Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
13/05/2017, 12:20 (Última modificación: 13/05/2017, 12:21 por Uchiha Akame.)
La caja registradora parecía bastante moderna —al menos en comparación con el resto del local, que encajaba perfectamente en la estética tradicional de Yamiria—, y el compartimento del dinero en efectivo estaba cerrado con llave. A no ser que Datsue quisiera forzar la cerradura, o directamente romperla, no podría comprobar si había metálico o no.
Luego se acercó a la pequeña ventanita para deshechos y la examinó más de cerca. Tenía unas dimensiones realmente escuetas, pero lo suficientemente grandes como para tirar una bolsa de basura. Eso significaba que un niño muy pequeño podría haber sido capaz de pasar por el hueco. Además, el Uchiha encontró algunas cerdas de pelo alrededor de la ventanita. Eran hebras duras y cortas, de color negro.
Akame, por su parte, seguía reflexionando sobre lo ocurrido. El joven gennin pasó la mano por la puerta corredera que daba acceso al local; «no parece que haya sido forzada». Salió de la tienda, examinando el suelo y la pared alrededor de la puerta, y luego sus ojos se detuvieron en la persiana metálica que servía para cerrar el local. La agarró con una mano y trató de bajarla ligeramente, hasta que la cerradura estuvo a la altura de sus ojos.
«Tampoco parece que este candado haya sido manipulado. ¿Estamos ante el mejor ladrón de Yamiria? No lo creo. ¿Alguien con tanta habilidad para abrir cerraduras sin dejar rastro luego va y destroza la tienda?».
—
Noemi entró en la tienda de ropa sin dudarlo dos veces. Era un local pequeño y repleto de maniquíes sobre los que se exhibían varios kimonos aparentemente de muy buena calidad, confeccionados a partir de sedas y otras telas caras. En mitad de los muñecos de madera había espacio para formar una cola de apenas 4 personas, y al final estaba el mostrador de madera. Al otro lado, un anciano de corta estatura, de espalda encorvada —lo que le hacía parecer más bajo todavía—, cabeza rala y gafas de montura dorada la observaba con atención.
—Buenos días, señorita —contestó el hombre.
La kunoichi le expresó su deseo, y el hombrecillo asintió, dándose un golpecito en la sien con el lápiz que sostenía en su mano derecha.
—Ah, sí, el señor Tofu.
El anciano volvió a mirar de arriba a abajo a Noemi. Abrió la boca para decir algo, pero entonces reparó en la bandana del Remolino que la chica llevaba.
—¿Usted es una kunoichi, verdad? De Uzushio. ¿Es por ese asunto de los robos?
14/05/2017, 03:41 (Última modificación: 14/05/2017, 04:06 por Uchiha Datsue.)
Tras un análisis concienzudo y profesional, que nada tenía que envidiar al que haría un detective de toda la vida, suspiró. Era hora de decirle a Akame lo que había encontrado e intercambiar información.
—La caja registradora está cerrada. —Lo cual indicaba que no la habían forzado, por muy extraño que eso sonase en la escena de un robo—. Y allí hay un hueco por el que parecen tirar la basura. Demasiado pequeño para que entre una persona adulta, y aparte de estar algo sucio, nada reseñable.
El Uchiha se acercó a su compañero de clan, que parecía estar analizando en aquellos momentos la cerradura de la entrada.
—¿Mejor suerte por ahí?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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La única persona a la que pudo divisar dentro del local era un hombre de edad avanzada que incluso se tomó la libertad de analizar con algo de detenimiento el cuerpo de la rubia y no podía culparle. Aunque había que ver por qué motivos lo hacía…
—En efecto, vine de Uzushiogakure para investigar este asunto junto a un par de compañeros —explicó con un tono cordial—. ¿Ha visto algo o sabe algo?
Insistiría tanto como le fuese necesario con tal de conseguir el más mínimo detalle de parte de aquel hombre, con un poco de suerte lo había visto todo y podría irse a casa más rápido de lo imaginado.
Akame escuchó, atento, las observaciones de su compañero mientras pasaba un dedo por la superficie de la cerradura. Luego se miró la yema, y la palpó con el pulgar. «Nada». Esperaba encontrar restos de polvo metálico que indicasen que había sido manipulada con alguna herramienta, pero no.
Datsue tampoco había tenido mejor suerte. Según él, la caja registradora estaba cerrada, y tampoco había encontrado nada a destacar examinando el pequeño ventanuco de deshechos.
—Definitivamente esto es muy raro —sentenció el Uchiha—. Alguien entra sin forzar las cerraduras ni dejar rastro, destroza la tienda, ¿y luego se va? ¿Sin más? No me lo trago.
