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Daruu asintió brevemente.
—En nuestro combate con Kōri-sensei, hice el Sunshin no Jutsu, y tus ojos pudieron seguirme con total facilidad. Lo he visto, no soy tan rápido como tú —admitió, encogiéndose de hombros, y los labios de Ayame se curvaron en una tenue sonrisa. Porque ella era muy consciente de ello, puede que no fuera tan fuerte como otros shinobi pero lo que sí era, era precisamente rápida—. Pero yo no me moví. No en el sentido literal de la palabra.
—¿Entonces cómo...? —preguntó, genuinamente intrigada por las palabras de su compañero.
Pero aquel se deleitó en el misterio, dejando que los segundos se arrastraran con lentitud.
—Chishio Kuchiyose. Una técnica espacio-tiempo. Un pacto de sangre conmigo mismo y un método de invocación inversa —reveló, pero Ayame ladeó la cabeza sin terminar de comprender el significado de sus palabras. Por suerte, Daruu no tardó en explicarse—: Puedo teletransportarme al lugar donde esté mi sangre, si es fresca. O, si dibujo un ideograma, incluso cuando la marca ya se ha secado. El kunai que te lancé estaba manchado de mi propia sangre. Me teletransporté a tu espalda —sonrió con una satisfacción nada disimulada.
Y la sorprendida Ayame se echó hacia atrás en su asiento, conteniendo la respiración, según fue asimilando aquella información. Había estudiado un poco sobre la técnica de invocación, y había visto a su padre y a su hermano realizarla incontables veces para invocar aves rapaces. Sabía que utilizaban la sangre para ello... ¡pero jamás podría haber imaginado que alguien pudiera usar aquella misma sangre para invocarse a sí mismo!
—Es una técnica que me enseñó mi madre. Es increíble. Y aún no la domino del todo... Ella es capaz de cruzar países enteros.
—Vaya, tu madre es verdaderamente increíble... —volvió a repetir, anonadada. Pero entonces, en un súbito arrebato de emoción, volvió a inclinarse hacia Daruu de golpe—. ¡Y tú eres tan increíble como ella, Daruu-kun! Dominar una técnica tan compleja como esa...
»¿Pero por qué me estás revelando todo esto? Aún no conocía el funcionamiento de esa técnica, podrías haber usado eso en tu favor en nuestro próximo entrenamiento.
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Daruu le restó importancia al halago agitando la mano delante de su rostro, pero lo cierto es que las palabras eran como caricias.
—»¿Pero por qué me estás revelando todo esto? Aún no conocía el funcionamiento de esa técnica, podrías haber usado eso en tu favor en nuestro próximo entrenamiento —cuestionó Ayame.
Una vez más, Daruu hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
—Bah, y qué más da —contestó—. Además, una gran parte de entrenar como equipo es conocer lo que puede hacer tu compañero. De esa manera quizás algún día podamos cooperar para hacer una técnica genial. ¿Te imaginas?
Dos camareros se acercaban por el fondo del restaurante. Los ojos de Daruu se iluminaron con un brillo de ilusión, y su estómago rugió, impaciente.
—¡Ya vienen, ya vienen! —dijo, en una exclamación ahogada, dando un par de modestos saltitos en el asiento como un crío pequeño.
Uno a uno, los camareros depositaron los platos que habían solicitado en la mesa. Los triángulos con queso, carne y crema de yogur, los jalapeños, las patatas con queso...
Daruu agradeció con una muda reverencia y juntó las manos con una sonrisa.
—¡Que aproveche!
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11/05/2018, 13:46
(Última modificación: 11/05/2018, 13:46 por Aotsuki Ayame.)
Pero Daruu le restó importancia a sus halagos y a sus palabras agitando una mano en el aire.
—Bah, y qué más da —replicó—. Además, una gran parte de entrenar como equipo es conocer lo que puede hacer tu compañero. De esa manera quizás algún día podamos cooperar para hacer una técnica genial. ¿Te imaginas?
—Supongo... que tienes razón —respondió Ayame, con una tenue sonrisa. Y aún así, ella era la primera que siempre se guardaba ases debajo de la manga. ¿Debería cambiar ese hecho? Siempre había sido educada para mantener sus técnicas en secreto, revelar lo mínimo posible a un posible futuro oponente... y ahora le era terriblemente difícil cambiar su conducta.
De hecho, una de las personas a las que menos había revelado sus habilidades era, precisamente, su padre. Porque se estaba guardando todos los ases posibles para sus planes futuros.
«Poder crear juntos una técnica... ¡Eso sería genial!»
