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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Como respuesta, Akame —Kakita Bendō— se limitó a apretar aún más la llave sobre el brazo izquierdo de Gura mientras el acero en su cuello le acariciaba con un toque gélido. Ahora ya no se trataba de aquel vendedor de chatarra y objetos usados que agachaba la cabeza ante el menor intento de ser intimidado, sino un Uchiha con entrenamiento ninja y un poco cabrón a veces.

Cierra la puta boca, si se te ocurre alzar la voz o hacer cualquier tontería, te vas a desangrar aquí como un puto gorrino. ¿Cuánto crees que van a tardar tus amigos en encontrar tu cadáver con toda esta niebla? —aventuró, seco pero autoritario. O, al menos, todo lo que fue capaz—. Tú y yo vamos a tener una charla, Gura-san. ¿Quién controla esta niebla? ¿Cómo supisteis que estábamos infiltrados? —apretó más el cuchillo contra la yugular del guardia, haciéndole sangre—. Habla rápido, si me gusta lo que dices tal vez te deje vivir.

Mientras, al Uchiha no le pasó desapercibido que había dos espectadores involuntarios en la escena. Sus ojos rojos pasaron un momento por Money y Otohime antes de posarse en padre e hija. Brillaron entre la niebla como dos rescoldos. Luego le lanzó un vistazo a Kaido. ¿Qué iban a hacer con ellos?
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#62
Ambos shinobi ejecutaron el plan con la precisión de un equipo. Fue casi que inconsciente, pero metódica, la manera en la que tanto Kaido como Akame supieron lo que había que hacer en el momento apropiado. Y bien que confiaba el gyojin en su compañero, porque aunque no podía verlo —además de la niebla, el tiburón estaba de espaldas a donde se encontraba Gura, con los presos—. sabía que el fénix estaba encargándose debidamente de su tarea.El Umikiba, por su parte, se dedicó a mantener el agarre, fuerte; y que su presa continuase perdiendo el oxígeno dentro de su burbuja mortal. Kaido era, no obstante, bastante preciso cuando se trataba de tumbar a alguien con el Suiteki, así que su objetivo era que la mujer perdiera de una vez por todas la conciencia.

¿Cuando iba a suceder eso? ... pues dependía de dos cosas: de la lucha interna de Sumire, y de cuánto era capaz de aguantar con los pulmones vaciándose irremediablementea, al punto de boquear como lo hace un pez fuera del agua.
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#63
Sumire comprobó en sus carnes que no había peor sensación que la del ahogo. No era ya una cuestión física. Había cosas que dolían más, claro. Sus pulmones ardían, pero no tanto. La cabeza le dolía, pero no tanto. Era la sensación de asfixia la verdadera tortura. Esa en la que cada neurona, cada maldita célula de su cuerpo, tenía como único objetivo encontrar una gota de oxígeno. Y no la encontraba…

Y no la encontraba…

Y no… Sumire, desesperada, tomó la empuñadura de su katana corta, atada al cinto, y lanzó un tajo horizontal al abdomen de su captor.

Mientras tanto, Akame se las veía con un guardia mucho más dócil. Tenerle la punta de un acero pegado al cuello ayudaba, claro.

N-no… Y-yo… —La mente de Gura era una balanza. Por un lado, su sueldo. Por el otro, su vida. La balanza se inclinó y cayó de tanto que pesaba uno de los dos platillos—. E-está bien. Joder, está bien. No me hagas nada, por favor. Tengo esposa e hijos. —Akame tenía suficiente percepción como para darse cuenta, por la entonación y la manera en que habló, que aquello último se lo acababa de inventar para dar pena—. L-lo controlan unos ninjas. Ninjas… ¿sensores, creo que le llaman? Y… Y… Y entre otras cosas son capaces de saber cuándo una persona con chakra ninja entra dentro de la niebla. Por eso supimos que había tres intrusos.


Corte: 22 PV
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#64
«¡Hijos de puta!»

