Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame enarcó una ceja, entre escéptico y decepcionado, al escuchar la respuesta de su compañera. Siguió a Noemi hasta dentro de la tienda —aunque sólo fuese por alejarse del contenedor de basura, como había sugerido Datsue—, y luego se quedó en la puerta.
—¿A qué te refieres con que no estará en condiciones de ayudarnos?
El Uchiha no tenía ni la menor idea de qué podía significar eso. ¿Acaso habría algo más importante para aquel tipo que poner fin a aquellos actos criminales? ¿No le importaba su negocio? Sea como fuere, había demasiadas posibilidades. Akame meditó sus próximas palabras durante un rato y luego habló.
—Parece que la cosa no está nada clara... Creo que lo mejor será esperar a la noche. Nos ocultamos en los alrededores y pillamos al ladrón, o lo que quiera que sea, con las manos en la masa.
No sabía cómo podía calar la propuesta en sus compañeros. Él mismo se moría de ganas de volver a Uzushio, aquella misión ya estaba siendo lo bastante tediosa sin la cooperación de la señora Tofu, y además no eran capaces de encontrar pruebas concluyentes.
Pero, por encima de todo aquello, Uchiha Akame no estaba dispuesto a volver al Remolino con una misión de rango D fallida bajo el brazo. «Ni hablar».
Analizadas las pruebas, a los Uchihas solo les quedaba por saber lo que había averiguado Noemi. La kunoichi, sin embargo, trajo decepcionantes noticias: no había averiguado nada. Nada útil para la misión, al menos.
Datsue soltó un resoplido, mientras Akame sugería quedarse hasta la noche para ver si el ladrón volvía. No era que la idea le entusiasmase, precisamente.
—Deberíamos irnos a otro lugar hasta la noche, entonces —sugirió Datsue—. Aquí llamamos demasiado la atención —y olía a una mezcla entre pescado y huevo podrido, que era la verdadera razón por la que no quería permanecer allí—. Diría que… —Datsue echó un vistazo calle arriba—, en quince minutos a paso rápido, o en treinta a paso de Kusareño, llegamos a un bar muy bueno que conozco yo. Tiene terraza, bebidas refrescantes y buen ambiente… —el mejor ambiente para una buena partida al shōgi, las cartas o, como pretendía Datsue, revelarles las mil y una maravillas de su tienda, a no más de cinco minutos de aquel bar.
»¿Qué os parece?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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—Seguramente esté ebrio, de todas formas me dijeron dónde está el lugar, por si quieres ir a dar un vistazo —respondió la kunoichi sin mermar el paso.
La peste del bote de basura era demasiado intensa, pero por suerte a ninguno de sus compañeros se le ocurrió la idea de voltearlo a ver si encontraban algo y ella al menos no lo iba a sugerir o de lo contrario terminaría metida de cabeza en el recipiente apestoso.
Pero Akame tuvo una idea bastante buena dentro de todo, eso de esconderse y esperar a ver si aparece el culpable era bueno, aunque nada les aseguraba que volviera y…
—Hey… ¿Realmente se llevaron algo o solo revolvieron el lugar? —preguntó la rubia frenándose en seco y volteándose para mirar a sus compañeros—. ¿No será vandalismo y alguien se quería vengar de la señora Tofu?
Noemi habló arriesgándose a parecer una tonta, porque realmente no escuchó nada que dijera ”se llevaron tal cosa” así que el vandalismo le sonaba más acertado para lo que se encontraron allí adentro.
Y ya solo le quedaba Datsue, con sus ideas algo alocadas o extrañas, en este caso lo segundo que era desaparecer de la escena y esperar a la noche, pero si se alejaban demasiado probablemente se les podría llegar a pasar algo y no era buena idea dejar todo sin vigilancia así que tras echar un vistazo rápido, la Sakamoto llegó a una simple conclusión.
—No me gusta la idea de dejar esto sin vigilancia ni nada, me esconderé por ahí tal vez debajo del mostrador y vigilaré, ustedes si quieren vayan al bar —sugirió finalmente la rubia aunque con el mismo tono apagado que había estado llevando hasta entonces.
