Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
4/06/2018, 16:46 (Última modificación: 4/06/2018, 16:46 por Uchiha Akame.)
Sin embargo, lo que estaba a punto de hacer el calvo de la Lluvia no lo habría podido preveer —en su fondo— ni el más agudo de los Sharingan.
Akame recortaba distancias con su oponente cuando éste decidió lanzarle un par de kunais. Gracias a su Kekkei Genkai, el Uchiha pudo analizar sin problema la trayectoria de los cuchillos voladores para determinar que ninguno llegaría a impactarle, ni siquiera por poco. Karamaru tampoco había usado ninguna otra técnica o truco similar; «¿qué demonios? ¿Acaso el cansancio ha hecho tanta mella en su puntería?»
Pero ahí no quedaba la cosa. Acumulando chakra en sus piernas y lanzándose hacia delante con un impulso de energía, el amejin estiró una pierna hacia delante buscando impactar a Akame... ¿O no?
«¿¡Pero qué...!?»
La inesperada estrategia del calvo cogió totalmente por sorpresa al jōnin, que antes de poder voltearse para encarar a su enemigo, sintió una dolorosa punzada donde la espalda pierde su nombre...
Akame cayó hacia delante, derribado sin remedio por la sucia —metafórica y literalmente— técnica de su rival. Cuando su rostro besó el suelo, el Uchiha trató de llevarse ambas manos a la espalda para evaluar los daños; y advirtió entonces que se estaba cagando encima sin remedio. Tenía la zona pélvica adormecida, y sus músculos anales se habían relajado demasiado. Estaba completamente inutilizado.
Sin embargo, y para sorpresa de ambos ninjas, antes de que Karamaru pudiera celebrar el éxito de su maniobra, unos inesperados invitados hicieron acto de presencia en la escena. Una bomba de humo explotó en mitad del pequeño claro entre las raíces del Árbol Sagrado, oscureciendo por completo la vista de ambos shinobi.
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reg. dividida
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Sharingan activado
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Inventario
Hitai-ate con el símbolo de Uzushiogakure [en la frente]
Sintió los dedos inmiscuirse en el ano del jounin para que la electricidad haga el resto. La sonrisa del calvo era imborrable, después de tanto entrenamiento había conseguido su primer víctima. Era una técnica que solamente él sabía, que él había desarrollado, y había tenido éxito.
Gozó con el gritó de Akame, pero no pasaron segundos antes de su visión se nublara y la situación lo confundiera. No tenía entendido el cuándo, no le había sacado los ojos de encima en ningún momento, pero de una manera u otra el uzujin había conseguido liberar unas bombas de humo.
«¿Acaso se quiere escapar?»
—Oh, no, no lo harás
A pesar de la falla en su rango de visión, Karamaru avanzó a velocidad en dirección a la última posición conocida de Akame. Si estaba corriendo, con los pantalones cargados no podría ir tan rápido.
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"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
6/06/2018, 16:36 (Última modificación: 6/06/2018, 16:38 por Uchiha Akame.)
Ignorante de la verdadera amenaza que se cernía sobre ellos, Karamaru cargó a ciegas contra la nube de humo en busca del Uchiha fugado; o eso creía él. La realidad le golpeó como una maza cuando, atravesando la humareda en mitad de un grave ataque de tos —internarse en la cortina de humo quizás no había sido la mejor de las ideas— y con los ojos enrojecidos por las partículas en suspensión, el amejin se encontró a Akame allí donde le había visto instantes antes.
Con una pequeña diferencia: sus manos estaban esposadas a la altura de su espalda. Y él tampoco tendría mucho más tiempo para reaccionar.
—¡Por la Villa Oculta de la Cascada!
El grito vino de algún lugar sobre sus cabezas. Akame apenas pudo hacer nada desde su posición; no sólo alguien le había colocado unas esposas supresoras de chakra, impidiéndole utilizar sus jutsus, sino que además apenas podía moverse sin cagarse encima de nuevo.
«Por todos los dioses habidos y por haber, ¿¡qué cojones es esto!?»
