Todo eran risas hasta que el supuestamente esmirriado de Datsue sacó de dentro de sí todo el poder de las drogas, ahora conocidas, para levantarme del suelo sin problema y lanzarme con toda la fuerza del mundo. Estaba hasta el culo de esteroides el muy asalvajado y a todos les pareció medio normal.

Vale, eramos shinobis y a lo mejor no era tan raro poder tirar a gente por los aires sin pensarlo demasiado, pero era Datsue, el esmirriado, desde que se había vuelto listo tenía la fuerza de una patata. ¿Y ahora esto? Sospechoso como poco.

Me gustaría decir que llegue a un tejado y rodé por él, ganandome poco más que unos arañazos y poco más, pero no. No sé si fue puntería o falta de fuerza, pero no llegué a tanta altura. El muy desgraciado me lanzó contra la fachada del edificio de al lado. Yo podría haber hecho una cabriola y dar dos volteretas en el aire, caer de pie en el edificio y entonces vengarme.

Sin embargo, la sorpresa me atenazó y el otro edificio estaba más cerca de lo que esperaba. Me di con toda la espalda en la pared y caí como una hoja en otoño entre unos arbustos, desapareciendo visualmente unos segundos, largos y poderosos segundos hasta que volví a aparecer.

Me acerqué de nuevo a Datsue y Eri, adolorido y sorprendido.

— ¿Pero qué coño ha sido eso? ¡¿Datsue?! ¿Qué te has metido esta vez en el cuerpo?

Le pregunté una vez estuvimos a una distancia razonable.

Stuffy por su parte, agarró uno de los chorizos que acababa de sacar Eri, en cuanto esta se distrajo con el Jounin, y salió por patas a comerselo tranquilamente en un rincon del jardín.

—Vaya...Si podias hacer eso ¿Para que necesitabas ayuda?

—Pues porque… Porque quería ponerte a prueba, Reiji, por supuesto —dijo con una repentina convicción. Luego, buscó con la mirada a su perro. Pues sí, lo tenía—. Sí, se llama Datsuse, más conocido como el Matakanes. Y…

Y no estaba por ninguna parte. ¿Habría escapado cuando abrieron las puertas? Era extraño. Datsuse no era de escaparse, a no ser que…

—¡Eh, Datsue! —La voz de Eri le interrumpió sus pensamientos—. ¿Y la fiesta, a qué viene?

—Pues… ¡Porque estamos de celebración! Veréis, me ha pasado algo importantísimo. Algo que va a cambiar mi vida por completo. Voy a…

«Sí, Datsue. Dilo, ¡dilo!»

—Voy a ser padre. —Serio. Contundente. Sin atisbo de duda.

Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no desmoronarse con la risa. Era una mala broma, lo sabía, pero el alcohol tenía un curioso efecto en el que todo parecía tener mucha más gracia.

La voz dolorida de Nabi se oyó algo más lejos, preguntando qué se había metido en el cuerpo.

—Se llama entrenamiento, Nabi. ¡Constancia! ¡Profesionalidad! Eso, ¡eso me metí en el cuerpo! ¡Y no veas que bien sienta!

—Pues porque… Porque quería ponerte a prueba, Reiji, por supuesto —Pues si era una prueba, la había fallado. Mi primer impuso había sido poner a salvo a Sakura, que ahora estaba encargandose alegremente de la barbacoa. Cada cual tiene sus prioridades y Datsue no era la mia—. Sí, se llama Datsuse, más conocido como el Matakanes. Y…

Claro que me acordaba del perro. Quizás no de su nombre, pero del animal si. De hecho, la otra vez, el perro había salido a la puerta antes que Datsue...

—¡Eh, Datsue![/color] —La voz de Eri me sacó de mis pensamientos, sobretodo por que su siguiente pregunta iba a captar mi interes.—. ¿Y la fiesta, a qué viene?

