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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Estaban de vuelta en el comedor, sentados frente a frente. A Ayame le había resultado algo incómodo volver, consciente de las miradas que se volcaban sobre ellos después del espectáculo que habían formado hacía apenas unos minutos. Sin embargo, intentó por todos los medios olvidarse de aquella sensación y centrarse en el plato que tenía delante. Dos piezas de cordero bañadas en salsa de naranja y acompañadas por una porción de arroz y verduras al vapor como guarnición la esperaban. Jamás había probado algo así. Y se le estaba haciendo la boca agua con el delicioso aroma que despedía.

—Joder, pero que bueno que está. Pruébalo, pruébalo —La instigó Kaido, que había sido el primero en llevarse la carne a la boca.

Y ella no se hizo de rogar. Cortó una porción y cuando se lo llevó a la boca se sorprendió a sí misma relamiéndose. Definitivamente, nunca había probado algo semejante. Aunque no estaba segura de si la acidez de la salsa de naranja terminaba de convencer a su paladar. Sin embargo, siguió comiendo con gusto y apetito.

—Nunca había comido cordero. Cerdo sí, pero cordero no.

—Yo tampoco. El cordero no parece ser algo muy habitual en los menús de Amegakure —afirmó ella.

—Y bueno, dime algo. ¿Cómo te trata la vida de genin? ¿ya has hecho alguna misión? —indagó su compañero—. Porque yo sí, y ha sido una puta mierda. Esas mierdecillas de misiones rango D son la cosa más inútil que puede haber en la vida. Lo único bueno que rescato es que me ha tocado un sensei cojonudo. El tipo está lleno de tatuajes y parece que usa alguna clase de ninjutsu que le permite darles vida a esas figuras desde su cuerpo. Mola un huevo y medio.

Ayame se había quedado con la boca abierta.

—¿De verdad? ¿Eso es posible? —preguntó, francamente sorprendida de que pudiera existir tal habilidad. Dar vida a la tinta dibujada en la piel... era increíble se mirara como se mirara—. A mí me ha tocado formar equipo con Daruu-san, no sé si lo conoces; y de sensei tenemos a Kōri, un auténtico maestro en el dominio del hielo y mi hermano mayor —dijo, hinchando el pecho con orgullo—. Y sobre las misiones... sí, yo también he tenido varias tareas sencillas de esas. Pero ya sabíamos a lo que nos atenemos con las misiones de rango D. Somos novatos, tenemos que habituarnos al ritmo de trabajo —sonrió, apurada, y después se llevó otro trozo de cordero a la boca.
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#17
¿Que si aquello era posible?

Sin duda que lo era. Lo presenció de tan cerca en numerosas ocasiones que no le había quedado duda de lo que trataba aquella técnica. Y es que sin siquiera tomarse el tiempo de preguntarle a su recién autoimpuesto sensei sobre ello, la imagen durante su uso era muy clara: sus tatuajes eran despedidos de su cuerpo de forma antinatural, y una vez fuera, éstos cobraban vida.

Alzó los hombros con rostro perplejo. Sin decir ni una palabra, le estaba respondiendo a Ayame. Claro que era posible.

De cualquier manera, la conversación trastabiló a paso agigantado hacia el charco de la propia kunoichi, quien pareció explicar también su situación de ninja. Y es que ellos no eran los únicos en haber sido agrupados en equipos, lo cual resultaba a veces extraño por ser una práctica que según los libros de historia, era utilizada con mucho más protocolo en la era de las cinco antiguas grandes aldeas.

En los tiempos contemporáneos, no era algo demasiado asiduo. Al menos en Amegakure.

A mí me ha tocado formar equipo con Daruu-san, no sé si lo conoces; y de sensei tenemos a Kōri, un auténtico maestro en el dominio del hielo y mi hermano mayor —el orgullo con el que explicaba la composición de su propio equipo le hizo sonreír. Lamentablemente, aún no conocía al tal Daruu, ni mucho menos al hombre que no sólo era su hermano mayor, evidentemente, sino que también su sensei—. Y sobre las misiones... sí, yo también he tenido varias tareas sencillas de esas. Pero ya sabíamos a lo que nos atenemos con las misiones de rango D. Somos novatos, tenemos que habituarnos al ritmo de trabajo —finalmente, no pudo dejar de preguntarse, en su inocente cabeza, diabólica y tremenda, sobre cuál de los dos sensei era más fuerte.

—Un auténtico maestro en el dominio del hielo, y tu hermano mayor, dices —puso rostro pensativo y se rascó la cara, como si tuviese barba que sobar. Pero tenía las mejillas más limpias que el mismísimo lago de Amegakure pues su piel clara y sin ningún atisbo de vello facial—. ¿entonces tú también eres de las que usa hielo? ¿es eso a lo que llaman una línea de sangre, como la mía?

Preguntó, curioso.
#18
—Un auténtico maestro en el dominio del hielo, y tu hermano mayor, dices —dijo Kaido, pensativo, mientras se rascaba las mejillas; y Ayame asintió con efusividad. Hinchada como un pavo real—. ¿Entonces tú también eres de las que usa hielo? ¿Es eso a lo que llaman una línea de sangre, como la mía?

«Oh, oh. Peligro.» Se advirtió Ayame para sus adentros.

Se había relajado, y había olvidado el terreno fangoso por el que se estaba moviendo. Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia el termo de Kaido, hacia el símbolo del alquequenje. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Y en un intento de ganar tiempo para pensar su respuesta, cortó un trozo del cordero y se lo llevó a la boca. Casi masticó con meticulosidad. Pero no podía seguir callando por siempre. Y si se demoraba demasiado dispararía las sospechas del hombre-tiburón.

—No. Yo no puedo utilizar el hielo. Mi hermano lo heredó de mi madre —respondió, sacudiendo la cabeza—. ¿Tú también has venido a ver la Línea de los Dioses, Kaido-san? —añadió, en una magistral táctica de distracción para evadir el tema de conversación.
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#19
No, no había manera que Kaido dejase pasar desapercibido aquel cambio tan repentino en cuanto al tema de conversación. Ayame se lo había hecho ya más de una vez en lo que iba de tarde, ya resultaban evidentes las maniobras de evasión que la muchacha tomaba cada tanto a las interrogantes del escualo, que aunque por incómodas que pudieran parecer, tan poco eran tan personales como para no querer decir nada.

Él había dicho sin pelos en la lengua al clan al que pertenecía. Incluso ella habló tan fácilmente de su hermano, y sobre su persona, sin embargo...

«No digas nada, Kaido, no d-i-g-a-s nada. O saldrá corriendo, de nuevo y te quedas sin cama ésta noche, cabrón»

Se metió un par de bocados de cordero a la boca, y los destrozó ipso facto con su filosa dentadura. Luego miró a la kunoichi tratando de aparentar su escandalosa necesidad de preguntar, de nuevo, sobre sus habilidades, y le siguió la pista al tema de conversación al que se había embarcado ella súbitamente.

—Claro, y si no, ¿qué otra cosa habría venido a hacer a ésta ciudad? —comentó, prepotente—. lo cierto es que nunca oí acerca de el supuesto fenómeno, me enteré hace unos días por una de sus propagandas colgadas en la aldea. Que no lo he visto, vamos, pero me parece que el nombre es un tanto exagerado. Qué línea de los Dioses ni queochocuartos, seguro que algún friki estudioso del clima sabría explicar lo que supuestamente sucede.

Luego sonrió, curioso, ante sus propias tribulaciones.

—Que irónico, ¿no? que un tipo como yo sea tan escéptico. Ya sabes, teniendo en cuenta que quién sabe de qué océano provengo. ¡Jajaja!
#20
Su acompañante siguió devorando su plato sin ningún tipo de piedad. La miraba por debajo de sus pestañas con fijeza y, cuando Ayame comenzaba a pensar que ignoraría su cambio de tema para seguir indagando sobre ella, habló:

—Claro, y si no, ¿qué otra cosa habría venido a hacer a ésta ciudad? —comentó, con aquella arrogancia suya.

—No sé. Quizás estabas sólo de turismo —contestó ella, encogiéndose de hombros, y se llevó algo de arroz a la boca. Bañado por la salsa del cordero, resultaba verdaderamente delicioso. No pudo evitar relamerse.

—Lo cierto es que nunca oí acerca de el supuesto fenómeno, me enteré hace unos días por una de sus propagandas colgadas en la aldea. Que no lo he visto, vamos, pero me parece que el nombre es un tanto exagerado. Qué línea de los Dioses ni queochocuartos, seguro que algún friki estudioso del clima sabría explicar lo que supuestamente sucede. Que irónico, ¿no? que un tipo como yo sea tan escéptico —añadió, mostrando sus terroríficos dientes en una sonrisa—. Ya sabes, teniendo en cuenta que quién sabe de qué océano provengo. ¡Jajaja!