Karamaru escuchó pasos a su espalda y luego notó un fuerte golpe en las costillas que le hizo doblarse como un junco de río. Podría haber contraatacado, podría haberse defendido... Pero estaba demasiado malherido de su combate contra Akame, era presa de un ataque de tos por haberse aspirado media bomba de humo él sólo y tenía los ojos irritados a más no poder.
Cuando llegó el segundo golpe, directo a la parte anterior del cráneo, todo cuanto pudo hacer el calvo fue desplomarse en el suelo mientras el mundo se volvía más y más negro a su alrededor...
—
Un suave pero incesante goteo acabó despertando al amejin. Desde algún punto del techo, solitarias gotas de agua fría se lanzaban en picado hacia su pulida calva para acabar estrellándose contra ella y resbalando para caer por su rostro, sus sienes o su nuca. Si intentaba moverse se daría cuenta de que estaba atado de pies y manos; con un poco más de observación —sus ojos tardarían unos momentos en volver a acostumbrarse a la tenue luz del lugar en el que se encontraba, y sus oídos todavía le pitaban ligeramente— Karamaru identificaría dónde estaban depositadas sus posaderas.
Se encontraba firmemente atado en tobillos y muñecas a una silla de madera, en una habitación pequeña e iluminada tenuemente por una lámpara de aceite que colgaba de la pared. Se daría cuenta también de que no era capaz de utilizar chakra, pues dos esposas supresoras enganchadas a sus muñecas y conectadas por una corta cadena metálica se lo impedían.
—Bienvenido de vuelta al mundo de los vivos, Karamaru-san.
La voz provenía de la persona que se encontraba justo a su lado, a un par de metros de separación y en idéntica condición. El rostro duro de Uchiha Akame le saludaría con una sonrisa socarrona.
—Buena técnica, la tuya. Si no fuera porque he visto con qué poca delicadeza de ataban mientras estabas K.O., pensaría que estabas compinchado con ellos —dijo el jōnin, riendo con sorna.
A simple vista podía verse que el rostro de Akame estaba castigado por varios golpes y moratones a lo largo y ancho del mismo, que sin embargo no desentonaban completamente con sus facciones afiladas, ya de por sí maltrechas.
Además de los dos ninjas, sentados en sus respectivas sillas junto a la pared del fondo, había en la parte derecha una mesa de escritorio con dos sillas. Sobre la misma podían verse varios pergaminos desenrollados, un bote de tinta tapado y un pincel sucio, pero desde la distancia era imposible leer nada.
—¡Vaya, vaya, vaya! Pero nuestro más querido invitado acaba de despertar —la voz sobresaltó a ambos ninjas, proveniente de la puerta al otro lado del cubículo—. Buenos días, Bella Durmiente.
En el marco de la puerta se recortó la figura de una mujer anchota, algo bajita y de apariencia anodina. Tenía el pelo corto, teñido de color azul turquesa, y vestía con unas extrañas ropas que se asemejaban remotamente al uniforme jōnin que Akame llevaba, pero con un diseño mucho más tosco y sin placa identificativa alguna. En su cuello llevaba lo que parecía ser una burda imitación de bandana ninja cuyo símbolo parecía una berenjena deforme... Aunque probablemente la intención de su autora había sido otra.
—Takigeru Pō, ninja de la Más Grande de todas las Grandes Aldeas, ¡Takigakure no Sato!
El esfuerzo tendría que terminar por valer la pena. Ese jounin no se iba a escapar por más que el calvo tuviese que correr rascándose los ojos por el humo que le entraba. Esperaba eso, esperaba los problemas respiratorios que causaba el humo, no eran cosas nuevas para él, pero nunca se podría esperar encontrarse con su rival tan rápido. Sumiso, reducido y contenido, Akame estaba en el suelo atrapado. Escuchó un gritó que no entendió y un ruido raro que provenía de atrás, y se giro para pegar, pero el golpe se lo llevó él.
No supo de donde vino pero se retorció ante el primer golpe. Intentó recomponerse rápidamente pero un golpe seco detrás de su cabeza lo detuvo. Su mirada se nubló, sus pensamientos se perdieron, y su equilibrio desapareció junto con su consciencia. Abatido sintió por última vez el pasto en su cara antes de perder todo cuánto sucedía.
