—Datsuse, no, eh. Que nos conocemos. ¡Me cago en tu raza, Datsuse! ¡No, no, no, nooooOOOOOOOOOO! —terminaron por gritar Datsue y Nabi a la vez, cuando el can levantó la patita trasera con unas intenciones nada higiénicas.

¿Qué podía hacer? Estaba atrapado, literalmente, y sin poder moverse. ¡Ni siquiera podía hacer sellos! Tan solo podía usar sus ojos… «¡Mis ojos!»

Un brillo rojizo destelló en su mirada, justo en el momento en que se obró el milagro: Nabi, intercediendo por él para salvarle. El muy cabrón le ponía en aquella comprometida situación sin que nadie se diese cuenta y luego se hacía el héroe delante de todos. «¡Será perro el muy malnacido!»

Mientras tanto, Reiji, actuando como un verdadero camarada, salió a hacerle la cobertura. A intentar que quedase bien —o no tan mal, al menos— frente a Aiko. Incluso le preguntó cómo sacarle de ahí.

—No, tirando no…

— Tú calmate, eh, Datsue —le interrumpió Nabi.

—Que ya estoy…

¡Plaff!

—¡Calmate!

—¡Que ya estoy calmado, cojones! ¿¡No ves lo tranquilo que estoy!? ¿¡LO QUIETO QUE ESTOY!? ¡Pues eso, cojones, pues eso!

Obviamente como cada fiesta que se organizaba en torno a ellos, algo no iba a ir del todo bien, y eso fue justo lo que pensó la Uzumaki que levantó la mano hacia Datsue y Datsuse como si aquello fuera a evitar que sucediera lo inevitable, pero no, fue Nabi quien cogió al perro y lo lanzó lejos, dejando un rastro de orina durante el trayecto de vuelta a tierra.

Eri corrió hacia la situación, sin embargo...

¡Plaff!

Nabi acababa de abofetear a Datsue.

Nabi.

A Datsue.

«¿Pero este hombre no recuerda lo que ocurrió?» La fémina se llevó una mano a la cabeza tapando parcialmente su visión, haciendo un gesto de hastío.

—Venga, vamos a calmarnos... —murmuró Eri en un tono algo más conciliador—. Vamos a sacarte de ahí y...

Pero Datsuse volvía dispuesto a por una revancha, porque así era él, porque no se rendía aunque lo lanzasen volando mientras dejaba un arcoiris de esperanza detrás, no, Datsuse no se iba a rendir, y menos con Datsue y Nabi. Oh, no, no lo haría. Por eso tomó impulso en sus patas delanteras y saltó con una dirección fija: la pierna derecha de Nabi, el cual parecía distraído con su dueño.

Sus afilados colmillos brillaron bajo la luz de las farolas, buscando la rosada carne del Inuzuka, porque la venganza era un plato de carne, seguro.

—¡Que ya estoy calmado, cojones! ¿¡No ves lo tranquilo que estoy!? ¿¡LO QUIETO QUE ESTOY!? ¡Pues eso, cojones, pues eso!

— ¡Pues calmate más!

La gente empezó a arremolinarse alrededor de la victima, mientras esta hacía de todo menos cooperar. Reiji empezó a decir no sé qué de una apuesta que Datsue tenía conmigo. Obviamente iba a protestar, cuando dijo algo de que yo había ganado. No recordaba la apuesta, pero Reiji parecía de fiar si decía que yo había ganado algo.

— Eso, Datsue, me debes 100 ryos de la apuesta. Trae va, que te saco de ahí. Apartaos un poco.

Podían no hacerme caso, pero tras hacer una serie corta de sellos, el suelo alrededor de Datsue empezaría a elevarse y con que él ayudara un poco, a resquebrajarse para que pudiese salir sin problema.

Al mismo tiempo, y sin que ningún humano le prestase mucha atención, Datsuse estaría abalanzandose sobre mí. Sin embargo, lo que el felpudo dorado no sabía era que había alguien que comprendía sus instintos perrunos y que le doblaba o incluso triplicaba en tamaño y fuerza, ese alguien era el único y legendario Stuffy. Al ver las intenciones hostiles de Datsuse tuvo que interceptarlo, aunque fuese por joderle y que se quedase con la frustración, pero tenía que hacerlo.

