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Las palabras de Daruu hirieron a Ayame, pero el muchacho se mantuvo firme como la educación en el hielo y en el hierro que poco a poco había ido calando en él. Observó a Ayame con rabia, rabia porque en el fondo, esa actitud le hacía enfurecer. Pero trató también de respirar hondo y lento y de no sobresaltarse, porque sabía que tan sólo empeoraría las cosas. Fue una suerte que tuviera a Kori-sensei para servir de ejemplo.
—No, Ayame. —Daruu negó con la cabeza—. Yo no he dicho que no valgas para combatir. Lo que he dicho es que estás todo el rato juzgándote, y es lo que estás haciendo ahora mismo todavía.
»Pero tampoco voy a decirte lo contrario, ni a adularte cada vez que hagas algo bien. Porque entonces estoy satisfaciendo tus compulsiones. Buscas que te reconozcan, el placer instantáneo que eso te provocaría, para hundirte de nuevo más adelante. No pienso tratarte nunca mas como una niña consentida.
»Si quieres ser fuerte, trabaja duro y piensa en ti misma, no en los demás. Esa es la diferencia entre tú y yo, y Kori-sensei y tu padre, y hasta que no tengas ambición suficiente no superarás el techo de cristal que tú misma te has puesto.
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—No, Ayame —alegó Daruu, negando con la cabeza—. Yo no he dicho que no valgas para combatir. Lo que he dicho es que estás todo el rato juzgándote, y es lo que estás haciendo ahora mismo todavía. Pero tampoco voy a decirte lo contrario, ni a adularte cada vez que hagas algo bien. Porque entonces estoy satisfaciendo tus compulsiones. Buscas que te reconozcan, el placer instantáneo que eso te provocaría, para hundirte de nuevo más adelante. No pienso tratarte nunca mas como una niña consentida. Si quieres ser fuerte, trabaja duro y piensa en ti misma, no en los demás. Esa es la diferencia entre tú y yo, y Kōri-sensei y tu padre, y hasta que no tengas ambición suficiente no superarás el techo de cristal que tú misma te has puesto.
—No sirve de nada... Ya me esfuerzo y no sirve de nada... Sigo siendo débil... —Ayame se arrepintió nada más pronunciar aquellas palabras; pero, de alguna manera, era como si la intervención de El Hielo hubiera bloqueado sus pensamientos para que no pudiera guardarse nada para sí misma.
Kōri la soltó. El hielo se derritió y el brazo de Ayame pronto volvió a adquirir carne y hueso con su forma normal. Pero la muchacha no se movió, aunque seguía apartando la mirada hacia la ventana, como si lo que de verdad quisiera fuera salir volando por ella como un pajarillo asustado.
—Ayame. ¿De verdad crees que puedes superarme a mí o superar a padre ahora mismo? —intervino Kōri, con los brazos apoyados en las rodillas—. ¿Sabes cuánto tiempo me llevó a mí acertarle el primer golpe? ¿Sabes cuántas veces lo he hecho desde entonces? Pocas. Muy pocas.
Ayame se encogió sobre sí misma.
—Está bien que aspires a ser cada vez mejor, pero intenta alcanzar cotas más cercanas. Intenta sorprenderle, no ganándole, sino actuando.
Se levantó. Se acercó a ella, bloqueando la vista de la ventana, y se inclinó para que sus ojos quedaran a la misma altura.
—Soy vuestro sensei. Y como tal me comprometí a entrenaros y ayudaros a crecer. Y lo del combate no lo he propuesto sólo por Daruu, sino por ti también. ¿Por qué nunca pides ayuda, Ayame?
Ella quiso responder, pero se vio incapaz de hacerlo. Llevaba demasiado tiempo enredándose en sus propios pensamientos y ya no podía liberarse de ellos. La ataban. La constreñían. Y dolía hasta el punto de querer morir. Y cada cosa nueva que le pasaba era una cuerda más enrollada a su alrededor: la derrota de Uchiha Akame, la derrota de Daruu, el engaño de Uchiha Datsue, la decepción de su padre, la decepción de la Arashikage, la pérdida de control sobre el Gobi, el miedo...
El miedo...
Todo pesaba demasiado en sus hombros y ya no podía soportarlo más.
—A... ayudadme... por favor... —susurró con un hilo de voz.
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22/04/2018, 16:42
(Última modificación: 22/04/2018, 16:42 por Amedama Daruu.)
Por lo menos, Kori estaba allí. Por lo menos su sensei estaba allí. Y había elegido los gestos y las palabras mucho mejor que él mismo. Paradójicamente, porque otras veces, y no hacía ni más de dos minutos de la última, daba la sensación de que no podía empatizar con los demás.
Pero también le había traído pizza, de modo que quizás fuera una fachada más como tantas otras.
