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Naoki aguardó expectante una respuesta, y después de un par de tragos, él habló.
—¿Qué no te has enterado? —indagó él, curioso.
—De qué, cielo.
—Pues hemos sido víctimas de un... robo. O eso parece.
—Por Ame no Kami, cariño; ¿cuándo? ¡¿cómo? ¿estás tú bien?
La mujer acercó su silla hasta los linderos de Mirogata, y le abrazó a medias. Parecía genuinamente sorprendida, aunque también muy interesada en la noticia.
—Sí, todo bien, ha sido mientras estaba cerrado. No sé, han revolcado todo y parece que han robado un par de cosas, pero aún no sabemos nada con certeza. Están investigando.
—Oh... es serio, entonces. ¿Quiénes?
—Ninjas —y Reiji pudo notar cierto énfasis en aquella singular palabra. Quizás, Mirogata quería ayudar en poder permitirle al joven shinobi a que analizase la reacción de la mujer ante tan súbita información, pero en principio ésta no se vendió ante el anzuelo. Sólo parecía un tanto sorprendida de que todo fuera tan serio.
De cualquier forma, el Karasukage tendría que trabajar con lo que tenía. Mirogata había elegido un curso de acción y él, desde luego, tendría que adaptarse a éste, dado el poco margen de maniobra que tenían ellos dos en ese instante.
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—¿Qué no te has enterado? —indagó él, curioso.
—De qué, cielo.
—Pues hemos sido víctimas de un... robo. O eso parece.
—Por Ame no Kami, cariño; ¿cuándo? ¡¿cómo? ¿estás tú bien?
—Sí, todo bien, ha sido mientras estaba cerrado. No sé, han revolcado todo y parece que han robado un par de cosas, pero aún no sabemos nada con certeza. Están investigando.
Quise por un momento darme una palmada en la frente. Eso no era actuar como si no hubiera pasado nada. La mujer parecía sorprendida por todo el tema del robo. Pero a mí y a mi escepticismo no nos la colaban tan fácilmente, en mi cabeza, uno de esos dos todavía era culpable. Sin embargo ¿Y si Mirogata solo había mencionado a la chica para quitarse las sospechas de encima?
—Oh... es serio, entonces. ¿Quiénes?
Y al final, la decisión de Mirogata no fue tan mala ¿Por qué le interesaría a aquella mujer quien estaba investigando? Tal vez era una mujer muy cotilla, pero dada la situación no podía descartar un interés basado en el mero hecho de querer saber quién la estaba investigando para así poder ocultarse mejor.
—Ninjas
No pareció sorprenderse, y entendí que no se sorprendiera ¿Quién iba a investigar un robo si no era un ninja? Al fin y al cabo éramos nosotros los que trabajábamos por la seguridad de los ciudadanos, era a nosotros a los que se nos asignaban este tipo de tareas.
Seguí en mi sitio, como un cliente mas, esperando que me trajeran el plato con doble de maíz que había ordenado.
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—¿Ninjas? ¡santo cielo, y cómo no! —advirtió, ruborizada—. si es que Sabores de Tormenta es un restaurante muy famoso. Que pregunta tan tonta, cariño, discúlpame. jiji.
Ellos recibieron un par de platos más al unísono de Reiji, cuya mesa también sería ocupada con lo que él había solicitado. Un plato de tartá de carne con doble ración de maíz rebosado dulce. Acompañado de un té caliente de limón y un vaso de agua.
—Y bueno, qué, ¿estuviste con ellos, con los ninjas? ¿son de alta jerarquía o...?
Calló, casi casual, mientras alzaba la vista y se llevaba un pedazo de comida a la boca.
Mirogata se mostró nervioso por primera vez, sin embargo. Casi que sentía lo mismo que Reiji, ¿sería aquello insistencia o sólo curiosidad?
Pero si algo pudo ver el Karasukage, era que Mirogata no podría aguantarlo demasiado tiempo. De hecho, de pronto el subterfugio planificado se fue a la mierda con una mirada honesta y con las manos de Mirogata entrelazándose con las de Naoki.
