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La conversación había girado a un espectro mucho más agradable, y Daruu se sentía muy cómodo alrededor del tema de la cocina. No en vano querría haberse dedicado a ello en otro tiempo. Terminó de comer su trozo de pizza y se cruzó de brazos. Levantó la barbilla bien alto, orgulloso, y sonrió.
—¡Pues claro que sí, y muy ricas además! —dijo.
Blame dio un bocado de nuevo a su trozo de pizza, y cuando ya no tenía la boca llena volvió a intervenir. Repuso que la mujer que se encargaba de esas pizzas llevaba mucho tiempo en el oficio, y se preguntó cómo Daruu podía decir que las cocinaba mejor, si no podía haberle dedicado tanto tiempo a la cocina. Ah, pero ahí se equivocaba. Aunque sugiriendo que quizás su madre trabajaba en un restaurante había acertado de lleno sin saberlo.
—No te voy a mentir, las he probado mucho peores que esta, es sólo que estoy muy acostumbrado a cocinarlas, además... —dijo—. ...uno de mis sueños es lograr la mejor masa de pizza del mundo, ¿sabes? Antes de querer dedicarme a ser ninja, estuve un tiempo deseando ser cocinero.
Paró unos instantes para tomar aire.
—Mi madre es repostera, tiene una pastelería muy famosa en Amegakure —explicó—. De ella aprendí a cocinar masas. Sé hacer todo tipo de repostería, pero se me da mucho mejor cocinar salado que dulce. Y cuando probé la pizza... Tío, sabía que tenía que aprender a hacer algo así.
»Una cosa llevó a la otra, y pronto supe distinguir una pizza recién hecha de una recalentada. Después, de una con la masa sacada de un libro de cocina y de un intento original. A esta masa se le ha puesto mucho cariño... Pero las he probado mejores.
Suspiró.
—Para que no parezca que estoy vacilando de cocinitas, también las he probado mejores que la mía. Tengo una cuenta pendiente con ese maldito Mashimo...
La pizzería de Mashimo era una de las más frecuentadas por los amantes de la pizza y la pasta. Estaba en Shinogi-To, lo cual le dejaba a Daruu el terreno libre para conquistar Amegakure, pero él no se conformaba con eso, claro. Sus masas siempre tenían ese no-sé-qué que las hacían tanto blanditas como crujientes al mismo tiempo. Y a Daruu le quedaba mucho por aprender.
Por eso, a veces, sin que su madre se diese cuenta, se tiraba todas las tardes probando distintas recetas e ingredientes para masas que luego ni siquiera iba a utilizar para hacer pizzas. Para Kiroe, eso era un desperdicio de comida.
Pero oh, Daruu tenía que ser el mejor cocinero de pizzas del mundo.
Blame quedó sorprendido ante la eufórica respuesta, Pino ni se lo pensó dos veces antes de asegurar que sus comidas eran deliciosas, suculentos manjares. No tardó en explicar que el motivo. El shinobi confesó que antes siquiera de comenzar en el arte del ninjutsu, su mayor anhelo era convertirse en el mejor cocinero, y que uno de sus objetivos seguía siendo hallar la mejor masa de pizza del mundo.
—Oh! Eso suena genial!—
Sin quererlo, o quizás por intuición, el albino no se había alejado demasiado al alegar que quizás ese afán le venía de familia. La cosa no se había alejado demasiado, pues según dio a entender el genin de Ame, su madre tenía una de las mejores pastelerías de la aldea shinobi.
Pino continuó conversando, al fin parecía haberse soltado un poco la melena. Según explicó, de su madre había sacado esa especie de hobby, pues de ella había aprendido a hacer masas. Mas tarde encontró su vocación al probar las pizza, y comenzó a investigar para aprender a hacerlas. Al cabo del tiempo comenzó a soltarse en ese ámbito, y descubrió cosas como el punto jugoso de la pizza, cuando estaban precocinadas, cuando la habían vuelto a calentar...
Lejos de dárselas como el mejor cocinero, Pino admitió que había probado mejores pizza que las que él hacía, y terminó por maldecir a un tal Mashimo. A saber a quién había tomado por referencia del mejor pizzero. Aunque por otro lado, casi le invadía la curiosidad de preguntarle quién era ese Mashimo del que hablaba, sus pizza deberían ser catadas.
