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A veces, la vida para alguien como yo puede resultar un tanto difícil. No es fácil conseguir alimento, cuando solo puedes alimentarte de sangre. Por suerte para mi madre y para mí, la Arashikage nos facilita la obtención de bolsitas de sangre de los amables donantes. No es solo cuestión de amabilidad, por supuesto, es más bien una cuestión de prevención, creen que si nos facilitan la sangre, no tendremos que cogerla de otros seres vivos, mordiéndoles o matándoles. Así que, una vez a la semana, tocaba viajar hacia el hospital a recoger la comida. Lo más normal del mundo, como ir al mercado.
Y ese era el día de ir a recogerla. Y como no, le tocaba pringar al de siempre. En fin, cierto es que mis padres estaban trabajando y el único que podía acercarse a por la comida era yo. Y claro, como mi padre si come cualquier cosa, también me había dado dinero para que me pasara a la carnicería a por unos filetes. La verdad es que no entiendo muy bien cómo puede comerse esas cosas, un día lo intente, y no solo me hizo vomitar, como el resto de la comida "normal", si no que además su sabor era espantoso. Cabe destacar que mi padre se pasó una semana riéndose.
El caso que es volvía hacia mi casa, cargado con una nevera que llevaba el símbolo del hospital, donde se conservaba la sangre que más tarde me serviría como alimento, y una bolsa de filetes y algunas verduras que había comprado para mi padre. Añadí las verduras porque al parecer, son sanas para la gente "normal", y mi padre ya esta mayor el hombre, por lo que necesita cuidarse.
Volvía a casa por la misma calle de siempre, y como era costumbre en aquel lugar, la gente me miraba con cara de asco o repulsión. Vamos, lo típico de siempre, la gente del lugar ya me conocía y sabían de sobra lo que yo transportaba. También se podían ver algunas caras de miedo, y e incluso, en raras ocasiones, caras de admiración, aunque yo más bien lo llamaría curiosidad morbosa.
Ese día no era diferente a los demás. Al menos no hasta que apareció aquella chica de mi edad, con los cabellos dorados y los ojos azules.
— Oye, tu eres Reiji, verdad? El Vampiro
— Reiji soy yo, pero no crees que un poco maleducado llamarme vampiro?
— Escucha, solo quiero probar lo que se siente cuando se beben tu sangre, muérdeme
Suspire. No es que aquello fuera raro, todo lo contrario, era parte de mi día a día. Lo raro fue lo que sucedió cuando le di mi respuesta.
— Puaj!, pero que asco ¿Tú estás loca? ¿De verdad piensas que voy a morderte? Lo único que conseguirás es que te vomite encima
La chica, sin mediar palabra, me dio una bofetada y salió balbuceando algo en voz baja y entre lágrimas. Por desgracia para mi aun no dominaba la técnica esa de mama que me hacía evitar golpes como aquel. Aunque tal vez hubiese sido peor.
— Nunca entenderé a las mujeres…— Volví a suspirar acariciándome la mejilla que había recibido el golpe.
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Un día tan lluvioso como cualquier otro, desde luego. La cortina de agua caía a plomo sobre la ciudad de Amegakure, pero aquel persistente contratiempo no parecía aguar los ánimos de sus ciudadanos. Después de nacer bajo ella, la lluvia era para ellos tan normal como un día soleado para cualquier extranjero. Casi se podrían considerar anfibios al considerarla su madre, pero Ayame iba a un paso por delante del resto.
—¡Noooo! ¡Me van a matar! ¡Me van a matar! —gimoteaba, tratando de cubrirse la cabeza con los brazos pese a que ya estaba calada hasta los huesos. Ni siquiera era consciente de que la gente a su alrededor, todos ellos cubiertos con paraguas, se paraban a su paso y dejaban escapar risillas entre dientes.
No se había dado cuenta de que había salido de casa sin paraguas hasta que se había alejado varias manzanas de su hogar. Ahora corría de vuelta, aunque en su mente estaba clavada la imagen del rostro furibundo de su padre cuando la viera llegar de aquella manera. Podría parecer una reacción exagerada...
