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La cocina estaba igual que el comedor. Comida por todos lados, neveras abiertas, artilugios de cocina. Al igual que en el comedor, aquello parecía hecho a propósito ¿Quién se molestaba en, aparte de robar una receta, desordenar toda la cocina y el comer? Por el momento todo aquello no eran más que piezas desordenas de un puzle en mi cabeza. Piezas que aún no empezaban a encajar.
Yogaru abrió otra puerta al fondo de la cocina, lo primero y más destacable fue ver a Mirogata allí sentado. A diferencia del gordo de Yogaru, Mirogata era un tipo bastante alto, flaco y esquelético. ¿Acaso Yogaru le tenía esclavizado y sin darle de comer? Por dios, si trabajaba en una cocina.
Olvidando un poco a Mirogata, con quien hablaría después, observe el despacho con todo detalle. Las paredes, la mesa, el sofá, debajo del sofá. Todo estaba intacto. Al contrario que la cocina o el comedor. Aquello era sospecho. MUY SOSPECHOSO.
Lo único que parecía fuera de lugar era aquel cajón abierto. Daba la sensación que desde un principio, el ladrón conocía la ubicación de la receta. Pero entonces ¿Por qué había desordenado la cocina y el comedor? ¿Qué sentido tenía todo aquello? Me acerqué al cajón por si podía encontrar algún detalle más.
—Mirogata, éste es el genin que nos han enviado para que resolviera ésta mierda. Reiji, él es Mirogata, mi sou... ¡bah! presentaos vosotros.
— Buenas Mirogata, mi nombre es karasukage Reiji, igual te suena mi apellido porque mi madre es dueña de una verdulería de por aquí cerca —Intente entablar conversación con el sin ir directamente al lio, por intentar ganarme un poco su amistad. Todo esto claro, mientras seguía inspeccionando cada rincón del despacho.
— ¿Puedo hacerle unas preguntas? Si colabora conmigo terminaremos esto mucho más rápido, vera… Ahora mismo tengo una pequeña teoría. Quien quiera que entrase aquí a este despacho, sabía a por lo que venía, no hay nada por los suelos como en la cocina o el comedor, lo que me lleva a pensar que el desorden que hay fuere fue provocado a propósito.
Tampoco es que, en aquel momento, tuviera muchas más pistas. Dos salas desordenadas y una sala ordenada, pero la última era realmente el lugar del crimen. Me faltaba aún alguna pieza para poder ir encajando todo el puzle, sin embargo…
— ¿Alguien más aparte de ustedes dos tiene acceso a este despacho? Otros miembros del restaurante como los camareros, por ejemplo. Intuyo que solo ustedes dos conocían la ubicación de la receta, pero necesito preguntarlo. Usted Mirogata ¿sospecha de alguien? Y… ¿Puedo coger un poco de maíz de la cocina? He visto que había en una de las neveras abiertas, tercer cajón, junto a los tomates y las lechugas.
Yoru no era más listo de los cuervos. Tampoco era el más tonto, claro. Tenía serios problemas de adicción con una telenovela barata y bastante mala que echaban por la televisión. Sin embargo, era un cuervo aplicado, que hacía bien su trabajo. Tenía sus motivos, claro, si hacía bien las cosas, su recompensa serían más capítulos de aquella serie que le gustaba.
Así pues escudriño los alrededores del restaurante hasta que, de repente, vio algo que le resulto sospechoso. Un tipo que se intentaba mezclar con la multitud, pero se notaba desde lejos que era bastante sospechoso. Actuaba raro e iba más tapado.
Yoru pensó primero en ir a informar a Reiji. Pero ese pensamiento se esfumo enseguida. Si iba con tan solo eso, el joven gennin de Amegakure podría pensar que el cuervo se había montado una película por ver tanta telenovela.
Así pues, el cuervo decidió descender un poco más y observar con más detalle al sospechoso. Si hacía falta, incluso lo seguiría. El cuervo sabía que, cuanto mejor hiciera su trabajo, cuanta más información le llevara a Reiji, mas capítulos de su serie le dejarían ver.
Con esta motivación en mente, se dispuso a vigilar con todo su ser a aquel hombre.
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Mirogata se levantó de su cómodo sofá, extendiendo su mano. Estrechó la de Reiji mientras éste se presentaba, y luego volvió a tomar asiento, con una sonrisa hastía y cansada. Asintió entre tanto respecto a lo de la verdulería de su madre, afable; y luego respondió sin ningún reparo ante la querencia de su interlocutor.
—Puedes preguntar lo que quieras, joven Reiji. Para ti, y sólo por ésta vez... soy un libro abierto —le dijo, no sin antes otorgarle una sonrisa. ¿Y qué le podían decir aquellos gestos a Reiji? que Mirogata no lucía demasiado preocupado en tener que contestar nada. Sería sólo cuestión de juzgar a partir de eso, y en adelante.
—vera… Ahora mismo tengo una pequeña teoría. Quien quiera que entrase aquí a este despacho, sabía a por lo que venía, no hay nada por los suelos como en la cocina o el comedor, lo que me lleva a pensar que el desorden que hay fuere fue provocado a propósito.
