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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La peliverde se detuvo un instante frente a la imponente entrada del edificio que alojaba las dependencias del Morikage, por muchas veces que pasase frente a aquella imponente mole no podía sentirse intimidada de alguna manera por aquella mole. La sola idea de saber que allí dentro se encontraba el hombre más importante de la aldea, aquel a quién admiraba hasta un punto que sobrepasaba lo irracional, hacia que el edificio le pareciese una suerte de representación de su señor.

Lo cierto es que el edificio tenía la majestuosidad típica de la arquitectura antigua, mantenía el estilo general de la aldea. Construido en maderas nobles y bambú, puertas de papel de arroz y una decoración sobria. La altura es lo que hacia, sobre todo lo demás, destacar aquella mole situada en el centro de la aldea, desde allí arriba se podía abarcar con la vista toda Kusagakure o al menos eso es lo que su abuelo le había contado a Izumi cuando era pequeña.

"Algún día quiero comprobarlo por mi misma" se dijo la joven mientras se ajustaba el gorro verde, el cual se solía descolocar por culpa de las dos coletas que mantenían su largo y sedoso cabello verde bajo control "Bueno, no creo que hoy tenga la suerte de recibir mi misión de manos de Kenzou-sama... así que no debería estar tan nerviosa" la joven trataba de controlar su agitada respiración, podía sentir como el corazón le palpitaba con intensidad y eso le hacia quedarse sin aire "Pero podría encontrármelo..." la sola idea la puso aún más nerviosa, en toda su corta vida solo había visto al Morikage un puñado de veces y la mayoría de ellas desde la distancia... solo una vez había estado en presencia del anciano dirigente. La chica lo recordaba como si fuese ayer aunque habían pasado más de cuatro años, fue en año nuevo del 210. Izumi acompañaba a sus abuelos a realizar la típica ofrenda al templo, cuando se cruzaron con él que volvía del mismo. El kage intercambio un par de amables palabras con sus abuelos, Izumi estaba tan nerviosa que apenas pudo articular palabra cuando el anciano le pregunto su nombre. Tras aquello, se despidió de su abuelos y le revolvió a la pequeñaja los cabellos con suavidad. "¿Por qué me acuerdo ahora de esto?" la joven no pudo evitar sonrojarse al recordar aquel instante, suspiro tratando de serenarse "Vamos, vamos... Izumi... tienes que controlarte" se golpeo con ambas manos en el rostro "Céntrate por favor, vienes a por tu primera misión... cumplirla es el primer paso para cumplir tu sueño"" respiró hondo y liberó el aire lentamente "Vale, ahora sí... " se armó de valor y convicción para adelantar el pie y comenzar a sí a caminar hasta la entrada del edificio. Abrió la puerta de madera con cuidado y cruzó el umbral, dejando el claro cielo de de la mañana tras de ella.

La chica paseo la mirada con cuidado por el recibidor, era una enorme estancia con un mostrador al fondo, paredes de bambú entrecruzado y un impecable suelo de madera. Algunas plantas y sumi-e de decoración por aquí y por allí, decoraban la estancia.

"Es impresionante..." la joven no pudo evitar tragar saliva, por primera vez en su vida cruzaba aquella sala en dirección al mostrador donde una mujer bien entrada en la madurez se afanaba en ordenar montones de papales. Ni siquiera parecía haberse percatado de la presencia de la chica, que tímidamente se iba aproximando "No me puedo creer que este así..." el habitual desparpajo de la kunoichi se había visto aplastado por la presencia que proyectaba un simple edificio.

Aunque no tardó más de un par de minutos en cruzar la sala y pararse frente al mostrador, a ella le parecieron horas como si aquel mostrador estuviese a kilómetros de la puerta.

"Bien... vamos" se preparaba para abrir la boca cuando la mujer levantó la mirada de sus papeles, congelando a la pequeñaja en un instante

—Vaya... una novata— la mujer dejó los papeles que tenía entre las manos sobre su mesa
—No preguntes como lo sé, tu cara te delata, pequeña— no dejó a Izumi tiempo para responder
—Espera un momento, tiene que llegar otro chico— ordenó para después volver a sus quehaceres

—De... acuerdo— contestó la kunoichi un tanto dubitativa, mientras se alejaba un poco del mostrador

"¿Eso significa que tendré que trabajar con alguien?" la idea no la convencía en exceso, pero sabía muy bien que su opinión importaba menos que nada y eso no era mucho "Bueno... sabía que esto podía pasar..."
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#2
Mientras la pequeña esperaba cerca del mostrador, la mujer prosiguió con sus quehaceres por un buen rato mas. Tanto era así, que si bien le parecieron horas a la chica el camino desde la puerta hasta el mismo mostrador, en ésta ocasión podría haber tenido tiempo de llegar a sus últimos años de vida, retóricamente hablando. Al cabo de un buen rato, la puerta que había tras el mostrador se abrió, saliendo de su umbral un hombre no mucho mayor a la mujer ya allí presente. El hombre vestía un camisón holgado de color beige, tenía un rostro como de recién despertar, y portaba en su diestra un tazón enorme en el cuál estaba tipificado "Odio los lunes". La mujer detuvo por un instante su trabajo, y se giró en pos de recibir al hombre.

