—E-es... Es perfecta, es incluso más perfecta de lo que me había imaginado —Respiré aliviado al oirla. No podía esperar una mejor reacción. Era... satisfactorio. Una muy buena recompensa para un trabajo bien hecho.—. No sé si...

Pero lo hizo. La cogió y la movio en el aire, golpeando a un enemigo invisible e inexistente. Desde luego se movía mucho mejor que la ultima vez.

Había estado practicando casi seguro, pero no era solo eso. No quería tirarme flores, pero si la lanza encajaba perfectamente con su usuario, era gracias al buen hacer del tipo que la había forjado ¿No?

—Es perfecta, de verdad.

—Me alegra saber que te gusta tanto.

Le sonreí y me acerqué a un cubo lleno de armas de practica, del cual saqué una uchigatana sin filo. Ninguna de las armas de practica lo tenían, para evitar accidentes innecesarios mientras se entrenaba. Pero dolían igual si te golpeaban.

—Pero queda la parte más importante. —Dije apuntando a Eri con la uchigatana. —Habrá que probarla.

Si, la Naginata estaba afiladisima, pero por otra parte yo era experto en armas y ella una novata con la Naginata. No debería salir nada mal. En principio.

—Me alegra saber que te gusta tanto.

Eri le sonrió de vuelta, claramente alegre por tener entre sus manos el arma que había sido forjada única y exclusivamente para ella. Miró atentamente a Reiji mientras apoyaba el extremo sin hoja de la Najinata contra el suelo y se apoyaba en él, cuando por fin dio con lo que buscaba.

—Pero queda la parte más importante. —De pronto, Reiji apuntó a Eri con su arma —Habrá que probarla.

—¿Q-Qué? —preguntó, casi resbalándose por no apoyarse bien en el arma—. ¿A-aquí? ¿L-los dos? Pero... —se vio estúpida al pensar que si se ponían a combatir, el arma podía recibir algún daño, así que se lo ahorró—. Yo... Todavía no sé cómo empuñar una Naginata del todo...

—¿Q-Qué? ¿A-aquí? ¿L-los dos? Pero... —Si lo decía de esa manera parecia otra cosa.Pero quitando los posibles malentendidos, si. Un dojo era el lugar perfecto para poner a prueba un arma.—. Yo... Todavía no sé cómo empuñar una Naginata del todo...

—¿Y no es mejor probarla aquí y ahora que puedo ajustarla o repararla si algo sale mal?

Pero nada debería salir mal. Ella era una jounin experimentada y el arma se amoldaba a ella a la perfección. En el peor de los casos, el que saldría mal parado...

—Ademas, esta espada esta sin afilar, aunque consiga acertar, solo tendrás un pequeño moretón. Pero la Naginata... Eso esta afiladisimo, si alguien tiene que preocuparse soy yo.

Aunque luego los cortes desaparecieran por obra y gracia del chakra del hachibi, dolían igual.

—Venga, ven a por mí, pongamos a prueba mi destreza como herrero.

—¿Y no es mejor probarla aquí y ahora que puedo ajustarla o repararla si algo sale mal? Ademas, esta espada esta sin afilar, aunque consiga acertar, solo tendrás un pequeño moretón. Pero la Naginata... Eso esta afiladisimo, si alguien tiene que preocuparse soy yo.

Tragó saliva, no muy convencida aún. Pero Reiji tenía razón, así que tendría también que ir con cuidado si no quería hacerle daño sin querer al herrero.

—Venga, ven a por mí, pongamos a prueba mi destreza como herrero.

Eri asintió, y se puso en posición de ataque con la Naginata, tal y como había practicado días atrás junto a su hermano Ryuusuke. La chica suspiró, tomó aire y volvió a expulsarlo mientras visualizaba a Reiji, hasta que, de pronto, cargó contra él con la Naginata bien sujeta con ambas manos, y, a una distancia algo prudente, paró y arremetió con ella sujetándola con una de las manos, dirección al pecho del chico.

Eri se coloco en posición de ataque tras asentir a mi propuesta. Al fin. Yo quería un poco de acción después de aquellas semanas currando en aquella lanza. Quería verla en acción con mis propios ojos, pero hubiese estado feo usarla yo mismo.

—Y decías que no sabias empuñar bien una Naginata.

Pues parecía mentira. Aunque, no quería echarme flores, eso también se debía a que mi trabajo había sido... Perfecto. Para que engañarme a mi mismo. El conjunto del entrenamiento de Eri más mi destreza como herrero hacían que ahora...