—¡Ya vienen, ya vienen! —exclamó Daruu, y Ayame no pudo evitar sonreír con ternura al verle dar botes emocionados de niño pequeño.
Dos camareros entraron en escena y dejaron los múltiples platos frente a los dos muchachos. El olor de la comida no tardó en impregnar su nariz, y Ayame casi se derritió en su asiento de puro placer. Triángulos bañados en queso, carne picada y troceada por encima y una salsa blanquecina; patatas bañadas también en queso y bacon, los aros de cebolla con un dorado prácticamente perfecto...
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono, juntando las manos.
Y Ayame no tardó en lanzarse al ataque. Cogió uno de los triángulos y se lo llevó a la boca. La salsa de yogur combinada con la carne y y el queso prácticamente se derritió en su boca y Ayame gimoteó del gusto.
—¡Jo, qué bueno está! —exclamó. Hacía mucho que no probaba algo tan delicioso como aquello, y Ayame supo que acababa de aficionarse a aquel plato hasta el punto de lo enfermizo—. Hablando de crear técnicas... Conoces mi técnica del grito, ¿verdad? —sonrió, con una risilla divertida—. No te he contado que es un arma de doble filo para mí. Desgañitarme de esa manera me daña la garganta y no puedo usarla varias veces seguidas... De hecho, cuando estuve desarrollándola e intentando dominarla me pasé un poco de rosca... Y estuve como tres días sin poder hablar. Tenías que ver la cara que puso mi padre, sin saber cómo me había quedado sin voz de la noche a la mañana.
Se rio, y se llevó otro triángulo de aquellos a la boca. Sólo que esa vez...
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Los muchachos no dudaron y empezaron a devorar con ansia la comida. A Ayame pareció gustarle casi más que a Daruu, quien suspiró de alivio al temer que el sitio no fuese del agrado de su pareja.
—Hablando de crear técnicas... Conoces mi técnica del grito, ¿verdad? —dijo Ayame al cabo de un rato. Daruu asintió—. No te he contado que es un arma de doble filo para mí. Desgañitarme de esa manera me daña la garganta y no puedo usarla varias veces seguidas... De hecho, cuando estuve desarrollándola e intentando dominarla me pasé un poco de rosca... Y estuve como tres días sin poder hablar. Tenías que ver la cara que puso mi padre, sin saber cómo me había quedado sin voz de la noche a la mañana.
Daruu rio.
—"Esta niña... ¡le tengo dicho que siempre salga de casa con paraguas!" —Imitó Daruu, con ronca voz y con cara de pasa—. Sí, algo me puedo imaginar.
Ayame cogió otro triángulo de maíz y se lo llevó a la boca. Daruu vio el movimiento del brazo a cámara lenta, como si un edificio de varias decenas de metros de altura se estuviese desmoronando. Quiso actuar. Quiso salvarla. Quiso tomarla del brazo y apartar la tortilla crujiente de la trayectoria correcta. Quiso hacer algo, pero no tuvo tiempo.
—¡No, Ayame, n...!
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La cara de Daruu se descompuso a cámara lenta en un profundo gesto de horror.
—¡No, Ayame, n...!
Pero, desgraciadamente, la advertencia no llegó a tiempo.
El triángulo de maíz se partió entre sus dientes con un sonoro crujido. Y el sabor de la salsa de yogur y el queso volvió a inundar su paladar con la delicia de una amante. Pero había algo más. Un sabor hasta ahora desconocido. Un sabor que se alzó sobre todos los demás, eclipsándolos, y abrasando su garganta con la furia del fuego de un dragón embravecido. Ayame cerró los ojos con fuerza, con las mejillas tan encendidas como su boca, pero nada evitó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Soltó los restos del triángulo en su plato y comenzó a agitar las manos de forma alarmante.
Si abría la boca, estaba segura de que descubriría que acababa de dominar el Katon.
—¡A...! ¡Ag...!
Con la desesperación de un náufrago que ha pasado una semana en alta mar, Ayame se abalanzó sobre su vaso de agua y se bebió su contenido de una sola sentada. Y aún con esas no logró librarse de todo el picor que aún hormigueaba en su lengua.
—¡Picapicapicapica...! —gimoteaba, cogiendo la jarra de agua que le habían puesto y volviendo a llenarse el vaso todo lo deprisa que sus manos y sus ojos llorosos le permitían.
Volvió a beber con todo el ansia del mundo. Y entonces dejó el vaso sobre la mesa...
Apoyó los brazos en la mesa y escondió la cabeza entre ellos...
Que estalló súbitamente en agua humeante.
