Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Sigue sin gustarme la idea de que lo sepa Kintsugi. En persona es mucho peor de lo que lo imaginaba, se suponía que el enemigo era dragón rojo, pero cuando les hablo sentí sus palabras en mi espalda como cuchillos. Tiene la lengua más afilida que mis armas, y eso ya es decir.
Quizás por que había utilizado mis propias palabras contra mí , o mejor dicho, contra los Bijuus. Y seguro que, la única manera en la que aceptaría volver a la alianza era encerrar a los Bijuus o cualquier barbaridad similar. Por otro lado, seguro que aplicaba sobre mi cabeza el mismo trato que tenían la de Ayame y Datsue. Aunque tampoco es que me apeteciese viajar al pais del bosque para nada.
—En fin, ahora también compartimos el hecho de que Kintsugi quiere nuestras cabezas ¿Brindamos por ello?
Dije mientras alzaba el vaso, aunque el mio tenia té, pero que mas daba. Había que celebrar que esa señora seguro que estaba despotricando en su despacho por que ninguno de sus ninjas había sido capaz de derrotar a un Jinchuriki o en mi caso, un tío que parece un Jinchuriki.
—Sobre lo de Hablar con Hanabi, mejor dejemos un par de días, intentaré hablar con él antes de la reunión, pero seguro que necesita un par se días para olvidarse de todo, y sobretodo para recuperarse de su herida en el brazo.
—¡Ja! ¡Brindemos! —exclamó, divertido, alzando la copa en dirección a la de Reiji y luego vaciándose medio vaso de dos sendos tragos—. ¡Fiuu! ¡Qué rico, joder!
¿Cuánto hacía que no probaba un buen ron? Dos o tres meses, como mínimo. Quizá incluso alguno más. Eso ahora lo notaba su cuerpo, que por falta de costumbre ya lo sentía ligero.
Cuando Reiji le recordó la herida de Hanabi, sin embargo, la luz que había iluminado sus ojos desapareció como la luna eclipsada por unos nubarrones.
—¿Cómo fue? —quiso saber—. Desde que desaparecí hasta que volví, ¿qué pasó?
Datsue sabía la historia a grandes rasgos, claro, pero le faltaban los detalles.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Dije tras pegar un trago al té después de brindar. Estaba claro que cada uno de los presentes había vivido aquello de una manera distinta. Así que yo le contaría mis propias vivencias. Quizás Kintsugi lo contase de otra forma. Más retorcida seguramente.
—Algo iba mal hacía el final de tu combate. Cuando el enemigo cayó del pajaro, vi un Anbu sospecho meterse hacía el interior del estadio. En mi penoso estado físico, enfrentarse a un Anbu era un suicidio, así que decidí avisar a los Kages de que pasaba algo raro. ¿Que enemigo se lanza en el centro de la acción a sabiendas de que los ninjas mas poderosos, los Kages, están justo ahí para enfrentarlos? era claramente un señuelo.
Y tenía Razón, pero nadie me escuchó. Bueno, Kintsugi si, pero no hizo nada hasta mucho despues, solo observar desde su comoda y segura posición mientras los demas peleaban. Intervino, si. Pero lo hizo tarde.
—Cuando conseguí alcanzar el palco de los Kages, Hanabi y la Arashikage habían bajado a hacer frente a los enemigos, así que me trague mi despreció y avisé a la Morikage, aunque se quedó allí impasible, observando, hasta que le lancé la Bijuudama al pajaro, ahí ya intervino.
Quizás por que le interesaba obtener la información, y si jo ayudaba, los otros Kages pasarían de hablar con ella, quizás por otros motivos, pero el caso es que tardó demasiado.
—Me salto la parte del pajaro por que ya la conoces, cuando volví a mirar al estadio, el chico azul y Akame estaban atacando al Uzukage, aunque Yui freno al chico Azul con un placaje y desvío su ataque, una fuerza invisible golpeó el brazo de Hanabi haciendo esa herida tan fea. Supuse que fue Akame, aunque no se como. ¿Podéis lanzar láseres invisibles por los ojos?
