18/05/2018, 22:43
«¿Recuperar mi rango? Hay cosas más importantes que esa, Riko», quiso decirle, pero en su lugar sonrió y asintió como ese ninja bobo y cuadriculado que solo le importa lo limpio e impoluto que esté su expediente.
—Hasta pronto —dijo él, remarcando la última palabra. Porque, quizá, y según se diese su encuentro con Akame, su próximo reencuentro con Riko fuese del todo menos casual—. ¡Y recuerda decirle a tus amigos las maravillas de mi acero! —no pudo evitar recordarle, cuando Riko ya se encontraba alejándose de él.
Había cosas que nunca cambiaban.
Se quedó observándole hasta que no fue más que una diminuta mancha en el horizonte. ¿Y si lo hubiese enfocado mal desde el primer momento? Él nunca había sido muy valiente, menos un temerario. ¿De verdad estaba dispuesto a jugarse el cuello por Aiko? Por mucho que quisiese pensar que sí, algo dentro de él todavía dudaba. Dudaba que no fuera otra de sus mentiras…
… hacia sí mismo.
Pero, ¿y si había otra opción? Su encuentro con Riko y las batallitas que habían rememorado juntos le había recordado algo. Algo importante, pero tan natural en él que había pasado desapercibido hasta entonces: su poder. Y su poder no era la fuerza, por mucho que intentase castigar su cuerpo como Akame lo hacía. Su poder no era una firme e inquebrantable convicción, por mucho que ahora todo su ser estuviese determinado en rescatar a Aiko. No, su poder era, y siempre había sido…
… el de convencer. El de influir, manipular, seducir… Podían llamarle como quisiesen. Pero se le daba bien. Se le daba mejor que bien, había nacido para ello. De no ser así, nunca hubiese convencido a Soroku —un Señor del Hierro— para firmar un trato tan suculento con él. De no ser así, nunca hubiese convencido a Hanabi de contar la verdad a la Villa y no ocultar que ellos habían sido los asesinos de Zoku. De no ser así, no hubiese convencido a toda una generación de ninjas que Akame se la estaba pegando con la novia de su difunto amigo. Sí, en la mayoría de las ocasiones había utilizado aquel poder para hacer el capullo o sacarse unos cuartos. Pero, y sí…
… ¿y si lo usaba para el bien? ¿Y si, por una vez, lo hacía para lograr algo importante y bueno? ¿Lograría convencer a todo un grupo de uzujines que debían apoyarle en ello? ¿Lograría convencer a todo un grupo de amejines, entre los que se encontraba gente a la que había traicionado de la forma más rastrera, de que una compañera suya estaba recibiendo un castigo desmesurado? ¿Lograría esa fuerza generada por los propios Hijos de la Tormenta empujar a Yui a ceder? ¿A reconsiderarlo?
No lo sabía. Pero, por un momento, el Uchiha se planteó una alternativa a la locura. Entonces recordó que aquel plan implicaba descubrir a Keisuke —quien tendría los minutos contados a partir de entonces—, y su momento pasó.
Era una mierda. Todo era una mierda.
—Hasta pronto —dijo él, remarcando la última palabra. Porque, quizá, y según se diese su encuentro con Akame, su próximo reencuentro con Riko fuese del todo menos casual—. ¡Y recuerda decirle a tus amigos las maravillas de mi acero! —no pudo evitar recordarle, cuando Riko ya se encontraba alejándose de él.
Había cosas que nunca cambiaban.
Se quedó observándole hasta que no fue más que una diminuta mancha en el horizonte. ¿Y si lo hubiese enfocado mal desde el primer momento? Él nunca había sido muy valiente, menos un temerario. ¿De verdad estaba dispuesto a jugarse el cuello por Aiko? Por mucho que quisiese pensar que sí, algo dentro de él todavía dudaba. Dudaba que no fuera otra de sus mentiras…
… hacia sí mismo.
Pero, ¿y si había otra opción? Su encuentro con Riko y las batallitas que habían rememorado juntos le había recordado algo. Algo importante, pero tan natural en él que había pasado desapercibido hasta entonces: su poder. Y su poder no era la fuerza, por mucho que intentase castigar su cuerpo como Akame lo hacía. Su poder no era una firme e inquebrantable convicción, por mucho que ahora todo su ser estuviese determinado en rescatar a Aiko. No, su poder era, y siempre había sido…
… el de convencer. El de influir, manipular, seducir… Podían llamarle como quisiesen. Pero se le daba bien. Se le daba mejor que bien, había nacido para ello. De no ser así, nunca hubiese convencido a Soroku —un Señor del Hierro— para firmar un trato tan suculento con él. De no ser así, nunca hubiese convencido a Hanabi de contar la verdad a la Villa y no ocultar que ellos habían sido los asesinos de Zoku. De no ser así, no hubiese convencido a toda una generación de ninjas que Akame se la estaba pegando con la novia de su difunto amigo. Sí, en la mayoría de las ocasiones había utilizado aquel poder para hacer el capullo o sacarse unos cuartos. Pero, y sí…
… ¿y si lo usaba para el bien? ¿Y si, por una vez, lo hacía para lograr algo importante y bueno? ¿Lograría convencer a todo un grupo de uzujines que debían apoyarle en ello? ¿Lograría convencer a todo un grupo de amejines, entre los que se encontraba gente a la que había traicionado de la forma más rastrera, de que una compañera suya estaba recibiendo un castigo desmesurado? ¿Lograría esa fuerza generada por los propios Hijos de la Tormenta empujar a Yui a ceder? ¿A reconsiderarlo?
No lo sabía. Pero, por un momento, el Uchiha se planteó una alternativa a la locura. Entonces recordó que aquel plan implicaba descubrir a Keisuke —quien tendría los minutos contados a partir de entonces—, y su momento pasó.
Era una mierda. Todo era una mierda.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado