—Si, será mejor irse de aquí... —respondió.

Aiko caminó hasta su altura, y finalmente, los dos abandonaron la escena. Fueron montaña abajo, descendiendo por el camino que antes Juro había subido, tan agonicamente. En buena dirección, no tardarían mucho en llegar abajo.

Mientras descendían, Aiko continuó la conversación:

Si le hemos arruinado, quizás sea hasta mejor... no me agrada éste tipo de gente que abusan de la esclavitud, es un tipo de lo mas desagradable...

— A saber para que alguien así querría la inmortalidad — dijo, encogiéndose de hombros. Existir para siempre, de esa forma, le parecía perturbador —. Pero bueno, dejemoslo estar. Lo encontraran, le darán tratamiento y poco más. Con suerte la mujer haga algo más útil con su libertad.

Mientras descendían, ambos podrían comprobar como el día ya estaba llegando a su fin. El atardecer acampaba en el cielo, como recordatorio de que estaba terminando otro día. Otro día menos en dirección a la primera ronda de combates. Juro tomó aliento. Pronto sería hora de marcharse. Quería volver al hotel.

— Esta oscureciendo ya. Será mejor volver cuanto antes — murmuró —. Quiero darme una ducha.

Gen a su espalda, dio un mudo asentimiento.

Ambos genin fueron retomando el camino que previamente la mujer del carromato había recorrido, aunque no tan rápido como ella lo había hecho. En el camino, Aiko expresó su indignación sobre el asunto de la mujer, y Juro respondió que a saber para qué un hombre así querría la inmortalidad. Igualmente, el hombre podría recuperarse, pero entre tanto la mujer podría hacer lo que viese con su libertad.

«Aiko, la rompedora de cadenas...»

Suspiró, y negó para sí misma con un gesto desganado de cabeza. —En fin, no tiene mas... el tiempo ya le dará su merecido a ese hombre...

Llegando casi a lo mas bajo de la montaña, y con el ocaso a su frente, Juro recalcó el hecho del anochecer, y terminó despidiéndose. Al parecer, ya era tarde a su ver, y quería darse una buena ducha. La chica sonrió, y afirmó con un nuevo gesto de cabeza. Ciertamente, si, podía considerarse tarde.

—Si, yo creo que haré lo mismo. —contestó.

»Ha sido un placer conocerte, espero que no nos toque en la primera ronda... jajajaja.

Y dicho eso, la kunoichi se convirtió en un centenar de papeles, que poco a poco tomaron la forma de mariposas. Éstas volaron gracilmente por el aire, como llevadas por el viento, en una dulce y suave danza.

Aiko terminó con una última reflexión final, donde diría que solo el tiempo podría darle su merecido a alguien tan cruel e inutil como aquel hombre. Juro asintió silenciosamente. Tenía razón.

Al menos, esperaba que la tuviera.

Ha sido un placer conocerte, espero que no nos toque en la primera ronda... jajajaja.

— Yo también. Espero que nos volvamos a encontrar Aiko — dijo, con un rubor ascendiendo en sus mejillas —. Ya sabes. Si algún día necesitas armas, contactame.

Y tan rápido como lo había dicho, Aiko se deshizo en un centenar de mariposas hechas completamente de papel, que se alejaron en distintas direcciones. Juro se mantuvo con la boca abierta. Su tema era el papel, eso estaba claro.

« Espero realmente que no me toque contra ella »

Motivado por la idea de que pronto pelearía, y que seguramente la volvería a ver, Juro se marchó del lugar, en dirección al hotel, donde se daría un baño. Arrastraría a Gen sobre su espalda, como una joroba permanente. No veía la hora de usar esos pergaminos que tenía...

Días después, los dos chicos podrían enterarse de que un traficante de esclavos habría sido detenido en las faldas de las cordilleras del dojo. Al parecer, una mujer esclava había logrado escapar de él y alertar a las autoridades...