Por que era la explicación mas logica tras ver a Datsue lanzar láseres por los ojos. Otras cosas me parecían mucho menos lógicas e inverosímiles.
—Entonces decidí que tenia que sacar de allí a Hanabi o por lo menos defenderlo, así que bajé al estadio y me puse a su lado para protegerlo a un costa de mi vida. Desde luego que yo no tenia mucho que hacer contra esos monstruos, y menos en mi estado deplorable. Luego bajo Kintsugi y puso un muro de piedra con vetas doradas entre Akame y nosotros. Cuando todo pasó, Akame ya no estaba allí, no se como se marcho. Igual era un clon, como el de la barba y el grandote que apareció más tarde.
Había desaparecido sin mas. Nadie le vio marcharse, así que la lo mas logico era que si Zaide y el grandullón eran clones, Akame también. El chico azul... Bueno, quizás no podía hacer clones y por eso se presentó él mismo en el lugar.
—De repente, cuando todo se había calmado, hubo dos explosiónes a cada lado del estadio seguidas de un enorme relámpago, y entonces, de donde salía la explosión, apareció un tipo enorme. Pero enorme enorme, era dos veces yo de alto y ancho. No como Katsudon, esté era todo músculo y escamas. Si, escamas.
»El tipo se planto frente a Hanabi, parecía que quería pelear con él, aunque me puse delante del Uzukage, pero el chico Azul le tiró una técnica de agua que lo dejó plantado al suelo, Hanabi me ordenó que le diera mi golpe mas fuerte y eso hice. El dragon grandullón se desvaneció en una nube de humo, y mi espada quedó como la ves ahí...
Dije mirando lo que quedaba de Tsubame encima de la mesa.
—Luego volvió a caer del aire un clon del barbudo con hachas, y empezó a soltar un rollo de que ellos eran los salvadores del pueblo y que liberarían al pueblo del yugo de los señores feudales, pueblo al que por cierto, también se habían cargado con las explosiones, cosa que los presentes no dudamos en reprocharle. Ah, y Kintsugi aprovecho para comparar a Dragon Rojo con los bijuus, como no. Menos mal que no estaba Shukaku para escucharla, le hubiera arrancado la cabeza, y con razón, mira que compararle a él y sus hermanos con esos desgraciados de dragón rojo...
»Lo demás ya lo sabes, después de que él tipo este se marchase, apareciste con Daruu por la puerta.
Con una mano en el lomo de Datsuse y la otra envolviendo la copa, Datsue escuchaba con atención a Reiji. Desconocía de la existencia de aquel ANBU sospechoso, y no pudo evitar preguntarse qué coño había hecho. ¿Era el responsable de la muerte de algunos de los Daimyōs? ¿O había ido a hacer otra cosa? Si quería enterarse bien de todo el rompecabezas, más le valía preguntar a muchos más testigos sobre lo acontecido.
Por lo que entendía de Reiji, todo había sido un caos en el que tanto Hanabi como Yui habían tratado de poner orden. Kintsugi, no obstante, no había levantado su sucio culo del palco hasta que las aguas se habían calmado un poco. Eso le hubiese indignado, de no ser porque había partes en aquella historia que le irritaban más. Akame, ¿lanzando un ataque invisible al brazo de Hanabi? Había que ser desgraciado. Había que ser hijoputa.
—Podría ser —dijo, con la mirada perdida en el ron, cuando Reiji le preguntó si los Uchihas podían lanzar láseres invisibles por los ojos. Cada Mangekyō era un mundo desconocido. Datsue solo conocía uno de los poderes de Akame, ¿quizá el segundo ojo era algo del estilo? ¿O se trataba de otra cosa? ¿Un fúton invisible a simple vista? Después de todo, Akame siempre había sido bueno con las técnicas de viento.
Reiji describió entonces las dos explosiones que habían provocado la matanza, así como un gran relámpago que había iluminado todo el cielo. Finalmente, le relató cómo había hecho desaparecer un clon de uno de los dragones, y las idas de olla de un tío barbudo. Datsue se imaginó que se estaba refiriendo a Zaide.