—Bueno... pero tu tienes una ventaja con la que él no cuenta. Eres shinobi, seguro que existen jutsus para cocinar.— Intentó de animar. —He visto jutsus para todo, y ésta torre es un claro ejemplo. Seguro que existen jutsus para ayudarte a crear la mejor pizza del mundo, no es un objetivo disparatado... hasta suena mas divertido que esa típica aspiración a convertirse en kage. ¿No crees?—
Con esas palabras, el albino terminó por comerse por completo el trozo de pizza. Para él no la había mejor, aún no las había probado mejores, así que era un arbitro sobornado en éstos momentos. Con parsimonia, continuó tomando otro trozo del tapper.
—Eso de tener bajo tus ordenes a tanta gente, y que sus vidas dependan de lo que ordenes y cómo lo hagas... suena a algo realmente perturbador...—
Confesado su pensamiento, aunque no fuese del todo cierto, el albino le propinó un bocado a su recientemente adquirido trozo de pizza.
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Blame quiso animarle y sostuvo que Daruu tenía una ventaja con la que él no contaba. Él era shinobi, y por lo tanto seguro que existían jutsus para cocinar. Había visto jutsus de todo tipo, y se refirió a la torre como el mejor ejemplo que podía encontrar. Seguro que existían jutsus para ayudarle a acrear la mejor pizza del mundo. No era disparatado.
«Un jutsu para crear pizza... Cómo molaría eso... Espera, ¿masas con chakra? Tengo una idea... Sí, ¡tengo una idea!»
Había oído sobre un clan que alimentaba a insectos especiales con chakra. ¿Existiría alguna levadura que se pudiera alimentar de chakra en lugar de azúcar? Si existía, él sería el que la descubriría, y así quizás sus masas superarían a las de Mashimo.
Blame sugirió que ese sueño era más divertido que la típica aspiración de muchos genin: convertirse en el kage de la villa.
—Supongo que el ser humano es competitivo por naturaleza —Daruu se encogió de hombros—. Yo quiero ser el mejor pizzero del mundo, otros quieren ser el mejor ninja. Suele ser así. Pero en el caso de ser kage, como tú dices, la vida de la gente cuelga de ti. Yo paso.
Hizo una pausa, y miró de reojo a Pino. Lo que estaba a punto de decir siempre había sido un poco tabú entre ninjas.
—Aunque si lo que hace mi kage no es lo correcto, no pienso entregarle mi vida.
Pino no se alejaba demasiado de la realidad, la naturaleza humana es competitiva... además de traicionera, malvada, sádica... en fin. Incontables adjetivos, y ninguno bonito. Por poder se le pueden echar flores, pero no harían mas que decorar la auténtica naturaleza humana, la cruel y despiadada humanidad. El seguía en sus trece, quería ser pizzero, propósito poco ambicioso... que se mezclaba con la naturaleza humana y se convertían en un "EL mejor" y terminaba por "del mundo".
Por otro lado, coincidía con el peliblanco en lo de ser kage. Era algo que se les venía grande, o aburrido, o cansado... a saber. Al menos al albino, no se le pasaba siquiera por la cabeza semejante situación. Era algo absurdo.
No tardó en mirar de reojo al albino, y confesar algo que muchos podrían considerar deshonroso. Estaba regido bajo sus propias leyes, y si veía que su superior actuaba de mala manera, no pensaba dar su vida por él o ella. Algo bastante destacable en el frecuente rebaño de ovejas llamadas shinobis. Si señor, éste chico era curioso.
—Te entiendo perfectamente... servir a alguien que no merece tener tu vida entre manos es de ovejas. Creo que aún no soy uno de esos lanosos animales, así que mi decisión sería como la tuya.— Confesó de igual manera, aunque con una chistosa manera de ver el asunto.
En parte, le había sorprendido los ánimos que había tomado el chico con tan poca cosa, para el albino no había sido mas que una charla sin sentido... bueno, no del todo. Había logrado sacarle algunos datos curiosos.
—Seríamos grandes amigos de haber nacido en la misma aldea, realmente me caes bien, Pino.— Mintió de buena manera. —Aunque igual, las distancias no separan por siempre. Algún día me dejarás probar esa pizza que se convertirá en la mejor del mundo, ¿no?—
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Aunque Blame y Daruu compartían, en cierta manera, un argumentario, las palabras que salían de Blame lo hacían siempre de manera más tosca, más oscura, como si muy dentro de él hubiera algo muy profundo y muy malo. Era una sensación que le removía algo en el estómago, y aunque Daruu no lo supiera, emanaba de su acompañante. Él lo achacó internamente a que seguía teniendo hambre. De más pizza.
