Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
25/09/2019, 17:09 (Última modificación: 25/09/2019, 17:16 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Era una tarde de cielo naranja en Kaminari No Kuni, donde las nubes rojizas se vestían con el naranja del sol y el purpóreo del cielo poco a poco se iba vistiendo del negro para lucir en la noche.
Una vez más sus pasos le habían llevado a la tierra de sus ancestros, ¿pero por qué había de regresar a una vez más ahí? Un magnetismo misterios, algo tejido por el hado que era mayor a él. Se puso a recordar su encuentro con la Princesa Conejo, y su posterior caída tras regresar de aquel valle. "Ha pasado un año desde que lobo se convirtió en shinobi, ¿tan rápido se va el tiempo?" Aquella duda le llevó a aquellas tierra que podía ser casi sagrada para los de su linaje. "Tsukiyama, Akane, Aburame, Aotsuki, Amedama, Yoshimura..." Había conocido buenos amigos en aquel tiempo y otros que no tanto, pero a ellos no valía la pena nombrarlos. "Aún hay mucho camino que lobo debe recorrer, hay muchos que te llevan la delantera ahí afuera." Se dijo a sí mismo mientras avanzaba caminando sobre el afluente de agua.
En algún momento, divisó una roca alta, una que destacaba de entre el resto de formaciones geológicas. Por instinto, empezó a saltar hacia ella, brincando para escalarla y llegar a la cima. Una vez ahí, observó a su alrededor, un paisaje en ruinas, donde alguna vez se supone estuvo la antigua Kumogakure. "Si las piedras hablaran, ¿qué me contarían?" Se preguntó mientras el viento acariciaba su rostro allá en la altura. "Huh, no sé si podré ir al Festival de Música del País del Fuego, que según Aotsuki era por estas fechas." Suspiró.
Y entonces, tuvo una idea. "¿Hasta dónde llegará el eco de mi voz? Si no puedo domar el silencio, no podré a las multitudes." Sonrió y tomó el brazo de Otome, empuñándola frente a sí.
Unas chispas plateadas de sus dedos hicieron contacto con las cuerdas de acero, resonando cómo un trueno armonioso cuyo acorde reverberó entre las rocas y se perdía en el horizonte.
¡YOOOOSHAAAAA!
Y a ese le siguió una estela de furia, un sonido de metal con ánimo cómo si estuviera en el más grande los escenarios del mundo. Los últimos rayos del sol de la tarde que se colaban entre los nubarrones iluminaban su silueta en el horizonte, alzado por sobre todo lo demás. En lo alto, más que nadie, con una canción que profanaba el silencio de aquel sitio abandonado.
Desde el comienzo de nuestras vidas
Somos empujados poco a poco
Nadie nos pregunta cómo deseamos que sea
En las Academias nos enseñan qué pensar
Pero cada quien dice lo que le conviene
Pero todos están convencidos
Que son a ellos a quienes debes obedecer.
Así hablan una y otra vez, nunca se detienen
Hasta que te das por vencido
Y lo único que puedes pensar es
¡Quiero ser libre! - Vivir mi vida sólo
¡Quiero ser libre! - Déjenme ser
¡Quiero ser libre! - Hacer las cosas por mí mismo
¡Quiero ser libre! - Y salir de aquí
Cantaba a todo pulmón, mientras el antinatural sonido eléctrico de su guitarra le acompañaba.
Vamos a ahorrarnos los detalles innecesarios. El cómo Datsue estaba de paso por allí debido a una misión —terminada y con éxito—. El cómo había oído aquella canción tan vigorosa, pero que al mismo tiempo le transmitía algo de melancolía, de añoranza. El cómo había trepado por la roca sin hacer el mínimo ruido para descubrir al autor. Y la cara de sorpresa al ver al chico de espaldas. Su voz ya le sonaba, pero aquellas ropas, aquella silueta y aquel pelo…
No, no tuvo falta de verle la cara para saber quién era. Había pasado casi un año desde su último encuentro, pero lo vivido junto a él en el desierto del País del Viento no se le olvidaría en la maldita vida.