—Pues… ¡Porque estamos de celebración! Veréis, me ha pasado algo importantísimo. Algo que va a cambiar mi vida por completo. Voy a…

¿Algo tan importante como para comprar comida y bebida para todos? La última vez había dicho que fuera cenado, que le escaseaba el dinero...

—Voy a ser padre.

—¡¿Que?!

Me hubiera gustado responderle con un: "Enhorabuena" o algo del estilo, pero la noticia me impacto de un modo diferente. ¿No éramos demasiado jóvenes para esas cosas? ¿No era demasiado pronto para preocuparse por esas cosas?

O a caso...¿Había tenido un desliz por culpa del alchol? ¿Se le había ido de la mano con las copas y ahora tenia que encargarse de un bebe?

No, eso no podía ser. Lo estaba celebrando. Entonces... ¿Lo había buscado él?

Otra voz volvío a sacarme de mis pensamientos. Esta vez era la de Datsue contestándole a Nabi.

—Se llama entrenamiento, Nabi. ¡Constancia! ¡Profesionalidad! Eso, ¡eso me metí en el cuerpo! ¡Y no veas que bien sienta!

La verdad es que seguía sin saber que decir. La noticia me había dejado sin palabras.

Sakura, por su parte, parecía menos sorprendida y seguía a lo suyo con la barbacoa.

—Pues… ¡Porque estamos de celebración! Veréis, me ha pasado algo importantísimo. Algo que va a cambiar mi vida por completo. Voy a…

Eri esperó, impaciente, ¿iba a...? ¿Ser el sucesor de Hanabi-sama? ¿Ser el próximo Shinobi del año? Iba a...

—Voy a ser padre.

—¿C-C-C... —las palabras se le habían atascado en la garganta. Datsue... ¿Padre? ¿Cómo era eso posible? ¿Era con Aiko? —. ¿Cómo?

El chorizo ya no era su prioridad en ese momento, bueno, no nada, únicamente lo próximo que saliera de los labios de Datsue era lo que esperaba con inpaciencia.

Estupefacción, caras de sorpresa, y algunos hasta se quedaron sin palabras. Tal fue la reacción por semejante noticia. «Por Izanami, ¿tanta credibilidad tengo?»

Rio.

—Que es broma, que es broma —¿Él, esperando un hijo? ¡Lo que le faltaba ya!—. No, hombre, no. No es por nada en especial. Solo que… últimamente solo nos juntamos para las tragedias. Y ya es hora de invertir eso, coño. Además, ¡que estamos en verano! Y la tradición nos obliga a montarnos una fiesta de cuando en cuando, ¿no?

Desvió la mirada hacia Sakura, que seguía ocupándose de la barbacoa.

—Oye, Sakura. ¿Qué tal ese daiquiri? ¿No os gusta? —preguntó, mirando esta vez a Reiji—. Tú qué, Nabi. ¿Te sirvo daiquiri o sangría? ¡Que llega la hora del brindis!

—Que es broma, que es broma —A Eri empezó de nuevo a bombearle el corazón. El muy maldito había logrado que toda su atención se focalizase en él mismo, algo que sin duda era seguramente de su agrado si lo escuchaba; pero no quería que fuese por esa razón—. No, hombre, no. No es por nada en especial. Solo que… últimamente solo nos juntamos para las tragedias. Y ya es hora de invertir eso, coño. Además, ¡que estamos en verano! Y la tradición nos obliga a montarnos una fiesta de cuando en cuando, ¿no?

Y tal y como lo había soltado lo había desmentido dando otra razón. La pelirroja se llevó una mano al pecho y soltó todo el aire que había retenido de golpe.

—¡Entonces no nos des esos sustos, maldito! —exclamó la Uzumaki mientras se acercaba de nuevo a Sakura, pidiéndole con la mirada que le devolviera sus amadas pinzas pues sentía que su comida quemaba, tanto metafóricamente como literalmente hablando; en la barbacoa.

Eso sí: tomó la bebida que le había ofrecido Datsue y se la bebió de un trago. ¡El susto le había dado hasta sed!

