No hacía apenas ni una sola semana que Mikazuki se había graduado. Ahora era oficialmente un ninja de la villa de lluvia. Sin embargo, no había dejado su trabajo a tiempo parcial como dependiente una de las fruterías del distrito comercial. Aquel trabajo, entre otras cosas, le proporcionaba el dinero suficiente para poder permitirse la medicina que necesitaba su madre para sobrevivir, y de vez en cuando, el amable dueño del lugar, le regalaba alguna que otra fruta que sobraba. Bajo ningún concepto podía permitirse abandonar aquel trabajo, no al menos de momento.
Hoy tocaba recibir la paga e ir a la farmacia a por las medicinas. El poco dinero que recibía le llegaba justo para comprar medicina y algo para que comieran los dos. Nuca había podido permitirse ropa nueva, ni libros, ni siquiera había tenido juguetes. Toda la ropa que entraba en su casa era usada, de gente que ya no la necesitaba o no le quedaba pequeña. Los libros los cogía prestados de la biblioteca pública, los de la academia se los había regalado la aldea por su “condición especial”. Y por suerte, como la habían heredado de sus abuelos, no había que pagar el pequeño piso donde Vivian.
Tardo unos diez minutos en recorrer la distancia que separaba la frutería de la farmacia donde habitualmente compraba la medicina. La mujer que atendía a los clientes ya lo conocía de memoria, y antes si quiera de que Mikazuki llegar al mostrador, ya tenía listo el pedido.
—Aquí tiene —Dijo Mikazuki entregando el dinero a la mujer.
—Lo siento mucho, pero ha subido de precio, no será suficiente con eso…
No era la primera vez que la medicina subía desde que empezó a necesitarlas. Al principio solo costaban una tercera parte de lo que ganaba, por lo que podía permitirse alimentarse un poco mejor, al cabo de unos meses, ya costaban la mitad de su sueldo, y ahora…
—¿Sera suficiente con esto? —Dijo poniendo el resto del dinero que le quedaba sobre el mostrador.
—Lo siento mucho, pero tampoco será suficiente…
Y ahora la medicina valía más de lo que el ganaba. Y aun, tenían que comer algo.
—Esta bien, volveré pronto a por ella
Recogió el dinero que había dejado sobre el mostrador y se marchó del lugar.
A su madre le quedaba medicina para más o menos una semana. Mikazuki era un poco previsor, y solía comprarla en cuanto podía para asegurarse que nunca le faltaba. Por ende, tenía una semana para conseguir el dinero que le faltaba.
Solo había una opción. Nadie iba a contratarlo para solo unas horas de un día para otro e iba con el tiempo justo. Nadie iba a hacerlo excepto por una razón: Una Misión. Si habían solicitado ayuda a los shinobis, tendrían que aceptar al ninja que les mandaran. Y si cumplía con su trabajo, podría permitirse pagar la medicina, y con suerte, algo para comer.
Mikazuki se dirigió pues al edificio del Arashikage. Una enorme torre que, al ser el edificio más alto, podía verse desde cualquier parte de Amegukere. No quedaba cerca ni lejos del distrito comercial, pero aun no había llegado si quiera el medio día, por lo que tenía tiempo de sobra para alcanzar su destino y solicitar una misión.
Unos veinticinco minutos más tarde se encontraba frente al edificio donde le esperaba su primer trabajo oficial como ninja. Estaba un poco nervioso, pero era culpa suya, él mismo estaba poniendo sobre sus hombros unas expectativas que no le iban a exigir. Pero ese era su modo de ser, las tareas monótonas o sencillas le aburrían, por lo que tenía que auto ponerse unas expectativas superiores para hacer de ellas un reto. Y todos sabían que las primeras misiones, aunque podían no resultar fáciles para todo el mundo, eran tareas muy simples.
Respiro hondo y soltó una bocanada de aire antes de poner el primer pie dentro del edificio. Camino tranquilo y con normalidad hasta llegar a la recepción.
—Buenos días, vengo a solicitar mi primera misión, mi nombre es Arashitora Mikazuki.
Y aunque solo se trataba de un niño de diez años, cosa que delataba su apariencia, llevaba atada al cuello la bandana que lo identificaba como shinobi de Amegakure, y como alguien digno de emprender las tareas de un ninja.
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Al adentrarse en el edificio del Arashikage, el recién graduado genin de Amegakure observaría lo cotidiano: un amplio galpón interior ligeramente iluminado que se bifurcaba en dos pasillos contiguos al final de la enorme sala. Uno daba hasta la recepción, y el otro, finalmente; llevaba al ya conocido elevador de la muerte, aquel que ascendía hasta el piso superior del enorme rascacielos. Allá arriba debía estar, probablemente, Amekoro Yui.
Pero Yui-sama era una mujer ocupada, con el peso de una aldea sobre sus hombros. No era la primera ni sería la última vez que un novato tuviese que apañárselas con el dependiente que estuviera encargado de la recepción durante ese turno, y Mikazuki no sería la excepción a la regla.