—Teníamos que haber estar preparados para esto. Teníamos que… Joder, teníamos que haber hecho algo más —se recriminó, dolido. ¿A cuánto ascendía el número de muertos? ¿Cuántos niños? ¿Cuántos huérfanos?
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—¿Como te preparas para algo así? Nadie, absolutamente nadie, esperaría que un grupo criminal se plantase en medio de un estadio delante de los tres ninjas mas poderosos de todo Oonindo. Ni que fueran lo suficientemente fuertes para plantarles cara.
A Kurama tal vez si que se le esperaba. Su plan era conquistar todo oonindo y unir a sus filas a todos sus hermanos o acabar con ellos. Y en el estadio había dos aquel día. Kokuō y Shukaku. Quizás no consiguió nada, pero se marcho con algo mas valioso: Información.
—Además, también estaba allí Kurama. Y aunque se llevó una pequeña sorpresa, estoy seguro de que no era a mí a quién buscaba.
Y además Kurama tenía un ejército de ninjas. O al menos, unos pocos. Nadie sabia cuantos. Además estaban sus generales, gente capaz de usar su chakra y además por lo visto, muy poderosos.
—Si no podemos lidiar con una panda de criminales, ¿Como vamos a luchar contra todo un ejército de samuráis? ¿Como vamos a enfrentarnos a Kurama, sus generales y su ejercito se ninjas?
Lo único que podíamos hacer era seguir creciendo, seguir haciéndonos mas fuertes. De algún modo u otro. Y si conseguimos que los hermanos de Kurama se pusieran de nuestra parte, seguro que teníamos una oportunidad. Y quizás mi plan podía ayudarnos, si es que querían escucharme.
No, nadie se lo había esperado. Él de los que menos. Y ahí había estado su error. ¡Se suponía que eran ninjas, joder! ¡Debían estar preparados para lo inimaginable! ¡Siempre, a todas horas! ¿Cómo coño cuatro o cinco criminales les habían puesto en jaque? ¿Cómo narices lo habían permitido?
Primero, Yubiwa se había colado como había querido en Uzu y le había engañado como a un niño de tres años al que se le dice que si no se termina la sopa namahage le visitará a la noche. Luego, un General había arrasado con el edificio Uzukage y reducido a escombros a todo aquel que pilló por delante. El General había pagado el precio, sí. El año pasado su vida encontró su punto y final. Pero no era suficiente. El resto de Generales seguían campando a sus anchas. Kurama seguía campando a sus anchas. Y Dragón Rojo, por más que Kaido volviese a estar de su parte, había hecho lo que le había salido de las narices.
Se levantó, y Datsuse saltó a tiempo para aterrizar de pie sobre el suelo. El perro le lanzó una mirada indignada.
—Hasta ahora hemos estado a la defensiva, Reiji. Pero ya basta, basta —no levantó la voz, pero su tono se volvió cortante como una hoja de Sasaki Reiji—. Es hora de empezar a segar cabezas y de colgar cadáveres de los árboles más altos de Ōnindo. Es hora de que sufran las consecuencias. Es hora de que paguen el precio.
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—Tienes razón. —Dije levantándome del sofá ante las palabras de Datsue. —Tienes toda la jodida razón. Cuenta con mi espada. —Luego miré a la mesa. —Bueno, con esa no, haré otra. Más fuerte, más robusta. Mejor. Armaré a todo Uzushiogakure si es necesario.
El acero de los Sasaki era el numero uno, el mejor. Y yo pensaba ser el mejor herrero de Oonindo. No. El mejor no. Una leyenda. Yo armaría a los mejores guerreros del mundo. Yo saldría en los libros de historia, y mis armas, conmigo. Las nuevas generaciones de herreros querrían aprender mis técnicas, superarme, convertise en alguien como yo. Seria una inspiración.
—Ya no soy el Reiji que te encontraste en la playa, sin rumbo, perdido. Ya no soy el "Peor Gennin de Uzushiogakure". Puede que meta la pata, puede que todavía no haga las cosas bien. Pero ya no vivo lamentandome. Sigo adelante.