—Que es broma, que es broma —¿Broma? Joder... Y yo me lo había creído sin mas.—. No, hombre, no. No es por nada en especial. Solo que… últimamente solo nos juntamos para las tragedias. Y ya es hora de invertir eso, coño. Además, ¡que estamos en verano! Y la tradición nos obliga a montarnos una fiesta de cuando en cuando, ¿no?

Bueno, ahí tenía razón. Las pocas veces que nos vimos ni habían sido precisamente alegres. Y eso que era solo la tercera vez que yo veia a Datsue. Eri parecía conocerlo desde hacía mas tiempo.

—Oye, Sakura. ¿Qué tal ese daiquiri? ¿No os gusta?

—No esta mal — dijo Sakura mientras con una mano le daba la vuelta a un chorizo y con la otra un trago al Daikiri

—Soy mas de té o agua, pero oye, no esta malo, y un día es un día, ya que estamos de celebración...

—Tú qué, Nabi. ¿Te sirvo daiquiri o sangría? ¡Que llega la hora del brindis!

Eri hizo un gesto hacia Sakura para que le devolviera el cotrol de la barbacoa mientras se bebia de un trago su copa. Sakura le dio las pinzas enseguida.

—¿Quieres que traiga mas bebida mientras cuidas de la barbacoa? —Le preguntó amablemente Sakura a Eri señalando la copa que acababa de terminarse.

Ante el grito de Eri, el Uchiha levantó las manos, en señal de tregua.

—Perdón, perdón… ¡No volverá a ocurrir! —exclamó, haciendo una promesa que la mayoría sabía que no cumpliría.

Poco a poco, más gente fue entrando. Oh, sí. ¿Se creían que eran los únicos invitados? ¡Datsue había invitado a toda la tropa! Al menos, con los que había podido contactar de su promoción: Aburame Plum, Senju Nobita, Uzumaki Cho, Akimichi Sora, Uzumaki Hanako…

¿Cuándo era la última vez que se habían vuelto a juntar todos? Que el Uchiha recordase, en una fiesta que montaron en la mansión de los Sakamoto. Habían terminado tirándose mierda y bombas encima —literalmente—, y aún con la ligereza y despreocupación que le daba el alcohol, sus ojos no pudieron evitar desviarse hacia Nabi y rezar para que no se repitiese.

El barullo se hizo de la fiesta. La mayoría vestía con camisetas de manga corta y estampados tropicales, y con pantalones cortos o, directamente, bañadores. Como solía pasar en grandes reuniones, los invitados se iban congregando en diferentes grupitos, aquellos con los que eran más afines en la Academia, aprovechando para enterarse qué había sido de esos viejos amigos que ya tanto hacían que no veían.

—Ah, qué curioso. Nos lo pasábamos todos tan bien, y cuando nos faltó esa zona en común, ese imán, que era la Academia la mayoría nos desperdigamos perdiendo casi todo contacto. Y yo me pregunto, ¿es eso amistad?

Justo en ese momento, se dio cuenta que Plum llevaba un rato sin escucharle, demasiado interesada en las historias que estaban contando en el grupito de al lado.

—¿Eh? ¿Me decías algo?

—¿Eh? ¿Qué dices? —rebatió, haciéndose el loco—. Perdona es que estaba con la cabeza en otro sitio. ¡Bueno, señores! —alzó la voz y dio un par de palmadas para llamar la atención del resto—. ¿¡Habrá que empezar con el banquete, o no!?

Aunque todavía faltaban dos personas… «Y Datsuse. ¿Dónde coño se ha metido?»

—¿Quieres que traiga mas bebida mientras cuidas de la barbacoa?

La Uzumaki se giró a la muchacha y luego miró la copa que yacía vacía en su mano, luego volvió a mirar a Sakura y...

—¡Claro! —exclamó mientras le tendía su vaso—. ¡Muchas gracias!