Akame se limitó a asentir con gesto reflexivo ante la respuesta de la kunoichi. «¿Así que borracho, a estas horas?». Sin duda era un dato a tener en cuenta; un hombre ebrio a poco más de las doce del mediodía no podía significar nada bueno para el negocio familiar. Aquello abría toda una nueva serie de teorías y argumentaciones sobre lo que había ocurrido allí.
Porque esa era la cuestión. Los gennin empezaban a sospechar —como no tardó en verbalizar Noemi— que la señora Tofu o bien no sabía, o bien no quería, contarles la verdad.
—Que yo sepa nadie ha hecho inventario —respondió el Uchiha.
Sea como fuere, parecía que los tres estaban convencidos de que esperar a la noche para cazar al responsable infraganti era la mejor opción. Datsue sugirió esperar en cierto bar y Noemi decidió que se quedaría allí. Akame lo meditó durante unos instantes antes de responder con tranquilidad.
—Creo que ambos puntos son válidos. Si dejamos el lugar sin vigilancia nos arriesgamos a que quien quiera que sea aparezca sin ser visto. Pero si nos quedamos los tres, llamaremos demasiado la atención.
Se dio media vuelta, enfilando la calle, e hizo un gesto a Datsue para que le indicase el camino hacia el bar.
—Lo mejor parece separarnos. Datsue-kun y yo podemos esperar en el bar.
Si queréis, en el siguiente turno roleamos ya que ha pasado el resto del día, para agilizar un poco el tema XD
25/05/2017, 22:59 (Última modificación: 25/05/2017, 23:00 por Uchiha Datsue.)
—Pues lo que te decía, Akame, lo que te decía —repetía Datsue, volviendo al tema, mientras los pasos de ambos Uchihas les conducían calle arriba—. Acero templado con el mismísimo fuego del Amateratsu. Vale… quizá no con el mismo, pero entiendes la metáfora. Tú di que vas de mi parte, compañero —añadió, dándole una palmada en el hombro—. Tú di que vas de mi parte y ya verás cómo te hacen un descuentillo… Pero nada de correr el rumor, ¿eh? Este favor solo te lo hago por compartir ambos la misma sangre que Hazama. Después de todo… si no nos ayudamos entre Uchihas, ¿qué nos queda?
Con el sol emitiendo sus últimos rayos de luz, los jóvenes gennin eran apenas los únicos que transitaban ahora las antañas transitadas calles de aquel barrio. Estaban ya cerca de la tienda cuando Datsue bajó la voz y le dijo:
—Agh, no me gusta nada esto de haberla dejado sola. No es que quiera cuestionar tu liderazgo, ni mucho menos, y tampoco quiero repetirme… —era la primera vez en toda la tarde que lo mencionaba—, pero no me gusta nada. Nada de nada.
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Los Uchihas terminaron por aceptar la sugerencia que había hecho y se alejaron dejándola completamente sola allí, no era que le diera miedo, ni siquiera se esperaba que pasara algo pero seguramente tendría una fuerte lucha contra el aburrimiento hasta que se hiciera presente el vándalo.
Siendo así, a Noemi solo le restaba hacer su parte, rodear el mostrador, quitarse las katanas de encima para poder meterse en la parte baja sin problemas y quedarse a la espera, asegurándose que nada de lo suyo quedase a simple vista de nadie. Claro que ella tampoco veía mucho, pero ante el primer ruido podría salir rápidamente de allí abajo e intervenir, eso si no se termina durmiendo.
«Ahora vendría bien tener alguna pelota de goma o algo así »pensaba bastante aburrida sin saber qué hacer, siquiera podía cepillar su cabello debido al poco espacio que tenía pero por suerte, aunque no lo supiera, el sol ya estaba ocultándose.
—Ya veo... ¿Y cómo dices que se llama el sitio? —preguntó Akame, inquisitivo, con su mano diestra descansando a la espalda, sobre la empuñadura del Lamento de Hazama.
