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—¿Perdido? ¿En Yachi? ciertamente, era bastante más factible que me hubiera perdido yo a que lo hubieran hecho ellos . ¿Cómo voy a perderme en mi propio país? Eres tú el que vienes de fuera, guiri de la hierba. Bueno, Yota. Ya estamos aquí. ¿De qué querías hablar?
Sin tiempo de que pudiera responder, Ayame señalo el vaso que se me había caído.
—Se te ha caído eso...
— Si, si, solo se me ha resbalado — dije juntando mis manos en un sello de manos poco habitual — Ves, solucionado
Mi coleta se endureció y creció bastante, llegando a recoger el vaso de plástico y depositandolo en la basura que había a un lado de la calle. Luego, deshice el jutsu y la coleta volvió a su estado habitual.
— Bueno, con la buena acción del día realizada, ya podemos atender los asuntos importantes pero... — me frotaba la nuca con la mano diestra, pensativo — Es un tema lo suficientemente importante como para que nadie ajeno a nosotros husmee en lo que quiero que hablemos. Yo no conozco este sitio
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Daruu agitó la muñeca cuando Yota formuló aquél sello, pero finalmente no hizo falta que sacase su espada oculta. El amejin entrecerró los ojos peligrosamente mientras observaba, atónito, cómo el pelo del cetrino crecía hasta recoger el desecho de plástico que había generado.
—En esta situación, es muy temerario por tu parte ponerte a formular sellos en presencia de dos amejin, Yota —advirtió—. Por otra parte, como veo que no traes a la "arañita" contigo, puedo llevarte a mi casa de campo. Ahí seguro que nadie nos interrumpirá. Pero te advierto que está mi madre.
»Lo digo porque no habéis empezado con buen pie.
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—Si, si, solo se me ha resbalado —replicó Yota, y Ayame no pudo evitar tensar todos los músculos del cuerpo cuando le vio entrelazar las manos en un extraño sello que no supo reconocer—. Ves, solucionado.
Pero la muchacha se vio incapaz de articular palabra. Boqueaba, como un pez fuera del agua, y tenía los ojos clavados, y abiertos como platos, en la trenza del Kusajin. El dedo con el que le había señalado ahora colgaba, inerte. Y es que se había quedado sin palabras al ser testigo de como el pelo del chico se crispaba como alambres de acero y se alargaba y se alargaba... Como en el cuento de la mágica melena de una kunoichi encerrada en una torre. Y, como si de un brazo más se tratara, la trenza se enrolló en torno al vaso, lo alzó en el aire y lo encestó en una papelera cercana.
Primero una araña gigante y parlanchina, ahora pelo controlable como una extremidad más. Ayame casi no podía reconocer al shinobi al que se había enfrentado en el torneo. ¿Pero cuánto había evolucionado en un año?
—Bueno, con la buena acción del día realizada, ya podemos atender los asuntos importantes pero... —añadió Yota, frotándose la nuca con gesto pensativo—. Es un tema lo suficientemente importante como para que nadie ajeno a nosotros husmee en lo que quiero que hablemos. Yo no conozco este sitio.
«¿Y ese secretismo?» Se preguntó Ayame, carcomida por la curiosidad.
—En esta situación, es muy temerario por tu parte ponerte a formular sellos en presencia de dos amejin, Yota —advirtió Daruu.
—Oh, no seas así con él, Daruu-kun —protestó Ayame, golpeándole con suavidad en el brazo—. Si quisiera atacarnos ya ha tenido ocasiones de sobra para intentarlo. Además, no debería tener motivos para hacerlo. Yota-san no es un Uchiha o un Uzujin, no tiene nada en nuestra contra, y me dijisteis que los Kusajines nos ayudaron durante... el incidente.
—Por otra parte, como veo que no traes a la "arañita" contigo, puedo llevarte a mi casa de campo. Ahí seguro que nadie nos interrumpirá. Pero te advierto que está mi madre. Lo digo porque no habéis empezado con buen pie.
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La cara de estupefacción cuando usé el Sasagani no Hoyo de Ayame fue algo digno de inmortalizar. Percibí también la tensión cuando formulé aquel sello de manos, estaban esperando a que les atacase o algo así, pero en su lugar solo cogí el maldito vaso y lo dejé en la papelera. Volviendo al tema, Daruu contrastaba con la reacción de su acompañante. El tipo se lo tomó de una manera poco racional, por decirlo de algún modo, incluso había preparado un contraataque debajo de la manga de su camiseta. Y, por supuesto, me dedico una serie de palabras, las cuales tuvieron un reproche por parte de Ayame.