Fue justo en ese entonces cuando empezó a aparecer un montón de gente que Eri conocía bastante bien: algunos más, sobre todo los Uzumaki como Cho y Hanako, otros menos como Senju Nobita... Ay, los recuerdos la invadían como si una oleada de nostalgia hubiera abatido contra su pecho.

¿Por qué habrían perdido tanto el contacto?

Datsue charlaba con el grupo mientras ella esperaba a Sakura para ir organizando los platos con todo lo que estaban cocinando. ¡Eso no se iba a servir solo! Además... Quien parte y reparte, se lleva la mejor parte, un buen dicho, sin lugar a dudas.

—¿¡Habrá que empezar con el banquete, o no!?

—¡Marchando! —exclamó la Uzumaki, acercando todo lo que habían hecho Sakura y ella en la barbacoa.

En mi camino tortuoso desde los matojos asquerosos a los que me había lanzado Datsue, con intención supongo, fui oyendo retazos de la conversación, o conversaciones inconexas, que se estaban sucediendo en la denominada "fiesta". Un "Voy a ser padre" por allí, una proposición de bebida por allá.

No contesté a nada mientras usaba mis super poderes ninjas de infiltración para acercarme y sentarme en el primero asiento que pillase. Lo cierto era que el lanzamiento precipitado con fuerza sobrehumana de Datsue había calado más hondo de lo que esperaba. "¡Si tú eres un toro!" estareis pensando, y lo soy, pero nadie se podía esperar que el andrajo fuinjutsero de repente echase músculo. Eso tenía que ser cosa del bicho satánico que llevaba dentro, claramente. ¿Entrenamiento? ¿Constancia? No era tan ingenuo como para siquiera imaginar a Datsue entrenando de forma constante.

—¿¡Habrá que empezar con el banquete, o no!?

Eso llamó mi atención, pero no al que profesó el grito, si no a la bandeja de comida que acercaba una hermosa pelirroja. Quería decirle algo a tan preciosa moza, pero para cuando me quise dar cuenta ya había cogido varios trozos de carne y los estaba devorando. Mi amor por Eri era ardiente pero nada ardía más que un estomago vacio.

Justo cuando Datsue anunció el comienzo del banquete con tan poca gracia, pasó algo terrible. Horrendo. Horripilante. Dos manos salieron del suelo y le agarraron los tobillos y pum, enterrado hasta el cuello. Tan útil como siniestra era esa técnica. Lo más terrorífico es que después no salió nadie de la tierra, como si fuese un castigo divino o la propia Tierra quisiese comérselo. Espeluznante.

Al parecer no solo estaba cansado de haber sido lanzado con fuerza sobrehumana, si no de un gasto de chakra por aquí y por allá. En cualquier caso, el plan inicial era reirme de él y demostrar mi superioridad dotonera, pero se me había olvidado. La comida había aparecido y ya no había Datsue ni Datsua que valga.

Mientras Eri y Sakura se encargaban de la barbacoa, Datsue empezó a recibir gente en su casa. Para mi eran totalmente desconocidos. Bueno, no exactamente, alguna cara me sonaba de la academia, pero desde luego ninguno era, por suerte, de la misma clase que yo.

Supuse que eran compañeros de Datsue y Eri, pues parecían tener buena relación entre ellos. Sentía cierta envidia. Yo nunca mantuve una buena relación con mis compañeros de clase, aunque tampoco queríamos relacionarme con ese tipo de personas.

Como en los descansos de la academia, la gente fue haciendo pequeños grupos de personas con las que mantenían mas amistad. En mi caso no tenia muchas opciones, no los conocía, y tampoco era el tipo de persona que daba el primer paso para conocer a nadie.

Yo me acerqué a la barbacoa para ayudar a Eri y Sakura hasta que Datsue anunció que ya era la hora de Cenar. Estábamos listos para servir la mesa, pero algo sucedió. O mejor dicho, algo le sucedió a Datsue.