—Cariño, dime que no has sido tú. Dímelo. ¡Dímelo!
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—¿Ninjas? ¡santo cielo, y cómo no. Si es que Sabores de Tormenta es un restaurante muy famoso. Que pregunta tan tonta, cariño, discúlpame. jiji.
Un camarero vino a traerme la comida a la vez que se la trajo a Mirogata y su acompañante femenina. Era un buen trozo de carne con doble ración de maíz. Corte un pedazo, y acompañado de un par de granos de maíz, me lo lleve a la boca. La carne estaba más hecha de lo que a mi me gustaba, pero acompañada del maíz estaba buena.
—Y bueno, qué, ¿estuviste con ellos, con los ninjas? ¿son de alta jerarquía o...?
La primera vez, podía ser por curiosidad, la segunda vez también podía haber alguna duda, pero había hecho nada menos que tres preguntas sobre la investigación pese a que Mirogata ya le había dicho que estaba bien. Eso, sin duda alguna, era insistencia. Si ella no era la culpable, por lo menos, era cómplice.
—Cariño, dime que no has sido tú. Dímelo. ¡Dímelo!
Maldición. Mirogata era un hombre de mente débil, y no había podido evitar sucumbir a sus inseguridades y arrojarse de lleno en una piscina de la que no sabía si saldría ileso. No al menos psicológicamente, porque si ella era tan solo cómplice del robo, eso sería un palo para él, pero si encima tenía el descaro de mentirle, y luego se descubría él pastel, entonces el golpe a su corazón seria dos veces peor.
No me quedaba más remedio que seguir escuchando y observando la escena sin actuar mientras comía como un cliente más, aunque aparte un puñado de granos de maíz y los guarde en el portaobjetos, pera emergencias.
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Los ojos de Naoki se torcieron hasta sus alrededores, observando el cómo los demás comensales les observaban, curiosos, por aquel repentino alzamiento de voz de su compañero. Torció también el gesto, y no pudo evitar morderse el labio y vestir su rostro con aparente confusión ante las insinuaciones que, repentinamente, estaba soltando su pareja. Sintió las manos de Mirogata tomarle las suyas, y temblar, y temblar, pero las de ella —y ésto Reiji no tendría forma de saberlo— no temblaron, en cambio. Se mantuvieron firmes, a juego con un temple mentiroso que fraguó su respuesta.
Una mano derecha, cálida y suave, se terció por la mejilla de Mirogata. Él suspiró, y cerró los ojos por un momento.
—Mirogata-kun, pero qué estás diciendo. ¿Cómo puedes pensar que yo tengo algo que ver? ¿qué te han metido en la cabeza esos ninjas, mi amor...
—No lo sé, no lo sé. La llave, ellos, ellos creen que has sido tú.
Naoki alzó la vista, y volvió a ver a los comensales. Pero ésta vez, más curiosa, más analítica. Tengo que repetir que no era rubia, así que no era tonta.
De entre todos, se fijó en Reiji. Porque Reiji, bueno, era el único con una bandana reposándole en el cuello.
Pero no se le quedó viendo, es más, se trató de una mirada fugaz y que pasó indescifrable para el Karasukage. No podría saber con certeza —de aquella certeza que por lo general le confiere su inteligencia—. si Naoki se había percatado de algo, o no. Desde luego, todo seguía siendo poco claro. Y más confuso a medida de que pasaba el tiempo.
—Vale, ésto te tiene muy afectado, lo entiendo. Vamos, vamos a casa. Te prepararé un te y hablaremos más tranquilos sobre todo, sin tanta gente alrededor.
Los ojos de Mirogata, por un minucioso instante, se pasearon por los de Reiji. Abiertos como platos, por un milisegundo.
Luego, se levantó, y después de haber dejado un par de billetes, comenzó a caminar junto a Naoki rumbo a dirección desconocida.
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La gente se dio la vuelta para observar a la pareja. Eso me dio la oportunidad de mi vida, si todos les miraban, porque iba a ser yo menos. Al fin y al cabo me estaba haciendo pasar por un comensal más, sería totalmente sospechoso que fuera el único que no alzara la mirada de su plato para observar los acontecimientos que se iban a suceder ante mi.