***
Poco a poco los ojos pudieron volver a abrirse. Se encontraba perdido, con la vista perdida y aún borrosa, con un zumbido agudo que le estallaba los tímpanos. Trató de moverse, pero algo se lo impidió. Estaba sentado, sí, y... y... atado parecía ser en... en... en una habitación oscura pero iluminada.
Escuchó una voz lejana, inentendible al perderse con el pitido constante. Giró su cabeza y solamente por su uniforme puedo distinguir, o suponer, que Akame estaba junto a él. Siguió hablando, no sabía que decía pero la voz perdida llegaba a sus oídos. Una nueva voz, tal vez más femenina, sonó de pronto. Y no pudo hacer más que buscar su origen con la mirada.
Una sombra se encontraba libre, más lejos de lo que estaba su compañero de peleas. Parecía ser kunoichi, bastante grande, y su uniforme la delataba. Recuperaba la audición pero la vista le costaba y no identifica de forma correcta el hitai-ate que portaba.
—...no Sato!
—Y-yo... yo... qué... mi cabeza... ¿Qué pasó...?— el pitido finalmente cesó y la vista empezaba su camino a recomponerse.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
6/06/2018, 18:28 (Última modificación: 6/06/2018, 18:28 por Uchiha Akame.)
Una bofetada restalló con la fuerza de un látigo en la habitación. La mujer se había acercado con pasos rápidos a Karamaru y le había cruzado la cara sin miramientos.
—"¿¡Qué pasó!?" "¿¡Qué pasó!?" ¡Espabila, copón! —bramó directamente al rostro del calvo.
Akame, por su parte, se mantenía serio y observador. Los movimientos de la mujer delataban que —pese a que pareciera querer disfrazarse de ello— no era kunoichi. O, si lo era, se trataba de alguien sumamente inexperto, lo cual a su edad parecía improbable. «O eso, o estoy ante la peor ninja de toda la historia de Oonindo», se dijo el jōnin. A pesar de todo, aquella pintoresca señora seguía teniendo la sartén por el mango; ambos estaban atados y sendas esposas supresoras les impedían usar jutsus.
—¡Yo te diré lo que está pasando, sucio shinobi de Amegakure! —siguió hablando la falsa ninja, escupiendo desprecio en aquellas últimas palabras—. Está pasando que vosotros dos, ninjas de las patéticas Aldeas de la Lluvia y el Remolino, ¡habéis sido derrotados en combate de forma aplastante por mí, Takigure Pō, de la gloriosa Villa Oculta de la Cascada!
El Uchiha no pudo evitar soltar un bufido.
—Por muchas veces que lo digas no va a convertirse en realidad —replicó, como ajeno a la situación en la que se hallaba—. Te aprovechaste de la situación, eso es todo.
Pō se volvió hacia Akame, enarbolando su dedo índice con gesto acusador.
—¡¡Ajá!! ¿Y no es eso lo que se supone que debe hacer un buen ninja? ¿Aprovechar el momento, cuando sus enemigos están débiles y distraídos? —lanzó la pregunta retórica con una mezcla incontenida de rabia y oscura satisfacción—. ¡Yo sola he probado ser mejor ninja un jōnin de Uzushiogakure! ¡¡Chúpate esa, "usucio"!!
Karamaru había reaccionado con alto contraste a su situación anterior. Estaba molesto por estar encerrado, también por estar atado y restringido, encima le venía a pegar un cachivache de mujer. Las puteadas iban a seguir, pero entendiendo la situación prefirió cerrar la boca.
«Sucio usted, basura de mujer»
Una breve y soberbia introducción le dio datos suficientes al calvo para saber con quién estaba hablando. Takigure Po de una villa que no conoce ni el Kage. De nuevo, iba a preguntar, peor tal vez no era la mejor manera de continuar esa conversación.
—Gran ninja de la Cascada— habló con voz calma y tranquila— ¿Y ahora qué? Te aprovechaste de la situación, demostraste grandes habilidades como kunoichi, ¿Y ahora? Asumo que un buen jounin es seguido de cerca por los superiores de su aldea. Asumo que un gennin de una u otra manera también.