Stuffy placó a Datsuse en el aire, quien voló hasta una silla cercana y chocó, haciendo un sonidito agudo que era más propio de un peluche que de un perro. Al caer, se levantó rápidamente y empezó a gruñir a Stuffy y a dar vueltas a su alrededor esperando el momento de abalanzarse, a lo que mi perro ni reaccionó, como si oyese llover.

— Hala, ya está. Ten más cuidado la próxima vez que te juegues algo conmigo, eh, musculitos.

Le di un par de palmaditas en la espalda mientras mantenía una mano extendida ante él esperando mis ryos.

En fin, no serviría tirarle de las orejas para sacarlo de debajo de tierra. Lastima, era un plan maravilloso para una noche de fiesta de verano. Quizás debía haber dicho que el juego de Datsue consistía en sacarle de allí tirando de las orejas...

Pero bueno, parecía que Nabi tenia la solución. Hizo algo que yo jamas hubiese podido hacer. Usar ninjutsu para sacarlo de allí. Yo tendría que haber ido a buscar una pala para desenterrarlo.

—Madre mía, vas a necesitar a un jardinero de los caros para que te deje esto como estaba antes...

El destrozo era evidente, y si tenias que movernos allí durante la noche, habría que tener cuidado con el suelo y todo por culpa de quien fuera que lo hubiese enterrado. Nabi tenia todas las papeletas, pero quizás había allí mas gente capaz de usar ninjutsu de tierra.

Además, había tenido una idea brillante para dejar bien a Datsue con su amiga pelirroja.

—Oye, ¿por que no lo hacéis al mejor de tres? Ya no podéis destrozar mas el jardín, pero ahora podrías hacer algo mas normalito, como un pulso.

Si Datsue era mas fuerte que Nabi, le ganaria, y así, impresionaria a su chica.

—Podéis apostaros la cena también —Luego le susurre a Datsue—Tienes un dos por uno, venganza e impresionar a tu amiga especial

«Que se las arregle él», pensó para sí, cuando vio a Datsuse batallar contra Stuffy. ¡El muy perro había tratado de mearle en la cara! Pues ahora que no esperase por su protección divina. Cual muerto viviente, el Uchiha emergió de la tierra después del Doton empleado por Nabi, que destrozó todavía más su pequeño jardín.

—Joder, me has dejado hecho una mierda —se quejó, quitándose la camiseta en el acto.

No, no para enseñar sus musculitos. Ni porque ahora, aparentemente, ese fuese el gusto de Aiko. Nada más lejos de la realidad. Sino porque, en efecto, estaba hecho una mierda. Se sacudió el polvo lo mejor que pudo, mientras no dejaba de oír barbaridades por parte de Nabi. ¿Darle dinero, aún por encima? Como bien decía Reiji, iba a tener que pagar un buen montón al jardinero para arreglar aquel desastre.

—No, me los debes tú, Nabi. Por daños a mi propiedad. —Palabra de Jonin.

—Oye, ¿por que no lo hacéis al mejor de tres? Ya no podéis destrozar mas el jardín, pero ahora podrías hacer algo mas normalito, como un pulso.

—Eso no…

—Podéis apostaros la cena también —le susurró Reiji—Tienes un dos por uno, venganza e impresionar a tu amiga especial.

¿Impresionar a Aiko? Dudaba que con algo así fuese a hacerlo. Además, él ya había pasado página. Ya no quería…

—Bah, dudo que Nabi tenga huevos a aceptar el reto.

El pobre can soltó un gemido de cachorro herido y pronto quiso volver a la carga, pues a cabezón, como su dueño; no le podía ganar nadie, hasta que un perro más grande, más peludo y más feo le cortó el paso. Comenzó a dar vueltas sobre él mientras le recitaba una retahíla de insultos perrunos, ¡esa era su casa, su territorio, y nadie lo iba a amedrentar!

Mientras tanto, Eri se encontraba perdida ante apuestas y destrozos, ¿qué había ocurrido aquí sin que ella se enterase?

—Un momento, un momento, ¿qué apuesta? ¿Qué mejor de tres? ¿Qué me estoy perdiendo? —soltó de seguido mientras miraba a un descamisado Datsue, a Nabi y a Reiji, luego miró a Sakura con ojos de súplica—. ¿Sabes de lo que hablan? —luego miró al grupillo más cercano—. ¿Y vosotros?

¿¡Por qué era la última en enterarse de todo!?

—Joder, me has dejado hecho una mierda —

Le miré indignado.

— ¿Así me agradeces que te haya salvado la vida?