—Claro, claro. No parece muy alocado. Sí, continúa.
—¿Alguien más aparte de ustedes dos tiene acceso a este despacho? Otros miembros del restaurante como los camareros, por ejemplo. Intuyo que solo ustedes dos conocían la ubicación de la receta, pero necesito preguntarlo. Usted Mirogata ¿sospecha de alguien? Y… ¿Puedo coger un poco de maíz de la cocina? He visto que había en una de las neveras abiertas, tercer cajón, junto a los tomates y las lechugas.
—Pues, no, Reiji-san. Tan sólo Yogaru-sama y éste humilde servidor tenemos las llaves que dan acceso al despacho. Señor, muéstresela, por favor —Mirogata dejó que de su blanquecino y pulcro conjunto de cocinero saliera una llave de color dorado muy similar al bronce, la cual colocó sobre una pequeña mesa de estantería. El jefe también hizo lo propio, muy a regañadientes, y dejó su llave al lado de la de su mano derecha. Desde ahí, Reiji pudo ver que ambas llaves eran de acero. De unos siete centímetros de largo, recta y con acanaladuras idénticas, lo que resultaba obvio dado que ambas daban acceso a una misma cerradura—. Y la verdad es que no, no sospecho de nadie en especial. Apenas contamos con siete empleados, tres de cocina y cuatro que trabajan en el salón. Todos seleccionados minuciosamente por ambos después de largas jornadas de reclutamiento y de los que creemos haber elegido bien. No sé, yo no desconfiaría de ninguno de ellos, pero supongo que ese no es mi trabajo sino el suyo.
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—Pues, no, Reiji-san. Tan sólo Yogaru-sama y éste humilde servidor tenemos las llaves que dan acceso al despacho. Señor, muéstresela, por favor
Ambos, aunque uno de ellos con más desgana que él otro, sacaron de su ropa una llave cada uno, la una idéntica a la otra y la pusieron sobre la mesa. No era una llave muy grande, medios unos siete centímetros y parecía hecha de acero. Las dos servían para abrir el despacho. Las mire con todo el detenimiento del mundo.
Me fijé en la cerradura. Yogaru la había abierto sin la llave, y Mirogata estaba dentro del despacho. Me fijé por si acaso la habían forzado de alguna manera. No era difícil fabricar una ganzúa con herramientas caseras. Necesitaba hacer un par de preguntas más todavía. Aunque la más importante era para saber el aspecto que tenía el objeto que tenía que recuperar.
—Y la verdad es que no, no sospecho de nadie en especial. Apenas contamos con siete empleados, tres de cocina y cuatro que trabajan en el salón. Todos seleccionados minuciosamente por ambos después de largas jornadas de reclutamiento y de los que creemos haber elegido bien. No sé, yo no desconfiaría de ninguno de ellos, pero supongo que ese no es mi trabajo sino el suyo.
—Pues sí, pero ahora mismo todo el mundo está en mi lista de sospechosos, sé que ustedes se saben la receta de memoria, y si quisieran robarla podrían apuntarla en un papel y punto. Pero hay un motivo más para robar la receta. Si todo el mundo sabe que Yogaru es su creador, o su heredero, es obvio que se la sabe de memoria incluso para su enemigo más tonto ¿Entonces para que quitarle la receta si va a poder seguir cocinándola? Pues para hacerle daño.
Aunque aún no conseguía encajar todas las piezas del puzle, aunque aún no sabía que narices había pasado allí, algo en mi cabeza hizo un pequeño “Click”. Una idea, una idea muy loca. MUY MUY LOCA. De esas que nunca tienen los genios, pero que de vez en cuando si las tenemos. Pues de esas.
—Antes de nada, señor Yogaru, Señor Mirogata, necesito saber dos cosas. La primera es: ¿Dónde estaba escrita la receta? ¿Era una libreta?¿Un pergamino?¿Que era? —Mi trabajo era encontrar al culpable, claro, pero si encontraba la receta pues mejor…—¿Podríamos llamar a todos sus empleados, organizar el restaurante, y volver a abrirlo como si nada de esto hubiera pasado y decir que ya ha encontrado lo que le robaron, que simplemente lo olvido en otro sitio? Sé que suena como una locura, pero piénsenlo, si el que hizo esto quería hacerle daño, quería que cerrara su restaurante y ve que ustedes siguen con su vida como si nada hubiera pasado, eventualmente dará la cara, voy a revisar otra vez la cocina, piénselo mientras
Salí del despacho tras ojearlo todo de nuevo, por si acaso se me escapaba algo. No tenía nada. Pero nada de nada. Una habitación cerrada con llave de la cual habían robado algo, dos habitaciones revueltas a propósito, para que todo pareciera lo que era, un robo. Pero eso no tenía ningún sentido.