Que ahora ella cargara contra mí como si la lanza fuera una extensión de su brazo. Ademas Eri era Rápida. Mucho mas rapida que yo. Si me apartaba me iba a hacer daño seguro, mi cuerpo no reaccionaba tan rápido. Solo quedaba bloquear. Sujetando la espada con ambas manos para hacer la fuerza suficiente.

También había que destacar, que pese a su velocidad, tampoco había descuidado el resto de su entrenamiento, y aún así, para mi suerte, nuestra fuerza física tenia que estar a la par, por que ni yo conseguía desviarla un milímetro, ni ella lo conseguiría conmigo.

Eso sí. Un movimiento en falso, y acabaría con un corte muy feo que sanaría sólito mas tarde. Cosa que, no hacia que los cortes doliesen menos, por desgracia.

—No lo haces tan mal como dices.

Tras la arremetida de la chica, Reiji decidió que lo mejor no sería esquivar, sino acatar el golpe poniendo la espada entre medias de él y la hoja que lo atacaba. Era rápida, pero no era muy fuerte, y sabía que aquello podía jugar en su contra si se alargaba mucho el debate entre armas.

—No lo haces tan mal como dices.

Dejó escapar una pequeña sonrisa de orgullo. Al igual que él, ella estaba orgullosa de su pequeño pero intenso entrenamiento con las Naginatas, pero aquella se amoldaba perfectamente a ella, por lo que sentía que Reiji tenía que estar igual o más orgulloso que ella al haber hecho aquella pieza de arte para la Uzumaki.

—Gracias, Reiji-san, pero es gracias a ti por haberme hecho semejante arma. —Separó el arma de la del chico y se alejó lo suficiente para poder arremeter. Esta vez, la sujetó fuertemente con su mano diestra y, en vez de hacer una estocada, dio un corte en horizontal hacia delante.

—Gracias, Reiji-san, pero es gracias a ti por haberme hecho semejante arma.

La habilidad del herrero siempre era importante a la hora de una verdadera pelea. Dos espadas podían ser iguales a simple vista, pero ahora de la verdad, cuando esas armas chocaban, la vencedora no solo dependía de la habilidad de su portador. Una espada mal forjada, por hábil que fuese el espadachín, se partiría enseguida.

Sonreí. Estaba orgulloso de mi mismo y de mi habilidad. Pero no era suficiente. Yo sería el mejor. Una leyenda. Ese era mi camino.

Volviendo a la pelea, ninguno eramos lo suficientemente fuertes para superar al otro, así que la pelirroja separó su arma de la mia, y volvió a arremeter, esta vez con un tajo horizontal.

Las lanzas eran, en manos de alguien tan rápido como Eri, uno de los peores enemigos a los que me podía enfrentar. Aunque la hoja es mas pequeña que la de una Katana, pero la empuñadura era mucho mas larga, lo que le proporcionaba una buena distancia pese a ser un arma cuerpo a cuerpo. Y en alguien que podía alejarse a buena velocidad de otro oponente cuerpo a cuerpo, era un arma letal.

Había hecho una sabía elección de arma, muy acorde a sus habilidades y entrenamiento. No pude más que volver a bloquear la hoja de la Naginata, por que si no, me partiría por la mitad. Ese filo era peligroso. Y tampoco podía quedarme quieto bloqueando, por que la espada de entrenamiento, no era tan resistente y acabaría por ceder y partirse.

Me aparte hacía detrás poniendo distancias entre ese filo y yo. ¿Pero como iba a enfrentarme a eso? Estaba claro que tenia que dar algún paso, al fin y al cabo la había retado yo. Que complicado...

Como siempre, se me pasaban locuras por la cabeza. Así que probé con lo primero que imaginé. Arroje la espada contra ella. Tendría que bloquearla o esquivarla, y ese seria el momento para acercarme corriendo hasta ella, y atacarla con una patada horizontal con la pierna izquierda.

Reiji y ella parecían empatados en aquel cruce de armas, con un pequeño declive hacia la kunoichi por tener un arma realmente capaz de matar a alguien mientras él usaba una de entrenamiento. Su tajo fue bloqueado por el chico que pronto saltó hacia atrás para deshacerse de aquel choque de armas.

«Esto va a ser complicado...» Pensó mientras fruncía el ceño, mirando el próximo movimiento de su contrincante.