Quien yacía imperturbable detrás de un sinfín de papeles era un hombre ligeramente mayor, con anteojos vistiéndole casi la mitad de la cara. Observó con curiosidad a Mikazuki. No, él era bueno para los rostros. Y a él no le había visto por ahí nunca.
—Buenos días, vengo a solicitar mi primera misión, mi nombre es Arashitora Mikazuki.
—Que tal, joven Mikazuki. ¿Una misión? ¡claro! déjame buscar tu expediente, un momento por favor.
Se habrá tardado un minuto entero en encontrar una carpeta que estaba parcialmente vacía, salvo por una hoja con los datos del muchacho y los detalles de su más reciente graduación. El viejo sonrió, y se dispuso a buscar entre cajones un rollo de pergamino identificado. Anotó un par de cosas, y luego se lo cedió al Yuki.
Su contenido relataba lo siguiente:
—¿Alguna duda?
—Que tal, joven Mikazuki. ¿Una misión? ¡claro! déjame buscar tu expediente, un momento por favor.
Detrás de la montaña de papeles que había sobre el escritorio de la recepción se encontraba un hombre de avanzada edad con aparentes problemas de vista que solucionaba con unas enormes gafas. Al menos eso era lo que aparentaba, pero Mikazuki era de ese tipo de personas que evitan los prejuicios, sobre todo por la apariencia. El sabia de sobra lo que se sentía, y aquel afable señor parecía no haberlo juzgado a él por ser, como muchos decían, “demasiado joven para ser un ninja de verdad”.
Al cabo de apenas un minuto el hombre le cedió a Mikazuki un pergamino con la información del que sería su primer trabajo como Ninja. Lo abrió y leyó atentamente su contenido para si mismo:
Riya Yogaru es una comerciante culinaria muy conocida en Amegakure que regenta un local de comida llamado “Sabores de Tormenta”. Ubicado en uno de los callejones principales del Distrito comercial; suele ser uno de los más concurridos, con una amplia gama de platos de sabores exóticos, recetas secretas e ingredientes desconocidos que suelen encantar al público gastronómico que generalmente concurre en su local. Su plato más famoso es el Tonkatsu con arroz, superando con creces el sabor y la presentación de los otros restaurantes de la zona.
Hace dos noches, sin embargo; el local fue víctima de un aparente robo. Se necesita de la asistencia de un shinobi con altas aptitudes en pruebas de lógica y razonamiento, mínimo, y con alto índice de coeficiente intelectual para analizar la escena del crimen y desvelar lo que allí ha sucedido.
—¿Alguna duda?
Más que tener dudas sobre la misión en sí misma, el joven Yuki tenía dudas sobre lo que podía o no hacer durante la misión. La misión en si podía resumirse en la sencilla tarea de averiguar qué había pasado, y reportarlo. Pero a priori, no podía descartar que el culpable pudiera haber sido un jonin experimentado que obviamente le daría una paliza si intentaba detenerlo. De ser así, probablemente iba a resultarle un reto muy difícil encontrar pistas que lo llevaran a resolver el caso. Lo estaba deseando, muy dentro de él, quería que fuera una tarea complicada.
— Tengo un par de preguntas sencillas ¿Tengo alguna autoridad para interrogar a quien yo considere sospecho aunque se trate de un shinobi de rango superior? Y, en caso de respuesta afirmativa ¿Tengo algo que demuestre que poseo dicha autoridad?
Él no era más que un mocoso a la vista de los adultos. Frente a un civil no había ningún problema, la badana ya le proporcionaba cierta autoridad sobre ellos, y aunque la mayoría de los adultos lo tomaban por un simple crio, era capaz de lidiar con eso. Con un chunnin, un jounin o incluso otro gennin que fuera mayor que él, era otra historia diferente.
Sí, tenía un pergamino con el mismísimo sello de la Arashikage diciendo que tenía que investigar, pero eso no era suficiente para obligar a alguien a que contestara todas sus preguntas.
— En caso de respuesta negativa y en caso de necesitarlo ¿Contaría con la posibilidad de buscar a un ninja con un rango superior al mío para que obligase a la otra parte a responder las preguntas que yo considere necesarias para resolver el misterio? —No había más preguntas, así que…— Esas son todas mis dudas
No pensaba preguntar más fueran cual fueran las respuestas del hombre. Lo que respondiera solo cambiaría la forma en la que el joven Yuki se tomaría la investigación. En realidad, tal vez no necesitase las respuestas.
Una vez resueltas sus dudas, y si nada lo retenía más tiempo en aquel lugar, Mikazuki se marcharía en dirección a “Sabores de la Tormenta”. Nuca había podido permitirse comer un lugar como ese, pero al encontrarse en uno de los callejones principales del distrito comercial no sería tarea difícil localizarlo.
¿Qué se encontraría Mikazuki al llegar allí?
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—Tengo un par de preguntas sencillas ¿Tengo alguna autoridad para interrogar a quien yo considere sospecho aunque se trate de un shinobi de rango superior? Y, en caso de respuesta afirmativa ¿Tengo algo que demuestre que poseo dicha autoridad?