Ayame ladeó ligeramente la cabeza, pensativa.

—Yo tampoco había oído hablar sobre ello. Y creo que si no hubiera sido por los carteles con los que han empapelado Amegakure, hoy no estaría aquí. —Bebió un par de tragos de su vaso de agua antes de continuar hablando—. Sobre el fenómeno en sí... No sé. Nunca he sido demasiado supersticiosa. Aunque en un mundo donde existen monstruos con colas gigantes capaces de destruir aldeas enteras y el chakra nos deja hacer cosas como caminar sobre el agua o tirar fuego por la boca, la idea de que existan dioses quizás no sea tan descabellada.

Calló un momento, con el cerebro trabajando a toda velocidad y el corazón latiéndole en las sienes. Se estaba adentrando más en aquel pantano, atraída por la luz fatal del pez pescador. Y lo sabía, pero la curiosidad pudo con ella. Y al final...

—¿Me permites hacer una pregunta? —dijo, con timidez—. ¿Todos los Hōzuki... sois así? Quiero decir... ¿Con... la piel azul y esos dientes?

«Como si fuérais peces.» Completó su cerebro. Pero Ayame aún guardaba la suficiente prudencia como para no resultar tan impertinente e intrusiva.
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#21
—Yo tampoco había oído hablar sobre ello. Y creo que si no hubiera sido por los carteles con los que han empapelado Amegakure, hoy no estaría aquí. —Bebió un par de tragos de su vaso de agua antes de continuar hablando—. Sobre el fenómeno en sí... No sé. Nunca he sido demasiado supersticiosa. Aunque en un mundo donde existen monstruos con colas gigantes capaces de destruir aldeas enteras y el chakra nos deja hacer cosas como caminar sobre el agua o tirar fuego por la boca, la idea de que existan dioses quizás no sea tan descabellada.

Ayame tenía razón. Meditar acerca de lo que es posible y lo que no, en un mundo donde el concepto del chakra hace capaz a sus usuarios de perpetuar acciones que desafían cualquier ley de lo mundano, era una total pérdida de tiempo. Y no era sólo el chakra o sus múltiples formas de uso, no era el ninjutsu ni las artes ilusorias, eran también los bijuu. Aquellas bestias que han azotado a Oonindo desde tiempos inmemorables.

Destruyendo aldeas y creando cataclismos en eras olvidadas. Dando paso a nuevas generaciones. Como un ciclo interminable en donde todo empieza y termina con una de esas cosas con cola, o con las nueve juntas.

Pero antes de que pudiera sumergirse en lo que él pensaba acerca de aquello, Ayame volvió a surcar mareas distintas.

—¿Me permites hacer una pregunta? —preguntó, con la timidez y la fragilidad de un capullo sin emerger—. ¿Todos los Hōzuki... sois así? Quiero decir... ¿Con... la piel azul y esos dientes.

—La piel, no lo creo. No he visto en ningún lado a otra persona con ésta pigmentación, ni mucho menos con un par de agallas en el cuello, y supongo que tú tampoco. Los dientes sí que es algo más común, teniendo en cuenta que Yui-sama los tiene, y ella es una Hōzuki, o es lo que se escucha por ahí.

Kaido torció el gesto, y se atrevió a mirar con complicidad a su compañera. La comida, de pronto había pasado a un segundo plano.

—¿Por qué tanto interés en mi clan? ¿tienes a algún familiar que sea Hōzuki o qué? ... o quizás el chico que te gusta. Sí, debe ser eso, ¿no?
#22
—La piel, no lo creo. No he visto en ningún lado a otra persona con ésta pigmentación, ni mucho menos con un par de agallas en el cuello, y supongo que tú tampoco.

«¿También tiene branquias?» Pensó Ayame, con un escalofrío. Hasta el momento no se había fijado, su pelo, largo y lacio, ocultaba bastante bien aquella característica tan peculiar.