—Pero si es el chico más odioso y metomentodo de todo Oonindo. Quieres ser libre, ¿hmm? Lo tienes fácil: rásgate esa bandana que llevas al cuello.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
25/09/2019, 18:39 (Última modificación: 25/09/2019, 18:42 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Se tuvo que detener en su interpretación al escuchar una molesta voz tras de sí, girando su cuello de forma mecánica lentamente para darse cuenta de quién fue el osado que acababa de interrumpir su presentación. Sus ojos se mantenían ocultos bajo el cristal oscuro, pero aún así la leve Iluminación permitía divisar una mirada afilada de pura ira. Una ira encadenada únicamente por su temple. "Me lleva la gran puta..." Lo tenía a tiro perfecto, le bastaba un solo codazo para mandarlo rocas abajo, pero si algo había ganado en ese año, era carácter. Por un momento deseó que no fuera así, pues su corazón le pedía a gritos que no se contuviera. Sin embargo, se limitó a sonreír descaradamente aún cuando parecía más una expresión asesina.
—¿Rajarla, dices?... Abandonar a quienes amo, el juramento de mi clan, vivir con la incertidumbre de ser cazado y que la muerte me acechará en cada esquina hasta el último de mis días. ¿Esa es tu idea de ser libre? Me preocupa un poco tu concepto de "libertad"— Se giró lentamente para encararlo frente a frente. —Es de mala educación interrumpir a alguien, así que si ni siquiera te vas a disculpar mejor lárgate antes de que me arrepienta de no haberte golpeado cuando pude... Porque no voy a estar tranquilo hasta que lo consiga y no quiero pasar a mayores— Apretaba los dientes con cada palabra sin dejar de alzar las comisuras de los labios.
Fue honesto, cómo siempre lo era. Mantenía una postura relajada con la mano zurda por sobre el brazo de Otome y con la diestra en la cintura. Difícilmente podías decir si estaba calmado o en alerta, o quizás una rara combinación de ambas.
King Roga, de Amegakure no Sato. Ahora lo veía claro en su bandana. Datsue todavía no se había quedado satisfecho tras haberle pateado en la arena y partido la boca. Aquel chico le había ultrajado, atacado por la espalda y privado de poseer un arma milenaria.
—Oh, es verdad —respondió a la larga réplica de Roga—. Que había olvidado que no sabías ni distinguir una puta broma y te ponías todo melodramático. Golpearme, ¿eh? —se descojonó en el sitio, tanto que tuvo que quitarse una lagrimilla con el dorso de una mano—. Ay, ay. ¡Pues parece que chistes sí sabes contar!
Joder, ¡qué buena! Pero no le hacía falta activar el Sharingan para saber lo que ocurriría si se quedaba allí. Acabarían pegándose, y él reventando a Roga. Conocía medianamente sus habilidades, y era imposible que en un año hubiese mejorado tanto como para ponerle en un aprieto. ¿Qué era un fanfarrón?
No… ya no. Ahora era realista. Y también…
—Está bien, ahí te quedas.
… y también un tío que sabía que ya la había liado demasiado en sus años mozos. Ahora que se había adentrado en el camino de la rectitud y la redención, quedarse allí a discutir quién tenía más o menos razón para acabar decidiéndolo a hostias era, claramente, un jodido desvío. Un desvío que ni quería, ni podía permitirse.
Así que, sin darse la vuelta —pues ya sabía lo que les pasaba a aquellos que le daban la espalda a Roga—, decidió volver por donde había venido, haciendo uso del chakra para caminar por la empinada roca en la que estaban subidos.
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—Qué bromitas las tuyas eh...— contestó con desdén.
El Yotsuki mantuvo la forzada expresión mientras Datsue empezaba a retroceder, alzando la mano diestra y despidiéndose de forma cínica.