—Mirogata-kun, pero qué estás diciendo. ¿Cómo puedes pensar que yo tengo algo que ver? ¿qué te han metido en la cabeza esos ninjas, mi amor...
—No lo sé, no lo sé. La llave, ellos, ellos creen que has sido tú.
Y tanto que creía que había sido ello. No había otra persona capaz de hacerlo, solo Mirogata y o estaba actuando la mar de bien siendo él el auténtico responsable de todo, o bien mis sospechas de que ella era una mentirosa de cuidado estaban en lo cierto. Si tuviera que elegir en ese mismo momento, votaría por mí mismo, al fin y al cabo era la persona de la que más me fiaba.
Y antes de decir unas palabras que forzarían mis siguientes movimientos, la mujer de las mentiras alzo la vista de la mesa, y deslizo su mirada de, me niego a decir esa palabra que empieza por S, por todas las mesas del restaurante, devolviéndoles las miradas a todos los comensales, incluso a mí, que les estaba observando fijamente.
—Vale, ésto te tiene muy afectado, lo entiendo. Vamos, vamos a casa. Te prepararé un te y hablaremos más tranquilos sobre todo, sin tanta gente alrededor.
Esto me hizo reaccionar. No podía permitirlo, incluso si había más gente delante, no podía permitir que se marcharan. Podía seguirlos si, pero en aquel momento ella ya había pasado su mirada por mí, y muy tonta tenía que ser para no ver la bandana de mi cuello. Si les seguía me iba a delatar a mí mismo, y puestos a tirarse a la piscina, ese era el momento.
—Alto ahí, vuelvan a sentarse, es una orden. —les dije a ambos con un tono autoritario que no me salía muy bien. —Ustedes dos no van a marcharse a ninguna parte, especialmente usted, señorita
Si me obedecían, cogería mi plato y mi silla para sentarme en la misma mesa que ellos, si no, bueno… Entonces tendría que actuar de otra manera.
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¿Alto ahí? ¡¿Quién, quién se atrevía a ...?
Mirogata alzó la vista, y se llevó las manos a la cara. Oh, todo se iba a la mierda. Él, su trabajo, su relación. ¡Todo se iba a la mierda! pero se anegó de decir nada. Naomi, por su parte, tuvo que observar con incredulidad tanto a Mirogata como a Reiji, quien había tomado una decisión a pesar de que algunos pudieran pensar que no fue la más correcta. Quizás, hubiese sido altamente recomendable dejar seguir el caudal de aquel encuentro, y tal vez, sólo tal vez, la información iba a llegar tarde o temprano. Pero ahora el banquillo del acusado yacía expuesto para Naoki, quien podía ser muchas cosas pero no tonta.
—Reiji-san, ¿qué es lo que hace?
—¿Le conoces? —no parecía muy a gusto con todo aquello, así que soltó a Mirogata de su cándida mano.
Él alzó los hombros, rendido ante la situación.
—Claro, usted debe ser el que cree que yo tengo algo que ver con algo tan grave. Pues déjeme decirle, niño, está equivocado, y al menos de que tenga una prueba irrefutable, nada va a evitar que me vaya si así lo quiero. Adiós.
Se volteó, enojada, y comenzó a caminar. Mirogata la vio alejarse un par de pasos, y se debatía si seguirla, o permanecer con Reiji.
De una u otra forma, a Reiji se le complicaba el asunto. Su principal sospechosa se iba a ir, y realmente no tenía forma de detenerla. ¿Quizás abordar el asunto de otra forma, podía ser?
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13/12/2017, 23:54
(Última modificación: 13/12/2017, 23:54 por Sasaki Reiji.)
—Claro, usted debe ser el que cree que yo tengo algo que ver con algo tan grave. Pues déjeme decirle, niño, está equivocado, y al menos de que tenga una prueba irrefutable, nada va a evitar que me vaya si así lo quiero. Adiós.