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14/05/2018, 12:50
(Última modificación: 14/05/2018, 12:51 por Amedama Daruu.)
Como una chispa que cae encima de un charco de combustible, aquél triángulo de maíz, que guardaba oculto como un sello explosivo una temible y gruesa rodaja de jalapeño, entró en la boca de Ayame y fue devorado con fatídicas consecuencias. La muchacha cerró los ojos y empezó a llorar. Soltó el trozo que le quedaba de triángulo y empezó a agitar las manos como un muñeco hinchable por aire y a hacer ruiditos indefinidos.
Daruu se había inclinado hacia adelante, pero ya no había nada que hacer. Ayame tendría que soportar el picor. Los comensales de la mesa de al lado, otra pareja, curioseaban la reacción de la kunoichi. Pronto empezaron a reír por lo bajo. Daruu los miró con rencor. Eso sí podía hacerlo. La pareja volvió a sus asuntos, mirando de vez en cuando de reojo...
...y gritaron...
...cuando la cabeza de Ayame estalló.
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
—¡No, no, tranquilos, de verdad, es normal, no le pasa na...! —Daruu se sintió estúpido diciéndole a un civil que era normal que a alguien le estallase la cabeza, pero de todos modos tenía que intentarlo.
La camarera acababa de presentarse en la rocambolesca esce
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
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Gritos, alaridos, alboroto a su alrededor. Daruu intentaba en vano calmar a las personas que, horrorizadas, acababan de ser testigos como en aquella mesa, a la muchacha que le acompañaba le acababa de estallar la cabeza como si de un globo de agua se tratase. Y el terror se estaba extendiendo por el resto del restaurante como las ondas en un estanque en calma al que acabaran de tirarle una piedra.
Pasaron los segundos, y poco a poco el agua humeante volvió a moverse. El líquido se unió en una forma globosa que no tardó en adquirir la forma, textura y color del rostro habitual de Ayame mientras los hilos se unían entre sí a su alrededor formando cabellos oscuros que terminaron por rizarse en delicados bucles que caían sobre sus hombros. La muchacha, ruborizada hasta las orejas (aunque ya no sólo debido al picante que aún abrasaba su garganta), agachó la mirada mientras jugueteaba con sus manos sobre su regazo. Era bien consciente de que, a su alrededor, la gente seguía mirándola como si fuera un bicho raro.
—Lo... lo siento... —murmuró, con voz ronca, y miró a Daruu por debajo de las pestañas—. ¡Pero no sabía que los triángulos también picaban! —se excusó, agitando las manos en el aire evidentemente alterada.
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15/05/2018, 11:36
(Última modificación: 15/05/2018, 11:37 por Amedama Daruu.)
Los muchachos vivieron unos momentos de auténtico terror —sería correcto decir que los que vivieron el momento fueron la pobre camarera y la pareja que estaba sentada a su lado—, pero finalmente a Ayame se le pasó el mal trago —literalmente— y recuperó la serenidad. Y la cabeza. La muchacha se disculpó, y se excusó diciendo que no sabía que los triángulos también picaban. La camarera se alejó, todavía en shock, y la pareja prefirió volver a sus asuntos.
—No, los triángulos no pican —murmuró Daruu, y señaló otra rodaja de jalapeño, de las pocas que habían, que estaba en el borde del plato—. Siempre y cuando no cojas uno de estos con el triángulo. Intenté advertirte, ¡lo siento!
Daruu dio un trago de su refresco
—Ahora que tengo que concentrarme en aprender nuevas técnicas —dijo—, me he replanteado seguir estudiando sobre Genjutsu.
»Creo que soy un ninja del tipo ofensivo. No me vendría mal aprender un par de trucos.
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—No, los triángulos no pican —le explicó Daruu en voz baja, señalando una rodaja verde que se encontraba visible en el borde del plato. Un jalapeño como los que había pedido aparte—. Siempre y cuando no cojas uno de estos con el triángulo. Intenté advertirte, ¡lo siento!
—Oh... —Ayame se sonrojó aún más, muerta de la vergüenza. Pero, aún así, enseguida sacudió una mano en el aire—: Da igual. No pasa nada. Debería haberme fijado mejor...
Daruu le dio un trago a su refresco, y Ayame le imitó llenando de nuevo su vaso de agua para tratar de eliminar los restos de sabor picante de su boca. Afortunadamente, en aquella ocasión no sintió la misma necesidad imperiosa que le llevaba a beber con el ansia que había demostrado anteriormente.
—Ahora que tengo que concentrarme en aprender nuevas técnicas —dijo su compañero, y Ayame le prestó toda su atención—, me he replanteado seguir estudiando sobre Genjutsu.