¡Estaba claro! ¡Algo se les había escapado desde un principio y ahora sabían lo que era! «Esa condenada de Kyūtsuki es una jodida inútil, ¿no-sé-cuantos meses infiltrada en la corte del Daimyō y no supo de esto? ¿O es que no nos lo dijo a sabiendas?» Akame no sabía cuál de las dos opciones le resultaba más irritante, pero por el bien de la misión, también era consciente de que debía apartar esos pensamientos cuanto antes. Sin soltar su agarre sobre Gura, aunque aflojando ligeramente la presión de su kunai sobre el gaznate de aquel tipo, el Uchiha valoró la nueva información.

¿Cuántos son y dónde están? —quiso saber Akame, apremiante—. ¿Hay alguna forma de evitarlo?

Tenía que haber algún truco. Siempre había un truco.
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#65
El rostro de Kaido era todo un poema. Le resultaba sumamente intrigante las distintas reacciones de todas sus víctimas al ahogamiento, y de las caras que podían poner en el proceso. Claro que, para ser un hombre-tritón con agallas; nunca había podido experimentar lo que se sentía no poder respirar bajo el agua. Era un privilegio que le protegía de una durísima realidad: que morir ahogado era una de las formas más crueles de morir, al igual que ser hervido en aceite, o achicharrarse en una pira de fuego. Pero el cuerpo humano tenía límites insospechados. El alma de uno también. Cuando se quiere vivir, uno iba a hacer lo necesario hasta conseguirlo. Así estés hirviendo en aceite, así te estés calcinando en una ahoguera, o así te estés ahogando en lo más profundo del océano. Siempre va a haber una luz en la orilla, aunque ínfima, a la que siempre intentarás alcanzar.

Así lo demostró Sumire, quien decidió no rendirse. A pesar del dolor. A pesar de todo. Esta movió su brazo hasta el arma que se apoyaba en el cinto, y trató de esgrimarla hacia el abdomen del tiburón, aunque dada la posición que ambos mantenían, resultaba un movimiento no sólo difícil de ejecutar, sino también impráctico. Por tanto, el gyojin torció el cuerpo unos cuantos grados hacia la derecha, para adentrar su cuerpo más hacia el costado contrario de la mujer. De esa manera, la espada no podría alcanzarle, salvo que Sumire pudiese estirar la extremidad de forma antinatural como lo hacía él con el Suika en algunas ocasiones.
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#66
Sumire se ahogaba. Si lo que antes había sentido era miedo, un pánico absoluto, ahora ya se le unía la más profunda desesperación. Sus músculos dejaron de obedecerle por completo. Sus pulmones la obligaron a abrir la boca, y tragó agua en un vano intento de coger aire. A punto de desmayarse, intentó por todos los medios un último movimiento que supusiese su salvación. Se pasó la katana corta a la mano contraria, y trató de apuñalar a Kaido, una y otra vez, con movimientos cortos y desesperados.



Mientras tanto, el padre de la niña no sabía dónde meterse. Era un tío corpulento, alto y de carácter. Aquel tipo de situación no parecía ser nueva para él, pero sí le pillaba oxidado. Y tener a su cría al lado no ayudaba. Optó por empezar a alejarse muy lentamente, sin hacer movimientos bruscos, intentando largarse mientras el resto seguía distraído.

Gura balbuceó palabras inconexas antes de que lograse soltar algo con sentido.

Jo-joder, pues un montón. S-son un montón. Distribuidos en distintos puntos para mayor seguridad. Ka… Kakita estáis jodidos. De un momento para otro activarán el Código Rojo. ¿Comprendes lo que es eso? Diciéndoos esto te estoy salvando la vida, coño. Lárgate antes de que sea demasiado tarde.
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#67
«Extraordinario»

Extraordinario, claro. Pocos aguantaban como ella. Y con pocos, Kaido sólo recordaba a uno de ellos: y su nombre era Katame. Pero sus destinos —tanto el de la esbirra de la niebla como el del difunto y antiguo Ryūto—. lamentablemente no iban a ser muy distintos que digamos, porque el Hōzuki no estaba por la labor de dejarse apuñalar así como así. Al ver cómo el arma cambiaba de mano, Kaido aprovechó la contextura de su cuerpo y se echó hacia atrás como un peso muerto. Su intención era caer como plomo hacia su espalda media junto con Sumire; y que los cuerpos de ambos hicieran contricción en el arma. De esa forma, no iba a representar más un peligro.
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#68
La cosa empeoraba por momentos. Akame notó una fría gota de sudor resbalándose por su sien, amenazadora, como si toda la calma que hasta ahora había estado manteniendo fuese a romperse como un muro de arcilla ante el temporal que le azotaba. Estaban jodidos, muy jodidos.