Aquí tienes, cariño. —Dijo el hombre mientras le entregaba el tazón a la mujer.

Muchas gracias, cielo.

El hombre estiró los brazos, como si la vida le pendiese en ello, y no pudo evitar un claro y estruendoso bostezo. —¡Uuaaaaaahh! —Tras ello, se frotó los ojos, y se dio media vuelta, dirigiéndose de nuevo a la otra estancia. Al tomar el pomo de la puerta, giró el rostro hacia la mujer. —Por cierto, mi sobrino no va a venir hoy al final, al parecer ha pilado un buen catarro. Descanso un par de horitas mas y te relevo, ¿vale?

Está bien, descansa cariño.

La mujer se dio la vuelta, y observó por un instante los papeles. Le propinó un buen buche al café, a la taza que recién le habían dado, y tomó el bolígrafo con su otra mano. Dejó caer un pequeño suspiro, y casi comienza a escribir. —¡Oh! ¡Cierto! —Alzó la vista de nuevo entre tanto papel, buscando a la pequeña.

»Al final no va a venir el chico, tendrás que apañartelas tu sola. ¿Te ves capaz? —Sin duda, tacto era lo que menos tenía la señora. Tampoco era era algo que echarle en cara, a saber cuantas cosas raras había visto durante su estancia como recepcionista en ese edificio tan peculiar. Sin siquiera esperar palabra, tomó un pergamino de la mesa y lo expuso estirando su mano por encima del mostrador.

La señora Fujiyama te dará mas información si lo necesitas. Que tengas un buen día.


Ésto es lo que hay escrito en el pergamino, en caso de que lo leas.


Misión rango D


Peticionario: Sakao Fujiyama
Lugar: Tienda de necesidades básicas Fujiyama
Solicitud: La señora Fujiyama tiene una tienda en la que se vende de todo un poco, un tienda especialmente adaptada para que le gente de los arrozales no tengan que ir hasta las grandes urbes en pos de cumplir con sus necesidades básicas de compras. Solicita un par de ayudantes para organizar la tienda y otros quehaceres, a ser posible genin.

[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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#3
La espera comenzaba a parecerle eterna, si no fuese por el reloj de pared Izumi hubiese jurado que el tiempo se había detenido en aquella estancia. Había escudriñado cada rincón del recibidor, casi que podría hacer un boceto de la misma con los ojos cerrados señalando la ubicación de cada objeto, arañazo e incluso mota de polvo. En situaciones normales, alguien con el temperamento de la Sanshoo hubiese acabado estallando, pero por suerte para ambas partes se encontraba ni más ni menos que en el edificio donde residía el hombre que más admiraba en la tierra y no pensaba dar un espectáculo a todas luces innecesario.

"Vamos Izumi... tomatelo como un ejercicio para ejercitar tu paciencia" se repetía una y otra vez de todas las maneras que se le ocurrían, pero era mirar hacia la recepcionista y sentir un odio irracional "¿Se habrá olvidado de mí la muy...?" era lo primero que se venía a su mente cuando la veía mover los papeles de un montón a otro "Vamos, ya queda menos que antes... eso seguro"

La peliverde se quedó parada frente a una ventana observando el exterior, tratando así de distraerse un poco. Tenía la sensación de que si seguía dando vueltas acabaría volviéndose loca. Aunque la terapia no resulto ser la mejor, pues el exterior se le antojaba ahora como un lugar maravilloso, lleno de cambios y donde el tiempo fluía... mientras ella estaba encerrada en aquella capsula del tiempo.

"El infierno debe ser algo como esto..." sin duda para alguien como ella, acostumbrada a que sus designios y deseos se viesen satisfechos a la orden aquello resultaba más que frustrante.

Por suerte, algo cambio en la sala de repente. El sonido de una puerta abriéndose se impuso al de el bolígrafo y los papeles de la recepcionista. Izumi se dio la vuelta como un resorte, ¿por fin había llegado el momento? Nada más lejos, al menos a primera vista. La kunoichi no pudo evitar torcer el gesto al ver a un tipo vestido con un maldito pijama en mitad de aquel majestuoso recibidor como si estuviese en el puto salón de su casa

"¿Pero esto que coño es?" se mordió el labio por no morder su lengua mientras contemplaba aquella surrealista escena, el hombre le entregó una taza con una extraña inscripción "¿Qué mierda es un lunes?" se rascó la sien tratando de encontrarle algún significado pero fue incapaz de lograrlo.

Tras entregar el café, el tipo ni corto ni perezoso se desperezo sin el más mínimo pudor ¡bostezo incluido!

"Esto empieza a acabar con mi paciencia" dejó escapar un suspiro tratando así de liberar la tensión contenida, mientras el tipo parecía marcharse como si nada "¿Otra vez a esperar?" sus emociones eran un carrusel, de la esperanza al odio y ahora al abatimiento total

—Por cierto, mi sobrino no va a venir hoy al final, al parecer ha pilado un buen catarro. Descanso un par de horitas mas y te relevo, ¿vale?

La cara de Izumi era un poema, uno apuntillado por el sonido de una puerta al cerrarse "No... puede ser que... no puede ser ese tipo al que llevo esperando toda la mañana..." ya no sabía si enfadarse, echarse a reír, llorar o escoger el suicidio como única salida digna

La recepcionista siguió a lo suyo, le dio un trago al café y como si la joven no estuviera en la sala

—¡Oh! ¡Cierto! —

"Vaya... se ha dado cuenta de que existo..." la joven la miro con la mirada de alguien que ya había perdido la fe en la vida

Al final no va a venir el chico, tendrás que apañartelas tu sola. ¿Te ves capaz?

La kunoichi entrecerró los ojos "Yo la mato..." respiró hondo, mientras evaluaba verdaderamente el asesinato "Aunque la verdad... lo único que quiero ahora mismo es salir de aquí..."

—Por mí como si esa misión es matar a un bijuu... démela— la joven se acercó al mostrador y cogió el pergamino sin mucho entusiasmo

La señora Fujiyama te dará mas información si lo necesitas. Que tengas un buen día.

—Eso espero...— murmuró la joven mientras se daba la vuelta lentamente y comenzaba a caminar mientras desenrollaba el pergamino —Buenos días...— se despidió la joven que ya empezaba a concentrarse para la lectura

"Con mi suerte seguro que me toca ir a una granja en el quinto pino a recoger mierda de vaca o algo así..." aunque la misión resultó ser algo distinta en contenido, le pareció tan interesante como su idea anterior "Bueno..." suspiro mientras guardaba el pergamino con el encargo en su portaobjetos "cuanto antes empiece, antes acabaré" abrió la puerta que daba a la calle y un viento primaveral la recibió "Por fin algo de alegría..."

Izumi comenzó a caminar tranquilamente mientras empezaba a planear su siguiente paso, debía dirigirse a los Arrozales del Silencio.

"Si mal no recuerdo, eso estaba lindando con el País del Rayo... si voy a pie me llevaría casi una semana llegar allí" la joven empezaba a darse cuenta de que a pesar de ser una simple misión de rango d tenía sus propias complicaciones "Si fuese hacia la costa y cogiese un barco, podría tardar algo menos... pero si no hubiese ningún barco cuando llegase la cosa podría alargarse un poco... además no se ahora mismo si adonde voy esta cerca o lejos de la costa" la peliverde se detuvo un instante mientras recuperaba el pergamino del interior de su portaobjetos. Lo reeleyo atentamente de nuevo buscando el lugar hacia donde debía dirigirse "Solo nombra la tienda... pero aquello debe ser bastante amplio..." dejó escapar un suspiro "Otra vez no..."

Contra su total voluntad, la joven desando el camino y se plantó de nuevo frente a la puerta del edificio del Morikage, abrió la puerta y volvió a entra al vestíbulo pero esta vez a toda prisa. Quería terminar aquello a toda prisa, así que prácticamente desde la mitad del vestíbulo ya iba hablando

—Disculpe, pero creo que se han olvidado un detalle importante— dijo la joven elevando la voz para que la oyesen mientras se acercaba hasta el mostrador —El pergamino no dice el nombre de la población donde se encuentra la tienda, así que no sé hacia donde debo dirigirme— la chica se detuvo frente al escritorio, esperando una respuesta para poder salir de allí volando
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#4
La pequeña no se anduvo con rodeos para pillar el pergamino, su paciencia casi había llegado a su límite, mas éste tipo de cosas era frecuente en la vida shinobi; quizás con el tiempo llegase a acostumbrarse. A lo sumo le costaría algún dolor de cabeza, pero puede que no mucho mas. Tomó el pergamino, y tan rápido como pudo se quitó de en medio. La secretaria por su lado continuó con su ardua tarea, cosa que parecía estar consumiéndola poco a poco.

Pero una vez fuera del edificio, la chica releyó el pergamino, y cayó en cuenta de que no conocía el lugar a donde debía ir. No tardó en retornar sus pasos, muy a su pesar. Abrió las puertas del edificio de nuevo, y ya a medio camino hasta el mostrador comenzó a solicitar datos.

La mujer alzó la mirada por encima de sus tantos papeles, y observó quién venía recriminando falta de información. La sorpresa no pareció abrumarla, en absoluto. Le propinó un nuevo buche al café, y tras degustarlo con suma paciencia, dejó caer un suspiro. —Se nota que eres una novicia... nunca has estado por los arrozales del silencio, ¿verdad?

»Pues verás, allí solo hay plantaciones de arroz. Muchas, pero que muchas plantaciones de arroz. Entre todas ellas, hay caminos de tierra, alguna que otra casa de los civiles, y una enorme tienda de paredes amarillentas y con un enorme cartel que dice "Tienda de Fujiyama" —Informó la señora, con bastante desdén. —Pues bien, esa es la tienda. No tiene pérdida.

Y con todo aclarado por lo que a ella respectaba, bajó de nuevo la mirada y continuó clasificando carpetas, y rellenando formularios. El trabajo no iba a realizarse solo, y si perdía el tiempo de esa manera no llegaría a casa ni para cenar. Al menos eso parecía.

¡Oh! ¡Por cierto! —Reclamó de nuevo la atención de la chica. —Si quieres ahorrarte la caminata hasta los arrozales, hay ahora mismo una caravana a las puertas de la aldea que parte en diez minutos hacia allá. Si llegas a tiempo, eso que te ahorras.

Ahora si, de nuevo se puso a lo suyo.

Entre tanto, en las puertas de Kusagakure se preparaban los últimos avíos para partir. Un total de 3 carruajes guiados por 4 caballos cada uno. Los conductores habían tomado ya las riendas, mientras que unos fornidos trabajadores terminaban de cargar las pesadas cajas a los susodichos carros.
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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#5
Lejos de sorprenderse por la repentina vuelta de la peliverde, la secretaria casi parecía que lo había dado por sentado de alguna forma. Dio un sorbo a su café antes de responder a la pregunta de la joven con una pequeña apreciación que nadie le había pedido

—Se nota que eres una novicia... nunca has estado por los arrozales del silencio, ¿verdad?

"¿Novicia? Ni que me fuese metido a monja..." la joven se contuvo, sabía que no le convenía pasarse de lista si quería que la mujer colaborara con ella. Por suerte, tras la apreciación vino una explicación bastante detallada de lo que buscaba

—No me hubiesen venido mal esas mismas indicaciones pero en el pergamino de la misión— la joven torció el gesto un tanto disgustada pero solo un instante —De todas formas, le agradezco la ayuda— hizo una leve reverencia y cuando se preparaba para marcharse la señora le regalo otra píldora de información... aunque esta vez algo a destiempo.

—¡Oh! ¡Por cierto! Si quieres ahorrarte la caminata hasta los arrozales, hay ahora mismo una caravana a las puertas de la aldea que parte en diez minutos hacia allá. Si llegas a tiempo, eso que te ahorras.

—¡Diez minutos!— la joven pego un respingo que casi cae de culo —¡Me lo podía haber dicho todo esto antes!— se giro sobre sus talones como un resorte y comenzó a correr como nunca antes lo había hecho, abrió la puerta prácticamente de un empujón —¡Mierda, mierda!— se hizo a la calle como alma que lleva el diablo, de hecho tuvo que esquivar a un señor al que estuvo apunto de arrollar por lo que se gano una reprimenda. Sin embargo, ahora mismo no le importaba ninguno de los improperios que le dedicasen. Tenía que llegar hasta la puerta de la aldea en un tiempo record

"Si me limito a correr por las calles no creo que llegue" se detuvo un instante para ubicarse correctamente "Por aquí" la joven se encaramó con agilidad a un muro que separaba la vía del jardín privado de una casa, del muro saltó a un árbol y de este al tejado. Sin ningún miramiento, avanzó a toda velocidad sobre las tejas. De esa casa salto a otro árbol y de esta a otra casa, de esa ala siguiente que estaba adosada y así una tras otra, saltando pequeñas callejuelas y volviendo caer sobre tejados. Tras unos minutos, la joven saltó desde el tejado de la última casa hasta el suelo de la avenida que desembocaba en la entrada de Kusagakure. Sin apenas tiempo para recuperarse del salto, se recompuso como pudo y siguió corriendo y ahora esquivando a los transeúntes que se interponían entre ella y la caravana que se merchaba

"¡Por favor que llegue a tiempo!" era lo único que pensaba en aquel instante, si perdía la caravana iba a tener que pegarse una caminata épica

Poco a poco fue divisando la entrada a la Aldea, allí pudo ver uno carros que parecían estar listos o casi para partir.

"Vamos, casi lo he conseguido" la joven apretó todo lo que pudo, aunque su límite ya estaba casi sobrepasado "Un último esfuerzo"

—¡Esperad por favor!— gritó la joven casi desfondada —¡Necesito coger esa caravana!— la joven seguía corriendo a toda velocidad, como jamás lo había hecho.. tan sólo esperando que fuese suficiente para no perder el carromato
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#6
Para la chica, la información mas valiosa vino bastante tarde. Por suerte para ella, el empeño que puso en su carrera, así como en el elaborado itinerario tan improvisado, llegó a tiempo para poder ver cómo la caravana comenzaba a marchar. Ya habían terminado de cargar las mercancías, y no había marcha atrás. Sin embargo, el grito de la chica alertó al último de los conductores, que paró ipso facto el carruaje. El otro par sin embargo continuaron la marcha, no demasiado rápido.

¡Venga sube al cesto, enana! ¡No tenemos todo el día! —Vociferó a todo pulmón el hombre.

Éste vestía unos harapos de campesino, una camisa verde sobre la cuál recaía un chaleco marrón, unos pantalones del mismo tono y una boina de tono parecido también. Era extremadamente delgado, con cabellera casi blanquecina, que acompañaba claramente a su avanzada edad. Su rostro se veía realmente curtido por el tiempo, quizás llegaba a las 5 decenas de años, quizás mas.

El carro por su parte estaba siendo guiado por cuatro ejemplares de caballo de color negro. La parte del cesto estaba conformada por una base de madera, una madera que asimilaba la apariencia de pino, mientras que el telar era de tono rojizo. Dentro, había una bancada en el lateral izquierdo, donde había una mujer agazapada a la esquina. Ésta mencionada vestía unas ropas parecidas a las del hombre que conducía el carromato, exceptuando que su camisa tenía una capucha que cubría su rostro casi al completo. Obviamente no llevaba boina. El resto de la cesta estaba cargada de enormes cajas, apenas había sitio para meter las piernas entre éstas y la bancada.