La miró fijamente, decidido y confiado a pesar de ser él el que estaba atado, e increpó a la mujer.
— Vamos, ¿Y ahora qué? ¿Qué harás de inteligente?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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—¡Esa lengua, alopécico precoz! —replicó Pō, con cierto aire a la madre que regaña a su hijo por decir palabras malsonantes durante la cena.
El rostro de la regordeta hembra se contrajo en una mueca de duda cuando Karamaru aseguró que, probablemente, ya habría fuerzas de ambas Aldeas buscando a los dos ninjas. Claro, aquella era una mentira —y de las gordas— que no tenía razón de ser; Pō no tardó en darse cuenta, y se limitó a soltar una risotada forzadamente maliciosa.
—¿Esa es la mejor mentira que se te ocurre para intentar confundirme? ¡Já! —cruzó los brazos y alzó el pecho, ancho como un muro, en gesto de clara superioridad—. Los ninjas de la Lluvia ni siquiera sabéis mentir. ¡Menudo cazurro!
Akame, por su parte, se había mantenido en silencio observando los gestos de la supuesta kunoichi. Ninguno de ellos le transmitía ni la más mínima sensación de que aquella tipa tuviera idea alguna de lo que estaba haciendo; más bien parecía actuar a marchas forzadas, como si no se supiera en control total de la situación. El Uchiha sonrió para sí.
—Eso mismo me pregunto yo, Pō-san —dijo el jōnin—. Y ahora, ¿qué? Has atacado y secuestrado a dos ninjas de las Grandes Aldeas. ¿Supongo que nos llevarás a Takigakure no Sato para que nos interroguen?
La pregunta cogió a pie cambiado a la falsa kunoichi. Su rostro enrojeció y se frotó las manos, visiblemente nerviosa.
—Ahora... Ahora... Eh... —agitó los brazos como si quisiera espantar a un enjambre de molestas abejas—. ¡Ahora os... Os... Os mataré a los dos! ¡Y mandaré... Eh... Vuestras bandanas a Uzushiogakure y Amegakure como prueba!
Su tono se volvió mucho más taciturno y gris.
—Así me reconocerán... No les quedará más remedio que hacerlo.
A pesar de la situación Karamaru no se encontraba del todo desbordado. Estaba nervioso y molesto, incluso un poco asustado por lo que podría pasar debido a la rareza de la situación. Pero dentro de lo malo se sentía bastante calmado, trataba de pensar con claridad y la actitud de la mujer, junto con sus palabras, lo hacían sentir un poco más en control.
— ¿Supongo que nos llevarás a Takigakure no Sato para que nos interroguen?
— ¿Takigakure?— se susurró para si mismo el calvo sin saber a qué aldea se refería.
Pero con la respuesta de Po el monje tuvo el pie para responderle otra vez con algo un poco más incómodo para ella. Que se pisará sola era una ventaja, mas había que andarse con cuidado. Si era así por locura nunca se sabe cómo puede llegar a reaccionar.
— Pregunto, seré curioso. ¿Cómo sabes a dónde enviar los hitai-ate? Dudo que sepas cómo llegar a nuestras aldeas.— una sonrisa picarona y una mirada desafiante alumbraban la cara del calvo.
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-Maestro Yoda.
Karamaru parecía sorprendido, y no era para menos, de que Pō siguiera hablando de aquella "Takigakure no Sato". Cuando lanzó la pregunta —aunque era para sí mismo—, el Uchiha no pudo resistirse a soltar una risotada seca, una carcajada perruna cargada de retranca.
—¿No te suena esa Aldea, Karamaru-san? —preguntó, malicioso, y Pō le fulminó con una mirada llena de vergüenza contenida—. ¡Qué coincidencia! A mí tampoco. ¿Será porque no existe?
La regordeta mujer se acercó con dos pasos torpes y le calzó un puñetazo en plena cara al Uchiha, que lo aguantó con un estoicismo envidiable. Eso, o la pegada de Pō no era nada del otro mundo. Akame escupió un esputo de sangre y volvió a ridiculizarla con una carcajada seca.