—Oye, ¿por que no lo hacéis al mejor de tres? Ya no podéis destrozar mas el jardín, pero ahora podrías hacer algo mas normalito, como un pulso.

—No, me los debes tú, Nabi. Por daños a mi propiedad. —

Ahí ya solo contesté mirando al uno y al otro con los hombros levantados al igual que las manos con las palmas hacia arriba. Mi desconcierto estaba en máximos.

— De verdad, más desagradecidos que un amenio, macho.

—Bah, dudo que Nabi tenga huevos a aceptar el reto.

Al oír su provocación, más que obvia, solo pude acentuar más mi expresión. No fue hasta que un milisegundo después me llegó lo que dijo Eri entre la muchedumbre.

—Un momento, un momento, ¿qué apuesta? ¿Qué mejor de tres? ¿Qué me estoy perdiendo?

Había tenido mis sospechas de que lo de la apuesta era invento de Reiji. Yo no recordaba la apuesta, tampoco recordaba que había desayunado hoy ni cuanto hacia que no me duchaba así que digamos que mi memoria no es realmente fiable. ¡Pero! Que Eri no recordase una apuesta entre Datsue y yo era sospechoso. Eso me llevaba a afirmar de forma inequivoca que Reiji estaba mintiendo con lo de la apuesta. Aunque pudiese parecer que jugaba a mi favor, ahora me acababa de traicionar de mala manera.

¿Por qué inventarse una apuesta que Datsue ha perdido para beneficiar a Datsue despues? ¿No hubiera sido mejor inventar una apuesta que hubiese ganado? A lo mejor pensaban que yo no hubiese aceptado la primera apuesta inventada ganada por Datsue así que se la inventan ganando yo para que después acepte la segunda apuesta, donde claramente Esteroides-kun tiene ventaja.

O podía ser que lo de la primera apuesta fuese para hacerme pensar exactamente eso y que rechace la segunda apuesta, quedando mal ante todo el mundo. O eso era lo que ellos querían que yo creyese para que aceptase la segunda apuesta pensando que ellos quieren que la rechazara. O acaso era posible que eso fuese lo que querían que yo anticipara para que acabase aceptando solo por la provocación.

— Está claro que aquí está habiendo un complot en mi contra. Primero, esto que tienes en el jardín se llama "Arte Moderno" y tendrías que pagarme tú a mí un dineral, porque esto es arte, amigo. Segundo, ya he ganado la apuesta así que segundas apuestas serían independientes y nada tendrían que ver con la que ya he ganado. Y bajo ningún concepto voy a hacer un pulso después de todos los esteroides que te has metido.

—Un momento, un momento, ¿qué apuesta? ¿Qué mejor de tres? ¿Qué me estoy perdiendo?¿Sabes de lo que hablan?

Sakura negó con la cabeza a la pregunta de Eri. Mientras le susurraba algo.

—Ni idea, deben ser cosas de chicos o algo que han hablado antes para dejar bien a Datsue con su amiga especial.

— Está claro que aquí está habiendo un complot en mi contra. Primero, esto que tienes en el jardín se llama "Arte Moderno" y tendrías que pagarme tú a mí un dineral, porque esto es arte, amigo. Segundo, ya he ganado la apuesta así que segundas apuestas serían independientes y nada tendrían que ver con la que ya he ganado. Y bajo ningún concepto voy a hacer un pulso después de todos los esteroides que te has metido.

—Vaya... Cuando se abalanzó sobre ti hace un rato pensé que Nabi era un tio mas valiente, pero se ve que me equivocaba...

En realidad solo intentaba malmeter para ayudar un poco a Datsue. No había hecho mas que recibir desde que había llegado Nabi a la fiesta. Sin motivo aparente.

—Tenias razón, menudas excusas más malas se inventa para no admitir que te tiene miedo —Le dije a Datsue en voz suficientemente alta para que Nabi lo escuchara.

Aquello se estaba yendo de madre, y lo peor era que la mayoría de invitados, acostumbrados a las disputas entre Datsue y Nabi, ya habían empezado a engullir el churrasco. ¡Los muy malnacidos ni esperaban por el anfitrión!

La discusión siguió su curso, y pese a que Reiji sabía jugar muy bien sus cartas, contaba con un pequeño contratiempo: no sabía lo cabezadura que podía llegar a ser el Inuzuka. Cuando algo se le metía en la sesera, ya podía bajar del cielo Shiona en persona que nada ni nadie le iba a hacer cambiar de parecer.