Sin previo aviso, Reiji lanzó su espada contra ella a toda velocidad. Eri se asustó ante aquello, saltando hacia un lado para poder esquivar aquel golpe, pero el Sasaki no perdió el tiempo y volvió a arremeter contra ella, ahora desarmado; por lo que apoyó el mango en el suelo e intentó esquivarla saltando.

¿El problema? La patada de Reiji dio contra el mango clavado de su Naginata, haciendo que se desestabilizara y cayera contra el suelo. «Mierda...» La chica rodó por el suelo con la Naginata en alto y se recompuso, quedándose de cuclillas. Jadeó y miró a Reiji de nuevo.

Con un pequeño grito, cogió el arma con dos manos y arremetió contra el chico, dispuesta a darle un tajo directo.

Al parecer, la táctica de distracción funcionó mas o menos bien. Por lo general yo llevaba dos espadas y no acababa desarmado, pero ahora me había quedado desarmado.

Volviendo al combate, si, mi táctica había funcionado,. Aunque no era todo gracias a mi ingenio. Eri, sorprendida, había decidido saltar apoyándose sobre el mango de la naginata, que sustituyó a su cuerpo para recibir mi patada, lo cual, desestabilizó a la chica, que acabo en el suelo.

Eso seguramente se debia a la inexperiencia de la muchacha con él arma. Y esa fue la clave de que mi golpe funcionara. Si aquello se hubiese ejecutado de forma correcta, mi estrategia no hubiera servido de nada. Pero seguro que, en parte, lanzarle la espada la había puesto nerviosa, y había ayudado a ese error.

El problema ahora era el siguiente. Yo estaba desarmado, y Eri, que se había recuperado, arremetía contra mi con un arma cuyo alcance era bastante amplió.

Yo no era partidario de esquivar las cosas saltando, en el aire sueles quedarte muy expuesto a los ataques del enemigo, a no ser que tengas alguna técnica u objeto que permita movilidad en el aire.

Sin embargo, y dado que aquello era un pequeño entrenamiento, me propuse probar algunas cosas, aunque el arma de Eri fuese peligrosa. Así pues, salte hacia arriba para esquivar el golpe de la pelirroja, y quise caer sobre el mango del arma para quedar allí de pié.

Sin embargo pasaron dos cosas. La primera, yo no era un hábil acróbata, ni lo suficiente ágil, ni lo suficiente diestro. Lo segundo, podría haber acumulado chakra en los pies para quedar pegado como si de una pared se tratase, pero se me olvidó.

El resultado fue pues, que caí de culo en el suelo a un lado, resbalandome al poner el primer pie sobre el mango del arma. Desastroso.

—Vaya... Eso ha salido bastante mal...

Eri arremetió con todo lo que tenía, sin pensar, por un instante, que a lo mejor Reiji podía salir herido por su inexperiencia con su Naginata, aún así, él, más experto en el arte de la espada que la Uzumaki, logró esquivar su golpe directo saltando, buscando acabar sobre el mango para restarle movimiento a la chica.

Pero algo no fue bien: el chico parecía no haber llevado bien a cabo su plan, por lo cual se resbaló y cayó contra el suelo. Eri, mientras tanto, se había desestabilizado por el peso del chico sobre su arma y había caído también de culo al haber estado de cuclillas demasiado tiempo.

—Vaya... Eso ha salido bastante mal...

—La idea era buena —dijo ella, sujetando la Naginata de nuevo con ambas manos—. Yo, en cambio, voy a necesitar más entrenamiento con esta preciosidad si quiero dominarla... —dijo, mirando el arma detenidamente.

—La idea era buena —Tal vez. Aunque yo no estaba tan seguro de que enfrentarse a un arma de esa manera fuera una idea buena.—. Yo, en cambio, voy a necesitar más entrenamiento con esta preciosidad si quiero dominarla...

Eri tenia una imagen demasiado mala de si misma. Tal vez aún le afectase el haber vuelto con las manos vacías, y se veía a si misma mucho mas inutil de lo que realmente era.

—Si, siempre es necesario entrenar, pero no lo haces nada mal. Para lo poco que llevas usando una Naganita, tus movimientos han sido bastante buenos.

Es cierto que trataba de animarla, pero no por ello estaba mintiendo. La verdad es que cada uno de sus ataques me había puesto en un aprieto. Y no por la diferencia entre las armas, era por que Eri dominaba la lanza mucho mejor de lo que creía.