Si ambos sabían la receta de memoria, si ninguno de ellos necesitaba consultarla para cocinarla ¿Por qué revolver el lugar para que pareciera un crimen? Si hubiera cogido la receta sin más, y se hubiese largado, tal vez Yogaru hubiese tardado años en darse cuenta de su desaparición. Esta era mi única pista solida: El ladrón quería que Yogaru supiera que le habían quitado su querida receta, el ladrón quería hacerle daño a Yogaru, pero… ¿Por qué? ¿Para qué?
O acaso...¿Acaso me estaba complicando yo solo?¿Acaso todo eso era más sencillo de lo que parecía y yo simplemente estaba dándole vueltas y vueltas? O tal vez…¿Estaba perdiendo facultades?
Observe de nuevo toda la cocina. La había ojeado antes, me la conocía de memoria, pero quería saber si se me había escapado algo. A veces pasaba. Hay cosas que la primera vez que las ves, pasan desapercibidas, pero después… Después resaltan como una señal luminosa. De cualquier modo, como no me habían dicho que no lo hiciera, cogí la mazorca, la observe, por si tenía algo raro. Si estaba limpia, pues me la comería.
Mientras tanto ¿Qué había sido de mi Cuervo? Cada vez estaba más seguro de que había vuelto a casa a ver su telenovela.
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—Antes de nada, señor Yogaru, Señor Mirogata, necesito saber dos cosas. La primera es: ¿Dónde estaba escrita la receta? ¿Era una libreta?¿Un pergamino?¿Que era? —pero antes de que el regordete gruñón pudiera siquiera pensar en contestar, el joven erudito continuó como el parlanchín que era, tratando de explayar sus ideas de un sólo golpe. Mientras más hablaba, no dejaría pasar por alto que tanto Mirogata como Yogaru lucían un tanto extenuados, como si les pesara el culo para procesar tanta información. De hecho, estuvo a dos palabras de mandar todo a la mierda, pero se contuvo—. ¿Podríamos llamar a todos sus empleados, organizar el restaurante, y volver a abrirlo como si nada de esto hubiera pasado y decir que ya ha encontrado lo que le robaron, que simplemente lo olvido en otro sitio? Sé que suena como una locura, pero piénsenlo, si el que hizo esto quería hacerle daño, quería que cerrara su restaurante y ve que ustedes siguen con su vida como si nada hubiera pasado, eventualmente dará la cara, voy a revisar otra vez la cocina, piénselo mientras.
Entonces, ellos cuchichearon. Conversaron acerca de las posibilidades planteadas, y trataron de cogerle un poco de sentido a todas las insinuaciones de Reiji. El Karasukage, no obstante, se había encaminado hacia las habitaciones posteriores para dar un vistazo más a todo, incluyendo la cocina. Lamentablemente, no obtuvo nada concreto. Todo lucía igual, y su mente prodigiosa no le señalaría nada nuevo.
Pero cuando volvió al despacho, y se fijó de nuevo en la llave; pudo notar una cosa: y es que la llave que pertenecía a Mirogata tenía un indiscutible aunque minúsculo cambio en uno de sus tallados. Parecía ligeramente gastada, como si... como si le hubiesen hecho una copia.
—A ver, chaval. De que podemos abrir, pues claro que podemos. Pero la gente va a hablar, de todas formas. Lo podemos hacer si crees que es buena idea, pero yo estimaba que pudieras resolver ésta mierda rápido, y yo para poder poner la máquina a funcionar; necesito al menos dos días, como mínimo. Y si en dos días no hemos recuperado mi jodida receta, estamos más fritos que pato rebosado.
—Y hablando de la receta, Reiji-san; está escrita en un pergamino antiguo. Verás, realmente es un rollo simbólico que ha pasado de generación en generación. No nos afecta no tenerla, como bien has insinuado. El problema está en que si la persona que lo robó, o a quien ésta se lo venda; logra replicarla nuestro plato insignia, perderemos todo lo que nos hace especial. Ese es para Tokaro-sama el mayor inconveniente.
. . .
El ave vigiló, así como bien se lo había propuesto. Pero no fue cinco minutos más tarde cuando aquel hombre se empezó a mover, luego de haber observado el restaurante durante todo ese tiempo. Luego tomó la avenida principal, y bajó dos cuadras hasta el cruce de un callejón. Ahí, al fondo, abrió una puerta de metal y se adentró en ella, a donde el cuervo probablemente no podría llegar.
Lo que sí había podido ver, no obstante, fue algo de sus facciones. Era un tipo algo moreno, de rostro cuadrado y una de las narices más torcidas que había visto el joven cuervo alguna vez. Y también vio que el acceso al edificio tenía un par de ductos de ventilación por donde, quizás, podría entrar. De todas formas, era un riesgo que tendría que considerar, sobre todo sin haber consultado aquella misión de cuervo-espía en la que se había enfrascado.
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Yoru hizo lo que él creía que se parecía más a la “orden” que Reiji le había dado. Vigilo al tipo sospechoso a conciencia, nada escapaba a sus ojos de cuervo. Nada, salvo lo que había tras una enorme puerta de metal.
