Mogura recibió la libretita y el pedazo de carboncillo con gusto, y, haciendo un comentario sobre la tormenta que azotaba Yukio, ante el cual Taeko asintió sonriente, comenzó a escribir. No hizo una nota sencilla, pues parecía haberle dedicado mucho pensar al escribirla, e incluso después de haberlo hecho, la revisó por varios segundos. Luego se la mostró a la chica.

Su sonrisa se deshizo lentamente.

"¿Qué...? Una... ¿cura?"

Su corazón dio un brinco y luego se calló unos segundos. Por unos momentos olvidó el ruido del viento intentando derribar el edificio. No supo qué pensar. Le sucedió como con Reika, solo que, en lugar de que alguien escuchara su voz mentalmente, se presentaba con la promesa de hacerle recuperar su voz, sin importar cuánto tiempo le tomase.

"Que me escuchen... cantar..."

Sonrió muy levemente. No sabía cómo reaccionar. ¿Debería tomarlo como una broma? No, Mogura no parecía ese tipo de persona. Pero tomarlo como una certeza... era demasiado arriesgado. E ingenuo. Taeko tomó la nota con todo el cariño posible y la presionó contra su pecho. Cerró los ojos, pues le parecía que iban a desbordarse en algún momento. Se molestó consigo misma por ello. Por varios segundos no dijo ni hizo nada. Luego pasó la hoja, intentando no dañar de forma alguna la nota del moreno. Luego la desprendería y la guardaría en algún lugar seguro. Escribió una nota.

≫Manase-san. No es necesario que haga ese tipo de promesas. Apenas nos conocemos, y es posible que nunca pueda resolver mi condición.
Pero le agradezco enormemente su intención. Está entre las mejores personas que he conocido.

"Aunque si es el mejor doctor de Amegakure... tal vez pueda... No. Ahí vas de nuevo, a hacerte ilusiones como con el jutsu de Reika. No te dejes llevar tanto por tus emociones, Taeko, tontita, tontita..."

No pudo evitar reír levemente de los nervios. ¿Cómo comparar a Ritsuko, encerrada en su cuarto, terca, con Mogura, tan amable y de buenas intenciones?

La sonrisa de la joven muda poco a poco se fue yendo.

¿Se habría molestado?

¿Se habría puesto contenta?

¿Le creía?

Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Tomó la nota y la abrazó cariñosamente. Sus ojos se cerrarían entonces durante un momento. La nota posteriormente sería cuidadosamente removida y archivada.

La joven entonces comenzaría a redactar. El joven médico se encontraba, ante todo, seguro de sus palabras. No tenía exactamente definidos los detalles de como iba a lograr lo que había prometido, pero ahora que la nota había sido enviada, iba a tener que hacerlo.

≫Manase-san. No es necesario que haga ese tipo de promesas. Apenas nos conocemos, y es posible que nunca pueda resolver mi condición.
Pero le agradezco enormemente su intención. Está entre las mejores personas que he conocido.

Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Mogura. Una reverencia entonces sería obsequiada por parte del médico a la kunoichi sin voz. No deseaba exagerar el momento ni decir nada innecesario agregando palabras a su nota, lo había dicho antes, de cualquier forma se las llevaría el viento.

Parece que aún queda falta un poco para que la tormenta amaine. ¿Qué le parece si toma nota de un par de lugares interesantes para visitar ya que se encuentra en Yukio, Kikazura-san...?

¡Estoy seguro de que teniendo algunas referencias, su visita será muy satisfactoria...!

Su tono era un poco más jocoso de lo que Taeko habría estado acostumbrada desde que había hablado con Mogura ese día. Pero acompañaba el cambio de tema y clima. Hasta incluso parecía que le estaba vendiendo un paquete de viajes con guía turística incluida.

Si la fémina así lo quería, Mogura se la pasaría comentándole más a fondo su experiencia en el pueblo y contestaría las posibles dudas que esta tuviese.

Mogura parecía tomarse a bien su nota, pues le regaló una sonriente reverencia, la cual fue aceptada por la chica con mucho gusto. Taeko quería creerle con toda el alma, y que algún día aquel chico podría devolverle la voz. Pero no quería cegarse ante su deseo y esperanza.

La fémina sonrió ampliamente, inflamándose de una creciente paz y cálidos ánimos.

El moreno cambió amigablemente de tema, sugiriendo alegremente comentarle acerca de Yukio y los posibles lugares que podría visitar. Taeko abrió la boca de sorpresa.

"¡Excelente idea, Manase-san! Aunque... ¿te había preguntado eso antes? No recuerdo..."

Asintió repetidamente mientras escribía una nota en la parte superior de la página, dibujando debajo una carita mona sacando la lengua y guiñando.

≫¡Suena muy bien, Manase-san! Soy toda oídos.
Porque ya sabe...
no puedo interrumpirlo.