«Este tío parece un fantasmón de los buenos, con tanta palabrería... Pero si lo que dice es cierto y puede conseguirme un descuento, ¿qué pierdo con ello?», caviló el Uchiha. Al fin y al cabo, la paga de los gennin era ridículamente baja y apenas les alcanzaba para costearse el equipamiento más básico. Si aquel chico de verdad tenía contactos y podía conseguirle armas de calidad a bajo precio... Bienvenido era.
Sin embargo, lo que Datsue dijo a continuación hizo que Akame enarcase una ceja con gesto molesto. Se detuvo, mirando fijamente a los ojos a su compañero, y luego examinó su figura de arriba a abajo. Entonces soltó una risotada amarga.
—Créeme, compañero, Noemi-san es más que capaz de defenderse por sí misma —afirmó con seguridad—. Si no fueses Uchiha, diría que es ella la que tendría que protegerte a tí.
—
Noemi aguardó, paciente, en su escondite.
Al caer la tarde la señora Tofu se presentó en la tienda, entrando como un tren de mercancías cargado de protestas y malas palabras, pero cargando también —bajo el brazo— un paquete envuelto en papel de traza del tamaño de una caja pequeña.
—¡Pero bueno, ¿dónde demonios se habrán metido estos niños?! —rugió, sin llegar a ver a la kunoichi—. ¡Y me han dejado toda la tienda hecha un desastre, al menos podrían haber tenido la decencia de limpiar!
Pateó una de las estanterías y más productos cayeron para estamparse contra el suelo y ensuciar todavía más el local.
—¡Me cago en su puta madre!
Por circunstancias creo que podemos alargar una ronda más, al menos para no dejar conversaciones colgadas XD
—Kanaria Shoto —respondió, en alusión al nombre de la tienda de armas.
Sin embargo, al mayor de los Uchihas pareció hacerle gracia el comentario sobre Noemi. Pareció, porque la carcajada que soltó no pudo ser más amarga. Datsue le respondió con una media sonrisa.
—No seré yo quien diga lo contrario —añadió, brevemente. En lo que respectaba a combate, el Uchiha siempre había sabido que no era lo suyo. Sin embargo, intentaba disimular, para que el resto del mundo no lo descubriese…
No siempre funcionaba.
—Ey… —Datsue, cambiando súbitamente su rumbo, se metió en un callejón sin salida. Esperó unos breves segundos, para asegurarse de que no había nadie, y entonces…—. Voy a usar el Henge, para entrar en la tienda sin llamar la atención.
Dicho y hecho. El Uchiha formó unos breves sellos y su escuchimizado cuerpo se convirtió de pronto en un gato negro. Sin esperar, volvió a la calle principal y recorrió lo que quedaba de calle como un gato callejero cualquiera… Un gato callejero cualquiera con un andar muy peculiar. «Esto de correr a cuatro patas… Más complicado de lo que parece, joder. Tengo que practicar más»
Breves minutos después, un gato negro cruzaba la entrada de la tienda. Olfateó el aire, arrugó la nariz ante la peste que persistía y dio la vuelta al mostrador…
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Estaba que se dormía por el aburrimiento, no se escuchaba absolutamente nada alrededor y para colmo no tenía nada con lo que entretenerse hasta que un ruido bastante fuerte la despertó y de paso la hizo golpearse la cabeza con una tabla que estaba demasiado cerca.
«¿Esa no es la vieja? »pensó sobándose la cabeza y saliendo despacio con una de sus espadas en mano por si hacía falta. Se asomó apenas para vislumbrar la silueta ajena y allí estaba, la señora Tofu haciendo más desastre y maldiciéndolos por no haber limpiado nada cuando no formaba parte de la tarea.
Pero si había algo curioso era que la anciana estaba haciendo más lío del que había, es decir, al golpear ese estante terminó por ensuciar más el local en lugar de preocuparse por el estado del mismo y demás, así que la rubia prefirió guardar silencio y volverse a su escondite con sumo cuidado para no producir ruidos. «¿Será ella la que hizo todo eso? Aunque seguramente habría sido más barato contratar a alguien para que limpie en lugar de pedir asistencia shinobi» pensaba desde su escondite, aun a la expectativa de lo que pudiera llegar a ocurrir.