»Está claro que quien sea que ha entrado no lo ha hecho forzando la persiana metálica —agregó Akame, reflexivo—. Pero no parece que haya ninguna entrada más, si no contamos esa trampilla para basura... ¿Revisaste los tornillos? Puede que desmontase el armazón, ganaría.... ¿Cinco centímetros de hueco? Demasiado poco, aun así...
—
El anciano sastre esbozó una sonrisa agradable cuando Noemi le confirmó que, en efecto, era una kunoichi contratada para resolver el tema de los robos en la tienda de comestibles de los Tofu. Sin embargo, ante la pregunta de la chica, el hombre se limitó a negar con la cabeza.
—Paso el día con mis telas, tijeras, aguja e hilo, y no me interesa lo que ocurre fuera —contestó—. Pero sí puedo decirte que anoche escuché a Tofu-san discutiendo con su señora... Al parecer tiene problemas de, ya sabes...
El costurero levantó la mano y empinó el codo, en un gesto que probablemente quería hacer referencia al tomar una bebida alcohólica.
—Si quieres hablar con él, debe de estar... Hum, ¿qué hora es?
Vale, tenía que admitir que quizá no había sido tan analítico como un viejo detective de toda la vida.
—Pues… no. Pero sí que había algo raro. Como… pelos —en el momento no le había dado importancia, pero ahora que lo pensaba… ¿Cómo se suponía que se habían enredado allí? Si los dueños solo tiraban la basura por el hueco, no se le ocurría explicación lógica para que fuesen a parar en el marco de la ventana.
»Voy a revisar desde el otro lado del hueco, a ver si encuentro algo.
Intrigado por la posible pista que podía haber pasado por alto, el Uchiha rodeó por fuera la tienda y se dirigió al contenedor de basura, situado estratégicamente bajo la ventana. Una vez allí, detuvo la mirada por cada sitio que pudiese darle algún indicio. Primero, la ventana, buscando nuevamente esos pelos o alguna nueva pista. Incluso, esta vez, se fijó en los tornillos, por si daban alguna muestra de haber sido desenroscados. Luego, el contenedor. No se atrevió a remover la basura, pero sí que trató de buscar algo inusual con la mirada. Finalmente, se agachó en busca de cualquier cosa sospechosa en el suelo…
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«Bien, ya tengo algo a tener en cuenta »pensó la rubia al escuchar aquello que el anciano dijo. Un problema de pareja era un buen motivo para que el hombre decidiera destrozar prácticamente todo y por si fuera poco, la chica comenzó a preguntarse algo que en ningún momento se especificaron.
—Claro, entiendo —respondió ante aquel comentario de parte del contrario.
—Si quieres hablar con él, debe de estar... Hum, ¿qué hora es?—. Por lo que estaba preguntando tal vez podría conseguir alguna ubicación más exacta sobre dónde encontrar al marido de la señora Tofu.
—Pasado el mediodía, si pudiera decirme dónde encontrarlo le estaría muy agradecida —fue la respuesta que decidió proporcionarle al hombre.
«¿Así que nada reseñable, eh?»; el Uchiha frunció los labios. Apenas habían empezado la misión y su compañero ya se había olvidado de comentarle un detalle que, quizás, fuese importante. Resignado, Akame dejó por el momento sus pesquisas en la persiana metálica y se acercó al mostrador, buscando la trampilla, mientras Datsue daba un rodeo por el exterior de la tienda.
En efecto, allí había pelos. «Son demasiado cortos y duros para pertenecer a una persona» concluyó Akame mientras sostenía varios de los pelos entre sus dedos, frotándolos para comprobar su áspera textura.
Datsue, mientras tanto, revisó la trampilla de deshechos pero por fuera. El olor del contenedor de basura sobre el que estaba situado era de todo menos agradable, y el gennin tuvo que contener varias arcadas hasta poder encaramarse lo suficiente como para examinar la ventanilla de cerca. Hacer de tripas corazón tuvo su recompensa, pues Datsue halló en la parte de fuera de aquella trampilla los mismos pelos que por la parte de dentro.
Un rápido vistazo a los tornillos sugirió que no habían sido desenroscados en mucho tiempo, pues la suciedad y mugre que se acumulaba en el fino espacio entre los mismos y el armazón metálico no dejaba lugar a dudas. Tampoco consiguió distinguir nada especialmente interesante entre los deshechos que se acumulaban dentro del contenedor, y además tuvo ganas de vomitar otra vez.
Sin embargo, al agacharse junto al contenedor y analizar los alrededores, encontró lo siguiente. Primero, unas huellas un tanto parecidas a las que había visto en la harina esparcida por el suelo de la tienda —junto al mostrador—; pequeñas y poco parecidas a las de un zapato. Y luego, algo más alejadas, unas huellas de pies descalzos que, por su tamaño, podrían corresponder a un niño.