Y es que, a los cinco minutos de estar parado frente al restaurante, el hombre se marchó de allí. El cuervo, bajo un supuesto ánimo por conseguir que lo dejaran ver más la tele, se dedicó a seguir al tipo hasta que entró en un edificio. Había conductos de ventilación. Pero ese no era lugar para un cuervo. Tal vez si para una rata, pero no para un cuervo. Y si entraba y lo pillaban… No podría volver a informar a Reiji, y este, no le dejaría ver la tele.
Lo que sí pudo reconocer el cuervo era la cara del tipo. Una horrible nariz torcidisima y la piel algo más oscura de lo normal. Tenía que volver a informar, y así lo hizo. Solo que, de nuevo, se encontró con la barrera de la puerta. Pero esta vez, pico y pico con fuerza, como si alguien llamase.
Si alguien le abría la puerta, entraría a compartir su información con las personas que se encontraban dentro.
Aproveche mi estancia en la cocina para devorar una mazorca de maíz que había por allí. Parecía bastante limpia y como yo no era un experto en venenos, tampoco podía distinguirlo. Era un riesgo que siempre merecía la pena correr. Al fin y al cabo, el maíz era la comida más deliciosa del mundo.
Observé mientras tanto la cocina. Nada. No encontraba nada ¿Por qué alguien montaba todo ese desastre sin ningún sentido? ¿Cómo encajaba todo aquello con el orden que había en el despacho? No había ni una sola pista. Y lo único que estaba consiguiendo con mis preguntas era cansar más a aquellos pobres hombres que lo estaban pasando mal con su negocio.
Cuando termine de comer, tire los restos a la papelera. No sin antes, claro, revisar su contenido. No la había mirado antes, pero era probable que allí hubiera algo. También era probable que no lo hubiera. Volví al despacho entonces.
—A ver, chaval. De que podemos abrir, pues claro que podemos. Pero la gente va a hablar, de todas formas. Lo podemos hacer si crees que es buena idea, pero yo estimaba que pudieras resolver ésta mierda rápido, y yo para poder poner la máquina a funcionar; necesito al menos dos días, como mínimo. Y si en dos días no hemos recuperado mi jodida receta, estamos más fritos que pato rebosado.
—Y hablando de la receta, Reiji-san; está escrita en un pergamino antiguo. Verás, realmente es un rollo simbólico que ha pasado de generación en generación. No nos afecta no tenerla, como bien has insinuado. El problema está en que si la persona que lo robó, o a quien ésta se lo venda; logra replicarla nuestro plato insignia, perderemos todo lo que nos hace especial. Ese es para Tokaro-sama el mayor inconveniente.
Había dos cosas raras en esa habitación en ese momento. La primera, era la llave de Mirogata, que tenía una indiscutible marca de haber sido copiada. La segunda es que había mencionado a un tal “Tokaro-sama”. ¿Quién era Tokaro-sama? ¿ Riya Yogaru? Los dos nombres tenían de similar lo que yo me asemejaba a una blanca paloma.
— ¿Le ha dejado a alguíen su llave Mirogata-san? Tiene marcas de haber sido copiada recientemente ¿tal vez alguien se la cogió en algún momento de despiste, alguno de sus compañeros de cocina? Y otra pregunta ¿Quién es Tokaro-sama? ¿Es algún mote del señor Riya Yogaru?
Mientras tanto, alguien llamaba a la puerta del restaurante. Pero ¿quién sería?
— ¿Puede ir a ver quién es y abrirle? Espero que sea mi cuervo de una maldita vez… mientras tanto, conteste a mis preguntas Mirogata-san, por favor.
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18/11/2017, 16:20
(Última modificación: 18/11/2017, 17:37 por Aotsuki Ayame.)
—¿Le ha dejado a alguien su llave Mirogata-san? Tiene marcas de haber sido copiada recientemente ¿tal vez alguien se la cogió en algún momento de despiste, alguno de sus compañeros de cocina? Y otra pregunta ¿Quién es Tokaro-sama? ¿Es algún mote del señor Riya Yogaru?
El souschef le miró confundido, y meditabundo; tornó el rostro hacia la llave. La cogió e intentó ver lo que decía Reiji en función de las hendiduras de la llave, pero quizás su vista no era lo suficientemente aguda como para pillarlo. Torcio el gesto tratando de hacer memoria, pero lo único que pudo hacer fue negar con la cabeza. Negar, y negar, porque aquella llave siempre había estado consigo. ¿O no?
O...
¡Pák, Pák, Pak!
El retumbe de las puertas exteriores le hizo vacilar. Alguien llamaba afuera, y Reiji creía que se trataba de cuervo.
—¿Puede ir a ver quién es y abrirle? Espero que sea mi cuervo de una maldita vez… mientras tanto, conteste a mis preguntas Mirogata-san, por favor.
Yogaru le miró con cara de pocos amigos, y comenzó a andar hacia el exterior. No sin antes soltar un par de perjuras, porque aquella situación le iba a volver loco. Más de lo que ya estaba.