Daruu apoyó la mano en el brazo de Ayame y tiró de su manga.
—Ya lo estoy haciendo —dijo con una sonrisa—. Cada vez que me pidas entrenar contigo, yo estaré allí. Cada vez que te gane y me pidas que te de consejo para que no vuelva a suceder, yo estaré allí. Y cada vez que quieras hablar de todo, yo estaré allí.
Daruu suspiró y se dejó caer encima de la almohada, observando los paneles de corcho blancos del techo como si aún pudiera atravesarlos con la mirada y ver el cielo ennubolado de Amegakure.
—Ayudadme vosotros a mí un poco —dijo, después de reír—. Sacadme de este agujero, cada día que paso sin hacer nada es un infierno.
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Alguien apoyó la mano sobre su brazo, y cuando Ayame alzó la mirada se encontró con los vivaces ojos de Daruu. Y con su sonrisa.
—Ya lo estoy haciendo —le respondió—. Cada vez que me pidas entrenar contigo, yo estaré allí. Cada vez que te gane y me pidas que te de consejo para que no vuelva a suceder, yo estaré allí. Y cada vez que quieras hablar de todo, yo estaré allí.
Ayame asintió a duras penas.
—Vale... gracias...
Daruu suspiró y se dejó caer sobre la almohada.
—Ayudadme vosotros a mí un poco —dijo entonces, con una risotada—. Sacadme de este agujero, cada día que paso sin hacer nada es un infierno.
Kōri ladrón ligeramente la cabeza y se reincorporó.
—Veré lo que puedo hacer. Pero la decisión no depende de mí.
Avanzó hacia la puerta de la habitación, pero antes de llegar a salir se dio la vuelta hacia los dos genin.
—Id preparándoos.
Se marchó, y tras varios segundos de quietud Ayame se sentó en un lateral de la cama y observó de reojo a Daruu, recostado.
—Lo siento... Soy un desastre, ¿verdad?
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Kori dio su brazo a torcer y afirmó que haría lo que estuviese en su mano para que Daruu obtuviese el alta, no sin advertir de que la decisión no dependía de él. «Por supuesto que no depende de ti, Kori-sensei, eso ya lo sé», pensó Daruu. «Depende de ese viejo berrugoso cascarrabias de Zetsuo». Sí, Zetsuo estaba empezando a ser como un padre para el. Como un padre muy gruñón y con la cabeza dura como un yunque, al que de vez en cuando, por qué no, te gustaría pegarle en la cara con un calcetín sudado de hace tres días. Por mucho que digan que eso es feo.
Antes de marcharse, Kori les dijo que se prepararan para el combate que tendría lugar una vez Daruu abandonase el hospital. Daruu tuvo la sensación de que las palabras iban más dirigidas a Ayame que a él.
Cuando se fue, Ayame se sentó en un lateral de la cama y miró de reojo a Daruu, quien obviamente la estaba viendo. La miró a los ojos.
—Lo siento... Soy un desastre, ¿verdad?
—Podrías empezar por dejar de disculparte tanto y por dejar de llamarte un desastre. —Daruu sonrió, torciendo un poco la cabeza y cerrando los ojos—. Yo creo que tienes muchas tonterías que quitarte de la cabeza. Nada más.
»Claro, que... te comprendo. Desde el principio te costó aprobar el examen. Y te sientes rezagada. Pero eso no es motivo para que te deprimas, sino para entrenar mas duro.
Daruu tomó a Ayame de la mano.
—Sigamos creciendo como equipo.
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—Podrías empezar por dejar de disculparte tanto y por dejar de llamarte un desastre —sonrió Daruu—. Yo creo que tienes muchas tonterías que quitarte de la cabeza. Nada más.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Bueno... pues lo siento por disculparme tanto —se atrevió a bromear, sacándole la lengua.
—Claro, que... te comprendo. Desde el principio te costó aprobar el examen. Y te sientes rezagada —añadió él—. Pero eso no es motivo para que te deprimas, sino para entrenar mas duro.
Ella suspiró, pero se relajó al sentir que la tomaba de la mano con aquella suavidad y firmeza que le caracterizaban. No pudo evitar sonrojarse al sentir la calidez de su mano en torno a la suya.
—Sigamos creciendo como equipo.
—Vale —asintió ella.
Aunque sabía bien que tendría que trabajar muy duro. Y no sólo para mejorar como kunoichi y estar a la altura de su compañero de equipo y de lo que su sensei esperaba de ella; sino, sobre todo, para deshacerse de todas sus inseguridades y dudas. Al menos tenía a Daruu junto a ella para ayudarla. Y no sólo a él. También tenía a su hermano mayor, a su padre, a su tío, a Kiroe y a un puñado de buenos amigos como eran Mogura y Kaido.
Era hora de pasar página, dejar atrás el pasado y comenzar a escribir la historia del presente.
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