Salvo por el bendito gato que se le apareció delante. «Puta… »fue el único pensamiento que se le vino a la mente a la kunoichi al ver al animal y pronto lo intentó atrapar con la diestra sin hacer movimientos bruscos que pudieran delatarla. Su intención era sencillamente atraerlo hacia sí misma para asegurarse que no armaría escándalos innecesarios.
La dueña del local no era en absoluto lo suficientemente avispada como para darse cuenta de que Noemi estaba detrás del mostrador, menos aún cuando toda la tienda estaba patas arriba, de modo que simplemente dejó el paquete que llevaba bajo el brazo sobre el mostrador. Luego se dio media vuelta y desapareció tras la puerta corredera, cerrándola y bajando luego la persiana metálica. Tanto Noemi como Datsue —en su forma gatuna— pudieron oír perfectamente cómo la señora Tofu echaba el cierre de la reja, dejándolos allí dentro.
Por suerte para ambos, Akame había decidido seguir a su compañero, volviendo también sobre sus pasos hasta la tienda. Al ver a la mujer, decidió interceptarla y explicarle —sin dar detalles— que necesitarían acceso a la tienda durante la noche. La señora Tofu protestó, insultó y maldijo un rato hasta por fin dejarle las llaves.
El Uchiha abrió la persiana metálica de nuevo, entró y la cerró tras de sí.
—No hay kusareños en la costa —anunció nada más entrar, esperando que sus compañeros se revelasen.
Luego se acercó al mostrador y examinó el paquete, que resultó ser una caja de cartón con tres raciones de sushi en su interior. El Uchiha las abrió, repartiéndolas entre sus compañeros —si es que salían de sus escondites— para después devorar la suya.
—
Había anochecido hacía apenas media hora cuando los shinobi pudieron oír un ruido extraño fuera de la tienda; concretamente, en el callejón donde se ubicaba el contenedor de basura. Akame estaba oculto tras una estantería, con todos los músculos agarrotados después de tanto tiempo en la misma postura. Levantó un puño en silencio para alertar a sus compañeros, y extendió luego el índice para señalar la trampilla de deshechos.
Un chirrido agudo y suave se oyó desde fuera, como si alguien estuviese rascando el armazón metálico de la ventanilla. El Uchiha se mantuvo a la espera, y entonces...
Un perrito pequeño y de pelaje negro entró por la trampilla. Dio unos cuantos pasos con precaución, alargando el hocico para olfatear el aire. Debió detectar a los ninjas, porque se quedó fijamente mirando a las posiciones de cada uno de ellos. Pareció dudar sobre si seguir avanzando, y al final simplemente trató de agarrar un paquete de carne que estaba tirado en el suelo, junto al mostrador, y darse media vuelta para salir corriendo por la misma ventanilla por la que había entrado.
«¡Jodido chucho! ¿¡Era él!?».
Akame saltó de su posición a toda velocidad, abriendo la puerta corredera de la tienda y luego tratando de desbloquear la cerradura de la persiana metálica tan rápido como sus manos le permitían. Incluso si era un perro callejero, no pensaba dejarlo escapar.
Si alguno de sus compañeros trataba de perseguir al animal, lo encontraría corriendo callejón abajo con el paquete de carne en conserva entre las fauces.
26/05/2017, 00:01 (Última modificación: 26/05/2017, 00:17 por Uchiha Datsue.)
La mano de Noemi, rauda y veloz como una flecha, se cerró como una trampa en el cuerpo del gato… ¿y qué podía hacer Datsue? Nada, absolutamente nada. Era cierto que tenía el sharingan, y que su percepción y reflejos eran dignos de admirar. Pero, simplemente, no pudo hacer nada…
¡Plaf! El cuerpo del Uchiha perdió de pronto la transformación, y allí estaba él en frente de ella, tan pegados que podían sentir la respiración el uno del otro, el aliento, la suave presión del…
—¿Hola? —dijo, súbitamente rojo, con voz irónica—. Bonito sitio este en el que te escondiste —añadió, con una sonrisa temblorosa. En menudo aprieto se había metido, nunca mejor dicho. Pero, ¿qué culpa tenía él?