El Uchiha se pasó la lengua por los labios, resecos por la tensión.

¿A dónde llevabais a estos dos? —quiso saber, consciente de que no le quedaba mucho tiempo. Tenía que actuar ya—. —dijo de repente, refiriéndose al pobre Jagaimo, que quería poner pies en polvorosa lo antes posible—. Créeme que tengo buena memoria para las caras. Si cuentas algo de lo que está pasando aquí, te aseguro que no volverás a ver a tu hija.

Si al otro le funcionaban las orejas, no le costaría mucho entender que aquel chico de cara quemada y ojos carmesíes hablaba completamente en serio. Luego, el ninja volvió su atención hacia Money.

Las esposas están en mi portaobjetos —indicó, esperando que el otro entendiera la jugada. Para solucionar la papeleta necesitaba que Gura estuviese bien atado y quietecito, y no se fiaba de intentar hacerlo él mismo. Aquel tipo parecía cobarde como nadie, pero quizás eso fuera sólo porque tenía un kunai apretándole la maldita yugular.
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#69
Kaido, en un diestro movimiento, se pegó al cuerpo de la mujer y su katana. Katana que en el forcejeo rasgó la ropa de ambos y sus pieles. En ella, un rasguño en la espalda. En Kaido, un corte superficial en el abdomen. Nada grave en ninguno de los casos.

El cuerpo de Sumire convulsionó con violencia, en secas sacudidas. Dos, tres veces, y luego una inquietante quietud. Kaido notó sobre ella que sus músculos se habían aflojado de golpe. Se había desmayado.

A unos cuantos metros de allí, Money tomaba las esposas de Akame y se las enganchaba al guardia. Luego, buscó entre los ropajes de este para robarle las llaves de las esposas que le habían puesto. Abrió las suyas y luego las de Otohime.

Eh, papi —dijo, mirando al hombretón que apenas había asentido, muy serio, ante la advertencia de Akame—. Buen viaje. —Y le lanzó las llaves de las esposas.

Jagaimo las cogió al vuelo, y asintió de nuevo, esta vez mirando a Money, en un gesto casi solemne. Luego lo vieron desaparecer entre la niebla.

Vamos, habla. Mi amigo te ha hecho una plegunta —pinchó a Gura.

Ehm… Y-yo… Yo os llevaba fuera del rango de la técnica. Así sabríamos si alguno de vosotros era el ninja encubierto sin necesidad de activar el Código Rojo. Y una vez localizados os hubiésemos llevado al calabozo, claro. P-para interrogaros.


Daño a Kaido: 18 PV Corte Superficial
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#70
Su estrategia había funcionado, aunque con pero de por medio: en la caída, la espada rasgó parte de la piel de la propia Sumire, y la del Tiburón. Por suerte, se trataba de una herida meramente superficial, por tanto, no tendría que preocuparse por el sangrado. Tan sólo debía lidiar apropiadamente con el dolor. Lo importante, sin embargo, fue que la lucha llegó a su fin tras unos segundos en el suelo, donde la resistencia ofrecida por la guardia decreció exponencialmente hasta que acabó convirtiéndose en un peso muerto. Su cuerpo, flácido y sin fuerza; se desplomó sobre su costado, y sólo entonces el Umikiba la soltó.

La burbuja de agua se deshizo y el brazo de Kaido se reconstruyó. Miró a Sumire, una vez levantado, y echó un vistazo luego a su alrededor para comprobar que aún no tuviese alguna visita inesperada. Sabía además que Akame estaba encargándose de su parte del plan, así que lo mejor era apresurarse y alcanzarlo.