— Gracias, Ayame-san, al fin un poco de sentido común — respondí con sinceridad — Vamos a ver, Daruu-san. Te lo diré para que te quede claro. Te guste o no, eres mi amigo. Yo no he olvidado lo que hemos vivido y lo que hemos compartido. Que los hijos de puta de Uzushiogakure se hayan tomado la justicia por la mano y hayan decidido hacer su bien no ha cambiado lo que te digo. Has sido, eres y seguirás siendo mi amigo, por mucho que esas sabandijas se empeñen en destruirlo todo, ¿lo entiendes ahora?
Resople con algo de cansancio.
— No tengo motivo alguno para haceros daño o maquinar nada en contra vuestra. Bueno, a excepción de lo de antes, pero eso vamos a pasarlo por alto, fue un incidente aislado
. Por otra parte, como veo que no traes a la "arañita" contigo, puedo llevarte a mi casa de campo. Ahí seguro que nadie nos interrumpirá. Pero te advierto que está mi madre.
»Lo digo porque no habéis empezado con buen pie.
Eso dejaba las cosas en una situación inmejorable. No esperaba algo así, a decir verdad, pero era estupendo, haría el esfuerzo de coincidir con su madre, claro.
— Se llama Kumopansa, Daruu-kun. Y bueno, parece un lugar perfecto, así que por mi no hay problemas. Kumopansa no va a venir, así que no hay nada que temer. Siempre y cuando no sea un problema meter a un guiri de la hierba en tu casa
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Ayame la Paranoica, la que había vestido un antifaz desde Amegakure hasta Yachi durante el viaje de hacía un par de días, le decía ahora que no fuera así con Yota. ¡Genial idea! ¡Fiémonos de todos los extranjeros que se ponen a hacer sellos delante nuestra! Seguro que así no nos comemos ningún katonazo improvisado, ¿eh? Para Daruu, Ayame tenía la memoria muy corta. Porque parecía no acordarse de cómo se había puesto en Kabotaro.
Luego, Yota continuó encima diciéndole que le gustase a Daruu o no, era su amigo. ¿Pero qué cojones? ¿La amistad se puede obligar? Porque ahora se enteraba. ¡Ahora se enteraba! La amistad es algo que se otorga mutuamente, no se puede forzar unilateralmente.
Les contó que la araña que llevaba en su cabeza anteriormente se llamaba Kumopansa. Daruu pensó que era un nombre gracioso, porque la parte final, "pansa", le recordaba a la palabra "panza". Pero cuando recordaba el aspecto de aquella viuda negra, se le pasaba la risa enseguida.
—Hombre, mientras no tires la basura al suelo como has hecho con el vaso, por mi no tengo problema —dijo, encogiéndose de hombros—. Bueno, sí, uno pequeño, insignificante. Que desde lo de Uzushiogakure me fio muy poco de los extranjeros. Por mucho que hayamos sido amigos... también lo fui de Uzumaki Eri. Y al final, resultó ser otra rata traicionera más.
Se dio la vuelta.
»Un movimiento equivocado y podrías encontrar tu cabeza separada del cuerpo. Considéralo un aviso. Decido creerte, pero los hechos demostrarán si puedo o no confiar en ti.
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—Se llama Kumopansa, Daruu-kun —replicó Yota, para sorpresa de Ayame. No debería haberse visto sorprendida por el hecho de que la araña tuviera un nombre, si era de verdad una invocación como había sospechado, pero lo cierto es que lo hizo. Y también le hizo cierta gracia el nombre de la aludida; pero, lejos de reírse en voz alta, se anotó para sí misma que debía presentarse ante el arácnido debidamente la próxima vez que lo vieran—. Y bueno, parece un lugar perfecto, así que por mi no hay problemas. Kumopansa no va a venir, así que no hay nada que temer. Siempre y cuando no sea un problema meter a un guiri de la hierba en tu casa.
Ayame se mordió el labio inferior, nerviosa ante lo tenso del ambiente. Miró de reojo a su pareja, que en aquel momento se encogía de hombros.
—Hombre, mientras no tires la basura al suelo como has hecho con el vaso, por mi no tengo problema. Bueno, sí, uno pequeño, insignificante. Que desde lo de Uzushiogakure me fio muy poco de los extranjeros. Por mucho que hayamos sido amigos... también lo fui de Uzumaki Eri. Y al final, resultó ser otra rata traicionera más.