«Nada, absolutamente nada. Han sido circunstancias propias de la vida. Eso… meras circunstancias…»
Justo en ese momento, Akame entró de vuelta en la tienda, aparentemente con las llaves…
—
El Uchiha, medio dormido, dio un respingo al oír un ruido. Estuvo a punto de alertar a grito pelado a sus compañeros, solo para evidenciar que había sido él quien lo había oído primero, pero entonces vio a Akame, con el puño en alto, y chasqueó la lengua por no haberlo hecho a tiempo. Instantes más tarde, con la cabeza ya más despejada, dio gracias a los cielos por no haberlo hecho.
Hubiese sido la ruina de la misión.
Datsue se levantó silenciosamente, agazapado, y vio movimiento por la trampilla… ¡Un jodido chucho se estaba colando! «Maldito… ¡Va a dar al traste con toda la misión!»
—Chico malo, chico malo —susurró, sin atreverse a levantar la voz, tratando de espantarle. Fue entonces cuando el muy condenado cogió un paquete de carne y salió corriendo—. ¡Eh, eso sí que no!
Algo hizo click en su cerebro. La última pieza del puzzle encajando. Se sonrió, maravillado por su propio intelecto superior.
—¡Chicos! —exclamó, pletórico—. Creo que ya sé quién…
Se detuvo de pronto, al darse cuenta que estaba hablando para las paredes. Akame ya hacía tiempo que peleaba energéticamente contra la persiana metálica, abriéndola de golpe. Y Noemi…
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Lo que menos se esperaba la Sakamoto era que el gato que intentó atrapar fuera en realidad su compañero que ahora estaba prácticamente sobre ella aplastándole como mínimo el busto. Obviamente no le cayó para nada bien pero por la misión se tuvo que aguantar las ganas de golpearle y guardó silencio, solo esperaba que el contrario hiciera exactamente lo mismo y se callase.
Por suerte para ambos, la señora Tofu se fue y pronto Akame hizo acto de presencia con un juego de llaves.
Luego de haber comido de aquel sushi, la rubia regresó a su posición debajo del mostrador a la espera del ladrón o vándalo. Que lamentablemente se tomó su tiempo en aparecer y ella ya no estaba en condiciones de aguantar tanta espera por lo que terminó por dormirse del aburrimiento. Una suerte para todos que la chica no acostumbrase a roncar…
De cualquier forma, el grito de Datsue la despertó y por el susto que se llevó volvió a darse un golpe en la cabeza con la tabla de encima suyo.
—Tabla de mierda… —Murmuraba saliendo a gatas de su escondite.
De alguna manera se había perdido lo más importante de la misión y solo vio a Akame echar a correr detrás de algo. ¿Deducción? Habían visto al culpable así que ella no sería menos y salió corriendo con una katana en mano. Aunque ni siquiera sabía lo que estaban persiguiendo y no veía nada más que la vaga silueta de Akame.
26/05/2017, 16:31 (Última modificación: 27/05/2017, 11:45 por Uchiha Akame.)
El Uchiha consiguió por fin abrir el candado de la persiana metálica mientras sus compañeros se limitaban a esperar tras él. «¡Ya podrían hacer algo ellos, maldita sea!», blasfemó en su fuero interno. Pero no dijo nada; estaba demasiado concentrado en lo que tenía entre manos.
—¡Esta llave está hecha una mierda! —maldijo Akame entre dientes, golpeando el candado contra el suelo.
Con un característico clic, la cerradura cedió y el gennin quitó el pesado candado de acero. Agarró la persiana con ambas manos y la subió haciendo toda la fuerza que fue capaz mientras apretaba los dientes.
Una vez hubo suficiente espacio para pasar, Akame se agachó y, con pies veloces, dobló la esquina. Pasó corriendo junto al apestoso contenedor, con los ojos encendidos por el Sharingan, y divisó al perrito al final del callejón.
—Ah no, tú no te escapas... —masculló mientras su mano derecha hacía el sello del Tigre.