¿Pero qué iba a hacer con Sumire?

Lo primero, pues robarle su identidad. Kaido se postró irremediablemente sobre ella y ejecutó una particular secuencia de sellos que acabó en una figura mantenida. El Ninpō: Otāmirā empezó entonces su proceso de clonación, haciendo que el cuerpo de Kaido —con la forma de Kincho—. fuera mutando a imagen y semejanza de la persona que tenía en frente. Una vez completado el proceso, y ya habiendo adoptado la apariencia completa de Sumire, le revisó el cuerpo y trató de obtener de ella cualquier objeto que resultase apropiado para la misión —desde armas que fueran a conjunto con su atuendo de guardia hasta el comunicador con el que probablemente aún tuviesen conexión con el resto de los esbirros feudales—. Además, si tenía esposas, se las pondría también. Además, aprovechó parte de una prenda para amordazarla a fin de que no gritase en cuanto despertara.

Finalmente, el gyojin la alzó y se la cargó sobre los hombros; y avanzó hacia donde le esperaba Akame. Sabía que tenía luz verde para pasar porque escuchó sus voces, así que no tuvo ningún reparo en encontrarse con sus colegas.


¤ Ninpō: Otāmirā
¤ Arte Ninja: Reflejo del Agua
- Tipo: Apoyo
- Rango: C
- Requisitos: Hōzuki 50
- Gastos: 30 CK (impide regen. de chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: (Ver descripción)
- Sellos: Serpiente → Rata → Serpiente → Tigre → Carnero mantenido
- Velocidad: Lenta
- Alcance y dimensiones: -
Kaido confecciona esta técnica a partir de las numerosas cualidades de la técnica de hidratación, por la necesidad de ocultar su identidad para mantener el velo de su falsa muerte a salvo. Se inspira además en una particularidad bastante similar de un miembro de Dragón Rojo llamado/a Kyūtsuki.

El reflejo del Agua es una técnica que le permite al Hōzuki tomar la apariencia de una persona de manera detallada y cuasi perfecta. La funcionalidad del jutsu tiene todas las características que otorga un  Henge no Jutsu, pero a diferencia de éste último; la transformación no se verá mermada por el estrés ni sucumbirá después de un tiempo predeterminado así que, por lo tanto, no se extingue salvo que el usuario así lo desee. Puede luchar en este estado y usar todas sus habilidades sin que ceda la técnica. La perfección con que calca a otros tiene sus propias consecuencias, como la de no ser capaz de copiar algo que no se puede reflejar, como la voz.

Para que la transformación tenga éxito, Kaido debe permanecer postrado frente a la persona que desea reflejar en sí mismo emulando su silueta y manteniendo el último sello de la secuencia. El cambio transcurrirá durante un minuto entero, tiempo durante el cuál el cuerpo del gyojin mutará a un manojo de agua sin rostro ni forma que reflejará la apariencia de la persona que tenga en frente. De a poco, las mareas de su cuerpo irán cambiando y así también su figura, hasta que finalmente, calque a exactitud al elegido. Este proceso debe realizarse de forma obligatoria durante una única primera vez, más Kaido es capaz de guardar la "piel" en su repertorio para una posterior transformación sin tener que tenerla frente suyo. Puede tener tres reflejos distintos, aunque puede suplantarlos posteriormente por otro si así lo desea.

Tanto el byakugan como el sharingan serán capaces de percibir que hay una técnica actuando en el cuerpo del usuario, aunque sólo el ojo blanco podrá discernir que se trata de Kaido si conoce previamente el color y la textura de su chakra.