Una vez la chica hubo tomado "asiento", el carromato comenzaría de nuevo su marcha.
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#7
Los carruajes empezaban a moverse cuando la joven pegó el grito, por suerte este fue escuchado y la última de las carretas se detuvo.

—¡Gracias!— alcanzó a decir la joven que al llegar al carro se dejó caer sobre él tratando de recobrar el aliento mientras el conductor la apremiaba. En otra situación, seguramente se hubiese ofendido y replicado... pero teniendo en cuenta de que acababa de cruzarse toda la maldita aldea de punta a punta prácticamente, que las piernas ya casi no le respondían y a la posibilidad de haber perdido el correcto funcionamiento de uno de sus pulmones, se limito a escalar como buenamente pudo.

El carro iba hasta arriba de cajas, apenas había espacio para una persona. Así que se limitó a meter las piernas y a posicionar el culo sobre la esquina trasera del carro, pues fue el lugar que le pareció más estable mientras pensaba otro sitio donde quedarse.

—¡Ya estoy dentro!— respondió la peliverde casi sin aliento, reparando por primera vez en el conductor que parecía ser un hombre bastante mayor al menos por su color de peleo, ataviado como los campesinos de los cuentos que su abuela le contaba cuando era pequeña.

Apenas comunicó que estaba abordo, cuando el carro comenzó a moverse. En un acto reflejo se agarro a la madera pues tuvo la sensación de que el cambio de inercia habría acabado con ella en el suelo

"Creo que lo mejor será ser agradecida, al fin y al cabo me están haciendo un favor bastante gordo" como decía su abuela <<De bien nacido es ser agradecido>>

—Muchas gracias por permitirme subir— dijo la joven ahora ya con voz normal, aunque cansada —Intentaré no causarle ninguna molestia—
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#8
Tan pronto como la chica subió, el carromato comenzó a moverse, y por suerte la chica fue avispada y se agarró a la madera; de seguro hubiese acabado en el suelo de no hacerlo. Pese a que la altura no era demasiada, igual el golpe si que se lo habría llevado. Fuera como fuera, la chica tuvo el detalle de agradecer el favor que le hacían. La mujer que se escudaba en la esquina mas alejada, ladeó un poco el rostro, su mirada quedaba en la penumbra, pero sin duda se denotaba que la estaba observando. Sin embargo, no dejó escapar una sola palabra.

Así me gusta pequeña, el silencio es un don. —Se jactó el hombre, con un tono aún mas seco que antes.

»Y la próxima vez no espero. Avisé con tiempo, y dejé bien claro que si los genin no llegaban a tiempo se quedaban en tierra. —El hombre inquirió que la pequeña había llegado tarde a sabiendas de las condiciones, aunque éste quizás no sabía que el mensaje no fue entregado a tiempo, de hecho fue casualidad que la kunoichi se enterase. Casualidad o no, aún contaban con un par de genin, eso parecía ser lo estipulado; pero solo había embarcado en el carromato una.

Entre tanto, la mujer del fondo volvió la mirada hacia las cajas, y quedó en silencio, sepulcral silencio. Los baches se sucedían, y la bancada se hacía sentir de todo menos cómoda. El viaje parecía venir bien movidito, y de todo menos acomodado.
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#9
—Así me gusta pequeña, el silencio es un don—

La peliverde miró hacia su izquierda y pudo ver que había otra persona en el carro, parecía ser una mujer o al menos tenía toda la pinta de serlo. Aunque la chica no pudo verle la cara, pues quedaba oculta por la penumbra del fondo de la carreta, lo único que si tenía seguro es que tenía clavada su mirada en la joven kunoichi

"Vaya mal rollo me da esa tipa..." un escalofrío recorrió su espalda "Bueno, será mejor que me queda aquí sentadita un rato"

—Y la próxima vez no espero. Avisé con tiempo, y dejé bien claro que si los genin no llegaban a tiempo se quedaban en tierra.—

—Lo siento pero eso no es mi culpa, estuve toda la mañana en la torre del Morikage esperando y cuando me dieron la misión faltaban diez minutos para que partiese la carreta— contestó la joven que no iba a dejar que la regañasen por algo que no era culpa suya —Así que si he llegado por los pelos es por culpa de la recepcionista y su parsimonia— sentenció la chica

"Un poco más y todavía estaría allí dentro esperando al sobrino del tío del pijama..." la joven dejó escapar un suspiro "pero bueno, ya ha pasado todo y será mejor que me distraiga un poco... el camino será largo" miró a su alrededor buscando algo con lo que entretenerse, pero allí no había más que cajas, un conductor y la mujer misteriosa "Esto se me va a hacer muuuy largo" así que la peliverde optó por darse la vuelta y observar el camino desde la parte trasera del carromato. Observando como poco a poco la gran puerta de Kusagakure se iba quedando atrás y con ella el puente que daba acceso a la aldea "Vaya... ahoro que caigo es la primera vez que salgo de la aldea sin la abuela"
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#10
La pequeña replicó que no había sido culpa de ella, que la culpa había sido de la secretaria del Morikage, así como también le informó de que había llegado a lo justo habiendo estado esperando en la recepción durante toda la mañana. Sin duda, razón no le faltaba. El hombre sin embargo no respondió, mantuvo el silencio. Dentro, bajo la penumbra de la tela, la chica no tenía mas quehaceres salvo esperar, mirar su alrededor, o poco mas. Al fondo, la mujer permanecía en silencio, casi autista.