—Pégame todo lo que quieras, kunoichi del palo, eso no va a hacer que una jodida Aldea Oculta brote de la nada para que puedas justificar tus paranoias.
Pō apretó los puños, roja de ira, y lanzó un alarido de frustración contenida. Alzó los puños otra vez, dispuesta a apalizar sin control al jōnin, pero entonces Karamaru le arrojó una pregunta para la que, sorprendentemente, la falsa ninja sí parecía tener respuesta.
—En eso te equivocas... —enfrentó a Karamaru y bajó la mirada, apretando todavía más los puños y los dientes—. No sé llegar a vuestras Aldeas, pero conozco a gente que sí. Son los mismos que no quisieron reconocerme, pero no les quedará otra cuando les lleve vuestras bandanas. ¡Tendrán que reconocer por fin a Takigure Pō como una habilidosa ninja!
En ese momento, los muchachos se darían cuenta de que no llevaban encima sus bandanas. Probablemente Pō se las había quitado después de inmovilizarlos.
—¡Les he demostrado que valgo tanto como cualquiera de vosotros! —rugió, pretendidamente orgullosa pero destilando frustración.
La mujer no tardó en negar la soberbia de la que ahora el calvo se arrepentía. Sí, la situación estaba lejos de ser normal, pero estaba subestimando a la supuesta kunoichi y eso era algo que no debía de hacer. Incluso entre miedo y calma, entre nervios y soberbia, se tenía que acordar del camino que le habían enseñado.
— Esta bien. Tienes razón.— contestó honestamente. Si la arrogancia era mala y no llevaba buen puerto, tal vez que hacer las cosas correctamente si lo hicieran. Además de que servía para abordar aquella negociación desde otro punto de vista.
— Yo, como shinobi de Amegakure, te reconozco. Admito que no conozco Takigakure, ni sé si su existencia es verdadera o no, pero actuaste en un momento oportuno, aprovechaste la oportunidad y mataste dos pájaros de un tiro.
Las palabras de Karamaru, a pesar de no ser por lo general una persona muy convincente, sonaban sinceras y su rostro lo reflejaba. Decía la verdad, realmente sentía lo que decía, pero todo fue porque en ningún momento terminó con sus pensamientos.
«Aunque si de verdad estuviésemos en tiempos de guerra hubiera sido completamente diferente. La paz nos relaja a todos, por suerte.»
— ¿No crees que fue inteligente, Akame?— quedaba en manos del uzujin jugar al shinobi bueno y al shinobi malo, o ser condesciente con la mujer y apoyar al calvo para ver por donde los llevaría ese camino.
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La respuesta del joven calvo sorprendió visiblemente tanto a su captora como a su compañero cautivo. El desconcierto que les había golpeado como una maza de derribo se plasmó sin demora en los rostros de Akame y Pō; el primero enarcó una ceja, escéptico, mientras que la segunda se quedó tan blanca como la pared. Un silencio espeso se apoderó por momentos de la sala.
—¿¡Qué!? —exclamaron los dos, al unísono.
Pō lanzó una mirada fulminante al Uchiha, que agachó la cabeza y calló durante unos instantes. La mujer parecía totalmente desorientada, pero al ver la sinceridad que brillaba en los ojos de Karamaru, un ligero rubor le fue subiendo por el rostro. Parecía querer resistirse a abandonar su postura defensiva, pero los cumplidos del amejin claramente la habían afectado, reconfortando su corazón.
—Shi... Shinobi-san —balbuceó—. Yo...
Akame entendió entonces la estrategia de su compañero ninja —o, al menos, él pensó que se trataba sólo de eso—, y se apresuró a aportar su granito de arena. Aclarándose la garganta y tratando de sonar lo más agradable que pudo —no fue mucho—, lanzó también un discreto cumplido a su secuestradora.
—Bueno, eh, la verdad es que no estuvo mal —carraspeó sonoramente, desviando la mirada hacia la pared más cercana con el mentón en alto y gesto orgulloso—. Fue una buena kemuridama, y... Eh, aprovechaste bien el momento.