—No te preocupes por eso, Mikazuki-chan. Tú ve y habla con el solicitante, y si en dado caso crees que necesitas la asistencia de algún rango superior porque alguien no coopera o que la misión te supera de alguna forma, puedes acercarte sin ningún problema.
Las palabras del dependiente fueron bastante claras: Mikazuki no tendría por qué preocuparse de sus propias tribulaciones. Después de todo, aún y a pesar de la ligera dificultad adicional que gozaba la misión por ser de naturaleza investigativa, seguía siendo un encargo catalogado para novatos como él. El cómo Mikazuki aprovechase sus cualidades únicas para resolver el encargo quedaría totalmente en sus manos.
. . .
Llegar a los linderos del restaurante Sabores de Tormenta no fue para nada difícil, ni mucho menos. En el exterior del local yacía un buen puñado de transeúntes que observaban ansiosos por fuera de la entrada, que se encontraba cubierta con una valla cuyo cartel escribía: ¡Cerrado hasta nuevo aviso!
Más adelante, recostado por sobre un ventanal; yacía un hombre robusto y regordete, ataviado con una pulcra bata de chef que le resaltaba el portentoso estómago. Cabello negro, facciones de rostro bien marcadas, nariz gruesa y quijada pomposa.
Frotaba su sien, estresado, a su vez que calaba del pito de su cigarrillo. Parecía estar esperando algo, o a alguien.
Como había pensado en un principio el joven Yuki, no fue nada difícil localizar “Sabores de Tormenta”. Tardo una media hora en llegar al sitio. Más o menos lo que se tardaba desde el gran edificio del Arashikage hasta el distrito comercial más unos cinco minutos que fue lo que le costó encontrar el restaurante.
El lugar estaba rodeado de gente curiosa, que observaba desde fuera el lugar, como si de la escena de un asesinato se tratase. Hablando de forma literaria se habían cargado el restaurante favorito de esa gente y visto así, podía catalogarse de asesinato. Sin embargo allí se encontraba Mikazuki, dispuesto a resolver el misterio y salvar el local que tanto gustaba a aquellas personas. Un local que jamás estaría al alcance de su cartera.
Como no era muy alto por edad, no podía ver a través de las personas, pero eso también era una virtud en aquellas circunstancias, porque teniendo en cuenta que era de constitución delgada, podía colarse entre las personas y llegar hasta la entrada.
Allí encontró una valla que decía: “Cerrado hasta nuevo aviso”. Era lógico, si dejaba entrar a toda esa gente, se perderían todas las pruebas que pudiese haber en el interior del local. Si es que él criminal había dejado alguna. Quizás era un tipo más listo que Mikazuki o quizás incluso podía tratarse de una simple rata que había desordenado el lugar. Desde allí no podía averiguarlo, tenía que entrar dentro.
Por suerte para Mikazuki, y aunque no estaba seguro al cien por cien, el que parecía el dueño del local estaba fuera fumándose un cigarrillo. Parecia un hombre fuerte, aunque estaba un poco rellenito, tal vez era fanatico de su propio arroz, o tal vez gastaba todo el dinero que ganaba en pegarse unos increíbles festines. Aquello no era asunto del joven Yuki, él estaba allí para otra cosa.
— Disculpe —Dijo Mikazuki acercándose al hombre que fumaba — Mi nombre es Mikazuki, me envía la Arashikage a investigar un crimen en este local ¿Puedo presumir que es usted Riya Yogaru? —Decidió utilizar una jerga mas adulta, para que a pesar de su apariencia y la bandana que llevaba al cuello, el hombre no le juzgara antes de tiempo.
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—Disculpe —aquella interrupción obligó al hombre a voltear sólo los ojos para encontrarse con el menudo y pálido cuerpo de Mikazuki, ahí a nivel de su cintura. Alzó una ceja y le observó en silencio, aún confuso—. mi nombre es Mikazuki, me envía la Arashikage a investigar un crimen en este local ¿Puedo presumir que es usted Riya Yogaru?
—Vaya, ¡pero qué instinto, qué agudeza! —comentó el gigantón, con salvaje ironía—. y tú debes ser el ninja que he pedido, claro. Aunque no se supone que deberías ser, no sé, un poquito más alto? ¿no estarás muy verde para estas cosas, eh; crío?
Yogaru se abalanzó hacia Mikazuki, y se detuvo frente a su rostro. Le echó la calada de humo en toda la cara y esperó ansioso a su respuesta, con la ceja aún erguida y una vena blandiéndole la frente, hinchada. Ahí, el joven genin también pudo percibir un par de profundas ojeras, causadas probablemente por la falta de sueño a la que se había visto sometido durante estos dos largos días de espera, desde lo acontecido.
—Vaya, ¡pero qué instinto, qué agudeza! —comentó el gigantón, con salvaje ironía—. y tú debes ser el ninja que he pedido, claro. Aunque no se supone que deberías ser, no sé, un poquito más alto? ¿no estarás muy verde para estas cosas, eh; crío?