Ella entrecerró ligeramente los ojos.
—En ese caso voy a tener que ponerme las pilas, o terminarás adelantándome. Aunque —añadió, pensativa y con cierta amargura, mientras cogía un aro de cebolla—. Puede que ya lo hayas hecho. Te has vuelto realmente diestro disipando las ilusiones, hasta el punto de que ya no puedo atacarte con ellas.
—Creo que soy un ninja del tipo ofensivo. No me vendría mal aprender un par de trucos.
Ayame ladeó ligeramente la cabeza.
—Pues, en ese caso, tienes un pequeño problema —respondió, alzando el dedo índice—. Los Genjutsu no son técnicas puramente ofensivas, son más para crear oportunidades y aperturas en el oponente. ¿No te lo ha dicho mi padre?
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Cuando Daruu había comentado que le gustaría seguir estudiando técnicas ilusorias, Ayame había entrecerrado los ojos, evidentemente algo picada. La muchacha había entonces declarado que iba a tener que ponerse las pilas si no quería que Daruu le adelantase, y dejó caer que quizás ya lo hubiera hecho.
—Pues, en ese caso, tienes un pequeño problema —le decía ahora, levantando el dedo índice—. Los Genjutsu no son técnicas puramente ofensivas, son más para crear oportunidades y aperturas en el oponente. ¿No te lo ha dicho mi padre?
Daruu rio.
—Claro que sí, cabezahueca —dijo—, lo que estoy tratando de decir es que ahora mismo soy un ninja del tipo ofensivo. Todas mis técnicas son de ataque. Por eso es por lo que quiero centrar mi aprendizaje de nuevas técnicas en ese ámbito, en el del Genjutsu. Aprender un par de trucos para engañar, ya sabes.
»Tú tienes el problema contrario, creo. Pero te admiro. Me conseguiste engañar durante nuestro combate, asquerosa. —Daruu entrecerró los ojos. Era un gesto casi cómico, porque mientras estaba comiéndose una patata.
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Pero Daruu se rio en respuesta.
—Claro que sí, cabezahueca —replicó—, lo que estoy tratando de decir es que ahora mismo soy un ninja del tipo ofensivo. Todas mis técnicas son de ataque. Por eso es por lo que quiero centrar mi aprendizaje de nuevas técnicas en ese ámbito, en el del Genjutsu. Aprender un par de trucos para engañar, ya sabes.
—Ah, te había entendido mal —se rio ella también, tomando otro de aquellos peligrosos triángulos de maíz bañados. Aunque, en aquella ocasión, se aseguró de fijarse bien en que no tuviera aquella explosiva trampa escondida.
—Tú tienes el problema contrario, creo. Pero te admiro. Me conseguiste engañar durante nuestro combate, asquerosa.
Ayame sonrió, maquiavélica, aunque no pudo evitar soltar una carcajada cuando vio el gesto de su compañero: con los ojos peligrosamente entrecerrados y una patata asomando entre sus labios.
—Si no podía engañarte con el Genjutsu, debía encontrar la manera de hacerlo de otra manera —respondió, encogiéndose de hombros aún con la sonrisa aleteando en su boca—. Aunque debo admitir que pasé verdadero miedo. Si, como Kōri dijo después, hubieses puesto a tus clones a buscarme, no sólo no habría podido recuperarme sino que me habría puesto yo sola en un verdadero aprieto. Mi técnica para recuperarme no es una que debiera utilizar en combate, es demasiado lenta y requiere de una gran concentración, pero... De verdad quería ganar... —añadió, volviendo a encogerse de hombros.
En aquella ocasión fue ella la que tomó una patata y, tras contemplarla durante unos instantes, la engulló.
—Lo he decidido. Si supero el examen de Chūnin, retaré a mi padre a un combate. Aunque sé bien que no tengo ninguna oportunidad contra él, y que mis ilusiones son aún más inútiles contra él que contigo...
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—Si no podía engañarte con el Genjutsu, debía encontrar la manera de hacerlo de otra manera —respondió Ayame, encogiéndose de hombros aún con la sonrisa aleteando en su boca—. Aunque debo admitir que pasé verdadero miedo. Si, como Kōri dijo después, hubieses puesto a tus clones a buscarme, no sólo no habría podido recuperarme sino que me habría puesto yo sola en un verdadero aprieto. Mi técnica para recuperarme no es una que debiera utilizar en combate, es demasiado lenta y requiere de una gran concentración, pero... De verdad quería ganar... —añadió, volviendo a encogerse de hombros.
