿La estaba juzgando? Al final nunca decía nada ofensivo, pero el silencio ya había estado ahí.

— Aquí haremos la mayoría de tu entrenamiento. Fuerza, resistencia y aguante. Todo eso lo conseguí principalmente en esta forja junto al padre de Toshio... También será tu forma de pagarme el entrenamiento. ¿Qué tal te parece?

Si salían armas completamente inutiles porque no sabía forjar, no iba a ser pago alguno, pero ya no buscaba hacer cambiar de opinion a Yuki. No lo conseguiría y además la volvería a mirar como si fuese boba.

— Empezaremos forjando las armas que utilizarás para entrenar, así que dime. ¿Qué quieres hacer?

— Solía entrenar con un par de tantos. Alguna vez usé una Sai también, pero no tengo la fuerza para mucho más. Aunque, claro, supongo que eso cambiara con esto. ¿Una Uchigatana tal vez? Creo que mi padre usaba una.

Se encogió de hombros, nunca le había dado mucho pensamiento a las armas. Eran armas y ya. Había gente que le ponía nombre. Toshio estaba muy orgulloso de las suyas, pero claro, él es un herrero, es su cosa.

— Perfecto. Empezaremos por forjarte un par de Sai. Son más fáciles de hacer. —Le decía, mientras parecía escoger entre dos barras de hierro—. Mañana las utilizarás para tu entrenamiento de Bukijutsu.

Al escoger una barra, la jōnin la dejó encima de una mesa de trabajo, antes de indicarle a Fuyu que la siguiese con un ademán con la cabeza. En una de las paredes de la habitación, varias fraguas yacían apagadas en varios estados de uso y limpieza. También había algo de madera, unas bolsas de carbón y planchas de cartón apoyadas lo suficientemente lejos como para que no hubiese peligro de que el local se incendiara.

Yuki tomó una placa de cartón y se la tendió a Fuyu.

— Dependiendo del uso que haya tenido la fragua y lo limpia que esté, necesitarás algo de papel o cartón, carbón o madera para poder encenderla. En este caso solo tienes que apartar la escoria, poner el cartón, encenderlo y volver a taparlo un poco con el carbón que todavía pueda quemar. —Le explicó—. Adelante.

Escuchó atentamente a su sensei y agarró la placa de cartón que le ofrecía. No es que le apeteciese locamente jugar con fuego. No le hacía mucha gracia el elemento, aún menos desde el incendio. Cuando lo creaba ella tenía un pase, era dificil de explicar pero sentía que era seguro porque precisamente lo hacía ella. Lo creaba con su chakra y se desvanecía rápidamente en el aire.

Sin embargo, el fuego natural era una bestia diferente. Era como comparar una ardilla con una ardilla gebijuu. Se sentía más agresivo, más capaz de propagarse rápidamente y devorar todo lo devorable. Aún así, Kinumi mantuvo la compostura mientras apartaba la escoria y ponía el cartón para encenderlo. Respiró hondo y lo encendió para después taparlo con el carbón tal y cómo le había dicho Yuki que hiciese.

Suspiró aliviada y se giró de nuevo a su sensei.

— ¿Y ahora?

Fuyu pudo hacer todo lo que Yuki le indicó sin ningún tipo de problema. Nada se incendió, nadie murió y todo salió bien. Poco a poco, el fuego se encendió, haciendo de su crepitar el único sonido que se podía escuchar en aquella habitación. Hasta que la Uchiha preguntó, claro.

— Ahora esperamos.

Se sentó en una de las fraguas apagadas que había al lado, esperando a que el fuego terminase de encenderse.

— Luego calientas el hierro, luego le das forma hasta que se enfríe y repites hasta que parezca una Sai. Luego te explicaré el resto. —Le explicó—. ¿Qué tal se te da el Fūinjutsu?

Mientras que Yuki se sentó a esperar que todo se calentase, Kinumi se quedó de pie, observando al fuego con una expresión de intranquilidad. No llegaba a estar aterrada por él, ni siquiera nerviosa, sino en tensión. Como si esperase que en cualquier momento la atacase y tuviese que estar en guardia.

— Luego calientas el hierro, luego le das forma hasta que se enfríe y repites hasta que parezca una Sai. Luego te explicaré el resto. ¿Qué tal se te da el Fūinjutsu?

La pregunta de su sensei la hizo devolverle la mirada, para después vigilar de nuevo al fuego y finalmente quedarse mirando a Yuki cuando finalmente entendió qué le estaba preguntando.

— Terrible, ¿por qué? Ni siquiera me sale la técnica más básica de Fuinjutsu. Lo entiendo todo pero a la hroa de ponerlo en práctica es como si no hubiese nada en mí.

De vez en cuando seguía echandole una mirada a la fragua.