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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
El plato de comida no llegó siquiera a alcanzarle el hocico. O Riko era un poco tonto, o su brazo era muy corto como para sacar el plato y arrojarlo lo suficientemente fuerte como para que trazara toda aquella trayectoria.

El Ramen, que bien le habría servido para saciar su estómago, se desparramó por el suelo inútilmente.

In'eimaru no le quitó la mirada de encima.
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#62
«Me cago en todo...» Maldijo para sí.

Ahora no solo no había servido para nada, si no que había perdido su única fuente de alimento a la vista por lo que rápidamente tuvo que pensar en otro plan y, dada su habilidad, se le ocurrió otra forma de atraer la atención del perro, aunque primero se aseguraría de que no venía nadie.

De su pierna comenzó a extraer un hueso de un tamaño considerable, el fémur, un hueso lo bastante suculento como para que cualquier perro se muriese por jugar con él, o al menos eso era lo que pensaba el pelinegro cuando sacó el brazo por uno de los lados de la jaula, alejado del perro y lo lanzó con todas sus ganas, esperando que el animal siguiese el juguete y se distrayese el tiempo suficiente como para salir de allí.
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#63
¡Pero Riko no iba a rendirse tan fácilmente! ¡Tenía un as perfecto bajo la manga! que no iba a funcionar con un jodido Ninken.

In'eimaru era un perro grande, adiestrado. Con el entrenamiento suficiente como para saber separar sus hobbies de la responsabilidad que se le había asignado, que era la de vigilar que la suculenta "fábrica de huesos" llamada Riko no se escapara de su celda.

El hueso voló en dirección contraria, pero el perro no lo siguió. En cambio, se levantó con las fauces abiertas y empezó a caminar hacia Riko. Tenía la única cara que podía tener un perro que se sentía bastante ofendido.
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#64
Vale, estaba claro que aquel no era un perro normal y corriente, por lo que sus opciones pasaban a ser dos. La primera consistía en salir corriendo, delante de un perro que seguramente le alcanzase en dos segundos y a saber qué haría con él. La segunda consistía en quedarse allí, quieto esperando que el perro o se aburriera de estar allí o... no había más opciones.

Pero, a causa de los dos intentos fallidos de distraerlo, el perro, ofendido, comenzó a avanzar hacia Riko, y ahí el genin se quedó sin ideas, simplemente esperó para ver qué hacía el animal y actuar en consecuencia, esperando junto a la puerta que, a pesar de estar cerrada a los ojos de cualquiera, podría abrir en cualquier momento para salir de allí.

«Joder, joder, joder.»
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#65
Y, muy a pesar de que era aún pleno día —si Riko era un tipo audaz, podía discernir más o menos qué hora era en ese momento—. el uzujin sintió como la noche se le venía encima. El mismísimo abismo, en forma de pelaje oscuro y ojos amarillentos, pataleando como lo haría un depredador a la hora de acechar a su presa.

In'eimaru llegó hasta la rendija entre dos barrotes, y abrió las fauces lo suficiente para que el Kaguya contemplara que sus huesos no eran los únicos que tenían la capacidad de ser mortales.

No tenía que hablar perruno para entender que aquello era una advertencia. La última, probablemente.
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#66
El perro se acercó amenazador, pero al menos no se acercó hasta la puerta, evitando así descubrir que Riko la había forzado y podría escapar en cualquier momento, por lo que se tranquilizó en parte, podría esperar a una mejor oportunidad, pero, sin duda, aquel animal no se iba a alejar de allí sin una buena razón.

In'eimaru abrió las fauces, a modo de advertencia de que se dejara de jueguecitos y no le molestara con más tonterías.

De acuerdo, no más huesos ni nada del estilo, entendido. — Aceptó el pelinegro levantando su pulgar derecho.

Y se sentó en el suelo, mirando en dirección al perro, esperando cualquier atisbo de distracción para empezar su fuga, aunque de vez en cuando echaba un vistazo al rededor para ver que nadie se acercara por allí.
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#67
Y a Riko se le hizo la noche mirando al jodido perro de los cojones.

El Kaguya lo tenía muy claro: en su corta vida, no había visto tanta dedicación y obediencia como la que demostró ese perro durante el resto de la tarde. Apenas se movía, nada le distraía; ni siquiera tuvo que ir a mear un árbol o alguna de esas cosas cliché que abundan en la vida de un can. Pero él era un ninken, no un perro común. Esa era la gran diferencia.