—¡Hasta nunca! ¡Uchiha de mierda!— dijo divertido en tono burlón.
Y sin embargo, el sólo verle la cara le había amargado tanto cómo para no querer seguir cantando. "Hoy no cenas, lobo..." Y si bien despreciaba a Datsue, no era tampoco un odio fuerte como para querer perjudicarlo por voluntad propia. Más aún, por no escalarlo a un conflicto internacional con la Alianza estando en pie.
Suspiró, estaba por anochecer y estaban en medio de la puta nada. "Mejor sólo que mal acompañado. Además, ¿que otra cosa podría salir mal?" Y cómo si hubiese invocado a los problemas con aquellas palabras...
¡BRROOOOOOOOOM!
—Oh por Amenokami, ¿y ahora que?— Trastabilló un poco para mantenerse en la roca.
Hubo un retumbo fuerte, uno muy corto para ser un temblor normal. Las aguas abajo se agitaron un poco y más pronto que tarde el terreno volvió a estabilizarse.
Sin embargo, Datsue que ya estaría abajo notaría algo en las aguas que llamaría la atención de los presentes: era un hombre anciano, el cuál flotaba boca arriba sobre las aguas. Era calvo y vestía ropas de monje, pero estaba claro que consciente no estaba.
«Uchiha de mierda, ¿eh? Lo tengo que oír y aguantar… Pfff… Inspira y espira, Datsue. Inspira y espira. Y recuerda que solo es un niñato al que le faltó una madre quen le diese un buen par de tortas cuando se portaba mal. Ya aprenderá… algún día».
Él había acabado aprendiendo, ¿no? Mientras no se cruzase la línea roja, ningún caso era perdido. Estaba a punto de iniciar rumbo a casa cuando se oyó un gran estruendo, que retumbó tan fuerte que agitó las aguas sobre las que caminaba.
Por seguridad, activó el sharingan, mirando a un lado y a otro en busca de posibles amenazas. ¿Roga habría cometido la estupidez de atacarle? No… aquel sonido no parecía propio de un ninjutsu. Sino, más bien…
—¡Hostia! —exclamó, sorprendido, al ver a un anciano flotando en el agua. Miró a izquierda y derecha, arriba y abajo una vez más. El ninja precavido era el que más vivía—. Oiga… ¡Eh!
Nada. Estaba inconsciente. Se acercó a él con cautela, tomándole por debajo de la cabeza para elevarle y que no se hundiese. ¿Heridas? ¿Manchas de sangre o hematomas? El Uchiha realizó una primera y superficial visual para comprobarlo. Luego, le tomó el pulso y comprobó si respiraba.
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Lo primero que notaría en aquel anciano eran moretones en el hombro derecho, además de un chichón en la parte trasera de la cabeza. ¿Serían de una caída o provocados por alguien? Por ahora no tenía forma de saber eso, pero por lo menos, respiraba a un ritmo medianamente normal.El nivel de energía espiritual de aquel hombre era cómo el de un civil, uno que si bien podría haber aspirado a ninja algún día estaba unas cinco décadas tarde para apuntarse a la academia.
Por su lado, el Yotsuki se dispuso a bajar por el filo de la roca dejándose deslizar por esta mientras poco a poco se sostenái con su mano cargada con chakra hasta que divisó al Uchiha con el mentado herido. "Lobo, recuerda. Nunca preguntes qué podría salir mal, porque si lo haces algo definitivamente va a salir mal." Suspiró y luego pegó un último salto.
—¡Oeh!, ¿qué ha pasado con ese sujeto?— Frunció el ceño. Hablaba cómo si hasta hace unos minutos no hubiesen querido arrancarse los ojos mutuamente. Estando la integridad de un tercero en riesgo, la rencilla personal se volvía irrelevante. —Y en un sitio cómo este en medio de la puta nada...— Miró a los alrededores, preguntándose que podría haber causado el temblor. "¿Habrá un enemigo cerca?" Sus ojos iban de lado a lado, alerta.