El silencio volvió a reinar en la habitación. La pretendida kunoichi estaba frente a ambos ninjas, con los puños apretados y la mirada baja. Permaneció así durante unos largos instantes, hasta que de repente el sonido de unos sollozos apenas contenidos llegó hasta los oídos de ambos ninjas. Dos solitarias gotas de lo que parecía agua cayeron al suelo justo bajo el rostro agachado de Pō.
—He... He entrenado durante tanto tiempo... —murmuró—. He soñado cada noche con este momento. Ser reconocida como una hábil kunoichi... Yo quería demostrar a todos que podía hacerlo. Aunque me dijeron que no. Aunque todos y cada uno de los ninjas de Uzushio, Ame y Kusa rechazó entrenarme...
13/06/2018, 23:58 (Última modificación: 13/06/2018, 23:59 por Karamaru.)
Casi se presentaba a si mismo aprovechándose del buen trato que quería dar, pero al pensarlo dos veces le pareció al monje que tal vez no era la mejor idea darle su nombre a una dama no tan dama. Pero se alegró por obtener la reacción deseado, tanto por parte de ella como de su compañero de entrenamiento en aquel día.
El silencio reinó y la luego la voz de Po, emotiva, contrastó con los gritos de hacía segundos. Había agachado la cabeza y eso fue momento suficiente para que Karamaru pudiera darle una ligera mirada de reojo a Akame y guiñarle. Se sentía un poco mal por engañar de tal manera a la mujer, pero había que hacer lo necesario para salir de aquel lugar.
— Todos entrenamos duros, y todos siempre buscamos reconocimiento tras el arduo trabajo. Entiendo como te sientes, la soledad es dura. Pero creo que te podemos ayudar con eso, o mejor dicho.....
Hizo una ligera pausa y sonrió. Miró al uzujin luego a la captora, y nuevamente el mismo movimiento de la mirada.
— Bueno, pues... El que me acompaña es un jounin. Joven, muy talentoso, y una gran persona aunque se deje llevar un poco cuando le atan a una silla.— una risa incómoda le impidió proseguir— Pero seguro que está más que dispuesto a valorar tu entrenamiento y ser tu tutor. No creo que se niegue al talento
Palabras correctas en el momento correcto. El calvo no era un gran mentiroso ni un elocuente relator de lengua picante, pero se le daba cada vez mejor solamente hablar. A veces estupideces, a veces fanatismos, pero algunas veces, cuando su cabeza se le iluminaba un poco, podía soltar las palabras que quería y las que la situación ameritaban.
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14/06/2018, 16:26 (Última modificación: 14/06/2018, 16:30 por Uchiha Akame.)
Akame prolongó su mutis. «Si por mí fuese ya le habría sacado la tontera a golpes, a esta kunoichi frustrada», se dijo. Pero claro, estando atado y con su chakra suprimido, no había mucho que pudiera hacer. Por eso mismo, no había que ser un genio para darse cuenta de que la táctica del "ninja bueno" de Karamaru estaba dando muchos mejores resultados. Pō había pasado de darle de puñetazos a él a echarse a llorar. Y, aun así, Akame se sentía irracionalmente enfadado. ¿Tal vez era porque una civil con poco o ningún entrenamiento les había hecho la cama a dos ninjas?
«Dioses...»
Sea como fuere, la Takigure se secó las lágrimas con el dorso de la mano mientras el amejin seguía hablándole de cómo Akame era jōnin y podría entrenarla. De hecho, ni siquiera le preguntó al involucrado, sino que aventuró directamente —casi comprometiéndose por parte del tercero— que el Uchiha la tutelaría.
«¿¡Pero qué cojones...!?»
Akame quiso protestar de forma enérgica, pero su parte racional le detuvo. «Debo seguirle el juego». Con una sonrisa torcida, el Uchiha trató de sonar lo más convencido posible.
—Claro, ejem, claro, Pō-san... Yo podría entrenarte, ¡y con... con mucho gusto, sí! —¡qué mal se le daba fingir!—. Sólo tienes que desatarme, quitarme estas molestas esposas, ya sabes...
La mujer, que parecía convencida al principio, notó lo que subyacía en las palabras del uzujin. Su rostro se arrugó en una mueca de desconfianza, y se volvió hacia Karamaru todavía con surcos de lágrimas en el rostro.