El Uchiha desapareció en un parpadeo y volvió a reaparecer junto al perro. Con ambas manos lo agarró fuertemente del lomo, levantándolo en peso y quitándole el paquete de carne en conserva que llevaba entre las fauces. El animal ladró y se revolvió, pero Akame no estaba dispuesto a soltarlo.
—¡Kaiyō!
Un gritito femenino sorprendió al shinobi, que giró rápidamente la cabeza escudriñando la oscuridad. En una esquina del callejón halló a dos niños que tendrían apenas cinco años, de piel sucia y ojos grandes.
—¡Deja en paz a Kaiyō! —le gritó la niña, sin atreverse a avanzar un paso más.
Tenía el pelo castaño largo y revuelto, muy sucio, repleto de nudos. Sus ojos eran color avellana y estaban anegados de lágrimas. El muchacho, que parecía algo más mayor que ella, compartía los mismos rasgos y vestimentas —apenas unos harapos mugrientos—.
—Tú... ¡Suelta a nuestro amigo o... o... o acabaré contigo!
Noemi parecía más despistada que un Kusareño empachado de setas. De setas alucinógenas, claro, pues aquellos brócolis no comían hongos de otro tipo. Apretando los dientes, el Uchiha evitó soltar una carcajada por el golpazo que la kunoichi se había pegado contra la mesa, y, obligando a su cuerpo, corrió siguiendo la silueta de Akame.
El veterano de los Uchiha llegó a la escena el primero, pese a no tener que esperar demasiado por los refuerzos. Refuerzos que iba a necesitar, sin duda, pues se estaban enfrentando a nada más y nada menos que…
… un criajo, junto a una criaja todavía más pequeña. Además del perro, claro, ya cazado. Para un shinobi con orgullo, aquello resultaba como poco decepcionante. Gracias a los Dioses, Datsue no se consideraba ni una cosa ni la otra.
El crio, embravecido, exigió que soltasen al perro. Pero Datsue ya no se fijaba en él, propiamente, sino en sus harapos rotos y mugrientos. En su piel sucia. En su pelo encrespado…
—¡Ajá! —exclamó, pletórico—. Parece que Akame, el “profesional” —dijo, entrecomillando aquello último con un gesto de dedos y esbozando una mueca sarcástica—, no es tan profesional como parece.¿Cómo sabes que es un huérfano, Datsue-kun? —añadió, imitándole con voz exageradamente aguda—. ¿O que es un niño, Datsue-kun? ¿O que han entrado por la trampilla, Datsue-kun? Noemi-chan, díselo tú. Dile que tengo razón.¡JA! —A Datsue no le gustaba restregar sus éxitos o el fracaso ajeno en la cara de nadie, pero con un tipo como Akame era mejor prevenir, antes de que se le subiese a la chepa.
»¡Confiesa, maleante! —exclamó, con los ojos encendidos por el sharingan y señalando al crío—. ¿Eres dueño de este perro? ¿Actuó hoy, y otros días, bajo tus órdenes para robar comida en la honorable tienda de la señora Tofu? ¡Responde o paga las consecuencias!
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Luego del golpe y de que Akame finalmente abriese la puerta, la rubia pudo seguirle el paso y así fue como se encontraron cara a cara con lo que parecían ser dos huérfanos seguramente amigos del perro que había sido atrapado.
Era curioso, principalmente porque la situación terminaba por dar crédito a Datsue que había montado todo en base a suposiciones bastante cuestionables, pero claro que a Noemi no sentaba del todo bien el ir y hacer pagar a un trío de personas que no poseen un hogar para empezar.
—Si bueno, a nosotros nos mandaron por buscar a algún culpable, ¿verdad? Es lo que decía el pergamino, ¿me equivoco? —dijo la Sakamoto en respuesta a todo lo que el novato había dicho.
El objetivo principal era justamente quitarse trabajo de encima, si podían ser sumamente claros a la hora de describir a los culpables la misión tendrían que darla por cumplida, puesto que solo necesitaban encontrar al ladrón y ya, además que nadie tiene por qué saber que habían robado… ¿O sí…?
—Iré a buscar a la señora Tofu y ya, que ella se haga cargo del resto —comentó a desgano antes de voltearse con la intención de regresar a la tienda.