Estaba vivo. Respiraba. Eso era bueno. Le dio un par de bofetones, a ver si así se despertaba.
—Oiga. ¡Oiga! —exclamó, tratando de recuperar su consciencia. Pronto fue interrumpido por Roga, que había descendido de la roca y ahora se preocupaba por el anciano—. Ni puta idea. Solo sé que tiene un chichón en la nuca…
Un golpe en la nuca. Eso significaba que le habían atacado por la espalda.
Por la espalda…
Por la espalda…
Los ojos encendidos del Uchiha volaron como saetas acusadoras hacia los de Roga.
—¿¡Fuiste tú!? Este hombre sufrió un golpe rastrero y cruel por la espalda… ¡Tu puta especialidad! —¿Se había desquitado con aquel pobre anciano, al saber que no podría hacer nada contra el Uchiha?
Después de lo sucedido en el desierto, Datsue no se cerraba a ninguna teoría.
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El Yotsuki se llevó los dedos al entrecejo y suspiró pesadamente ante la acusación del Uchiha. "La puta madre con este sujeto." Se levantó las gafas para colocárselas sobre la frente y dejar a la vista el dorado de sus ojos, también llevando la guitarra a su espalda para que no estorbase.
—¿Crees que es el momento para eso?— Dijo calmado. —Además, si quisiera cometer una fechoría de verdad, no sería tan obvio— Sonrió, aunque de inmediato sus comisuras descendieron. —Cómo sea, este sujeto necesita atención médica y aquí ni vos ni yo somos médicos. A lo sumo podemos vendar un poco sus heridas y luego llevarlo a algún pueblo acá cerca del valle— Se acercó con confianza y paso firme sin importarle la mirada amenazante de Datsue.
Se quitaría las vendas negras de sus brazos, dejando a la vista sus cicatrices. Remojó un poco en agua la tela y luego se la ofreció a Datsue.
—Dale. Si no confías en mi siquiera para eso pues hazlo tú— Mantendría la mano extendida esperando la reacción del Uchiha.
Quizá. Quizá si Roga lo hubiese hecho, no fuese tan obvio. O quizá, simplemente, no pudo contener la ira que invadía su ser. Datsue había visto cosas más raras y más estrambóticas a lo largo de su carrera. Roga, como si quisiese demostrar sus buenas intenciones, se quitó las vendas de los brazos y se las ofreció al Uchiha para vendar al anciano.
Datsue miró a Roga.
Miró sus vendas.
Volvió a mirar a Roga.
Y otra vez las vendas.
Y otra vez a Roga.
—¿Qué coño quieres que haga con eso? —preguntó, irritado—. ¿No te acabo de decir que tiene un chichón y moratones? —¿Para qué iba a vendar un maldito chichón? ¡Era contraproducente! Lo último que necesitaba era más presión en aquella parte del cuerpo. Otra cosa sería si tuviese heridas sangrantes, claro. Pero de esas no las había visto.
»¿Sabes dónde se encuentra el pueblo más cercano? —De lo contrario, tendría que sacarse el mapa que había traído por la misión para consultarlo.
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—Para eso las mojé en agua, animal— escupió. —Solo envuelve la zona para que baje la inflamación— Sentía que las ganas de golpearlo poco a poco iban volviendo.
—Si la memoria no me falla, hay un asentamiento rural cerca de aquí. No me quedé mucho tiempo cuando pasé por ahí, pero con suerte al menos un curandero encontraremos.
—¡Pero para eso se necesita hielo, hombre! —Bueno, crío imberbe le quedaba mejor como calificativo—. Qué va a bajar eso la inflación ni qué niños muertos. Una pérdida de tiempo, es lo que es.