—En fin, creo que por mi parte he tenido bastante, la verdad es que solo quería ver la Naginata en movimiento.

En realidad, si fuera por mi, me hubiera tirado todo el día peleando contra Eri. Sobretodo por que me aprender a pelear contra un oponente que blande un arma de semejante tipo me vendría de maravilla. Pero claro, tampoco podía retenerla allí para siempre.

—Si, siempre es necesario entrenar, pero no lo haces nada mal. Para lo poco que llevas usando una Naginata, tus movimientos han sido bastante buenos.

Eri asintió, agradecida.

—En fin, creo que por mi parte he tenido bastante, la verdad es que solo quería ver la Naginata en movimiento.

—La verdad es que por mí también, seguiré dándole duro al entrenamiento, aunque gracias a ti y a tus palabras y consejos creo que entiendo un poco cómo va esto —se levantó y le dedicó una reverencia—. De nuevo, muchas gracias por todo.

De su bolsillo derecho sacó un pequeño saquito algo antiguo.

—No acordamos cuánto sería, Reiji-san —dijo, hablando sobre el dinero que le costaba el arma.

—La verdad es que por mí también, seguiré dándole duro al entrenamiento, aunque gracias a ti y a tus palabras y consejos creo que entiendo un poco cómo va esto —Lastima. Por que aunque había dicho eso...—. De nuevo, muchas gracias por todo.

—¡No tienes que darlas! Puedes venir a entrenar y a que te ponga a punto a la Naginata cuando quieras.

—No acordamos cuánto sería, Reiji-san

—Sobre eso... —La verdad era que tampoco lo había pensado para nada. —Cuando completes esa misión de rango S ya me la pagas.

Sonreí. Aquello también era para animarla, para que supiera que sus compañeros de villa confiaban plenamente en ella.

—Confío en que lo lograras antes de que me muera.

Y si no, pues que le diera el dinero a mi descendencia, si es que algún día la tenia, que esperaba que sí.

Reiji ofreció que cuando la Naginata estuviera en un mal estado, fuera a la herrería para ponerla a punto. Ella asintió, agradecida y luego pasaron al tema más complicado de hablar, donde...

—Sobre eso... Cuando completes esa misión de rango S ya me la pagas.

Fue como si una corriente de aire frío entrase por debajo de su ropaje y la recorriera entera, dejándola completamente helada. ¿Completar una misión Rango S? ¿Eso valdría su Naginata? ¿Y si no la completaba nunca? Ya llevaba misiones fallidas por pequeños fallos, ahora ni si quiera sabía si podría hacerlo... Apretó las manos en un puño y guardó la bolsita, intentando contestarle con determinación.

—Confío en que lo lograras antes de que me muera.

Al menos le daba un margen.

—Gracias, Reiji-san, te prometo que en cuanto realice una misión de Rango S con éxito serás el primero en saberlo —prometió, haciendo una reverencia—. ¡Y te pagaré como es debido!

—Gracias, Reiji-san, te prometo que en cuanto realice una misión de Rango S con éxito serás el primero en saberlo —prometió eri haciendo una reverencia—. ¡Y te pagaré como es debido!

—Confío en que lo harás, si no, no lo hubiese propuesto.

Aunque nadie conocía el futuro, y no podía saber lo que pasaría de aquí a dos días. Pero, Si no confías en tus compañeros de villa, en tus amigos ¿Que clase de herrero legendario iba a ser? Las leyendas no se forjan solas.

—Además, estoy seguro de que en el futuro voy a necesitar contar con tu ayuda, aunque no te puedo contar mas detalles ahora mismo.

Si, seguro que la destreza de Eri seria de ayuda para salvar al pais del hierro. ¿A quien mejor que que a ella y Datsue podía seleccionar Hanabi? Ademas, Datsue ya lo sabia todo, se lo estuve contando en el barco mientras le trasmitía el mensaje de Gyūki.

Y si Hanabi no le elegía, seria yo quien le pidiera al Uzukage que Eri nos acompañara. Aunque estaba claro que tampoco podía dejar la villa desprotegida.

—Pasate alguna tarde por mi barco, el Mil y un Mares, en el puerto de Uzushio, y te contaré más y te presentaré a alguien.

Era el mejor sitio para presentarles a Yuuna a mis amigos sin armar mucho escándalo, ademas, de que era un lugar privado y mas o menos seguro para hablar de cualquier cosa.

—Te acompaño a la salida, como la otra vez.