—Pfff... Ni caso, Reiji. Ya estamos acostumbrados por aquí.

Fue entonces cuando la última invitada llegó, a las prisas.

—¡¿Ya estáis todos?!

Era una joven chica que aparentaba tener unos dieciséis años, a lo mucho. Le sacaba unos centímetros a Datsue, y era de piel más blanca, con un cabello castaño y listo que le caía detrás de las orejas. De pestañas largas y ojos pardos, vestía un top blanco, una falda vinotinto y unas sandalias.

Le dio un beso en la boca a Datsue.

—¿Ya dando la nota? —le murmuró, al verlo descamisado. El Uchiha no supo hacer otra cosa que encogerse de hombros—. Ey, ¡hola! Tú debes de ser Nabi, ¿no? Datsue me habló mucho de ti. ¿Eri? —preguntó luego, dirigiéndose a la kunoichi y dándole dos besos en las mejillas—. ¿Y…?

—Sasaki Reiji —le aclaró—. El mejor espadachín que verán estas tierras. Ella es Sakura, una buena amiga. Y…

—Aiko —se presentó por ella misma, dándole la mano.

Datsue carraspeó.

—Os presento a Urami, mi novia.

Su novia, sí. La había conocido en una peligrosa misión, que a él le gustaba llamar la penumbra de Lady Tākoizu. Una cosa había llegado a la otra y… ahora eran pareja. Ahora que lo pensaba, tenía que actualizar su diario. Habían pasado muchas cosas desde la última vez que había escrito en él.

Eri rodó los ojos cuando Sakura le explicó que todo aquello parecía un paripé entre los tres chicos para salvarse de Aiko, quien estaba todavía mirándoles todavía, hasta que, de pronto, apareció la que parecía ser la última invitada de la noche.

—¡¿Ya estáis todos?!

Una muchacha algo más alta que Datsue, castaña y bien vestida había hecho acto de presencia en el lugar. Eri la miró con el ceño ligeramente fruncido por no saber quién era la desconocida, hasta que sus cejas de arquearon tanto que comenzó a dolerle la cabeza, pero no lo notaría hasta después de un tiempo pues, tal fue el shock al ver como había plantado un beso en los labios a Datsue sin ningún tipo de tapujo, que la Uzumaki se había quedado helada en el sitio.

—...Datsue me habló mucho de ti. ¿Eri? —preguntó luego, dirigiéndose a la kunoichi y dándole dos besos en las mejillas—. ¿Y…?

Ni si quiera se había dado cuenta de ello hasta que se dirigió a Reiji, justo cuando pudo negar para salir de su trance y mirar a Datsue con duda en sus ojos, a lo que él respondió:

—Os presento a Urami, mi novia.

—¿N-novia? —tartamudeó, y luego...

Luego su estómago se contrajo y dio vueltas, como su cabeza, cerrando los ojos con fuerza. Un retortijón resonó hasta sus oídos y sintió unas ganas tremendas de vomitar.

—D-datsue... B-baño... —pidió, sujetándose el estómago.

—Tenias razón, menudas excusas más malas se inventa para no admitir que te tiene miedo —

—Pfff... Ni caso, Reiji. Ya estamos acostumbrados por aquí.

Negué con la cabeza un par de veces antes de contestarles, para dejar clara mi posición y mi rechazo a aquella treta, de la más baja calidad.

— Por favor, chicos, me dejáis en evidencia intentando una táctica tan vieja y tan cutre para hacerme morder el anzuelo. Intentadlo de nuevo más tarde.

Sin embargo, poco más iba a durar nuestra discusión sobre honor y dignidad shinobi, pues una apuesta joven apareció de la nada. Una desconocida a todas luces.

—¡¿Ya estáis todos?!

Iba a preguntarle qué quería o si era la de la limpieza que se había equivocado de día, pero eso le pertocaba al dueño de la casa, así que me giré a la espera de que dijese algo. Ella fue más rápida, se acercó a él y le besó. Sin duda tenía unas sirvientas muy sueltas este Datsue.

—. Ey, ¡hola! Tú debes de ser Nabi, ¿no? Datsue me habló mucho de ti. ¿Eri? —

— ¿Eh...? ¿Sí? — balbuceé mientras miraba al Uchiha en busca de información y después a Eri, para ver si era el único que no entendía nada. Pero ella estaba tan perdida como yo.

—Os presento a Urami, mi novia.