Daruu se encogió de hombros con ella.
—Honestamente, el mero hecho de que puedas usar el Suika para curarte me parece una pasada —elogió Daruu—. No creo que haya otro Hozuki que sepa hacer eso.
»Yo... me confié demasiado. Me creí más fuerte de lo que soy. No volverá a suceder. Te subestimé. —Rio.
—Lo he decidido. Si supero el examen de Chūnin, retaré a mi padre a un combate. Aunque sé bien que no tengo ninguna oportunidad contra él, y que mis ilusiones son aún más inútiles contra él que contigo...
Daruu abrió los ojos, sorprendido.
—¿Contra Zetsuo? —dijo—. No sé, yo no me atrevería ni a tocarlo la verdad —dejó escapar una risilla nerviosa. Aquél hombre podía ser temible.
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—¿Contra Zetsuo? —repitió Daruu, con ojos abiertos como platos. Pero, aunque muerta de miedo, Ayame hablaba muy en serio. Y así lo demostraba la seriedad de su mirada—. No sé, yo no me atrevería ni a tocarlo la verdad.
Los labios de ella se estiraron en una sonrisa. Aunque no era una sonrisa demasiado alegre.
—Es probable que ni siquiera llegue a tocarle —admitió, ladeando ligeramente la cabeza—. Ambos vimos cómo se las gastaba en la guarida de los Kajitsu. ¿Me imaginas a mí enfrentando a algo así? —se rio—. No en vano, además de médico, es un reputado Jōnin. Y ya oíste a mi hermano... Pero... de verdad quiero demostrarle lo que soy capaz de hacer. Quiero que lo vea con sus propios ojos y que no siga pensando que soy una niña que sólo sabe meterse en líos.
»¡Pero bueno, primero tengo que pasar ese dichoso examen! —concluyó, con una risotada.
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—Es probable que ni siquiera llegue a tocarle —admitió, ladeando ligeramente la cabeza—. Ambos vimos cómo se las gastaba en la guarida de los Kajitsu. ¿Me imaginas a mí enfrentando a algo así? —rio Ayame—. No en vano, además de médico, es un reputado Jōnin. Y ya oíste a mi hermano... Pero... de verdad quiero demostrarle lo que soy capaz de hacer. Quiero que lo vea con sus propios ojos y que no siga pensando que soy una niña que sólo sabe meterse en líos.
Daruu recordó la actuación de Zetsuo durante la misión de rescate de Ayame en la guarida de los Kajitsu. Le recorrió un escalofrío de los pies a la cabeza. No, él tampoco se imaginaba a sí mismo enfrentándose al jounin.
Pero Ayame quería sorprender a su padre y era una mejor resolución que entrar en un bucle depresivo, así que Daruu estaba dispuesto a darle todo su apoyo.
»¡Pero bueno, primero tengo que pasar ese dichoso examen! —concluyó la muchacha, con una risotada.
Daruu asintió.
—Sí, el examen... me pregunto cómo será. ¿Crees que nos lo harán en la aldea, o lo celebrarán todas las villas en conjunto? Porque con la que ha caído últimamente, no sé yo..
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De repente, Ayame cayó en la cuenta de algo. Y antes de que Daruu pudiera responderle siquiera juntó las manos a la altura del pecho.
—¡Ah, pero no se lo cuentes nada a mi padre, por favor! —le rogó, con el apuro brillando en sus ojos castaños—. ¡No le he dicho nada todavía y me estoy cuidando de no usar mis técnicas delante de él para sorprenderle cuando llegue el momento! Aunque bien es posible que él ya lo sepa... —añadió, torciendo el gesto ligeramente.
Aquella habilidad que tenía su padre para rebuscar entre sus pensamientos era más una molestia que otra cosa...
—Sí, el examen... me pregunto cómo será —habló Daruu, continuando el tema de conversación anterior—. ¿Crees que nos lo harán en la aldea, o lo celebrarán todas las villas en conjunto? Porque con la que ha caído últimamente, no sé yo...
Ayame tomó otra patata y se la llevó a la boca con gesto pensativo.
—Pues, si te digo la verdad, no tengo ni idea... —respondió, al cabo de unos segundos—. Entre lo del líos de los Uzukage en Uzushiogakure y que el Morikage nos acusara de la muerte de uno de ellos... Podría ser arriesgado juntarnos a todos en un mismo sitio... —admitió, preocupada. Y ya no sólo por los Kage, sino también...[/color]—. Además... —añadió, entrecerrando los ojos—. Ahora mismo no me apetece nada encontrarme de nuevo con los dos Uchiha.
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