Tras opinar que servir a alguien que no merece tener tu vida entre manos es de ovejas, Blame dijo que si hubieran nacido en la misma aldea, serían grandes amigos. Le dijo a Daruu que le caía muy bien. Daruu sonrió.
—Gracias, supongo —dijo.
Blame preguntó que si algún día Daruu le dejaría probar de su pizza, la que se convertiría, algún día, en la mejor del mundo.
—Por supuesto —dijo el chico—. ¿De qué sirve ser el mejor pizzero del mundo? ¿Dinero, fama? Sólo quiero tener el dinero suficiente para vivir. Reconozco que si la fama viene de que mi pizza está de muerte, me gustaría tenerla.
Suspiró, y fijó su mirada en la torre de madera.
—Pero en el fondo no es la fama. Es la cara de la gente cuando la pruebe. Es hacer disfrutar a los demás, hacer que se sientan bien. Que una pareja venga a tu local, pruebe tu comida y ambos salgan sonriendo, cogidos de la mano. Que un jonin pierda a un buen amigo en la guerra y varios días después otros amigos le inviten a pizza para consolarlo, y que ese grupo de ninjas salga riéndose y con la pena desahogada.
»Sentir que un pedacito de sabor puede hacer que en el mundo no sólo hay cosas malas.
El de cabellera color azabache agradeció el cumplido, si es que realmente se trataba de un cumplido; su manera tampoco fue la mas propicia o correcta quizás, pero a caballo regalado no le mires los dientes. El albino tampoco esperaba una respuesta locuaz, o un profundo agrado, a él le venía sin igual. Mostró de nuevo su sonrisa en respuesta, respuesta que no merecía ni palabras... ¿Qué mas decir?
Tras comentarle que deseaba en algún momento probar esa pizza que llegaría a convertirse en la mejor del mundo, Pino confirmó que sin duda podía. Así mismo, comenzó a labrar un poco mas el porqué de su afán hacia ese oficio.
A Pino no ole movía supuestamente ninguna avaricia salvo la de conseguir renombre en su pizza, y que ésta no fuese un mero útil de fama, si no que se convirtiese en un signo de paz. Según entendía el albino, Pino buscaba que todos confundiesen su sabor a una amarga sensación de bienestar, un falso sentimiento de paz. La idea sin duda no era mala, una de las mas macabras y tergiversadas que jamás hubiese escuchado. Tergiversada por él mismo, pero eso no viene a cuento...
Un dato concluyó su monologo, afirmó en últimas palabras que su mayor logro sería sentir que un sabor fuese capaz de negar que en el mundo solo habían cosas malas. Ésto si que llamó la atención del albino, aunque no de manera efusiva.
«Vaya. Hay gente que aún no ha escarmentado. Ingenuos... ya sentirán y verán con sus propios ojos la realidad, cuando les golpee y sientan que su vida no tiene sentido.»
El albino dejó escapar sin querer un suspiro. Casi lo hizo de manera instintiva, acorde a su pensamiento.
—Cada cual tiene su perspectiva, así como sus objetivos... Para mi, darle ese color al mundo no tiene sentido. Las cosas son como son, busco otras ambiciones.— Contestó con desdén.
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Blame, a su lado, suspiró como si le diera pereza escuchar las palabras de Daruu. Éste, que se dio cuenta, arqueó una ceja y giró la vista hacia él, sorprendido por la reacción de rechazo e interesado por lo que tenía que añadir.
El albino dijo que cada uno tiene su perspectiva, así como sus objetivos. Para él, darle ese color al mundo no tenía sentido. Las cosas eran como eran. Él buscaba otras ambiciones.
Lo dijo como si le estuviesen escupiendo a la cara. El chaval simpático que le había ofrecido pizza ya no existía. El ambiente se había vuelto cargado, y a Daruu le pasó un escalofrío por la columna. Se reincorporó un poco, ya no recostado sino sentado. No hostil, pero tampoco en camaradería. No echado hacia atrás, sino echado hacia adelante, por si tenía que levantarse para escapar, o por si tenía que levantarse para pelear.
Y entre todo el mar de mala espina y presentimientos negativos rompió una ola de molestia para quien acababa de despreciar su voluntad de ayudar a los demás.
—¿Y qué ambiciones buscas tú en ese mundo gris que te pintas? —casi escupió él también.