Entre baches, el camino de tierra y pedruscos iba sucediéndose, dejando atrás primero la gran puerta de Kusagakure, el puente que la salvaguardaba, y poco a poco un pequeño pero fructífero bosque. La chica podía observar con parsimonia cómo los árboles iban relevándose, y quedando atrás en el camino. Una curva a la izquierda, una a la derecha, una cuesta hacia arriba, y las horas que comenzaban a pasar. El trayecto se veía largo, aunque de seguro mucho menos que andando.

El atardecer ya caía, el ocaso era inminente. No hubo una sola parada, el carretero no soltaba una palabra, y la mujer no hacía mucho mas. La chica de seguro podía escuchar rugir su estómago, o cómo la llamada de la naturaleza comenzaba a golpear fuerte en su vejiga.

Tras haber pasado una gran planicie de hierba que de seguro llegaba a la altura de la cintura, el carruaje comenzó a topar con un terreno aún mas pedregoso al inicial. Los saltos de la madera, así como la bancada eran abrumadores. Por suerte, apenas hubieron pasado un par de minutos, el carruaje paró.

Vamos a parar aquí por un rato, pequeña. Tienes cuarenta minutos para comer, cagar, o lo que sea que quieras hacer. En 40 minutos salgo, si no estás en el carro, te quedas aquí.

Estaban en mitad de la nada, literalmente. Solo había un vasto claro de piedra caliza bajo ellos y que se expandía hasta el horizonte. A pocas decenas de metros, el pasto que hacía poco habían abandonado, y mas allá alguna que otra montaña salpicada de nieve. Nada mas al otro lado, absolutamente nada. Y allí, en mitad de la nada, un caserón de madera vieja que asimilaba lo que era; un posada. Un cartel reflejaba el primer pensamiento que pudiese pasar por la cabeza, dando título a la posada.

En mitad de la nada

La puerta estaba cerrada, mas una luz daba evidencia a que allí había alguien. El silencio volvía a ser rey sin embargo, ni un solo murmuro. El primer ruido audible fue el fuerte pisotón del caballero que conducía al tocar tierra. Tras ello, nada mas. La mujer del fondo, parecía dispuesta a quedarse allí sin moverse. Bien no había escuchado la oferta, o simplemente se había quedado dormida... a saber.

Dentro de la posada, donde no tardó en adentrarse el hombre, la tenue luz daba cavidad a una triste decoración. Apenas un par de muebles, sillas y mesas, todos ellos tallados en la misma madera. Al fondo, una mujer con cara de desdén, que casi parecía estar a esperas de la muerte. Al menos rozaba la quincuagésima primavera, y portaba una ropa que claramente la delataban como mesera.
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#11
Hasta que el carro se detuviera por primera vez, debían de haber pasado por lo menos diez horas... diez largas y silenciosas horas donde ninguno de los tres ocupantes abrió la boca para algo que no fuese bostezar y en el caso de la misteriosa mujer, ni siquiera para eso. Izumi incluso llegó a plantearse si seguía vida, perfectamente se podía haber muerto y que ninguno de los presentes se hubiese coscado. Sin embargo, la joven tenía cosas más urgentes que atender que comprobar si su compañera de viaje seguía en este mundo pues ella estaba apunto de reventar en el sentido más estricto de la palabra.

—Vamos a parar aquí por un rato, pequeña. Tienes cuarenta minutos para comer, cagar, o lo que sea que quieras hacer. En 40 minutos salgo, si no estás en el carro, te quedas aquí.

—Entendido, señor— la joven saltó desde el interior al suelo y casi se arrepintió pues el esfuerzo casi hizo que su retaguardia liberase la presión, y es que la chicas también cagan y esta... llevaba cagándose dos horas, con sus minutos y segundos.

"Me cago, me cago, me cago"

Se recompuso como buenamente pudo y salió corriendo a toda prisa, entrando justo detrás de un tipo bastante grandote que debía ir en otro de los carros. Entró en aquel antro al que llamaban posada, pero bien podía ser el recibidor de un tanatorio por la alegría que se respiraba en su interior. Sin mucho más tiempo, decidió dejar a un lado sus modales e ir a lo esencial

—¡Buenas tardes señora!— dijo la joven desde la distancia mientras se acercaba a la barra a toda velocidad —¿Me podría indicar donde esta el baño? Tengo una urgencia— más que solicitar, rogó por una respuesta rápida. Seguramente en el rostro debía de notarse que estaba apunto de suceder una tragedia

"Por favor, por favor" la joven no tenía ni tiempo ni ganas de pararse a observar la sala, solo sabía uqe había muebles, mucho polvo, una mesera y esperaba que un baño cerca.
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#12
La pequeña acaparó todas las miradas al entrar en el antro. Tan solo dos personas dentro, la mesera y el hombre que recién entraba y al que casi arrolla. La mirada de éste último fue un tanto mas amargada y quizás enfadada a la restante, que la miraba por desprecio casi. El hombre se mordió la lengua, chasqueandola en una sonora replica de indignación. Pero no hizo mas, tan solo se dirigió hacia la primera mesa que llegó a observar.