—¿N-novia? —

Iba a dar voces a los cuatro vientos, a darme palmadas en la cara hasta decir basta. Pero, pero, pero, este hombre... Está al borde de la guerra cinco o seis veces por salvar a Aiko, la gran diosa de su corazón, su amante eterna y ahora que lo consigue, se rinde y se busca a otra. La verdad, no lo hice por dos motivos, primero, era tan tan tan típico de Datsue que ni me salía reaccionar abruptamente, ya me lo esperaba todo. Segundo, contuve un eructo y un sabor poco agraciado me sobrevino.

No. NO. NONONONONONO. Miré la barbacoa, la carne y al anfitrión. NO PODÍA SER. ¿Donde tenía la cabeza? ¡Era Datsue! Era carne de oferta. Qué digo de oferta, de extra oferta, me sorprendería que no la hubiese sacado él mismo del contenedor cuando los responsables la tiraron por estar pasada de fecha.

Por suerte, yo tenía un estomago de hierro, de acero, de metacrilato, de lobo amenio, de oso kuseño, de leopardo atigrado, pero los demás seguramente no tendrían tanta suerte.

— Datsue, dime que no has comprado tú la carne. ¡Dime! ¡Que! ¡No! ¡La! ¡Has! ¡Comprado! ¡Tú! — no esperé una respuesta. — ¡Vamos a morir todos!

Por mi parte, en unos minutos empezarían los gases, incrementando exponencialmente frecuencia y potencia, hasta en una hora aproximadamente cagar todo lo cagable.

De nuevo, como si fuese el día de las revelaciones, miré a Stuffy. Su único ojo estaba vagando por la escena distraído, sentado, con la lengua fuera. Él era la bomba. Eché un vistazo, recé por las almas de los presentes y fui dirigiendome lentamente, sutilmente, hacia la puerta.

— Por favor, chicos, me dejáis en evidencia intentando una táctica tan vieja y tan cutre para hacerme morder el anzuelo. Intentadlo de nuevo más tarde.

—Que cobarde...

Pero antes de que Datsue o Nabi pudieran decir algo mas, aparecio otra chica desconocida. Y a juzgar por las caras de Nabi y Eri, a esta no la conocían.

—¡¿Ya estáis todos?!

Sin decir nada mas, se acerco a Datsue y le dio un beso en los mismos morros que acababa de lamer el perro hace un rato cuando estaba enterrado. Por un lado fue bastante asqueroso y poco higiénico por otro...

Por otro lado menuda sorpresa. ¿Por que narices necesitaba ayuda para quedar bien con la primera si estaba saliendo con la segunda?¿Acaso solo salia con esta ultima para darle celos a la primera?

—Sasaki Reiji. El mejor espadachín que verán estas tierras. Ella es Sakura, una buena amiga.

—Encantado, En realidad Sakura es mi pareja y no soy el mejor espadachin de estas tierras... Aún.

—Encantada de conocerte

—Aiko.

La primera chica misteriosa de la que Datsue parecía enamorado, pero luego resulto tener otro ligue, dió por fin su nombre.

—Os presento a Urami, mi novia.

Y Datsue presento a la segunda ante el asombro de todos, que ya estaban impactados por el beso.

—¿N-novia? —

Me acerque un poco mas a Sakura, tenia dudas, dudas que yo no podía resolver, pero seguro que ella si.

—No entiendo nada... Cuando a hablado con Aiko parecía enamoradisimo. Tu lees novelas románticas entre otras cosas. ¿Que esta pasando aquí? —Le susurre a Sakura.

—No tengo ni idea, la verdad, pero si leyeras más y entrenaras el cerebro tanto como el resto del cuerpo, sabrías que la realidad es bastante diferente a la ficción.—contestó sacando la lengua.

Pero hubo tres cosas que nos sacaron de la conversación. Primero, Eri pidiendo un baño a Datsue mientras se sujetaba el estomago, como si estuviera a punto de vomitar lo poco que había comido.

Lo segundo fue Nabi gritándole a Datsue.

—Datsue, dime que no has comprado tú la carne. ¡Dime! ¡Que! ¡No! ¡La! ¡Has! ¡Comprado! ¡Tú!¡Vamos a morir todos!

Y la tercera fue la propia Sakura, agarrandose el estomago como Eri con una mano, y apoyándose en mi hombro con la otra.

—Creo que yo también necesito ir al baño urgentemente...