Aquello fue como un golpe directo dirigido hacia ella. Ayame se adelantó, dispuesta a protestar por el honor de la que había sido su amiga, pero se detuvo a medio camino con los labios entreabiertos al recordar las terribles visiones de Uzumaki Eri arrancándole los ojos a Daruu con sus propias manos.
«¡Eso no fue real!» Se recordó, pero una maliciosa vocecilla no tardó en responder a aquello: "Pero sí lo fue que esposó a Daruu por orden de Uchiha Akame".
Daruu se dio la vuelta, dispuesto a andar el camino hacia casa, y Ayame rezongó por detrás de él, apretando los puños.
—Un movimiento equivocado y podrías encontrar tu cabeza separada del cuerpo. Considéralo un aviso. Decido creerte, pero los hechos demostrarán si puedo o no confiar en ti.
«Daruu-kun...» La muchacha lanzó un largo y tendido suspiro, hastiada e impotente ante una actitud que no sabía cómo enfrentar.
—Perdónale —le susurró a Yota, a espaldas de su pareja para que no la escuchara.
Lo último que le faltaría sería que la considerara a ella también una traidora o algo así.
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Me limité a dejarle hablar sin interrupciones. Habló de una tal Uzumaki Eri de Uzushiogakure, incluso usó su nombre para compararme conmigo. Yo, puesto al nivel de alguien del remolino. En otra situación hubiera puesto el grito en el cielo. Pero no lo hice. Escuché también las suplicas de Ayame. Lo cierto es que me costaba reconocer a Daruu, es como si fuese otra persona distinta.
— Tu mismo lo has dicho, Daruu-kun. Esa uzujin te traicionó y, hasta donde yo sé, jamás te he traicionado, ¿no es así? — dije dejando en el aire la obviedad — En el momento en que lo haga cortame en mil pedacitos, pero no antes. Antes me gustaría tener esa charla. Puede, incluso, que después hasta entiendas mi cabezoneria de no querer enemistarme contigo, ni con Ayame, ni con tu gente
De nuevo, seguía sin saber qué diantres sucedió con más o menos exactitud, solo sabía que se los habían llevado a aquel hospital después de la ¿locura? de Ayame.
— Creo que hay cosas que aclarar, cosas que debéis saber y que igual no os han contado. Así que bueno, ¿vamos?
Mostré una ligera sonrisa, quizás ese simple gesto lograse apaciguar un poco al torbellino que había en el interior de los amejin, en especial de Daruu.
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19/11/2018, 16:12
(Última modificación: 19/11/2018, 16:12 por Amedama Daruu.)
Daruu echó a caminar en dirección al barranco de Yachi.
—Sí... vamos —dijo, tras un suspiro—. Es cierto que no nos has traicionado todavía, pero siempre hay una primera vez para todo, y ya me han demostrado varias veces que es así —replicó a lo de antes, atrapado bajo la sombra de un mismo argumento sombrío—. Y normalmente, cuando ya te han traicionado, no te da tiempo a "cortar en pedacitos" a la rata.
»No obstante escucharé lo que tienes que decir. Sólo te advierto, una vez más, de que no juegues con mi generosidad.
Tras decir esto, el trío de ninjas continuó el camino en silencio. Cruzaron el pueblo de un lado a otro, y salieron de él. Luego, tomaron un giro a la izquierda y se acercaron al borde del acantilado. Allí, un sendero algo escondido entre dos árboles bajaba, sinuoso, por la ladera; descendía hasta el valle partido en dos por el río. Y allí, en el lóbulo de un meandro, se alzaba una cabaña de madera. La chimenea despedía una fina columna de humo.
—Es allí —señaló Daruu, y se adelantó. Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta.
—Oh, Daruu. ¿Ya habéis vue-? —La frase quedó colgada en el aire. Kiroe, toda pálida, se había quedado mirando a Yota con los ojos de par en par. Recorrió desde las rodillas hasta la cabeza, pasó por los hombros. Cuando vio que no la acompañaba la viuda negra gigante, su piel tomó de nuevo el color original. Se adelantó a toda prisa y clavó una reverencia muy pronunciada—. ¡Oh, lo siento, shinobi-san! ¡Me dan pánico las arañas! ¡Lo siento, lo siento!
—Venga, mamá, déjalo —dijo Daruu, enseñándole la palma de la mano. «Sí... no te disculpes todavía. No sabemos lo que quiere decirnos o cuáles son sus intenciones.»