Apartó las vendas que le ofrecía Roga de un sonoro manotazo, y se cargó el anciano al hombro con una pasmosa facilidad. Un año atrás, cuando se habían conocido, Datsue se hubiese causado una hernia por el mero hecho de intentarlo. Ahora, tras el arduo entrenamiento y estricta dieta a la que se había sometido, levantar a plomo el cuerpo de un adulto no le producían ni cosquillas. Sus músculos, después de todo, estaban acostumbrados a cosas peores. Como arrastrar jodidos troncos por las blancas arenas de Uzushiogakure no Sato. «Ah, buenos entrenamientos. Tengo que retomar ese en concreto.»
—Bueno, pues arranca. Tú guías.
«Con suerte en media horita me los quito de encima a los dos. Aunque me sigue mosqueando ese sonido tan bruto. ¿Qué cojones pasaría?» Echó una última visual a la zona, y a la roca en la que momentos antes había subido, por si decidía volver sobre sus pasos.
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—¿Hielo? ¿Vas a traerlo tú de Yukio o qué?— Apretó los dientes.
Gruñó en cuanto el pelinegro rechazó de forma brusca su ayuda. "¿Qué le pasa a este cretino? ¿Acaso no ve que estamos tratando con un hombre herido? Más pérdida de tiempo son sus rabietas." Si no fuera por el tercero involucrado, estaría discutiendo muy fuerte ahora, pero debía guardarlo por el bien del anciano.
—Tch. Andando— Vió de reojo una última vez al Uchiha antes de echarse a andar.
Se quedó pensando en su fuerza, pues Datsue no le parecía del tipo de combate cercano. Aunque bueno, Rōga tampoco parecía del tipo de usar ilusiones -que aún siendo novato- ahí se iba encaminando.
Finalmente la noche les alcanzó, justo cuando veían a la lejanía algunas rústicas casitas. Sin embargo, algo andaba mal. No había luces pese a la hora, ni tampoco señas de gente en la calle.
—Pero si hoy en la mañana estaba normal...— Pensó en voz alta. Y sólo entonces, creyó caer en cuenta de algo. —¿Y sí...— giró su cuello para ver al Jounin. —... en realidad ese anciano huyó de aquí?
Datsue bufó, dejando con cuidado el cuerpo del anciano en el suelo.
—En serio, ¿por qué siempre ocurren cosas raras cuando me cruzo contigo? —Y no era el mejor acompañante de aventuras, no señor. De la última vez al menos había tenido a Kaguya Riko.
Ya no podía decir lo mismo.
—Este tío sigue tieso —dijo, mirando al anciano. Suspiró. Lo tomó de nuevo entre sus brazos y se lo cargó al hombro. Esta vez al otro—. Venga, vamos a echar una ojeada en las casas, a ver si vemos algo.
Una cama para dejar al anciano no estaría mal. Un aldeano o dos mejor. Si uno resultaba ser médico, entonces ya sería un milagro.
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—Lo dices cómo si anduvieras conmigo todo el tiempo— Aunque si bien es cierto que antes sólo se habían cruzado una vez en la vida, el joven Yotsuki solía ser un imán de situaciones bizarras en el ochenta por ciento de los casos. —Whatever...— Se encogió de hombros al ver como Datsue se volvía a echar al anciano al hombro cómo si fuese un costal de harina y asintió para otear la zona.
Sin embargo, lo que encontrarían ahí nomás adentrarse en aquel pequeño pueblito no sería grato: En una de las calles había un rastro de sangre, cómo si hubieran arrastrado un cuerpo. Al lado, huellas de un animal, huellas reconocibles de lo que era un oso cuyas patas estaban mavhadas en sangre. El genin se agachó a observar las marcas, tocando con el dedo la sangre.
—Oh god, esto está fresco, acaba de ocurrir— Se rascaría la nuca. —¿Pero un sólo animal desató este caos en este sitio?
Pronto, escucharían el sonido de un portazo, uno muy fuerte proveniente de alguna de las casas.
—Aún hay alguien aquí, quizás los pobladores están atrincherados en sus casas— Afirmó y se puso nuevamente en pie.