Tras su enérgico saludo a la señora que se resguardaba tras la tabla, no perdió tiempo alguno en aclarar sus motivos —una urgencia— y solicitaba usar el baño. La mesera arqueó una ceja, sus semblante déspota apenas cambió. Alzó la diestra hacia el lateral izquierdo de la estancia, donde una única puerta quedaba al lado de las escaleras. Éstas escaleras estaban desnudas, con una única y débil estructura de madera que casi parecía venirse a bajo.

Junto´las calera —Escupió a regañadientes, como si soltar palabras le costase dinero.

La puerta no reflejaba signo alguno a ser un baño, ni tan siquiera a una diferenciación entre sexos. Era una puerta lisa de madera, con un pomo de metal como única referencia. En la sala no habían mas puertas, ni mas estancias, únicamente esa y las escaleras. No había mucho rango de fallo en las indicaciones.

En el interior había un pasillo no demasiado largo, y bien estrecho, que desembocaba en otra puerta igualmente sin marca alguna. Si, era un pasillo y una puerta absolutamente inservible, que daban al servicio al fin. El susodicho baño estaba conformado por una pequeña sala de paredes decoradas con papeles tipificados con numeroso caracteres tradicionales en negro, sobre un fondo blanco. Las paredes se verían hermosas, quizás antes, ahora estaban realmente deterioradas, y en algunas zonas se veía la podrida madera que había detrás. Por otro lado, lo primero que se notaba era la bofetada de olor. No había respiradero alguno, y el olor bien podía quedar allí por semanas de no estar ventilado por las puertas. A todo ésto, frente a ella solo había un agujero hecho en la misma madera, tapado con una chapa metálica mugrienta a no poder mas. Éste agujero era una especie de fosa de excrementos, de ahí el alarido olfativo. A su lado había un rollo de papel en el suelo, y un poco mas cerca de la puerta un grifo con una pequeña cañería agrandada en el extremo superior, para evitar que el agua no fuese a parar directamente al suelo. Un espejo estaba situado justo encima del grifo, con numerosas marcas de oxido, así como manchas de a saber qué. El tiempo no había pasado en vano en ese sitio.

Por si eso no fuese poco, un detalle marcaba la diferencia. No había pestillo alguno en la puerta.
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#13
Los segundos pasan muy despacio mientras uno trata de controlar el esfinter, o al menos a Izumi se le estaban haciendo tremendamente largos. La chica mantenía clavaba su mirada en la de la posadera, a la que parecía que le costase trabajo articular las palabras. Por fin levantó la mano señalando hacia su diestra, justo a una puerta que había bajo la escalera

—¡Graciaaas!— ni siquiera espero a las palabras para salir corriendo, de hecho escuchó la voz de la señora ya en la distancia mientras abría la puerta a toda prisa

"Me cago, me cago, me cago" para decepción de la joven tras la puerta no estaba el baño, si no un largo pasillo que bien podía haber figurado en cualquier portada de un libro de terror, tan desvencijado como el resto de la posada "Corre Izumi, corre" la joven salió disparada y por fin llegó a la otra puerta, que abrió casi de una patada... una muy débil patada comparado con el ostion que recibió en el hocico. Ahora no sabía si cagar o vomitar primero

—¡Madre del Kyubi!— la joven se llevó ambas manos a la cara para taparse la nariz

"Esto es increíble... no deben haber limpiado desde antes de la destrucción de Konoha" repasó con la vista el escaso mobiliario y los muchos defectos que podía sacarle a aquel lugar "¿Pero si no hay váter?" la joven dio unos pasos hasta que reparó en una tapa de metal que había en el suelo "no... no... ¿en serio?" liberó una de sus manos para poder así elevar la tapa "Por el amor de Kenzou-sama..." la chica acababa de descubrir la "taza" del váter "Joder, creo que he visto moverse algo" Izumi estaba apunto de darse la vuelta y dejar la tapa en su sitio cuando un fuerte retortijón le recordó su situación "Maldición... tendré que hacerlo aquí..." volteo para proceder a cerrar la puerta y ¡sorpresa! no había pestillo

—Si mi abuela me viese... Una Sanshoo en este maldito lugar—

Negó con la cabeza, no sabía si reír o llorar ahora mismo. "Un momento" la kunoichi hizo un pequeño movimiento de muñeca y un kunai se colocó sobre su mano izquierda, acto seguido lo clavó en el marco de la puerta a modo de pestillo "Un problema menos". Así que sin más dilación procedió a finiquitar la faena. No le llevó mucho pues tanto aguantarse había convertido su estómago en una bomba así que sin más volvió a ajustarse la ropa rápidamente, se lavó las manos y la cara con agua, para justo después abandonar el baño con la misma prisa con la que había entrado. Respirar aquel aire debía de ser perjudicial para la salud. Cruzó el pasillo en dirección al bar de la posada, abrió la puerta para volver a estar en aquella solitaria y desvencijada estancia donde se encontraba la barra

"Pediré un bocadillo o algo rápido para llevar... no me fio demasiado de la cocina de este lugar viendo como estaba el baño"

Izumi se acercó hasta la barra, para después dirigirse a la "alegre"[/color] mesera

—Disculpe, señora— llamó la atención la joven —¿Podría poner un bocadillo de cualquier cosa para llevar?