—A... ahora os acompaño. Estoy preparando una cosa. —se apresuró a decir Kiroe, y avanzó por el corto pasillo y giró a la derecha, entrando en la cocina. De allí salía un tufillo dulce que hizo que el estómago de Daruu crujiera.
—Se pone a cocinar cuando está estresada. Y luego tengo que entrenar el doble para bajarlo. ¿Cómo demonios hace Kori para no...? ¡Es igual! Yota-san. A la izquierda está el salón. Hablaremos allí.
Giró la esquina y se sentó en un extremo del sofá de color granate. Al otro extremo habían dos sillones del mismo color, y en el centro una mesa baja de cristal. Daruu señaló al sillón de enfrente.
»Toma asiento, por favor.
Al poco, vino su madre, que traía una bandeja con bollitos de vainilla. «Allá vamos... A atiborrar al extranjero. Bueno, mira el lado bueno. Así no podrá correr si intenta hacer algo. Claro que nosotros tampoco.» La depositó en el centro de la mesa y volvió a marcharse. Volvió enseguida con otra bandeja. Chocolates con nata.
—Por favor, shinobi-san. No te dejes intimidar por mi hijo. Está de un paranoico...
—Mamá, si no te importa...
La mujer tomó asiento en el otro sillón individual.
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Con un par de intercambios verbales más, y la desconfianza brotando por cada poro de Daruu, los tres shinobi se dirigieron en completo silencio hacia la caseta donde se hospedaban los Amejines. Salieron de Yachi tras cruzarlo y después giraron a la izquierda. Se acercaron al borde del acantilado, y desde allí bajaron por un sinuoso sendero, algo escondido entre los árboles, hasta el valle. Las aguas del río lo dividían por la mitad entre serpenteantes meandros y allí, en el hueco de tierra que dejaba uno de ellos, se alzaba una pequeña casita de madera de cuya chimenea brotaba una final columna de humo.
—Es allí —señaló Daruu.
Y cuando el chico introdujo la llave en la puerta y la abrió, se encontraron cara a cara con Amedama Kiroe, que se quedó lívida al comprobar quién les acompañaba. Sus ojos violeta escudriñaron el cuerpo de Yota de arriba a abajo, buscando cualquier rastro de arácnido en él. Y sólo se quedó tranquila cuando no lo encontró. Fue entonces cuando se deshizo entre súplicas por su fobia a las arañas y el accidentado ataque hacia Kumopansa.
—Venga, mamá, déjalo.
—A... ahora os acompaño. Estoy preparando una cosa —dijo, antes de atravesar el pasillo y girar hacia la cocina.
Ayame se tuvo que abrazar el estómago cuando llegó hasta su nariz un dulce y agradable aroma.
—Se pone a cocinar cuando está estresada. Y luego tengo que entrenar el doble para bajarlo. ¿Cómo demonios hace Kōri para no...? —preguntó, y Ayame levantó las palmas de las manos hacia el techo con una sonrisilla. Desconocía la respuesta a aquella pregunta, suponía que su hermano debía tener un metabolismo rápido aunque aquello era muy raro, teniendo en cuenta lo frío que era él—. ¡Es igual! Yota-san. A la izquierda está el salón. Hablaremos allí.
Giraron hacia el lado contrario y entraron en el comedor. Allí, Daruu se sentó en un sofá y señaló el sillón que quedaba enfrente para Yota. Ayame dudó durante unos instantes, pero terminó por sentarse junto a Daruu en el sofá, se quitó el sombrero de bruja y el antifaz y los dejó junto a ella con un suspiro. Y, al cabo de unos pocos segundos, Kiroe regresó con una rebosante bandeja de bollitos de vainilla y chocolates con nata.
—¡Ay, qué rico! ¡Gracias! —exclamó Ayame, encantada ante lo que estaba viendo.
Golosa como sólo ella podía ser, tomó uno de los bollitos de vainilla y no dudó ni un instante en llevárselo a la boca para deleitarse con su dulce sabor.
—Entonces... ¿de qué nos querías hablar, Yota-san?
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De nuevo, la advertencia de Daruu resonó en mi cabeza. Aunque no significaba nada. como ya le había dicho varias veces no había ninguna intención por mi parte de enemistarme con él. Ni con Ayame. Ni siquiera con su madre, y eso que había pateado a Kumopansa. No, el enemigo no era Amegakure, así como para ellos Kusagakure tampoco debía serlo. El enemigo era otro. Y meses atrás había quedado bien claro, a pesar de las dudas del shinobi de la lluvia, que seguía vigilandome en todos y cada uno de mis movimientos. Ayame parecía más relajada en ese sentido.