Se le ocurrió hacer aquella bromita para darle a entender de que no se sentía mal por su falta de voz, aunque la esperanza de recobrarla le emocionara de sobremanera. Ganar su voz, pues nunca había tenido, por lo que no podía recobrarla. Solo esperaba que Mogura no se sintiera mal por su chiste. Asintió de nuevo, preparando su carboncillo para escribir acerca de aquellos lugares interesantes, o incluso icónicos, de Yukio.

"Podré concluir mi viaje con un recorrido completo de la ciudad. ¡A mi madre le encantará el relato de mi estadía en tan romántica ciudad!"

Fuera, la tormenta parecía perder fuerza muy lentamente, y el viento ya no azotaba las paredes como un lobo buscando a una presa porcina. Dentro, los ánimos estaban más altos que nunca.

Mogura tomó la nota y la leyó.

≫¡Suena muy bien, Manase-san! Soy toda oídos.
Porque ya sabe...
no puedo interrumpirlo.

Tuvo que hacer el gesto ligeramente a un lado y hacer un esfuerzo por no dejar escapar una risa, de igual manera una ligera sonrisa se mantuvo en su rostro durante un tiempo más prolongado que antes. Realmente no se esperaba esa clase de comentario por parte de la muchacha. Era bueno saber, sin embargo, que el humor no faltaba en su vida.

La tormenta poco a poco comenzaría a perder fuerza, mientras que en el interior de la cabaña los jóvenes intercambiarían información sobre los diferentes puntos de interés de Yukio y su propia experiencia con ellos. Lejos de ser un ambiente tenso, considerando la procedencia tanto del shinobi como de la kunoichi, el ambiente era bastante cálido.

Esto se prolongaría por un par de horas, un poco después de que la tormenta finalmente arreciara. Ahora eran libres de partir en la dirección que quisieran, por su parte, el joven médico tenía un rumbo establecido.

Kikazura-san, ha sido un placer. Espero que las notas aporten a que su experiencia en Yukio sea más satisfactoria.

Ahora debo partir a mi lugar de hospedaje, tengo que prepararme para volver a mi hogar.

Diría poniéndose de pie y alistándose para salir. Le dedicaría entonces una formal reverencia a la fémina.

Mogura había entendido su chiste, y se rió de él, aunque intentando ser discreto con ello.

Entonces, mientras la tormenta amainaba fuera, los chicos se dispusieron a intercambiar información. Para ser más precisos, Mogura comenzó a hablar y a describirle los distintos lugares de Yukio que podría visitar una vez el clima estuviera calmo. Taeko disfrutó cada momento de charla, escribiendo en varias hojas las indicaciones del moreno. No se dio cuenta del paso de las horas hasta que ya no escuchó nada fuera de la posada.

El chico se despidió, diciéndole que era momento para él de regresar a Amegakure. La peliplateada asintió y le dedicó una última nota.

≫Cuídese, Manase-san. Que los dioses hagan que nuestros caminos se crucen de nuevo.

La estancia de Taeko, por el contrario, acababa de comenzar. Saldría y recorrería algo de la ciudad antes del anochecer, y buscaría una posada con mejor pinta que la que donde estaban. Pensó por un momento Ritsuko, y en que la dejaría sola. Pero se obligó a dejar tal pensamiento. Ella sabría cuidarse sola. Esperaba.

Le devolvió la reverencia al ninja médico, quien le devolvería la voz en un futuro, tal vez. Y lo vería salir al frío pero no tan violento aire de las Tierras Nevadas.

Taeko respiró profundamente y se dispuso a salir a explorar. Bajo los consejos de Mogura estaba segura de que podría disfrutar de Yukio al máximo.

De esa manera, shinobi y kunoichi se despedirían para después tomar caminos diferentes. Mogura tenía que volver a su aldea, Amegakure. Taeko por el contrario recién empezaba su viaje y aún tenía que ver con sus propios ojos el lado bello de Yukio. Hacía frío y ambos estaban lejos de casa, pero durante aquel momento en la posada ambos podrían haberse llegado a sentir abrigados y en algo que se pareciera al hogar.

El joven médico le dedicó una última reverencia a la joven muda antes de partir hacía su propio hospedaje, lugar que le habría recomendado en sus notas.

Una vez allí daría por finalizada su estadía y se prepararía para marchar hacía su casa, con su maestro y su pila de trabajo pendiente. Tenía, entre otras cosas, un nuevo objetivo, una nueva meta a perseguir mientras seguía caminando por su camino ninja de volverse el mejor médico de Amegakure.

«Recuperar la voz de Kikazura Taeko...»

Pensaba mientras ideaba algún método que le permitiera aproximarse a su meta. No estaba seguro del todo de como hacerlo.

«Si, es algo que el mejor médico de Amegakure podría hacer sin mucho esfuerzo.»

Concluyó para si mismo, confiado de su potencial.