—Joven Reiji, la verdad es que... no. No sé, siempre la llevo encima. Y cuando no, es en casa, ¿pero quién ha podido entrar ahí expresamente a robar- —Reiji lo vio, vio como los ojos de Mirogata se inflaban como globos de helio. Vio el cómo la realización le invadió, pues algo había recordado.
Entonces miró a los ojos del Karasukage, y Mirogata fue un libro abierto.
—No, no pudo haber sido ella. No...
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—Joven Reiji, la verdad es que... no. No sé, siempre la llevo encima. Y cuando no, es en casa, ¿pero quién ha podido entrar ahí expresamente a robar-
Entonces los ojos de Mirogata se hincharon. Como los mofletes de mi hermana pequeña cuando se enfada. Parecía que había recordado algo. Algo importante y que podía tener relación con el caso que estábamos tratando. ¿Podría ser aquello por fin una pista? ¿Acaso por fin mi esfuerzo estaba sirviendo de algo?
Fue entonces cuando el segundo al mando de aquel barco me miró fijamente a los ojos, y por fin, me dio una pista nueva.
—No, no pudo haber sido ella. No...
—Cálmese ¿Quién es ella?¿Su esposa?¿Su hija?¿Su hermana? Entiendo que esto es difícil para usted, pero tenemos que resolver esto cuanto antes.
No aparte la mirada de aquel hombre, es más, me mantuve firme mirándole a los ojos. Necesitaba intentar saber si me estaba mintiendo o me estaba diciendo la verdad, había leído algo en un libro sobre los ojos, y mi vista no era del todo mala, aunque aún se estaba desarrollando, como mi mente. Quien sabe, tal vez sirviera de algo.
Mientras tanto, y por el ruido del aleteo del pájaro, supe que Yogaru le había abierto la puerta al pájaro, que entro a toda velocidad en busca de Reiji. Al menos, a la velocidad que le marcaba Yogaru, por que, por desgracia para Yoru, no sabía abrir puertas él solito. Por desgracia para Yoru y por suerte para mí.
—Has tardado mucho ¿Qué has estado haciendo?
Le dije al cuervo cuando al final nos alcanzó.
—Haber tipo raro fuera, yo ver que ser sospecho, el comportarse extraño. Yo seguir cuando marchar y poder ver algo, el ser un poco moreno de piel y tener una fea nariz muy torcida. Ser hombre muy sospecho, pero entrar en sitio imposible para mí.
El cuervo habló en su poco fluido lenguaje humano. Kiara sí que hablaba bien, pero a Yoru le faltaba un rato más de televisión o dejar de ver tanto la tele y ponerse a estudiar. De cualquier modo habló como pudo para que lo entendieran todos, incluso Yogaru Y Mirogata.
— ¿Les suena una persona con la piel morena y la nariz torcida?
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Mirogata no respondió, al menos de inmediato, ninguna de las querencias de Reiji. No, tenía que procesar lo descubierto. Tenía que tratar de explicarse el por qué, ella, de entre todos; podría haberle traicionado. ¿Por qué, y cómo, iba a saber que esa llave daba acceso a dónde? ¿se lo había dicho él en alguna conversación casual? ¿o cómo?
Quedó en silencio mientras el Cuervo entraba por delante de Yogaru y contaba su historia.
Tanto Yogaru como Mirogata se quedaron más perplejos cuando el animal habló, tan bien como sólo una adiestrada mascota podía hacerlo.
Hombre moreno, de nariz torcida. Sospechoso. Ambos negaron, sin ningún recuerdo anecdótico que les hiciera recordar a nadie con tan vaga descripción.
Mirogata, sin embargo, tenía cosas que responder.
—Ella es, no sé cómo decirlo. Mi.. ¿peor es nada? aún no somos nada oficial, verás, sólo llevamos un tiempo saliendo juntos. Conociéndonos. Sinceramente, es la única persona que podría haber estado cerca de la llave recientemente. Pero en serio, Reiji-kun, no creo que haya sido ella.
—¿Y cómo conociste a esa zorra, eh? ¿tiene algo que ver con otros restaurantes, acaso?
—¡Para nada, Yogaru-sama! ¿cree usted que me me iba yo a involucrar con alguien que tuviera algo que ver con el negocio?; no señor. Me basta y sobra con venir aquí a diario, Naoki en cambio es todo lo contrario. ¡Ni sabe cómo pelar una patata, por el amor de Ame no Kami!
El jefe le miró poco convencido, pero su cabeza no daba para elaborar intrincadas soluciones. Así que volteó a ver a Reiji y le miró fijamente, esperando obtener respuestas de él.
—Bueno, niñato. Llevas aquí media hora y ya tienes un centenar de respuestas. Admito que sabes hacer bien tu trabajo, ¿pero, y ahora? ¿ves una conexión en toda esta mierda, incluyendo las panfletas que te ha contado tu jodida mascota? ¿qué viene luego?
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—Ella es, no sé cómo decirlo. Mi.. ¿peor es nada? aún no somos nada oficial, verás, sólo llevamos un tiempo saliendo juntos. Conociéndonos. Sinceramente, es la única persona que podría haber estado cerca de la llave recientemente. Pero en serio, Reiji-kun, no creo que haya sido ella.