Fue precisamente Daruu quién nos guió, aunque yo iba un paso por detrás de ambos, en silencio y con las manos en los bolsillos, pensando como abarcaría aquel tema del que quería que charlásemos. Pronto llegamos a su hogar. Bueno, a su segunda residencia, su hogar principal estaba un poco más lejos, hacia el oeste.
—Es allí
El amejin abrió la puerta y detrás pude ver el rostro de alguien que parecía haber visto la peor de sus pesadillas.
— Parece que tomé la decisión adecuada al dejar a Kumopansa con mamá — bromee.
Tras aquello, entramos en el edificio de aquella casa que desprendía el dulce aroma de unos dulces caseros recién hechos o que estaban a punto de terminarse. No tardaron en profanar nuestras fosas nasales despertando una sensación de apetito en nuestros estómagos.
—Se pone a cocinar cuando está estresada. Y luego tengo que entrenar el doble para bajarlo. ¿Cómo demonios hace Kori para no...? ¡Es igual! Yota-san. A la izquierda está el salón. Hablaremos allí.
Pero la mujer se internó de nuevo en la cocina y nosotros tomamos la dirección opuesta del pasillo para adentrarnos en el salón. En él, Daruu tomó asiento y a su lado, Ayame hizo lo propio.
»Toma asiento, por favor.
— Gracias
Así que eso hice. Sentar mi culo en el sillón que había indicado Daruu. Poco más tarde, la madre del amejin regresó con la bandeja de bollitos, dejándola sobre la mesa y sentándose en el otro sillón disponible. Joder, me hubiese encantado hincarles el diente pero, noe ra el momento para ello, y viendo como estaba Daruu respecto a mí, quien sabe si estarían envenenados. Así que por el momento debía ser fuerte y controlar mis impulsos. aunque me ofreciesen el probarlos.
—Entonces... ¿de qué nos querías hablar, Yota-san?
En definitiva por eso estábamos allí reunidos los cuatro. Para hablar de lo sucedido en Uzushiogakure. Así que había llegado el momento.
— Es cierto, hablemos de lo que pasó en aquel estadio y fuera de él. soy consciente de que no será agradable para nadie, en especial para vosotros dos, Daruu-kun y Ayame-san. Pero para mí es importante y os agradecería que hicieramos el esfuerzo — dije con las manos apoyadas en mis muslos y con el rostro completamente serio — Dicho lo cual... como ya os dije en Kabotaro, estaba preocupado por vosotros dos y es una alegría ver que estáis bien pero... bueno, ya que me tomé la molestia de involucrar a Kusagakure después de que Uchiha Akame se os llevase del estadio me gustaria saber que pretendía Uzushiogakure realmente. Iban detrás del bijuu, ¿verdad?
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Cuando Yota comenzó a hablar de lo sucedido en el estadio, Daruu se cruzó de brazos y bajó la mirada. Resopló, impaciente. Para él, recordar lo sucedido no era plato de buen gusto, y el pasado ya le había perseguido suficiente simplemente con la presencia del kusajin.
—Hace un tiempo te habría asegurado que sí —dijo Daruu—. Pero he tenido mucho tiempo para reflexionar al respecto, y la verdad, no estoy seguro de qué sucedió allí. Sólo de que no se puede confiar en ningún uzujin. Y en cualquier extranjero, no te mentiré, Yota, que me cuesta. Me cuesta mucho.
»Akame nos transportó a las Planicies del Silencio. Allí, redujimos al Gobi y la devolvimos a la normalidad. Cuando estaba agradeciéndoles la ayuda prestada, el General Rata ordenó a Uzumaki Eri que me esposara. Sin más.
»Cuando ataqué a esa serpiente traicionera, tratando de matarla, Hanabi me dio una especie de veneno que... sólo me durmió. Además, quería entregar Ayame a Amegakure de nuevo, pero a cambio de una disculpa. Cuando ellos mismos la habían secuestrado.
»Si hubiese querido tener malas intenciones, me habría dado un brebaje más letal y se habría quedado con Ayame o habría pedido una condición más favorable. Pero aún así, el Rey Rata quiso quedar como el bueno y humillarnos con unas disculpas que nos habrían tenido que dar ellos, para empezar. O más bien él.
»Uchiha Akame, Yota. Uchiha Akame es el que quería el bijuu. Ahora estoy seguro. Y me temo que sus intereses vayan en una dirección totalmente opuesta a la de su kage.