Lo único que hizo el joven Yuki ante la ironia del hombre fue levantar una ceja. Se había acostumbrado a los prejuicios desde que había entrado en la academia. Todos en su clase eran mucho mayores que él, y al principio había tenido que lidiar con comentarios muy parecidos a los que acababa de soltar Yogaru.
“¿Qué hace un crio como tú en un lugar como este?”,”¿Por qué no vuelves a casa con tu mamá?”, “Los shuriken no son juguetes ¿Sabes?
Mikazuki ya venía curtido de la academia. Las palabras que acababa de usar Yogaru entraban por un oído y salían por el otro. Eso sí, quedarían grabas en la memoria del joven Yuki durante mucho tiempo, no porque le afectaran, simplemente era capaz de recordar muchas cosas.
El hombre, tras acabar su discurso, acerco su cara la de Mikazuki, el cual no movió ningún musculo en respuestas. Yogaru soltó el humo de su cigarrillo en la cara del joven muchacho, que solo reacciono cerrando los ojos y volviéndolos a abrir cuando el humo se había marchado.
Miró al hombre a los ojos, y le devolvió su ironía.
— No es muy Adulto juzgar a alguien por su apariencia o su edad — Y aunque Yogaru sabía usarla, Mikazuki no estaba seguro de que el hombre fuera capaz de capatarla — Pero volvamos al asunto que nos atañe—Ahora no estaba hablando como un niño, había adaptado su lenguaje al de un adulto — Usted ahora mismo no tiene muchas opciones, puede disculparse conmigo dejar que yo solucione su caso o por otro lado… — habló arrastrando las palabras… — Podría dar media vuelta, volver al despacho de la arashikage, y decirle que usted desconfía en sus capacidades como líder —Además, dijo aquello alzando un poco más la voz, para que los curiosos que observaban lo escucharan — Ella conoce perfectamente a los ninjas de su aldea, sabe cuáles son sus puntos fuertes y sus puntos débiles, y acorde a eso, se asignan las misiones, sin embargo, aquí está usted, que no me conoce de nada, diciéndome que la elección de la Arashikage, es una mala elección
Entonces mikazuki exhalo aire en la cara de Yogaru, como si estuviera echándole el humo de un cigarrillo y esperó ansioso su respuesta, con una ceja levantada y las manos en los bolsillos del pantalón.
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Aquel podía haber sido un día tranquilo, como cualquier otro día. No es que saliera el sol en Amegakure, claro. Fue otra cosa.
Empecé el día como como casi todos. Me levanté de la cama tras un largo sueño del que jamás volveré a saber nada. Me duché rápido, me sequé y me vestí. Bajé a desayunar y me encontré allí la estampa de cada mañana, o al menos, de la gran mayoría de mañanas.
Allí, sentado en el sofá frente al televisor, se encontraba sentado mi padre. Apoyado sobre el respaldo del sofá, junto a él, estaba uno de los cuervos que yo había invocado. Yoru se llamaba. Ambos estaban muy atentos a la telenovela a la que estaban enganchados desde que la empezaron a emitir.
Por muchos libros de biología que leyera, por muchos documentales que pusieran en la televisión y por muy inteligente que yo pudiera ser, jamás he conseguido entender como un cuervo podía quedarse enganchado a una serie de televisión que además, era bastante bastante mala. En el caso de mi padre, bueno, ahí podía entenderlo.
Desayune con calma, si por algún casual interrumpías al maldito cuervo mientras veía la televisión o le cortabas el capítulo en un momento interesante… Pobre de aquel que se atreviera a hacerlo.
—Te vas a perder el siguiente capítulo, y seguro que en este por fin se le declara y le confiesa que esta embaraza… —Le dijo mi padre al cuervo.
—Entonces yo quedar casa.
—No, tú te vienes conmigo, hoy voy a hacer mi primera misión, hay que trabajar. — Dije aquello aunque sabía que, si por algún casual se perdía un capítulo de aquella maldita serie, me gastaría alguna broma muy pesada. Maldito cuervo…
—Era broma, era broma, hasta mañana no televisan el siguiente. —Río mi padre.
—Espero que tu no engañar, si tu ver sin mi… — El cuervo se pasó el ala por debajo del pico.
—Vámonos ya.
Aunque le quería mucho, tenía ganas de estrangular a mi padre en aquel momento. Por suerte para él, o para mi ya que seguro que me apalizaba, yo tenía cosas que hacer y tras convencer al pájaro de que no iban a poner un segundo capítulo, al fin, me marche de casa.
Aquello por desgracia era bastante común. Lo que no era tan común, es que al llegar a la recepción del edificio de la Arashikage, el recepcionista me dijera que mi misión se había traspapelado y se la había llevado otro. Encima, tuve que hacer de recadero, e ir a llevarle al que estaba haciendo mi misión la suya.
Las dos misiones eran prácticamente idénticas. Dos robos. En el que yo tenía y que era para Mikazuki, había que investigar en la academia, ya que alguien había robado los exámenes finales de historia de Onido. En la que me tocaba a mí y que tenía Mikazuki, había que investigar un robo en un restaurante. Había una razón para que Mikazuki fuera a la academia y yo al restaurante aunque para el caso el resultado fuera el mismo.