Si ya pensaba que el chico se asemejaba de una manera escalofriante a un tiburón, aquello ya terminaba de rematar aquella imagen. Aunque, durante un instante, meditó la posibilidad de que fuera un anfibio. Kaido tenía branquias para respirar bajo el agua, pero era evidente que también lo hacía fuera de ella sin ningún tipo de problema. ¿Tendría pulmones o lo haría a través de la piel? Lo más sensato era pensar lo primero. No parecía tener la piel húmeda como los anfibios.

«Lo que le faltaría ya, vamos...»

—Los dientes sí que es algo más común, teniendo en cuenta que Yui-sama los tiene, y ella es una Hōzuki, o es lo que se escucha por ahí.

Ayame casi se atragantó con el cordero.

—¿De verdad? ¿Es Hōzuki? —se le escapó con un ahogado hilo de voz—. No tenía ni idea...

«Entonces eso quiere decir que la rara dentro del clan soy yo. No tengo esos dientes, pero quizás sea porque papá no es Hōzuki como sí lo era mamá...»

Kaido la estaba mirando de una manera peculiar, casi con picardía. Y Ayame no pudo evitar removerse en su asiento con cierta incomodidad.

—Q... ¿Qué...?

—¿Por qué tanto interés en mi clan? ¿Tienes a algún familiar que sea Hōzuki o qué? ... o quizás el chico que te gusta. Sí, debe ser eso, ¿no?

«No. Él es H... Espera. ¡¿QUÉ?!»

—¿¿¡¡EEEEHH!!?? —exclamó, con el rostro ardiente como el mismo fuego. Ayame negó con la cabeza de forma enérgica. Quizás demasiado. Terminó algo mareada—. No. No. No es nada de eso. Era simple curiosidad. No es habitual ver a personas con... tus características —completó, no muy segura de cómo terminar la frase sin terminar hiriendo sus sentimientos.

Incapaz de sostenerle la mirada, Ayame volvió a enfrascarse en su comida. Aunque no había mucho más que rebañar en el plato. Por lo que al final preguntó:

—Oye, ¿tú sabes dónde hay que ir para ver eso de la Línea de los Dioses?
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El rostro de Ayame se puso rojo como un tomate, dándole la razón al escualo. Fuera su repentino interés por su clan o no, la reacción de la muchacha le daba la certeza de que probablemente tenía un pretendiente, esperándole allá en las húmedas tierras de Amegakure no sato.

—Tampoco es habitual sonrojarse de esa forma, ¿sabes? —advirtió, convencido—. pero no te preocupes, si hay algo que corre rápido en Amegakure además del agua, son los rumores. Si tienes un noviecillo, sea Hozuki o no, ya lo sabremos.

Y sentenció aquello con su típica sonrisa.

—Oye, ¿tú sabes dónde hay que ir para ver eso de la Línea de los Dioses?

—La verdad es que no, pero si mal no recuerdo... en los costos de estadía venía incluido una especie de guía turística por la ciudad. Supongo que te lo habrá ofrecido a ti también, ¿o no? —en la espera de su respuesta, dejó los cubiertos sobre la mesa y movió el plato a un lado. Tomó una servilleta y se limpió la cara, buscando con la mirada al camarero. Cuando le vio, le instó a acercarse con un gesto de mano—. quizás él puede decirnos. ¡Jozu-san, Jozu-san!

Cuando el viejo se hubo acercado, continuó:

—Mi compañera aquí presente quiere saber en dónde, y cuándo veremos esa tal línea de los Dioses. ¿Podrías ser tan jodidamente amable de darnos indicaciones?

—Señorita, el fenómeno se dará hoy a eso de las cuatro de la tarde. Jiru-sama preparará una comitiva de turismo dentro de una hora, aproximadamente, donde llevará a todos sus huéspedes a un paseo guiado por la ciudad. Hay que atravesar Kodoku de cabo a rabo y llegar hasta los límites de la frontera, ahí es donde sucede la magia.
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—Tampoco es habitual sonrojarse de esa forma, ¿sabes? —le advirtió Kaido, y Ayame se odió a sí misma cuando sintió que se sonrojaba aún más—. Pero no te preocupes, si hay algo que corre rápido en Amegakure además del agua, son los rumores. Si tienes un noviecillo, sea Hozuki o no, ya lo sabremos —sentenció, con aquella escalofriante sonrisa suya.

«Lo último que haría en mi vida sería salir con un Hōzuki.» Pensó para sí, pero nunca llegó a formular aquella frase en voz alta.