Si no fuera porque no era la primera vez que le pasaba.
Giró una esquina, y fue entonces cuando escuchó un restallido que le hizo detenerse en seco. Una muchacha de cabellos dorados y ojos cristalinos pasó furibunda junto a ella. Balbuceaba palabras ininteligibles, y Ayame llegó a atisbar un destello húmedo en sus ojos.
«¿Qué le ocurre?» Ayame se estremeció ligeramente al percibir su ira, pero enseguida pudo hacerse una idea al respecto.
Frente a ella, un muchacho se frotaba la mejilla con gesto dolorido. Sus largos cabellos, oscuros como el carbón, caían sobre su espalda como una auténtica catarata. Vestía con ropajes más oscuros aún.
«Oh, no...»
Ayame retrocedió un paso, temblorosa. En un gesto instintivo se llevó una mano al cuello. Aquel chico había ido con ella a la academia; y, aunque no había entablado nunca conversación alguna con él, conocía a la perfección los rumores que le rodeaban.
"El vampiro".
¿Habría intentado morder a aquella chica? ¿Y si lo intentaba ahora con ella?
Palideció de tan sólo imaginarlo.
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La muchacha escapo desconsolada con lagrimas en los ojos a sabiendas de que no pensaba en morderle el cuello y satisfacer una de sus fantasías. Pero de verdad era necesaria la bofetada? Eso había dolido, y yo no había hecho nada malo. Y considerar que decirle que no a alguien es algo malo, es un poco de niño pijo de uzushiogakure. A esos nunca les dicen que no, y si les dices que no, te empiezan a lanzar billetes cual shurikens ¡Como si pudieras comprarlo todo con dinero!
Volviendo a la escena que me acontecía en aquellos momentos, no pude no posar mi mirada sobre la otra chica que acababa de aparecer en escena, y que se había quedado clavada en el sitio mientas la otra escapaba cual gallina de corral. Se trataba nada mas y nada menos que de... ¿Ayame? ¿Se llamaba así? la verdad es que no tenia ninguna relación con aquella chica, y no es que no me acordara de su nombre, es que nunca había entablado una conversación con ella que incluyera palabras con mas de una silaba.
Lo poco que conocía de ella eran dos cosas: La primera, es que se trataba de una compañera de clase, al parecer se metían con ella mucho, gracias a eso y al miedo que me tenían algunos, los abusones pasaron de mi: Lo segundo, y la razón por la cual muchos se metían con ella, o la evitaban, y también la razón que hacia que mi popularidad como criatura mitológica o ser de leyenda descendiera, era que ella tenia encerrado en su interior a una de esas bestias con colas que los antiguos kages intentaron matar.
Aunque en aquellos momentos, mucha pinta de ser monstruoso no tenia, mas bien de cachorrito asustao. Y seguramente había venido hacia donde yo estaba por la misma razón que la rubia, y seguro que al cruzarsela sus esperanzas habían disminuido y por esa razón estaba así. En fin, esperaba que esa vez, no volvieran a pegarme un bofetón.
—Mira... yo lo siento mucho, vale? pero paso de morderte, es repugnante y repulsivo, es muy muy asqueroso, y lo único que conseguiríamos es que yo te vomitara en cima, comprendes?
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Él no tardó en reparar en su presencia, y Ayame, pálida como la cera, volvió a retroceder un paso. Los ojos del vampiro, rojos como la misma sangre de la que se alimentaba, estaban clavados en ella.
«¿Qué está pensando...? No irá a abalanzarse sobre mí para matarme, ¿no? A lo peor me considera una especie de testigo de una presa perdida...» Se echó a temblar, y tragó saliva con esfuerzo.
Ya estaba barajando las posibilidades de huida cuando él tomo abrió los labios, y la muchacha no pudo evitar buscar un atisbo de los colmillos sobresaliendo entre estos. Sin embargo, se limitó a dirigirle unas palabras. Unas inofensivas palabras que cayeron sobre la muchacha como un mazazo.