—
El sastre esbozó una sonrisa divertida cuando Noemi le contestó que debía ser poco más de mediodía. Chasqueando la lengua y negando con la cabeza, el anciano respondió.
—Ay, chiquilla, si eso es cierto —comenzó, dándose otra vez un golpecito en la sien con su lápiz—el bueno de Hiroshi debe estar ya en Casa Michio, con una moña como un piano en lo alto...
»Si quieres encontrarle, el sitio está un poco más abajo, en esta misma calle. Frente a su casa... Aunque no sé si podrá articular dos palabras seguidas a estas horas.
«Joder, ¡pero qué ascazo!» El olor que desprendía el cubo de basura no era ni medio normal. Uno no se podía esperar una fragancia a rosas y jazmín, cierto, pero aquello era demasiado fuerte y amargo incluso para la basura. El mismo olor que en el interior de la tienda. Era como el que desprenderían cientos de huevos podridos, y la sola materialización de aquella imagen en su cabeza le dieron ganas de vomitar.
—¡Puaj…!
Datsue se agachó, tras comprobar que también había pelos al otro lado de la trampilla, y rápidamente halló nuevas pistas en el suelo: las mismas huellas que las formadas en la harina.
—¡Ajá! ¡Un punto para el detective Datsue! —exclamó, pletórico. Ahora solo quedaba identificar a quien pertenecían las huellas. Lo cual era lo mismo que decir que quedaba todo el trabajo por hacer, pero Datsue trataba de ser positivo aquel día—. ¡Akame! ¡Corre! ¡Ven! —gritó, desde el otro lado de la trampilla—. O mejor, ¡mira primero las huellas que hay en la harina y luego ven!
La mirada del Uchiha, ávida de información, buscó en cada recoveco hasta encontrar otras huellas más alejadas, pequeñas y que podían corresponder a las dejadas por un niño descalzo. Una bombilla se encendió en la mente de Datsue.
—¡Akame! —exclamó, una vez éste llegó a su lado—. Aquí hay más huellas como las de dentro —dijo, señalándolas, aunque rápidamente añadió:—. Pero no te preocupes más, compañero. ¡Ya he resuelto el caso! —se dio un puñetazo en el pecho con la base del puño—. ¡Ja! ¡Vaya que si lo he hecho! ¡Te dije que era toda una suerte hacer una misión con Datsue el Intrépido!
»¿Vamos a por Noemi y os cuento lo que en verdad ha pasado aquí? —preguntó, haciéndose el misterioso.
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La información que finalmente consiguió por parte del anciano no fue muy alentadora, es decir, ahora mismo no le servirá en lo más mínimo ir a interrogar al hombre porque seguramente no sacará absolutamente nada.
—Bueno, le agradezco mucho por su cooperación —respondió la rubia tras suspirar pesadamente—. Que tenga un buen día.
Tras despedirse, la de Uzushio se retiró del local no sin antes dedicarle una ligera reverencia al anciano. Tocaba reportarle lo poco que consiguió a sus compañeros que con un poco de suerte habrían encontrado algo más útil que lo de ella.
O por lo menos eso haría si nada ni nadie la detiene en el camino.
El Uchiha correteó de un lado para otro —de forma bastante cómica— mientras trataba de seguir las indicaciones de su compañero Datsue. Primero que saliera, luego que entrara, luego que volviese a salir. El gennin daba amplias zancadas, veloz, sin saber exactamente por qué le estaba haciendo tanto caso a aquel muchacho con poca experiencia.
Siguiendo las instrucciones de Datsue, Akame examinó primero las "huellas" que había en la harina; si es que eso podían considerarse huellas, porque eran más bien trazos en la harina con poca forma y definitivamente sin la apariencia de un pie humano. Sea como fuere, seguidamente el Uchiha salió afuera, dio la vuelta a la esquina y se reunió con Datsue. Éste estaba en ese momento siguiendo un rastro... «Sí, definitivamente eso sí que son huellas. Aunque un tanto pequeñas».
—¿Has resuelto el caso? —inquirió el Uchiha, escéptico—. Explícate, Datsue-kun.
Justo en ese momento Noemi aparecía a la vuelta de la esquina. Akame le dedicó una mirada rápida y luego se volvió, de nuevo, hacia Datsue.
Datsue alzó la vista y también vio a Noemi, más perdida que una Kusareña en un matadero. Pues todo el mundo sabía que los Kusareños eran veganos, y por eso estaban siempre tan tiesos.
—¡Noemi, estamos aquí! —llamó, levantando una mano para atraer su atención—. Le estaba comentando a Akame que ya he resuelto el caso —dijo, henchido de orgullo, cuando ésta se dignó a acercarse.
Entonces, cruzó las manos tras la espalda y empezó a caminar en círculos pequeños, con la mirada en el suelo.
