Como toda respuesta, Datsue asintió, sombrío. Sí, así era. Él lo había derrotado.

—No, no se preocupe —dijo cuando el hombre trató de cargar con el anciano—. El otro ninja que vieron antes cargará con él. Vosotros manteneos dentro de la vivienda, es más seguro.

Mejor ser precavido. Mejor apostar por la cautela.

Así pues, decidió esperar a que Roga hiciese acto de aparición. Ya que iba a tener que aliarse de manera excepcional con aquel mentecato traidor, mejor darle uso.

—Oh, está, está bien, de acuerdo— El hombre se rascó la nuca un poco confundido, casi apenado, cuando Datsue rechazó su ayuda. Simplemente se limitó a acercarse a la anciana malherida, tratando de revisar el estado de sus heridas. —Creo que puedo vendarla y aplicarle algunos torniquetes, tampoco queremos que se desangre de camino a la casa del médico— Negó el sujeto.

El otro hombre aún estaba bastante confuso, como si fuera incapaz de asimilar todo lo que estaba sucediendo. De un momento a otro la bestia había sido ahuyentada, pero las palabras de Datsue le dejaron con la incertidumbre de que que volvería en cualquier momento para vengarse de ellos.

—Ayudaré, en lo que pueda...— Comentó cabizbajo mientras se dirigía a la habitación donde supuestamente reposaba el sabio.


Minutos más tarde, el genin de la lluvia haría acto de presencia, abriendo el umbral y cruzando la puerta sin pedir siquiera permiso. La situación no estaba para modales, aunque probablemente no iba a tenerlos de todas formas.

—¿Cuál es el estado de los heridos?— Sin decir nombres ni nada, lanzó la pregunta sin dirigirse a nadie en concreto. Sólo esperaba que no fuese demasiado tarde.

—Te estábamos esperando para llevar a Kanae-baa y al Sabio con el médico— Sería el primero en responder.

—¿Huh?— Parpadeó un tanto confuso el Yotsuki.

—Espabila y coge al sabio —le espetó Datsue al confuso Roga. El Sharingan todavía brillaba en su mirada—. Hay que llevarles al médico con urgencia.

Miró a uno de los hombres de allí. Al que le había abierto la puerta. No, todavía no había memorizado sus nombres.

—Todo recto hacia el este era, ¿no? ¿Última casa? —No debería haber pérdida.

Tomando a la mujer de nuevo en brazos —a quien le habían aplicado un torniquete rudimentario—, se dirigió hacia la puerta, esperó a que alguien se la abriese, y tomó rumbo a su nuevo destino. Siempre vigilante. Siempre atento a las sombras danzantes de la noche.

—Huh...— Un suspiro fue su única respuesta.

"Este imbécil está peor que tomboy enamorada, como que te quiero y no te quiero. Que tampoco es la gracia andar soportando sus sandeces, pero tampoco puedo dejar a su suerte a estas personas." Rodó los ojos y observó a los alrededores. "La única razón por la cuál no le he mentado la madre es por el bien de estos paisanos, pero este tipo en serio logra desesperarme de maneras inconcebibles." Y eso que el Yotsuki era alguien calmado, en la medida de lo posible.

—Eh, niño— El hombre salió de la habitación cargando con el anciano. —¿Podrás con él?— El hombre parecía excéptico.

—Usted no se me aflija don, créame— Sonrió mientras se acomodaba para intentar apoyar al anciano por sobre su espalda. —¡U-pah!

Rōga si bien era de una talla que podría considerarse baja, tenía los músculos apropiados de un ninja de carrera, pese a su aspecto delgado. "Igual no será mucho trayecto, o eso espero." Se mentalizó.

—En efecto, no deberían tener problemas para llegar. Suerte, y gracias— Hizo una reverencia el sujeto.

Luego de eso, ambos shinobis emprendieron la marcha. Las calles aún estaban desoladas, pues la noticia de que la bestia finalmente se había marchado no se era de conocimiento público aún. Ya habría momento de esparcir la voz pero ese no era el momento adecuado. Por ahora, lo que importaba era atender a los heridos, aunque no les tomaría demasiado tiempo llegar al consultorio.

Ahí en las periferias de la villa, una casita solitaria les aguardaba, guarecida con tablas al igual que las otras.

¿Cuál era el plan? ¿Cómo afrontar aquella barbarie? ¿Quién estaba detrás de todo aquello y qué quería conseguir? Todas estas y más preguntas se preguntaba Datsue mientras caminaba hacia su destino. Al final, la única conclusión a la que pudo llegar fue que el Sabio era la clave de todo. Si conseguían que despertase, obtendrían respuestas.

«Lo más fácil sería entregarlo y a tomar por culo». Y es que, dígase una cosa de Uchiha Datsue: no se lava las manos antes de comer; tampoco después de mear; pero si le vienen con problemas, oh, ahí, sin duda. Lástima que su conciencia todavía no le daba permiso para ello.

Llegó a la puerta y llamó tocando con los nudillos. Tres veces.

—¡Ayuda, por favor! ¡Traemos dos heridos y sus vecinos nos dijeron que usted era médico!