—Como sea, Daruu-kun, quizás sería buena idea mantener una buena relación con Kusagakure. Si esos Uchihas traman algo, cuantos más aliados tengamos, mejor.
Daruu desvió la mirada.
—Psché, podría ser.
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—Es cierto, hablemos de lo que pasó en aquel estadio y fuera de él —dijo Yota, y el rostro de Ayame se ensombreció rápidamente. De un momento a otro se le había quitado el hambre, y dejó caer el brazo que sostenía el bollito al que había estado a punto de asestar otro bocado. Como si le hubiera leído la mente, el Kusajin continuó—: Soy consciente de que no será agradable para nadie, en especial para vosotros dos, Daruu-kun y Ayame-san. Pero para mí es importante y os agradecería que hiciéramos el esfuerzo. Dicho lo cual... como ya os dije en Kabotaro, estaba preocupado por vosotros dos y es una alegría ver que estáis bien pero... bueno, ya que me tomé la molestia de involucrar a Kusagakure después de que Uchiha Akame se os llevase del estadio me gustaría saber que pretendía Uzushiogakure realmente. Iban detrás del bijuu, ¿verdad?
Ayame calló. Con la cabeza gacha le cedió la palabra a Daruu, que no dudó ni un instante en tomarla.
—Hace un tiempo te habría asegurado que sí. Pero he tenido mucho tiempo para reflexionar al respecto, y la verdad, no estoy seguro de qué sucedió allí. Sólo de que no se puede confiar en ningún uzujin. Y en cualquier extranjero, no te mentiré, Yota, que me cuesta. Me cuesta mucho.
Entonces comenzó a relatar lo que ocurrió aquel fatídico día en el que la paz entre las tres aldeas se fracturó. Habló sobre cómo Uchiha Akame les había teletransportado a las Planicies del Silencio para volver a sellar al Gobi y devolverla a la normalidad, sobre cómo el mismo Uchiha ordenó a Uzumaki Eri que le esposara sin ninguna razón aparente, sobre lo que ocurrió de vuelta en el Hospital de Uzushiogakure, cuando trató de asesinar a Akame y el Uzukage reaccionó adormeciendo al Amejin. Ahora las sospechas caían directamente sobre el Uchiha, y no sobre toda Uzushiogakure, pero Daruu se había vestido con la capa de la desconfianza hacia los extranjeros, y no parecía dispuesto a quitársela pronto.
—No sé qué intenciones tenía Uchiha Akame esposándote de aquella manera, pero está claro que el Uzukage no estaba de acuerdo con su actuación. Prueba de ello es que no terminara encerrándote o matándote después de un intento de asesinato hacia uno de sus Jōnin, Daruu-kun. Estoy segura de que estaba intentando mitigar la tensión entre las tres aldeas. Lo cierto... es que yo sí quise disculparme con el Uzukage cuando desperté... pero Shanise-senpai no me dejó —confesó Ayame, con la mirada gacha y apretando los puños contra las rodillas—. De haber podido hacerlo, quizás todo fuera diferente ahora. Quizás... no estaríamos así. La relación entre las tres aldeas...
Negó con la cabeza, y entonces Ayame alzó la mirada de sus ojos castaños hacia los dorados de Yota.
—Yota-san, cuéntanos, ¿qué ocurrió mientras nosotros estábamos... "fuera"?
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22/11/2018, 01:25
(Última modificación: 22/11/2018, 01:27 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
Escuché palabra por palabra lo que Daruu dijo. Malditos uzujins, lo tenían todo calculado los muy hijos de perra. Bueno, o de rata, como decía el amejin. El bijuu fue su máxima prioridad ya que jugaban con el factor campo a su favor al disputarse aquel examen en su propia aldea. Tan solo deseaba que hubiese estado equivocado. Ahora tenía la certeza. Uzushiogakure era el enemigo común.
Uchiha Akame y la tal Uzumaki Eri se llevaron a la jinchuriki descontrolada y al moreno fuera de la aldea bajo algún tipo de técnica de transportación. Eso había quedado claro, ahora sabía que el destino fue las planicies del silencio, dentro de su zona de control, todavía en el país de la espiral. Allí redujeron al Gobi y después... Bueno, después las cosas se empezaron a torcer de verdad. Los capturaron a los dos y el shinobi de la lluvia hizo lo que su orgullo le pidió hacer a él y lo que me hubiese pedido a mí, defenderse él mismo y a su compañera. su aldea incluso. Negaba con la cabeza de pura rabia. Daruu estaba equivocado y Ayame parecía ser gilipollas, no había entendido nada.
