Datsue no podía creérselo. Lo que iba a ser una fiesta por todo lo alto, un reencuentro hasta las tantas de la madrugada entre sus antiguos compañeros y amigos, terminó por cortarse de la manera más surrealista posible. No hubo tiempo para las celebraciones, ni para ponerse al día con nadie. Ni siquiera para contar nuevas anécdotas como la suya con el Consejo de Sabios. Todos terminaron por irse, entre vómitos y mierda.

Stuffy fue el peor, claro. En otras circunstancias, hubiese cogido tal rebote que le hubiese seguido hasta su casa para matarle. Pero era tanta la suciedad, tanto el cabreo y la impotencia, que llegó un punto en que se pinchó como un globo de aire y dejó de sentir nada.

—Si quieres… te ayudo.

Datsue miró a Urami, intrigado. Todos se habían marchado y solo quedaba ella. Tardó un rato en comprender lo que decía. Le rodeó los hombros con un brazo y sonrió. ¡Cuánto debía quererle para ofrecerse a ayudarle con aquella pocilga!

—Nah… Olvídate de esto. En verano suele salir una nueva camada de Genins, y creo que tengo la misión D perfecta para una de ellos —dijo, sonriendo con malicia. ¿Qué mejor que limpiar la mierda de la casa de un Jonin para estrenarse como ninja? Nada mejor para saber lo que a uno le esperaba por el resto de su vida. Quién sabe, quizá incluso podía arreglárselas para que al Genin que le tocase tan buena misión fuese el propio Nabi. «Eso sería una buena dosis de karma»

»¿Qué me dices? ¿Noche romántica en la playa, a la luz de las estrellas?

Datsue sospechaba que no hacía falta mucho para convencerla de largarse de allí, pero creyó que la idea le había gustado, y mucho. Ninguno de los dos volvió por la casa hasta mucho, mucho tiempo después.