Y efectivamente, esa fue la estampa que me encontré al llegar al lugar. Pese a su increíble inteligencia y a que se había graduado como gennin mucho antes que otros, Mikazuki no era más que un niño de 9 años y la gente tendían a juzgarlo por su apariencia. Pero en la academia, los profesores, ya sabían de lo que era capaz, por eso ellos habían pedido que fuera Mikazuki el que les ayudara.
No pude evitar entrometerme cuando vi al que parecía el dueño del locar y a Mika encarados.
—Buenos días —Primero saludé. —Mika, escucha, se han traspapelado tu misión y la mía, aunque sé que eres capaz de encargarte de esto enseguida, alguien ha robado unos exámenes finales en la academia y los profesores han solicitado tu ayuda. ¿Te encargas? — Le dije mientras le entregaba su pergamino con una mano, y extendía la otra para pedirle el mío.
—Claro, seguro que es mucho más difícil de resolver que esto, yo me encargo.
Cogió el pergamino y me entrego el que me correspondía para después marcharse deprisa y entusiasmado a realizar su nueva tarea.
—En cuanto a usted, ahora yo soy su hombre, espero que no tenga más problemas, si no, ya le ha indicado mi compañero donde se encuentra el edificio de la Arashikage, estoy seguro de que ella misma estará encantada de atenderlo
Aquello fue lo primero que se me ocurrió decirle a aquel hombre, aunque yo por apariencia tampoco es que fuera un shinobi que pareciera de fiar. Todo de negro, tatuado y con un cuervo apoyado en el hombro, era más bien un poco siniestro.
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Si en un principio su vena había estado tan hinchada que parecía imposible que aún se mantuviese ahí en el interior de su frente, seguro que Mikazuki pensaría luego que a aquel chef le saldría un apéndice vivo devorador de hombres una vez que la cabeza le explotase, pues mientras éste hablaba, mientras éste demostraba su inteligencia con su filosa lengua del demonio; aquella cosa se le movía mientras la sangre le bombeaba. El ceño, fruncido, también demostró que era muy probable que todo aquel discurso no le había hecho demasiada gracia.
No obstante, antes de que Yogaru pudiera decir nada, alguien les interrumpió. Seguro habría pensado que se trataba de algún comensal poco contento con que aquel lugar se encontrase cerrado, pero antes de soltarle una de sus perjuras típicas, observó bien de quién se trataba.
Y era otro ninja, tan paliducho como el primero, aunque de apariencia bastante gótica. Sus cabellos azabache se extendían hasta su espalda y sus ojos parecían estar mirándole el alma. Entonces, habló. Y le dio la mejor noticia que quizás habría podido escuchar: que no tendría que aguantarse a aquel astuto crío, pues las misiones se habían traspapelado.
El tal Mikazuki se perdió, y el nuevo decidió dejarle un guiño a Yogaru.
—En cuanto a usted, ahora yo soy su hombre, espero que no tenga más problemas, si no, ya le ha indicado mi compañero donde se encuentra el edificio de la Arashikage, estoy seguro de que ella misma estará encantada de atenderlo.
—¿Yui-sama, encantada de atenderme? —rió a carcajadas, y continuó—. me parece que no la conoces del todo bien, chaval. Si con encantada te refieres a que si llegamos a ir hasta allá, va a darnos dos patadas en el culo; quitándote a ti la misión y dejándome a mí sin cobrar el seguro de mi jodido restaurante, pues sí que llevas razón.
Suspiró, hastiado y terminó de calar su cigarro. Lo terminó y dejó que la colilla desgastada cayera al suelo.
—Y bien, así que eres mi hombre, ¿no? ¿y cómo se supone que te llamas, chaval?
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—¿Yui-sama, encantada de atenderme? —aquel hombre se rió a carcajadas, y continuó—. me parece que no la conoces del todo bien, chaval. Si con encantada te refieres a que si llegamos a ir hasta allá, va a darnos dos patadas en el culo; quitándote a ti la misión y dejándome a mí sin cobrar el seguro de mi jodido restaurante, pues sí que llevas razón.
El chef suspiró, hastiado y terminó de calar su cigarro. Lo terminó y dejó que la colilla desgastada cayera al suelo.
—Y bien, así que eres mi hombre, ¿no? ¿y cómo se supone que te llamas, chaval?
—Oh, mis más sinceras disculpas, mi nombre es Karasukage Reiji, e intuyo que usted debe ser… —Abrí el pergamino que había dejado Mikazuki apenas unos segundo para leer el nombre del chef. —Riya Yogaru
De cualquier modo, aquel chef gordinflón no había entendido bien lo que Mikazuki había querido decir. Y yo no pensaba dejarlo sin aclarar, por supuesto. Así que le dirigí la palabra de nuevo a Yogaru.
