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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Pero Daruu no parecía entenderla. Sus ojos la contemplaron como si estuviese hablando algún tipo de idioma extraño e incomprensible.

—¿Eh? Esto sólo son figuritas para aficionados a la vida militar, supongo —respondió, pero Ayame, no convencida con aquello, intercambiaba el peso de una pierna a otra con el gesto torcido—. No son nada malo. No entiendo tus preocupaciones. Nuestros padres serán ninjas famosos. Lo de la pastelería... Buah, seguramente se conozca que mamá era kunoichi y ahora tiene una pastelería, y además, ¡sus bollitos de vainilla son legendarios! —exclamó con orgullo.

—En eso tienes razón o, si no, que se lo digan a Kōri —rio ella.

Pero el rostro de Daruu se ensombreció.

—Bueno... lo eran —añadió, apesadumbrado.

Y Ayame hundió los hombros al recordar las delicadas circunstancias por las que estaba pasando la legendaria pastelera. Se acercó a Daruu, le apoyó una mano en el hombro y se obligó a esbozar una sonrisa reconfortante.

—Y seguirán siéndolo —le dijo, intentando animarle—. Tu madre es increíblemente inteligente, ¡dentro de nada dominará la ecolocalización mejor que yo y estará haciendo bollitos de nuevo! ¡Ya lo verás!
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#47
Daruu se limpió una mano con la manga y se dio la vuelta. Se fundió en un abrazo firme con Ayame.

—S... sí. Supongo que tienes razón —dijo. ¿Pero hasta qué punto eso era verdad? ¿La ecolocalización le permitiría a su madre desenvolverse tan bien que podría llevar una pastelería sin ayuda de la vista? Daruu dudaba mucho que eso fuera a ser así.

Al final, tuvo que recordar las palabras de su madre. Aquella era su realidad, y tenían que seguir adelante. Quedarse en las hipótesis y en los "y si" sólo conllevaba sufrimiento y rumiación.

—¿Vamos a casa, Ayame?

Aunque les separasen nueve pisos de altura, Daruu y Ayame vivían en la misma torre. De modo que podían volver a casa juntos.
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#48
Daruu volvió a abrazarla, y ella le estrechó con fuerza en un intento por reconfortarle.

—S... sí. Supongo que tienes razón —respondió al fin. Pasaron así, abrazados, varios segundos hasta que el muchacho volvió a hablar—. ¿Vamos a casa, Ayame?

Ella suspiró. La verdad es que no quería. Estaba tan a gusto junto a Daruu, paseando tranquilamente por las calles de Amegakure como dos simples enamorados, que no sentía deseos de separarse de él y regresar al mundo shinobi al que pertenecía y que estaba tan plagado de problemas.

—Sí... será lo mejor... —respondió, sin embargo, con una sonrisa triste. No les quedaba remedio, después de todo. Tarde o temprano tendrían que regresar a sus respectivos hogares—. Antes de que mi padre se preocupe y venga a matarnos a ambos —se atrevió a bromear, con una carcajada seca.

Y, de aquella manera, los dos chicos se alejaron de la escalofriante tienda de figuritas (al menos para Ayame) y retomaron el camino para volver a su hogar.

—Tenemos que tener más citas como esta, Daruu-kun —dijo ella, sonriente, al tiempo que alzaba el rostro hacia la implacable lluvia de Amegakure.
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#49
—Sí... será lo mejor... —respondió Ayame, sin embargo, con una sonrisa triste. No les quedaba remedio, después de todo. Tarde o temprano tendrían que regresar a sus respectivos hogares—. Antes de que mi padre se preocupe y venga a matarnos a ambos —se atrevió a bromear, con una carcajada seca.

—Sí, jaja —rio Daruu—. Ja, ja... ja... —Pero en lo más profundo del centro del pecho de Daruu, un sentimiento de profundo terror comenzó a crecer.

Los muchachos se alejaron de la apasionante tienda de figuritas (al menos para Daruu) y retomaron la senda que les llevaría a la Pastelería de Kiroe-chan y al portal de la Torre donde ambos vivian.

—Tenemos que tener más citas como esta, Daruu-kun —dijo ella, sonriente, al tiempo que alzaba el rostro hacia la implacable lluvia de Amegakure.

Daruu sonrió y cogió a Ayame por detrás de los hombros, apretándola con cariño.

—Tendremos mil más, ya verás —dijo—. Ay, es que eres adorable, de verdad.

No tardaron mucho en plantarse delante del escaparate con las cortinas echadas de la cafetería de Kiroe. Ayame tenía que entrar por el portal adyacente, de modo que llegó la hora de las despedidas. Daruu la besó en los labios y se quedó un momento mirándola a los ojos.

—Hasta... ¿pasado mañana? No sé cuándo querrá quedar Kori-sensei para retomar las misiones. Pero yo ya estoy preparado —dijo Daruu—. En fin... buenas noches... cariño.

Daruu se dio la vuelta, con la sensación de querer más dentro del estómago. Se acercó a la puerta de la Pastelería de Kiroe-chan y giró la llave.

Paró un momento y pensó en invitar a Ayame dentro. En no pasar la noche solo, como otra de tantas.

No. Estaban demasiado cerca de Zetsuo.

Rio por lo bajo cuando cerró la puerta tras de sí, y se encaminó a las escaleras.
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#50
—Tendremos mil más, ya verás —respondió—. Ay, es que eres adorable, de verdad.

—Q... ¿Qué dices...? —balbuceó Ayame, agradeciendo por primera vez que fuera de noche y las luces de neón que les rodeaban confundieran sus colores naturales... Porque su rostro acababa de enrojecer ante las palabras de Daruu.

No tardaron en llegar a su destino, el colosal rascacielos guardado por la Pastelería de Kiroe-chan que, como los días anteriores, seguía con las cortinas echadas. Era una imagen desalentadora, y Ayame miró de reojo a Daruu. Pero él no mostró la misma aflicción de antes, de hecho se giró hacia ella y volvió a besarla. Y ella volvió a sentir aquel extraño cosquilleo en su pecho cuando sus ojos se encontraron de nuevo.

«No quiero separarme de él...» Volvió a lamentarse, sintiéndose al mismo tiempo estúpida. ¡Si sólo les separaban nueve pisos de altura! No era como si uno de los dos fuera a irse a vivir a Uzushiogakure o Kusagakure.

—Hasta... ¿pasado mañana? —dijo Daruu, dubitativo—. No sé cuándo querrá quedar Kori-sensei para retomar las misiones. Pero yo ya estoy preparado

—Yo también... ¡Y espero que sea pronto!

—En fin... buenas noches... cariño.

A aquellas alturas de la noche, las mejillas de Ayame ya eran un letrero de neón con vida propia.

—H... Ha... Hasta mañana... Te quiero...

Ayame se volvió hacia su portal entre largas zancadas y no tardó ni dos segundos en atravesarlo. Aunque una parte de ella se había quedado con Daruu en la entrada de la pastelería, deseando quedarse con él...
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