Lo primero que le hizo llegar su cuerpo fue una sensación. Una sensación familiar, conocida, que le transmitía alarma. Alarma, sí, porque esa sensación estaba ligada a algo malo que iba a sucederle. Como cuando se trastabillaba con la rama de un árbol y veía el suelo acercándosele justo antes del impacto. En las películas y animes de ninjas nunca pasaban esas cosas, claro. Ni ponían a los protagonistas dándose una hostia con alguna rama suelta mientras se desplazaban vertiginosamente por lo alto de los árboles. O pisando algún nido de aves sin querer. No era glamuroso, ni quedaba bien. Por eso, aunque de pequeño le encantaban, ya no podía verlas. Todas eran demasiado falsas, cliché y artificiales.

Pero, siguiendo con lo que sintió, ¿qué es lo que fue? Pues el estómago queriendo subir hasta su garganta. «¿Tan borracho voy que ya quiero potar?», pensó por inercia. «¡Pero si ni siquiera veo doble!»

Tardó unos momentos en darse cuenta que, lo que en realidad le había pasado, era que se había caído. Sumergido, más bien, en lo más profundo de la tierra hasta que quedó solo su cabeza. ¡Hasta su copa se había esfumado!

—Qué… co-jo-nes…

¡Conocía aquella técnica! ¡Era la Técnica de la Decapitación del Doble Suicidio! «Hostia, ojalá pudiese hablar con el creador de este jutsu. ¿Por qué el nombre del doble suicidio?» Y, lo que era todavía más importante… ¿Quién narices le acababa de atacar? Miró a todos lados, tratando de encontrar al culpable. Pero, en realidad, muy en el fondo, ya lo sabía.

Solo había una persona en el mundo que le había realizado aquella técnica con éxito. Y aquella persona se encontraba allí.

—Na…

Se quedó a medias, al ver a Datsuse entrando por puerta.

—Oh, mierda…

La cola de Datsuse se movía de un lado a otro como una veleta en una tormenta.

—¿En serio? ¿Justo ahora?

Y sacaba el pecho hacia afuera como si fuese un jodido boxer y no un Shiba Inu.

—Oh, sí. Definitivamente justo ahora.

¿Su expresión facial? Oh, eso era todo un poema. Para empezar, tenía el cuello exageradamente estirado, cual gallo pavoneándose por su corral. Mirada engreída, labios fruncidos como si aquella fiesta fuese demasiado barriobajera para él, y con las orejas echadas hacia atrás, pasando de todo.

De todo menos de quien le estaba acompañando, claro. Porque solo existía una persona en el mundo que con su mera presencia le hiciese actuar así.

—¿Qué haces ahí? —preguntó, tapándose la boca con una mano. Datsue sospechó que estaba conteniéndose a duras penas para no reír.

Oh, sí. Era ella, tan radiante como siempre. Con ese cabello que iluminaba con su calidez la tormenta más oscura. Con esos ojos punzantes que atravesaban el alma. Y con esa sonrisa… Oh, esa condenada sonrisa. Datsue se sintió culpable por lo que sintió cuando la vio sonreír. ¿Por qué culpable? Bueno, eso era algo que contaría a su diario, y solo a él. Por el momento, bastaba con decir que ella vestía una camiseta de tirantes roja y un vaquero corto. Alejada del vestido blanco que tan poco le pegaba cuando la vio por primera vez en Uzu, pero todavía lejos de su antigua apariencia gótica con calaveras.

Se dio cuenta que llevaba un buen rato con la boca entreabierta sin decir ni mu.

—Pues…

Y justo cuando iba a empezar a hablar, Datsuse le interrumpió dándole un lametón en la cara.

—Quita, quita. Pues, ehmmm… ¿No es evidente? Estaba… jugando… al… Sí, yo también te quiero, Datsuse. Pero, ¿puedes parar? —pidió amablemente. Su condenado perro había aprovechado su indefensión para seguir morreándole toda la cara—. Perdona, Aiko, ehm… Sí, estaba… Jugando al Enterrador.