—No sé qué intenciones tenía Uchiha Akame esposándote de aquella manera, pero está claro que el Uzukage no estaba de acuerdo con su actuación. Prueba de ello es que no terminara encerrándote o matándote después de un intento de asesinato hacia uno de sus Jōnin, Daruu-kun. Estoy segura de que estaba intentando mitigar la tensión entre las tres aldeas. Lo cierto... es que yo sí quise disculparme con el Uzukage cuando desperté... pero Shanise-senpai no me dejó —confesó Ayame, con la mirada gacha y apretando los puños contra las rodillas—. De haber podido hacerlo, quizás todo fuera diferente ahora. Quizás... no estaríamos así. La relación entre las tres aldeas...
— Os equivocáis ambos — dije alzando la vista y ladeando la cabeza para mirarlos a ambos. Primero a Daruu, luego me fije en la kunoichi.
Cerré el puño y lo estampé en mi rodilla. La rabia más pura ardía en mi interior. creo que incluso mi corazón se aceleró.
— Te equivocas Daruu-kun, esto no es el plan de Uchiha Akame. Estoe s el plan de Uzushiogakure. Piénsalo fríamente. ¿Por qué debería seguir respirando Akame si actuó por su cuenta, apresando a la jinchuriki de Amegakure si de verdad hubiese actuado por sus propios intereses? No tiene demasiado sentido, ¿no crees? — había devuelto la mirada a Daruu para luego perderla en el horizonte al mismo tiempo que suspiraba y la vista se me perdía contra la pared detrás del sofá donde se sentaban ambos — Y menos mal que Shanise-dono impidió que cometieras tal error, Ayame-san, menos mal. Pero os diré porque seguiis respirando
De nuevo, un suspiro profundo y mis manos sobre mi cabeza sacudiendo mis cabellos.
— Cuando se os llevaron del estadio bajé a la arena y traté de hacer hablar a Uchiha Datsue. Pero no quiso escucharme, ahora entiendo porque. Tuve que tratar de hacerlo hablar. Solo quería saber donde se os habían llevado. Entonces ya sospechaba que algo realmente malo estaba pasando. Tras aquello, se dio lugar una batalla campal y gracias a mis compañeros pude ponerme a salvo. Pero más tarde volvió la pelirroja, supongo que es la tal Uzumaki Eri que decías antes. Avisó al Uzukage de que Akame había triunfado y entonces se fue cagando leches hasta el hospital
En efecto, lo recordaba como si hubiese pasado ayer mismo. En mi cabeza se iba reproduciendo aquella secuencia de imágenes.
— No podía permitir que se consumase la traición y os convirtierais en el trofeo de los uzujin. Así que avisé a Yubiwa-dono, el máximo representante de Kusagakure en la expedición al remolino. Fue él quién alertó a Shanise-dono. Yo, y mis compañeros Juro y Daigo nos adelantamos y fuimos al hospital mientras Yubiwa buscaba a Shanise, pero no llegué a entrar al hospital. Yubiwa nos dijo que nuestra parte se había terminado y que debíamos dejar actuar a Amagakure. Más tarde nos fuimos de aquel infierno. Uzushiogakure os liberó y no culminó su plan perfecto porque nosotros metimos nuestra nariz por en medio.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Si Ayame miraba a Daruu, si dirigía la mirada hacia sus ojos púrpuras, vería un tinte familar, frío, distante, enigmático. Una mirada que solía ver en su hermano. Pero la tensión en la mandíbula era distinta. Esa la había aprendido de Zetsuo. Una olla a presión a punto de estallar, pero que por algún motivo no lo hace. Daruu escrutaba a Ayame seriamente. «¿Qué clase de disculpa merece alguien que pone condiciones a tu liberación? Chiquilla inmadura...» Estaba a punto de abrir la boca para protestar cuando Yota volvió a intervenir.
Daruu se mantuvo en silencio durante un largo tiempo, mientras el kusajin escupía sus argumentos.
—Agradezco que metieses tu nariz por medio, Yota-kun, y eso te honra, no obstante permíteme que te de un consejo, y esto es algo que yo aprendí por las malas y con el frío acero rodeándome las muñecas: a veces es necesario reflexionar y no lanzarse a la carnal tentación de las primeras impresiones.