—¿Y cómo conociste a esa zorra, eh? ¿tiene algo que ver con otros restaurantes, acaso?
—¡Para nada, Yogaru-sama! ¿cree usted que me me iba yo a involucrar con alguien que tuviera algo que ver con el negocio?; no señor. Me basta y sobra con venir aquí a diario, Naoki en cambio es todo lo contrario. ¡Ni sabe cómo pelar una patata, por el amor de Ame no Kami!
—Bueno, niñato. Llevas aquí media hora y ya tienes un centenar de respuestas. Admito que sabes hacer bien tu trabajo, ¿pero, y ahora? ¿ves una conexión en toda esta mierda, incluyendo las panfletas que te ha contado tu jodida mascota? ¿qué viene luego?
Si, las piezas del puzle empezaban a encajar, claro que no de la manera que cabía esperar. El pobre Mirogata parecía haber sido víctima de un engaño. Tal vez no, claro, yo podía equivocarme en mis conclusiones, y la información no estaba completa, pero una cosa sí que estaba clara: Si solo ella podía estar cerca de la lleve de Mirogata, o él o ella habían hecho una copia.
—Tengo una ligera idea de lo que puede haber pasado, en realidad, tengo varias opciones
Si, había varias cosas que podían haber pasado, pero las posibilidades se iban reduciendo conforme la historia empezaba a tomar forma. Yo no conocía a Naoki, tal vez era una persona muy lista como para fingir que no tenía ni idea de cocina, tal vez trabaja como espía para otro restaurante, seduciendo a los miembros de otros para robarles sus recetas, o incluso podía ser que alguien la manipulara.
—Solo hay dos personas que han podido copiar la llave de Mirogata. Él mismo, o Naoki. Teniendo en cuenta que si Mirogata quisiera fastidiarle, sería capaz de escribir la receta en un papel por que la conoce de memoria y que no necesita una copia de la llave por que ya tiene una, me decanto por la opción de Naoki. No quiero restarle veracidad a las palabras del señor Mirogata, puede que ella no sepa ni pelar una patata, pero eso no nos dice nada. Aquí es donde empiezan las opciones, La primera es que Naoki este fingiendo y le halla engañado completamente, la segunda es que Naoki tenga algún familiar con un restaurante o alguien a quien le haga el trabajo sucio ¿Conoce a su familia o a sus amigos Mirogata? La última, es que alguien la esté manipulando o chantajeando para que haga estas cosas.
Mucha información para aquellas almas cansadas, tal vez, pero aún me quedaba algo por decir, aún tenía un par de frases sobre el crimen que tenía que incluir a mi pequeño discurso, que retome tras una larga pausa para que asimilaran mis palabras.
—Existe otra posibilidad, algo más improbable, y es que el culpable sea Mirogata, sé que lo he descartado hace unos segundo, pero es que quería ponerlo como ultimísima opción. Puede que, para no parecer el culpable, le diera una copia de su llave a Naoki, y le indicase donde estaba la receta. Porque, dado que el despacho era el único lugar sin revolver, podemos deducir que el ladrón sabía exactamente lo que buscaba y donde encontrarlo, y dado que ustedes dos son los únicos que tienen acceso al despacho y conocen donde está la receta y que Yogaru no va a robarse a sí mismo para auto fastidiarse el negocio, solo queda una persona en este lugar que supiera donde se encontraba la receta: Usted, Mirogata. ¿Acaso le dijo a Naoki algo sobre la receta o hizo usted todo esto?
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—¿Acaso le dijo a Naoki algo sobre la receta o hizo usted todo esto?
¿Acaso le había dicho algo a Naoki, durante alguno de sus tantos encuentros casuales, y los no tan casuales también?
La verdad es que no lo recordaba. No, por más que le diese vueltas al asunto, no podía recordarlo. Los quizás le abarrotaban la cabeza, pero él sabía que un puede ser no le iba a bastar a Reiji. No cuando se había tomado semejante discurso para acusarle, aunque como última opción. Lo único que le quedaba a Mirogata era aceptar la posibilidad de que ella, la mujer de la que creía estar enamorado, era la principal sospechosa de haberle copiado la llave. Y si ella había copiado la llave, probablemente tendría conocimiento acerca de quién había robado el pergamino, y para qué.
La cuestión estaba en cómo podían saberlo con certeza. Conocía de una forma, aunque quizás la única, pero no le gustaba para nada.
—Está bien, supongo que no puedo negar que todo ésto la hace lucir bastante sospechosa, sobre todo cuando sé que no tengo nada que ver en esto. Ahora, ¿qué es lo que sugiere, Reiji-kun? porque no creo que pueda actuar muy normal después de semejante sospecha. Y he quedado con ella para vernos hoy, a la tarde.
Yogaru volteó a ver al genin, y a su loro. Ansioso, a la espera de una respuesta definitiva. Ya bastaba de charlas, era hora de meter las manos en la mierda y comenzar a hurgar un poco.