Por que lamentarse no servía de nada. Para arreglar las cagadas, para hacerse mas fuerte, había que seguir caminando. Había que continuar hacia delante.
Datsue extendió la mano y la estrechó con Reiji, pero agarrándole por el antebrazo. Con fuerza. Con determinación. Con el fuego de Amaterasu brillando en sus pupilas.
—Seguiremos adelante —reafirmó—. Y ese adelante está en el norte. Umikiba Kaido me confirmó que Dragón Rojo tenía pensado mudarse a nuevos territorios. El País de la Tierra o el País del Rayo. Ahí deberían estar centrados nuestros esfuerzos. Aunque, claro, ahora que Kaido les traicionó quizá decidan cambiar de paradero. Pero no es como si tuviesen muchas más opciones, realmente.
Era una temeridad esconderse en cualquier país de las villas. Por otra parte, el País del Viento era casi todo desierto. Las zonas de población donde se pudiese vivir eran pocas, y las comodidades, limitadas.
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Devolví el gesto de Datsue agarrándole también el antebrazo con fuerza. Si estaba determinado a salir y buscar la cabeza de esos hijos de puta, yo le seguiria. Hasta el ultimo de los miles de mares de Oonindo si era necesario. Al fin y al cabo, yo estába donde estaba y tenia lo que tenia gracias a Datsue y Hanabi.
—Yo no descartaría que buscasen refugio en otro sitio, de hecho, el pais del bosque es idoneo, por que tu, que puedes hacerle frente a Akame, tienes la entrada prohibida. Y si Kurama a tenido los cojones de meterse a él y su ejercito en el territorio de Yui... no descartaría que Dragón Rojo hiciese algo similar.
Otro motivo que tenia para hablar con Hanabi. Quizás... Quizás era bueno empezar la conversación con eso y en algún punto, soltar la típica frase de "Y hablando de los Bijuus... He tenido una gran idea." Quizás eso podría funcionar. Romper el hielo con la localización se Kurama y seguir con la bomba.
—Hablando de eso, aún no se lo he dicho a Hanabi, seguro que quiere hablar de eso en la reunión, tendría que ir a verle cuanto antes, la localización se Kurama no es una tontería, esta en el territorio de la alianza. No nos tiene miedo.
Quizás nos tenía muy por debajo de su poder o quizás de verdad no le llegábamos a la suela del zapato. Su confianza en su poder era muy grande, pero es que su poder no era moco de pavo. Solo un general había necesitado de dos Jinchurikis, uno de los ninjas mas hábiles de Amegakure y el Uzukage para ser derrotado. Era normal que Kurama tuviese tanta confianza en su fuerza.
En eso no estaba de acuerdo con Reiji. No pensaba que Dragón Rojo eligiese su próxima cueva en función de si él podía o no acceder a dicho territorio. ¿Quién era él para ellos, después de todo? Un ninja más. Si no les había importado asesinar a siete Daimyōs frente a los tres Kages, dudaba muchísimo que ahora una de sus preocupaciones fuese él, precisamente. Por mucho que Akame estuviese dentro del grupo.
—Hostia, ¿aún no se lo contaste? —preguntó, incrédulo. Bien era cierto que a él se lo había revelado en el Valle de los Dojos, en plena época de torneo, momento en el que no era fácil contactar con Hanabi. Pero, tras eso, era una noticia que no podía esperar. Era de vital importancia que se la contase cuanto antes—. Pues sí, tío. Deberías ir cuanto antes. Quiero decir, supongo que Ayame se lo contaría a Yui y que lo acabará descubriendo en la reunión, pero mejor que se entere por nosotros y con tiempo para que pueda pensar en ello.
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—Pues no... Pasaron tantas cosas en el torneo que estará hasta arriba de trabajo y papaleo... Sobretodo con el tema de ma muerte del señor feudal. Y aunque le dejé un reporte, no me ha mandado llamar aún.