—¿Qué...? Oh. ¿En serio? —balbuceaba, totalmente confundida ante lo inesperado de la situación. Al contrario de lo que podría haber imaginado siquiera, el vampiro se rehuía a morderla. Es más, no parecía albergar ninguna actitud hostil hacia ella. Ayame exhaló un profundo suspiro y, con las piernas aún temblorosas, se dejó apoyar en un poste cercano—. Ay... menos mal... Creía que este era mi final...
Pero entonces alzó la mirada hacia él, profundamente extrañada.
—Pero entonces... Esa chica... ¿No era una presa que había conseguido escapar de tus colmillos?
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—En serio, yo no muerdo — dije mientras dejaba la nevera en el suelo, y me agachaba para abrirla —No mucho —Abrí la nevera del hospital cargada con bolsitas de sangre de los donantes anónimos y e hice hueco para la bolsa con la carne y las verduras mientras rebuscaba mi almuerzo, que no era una rubia asustadiza —Tu final? no te graduaste como shinobi? voy desarmado y con las dos manos ocupadas, mucha pinta de hostil no tengo, como no te zurre con la bolsa de carne...
Seguí rebuscando entre las bolsas de sangre una en concreto. No podía tener ningún alimento favorito, por que no podía comer otra cosa que no fuera sangre, pero si podía tener un tipo de sangre favorita. Oh, la dulce O negativa. Rara entre las raras, pero dulce entre las dulces. Siempre había una o dos bolsistas en la comida semanal, y siempre volaban, no por que nadie me las quitara, todo lo contrario, volaban para que nadie me las quitaba. Y yo era el mago que las hacia desaparecer. Y sin recitar conjuro o palabra mágica alguna.
—Delicioso...
Dije cuando al fin pude hallar mi moneda de oro entre todas aquellas de bronce, extraje la bolsita, y cerré la nevera con la carne dentro, luego, con un diestro bocado, arranque el tapón que me impedía acceder a mi premio, y bebí sangre como si de un zumo se tratara. Por que así era como se bebía, y no ensuciandola con las bacterias del cuello. Un pequeño gemido de placer salio de mi garganta tras el primer sorbo, pero no pude evitar reír al escuchar la pregunta de la chica a la que había ignorado mientras buscaba la sangre.
—No, ella a venido por su propia cuenta a pedirme que la muerda, y le he dicho lo mismo que a ti, aun no entiendo por que me ha pegado... odio a la gente que no sabe aceptar un no por respuesta
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Reiji insistía una y otra vez en que él no mordía, pero algo en aquella afirmación no terminaba de calmarla. Quizás había sido el añadido que había hecho: "no mucho"; o quizás era el hecho de que se había acuclillado sobre el suelo y rebuscaba algo con ahínco. Ayame, inquieta, no podía apartar la mirada de él al tiempo que cambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a otra.
—S... sí, claro que me he graduado. Era una manera de hablar —balbuceó, con un hilo de voz, sin quitarle el ojo de encima al movimiento de sus manos. ¿Qué demonios estaba buscando? ¿Algún utensilio para sacarle la sangre y poder devorarla, o algo así? Sin embargo, Reiji mantenía aquella actitud cordial hacia ella, y finalmente consiguió arrancarle una trémula sonrisa cuando afirmó que no podría atacarla si no fuera con la bolsa de la carne—. Bueno, cualquier objeto en las armas adecuadas puede ser un peligroso arma —no podía decirle que lo que ella esperaba era terminar viendo los colmillos retráctiles de un vampiro asomar por sus labios. Simplemente no podía.
Y al fin, el pequeño vampiro pareció encontrar lo que parecía estar buscando con tanto ahínco. Y no era precisamente algo que Ayame hubiese estado esperando. El mundo comenzó a girar a su alrededor a toda velocidad cuando le vio sacar una pequeña bolsa de forma ovalada y completamente transparente que dejaba a la vista un líquido denso de color rojo intenso.