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—Está bien, supongo que no puedo negar que todo ésto la hace lucir bastante sospechosa, sobre todo cuando sé que no tengo nada que ver en esto. Ahora, ¿qué es lo que sugiere, Reiji-kun? porque no creo que pueda actuar muy normal después de semejante sospecha. Y he quedado con ella para vernos hoy, a la tarde.
Ni tampoco podía negarse que él también parecía sospechoso a más no poder. Quien sabe, tal vez fuese quien estaba detrás de todo, pues desde luego, después de decir que con trabajar allí cada día tenía suficiente, y el tono que había usado, parecía no estar del todo contento con su puesto de trabajo. Claro que, con Yogaru como jefe, no era difícil descontentarse del trabajo. Claro que, dada la situación, también era normal la actitud de Yogaru, pero si era así todos los días, Mirogata seguramente acabara cada día hasta las narices.
—No es que pueda o no actuar con normalidad frente a Naoki, es que tiene que actuar con total normalidad frente a Naoki
Mi plan estaba claro: Seguirlos y espiarlos. Sobre todo a Naoki. Pero no solo eso, tenía que apostar uno o varios cuervos para que vigilaran los alrededores, por si aparecía alguien sospechoso o el tío de la nariz rara que había visto Yoru. Tal vez era el momento de llamar a otro pájaro, pero Yuki llamaba demasiado la atención con su color blanco níveo, tendría que ser Kiara, casi por fuerza.
—Usted quedara esta tarde con Naoki, y actuara con total normalidad, al menos al principio. Yo y mis cuervos les vamos a seguir, tal vez incluso luego sigamos a Naoki y la vigilemos o incluso soy capaz de interrogarla, ya iré viendo sobre la marcha, conforme avance la tarde
Tal vez, incluso tuviera que vigilar al propio Mirogata. Porque, quien sabe, a estas alturas aun no podía tacharlo de la lista de sospechosos. Ni a él, ni a ella. Incluso, los dos podían ser cómplices del mismo delito. Yo, Karasukage Reiji, resolvería aquel misterio.
Como me hacía falta para la misión, invoque allí mismo a Kiara, le expliqué la situación y la puse al día. Ella y Yoru tendrían que ayudarme con aquel trabajo. Seis ojos veían más que uno, sobre todo si cuatro de ellos podían volar. Además, a Kiara parecía entusiasmarle la idea de espiar a una pareja, y eso que el de las telenovelas era Yoru, que también dejo car algún comentario sobre la situación, comparándola con una de sus horribles series.
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Mirogata, ya no tan calmo y educado como al principio, tuvo que buscar la mirada de Yogaru. El gordo habló.
—Tranquilo, colega. Sé que no tienes nada que ver con toda ésta mierda, aún y cuando el jovencito no vaya a descartarlo hasta el final. Venga, yo voy a quedarme a limpiar un poco el desastre, vosotros, bueno... ¡encargaos de encontrar el puto papel de mierda para yo poder echar una siesta tranquilo!
—Vale, Yogaru-sama.
Luego, Reiji hizo uso de sus facultades y trajo al mundo a otro animal alado.
Mientras éste le explicaba todo a su mascota, Mirogata recogía un par de cosas de un casillero y trataba de ordenar un poco la cocina. Pero en realidad estaba tratando de recobrar un poco la compostura y no caer en el juego de tentaciones a las que el muchacho quería atraerle. Si él no era el culpable, ¿por qué temer de un reticente crío, que sólo es un poco más inteligente que el resto?
Acomodó su frondosa cabellera, y practicó frente al reflejo de una olla. Sonrió, carismático y grácil como siempre lo fue.
Finalmente, volteó a ver a Reiji. Y a sus cuerpos.
—Estoy listo.
. . .
Mirogata había quedado con Naoki, la mujer ahora sospechosa, para tomar algo y luego ir a cenar. El lugar en cuestión fue prácticamente al otro lado de la Aldea, en uno de los barrios vecinos; en donde los locales más sociales hacían mayor vida.
El hombre tomó asiento, siendo el primero en llegar, teniendo en cuenta que quería que Reiji pudiera echarle un ojo al lugar y poder, además, encontrar sitio para pasar desapercibido.
El cómo, dependía de él y sólo de él.
El local estaba ubicado en un espacio abierto, como una especie de terraza por fuera del local. Sombrillas cubrían las mesas y las barras, y meseros iban y venían del interior. No estaba demasiado atiborrado de gente, quizás unas cuatro mesas a medio ocupar, pero por suerte la calle era bastante concurrida.
Nivel: 17
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Dinero: 4650 ryō
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No terminaba de fiarme de Mirogata. La verdad es que no solía fiarme de las personas a las que acababa de conocer, pero menos aún de una persona que era claramente sospechosa en un caso.
Tenía varias opciones, que al final se reducían a una sola. Podía vigilar a la pareja desde lejos, en un punto en el que pudiera escucharlos, para que Mirogata se olvidara de mí y hablara como si nadie le vigilara, el problema de eso es que él si sabía que yo le vigilaba. Así que opte por la opción más simple, pero más segura. Lo mejor era no perderle de vista.