Frente a él, su antagonista quedó en silencio al ser contestado. Quizás mas que contestado, callado con una respuesta que seguramente estaba fuera de sus expectativas. Lógicamente, ésta respuesta estaba fuera de lugar para cualquier persona civilizada. No todo había de ser malo, tan nefasto no podía ser la realidad... ¿o sí?
Sin tapujo alguno, el chico dejó su posición anterior, casi como un gato con el pelo erizado. Sin embargo, el Senju no mostró cambio alguno en su actitud. Estaba incluso mas calmado, con una impertinente sonrisa aún entre labios. Su antagonista no tardó en preguntar cual era su ambición en un mundo sin color.
—Es sencillo.— Contestó el peliblanco. —Mi objetivo es encontrar la auténtica causa del problema, de lo que nos hace vivir en agonía y contante hostilidad, y eliminarlo. Lo que vendría a ser que busco una paz global, y que no sea un mero espejismo... no busco tapar la realidad, si no cambiarla.—
Lejos de estar dando a entender que el objetivo de Pino era una mera ilusión de la realidad, que pretendía asconder la verdad, el chico expuso su objetivo de manera objetiva. No era buena idea que pensaba matar hasta al último humano... como persona que era, quizás se disgustase con esas palabras.
Ante todo, su sonrisa permanecía imperturbable.
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Blame mantenía aquella sonrisa que le ponía los pelos de punta a Daruu sin saber por qué. El albino contestó a su pregunta: su objetivo era encontrar la auténtica causa del problema, de lo que hacía vivir a la humanidad en agonía y constante hostilidad, y eliminar dicho problema. Buscaba encontrar una paz global, que, según él, no fuera un mero espejismo.
Daruu se levantó, movido quizás por una sensación de extraña incomodidad que no parecía venir de ningún sitio. Pateó una pequeña piedra, que describió una curiosa parábola en el aire hasta chocar con la torre de madera, como desafiándola a que se cayera. Pero no se cayó.
— La paz nunca es un espejismo, Blame —dijo Daruu, observando a la torre, muy serio—. Es un poco inmaduro pensar que 100 años de paz, toda una generación de vida tranquila, no es una paz real. La tranquilidad de una familia. La tranquilidad de saber que tus familiares estarán bien, ¿es eso un espejismo? Por mucho que, de aquí diez años, haya un conflicto o no. Sólo podemos trabajar para que no lo haya.
Se giró hacia Blame y se metió las manos en los bolsillos. Cerró los ojos y suspiró con la pesadumbrez de una montaña que jamás podría moverse y ver el resto del mundo.
— Si quisieras acabar con la guerra, tendrías que acabar con el ser humano. Es algo inherente a nosotros. Y ni siquiera a nosotros. Otros animales también guerrean por sus cosas.
Pino pareció desalentado por la respuesta del albino, quizás inquieto. Su seriedad se hizo notoria cuando empezó a hablar. Para él, la paz no era un espejismo. Su pensar le decía que si habían días de paz, ya era paz, no había porqué darle vueltas al asunto, había que buscar la manera de prolongarla y disfrutarla. Al menos eso entendió el Senju a partir de las palabras de su interlocutor.
Habiéndose levantado incluso para expresarse, terminó por darse la vuelta para concluir su argumentación. Sus palabras no quedaron muy lejos de la mentalidad del albino. Si hasta él mismo lo había deducido... ¿Por qué le daba la espalda a la realidad? Solo hay una respuesta a ello. Los humanos solo ven lo que quieren ver...
—La diferencia entre los humanos y los animales es que nosotros causamos daño o guerreamos por simple placer... mientras que ellos lo hacen por defenderse, o por necesidad de alimento.—
Sus palabras dejaban caer en entendimiento su mentalidad, aunque quizás la suavizaban un poco. Los animales al menos tenían excusa, no como las personas.
Terminó por sentarse y cruzar las piernas, clavó su codo diestro cobra la rodilla del mismo hemisferio, y dejó caer la cabeza hacia el mismo lado, apoyada sobre su mano. Sus ojos sin embargo no dejaron de seguir al señor Pino, para nada había dejado de prestarle atención en ésta charla tan curiosa.
—Lo que si que he olvidado ha sido un par de latas mas de refresco... la pizza a palo seco cuesta un poco...—
Sin venir a cuento, el chico cambió el sentido del dialogo. Sentido tenía quizás, puesto que Pino se denotaba bastante mas serio que hacía un rato. Quizás hablar de pizza le subiese el ánimo... aunque pensándolo bien, ¿Para que quería caerle bien? En fin... tarde para rectificar.