—Se equivoca, señorita, yo no soy el que cree que usted tiene algo que ver algo tan ”Grave”. Yo soy el que SABE que usted tiene algo que ver.
Tal vez por las prisas que tenía por marcharse, tal vez porque no era tan lista como ella misma se creía. Había cometido un error, un grave error. Tal vez pudiera ser porque ella no tenía la memoria que yo tenía.
—De hecho, acaba de cometer un error, pues en ningún momento las palabras de Mirogata han indicado que el asunto fuese “grave”, de hecho, han mandado a investigar a un ninja del más bajo rango, tal vez solo hayan robado, un par de sillas y mesas.— Era obvio que estaba implicada, era más que obvio.— Aaaa, pero usted si sabe lo que han robado ¿Verdad? Por eso califica el asunto de grave.
No había marcha atrás, ni para ella, ni para mí, ni siquiera para el pobre Mirogata. En su caso era peor, su chica, la mujer de la que probablemente estaba locamente enamorado, era la culpable o la cómplice de un robo en el restaurante en el que el trabajaba. ¿Y si Yogaru dejaba de confiar en el por aquello? La cabeza del hombre debía ser un caos en aquel momento, y yo no quería estar en su lugar.
—Se lo voy a repetir, ahora mismo yo formo parte de la autoridad, así que tome asiento y colabore, o empeorara las cosas, si se marcha en este momento, estará desobedeciendo a la autoridad y además, estará dándome una tercera prueba de que usted está implicada en el caso, así que deje de complicar el asunto y tome asiento ahora mismo.
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Se detuvo por un momento, a lo lejos, y sonrió, de espaldas a Reiji.
—Bien, colaboraré. Sólo para darme el gusto de verte sin esa bandana cuando tus superiores vean el error que cometes, y tú, Mirogata-kun... permitir esto.
Fue a sentarse, y abatió su bolso en otro asiento. Cruzó sus piernas y encendió un cigarrillo, luego observó al cuervo.
—¿Y bien?
Era una situación cuanto menos, poco ortodoxa. Y la poca gente que había ahí, se encontraba chismeando con la mirada.
Nivel: 17
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—Bien, colaboraré. Sólo para darme el gusto de verte sin esa bandana cuando tus superiores vean el error que cometes, y tú, Mirogata-kun... permitir esto.
Si creía que tenía algún miedo… Si me quitaban la bandana, solo tenía que recuperarla. Además ¿Quién se creía que era ella para amenazarme? Seguramente no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba la jerarquía de los shinobis, a nadie le quitaban la bandana por fallar una misión de rango D. Lo único que saldría dañado era mi orgullo.
—Pues si me quitan la bandana, escribiré un libro, ya ve usted qué problema, seré un famoso escritor de novela negra. —O cualquier otra cosa, al fin y al cabo, yo era un genio, un prodigio.— Al fin y al cabo, ya he publicado varias novelas de éxito, aunque no se la ve muy lectora
Amenazas a mí. Por ese camino no iba a conseguir nada. Y mucho menos intimidarme. Tal vez si sacaba un arma del vestido o me amenazaba con el cuchillo para cortar la carne me molestaría e incluso me asustaría un poquito si llevara armas escondidas. Claro que, eso, también la convertiría en más culpable.
—¿Y bien?
—Creo que, y dado que usted misma se ha revelado tal y como le he explicado antes, calificando el robo de algo grave sin tener dicha información, ya sabemos que usted es culpable o cómplice, así pues ¿me va a decir donde ha escondido lo que robó o robaron?
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—Creo que, y dado que usted misma se ha revelado tal y como le he explicado antes, calificando el robo de algo grave sin tener dicha información, ya sabemos que usted es culpable o cómplice, así pues ¿me va a decir donde ha escondido lo que robó o robaron?
—Lo califiqué como grave porque, cualquier robo lo es. ¿No es por esa razón que el robo es un crimen? dime niño, ¿y un crimen no es grave, entonces? ¡que atenten contra el restaurante de mi querido Mirogata no es eso, grave?!