Las horas pasaban lentas. Pasaba siempre cuando el desasosiego y la intriga de un futuro incierto jugaban en el equipo contrario. Riko estaba solo, no tenía a nadie. Estaba en el corazón de una Tribu que respondía siempre a su líder. A su gente. ¿Cómo no lo iba a entender, cuando creció en un ambiente similar? ¿acaso encontrándose él con Akashi Akiko y el resto de su gente, dudaría en poner primero los intereses de los suyos antes que los de un cautivo?

No, ni de coña; porque ... la fuerza del Clan está en nosotros, y nuestra fuerza en el Clan está. Para la Tribu Roehuesos, dicho de otra manera, el precepto era exactamente el mismo.

La supervivencia no estaba siempre en manos del más fuerte, sino en los que más abundan.


. . .

No iba a poder escapar. Había abierto la puerta pero no iba a poder puto escapar. ¿Qué Dioses estarían complotando contra él para que su suerte fuera tan mala? ¿por qué le habían llevado hasta ese jodido Valle? ¡encontrando su fin en el mismísimo Valle del Fin! ¿Tenía que ser una broma, verdad? una puta broma.

Pero no lo era. Kaguya Riko sabía con certeza de que él se había convertido en un tributo. Mucho no podía hacer para evitarlo, salvo rezar a esos mismos dioses que le habían puesto en primer lugar en semejante predicamento.
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#68
Nada, ni un pestañeo, el maldito perro guardián tenía una dedicación extrema a su trabajo, no apartó la mirada, no tuvo que ir a hacer sus necesidades, prácticamente parecía una estatua de cera y, en más de una ocasión Riko estuvo tentado de comprobar si aquel animal seguía entre los vivos, pero se echó atrás enseguida.

El tiempo pasaba y cada vez tenía más claro que no iba a poder salir de allí sin armar un escándalo, por lo que cada vez se dejaba más, dejó de tener cuidado de si venía alguien, incluso en un momento dado, dejó de prestarle atención al animal que lo vigilaba, simplemente se limitó a pensar en todo lo que le había llevado hasta allí, todo por un poco de curiosidad, todo porque la gente le había invitado a ir a aquel lugar y él había decidido ir justo ese día, una suma de decisiones y mala suerte que iban a acabar con él probablemente muerto.

¿Pero qué podía hacer? En cierta parte podía entender los motivos de la gente de aquella aldea, por el contrario los que no entendía eran los del tipo que les había puesto aquel sello, que sin duda lo único que quería era su propio beneficio a costa de la vida de otros.

Suspiró.

«Bueno, al menos he podido conocer algo de mundo fuera de la aldea antes de morir...»

Trataba de consolarse con cualquier pensamiento, aunque no se le venían demasiados, para ser sincero, por loq ue simplemente esperó a que llegase la hora que Yaban le había dicho, la hora en la que se convertiría definitivamente en el Tributo.

Cerró los ojos y esperó.
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#69
Alguien llegó, finalmente. Aunque no era Yaban.

—Grrrrh grourr griorrr —gruñidos ininteligibles, como los que había oído antes y a muy baja frecuencia—. gruor...

Antes de que abriera los ojos, ya In'eimaru estaba yéndose de allí, por alguna razón desconocida.

—¡Pstt! eh tú, ¡Pstt! ¿estás muerto ya? —preguntó alguien. Estaba un poco lejos, y llevaba capucha.
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#70
Riko escuchaba el sonido del viento, incluso podía escuchar, si prestaba atención, la respiración del can que lo vigilaba. Todo era calma y tranquilidad pero, en un momento, algo interrumpió todo aquel silencio, unos gruñidos muy bajos, que hicieron que el Kaguya se pusiera en guardia, aunque no cambió su postura.

—Grrrrh grourr griorrr. gruor...

Abrió los ojos ligeramente, para que no se pudiera percibir a simple vista y vio como In'eimaru se estaba yendo de su puesto, dejándolo solo con el que supuso era su nuevo vigilante.

—¡Pstt! eh tú, ¡Pstt! ¿estás muerto ya?

Riko arrugó la nariz, sin duda no era aquella la primera pregunta que esperaba, por lo que, sin voltearse y sin alzar demasiado la voz, respondió.