Si Kaido adquiere la apariencia sin ningún contratiempo, la guarda en su repertorio de reflejos.
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#71
Así que la técnica de la niebla no permitía a los sensores identificar chakras con tanta precisión, sino tan solo su presencia. Akame ladeó el rostro con una media sonrisa; aquel dato acababa de darle una idea. Una que, quizás, valiera el pasaporte de todos ellos hacia Kasukami de una buena vez. Lo primero que hizo fue tratar de noquear a Gura propinándole un severo golpetazo con la anilla del kunai en la parte anterior del cráneo; poco le importaba si a aquel tipejo le resultaban secuelas después del golpe, sólo quería dejarlo fuera de combate un rato. Esposado como estaba, tendría complicado el liberarse y volver para alertar a los otros guardias. O eso esperaba Akame. También le amordazó usando una tira de tela cortada de su propia ropa, le registró en busca de comunicadores u otros objetos fácilmente accesibles y útiles —de forma idéntica a como Kaido lo había hecho con Sumire— y luego le dejó ahí tirado como un vulgar saco de papas.

Money, conoces el Kage Bunshin, ¿no? —se dirigió al contable. Era hora de comprobar hasta dónde llegaban sus capacidades ninja—. Necesito que hagas un par de ellos, o tres si te ves sobrado de chakra. Luego manda a uno de ellos en esa dirección —señaló la niebla al Este de su posición—, y a los otros dos hacia la contraria. Vamos a ver si podemos volver locos a esos putos ninjas sensores.

Entonces el Uchiha realizó tres simples sellos —Perro, Jabalí, Carnero— y con un "puf" adoptó la imagen y semejanza del ahora inutilizado Gura. Junto con Sumire —Kaido— esperaba que fuese suficiente para pasar cualquier control que fueran a encontrarse y, sobretodo, evitar que activaran el Código Rojo. Akame no sabía qué era, pero suponía que para ellos significaba problemas. Una vez hechos los preparativos, le indicó a todos que se movieran; era hora de alcanzar Kasukami de una buena vez.


¤ Henge no Jutsu
¤ Técnica de Transformación
- Tipo: Apoyo
- Rango: E
- Requisitos: Ninjutsu 20
- Gastos: 8 CK/activación (divide regen. del chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: -
- Sellos: Perro → Jabalí → Carnero
- Velocidad: Instantánea
Muchas de las misiones de un ninja están basadas en la infiltración y el subterfugio. Este Ninjutsu, que se enseña en todas las academias shinobi de Oonindo, es la técnica más básica para hacerse pasar por lo que uno no es, pero no por ello es menos útil. El usuario realiza los sellos del jutsu mientras visualiza mentalmente aquello en lo que se va a transformar, que puede ser o bien otro ser humano, un animal, una planta, un arma o un objeto inanimado, siempre de tamaño medio (un poco más pequeño que una persona o un poco más grande). Tras una pequeña nube de humo, el shinobi se transforma adquiriendo las características físicas deseadas, pero manteniendo algunas de sus propiedades (no puede replicar extremidades que no tiene, por ejemplo, y si lo hace, serán evidentemente falsas).

La técnica es básica, pero muy pocos logran dominarla por completo debido a que requiere una excelente capacidad de memoria y concentración. Por ende o bien se tiene 60 o más puntos en el atributo de Inteligencia o bien se tienen 60 o más puntos en la facultad de Ninjutsu; si no se cumple al menos una de estas dos condiciones, la transformación en otras personas será evidentemente falsa, con obvias carencias o imprecisiones respecto al original.

Incluso así, desconcentrar al usuario, como por ejemplo hiriéndolo, derribándolo o causándole demasiado estrés podría deshacer la transformación.
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#72
Tras robar la identidad de Sumire, Kaido tomó su wakizashi y rebuscó entre sus bolsillos, encontrando una cartera con un par de billetes en el interior y un carnet con su foto, nombre y apellidos. No halló nada más, ni siquiera un comunicador.

Al avanzar, halló a Akame junto a cuatro Moneys y una Otohime que observaba todo atenta, pero sin intervenir. Akame, que también había tomado una wakizashi, y había hallado una cartera con algún que otro billete, un carnet y preservativo azul, también había encontrado el ansiado comunicador.

Dio unas directrices claras a todos, y los tres clones de Money —que se había quedado casi seco en chakra—, corrieron en las direcciones indicadas. Entonces, un pequeño cabo suelto se oyó en el oído derecho de Akame, allí donde se había colocado el comunicador.