Y cuando mencionó a Mirogata, ella volteó a verlo. Pero a su vez, no vio a nadie. Porque...
Mirogata-san ya no se encontraba ahí, cerca. Tampoco lejos, porque si bien el joven Reiji echaba raíces a por el lugar, no iba a encontrarle. Mirogata se había perdido, ¿pero por qué?
Nivel: 17
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—Lo califiqué como grave porque, cualquier robo lo es. ¿No es por esa razón que el robo es un crimen? dime niño, ¿y un crimen no es grave, entonces? ¡que atenten contra el restaurante de mi querido Mirogata no es eso, grave?!
Su argumento era… como decirlo, de película de serie B. Por qué claro, imagínate que vas por la calle, y te roban la bolsa de la carnicería. Gravísimo. ¿Cómo una persona podría seguir viviendo en paz después de tal fechoría?
Quería responderle, porque claro, todo aquello que acababa de soltar era digno de una actriz de las que aparecían en las telenovelas de las que veía Yuki. Sin embargo, hubo un acontecimiento que me impidió hacerlo. Cuando la mujer volteo a mirar a Mirogata, este había desaparecido ¿pero cuando? El por qué era casi obvio. Estaba implicado, menos mal que no lo había sacado nunca de mi lista de sospechosos.
Y el problema que tenía en aquel momento era justo esa lista. Por un lado, el hombre de la nariz torcida al que estaba buscando Yoru, que podía no ser nadie importante, pero ahí estaba. Por otro lado, estaba Naoki conmigo y por último, estaba Mirogata. No podía dividirme, lo que si podía hacer por suerte, era dividir el trabajo.
Invoqué a Yuki allí mismo, sin quitarle ojo a Naoki, claro, no quería perder a mi otro sospechoso. Le describí al cuervo a Mirogata, gracias a mi memoria eidética no fue nada difícil. Luego lo mandé a buscarlo por la aldea, y le dije que si veía a Yoru, mi otro cuervo, que le pidiera ayuda, al fin y al cabo, Yoru ya había visto a Mirogata y cuatro ojos veían mejor que dos.
—¿Entiende ahora porque no me puedo fiar de nadie? Bien, si no le importa, aún tengo muchas preguntas que me gustaría que me respondiera, más que antes. — Le dije a la mujer, ella podía tener una información que yo deseaba desde el primer momento: La relación de Mirogata con su jefe y su trabajo, la versión que contaba cuando Yogaru no estaba presente. —¿Qué le contaba Mirogata de su trabajo y de su jefe?
Nivel: 28
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30/12/2017, 16:45
(Última modificación: 30/12/2017, 16:46 por Umikiba Kaido.)
Reiji se debatía en sus tribulaciones. Era demasiada información, demasiadas sospechas, demasiadas conjeturas. Y nada concreto. Nada.
Frente a él, aún tenía a aquella mujer que se resignaba a mostrarse inocente. Estaba claro que, de una u otra manera, aunque el cuervo creyese fervientemente que ella estaría implicada, que sus métodos o sus renuentes intentos de amedrentarla no iban a funcionar, ni hoy ni mañana. Ella se mantendría impoluta en su versión, mostrándose encarecidamente en contra de las acusaciones de un genin que probablemente habría estado viendo series detectivescas de más.
Y ahora lejos, desaparecido, tenía a Mirogata. Mirogata fue un tipo que desde el principio no lució sospechoso, nunca dio las razones necesarias. Reiji, sin embargo, no confiaba en nadie y siempre lo tuvo en su lista. ¿Pero a quién no tenía en su lista?; a sus cuervos, quizás. ¿Pero cómo iba él a culpar a alguien si a la misma vez culpaba a todos?
El tiempo se le agotaba, a él y también a sus cuervos. Porque mientras Yuki sobrevolaba, sin éxito encontrando a Mirogata, sí que se percató de alguien muy familiar. Y ese era Yoru, quien por alguna razón había abandonado su misión y ahora se encontraba frente a los anaqueles que, tras el vidrio, tenían un par de pantallas por las cuales transmitían una novela. Yoru yacía perplejo observando los dramas meridianos mientras Yuki comprobó lo que estaba haciendo.