No, no estoy muerto. «Todavía, cabrones.»

Encima de que le tenían preso, pensaban echarse unas risas a su costa, aún así el joven trató de no perder los estribos, sabía que a una persona podría ser más fácil distraerla y podría huir de allí.
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#71
—¡Shhhh! no hables tan duro, o me pillarán —advirtió. Se acercó lo más que pudo y se quitó la capucha—. escucha, no tenemos mucho tiempo antes de que el perro de mi hermana regrese. Me llamo Hauru, y ... te voy a ayudar a escapar.

Pese a aquella revelación, Riko podía atar cabos. Yaban había hablado de él antes y ahora tenía un rostro.

Era un muchacho tan joven como él mismo. Catorce años, a lo sumo. Muchas de sus facciones le hacían recordar a Ikari o a Yaban, incluso, y tenía las mismas marcas en la mejilla. Cabello negro arremolinado aunque más corto y uniforme. Hasta se podía decir que lucía más pulcro y, por qué no, amigable.
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#72
—¡Shhhh! no hables tan duro, o me pillarán. escucha, no tenemos mucho tiempo antes de que el perro de mi hermana regrese. Me llamo Hauru, y ... te voy a ayudar a escapar.

Aquello, sin lugar a dudas, era inesperado pero no por ello el rostro de Riko dejó de mostrar la esperanza que acababa de recobrar gracias a aquel muchacho, de más o menos su misma edad y que, por las señales de colmillos en sus mejillas, tenía que ser del clan.

¿Por qué me ayudas? — Diría, poniéndose en pie.

Miró a todos lados, comprobando que no se trataba de ninguna trampa, pero no le quedaban más opciones aparte de confiar en aquel muchacho, Hauru, por lo que abrió la puerta, y se plantó frente él, esperando que éste tuviera algún plan o echar a correr en caso de que no fuera así.
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#73
¿Que por qué le ayudaba?

Hauru alzó los hombros. Lo cierto es que, realmente, no lo sabía con certeza. Era un impulso, simple y llanamente; que le atrevió a buscar una alternativa. Un plan B. A no seguir bajo el yugo con el status quo que ese hombre le había impuesto a todos los miembros de su familia.

—Porque quiero volver a casa, y mientras nadie haga nada, vosotros continuaréis muriendo a costa de nuestras necesidades, mientras caemos cada vez más en este abismo sangriento que nos mantiene apartados de las vidas que antes llevábamos —dijo, mientras disimulaba la estupidez de Riko al abrir la puerta como si nada—. pero favor con favor se paga, o así es en mi tierra. No vas a morir esta noche, pero necesito que me ayudes a acabar con esta jodida maldición de una vez por todas.
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#74
Lo cierto era que, desde el momento en el que el chico se presentó, algo en la cabeza del pelinegro se había encendido, como si hubiera escuchado aquel nombre antes, aunque no era capaz de recordar exactamente donde, por lo que trató de hacer memoria.

—Porque quiero volver a casa, y mientras nadie haga nada, vosotros continuaréis muriendo a costa de nuestras necesidades, mientras caemos cada vez más en este abismo sangriento que nos mantiene apartados de las vidas que antes llevábamos. pero favor con favor se paga, o así es en mi tierra. No vas a morir esta noche, pero necesito que me ayudes a acabar con esta jodida maldición de una vez por todas.

Riko, sin lugar a dudas estaba dispuesto a ayudar a acabar con aquello, todo por aquello que poseyeran los mismos genes que él, para que pudieran viajar tranquilos sin ser presas de unos desconocidos, aún así no terminaba de confiar del todo en aquel chico, a pesar de que era su única vía de escape viable.

¿Cómo te puedo ayudar con eso? — Preguntó directamente.

Aún seguía dándole vueltas al nombre del chico.

«Hauru... ¿dónde he escuchado ese nombre antes?»
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#75
Hauru le miró a los ojos, y Riko pudo sentir su temor. Era como ver a la cara de tu mascota y saber, por sus sentidas expresiones, lo que quería decirte aún y cuando éste no fuera capaz de decir nada.

—Ya te lo diré. Por lo pronto, sígueme. ¿Puedes correr? —le preguntó, teniendo en cuenta la paliza que su hermana, Ikari, le había propiciado antes.
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