—¿Eh? Nunca he oído hablar de eso.

—B-bueno… ¡T-te habrás olvidado! —«¡Por Shiona, que alguien me salve de esto!»

Pero Datsuse no estaba contento con que su dueño estuviera embobado mirando a la muchacha que acababa de aparecer, sin si quiera salir de ahí debajo. ¿Qué se creía, un árbol donde orinar? Pues iba a lograr ser lo que buscaba.

Dejó de lamerle y frunció el hocico haciendo ver que su orgullo había sido dañado, luego se giró y como si a cámara lenta fuera, levantó la pata trasera hacia arriba, apuntando a Datsue.

Lo que buenamente empezó como una broma estaba cogiendo matices de desgracia. Una cosa era enterrar a tu jinchuriki hasta el cuello en una fiesta con amigos y conocidos varios mientras comes barbacoa. Pero, ¡PERO!, ¿mear en su cara delante de su amada? Sin duda, Datsuse nos quiere ver a todos muertos. Una rabieta de Datsue y acabamos con media villa para tirar a la chatarreria.

Cuando mis sentidos perrunos se activaron y mis ojos pasaron de la chica esa que acababa de entrar y tenía la certeza, que no la confirmación, de que aquella moza era la moza de Datsue a su perro y sus intenciones nada puras, tuve que levantarme mientras gritaba "Nooooooo" dramaticamente.

— ¡¡NOOOOOO!! — grité dramaticamente mientras corría hacia el perro.

Durante unos segundos todo pasó a cámara lenta. Mis piernas moviendose a cámara lenta, mis manos haciendo el sello necesario y mi boca gritando dramaticamente. Un instante después aparecí al lado de Datsuse y me lancé a placarle. Iba con toda la velocidad acumulada y me arrastré por la tierra con el can entre mis brazos.

Al detenerme lo alcé con ambos brazos.

— ¡Ya está! ¡Crisis superada!

Lo tiré por ahí y me acerqué al Uchiha, acuclillandome para ponerme a su altura.

— Tú calmate, eh, Datsue. — le dí una bofetada suave, pero una bofetada. — ¡Calmate! —

De repente, todo dio un giro de ciento ochenta grados. Si, hubieron risas cuando la tierra se tragó, literalmente, a Datsue. Aunque, por desgracia para él, dejo su cabeza fuera.

En ese momento apareció su perro acompañado por una muchacha pelirroja. Otra persona a la que tampoco conocía de nada, pero por la forma de hablar de Datsue... Oh, yo conocía esa forma de hablar, esa forma de comportarse.

La verdadera pregunta era... ¿Cómo había llegado Datsue a esa situación? ¿Había cavado alguien una zanja en ese sitio y la había pisado sin querer? No tenia sentido, se hubiera tragado hasta la cabeza... Debía ser obra de alguien. Pero... ¿De quién?

Mientras pensaba todo volvió a dar otro giro de locura. El perro parecía dispuesto a orinar encima de Datsue , pero, un grito bastante dramático captó la atención de todos. Luego, Nabi, casi volando, cogió al perro como si de un ave rapaz cazando un conejo se tratara.

Lo que no calculo Nabi seguramente, aunque salvo a Datsue del meado, es que el perro seguramente no esperara a aterrizar para hacer sus necesidades.

Me acerque a Datsue para ver si podía ayudarlo a salir de ese lío y el del lío de amores que tenia.

—En realidad ha hecho una apuesta con Nabi, y le da vergüenza admitir que ha perdido. —Me agaché para estar un poco a la altura de su cabeza y susurrarle. —¿Como narices te saco de ahí?¿Estirando de las orejas?

Luego vino Nabi y le dió una bofetada pidiéndole que se calmará. ¿Por que le pegaba para calmarlo? Si solo estaba nervioso por que tenia a la chica que le gustaba delante y estaba haciendo el ridículo.

—Tu le has metido en esto con esa apuesta tonta, anda, ayúdame a sacarlo del suelo—Le dije a Nabi