Poco a poco todo empezaba a cobrar sentido en mi cabeza. La bebido hubiese podido ser el punto clave si yo mismo me sintiera mal, pero yo también había bebido. El punto clave era la barbacoa, Sakura y Eri habían estado picoteando mientras cocinaban, y yo aún no la había probado, por eso me encontraba bien.

—¿Puedes aguantar si te cargo en brazos hasta casa? Iremos mas rapido si atravieso saltando por encima de los edificios.

—No lo se, puedo intentarlo, pero date prisa.

Cogí a Sakura en brazos dispuesto a marcharme de allí, no sin antes dirigirle una mirada a Datsue del tipo: "Si es mas grave y le pasa algo a Sakura, Oonido no sera lo suficientemente grande para que encuentres un escondite".

Datsue no daba crédito a lo que veían sus ojos. Como si de una fila de piezas de dominó se tratase, uno a uno todos fueron cayendo. Vio a alguien vomitándose encima, literalmente, tratando inútilmente de taponar el flujo con sus propias manos. Otro había tenido la decencia de apartarse contra el mural. Había uno que se había bajado los pantalones a medio camino de casa y…

Prefirió no mirar. Un recuerdo lejano y olvidado le llegó a la mente.

—Pero… Pero… La carne era de primera —respondió a Nabi—. Una ganga irrechazable… No… No entiendo.

Superado por la situación, no era capaz de hilvanar dos frases seguidas. ¿El baño? Ya ni recordaba dónde estaba.

—¡Entrando a mano izquierda! —respondió Urami a Eri, y a todo el mundo que se acercaba preguntando dónde estaba el cuarto de baño. No iba a llegar para todos.

—Ternera criada en la mismísima Kusagakure, me dijo. Cerdo mantenido a base de bellotas. Y estaba de liquidación, porque cerraba el negocio —Datsue seguía hablando, casi delirando para sí—. Se iba a dedicar a la uva, me dijo. Menos problemas, más caché. Esto no… Esto… ¡VOY A MATAR A ESE PEDAZO DE HIJO DE PUTA, JODER!

Aquello había sido algo digno de contar en un futuro, y es que no fue solo Eri quien se comenzó a sentir mal, no, Sakura cayó tras ella, llevándosela consigo un Reiji que, por suerte; no había probado bocado de la barbacoa. Nabi comenzó a chillarle a Datsue, y éste pareció entrar en una negación constante.

Ella, bueno, solo podía aguantar los retortijones antes de poder escuchar a Urami decir dónde se encontraba el baño, pero ya era tarde, muchos de sus antiguos compañeros habían ido justo en esa dirección, y ella, que necesitaba irse sí o sí a algún sitio para deshacerse de aquello que hacía que su estómago ardiera por los cuatro costados, hizo un solo sello.

—Ternera criada en la mismísima Kusagakure, me dijo. Cerdo mantenido a base de bellotas. Y estaba de liquidación, porque cerraba el negocio...—explicaba un histérico Datsue, pero para ella ya era tarde, levantó la mirada y...

—¡L-lo siento...! —exclamó antes de desaparecer de allí rápidamente.

No llegó a su casa, ni si quiera llegó lejos, pero sí estaba alejada lo suficiente para poder deshacerse de lo que la enfermaba en algún arbusto alejada de ojos ajenos.

—¡VOY A MATAR A ESE PEDAZO DE HIJO DE PUTA, JODER!—juró haber escuchado entre los sonidos que emitía su estómago destrozado, por suerte el dolor remitió bien entrada la madrugada.

Y se prometió a sí misma que la próxima vez acompañaría a Datsue a comprar, aunque tuviera que ir a la mismísima Amegakure a buscar la comida.

Para cuando todos empezaron a marcharse, mi cuerpo se hallaba a medio camino de mi propia y segura casa. Sin embargo, Stuffy se había encargado de dejar algo que hiciera que Datsue no nos olvidara ni a mí ni a él durante un largo, largo tiempo.

Una cagada más grande que el propio Datsuse en el jardín seguido de un rastro que entraba en su casa y se dirigía a la ventana, por la que había salido el perro ninja, que para algo era ninja. El rastro no se hacía más débil a medida que se alejaba, sino que dejaba regalitos cada metro que volvían a avivar el rastro.

Por suerte, esta vez la culpa no era mía.

El olor a defecación de animal hizo que quien no hubiera tenido molestias estomacales, las cogiera y fuerte. Habría que hablar muy seriamente de quien financiaba las fiestas y quien era el responsable de hacer el acto de ir a comprar en nuestra próxima reunión de alumnos.