«No puede ser... Me está tomando el pelo...» Ni siquiera necesitaba alcanzar a leer la etiqueta que llevaba pegada, su padre era médico y Ayame había visto aquel tipo de bolsas muchas veces.
Reiji tenía que estar bromeando. Aquel líquido no podía ser sangre; y, aún en el caso de que lo fuera y el chico la necesitara por cualquier razón, no podían ser ciertos los rumores que circulaban sobre él...
Pero totalmente ajeno a su horror, Reiji arrancó el tapón de la bolsa de un fiero bocado y se la llevó a la boca... para comenzar a beber de ella con gran avidez.
«No es verdad... Se está riendo de mí... Eso debe de ser zumo de tomate o algo así, ¡sí, eso es! Tiene que ser eso...» Se repetía una y otra vez, como un interminable mantra. Aún tardó un poco en sentir el tacto áspero del asfalto bajo las palmas de sus manos. ¿Cuándo se había caído al suelo? ¿Y por qué su cuerpo temblaba de aquella manera?
Tan sorprendida estaba, tan asustada, que ni siquiera escuchó las siguientes explicaciones de su interlocutor.
—E... eres un vampiro... de verdad...
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Aunque la broma de la bolsa de carne pareció hacerle gracia, después dijo algo un tanto difícil de entender, algo así como que si ponías un objeto en un arma adecuada podía ser un arma peligrosa. Acaso una Katana sin un filete sobre ella no era peligrosa? o acaso ella aun estaba asustada y no le salían las palabras? Tampoco le di mucha importancia a aquella frase tan rara, era un chica y yo nunca llegue a entenderlas, así que simplemente asentí dándole la razón, por si acaso.
Por si eso fuera poco cuando termine de buscar la comida, y me gire para encarar a mi interlocutora, esta se había sentado sobre el frío y mojado suelo. Lo mas lógico, por cansado o cansada que estuvieras, hubiese sido encontrar un banco a cubierto de la lluvia, un lugar seco donde apoyar tu trasero. Pero en fin, como he comentado antes no llegaba a comprender la naturaleza de las mujeres, y si a ellas les gustaba sentarse en el suelo en mitad de la calle, no iba a ser yo quien les dijera que no.
—Supongo que si beber sangre es cosa de vampiros, debo ser uno —Conteste a la pregunta que parecía haber formulado temerosa de que le respondiera algo raro o de que le lanzara la bolsa de sangre a la cara, después volví a pegar un trago —También puedo transformarme en murciélago y en lobo, y como ves duermo durante el día, por que el sol me quema, aunque bueno, aquí nunca sale el sol —Respondí entre risas, la verdad es que todo aquel cuento llegaba a hacerme reír de vez en cuando.
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Off: Uy, menuda ida de olla con la frase XDDDD
Ayame tragó saliva con esfuerzo. A Reiji no parecía afectarle de ninguna manera que la gente tuviera de él la imagen de un vampiro por aquella extraña costumbre alimenticia suya. Más bien al contrario, casi parecía hacerle gracia.
—Bueno, transformarse en animal no es muy difícil, aunque yo aún no he conseguido dominar ese Ninjutsu; pero... ¿en serio duermes durante el día? ¿Y qué haces aquí ahora? —preguntó, con un hilo de voz.
Realmente, ya no sabía hasta qué punto era verdad lo que le estaba contando Reiji. Le estaba viendo beber sangre, aquello sí era verdad, ¿pero realmente podría transformarse en lobo o murciélago, más allá de una simple técnica de transformación? ¿Realmente dormía durante el día? ¿Su cama sería un ataúd? ¿El ajo sería mortal para él?
Aún titubeante, la muchacha se reincorporó, temblorosa. Se veía incapaz de apartar la mirada de aquella bolsa de plástico que contenía sangre humana y de la que Reiji no dejaba de beber. Se le revolvía el estómago, era... era...