—Creo que usted no ha entendido bien lo que mi compañero y yo hemos querido decir, verá, es usted el que parece tener problemas con el ninja que la mismísima Arashikage-sama ha seleccionado para hacer este trabajo, así pues, yo no seré quien le acompañe hasta su despacho solo para corroborarle a nuestra señora que usted desconfía en las facultades que ella tiene como líder, así como en las tomas de decisiones que ella hace, además, aquí hay unos cuantos testigos que podrán corroborar también como usted ha cuestionado a nuestra líder en público, manchando su nombre y su autoridad, es usted el que sale perdiendo en cualquier caso.
Una vez aclarado el tema con el hombre, si es que el hombre no quería más pelea verbal, intente quitarle un poco de hierro al asunto y empezar de una vez con el asunto al que había vendio.
—En fin, intentemos llevarnos bien, ¿le parece? —Le dije al hombre en un tono más simpático que todo mi discurso anterior. —Yo solo he venido hasta aquí para solucionar su problema, y mi única intención es ayudarlo, así que por favor, ¿Podría explicarme con sus palabras lo que ha sucedido y así empezamos con la investigación?
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—En fin, intentemos llevarnos bien, ¿le parece? —aquello era como decir que su comida era una mierda y luego pedirle que le cocinara otro plato. Era ilógico, bastante; que le soltara aquel discurso y esperase que un orgulloso hombre de sociedad como él no dijera nada, o sucumbiese a los mandamientos de un crío que a pesar de su agudeza, no dejaba de ser eso: un pequeñajo—. Yo solo he venido hasta aquí para solucionar su problema, y mi única intención es ayudarlo, así que por favor, ¿Podría explicarme con sus palabras lo que ha sucedido y así empezamos con la investigación?
—Jo-der. Sabía que aquí se toma muy en serio lo de adiestrar a los chiquillos desde temprana edad, pero parece que los han convertido en un puñado de pardillos con los humos bien subidos a la cabeza. Vamos a ver, chimenea andante, si eres tan bueno como te crees. Tendrás que resolver ésta mierda tú sólo. Bueno, tú y tu jodida mascota.
Entonces abrió la puerta de vidrio, y dejó que el genin se adentrara a su santuario de comida. Al mágico Sabores de Tormenta.
Reiji se encontraría con un espacioso local de aproximadamente unos cincuenta metros cuadrados sólo en el área para los comensales. Los primeros pasos le llevaron a través de un umbral de recepción donde habían dos podios, con menúes sobre ellos y una pequeña sala de espera. Al pasar ambos podios, ya se entraba de lleno al living en donde tras un rápido bosquejo, el muchacho podría contar alrededor de unas 30 mesas de cuatro, y dos sillas. El área lucía ligeramente desorganizada, con algunos manteles en el suelo y un buen puñado de copas partidas por el supuesto tumulto de robo. Aunque a primera vista daba la impresión de que aquello estaba así no por las prisas, sino que fue algo premeditado.
Al final de todo, había una puerta negra amplia que evidentemente daba hasta la cocina. Pero llegar hasta allá significaba tener que pasar por encima de las primeras evidencias, si se le podían llamar así.
—¿Y bien? —preguntó, irónico; como si con aquello tuviera que ser suficiente para que Karasukage Reiji resolviera el meollo del robo.
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—Jo-der. Sabía que aquí se toma muy en serio lo de adiestrar a los chiquillos desde temprana edad, pero parece que los han convertido en un puñado de pardillos con los humos bien subidos a la cabeza. Vamos a ver, chimenea andante, si eres tan bueno como te crees. Tendrás que resolver ésta mierda tú sólo. Bueno, tú y tu jodida mascota.
Menudo mal humor tenía el tipo, vaya que sí. Para haberme llamado chimenea, era él quien iba echando humo por las orejas. Vale, hacía dos noches que, supuestamente, le habían robado algo. Si me ponía en su piel, probablemente yo también estaría irritado.
—Yoru, ve a la parte de atrás, mira atentamente y cuéntame lo que veas.
Envió a su cuervo explorador a mirar las calles de alrededor del restaurante, por si de verdad habían robado algo y huyendo se les había caído algo.
—Como ordenes, fastidiatelenovelas.
La palmada que me di en la frente no pudo ser más sonora. Esperaba que fuese tan bueno en la tarea que le había encomendado como lo era viendo aquella maldita telenovela basura.
Entonces el chef abrió la puerta de vidrio, y dejó que me adentrara al restaurante Sabores de Tormenta..
Lo que allí me encontré fue un restaurante de lujo, de estos para gente con una cartera bien llena. Había un montón de mesas preparadas para parejas y familias no muy grandes. Algunos de los manteles estaban tirados por el suelo, suelo que estaba a rebosar de cristales de las copas rotas. No parecía que el ladrón hubiera salido de allí corriendo, si no que había roto las cosas a propósito. Gracias a mi memoria, fotografié toda la escena en mi mente. Pero antes de hacer nada, tenía preguntas. Si conseguia calmar un poco al chef, claro…
—¿Y bien?