»Hanabi exigió una disculpa para liberar a Ayame. Una disculpa. Es humillante, pero no es un premio estratégico. Sólo es un idiota con aires de grandeza que busca hacer quedar a su aldea por encima. Tuvo que disculparse por la perfidia del General Rata, pero además de Rata, el pequeño Akame tiene una lengua de serpiente y un temperamento de hierro. Se aseguró de caerle en gracia y tocó las notas de la tonada justas y necesarias para convencer a Hanabi.
»Que yo perdiera los nervios tampoco ayudó. —Se encogió de hombros con cara de circunstancias—. De todas formas, Yota, creo que Shanise tuvo mucho que ver en nuestra liberación. Diría que la tropa de Kusa podría haber visitado el hospital por interés propio.
—¿Sabéis qué es lo que más me molesta a mi de todo esto? —intervino Kiroe—. Ahora todo el mundo sabe quue Ayame es la guardiana del Gobi. Pero Uzushiogakure mantiene en el anonimato a esos dichosos "Hermanos del Desierto". En mis tiempos de espía, habría hecho todo lo posible para obtener dicha información.
—Tal vez tengamos que salir a cazar a alguna rata pequeñita... y preguntarle al respecto.
—¿Y arriesgarte a darle una excusa a Hanabi para volvernos a dejar en mal lugar?
Daruu se cruzó de brazos y entrecerró los ojos mirando al techo de la cabaña.
—Es una situación complicada. Si Yui me dejase entrar un momento en... —Recordó que Yota estaba presente de pronto, y calló inmediatamente.
Nivel: 32
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—Os equivocáis ambos —habló Yota, alzando la mirada de sus ojos dorados para clavarlos en ambos.
Y Ayame le devolvió una mirada cargada de confusión. De repentem el Kusajin estampó el puño contra su rodilla y la rabia le envolvió por completo. Fue su turno de hablar, y a cada palabra pronunciada el gesto de Ayame se tornaba más y más horrorizado. No le echaba la culpa a Uchiha Akame, se la echaba a todo Uzushiogakure. Estaba plenamente convencido de que sus planes habían sido hacerse con el Bijū de Amegakure sin importar las consecuencias. Y habló sobre lo sucedido en el estadio mientras ellos dos estaban fuera de escena. Yubiwa, aquel hombre de las extravagantes cejas que Ayame ya vio una vez hacía mucho tiempo, había sido otro de los partícipes en su salvación. Una pieza más para el rompecabezas.
La muchacha apretó aún más los puños contra las rodillas y cerró los ojos con fuerza. Sin embargo, antes de que lograra formular palabra, Daruu se le adelantó. Y Ayame se sorprendió al descubrirle intentando quitarle leña a las palabras de Yota; sin embargo...
—Diría que la tropa de Kusa podría haber visitado el hospital por interés propio.
—¿Qué interés iba a tener Kusagakure para mandar a todos sus shinobi hacia un enclave donde "supuestamente" nos tenían secuestrados? —preguntó Ayame en voz baja.
—¿Sabéis qué es lo que más me molesta a mi de todo esto? —intervino Kiroe—. Ahora todo el mundo sabe quue Ayame es la guardiana del Gobi. Pero Uzushiogakure mantiene en el anonimato a esos dichosos "Hermanos del Desierto". En mis tiempos de espía, habría hecho todo lo posible para obtener dicha información.
—Tal vez tengamos que salir a cazar a alguna rata pequeñita... y preguntarle al respecto.
—¡Daruu! —Ayame volvió a mirarle, horrorizada.
—¿Y arriesgarte a darle una excusa a Hanabi para volvernos a dejar en mal lugar? —intervino su madre, voz de la conciencia allí.
—Es una situación complicada. Si Yui me dejase entrar un momento en... —Daruu se interrumpió, consciente de que había estado a punto de hablar más de la cuenta.
Ayame, terriblemente nerviosa ante la situación, dejó el bollito sobre la mesa y se levantó de su asiento. Comenzó a andar erráticamente por el salón, con los brazos cruzados para no mostrar el temblor de sus manos y conteniendo las ganas de salir corriendo de allí y encerrarse en su habitación.
—¿Y de qué serviría esa información? ¿De señalarlos y decir: "¡Cuidado, ese puede transformarse en monstruo en cualquier momento y empezar a disparar láseres!"? —preguntó, con voz trémula—. Somos algo más que simples contenedores de Bijū, ¿sabéis? Esto no es... nada fácil.
Todo el mundo sabía ahora que era una Jinchūriki, pero nadie en el mundo se había preocupado jamás por ponerse en sus zapatos.
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