Lo primero que hice fue ordenar a Kiara que vigilara el restaurante y a Yogaru, por si acaso el culpable volvía a la escena del crimen. A Yoru le ordene que viniera conmigo, y que vigilara los alrededores del sitio donde Mirogata y Naoki habían quedado. Sobre todo, le ordene que estuviera pendiente por si aparecía cerca el hombre de la nariz torcida. Tal vez no era nadie importante, pero si Yoru decía que el tipo era sospechoso, tenía que darle una oportunidad.
Seguí a Mirogata a una distancia prudencial para no perderle de vista y a la vez, para que no pareciera que íbamos juntos. El sitio estaba en la otra punta. Bien lejos del restaurante de Yogaru. Había hecho bien en dejar a Kira allí vigilando. Por otro lado, el sitio también estaba abarrotado de gente, sin embargo el sitio en el que Mirogata había quedado, todavía tenía mesas libres. Él se sentó en una de las que estaba libres y yo me sentaría en la más cercana que estuviera libre, y que me permitiese ver a ambos y escucharles, también pediría algo para comer, preferiblemente que llevara maíz, y algo para beber.
Solo tenía que hacerme pasar por un cliente más, Naoki no me conocía de nada, y en caso de conocerme de algo, era muy difícil que pudiera relacionarme de alguna manera con Mirogata. La mejor forma de que algo pase desapercibido es ponerlo a la vista de todos. Y a la vista de Naoki, yo no tenía por qué ser nada más que un cliente del establecimiento. No era el plan perfecto ni de lejos. Pero el plan más óptimo.
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Reiji y Mirogata, separados por tan sólo un par de mesas, aguardaron pacientes. Reiji podía ver que el sous había mantenido la compostura y que, a pesar de todo, no lucía demasiado nervioso. Eso, claro, hasta que divisó al cruce de la esquina, que una mujer se acercaba.
Era hermosa, aunque de una belleza no de las usuales. No era rubia, ni extremadamente esbelta, o con grandes atributos; por el contrario, era una mujer elegante, de buen rostro y delgada. Su cabellera era frondosa, en rulos, que le caían como serpentina a lo largo y ancho de su espalda.
Naoki tomó asiento frente a Mirogata, sólo después de darle un beso en la mejilla.
—Uff, querido, ¡si te cuento! —dijo, con cotidianidad en su tono de voz—. hoy en el trabajo...
y comenzó a hablar del curro, y de cómo había perdido, a según, una enorme cantidad de flores rojas que por alguna razón se habían marchitado durante la noche. Luego de ponerse al día —durante ese tiempo, Mirogata calló como un buen hombre y escuchó los acontecimientos del día a día de su pareja—, volvió a inquirir algo.
—En fin, no te quiero aburrir más. Y a ti, ¿cómo te fue en el trabajo?
Mirogata sonrió, y la vio a los ojos. Cuando iba a responder, uno de los mesoneros llegó para servir un par de entradas. Aquel tiempo fuera, sin embargo, le tendría que servir a Reiji para meditar, hasta ese entonces, el encuentro. ¿Qué podía decir Karasukage Reiji, a priori, de el encuentro?
Nivel: 17
Exp: 144 puntos
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—Uff, querido, ¡si te cuento! hoy en el trabajo...
Naoki, una mujer que parecía de clase alta, no destacaba por su físico, sino por la elegancia que desprendía con cada movimiento que hacía. Les observe de reojo. No parecía el tipo de mujer que saldría con alguien como Mirogata, no porque él no fuera suficiente para ella, sino porque ese tipo de mujeres solía creerse que lo mínimo para ellas era un príncipe azul. Y desde luego, Mirogata no era esa clase de hombre. De cualquier modo, yo no era nadie para juzgar ese tipo de cosas, las mujeres no eran mi punto fuerte, y solo sabía lo que había leído en los libros.
Naoki habló mucho. Le conto con todo lujo de detalles como había sido su día y Mirogata, como un Caballero de los de verdad, escucho atentamente el monologo sin decir ni una sola palabra. Y al final, cuando ya creía que la cháchara de la mujer no iba a terminar nunca, llego la pregunta que había estado esperando desde hacía eones.
—En fin, no te quiero aburrir más. Y a ti, ¿cómo te fue en el trabajo?
En ese momento fue cuando más me fije en el rostro de Naoki. Y recé a todos los dioses que conocía, para que Mirogata le respondiera que había sido un día como los de siempre. Recé para mis adentros para que no dijera ni una sola palabra de los acontecimientos con la receta. Al fin y al cabo, yo les había sugerido hacer vida normal, como si no hubiera pasado nada, incluso reabrir el restaurante. Esperaba que Mirogata lo recordara.
Si ella tenía algo que ver, había dos opciones, o era muy buena fingiendo, algo malo para el pobre Mirogata, o su rustro lo diría todo.
Vamos, Mirogata, tu puedes. Pensé fuertemente, por si acaso tenía poderes psíquicos ocultos y él lograba escucharme.
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