¿Gura, me recibes? —Era el guardia de la caseta. Aquel que había dejado inconsciente haciendo uso de su Saimingan, tras hacerle ver una ilusión de lo más curiosa—. ¡Volved aquí cagando leches! ¡Uzu nos ataca! ¡Acabo de informar y van a activar el Código Rojo de un momento a otro!

Fue entonces cuando ocurrió. Akame fue el primero en verlo. Una niebla que perdía en densidad, que se volvía menos opaca, menos espesa. Oh, pero el chakra seguía ahí. Haciendo de las suyas. Kaido lo vio en Akame. Y Akame lo vio en Kaido. Eran una especie de virutas de humo, que salían de su piel como si fuesen cuerpos ígneos. No, no eso. ¿Cómo describirlo mejor? Imagínense la fragancia de una persona, que por alguna razón tiene cuerpo y color, que es visible al ojo humano. Bien, pues ellos estaban empapados en un perfume de sangre, pues era el más puro carmesí el que los envolvía.

El Código Rojo había sido activado.

¿Qué coño es esto? —soltó Otohime, alarmada. Era la única que no estaba siendo afectada por aquella técnica. Money, al igual que Akame y Kaido, sí estaba envuelto en rojo—. ¿Y por qué narices Kyūtsuki no nos avisó?

Si miraban a los cuerpos de Sumire y Gura, comprobarían que ellos tampoco estaban siendo afectados por la niebla sangrienta.


Algo lejos de allí…

Uchiha Akame y Kaido vieron cómo de pronto la niebla perdía en intensidad, así cómo sus cuerpos empezaban a, por alguna extraña razón, emanar niebla roja. O más bien, era la niebla que les envolvía, y que tocaba sus cuerpos, que se teñía de carmesí como si causasen en ella algún tipo de reacción química.

El lado bueno es que ahora gozaban de bastante mayor campo visual. El lado malo es que había dos figuras envueltas en carmesí, allá a lo lejos, que habían empezado a correr en su dirección.
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#73
Y entonces... fue cuando todo se jodió.

Cuando Akame y los demás Ryūtō creían tener la situación bajo control, haber visto las cartas de Umigarasu y tener una jugada ganadora en mente, aquella condenada niebla fue como darle una patada a la mesa. El tablero se rompió y, de repente, ellos se encontraron jugando a otro juego bien distinto. Estaban jodidos, Akame lo supo apenas aquel icor rojizo empezó a supurar de sus cuerpos y no de los de Sumire y Gura. «Otra treta para detectar ninjas. Este hijo de una hiena ha pensado en todo, puto Umigarasu, el muy cabrón tiene defensas equiparables a las de una Aldea Ninja de verdad», maldijo el Uchiha para sus adentros.

Miró a Otohime y Money. Miró a Kaido. Tenían que hacer algo, ¿pero qué? Sus disfraces no les valdrían de nada si el guardia del retén —ahora despierto— les veía envueltos en aquella humareda carmesí. En mitad de aquel caos, una pregunta formulada por la especialista en técnicas de sellado le taladró los oídos. "¿Por qué narices Kyūtsuki no nos avisó?"

Akame apretó los puños.

Han activado el Código Rojo. Ahora ya no necesitan a los sensores para detectarnos, esta maldita niebla marca a los que tienen un chakra de nivel shinobi —respondió, gélido. Luego alzó la vista, hacia donde debía estar el retén, y agregó—. Hay que empezar a moverse, y ya. Si vamos por fuera del Lumen deberíamos tener más posibilidades de esquivar los controles.

Ni corto ni perezoso, el Uchiha echó a andar en dirección a Kasukami, pero evitando el sendero principal. En lugar de ello trataba de bordearlo, siempre con los cinco sentidos alerta por si veía a algún invitado inesperado hacer acto de presencia en la escena. Cuando estuviera aproximándose al control de seguridad, trataría de rodearlo por fuera del camino.



¿Qué mierda es esto...?