—Puedo ver que tu corazón es bondadoso, amejin-san. Si quieres, puedo soltarte, no te mereces pasar más tiempo ahí atado —entonces giró ligeramente el rostro hacia Akame—. Pero este... ¡Este es un diablo! Lo puedo ver en sus ojos, en el momento en el que le quite las esposas supresoras de chakra, voy a estar en problemas.
Pō se acercó entonces a la silla en la que estaba atado Karamaru y cortó las cuerdas con un kunai que sacó de su chaqueta. Luego se metió la mano en el bolsillo trasero de sus anchos pantalones, tomó una pequeña llave y abrió las esposas que contenían el chakra del calvo. Estaba libre.
—Gracias por tus palabras, amejin-san. ¿Puedo ofrecerte algo de té? —preguntó Pō, todavía sosteniendo el kunai en su diestra.
Akame, por su parte, observaba todo con los ojos entornados del cazador que espera su momento.
Karamaru largó un suspiro de alivio ante la respuesta de Po, y otro más tras la liberación. No pudo evitar estirar las piernas rápido y pararse, mover los brazos y más que nada pasarse las manos por las muñecas. Nunca había estado atado de esa manera y, aunque no era doloroso, era bastante molesto.
— Te estoy realmente agradecido, y respetaré tu decisión para con mi compañero de batalla— "por ahora" le faltó decir.
Más relajado que antes viendo que tenía viento en popa, y con una sonrisa amable en el rostro un poco forzada, se limitó a asentir con la cabeza ante el ofrecimiento de bebida. Tenía que seguir haciendo tiempo, generar un hueco para liberar a Akame, o convencerla de que ella misma lo haga.
— ¿Puedo preguntar de dónde eres?— preguntó solo para que no se generase silencio.
La realidad es que ni le iba ni le venía el hecho de que el uzujin se quedase allí. No le debía nada, era de otra aldea, y apenas si lo conocía. Siendo un shinobi cualquiera de Amegakure probablemente lo hubiera dejado a su suerte, a que use sus habilidades para escapar, pero con las enseñanzas del templo a sus espaldas era algo que no podía hacer.
Y que un jounin te deba un favor era un factor muy importante.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Una sonrisa amable se dibujó en el rostro de Pō, que parecía sugerir que en realidad aquella tipa no era tan mala como podía haberles hecho creer. Desde que Karamaru había reconocido sus méritos y le había asegurado que era una ninja notable, la mujer parecía mucho más relajada; como si toda la tensión que había estado guardando dentro se hubiera ido por una válvula de escape. Casi daba la sensación de que en realidad sólo era una madre cuidando de su hijo, que acababa de llegar a casa después de un largo viaje.
—¡Bien! Ven conmigo —pidió la falsa kunoichi.
Si Karamaru obedecía, Pō saldría de la pequeña habitación no sin antes dirigir una mirada cargada de resentimiento a Akame, que todavía estaba esposado y atado a su silla. La puerta daba a un pasillo que en nada se parecía al ambiente que podía respirarse dentro del zulo, sino que correspondía al de una vivienda normal y corriente. Las paredes eran blancas, el suelo era de madera y estaba limpio, a los lados se podían ver puertas correderas de papel de arroz que seguramente daban a las habitaciones de lo que parecía ser una casa.
El amejin podría contar dos habitaciones a la derecha del pasillo y dos a la izquierda. Al fondo había una puerta que, por su aspecto y composición, parecía ser la entrada a la vivienda.
Takigure Pō terminó por abrir la segunda puerta a la izquierda, que daba a una pequeña pero coqueta cocina. Había un frigorífico, una mesa cuadrada con cuatro sillas —tres de ellas estaban mucho menos desgastadas que la cuarta—, y una encimera surtida para cubrir las necesidades de una familia. La mujer empezó a preparar el brebaje mientras se tomaba su tiempo para contestar a las preguntas del calvo.
—Soy de aquí mismo, amejin-san. De la Ribera Sur —respondió—. ¿Cómo te llamas? No querría tener que seguir llamándote amejin-san.