Con respecto a su pregunta sobre el ansiado evento que habían acudido a ver, Kaido no tardó en responder:

—La verdad es que no, pero si mal no recuerdo... en los costos de estadía venía incluido una especie de guía turística por la ciudad. Supongo que te lo habrá ofrecido a ti también, ¿o no? —le preguntó, y Ayame asintió. Kaido apartó el plato a un lado, se limpió las fauces con una servilleta y después se volvió hacia el camarero—. Quizás él puede decirnos. ¡Jozu-san, Jozu-san!

El hombre, servicial, no tardó en acercarse.

—Mi compañera aquí presente quiere saber en dónde, y cuándo veremos esa tal línea de los Dioses. ¿Podrías ser tan jodidamente amable de darnos indicaciones?

—Señorita, el fenómeno se dará hoy a eso de las cuatro de la tarde. Jiru-sama preparará una comitiva de turismo dentro de una hora, aproximadamente, donde llevará a todos sus huéspedes a un paseo guiado por la ciudad. Hay que atravesar Kodoku de cabo a rabo y llegar hasta los límites de la frontera, ahí es donde sucede la magia.

—Muchas gracias, Joru-san —respondió Ayame, con una ligera inclinación de cabeza. Pensativa, se llevó una mano al mentón—. Una hora, entonces... No es mucho tiempo. Deberíamos ir preparándonos y eso.

Tampoco quedaba nada en el plato con lo que gastar el tiempo, más allá de la conversación que estaban teniendo. Y, a decir verdad, Ayame no tenía muchas ganas de continuar caminando al filo del abismo, temiendo ser descubierta a cada intercambio de frases entre ambos. Así, apoyó ambas manos sobre la mesa y se reincorporó.

—¿Nos vemos entonces dentro de una hora? —le preguntó, con todas las intenciones de subir a su habitación.
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#25
—¿Nos vemos entonces dentro de una hora? —preguntó ella, ligeramente ansiosa por salir de las fauces del tiburón. Kaido asintió apropiadamente, y contestó.

—Hecho. Nos vemos en la recepción.

***

Jiru-sama reunía a sus huéspedes en la sala de estar, allí a dónde yacía la recepción del hostal. Cuando Kaido llegó hasta la concentración pudo contar a no más de diez personas, en su mayoría adultos, y tan sólo un par de niños más jóvenes que él y su compañera Ayame, quien al parecer aún no había llegado.

El tiburón buscó a su alrededor con cierta insistencia, sintiéndose en la necesidad de cuidar a aquella muchacha luego del pequeño show en el que se vieron envueltos, siendo que no quería problema con ella ni con nadie en su aldea. Si algo le llegase a pasar, sola, en un pueblo lejano, él sería el primer sospechoso.

De cualquier forma, aún era temprano. La dueña del hotelucho saludaba a cada quien, y los organizaba en pequeños grupos de cuatro, dejando por último al mismo escualo.

—¡Kaido-san! ¿cómo estuvo el almuerzo, te gustó el cordero?

—Estaba bueno, sí. Pero no vine aquí a degustar platillos exóticos, Jiru-chan, quiero ver la jodida línea de los Dioses. ¿Cuánto nos falta para partir?

—No seas impaciente, querido. Sólo falta que llegue la última huésped.

Evidentemente, se refería a Ayame.

Lamento la tardanza, Ayumu, y también lo cortito y soso del post. Si te apetece, podemos rolear el camino hasta la frontera en unos cuantos turnos, serán probablemente unos 15 minutos de caminata. De lo contrario, podemos zanjar el pequeño recorrido y comenzar el siguiente turno ya en el lugar. Tú decides.
#26
Por fortuna, Kaido asintió a la propuesta de Ayame. Ella, tras una última sonrisa cordial, salió de la cocina y volvió a dirigirse a su habitación de hotel. En realidad, tenía más bien poco que preparar. Tan solo había sido una burda excusa para no seguir rozando el tema de los Hōzuki. Y por eso, simplemente se dedicó a pasar el tiempo tumbada en su cama, con los brazos cruzados detrás de la nuca y pensando en que debía andarse con mucho cuidado a partir de ahora con cada una de las preguntas que formulaba y las respuestas que daba.



...



Se despertó agitada, consciente de que se había dormido cuando no debería haberlo hecho y cuando miró el reloj que se encontraba en la pared sintió que el corazón le dejaba de palpitar momentáneamente. Habían pasado diez minutos desde las cuatro.