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Por dios... pensaba que había cargado la frase con las suficientes balas de ironía antes de dispararla y sin embargo no tuve mas remedio que llevarme la mano libre a la cara en un ligero golpecillo. Si de verdad se había tragado eso, no quería saber la imagen que tenia de mi en su mente, con todas esas leyendas que había dispersas. Una de ellas al menos era cierta, no podía comer ajo, pero es que no podía comer nada.
—Era ironía...no duermo de noche, si no como es que íbamos a la misma clase?
Ninjutsu. Que graciosa. Lo que el había heredado de manera un tanto forzosa por parte de su padre, el la habilidad para transformarse en casi cualquier animal de la faz de la tierra. Por su puesto, entre ellos, el murciélago y el lobo.
—Ninjutsu, eh? así que conoces a mucha gente, que puede transformarse en animal, no?
Termine de un trago la sangre que me faltaba, y enceste la bolsista vacía en una papelera cercana. Una mala costumbre, aunque solía acertar, a veces falla, y me tocaba ir a recogerla. Pero es que me daba mas pereza ir hasta la papelera para depositar la bolsita como una persona normal y corriente. Pero soy una persona normal y corriente, que conste.
Hecho esto, iba a revelarle a alguien una de sus pequeñas habilidades, pero ella había despertado sus ganas con su inocencia. En otras circunstancias, me hubiese dado pereza hacerlo. Allí mismo, delante de sus narices, empece a mutar en un pequeño, pero sobretodo adorable, murciélago. No había humo ni nada por el estilo, como el ninjutsu, se podía ver perfectamente como mi cuerpo mutaba y se hacia mas pequeño hasta adquirir la forma del animal deseado. Volé un poco al rededor de la neverita con la sangre, y luego me pose sobre esta.
—Bueno, si no es muy difícil transformarse en animal, explícame, por que no veo un montón de ninjas viajar en forma de ave o murciélago?
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Su inocencia le había vuelto a jugar una mala pasada, y Ayame se ruborizó visiblemente cuando se dio cuenta de ello.
—Pero... has vuelto a decir que no duermes por la noche... —replicó, aunque enseguida sacudió la cabeza restándole importancia al asunto. Parecía que, dentro de lo que cabía y aparte de beber sangre como los vampiros, Reiji era un muchacho normal y corriente. Y por un momento se sintió avergonzada de haber sentido aquel irracional miedo hacia él.
Al shinobi pareció hacerle gracia su suposición acerca de las técnicas de transformación, y la muchacha torció el gesto ligeramente.
—Bueno, en realidad nunca he visto a nadie hacerlo. Pero se supone que es una de las técnicas más básicas, aunque yo aún no sé realizarla... —admitió, rascándose suavemente la mejilla con el dedo índice.
Tosió ligeramente, y cuando Reiji terminó con su bolsa de sangre recordó súbitamente que hacía demasiado tiempo que no bebía y que el quemazón en la garganta se estaba volviendo insoportable. Casi con ansia, la muchacha desenganchó la cantimplora que llevaba a la altura de los riñones y se la llevó a los labios con cierta avidez. Casi se atragantó en el momento que vio cómo su acompañante se transformaba súbitamente. Lo extraño de aquella trasmutación es que no era como las tradicionales, envueltas en una ligera de humo. En su lugar, el cuerpo del muchacho se transfiguró paulatinamente, encogiéndose de tamaño y cambiando su forma para adoptar la forma de un pequeño murciélago que aleteaba en el aire antes de posarse sobre la neverita.
Ayame, que se había quedado boquiabierta ante el espectáculo, tardó unos segundos en responder a la pregunta formulada.
—P... porque... aunque te transformes en un animal no adquieres su características... Por eso lo más habitual es transformarse en un objeto inanimado o en otra persona... —balbuceó, con los ojos aún abiertos como platos—. ¿Cómo lo has hecho? ¡Eso no es un simple henge!
Volvió a enganchar la cantimplora en su lugar, pero no apartaba la mirada del murciélago-Reiji.