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—La diferencia entre los humanos y los animales es que nosotros causamos daño o guerreamos por simple placer... mientras que ellos lo hacen por defenderse, o por necesidad de alimento. —replicó Blame. Después, se sentó y cruzó las piernas, adoptando una pose de perezoso. Sus ojos, sin embargo, seguían clavados en Daruu.
El moreno resopló con más desprecio del que había pretendido demostrar exteriormente y se cruzó de brazos, atónito a lo que estaba escuchando.
—El pecado más grande del ser humano es pensar que es único, diferente y con un propósito mayor que el resto de animales, shinobi de Kusagakure —espetó, sin más. ¿Cómo podía ser tan ciego?
—Cuánto se perdió en la guerra del clan del oeste —solía repetir Seremaru cuando se quedaba dormido. Cuando Daruu le preguntaba, no quería recordar mucho al respecto, pero por lo visto había sido una guerra entre los Clanes de los lobos de las Llanuras Heladas y el Clan Traidor del oeste, hacía mucho tiempo. Seremaru había perdido a todos sus hijos en aquellas batallas.
Y eran lobos, no humanos. Ni siquiera habían firmado pacto con los humanos por aquella época.
—Lo que si que he olvidado ha sido un par de latas mas de refresco... la pizza a palo seco cuesta un poco...
—Meh. Creo que debería irme —contestó Daruu.
Quizás el comentario de Blame había llegado a tocar la fibra sensible del shinobi que tenía en frente, pues éste al contestarle ni tan siquiera se dignó a llamarlo por su nombre. Dando por descartado que fuese cosa de la singularidad de su nombre, anteriormente lo había pronunciado, denotaba un claro desprecio, o acentuación hacia su seriedad.
«Si supieses la verdad...»
Pero la verdad llega con el tiempo. Dos semanas, un mes, diez años, tres décadas... daba igual. En algún momento se daría cuenta de la verdad con la que Blame combatía día a día. En algún momento debería afrontarla, pero al igual que el resto, se negaba a aceptarlo.
Blame acentuó mas su sonrisa, y se abstuvo de comentar lo que verdaderamente pensaba. Tan solo habría conseguido un conflicto con un shonobi de una aldea aliada, eso no era bueno... o al menos no en la forma que obviamente iba a acabar; con la muerte de uno de los dos.
Habiendo intentado suavizar la situación, el de cabellera color azabache dejó clara su decisión.
— Meh. Creo que debería irme —
El albino aprovechó el momento para levantarse. Guardó las manos en los bolsillos, y conservó su calma y su sonrisa. Nada parecía capaz de perturbarlo.
—Bueno, como desees, Pino. Todo un placer haberte conocido...— Contestó.
No tenía intención alguna de retenerlo, si quería irse era libre. Por otro lado... podía matarlo ahí y ahora. ¿Pero de qué serviría? Salvarlo sin que se diese cuenta de la verdad era algo demasiado trivial. Prefería que él mismo se diese cuenta, ya después lo salvaría. Primero había de sufrir un poco.
—Yo continuo entonces con mi dibujo.—
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Cuando Daruu anunció su despedida, Blame se levantó, guardó las manos en los bolsillos y esgrimió de nuevo aquella sonrisilla que, sin saber por qué, le ponía los pelos de punta. A Daruu le recorrió un escalofrío, pero se forzó a sonreír.
—Bueno, como desees, Pino. Todo un placer haberte conocido... —contestó Blame— [color=mediumorchid]Yo continúo entonces con mi dibujo.
—Suerte con el dibujo de la torre, pues —dijo Daruu—. Y que no se te caiga encima, claro. —Se permitió una licencia para bromear, pero la verdad es que hacía tiempo que no estaba a gusto con el desconocido de Kusagakure.
De modo que dio unos cuantos pasos hacia atrás, vacilantes, y se dio la vuelta alejándose de un salto. De la rama del árbol a la que se había subido, dio un par de saltos más, y pronto estaba emprendiendo el camino de vuelta hacia Amegakure.
—Cachorro —escuchó una voz por el flanco derecho, y casi tuvo que contener la respiración para no caer al suelo.
—¿Seremaru? ¿Qué haces tú aquí?
—Eso no importa. Pero ten cuidado con ese muchacho. Huele a problemas.
—¿¡Me has estado vigilando!?
En los labios de Seremaru se esbozó lo más parecido a una sonrisa que puede gesticular un lobo, y al segundo siguiente, el animal había desaparecido.
Daruu resopló de ira, y continuó su camino.
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