Vamos, era normal. Con todo lo acontecido... La localización de Kurama era solo otro enorme problema a sumar junto a todos los demas que ya había. Aunque bueno, saber donde estaba escondido el enemigo, quizás era un soplo de aire fresco. Aún así, cómo bien había dicho Datsue, se enteraría en la reunión, por lo que seria mejor informarlo yo mismos antes de eso.
—Igual es un poco precipitado pero... ¿Y si le hacemos una visitilla? Es mejor si lo sabes tú también.
Aunque quizás, ni el mismísimo Hanabi fuese capaz de pararle los pies a Shukaku si este decidía tirarse de cabeza a por las colas de su hermano. Aún así, acabaría enterandose por Ayame si no se lo decía yo mismo. Seguramente.
Datsue se terminó el ron de un corto trago y respondió de inmediato.
—Pues sí, qué coño, ¡vamos ya! —exclamó.
Cuanto antes le contasen sobre el paradero de las fuerzas de Kurama, mejor. Si bien era cierto que acababan de llegar, y que Hanabi estaría hasta arriba de trabajo. La matanza, la aparición de un General en el torneo, la amenaza de Dragón Rojo… ¡Por no hablar de la muerte del Señor Feudal! Datsue solo lo había visto una vez, pero le había parecido majo, teniendo en cuenta que era el mandamás de la nación. Majo y sensato, pues no por nada había escogido a Hanabi como Uzukage. ¿Quién le revelaría, ahora? ¿Cuándo sería la sucesión? ¿Y los preparativos? ¿Y la protección extra requerida tras lo acontecido?
«Uff…»
—Pensándolo mejor… Creo que Hanabi estará hasta al cuello de trabajo. ¿Lo dejamos para mañana, mejor? A la primera luz del alba. Así lo pillamos fresco.
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—Si, y nosotros lo que llevamos es más trabajo aún.
Se podía llamar así, sobretodo, por que ya que iba... pues aprovecharía para comentarle el tema del consejo y lo de los bijuus. Más trabajo si, pero era algo que también tendría que llevar a la reunión. Al fin y al cabo, era antes o después. Es verdad que lo primero era mas urgente, y por supuesto, sería lo primero.
—Mejor mañana, es verdad. ¿Nos vemos frente al edificio del Uzukage a primera hora?
Mientras, tendría tiempo de pensar que narices iba a hacer con Tsubame. Era imposible repararla tal y como era antes. Trozos de acero se habían perdido al salir despedidos por el estadio. Habría que utilizar metal que no era parte de la espada original, o hacerle un poco más corta. No. Había que hacer otra cosa, pero mejor, pensarlo con calma.
Datsue asintió, confirmando la hora. Nada mejor que empezar fuerte el día.
—Y enhorabuena por esa gran victoria, Reiji. No solo has barrido el suelo con esos kusareños, te proclamaste el jodido campeón —dijo, orgulloso—. Sé que ha quedado empañado con lo que vino después y que seguramente ni pienses en ello, pero...
Apoyó una mano en el hombro del espadachín.
—Pero quería que lo supieses. Quería que supieses que estoy orgulloso de ti.
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—Gracias. La verdad es que ahora que quieren mi cabeza como la tuya, sienta bien recordar que les hice saber que no será tan fácil.
Además, seguro que ambos a los que me había enfrentado se acordarian de mí, para bien, o para mal. Sobretodo por había roto las bandanas de ambos y les había dejado heridas bastante feas a ambos. Mucho peores que la de Hana. Y Kintsugi... Bueno, para ella yo sería bastante difícil de olvidar, después de hacer ciertas cosas.
—Además, utilicé aquella técnica con la que te pedí ayuda para alzarme con la victoria. También le mostré el poder del Rasengan, claro, pero apunté mal y me cargué su bandana. Parece que lo hago a propósito.
Aunque en el caso del espadachín, si que había apuntado la bandana, para intentar reducir el daño. Pero al parecer, las bandanas de Kusagakure eran de bastante mala calidad, se rompían con nada. ¿A que clase de herrero barato le encargaban algo tan importante?