—Escuche, disculpe mi actitud de antes, sé que está pasando por un momento duro y no le culpo, pero me hirvió la sangre cuando infravaloro a mi compañero de oficio. —Había que intentar calmarlo primero, y si funcionaba, igual me contestaba a las preguntas. —Mire, si colabora conmigo respondiendo a mis preguntas terminaremos esto antes, y usted podrá descansar y volver a abrir su restaurante. —Podría resolverlo aunque no me contestase a las preguntas, pero tenía que intentar sacarle al menos que carajo le habían robado.—Mire, esto parece más un ataque de ira que un ladrón saliendo corriendo, alguien ha tirado al suelo los manteles y las copas a propósito ¿Qué es lo que le han robado? Tengo entendido que sucedió hace dos noches ¿Quién aparte de usted tiene llaves del restaurante? Y sobre todo, ¿Cuál de sus competidores se beneficia más teniéndole a usted así?
Mientras esperaba las respuestas, observe de nuevo todo el local. Me fije si, a parte de las copas y los manteles, había alguna silla o alguna mesa rota. Observe cada esquina y cada rincón. Memorice incluso el menú del día. En ese tipo de misiones, hasta el último detalle era importante. Quizás todo aquel desorden era causa de un ataque de ira de aquel chef tras enterarse de que le habían robado. Por algún motivo aquella idea era bastante probable en mi cabeza.
Observe las paredes, por si había cuadros. Observe la puerta de nuevo ¿La habrían forzado?¿Por dónde había entrado y salido el ladrón? Mire a ver si las ventanas estaban intactas.
Se me estaba escapando algo, pero ¿el qué?
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—Escuche, disculpe mi actitud de antes, sé que está pasando por un momento duro y no le culpo, pero me hirvió la sangre cuando infravaloro a mi compañero de oficio. —Había que intentar calmarlo primero, y si funcionaba, igual me contestaba a las preguntas. —Mire, si colabora conmigo respondiendo a mis preguntas terminaremos esto antes, y usted podrá descansar y volver a abrir su restaurante. —Podría resolverlo aunque no me contestase a las preguntas, pero tenía que intentar sacarle al menos que carajo le habían robado.—Mire, esto parece más un ataque de ira que un ladrón saliendo corriendo, alguien ha tirado al suelo los manteles y las copas a propósito ¿Qué es lo que le han robado? Tengo entendido que sucedió hace dos noches ¿Quién aparte de usted tiene llaves del restaurante? Y sobre todo, ¿Cuál de sus competidores se beneficia más teniéndole a usted así?
—¿Cuál de mis competidores? pues yo diría que todos. Entenderás que la calidad y la fama que tiene mi restaurante no es comparable con la del resto, así que me parece que todos esos cabrones envidiosos seguro que estarán tomando champán ahora mismo. Pero no puedo acusar a nadie directamente, sería como jugar a la ruleta rusa, ¿entiendes?
Ahora mismo sólo hay dos copias de la cerradura principal, una la tengo yo y otro mi sous chef; Mirogata. Es un buen tipo, le conozco de hace muchos años y es imposible que él tenga algo que ver con ésto. Él se encuentra en la cocina.
Luego, se frotó la frente. Responder lo siguiente era lo que más le costaba.
—Y, bueno. Mira, tú bien calladito, que ésto no puede salir de aquí. Si alguien se entera y el rumor se corre Sabores de Tormenta perderá todo lo que lo hace especial. Ahora, no han robado comida, ni cuadros. No, han ido directamente a por mi despacho. Y a por un pedazo de papel que ha sido legado de generación a generación entre los míos. La receta definitiva de los Tokatsu.
Mientras tanto, el escrutinio de Reiji no le disparó ninguna alarma. La puerta no había sido forzada, ninguna ventana estaba rota. No faltaba ningún cuadro de la pared.
Nivel: 17
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—¿Cuál de mis competidores? pues yo diría que todos. Entenderás que la calidad y la fama que tiene mi restaurante no es comparable con la del resto, así que me parece que todos esos cabrones envidiosos seguro que estarán tomando champán ahora mismo. Pero no puedo acusar a nadie directamente, sería como jugar a la ruleta rusa, ¿entiendes?
Un paso más hacia la victoria. Había conseguido que hablara. Es más, había conseguido que hablara con un poco de amabilidad. Solo por eso tendrían que darme la misión por completada.
—Si, comprendo, sin embargo pensé que alguno de ellos se beneficiaría más que otros…
—Ahora mismo sólo hay dos copias de la cerradura principal, una la tengo yo y otro mi sous chef; Mirogata. Es un buen tipo, le conozco de hace muchos años y es imposible que él tenga algo que ver con ésto. Él se encuentra en la cocina.
Otro pasito más hacía la victoria. Si conseguía que me respondiera a las tres preguntas, quizás hasta lograra hacerme un poquito amigo del hombre. O quizás no, quizás solo estaba respondiendo porque le convenía responder.