—Veréis, chicos. Todo empezó cuando entré en la tienda. Allí ya me percaté de algo… —Se paró, levantó un dedo y les miró, con ojos profundos y serios—. Algo vital: huellas. Pero no huellas comunes y corrientes, no. Huellas diminutas, como las que pertenecerían a un crío sin calzado… Después está esa ventanilla —continuó, señalándola—. Demasiado pequeña para un adulto, aunque no para un niño… Y, finalmente, tenemos que no han forzado la caja registradora. Solo se han llevado la comida —Datsue dio una fuerte palmada, como si aquello fuera la prueba definitiva que confirmaba su teoría—. Sí, mis queridos compañeros. Sí. Es justo lo que estáis pensando. Todo parece indicar…
»… que un niño huérfano y pobre está viniendo en busca de algo que llevarse al estómago.
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Mientras se regresaba uno de sus compañeros pareció sentir la necesidad de hacerle señales como si fuese a perderse, lo que resultó en el desagrado de la rubia pero de todas maneras se adentró al local y se acercó a ambos Uchihas para dar su breve y poco productivo reporte.
Acto seguido, el más joven comenzó a narrar unos sucesos que según él, habían acontecido en la tienda y explicaban perfectamente lo que había ocurrido pero Noemi le miraba con el entrecejo fruncido como si no se lo creyera.
—Genial, ¿y dónde encontramos al supuesto crío muerto hambriento? —preguntó la Sakamoto mientras se cruzaba de brazos—. Si no tenemos pruebas contra el huérfano y tampoco sabemos qué huérfano lo hizo, no terminaremos jamás con la misión.
Finalizadas sus palabras, la fémina decidió acercarse a la ventanilla que Datsue había mencionado solo para asegurarse de que no se le haya pasado nada y que tampoco fuese un invento eso de que solo un crío podría colarse por allí.
Akame escuchó con atención la teoría que les expuso su compañero Uchiha. Según Datsue, el responsable de aquellas vandálicas acciones no era ni más ni menos que algún huerfanito callejero buscando sustento. «Menuda imaginación tiene, ¿y cómo explica que hayan destrozado la tienda? ¿Sabemos siquiera si realmente se han llevado algo? Dudo que la señora Tofu haya hecho inventario...». Akame se mostraba claramente escéptico ante lo que contaba Datsue —al contrario que Noemi, que parecía más o menos convencida—.
Cuando el chico de las trenzas terminó de exponer su versión de los hechos, Akame negó ligeramente con la cabeza.
—¿Y cómo sabes que es huérfano? ¿Y que es un niño? A lo mejor simplemente se trata de alguien muy pequeño. O quizás quien sea nisiquiera ha usado la ventanilla de basuras para entrar... Además, las huellas que hay junto a la caja no parecen las de un niño. De hecho, tampoco parecen huellas —contraargumentó Akame—. Noemi-san, ¿averiguaste algo del marido?
El Uchiha había ido elaborando sus propias teorías, pero de momento ninguna le parecía lo bastante sólida como para exponerla a sus compañeros, así que prefirió esperar a escuchar lo que Noemi tuviese que decir.
21/05/2017, 16:09 (Última modificación: 21/05/2017, 16:09 por Uchiha Datsue.)
Había que reconocer que lo que decía Akame tenía su lógica… pero no le daría el placer de oírlo de su boca. En su lugar, se llevó una mano al mentón, pensativo, mientras cruzaba la otra mano tras el codo. Cientos de respuestas, a cada cual más rebuscada y rocambolesca, surgían en su mente justificando su teoría. Pero, ¿valía la pena seguir gastando energía en ello? ¿O era más factible buscar otra que se ajustase más a las pruebas encontradas?
—Sea como sea, alejémonos de este contenedor —intervino, dando pasos hacia la calle principal mientras arrugaba la nariz—. Ugh... Huele como a pescado podrido... ¡Qué asco!
Quizá los dueños de la tienda deberían empezar a preocuparse también por la mercancía que vendían, y no solo por quien entraba o dejaba de entrar. Fuese como fuese, y a falta de información, el Uchiha esperó a que Noemi les desvelase lo que había averiguado. Con suerte, les daría algo de dónde poder tirar del hilo…
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Realmente no sabía cómo interpretar todo lo que Datsue llevaba diciendo, es decir, no tenía pruebas de nada más que unas huellas deformes que al menos Noemi no había visto y sería interesante saber la forma que tenían.
—Nada, me dijeron dónde encontrarle pero también me dijeron que a estas horas no estará en condiciones de ayudarnos —respondió la kunoichi antes de alejarse unos pasos—. Iré dentro a mirar un poco.
A saber lo que se podría sacar de allí, además que los dos Uchihas seguramente ya habían curioseado por todo el local así que Noemi no tendría nada para hacer pero claro, tal vez por alguna casualidad encontraría algo que se les pasó a los otros dos.