—¡Maldita sea! —exclamó, levantándose de golpe y saliendo de la habitación a toda pastilla.

Al menos no se olvidó de coger las llaves de la habitación y cerrar la puerta detrás de ella, con las prisas. Bajó las escaleras como una flecha y se presentó entre resonados jadeos en la recepción. Por suerte, allí seguían aún. Un grupo de algo menos de unas diez personas, con un par de chiquillos nada más. Entre ellos, Ayame no tardó en distinguir la piel azulada de Kaido y, algo más allá, a Jiru.

—¡Lo siento! —exclamó, entre pronunciadas reverencias.


No te preocupes Sonrisa Sobre el viaje, como lo prefieras
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#27
El gyojin aguardó pacientemente a la llegada de su compañera de aldea. Incluso llegó a pensar que, por razones evidentes —y no la culpaba para nada— la pequeña se había tomado la libertad de salir corriendo de nuevo del hostal, con el fin de no volverle a ver la cara al escualo. Era una reacción cuanto menos entendible, aunque se sentía ligeramente engañado debido al buen y decente comportamiento que había tenido Ayame en el almuerzo con él a pesar de... todo el drama, los gritos y las lágrimas que Kaido hubo provocado en un principio.

Para la suerte de Ayame (puesto que el remordimiento y la venganza no era precisamente lo que alguien quisiese causarle al temible tiburón de Amegakure) ésta finalmente hizo acto de aparición en la concentración del hostal, disculpándose por haber llegado tarde.

Jiru le restó importancia al asunto con su brazo de mastodonte y sonrió galante, sonrojando sus obesas mejillas al sonreír. Se tomó la libertad de moverse hasta el frente de la pequeña multitud, y enunció de nuevo uno de sus tan practicados cánticos de recepcionista.

—¡Bien, mis queridos huéspedes! es hora de partir hacia la frontera para presenciar el misterioso fenómeno de la Línea de los Dioses, donde el agua, el cielo y la tierra son uno sólo, pero sin llegar a tocarse. ¡Un evento magnífico que sólo sucede cada tres años! —luego, a ella, se le unió Jozu, quien ya no lucía como un cocinero. Se tomaron ambos de la mano y ambos sonrieron, aunque a Jozu el bigote no le dejó revelar su buen ánimo—. caminaremos unos quince minutos aproximadamente hasta dejar la ciudad de Kodoku por la zona norte. Sigan el paso y no se pierdan, ¡no podemos llegar tarde!

Y con la euforia del momento, aquella mujer se movió hasta los linderos del exterior y comenzó a caminar a paso agigantado, casi dando de saltos y con la alegría como estandarte. Era una mujer muy carismática, de eso no había duda.

Así pues, la comitiva de viaje del Hostal de Jiru-sama comenzó su trayecto hacia la frontera. En los primeros cien metros, todos los transeúntes pudieron ir comprobando como también otras pequeñas "camadas" de personas salientes de otras entidades de hospedaje se iban uniendo al camino, donde poco después, formó una avalancha multitudinaria de gente cuyo destino era el mismo.

—Oye, dime algo, Ayame: —indagó—. ¿y cómo vas con los preparativos para el examen de chunin? se rumorea que están a la vuelta de la esquina.
#28
Por suerte para ella, Jiru sonrió afable, con sus regordetas mejillas sonrojadas, y le restó importancia al asunto con un gesto de su enorme mano.

—¡Bien, mis queridos huéspedes! —anunció, poniéndose a la cabeza de la comitiva—. Es hora de partir hacia la frontera para presenciar el misterioso fenómeno de la Línea de los Dioses, donde el agua, el cielo y la tierra son uno sólo, pero sin llegar a tocarse. ¡Un evento magnífico que sólo sucede cada tres años!

En ese momento se les unió Jozu, ya sin la indumentaria de cocinero. Ambos se tomaron de la mano y se sonrieron. Ayame suspiró para sí al sentir el amor flotando en el ambiente.

—Caminaremos unos quince minutos aproximadamente hasta dejar la ciudad de Kodoku por la zona norte. Sigan el paso y no se pierdan, ¡no podemos llegar tarde!

El grupo comenzó a moverse, y Ayame casi tuvo que trotar para seguir los agigantados pasos de Jiru. Después de todo, uno de sus pasos equivalía por lo menos a dos de los suyos. Y si a eso le sumaban la alegría que alimentaba su energía...