Y a su vez, vio a un hombre parecido a Mirogata —tenía que ser él— a unos ciento cincuenta metros de su posición, a la derecha. Caminaba a prisa y, por alguna razón, ahora iba acompañado. De un hombre de nariz torcida.
Pero eso Yuki no lo sabía.
Nivel: 17
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Si, la situación había pegado un par de vueltas interesantes que hacían que mi punto de vista cambiara constantemente. No sabía si realmente Mirogata era un hombre muy inteligente o todo lo contrario. ¿Por qué montar toda aquella escenita para después huir si no había sido él? Y ¿Por qué él? Si conocía la receta de memoria, podía apuntarla en otro papel. Demasiadas incógnitas todavía, sin embargo, todavía tenía delante a aquella mujer, que esta vez, optó por el silencio.
— ¿Usted sabe que ocultar información la convierte automáticamente en cómplice? Claro que yo ya sospecho de usted.
Aunque a esas alturas ya no sabía que pensar, pero era mejor que no se viera atisbos de duda en mi cara. Tenía una misión que cumplir y tenía que confiar en mis cuervos, porque si en aquel momento salía corriendo de aquel lugar en busca de Mirogata y me equivocaba, entonces habría perdido la partida, claro que tal vez, la hubiese perdido hacia algunos movimientos.
Yuki voló por la ciudad en busca de Mirogata. Desde el cielo era tarea sencilla vigilar cada uno de los rincones de Amegakure. Pero en su búsqueda se encontró con otra cosa que no era Mirogata, era Yoru. Yoru estaba frente a un escaparate de televisiones mirando una telenovela. Y entonces lo vio también, en el reflejo del cristal lo vio también, a Mirogata.
“¿Acaso Yoru estaba fingiendo ver la telenovela para espiarle? No, ha sido mera casualidad, es un irresponsable” Pensó Yuki mientras se acercaba por detrás a su hermano, y agarrándole con las garras de la espalda, lo espetó a hacer su trabajo, que ahora era el de los dos.
— Vamos, tenemos trabajo, se nos escapa el objetivo, y si fallamos, Reiji dejara de invocarte y no podrás seguir viendo tu novela.
— Ya voy, ya voy ¿Por qué siempre eres tan serio? Solo he parado un momento a descansar, me dolían las alas. ¿Pero qué haces tú aquí?
— Mirogata, hay que seguirle, parece que ahora es el culpable y ha huido.
— A mi ese siempre me había parecido sospechoso, tiene un aire a malo de telenovela.
Los cuervos se dedicarían a seguir a Mirogata y al otro hombre, al que Yoru si reconocería por su nariz torcida. Si llegaba a verlo, claro.
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Los cuervos, poco después de ponerse de acuerdo; siguieron a los dos hombres. Ellos caminaban sin rumbo aparente, dando apenas un par de cruces y deteniéndose en uno de los callejones adyacentes a una de las rutas principales que daba hasta el único camino que concluía en el puente que separaba la entrada de la aldea con el exterior. Aún estaban lejos, sin embargo.
Los cuervos, no obstante, también pudieron ver cómo el hombre de la nariz torcida entregaba a Mirogata una especie de pergamino. Un pergamino que tenía el mismo símbolo, además, que el que yacía artísticamente dibujado en una de los carteles que reposaban fuera del restaurante del señor Yogaru.
Luego, el hombre lo introdujo en una mochila y continuó caminando, sólo.
Lejos de allí, Reiji continuaba presionando a la mujer. Luego de un par de minutos en silencio, ésta habló.
—No sé, me contaba muchas cosas. A veces eran días buenos, otros no tanto. Aunque durante el último par de semanas le he visto bastante contrariado. El por qué, tampoco no lo sé, supuse que habrían sido días de esos pesados que tenemos todos en el curro. Pero nunca me dijo nada acerca de ello. Ni de su jefe, ni nada. En principio, todo está bien. O estaba, visto lo visto...
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