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— Ah! pero nadie hablo de Henge en ningún momento, yo dije que podría transformarme en murciélago y en lobo
Sonreí, si es que a lo que podía hacer con la boquita de murciélago se le podía llamar así. No era para menos la sorpresa de mi acompañante, aunque yo lo viera lo mas normal del mundo. Cabe destacar que sufrí los mismos síntomas que Ayame cuando mi padre lo hizo por primera vez. Y la verdad es que le estaba mintiendo en ciertos aspectos, no podía transformarme en murciélago y lobo, si no en el animal que tuviese en gana.
—Puedo, por que esa es mi herencia genética, lo malo que esto tiene en comparación con el Henge es que no puedo transformarme en un jarrón, pero mira el lado bueno, nadie vendrá a romperme para ver si hay algo dentro
Por si acaso, baje al suelo desde la nevera mientras adquirí la forma de un lobo del tamaño de un perro grande, con el pelaje tan negro como mi cabello y me acerque a la muchacha con cuidado, tampoco pretendía asustarla, claro. Y no sabia muy bien como moverme hacia alguien de forma no amenazante y a la vez en forma de lobo. Pero bueno, lo intente, aunque claro, mientras hablaba se veían las enormes fauces del animal. Todo un contraste entre palabras bonitas y unos dientes que podían arrancarte un brazo.
—Por si no te lo terminas de creer, por que no acaricias mi pelo de lobo mojado?
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«No es una técnica normal y corriente» Reparó Ayame, con una exclamación ahogada. Tampoco le había visto hacer sellos, por lo que podía suponer que se trataba de algo especial como su habilidad de hidratación. ¿Pero cómo demonios lo hacía?
Lobos y murciélagos, Reiji podía transformarse en ellos como si de un ser sobrenatural sacado de las más oscuras pesadillas se tratara. Y eso, sumado al hecho de que sólo bebía sangre, no decía mucho a su favor si trataba de hacerle ver a alguien que no era de verdad un vampiro como el de las historias, que era un simple muchacho normal e inofensivo. No era de extrañar que muchas chicas, perdidas en aquellas extrañas ensoñaciones sacadas de películas de dificultosa credibilidad, se murieran porque Reiji les mordiera el cuello para ver su sueño cumplido de convertirse en "vampiresas".
—Bueno, nada te impide dominar también el Henge no Jutsu —respondió, con una conciliadora sonrisa. Ni siquiera se había dado cuenta de que la gente se había parado a su alrededor, extrañada de verla hablar con un murciélago, hasta que Reiji adoptó la forma de un lobo de oscuro pelaje y un agudo alarido de mujer hendió el aire.
—¡Apártate de ahí, muchacha! —Ayame ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, un hombre la había tomado del hombro bruscamente y la apartó del cánido en el que se había convertido el shinobi de Amegakure.
—¡No, espere! Él...
Pero no parecía escucharla. El hombre se había interpuesto entre ambos con un palo de madera sujeto entre sus manos de manera amenazadora. Debía de haber salido de una tienda cercana, pero no fue el único que acudió a defender a los ciudadanos.
A su alrededor comenzaban a congregarse varios hombres más, todos ellos armados de diferentes formas: barras de hierro, garrotes, horcas... hubo alguno que incluso se veía dispuesto a pelear con sus puños desnudos.
—¿De dónde demonios ha salido este lobo?
—¡Da igual de donde salga! ¡Tenemos que proteger la aldea!
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—La falta de interés, eso me lo impide
Básicamente, con toda una enciclopedia de animales de lo mas realista en los que podía transformarme ¿por que iba a esforzarme para aprender el Henge? Puede que en un futuro, o en algún lugar, no pudiera utilizar mis formas animales, pero mientras no llegara ese día, no pensaba mostrar ni una pizca de interés en aquel jutsu de transformación tan poco avanzado.
Pero mi conversación con la muchacha se vio interrumpida por una voz masculina. Tras su grito, la gente había empezado a arremolinarse al rededor de mi armados con palos de hierro, escobas y todo tipo de utensilios que encontraban a mano. Había olvidado por completo que un lobo, en mitad de una aldea, podía ser algo muy raro y que la gente podía pensar lo que estaban pensando esas personas en ese mismo instante.