El Kage Bunshin de Akame miró a su alrededor, confuso, conforme la niebla se diluía y aquella sustancia roja empezaba a manar de sus cuerpos. A diferencia de su creador, aquel clon no había tenido ninguna reveladora conversación con Gura, de modo que no sabía a santo de qué venía todo aquello. Sin embargo, lo que sí supo fue de las dos figuras que se les acercaban a la carrera.

Atento, compadre —avisó al clon de Kaido—. Tenemos compañía. Deberíamos intentar noquearlos y seguir.

El Kage Bunshin se colocó en guardia, preparado para la embestida de sus enemigos. Como no sabía del Código Rojo, no tenía motivos para pensar que aquellos dos fueran ninjas y por ende pensaba que se trataría de dos guardias fronterizos fácilmente neutralizables para dos shinobi de nivel jōnin como ellos. Aunque fuesen simples clones...
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#74
—Me cago en todo —dijo el falso Sumire, viéndose envuelto por esa extraña estela roja que, a diferencia de los dos esbirros de Umigarasu, les delataba como shinobi con una cantidad de chakra importante. De nada iban a servir los disfraces si tenían esa mierda encima, marcándolos como a los puercos en un matadero. Entonces miró a Akame, quien soltaba la idea de alejarse del Lumen y tratar de evitar los controles con rutas alternativas. El escualo miró a su alrededor, y comprobó que quizás era posible, teniendo en cuenta que la espesura de la niebla había decrecido considerablemente, tanto como para ver por dónde iban—. venga, te sigo. Pero antes...

Antes, ambos se ocuparían de dejar tanto a Sumire como a Gura en alguna zanja fuera del camino. Estando ambos amordazados y esposados, lo importante era no dejarlos a mitad de una zona visible donde pudieran encontrarles rápido. Una vez hecho ésto, seguirían la ruta tomada por Uchiha Akame.

. . .


Lejos de todo lo acontecido, genuinamente desconocedores de lo que sucedía con sus yo reales; los kage bunshin de pronto se encontraron con esa estela roja, envolviéndolos como si fueran parte de sí mismos. Al no saber de qué se trataba el Código Rojo, la sorpresa que les invadió fue mucho mayor que a los originales, y por tanto, la única opción que tenían era enfrentar a esos dos desconocidos que se acercaban a gran velocidad hacia sus direcciones. Kaido asintió, aún con la apariencia de Kincho. ¿Podrían hacerles frente a estos dos nuevos obstáculos, o...?
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#75
Money y Otohime asintieron, si bien no con la confianza y seguridad de Akame. El primero no dejaba de ser un hombre de negocios, estaba oxidado en todo lo que tenía que ver con el trabajo ninja. Y la segunda… Bueno, digamos que se apuntó porque esperaba tomar el aire y disfrutar un poco de la capital. De haber sabido de antemano que se iban a encontrar con aquel tipo de problemas, y antes incluso de entrar en la ciudad, jamás se hubiese embarcado en semejante viaje.

Tiraron a los dos guardias entre la maleza, todavía inconscientes y amordazados, mientras Akame no paraba de escuchar por el pinganillo la voz del guardia del control de seguridad, que preguntaba qué había pasado, si estaba bien. Y lo cierto era que sí, por el momento, lo estaban. Lo que ocurría con los Kage Bunshins, no obstante, era otra cosa.



Ambas figuras se detuvieron a cinco metros de los clones. Una de ellas abrió los ojos y la boca, sorprendida.

¿Qué cojones…? ¿¡Kakita!? —exclamó nada más reconocerle.

Tiene toda la pinta, Nagare —habló a su lado, Higari.

Eran los Protectores del Muelle.

Deberíamos avisar que dimos con ellos.

Tsk… ¿Estás de coña? ¿Y tener que compartir el mérito con otros? Estos dos no nos aguantan ni medio asalto. —Sonrió—. Hoy vas a hacer honor a tu nombre —espetó, a Akame—, y tu amiguito se lo ganará de apodo. ¿No me creéis? Oh, dadme cinco minutos y ya me comentaréis. Si es que os quedan dientes para vocalizar, claro.
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