—De cualquier modo, me gustaría hablar con su compañero, por si vio algo. Pero de todos modos, no me gustaría descartar ningún sospechoso, a veces las apariencias engañan, el chico que había venido antes que yo, pese a su edad, es un genio, nació superdotado, y ahora le utilizan para todo tipo de misiones de inteligencia e investigación. Yo también nací superdotado, por eso confundieron nuestras misiones.
—Y, bueno. Mira, tú bien calladito, que ésto no puede salir de aquí. Si alguien se entera y el rumor se corre Sabores de Tormenta perderá todo lo que lo hace especial. Ahora, no han robado comida, ni cuadros. No, han ido directamente a por mi despacho. Y a por un pedazo de papel que ha sido legado de generación a generación entre los míos. La receta definitiva de los Tokatsu.
—No se preocupe, soy una tumba, encontraremos su receta ¿alguien aparte de usted y yo sabe que lo que le han robado? ¿Mirogata lo sabe? ¿El conoce la receta?
Mi inspección no sirvió de mucho. A parte de los manteles por el suelo y las copas rotas, no parecía faltar nada, ni tampoco parecía que nada estuviera fuera de su lugar. Tendría que hablar con el ayudante. Pero primero tendría que ver el despacho, el lugar del crimen.
—¿Le importa acompañarme a su despacho? Me gustaría ver el lugar donde yacía lo que le han robado. Esto ya lo he visto y memorizado, así que podemos continuar. También quiero hablar con su ayudante, pero primero el despacho, por favor.
¿Dónde estaba Yoru? ¿Por qué tardaba tanto en inspeccionar los alrededores? ¿se habría vuelto a casa a ver su jodida telenovela de nuevo?
Maldito cuervo…
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—No se preocupe, soy una tumba, encontraremos su receta ¿alguien aparte de usted y yo sabe que lo que le han robado? ¿Mirogata lo sabe? ¿El conoce la receta?
—Sí, coño, sí. Claro que lo sabe. Es mi sous chef, tiene que saber cocinar todo los platos; que yo sólo por lo general no me doy abasto con tanto comensal que entra por estas puertas.
—¿Le importa acompañarme a su despacho? Me gustaría ver el lugar donde yacía lo que le han robado. Esto ya lo he visto y memorizado, así que podemos continuar. También quiero hablar con su ayudante, pero primero el despacho, por favor.
Yogaru asintió a regañadientes, como si le costase creer que en apenas un minuto de conversación, aquel pardillo realmente hubiese logrado memorizar todos los detalles que se escondían a lo largo y ancho de la alborotada sala de comensales. Pero el orgulloso chef ya sabía el resultado de llevarle la contraria a los críos de hoy en día, y desde luego que así no iba a conseguir una mierda. No al menos una mierda que le beneficiara tampoco. Así que se resintió de decir nada y comenzó a caminar a través del salón, esperando que el muchacho le siguiera.
Al cruzar las puertas que daban hacia la cocina, Reiji vería de nuevo una imagen similar. Más que todo, ingredientes regados por las hornillas y alguna que otra nevera abierta. Nada demasiado esclarecedor. Era una cocina lujosa, con cualquier tipo de artilugios y utensilios de cocina de la nueva era moderna.
Al final de todo, otra puerta. Yogaru la abrió y dejó que el genin tomase el primer vistazo, encontrándose de lleno con Mirogata sentado a uno de los costados.
Mirogata era un tipo bastante alto, le sacaría quizás una media al renacuajo de Reiji. Pero a diferencia de Yogaru, él era tan flaco como esquelético, sin demasiada gracia en el cuerpo. De extremidades larguiruchas y un rostro compacto de nariz respingada y larga, con un bigote de candado envolviéndole los labios y la barbilla.
El despacho, no obstante, yacía intacto. Pulcro y ordenado, salvo por una gaveta abierta. Curiosamente, la gaveta que quizás contenía aquello que fue robado, lo que daba la sensación de que...
—Mirogata, éste es el genin que nos han enviado para que resolviera ésta mierda. Reiji, él es Mirogata, mi sou... ¡bah! presentaos vosotros.
Se tumbó sobre el sofá, y cerró los ojos por un momento. Por primera vez, quizás, en tres días.
. . .
El pajarraco voló a comando de las órdenes de su señor, surcando los cielos lúgubres de Amegakure y peinando la zona aledaña al restaurante, como si de un ave carroñera cualquiera se tratase. Pero a pesar de que su mente pudiera estar más centrada en tener que volver a casa para saber el desenlace final de su telenovela favorita, era innegable que en ese tipo de animales, el instinto parecía activarse por sí sólo, y sus sentidos extraordinarios también.
Yoru podría no ser el cuervo más inteligente, ni mucho menos, pero vio algo extraño. O sino extraño, que le llamó la atención.
Y es que entre la muchedumbre concentrada a las afueras del local, destacaba un tipo por sobre todos. Iba más cubierto, y actuaba más sospechoso que el resto, o tal vez era sólo la imaginación de un ave fanática de los dramas juveniles y maritales de la televisión. De cualquier forma, desde ahí arriba no podía diferenciar nada, ni su rostro o algo que pudiera identificarlo.
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