—Vamos Vamos, dejad de apuntarme con esas cosas ¡Se hacer trucos! mira —Aun en mi situación, me atreví a bromear con ellos, y me tumbe en el suelo boca arriba — Se hacerme el muerto, y también se dar la patita ¿Queréis que os de la patita?¿No?¿Nadie?
Esperaba sinceramente que no me apalearan todavía. Un lobo que hablaba no podía ser un lobo normal y corriente ¿No? Al menos esperaba que pensaran eso de mí. Al menos mientras trazaba alguna excusa de por que había un lobo en mitad de la ciudad que sabia hablar como si fuera humano. Igual no tardaban en discernir que se trataba de algun shinobi transformado, pero si las moscas...
—Venga va, dejad esas armas, que soy un Lobo ninja, que me ha invocado esa joven — Dije mientras apuntaba con mi zarpa a la muchacha.
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Lejos de verse intimidado por la multitud que le rodeaba, lejos de tratar de mejorar la situación para no terminar molido hasta los huesos, Reiji (aún en su forma lobuna) se tumbó boca arriba en el suelo y se atrevió a bromear con los asustados ciudadanos, que retrocedieron entre exclamaciones ahogadas.
—¡Puede hablar!
—¿Pero cómo es posible?
—¡Es un monstruo!
—Esperad... —trataba de hacerse oír Ayame, pero su débil voz no era capaz de atravesar la barrera de miedo y sorpresa de los civiles.
Pero aquellas personas poco podían sospechar que aquel lobo no era más que un shinobi transformado. De hecho, en cuanto mencionó que era un animal ninja que había sido invocado por Ayame, todo el gentío se volvió hacia la pobre muchacha que retrocedió un paso con los ojos abiertos de par en par.
—Pero si yo no sé invocar aún —replicó, parpadeando ligeramente, perdida en su cándida inocencia.
Y aquella fue la sentencia de Reiji.
—¡Trituradle los huesos! —jaleó una voz, y todas las demás corearon un grito de guerra en respuesta. Se abalanzaron sobre el muchacho, palos, lanzas y cuchillos por delante.
—¡PARAD! —gritó Ayame, pero de nada sirvió. Un fuerte empujón a la altura del pecho la dejó momentáneamente sin respiración, y cuando fue consciente de sí misma de nuevo se vio tirada en el suelo.
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Como era de esperar, aquella gente se sorprendió cuando me escucho hablar como si nada. Claro que eran civiles, como iban a saber ellos que no era mas que un recién graduado gennin que bromeaba transformado en un animal salvaje. Y mucho menos, sabrían lo que era un animal ninja o una invocación, y aun así, con todo el descaro del mundo,me atreví a formular que la culpable de que un lobo se hallara en mitad de la calles de amegakure era coso de la otra gennin allí presente.
Por supuesto, en ningún momento me fié de que ella me fuera a seguir el juego, y mucho menos después de nuestra conversación, donde se había tragado de verdad que yo dormía en un ataúd. Demasiado riesgos dejar mi pellejo vampirico en unas manos como esas, no sabia lo que seria capaz de responderles, cuando todos, se giraron hacia la muchacha cuando termine mi frase. Unos segundos que fueron suficientes para volver a mi forma humana. Y como esperaba, no me siguió el juego, es mas, ni siquiera les mintió para intentar ayudarme.
—A quien vais a triturarle los huesos? a caso pensáis atacar a un shinobi de la aldea?
Dije mientras tomaba asiento sobre mi comida y la de mi madre para todo el mes, la neverita con el símbolo del hospital de la que no me había dado tiempo a separarme. Me cruce de brazos, y mire mal a Ayame, que me había traicionado en un momento como ese.
—Estoy seguro de que quieres que me den una paliza, que mala eres —Bromee, pero muy serio, por dentro si que me estaba riendo.
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