Otros grupos de personas se unieron a ellos según fueron alejándose de la posada y pronto llegaron a estar rodeados de una auténtica multitud. Casi era sorprendente que tanta gente cupiera en aquella aldea tan humilde.

—Oye, dime algo, Ayame —dijo la voz de Kaido junto a Ayame, y la muchacha pegó un brinco, sobresaltada.

«Oh, no. Aquí viene de nuevo.» Se lamentó para sus adentros.

—¿Y cómo vas con los preparativos para el examen de chunin? Se rumorea que están a la vuelta de la esquina.

Ayame suspiró para sus adentros. Kaido no había vuelto al tema de los Hōzuki, pero había tocado otro tema delicado.

—Pues... no sé. Hace relativamente poco me gradué como genin, así que se me hace muy difícil pensar sobre un examen de chunin... —respondió, torciendo el gesto—. Tampoco es que haya hecho muchas misiones, así que no sé si siquiera cumpliré los requisitos para entonces —añadió; y, para su pesar, se sorprendió al verse aliviada de contar con una excusa como aquella por si al final no conseguía presentarse a aquella terrorífica prueba para la que no se sentía nada preparada—. ¿Y tú? ¿Cómo lo llevas?
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#29
Que cómo lo llevaba él, já...

—Mal, Ayame, mal. Muy mal. Resulta y acontece que los dos compañeros asignados a mi equipo desaparecieron de la faz de oonindo, y después de la primera misión, más nunca supe de ellos. El sensei del que te hablé hace un rato tampoco se ha dignado a buscarme para tomar otra misión, y a éste paso, yo tampoco cumpliré con los malditos requisitos para el jodido examen de chunin.

Se le escuchaba afligido, como si aquello fuese una verdadera tragedia. Y es que para él, un joven que vive sencillamente de las apariencias y de la grandeza de poder con la que se ha ilusionado tener desde pequeño, las posibilidades de ascender de rango lo más pronto posible era una necesidad, más que un objetivo. Porque, de buenas a primeras, tenía mucho que demostrarle no sólo al mundo, nisiquiera a sí mismo, sino a ellos, los Hōzuki.

—Me jode, coño, me jode. Sin equipo, sin sensei, más solo que un pez fuera de su cardumen. Y me jode también admitirlo, pero no sé como voy a cumplir todos los requisitos en solitario.

Todo lo dicho tenía un tono muy personal, información que sólo compartía en determinadas ocasiones y a pocas personas. Pensó que el que Ayame supiera su principal aflicción no representaría ningún peligro, de alguna forma, sentía que podía confiar en ella. ¿Pero podría confiar ella de él, en contraposición?
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—Mal, Ayame, mal. Muy mal —contestó Kaido—. Resulta y acontece que los dos compañeros asignados a mi equipo desaparecieron de la faz de Oonindo, y después de la primera misión, más nunca supe de ellos. El sensei del que te hablé hace un rato tampoco se ha dignado a buscarme para tomar otra misión, y a éste paso, yo tampoco cumpliré con los malditos requisitos para el jodido examen de chunin.

Ayame hundió los hombros. Era algo totalmente insólito ver a Kaido tan desanimado. Él, que era la seguridad, la vanidad y la altanería personificadas, se veía ahora abatido como si ya nada en su vida tuviera sentido.

—Me jode, coño, me jode. Sin equipo, sin sensei, más solo que un pez fuera de su cardumen. Y me jode también admitirlo, pero no sé como voy a cumplir todos los requisitos en solitario.

—De... ¿Desaparecidos? —repitió Ayame, perpleja. ¿Cómo era posible que dos genin y un jonin desaparecieran de la noche a la mañana? Era algo difícil de creer, y más aún dentro de los muros de Amegakure. Intentó imaginarse en su misma situación, pero le era totalmente imposible. ¿Daruu y Kōri desaparecidos de repente?
Veía más factible que la aldea entera estallara de repente—. Pero no puede ser que hayan desaparecido sin más. Quiero decir, en algún sitio estarán digo yo. ¿No has ido a hablar con Arashikage-sama? Si se suponía que habían asignado a aquel jonin para que te instruyera...

»Y si no... no parece quedar otra que seguir mirando al frente y hacer lo que se pueda...
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