Tampoco iba a ponerse esquisita después de evacuar donde lo había hecho, además tenía prisa. No quería quedarse allí, en mitad de la nada literal y figuradamente
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#14
La impresión que el antro causó en la chica sin duda fue sobrecogedora, pero a regañadientes supo apañárselas para atascar el posible retroceso de la puerta. Por suerte o desgracia, nadie hizo amago de empujar la susodicha, nadie mas parecía interesado en entrar en ese zulo al que había recurrido la pequeña. Tras acabar su tarea, combatiendo tanto como podía con las ganas de vomitar, terminó por enjuagarse el rostro y las manos en el grifo. No tardó en abandonar la estancia, dejando que las puertas se cerrasen a su paso.

Solucionada su urgencia, se acercó a la mesera y reclamó su atención. La mujer, con el mismo desdén inicial, alzó la mirada por la barra para alcanzar a ver a la pequeña. Fue entonces que la chica solicitó un bocadillo de "cualquier cosa" para llevar. La petición era de lo mas peculiar, aunque de seguro por esos lares no quedaba cerca de las mas absurda. La mujer hizo una mueca de desagrado completo, torciendo el labio en un gesto claramente indignado. Se levantó del poyo, y tardó algo en movilizarse hacia la parte mas alejada, donde una tabla de madera se salvaguardaba parcialmente del polvo.

Viá ve queai... —Acompañó la mujer en el camino. No tardó demasiado en llegar hasta la zona donde quizás podía haber algo de charcutería, aunque tampoco puso énfasis alguno en apremiar el tiempo. Al llegar, tomó de bajo la barra una bolsa blanca que casi parecía elaborada de cartón, rugosa y dura, además de escandalosa. De ésta tomó una barra bastante abundante, y volvió a dejar el resto en el mismo lugar. Dejó el pan sobre la tabla de cortar, y se giró buscando algo con qué cortarlo. Tras ella había una especie de cubo, entre otros muchos trastos, del cuál tomó un cuchillo. Volvió a girarse, y agarró el pan.

Una estacada, limpia y certera, dividió el pan en dos, dos mitades casi perfectas que cayeron sobre la tabla de cortar; válgase la redundancia. Tras ello, volvió a girarse para dejar el cuchillo en el mismo lugar —¿Para qué limpiarlo?— total, por mucho que cortase pan con éste no iba a ensuciarse.

¡PLUF!

Un golpe en seco dejó sin vida a una pequeña cucaracha que quería adueñarse del pan, o de las migajas, a saber.

Tras sacudir un par de veces la mano, la mujer se reclinó de nuevo y abrió lo que parecía ser un cajón. De éste, sacó un trozo de plástico translúcido que dejaba entrever algo parecido a un embutido procedente de a saber qué animal. Sin dudarlo un solo instante, la mujer usó la misma mano con la que había matado la cucaracha para depositar el embutido en el pan. Volvió a dejar el plástico en el mismo sitio, y volvió para rematar la tarea. Cerró el bocadillo, y lo metió a palo seco en una bolsa de plástico, tras lo cuál se dirigió de nuevo hacia la chica.

Zon ventisai ryo. —Inquirió la mesera. —Y cuatro der baño

Si, parecía increíble pero era cierto, quería cobrarle el entrar en el aseo. Muy a su pesar, la mirada de la mujer no mostraba ápice alguno de broma, se clavaba en la chica como un puñal. En el mismo instante, dejó frente a ella el bocadillo.
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#15
Hay cosas que son poco increíbles, pero que aquella posada llevase tanto tiempo en funcionamiento empezaba a antojarsele casi inaudito. Era, posiblemente, el lugar con más mierda sobre el que jamás había puesto los pies y eso que la chica había estado visitando granjas con porquerizas. Por si eso no fuera poco, la camarera te atendía como si en lugar de darte un servicio por el que fueses ha pagar, te estuviese haciendo un favor por trigésima cuarta vez consecutiva.

"Estoy deseando largarme de aquí para no volver" era inevitable querer salir de allí como alma que lleva el diablo, aquella cara de asco era casi peor que el baño... y eso es mucho decir "No me extraña que no haya nadie aquí... cualquiera que sepa como es este lugar preferiría estar tirado en medio de las piedras bajo una tormenta...."

Mientras la joven pensaba en lo asqueroso que era aquel lugar, no pudo evitar observar el descuidado desempeño de la camarera. Izumi estaba acostumbrada a lugares con altos estándares, trato exquisito y el cuidado al mínimo detalle, y ahora mismo estaba posiblemente en uno de los peores restaurantes de todo Onindo.

"Encima se lo toma con calma" cada vez tenia menos ganas de comer, la verdad es que tras su paso por el baño se le habían pasado las ganas y la idea era llevárselo para más tarde... pero viendo la poca higiene con la que manipulaba el pan... "Esto empieza a rozar lo intolerable..." la chica observó como cogió el cuchillo, cortó y volvió a dejarlo "¿Lo habrá lavado alguna vez?" lamentablemente para ella seguramente conocía la respuesta

Un fuerte golpe hizo a la kunoichi encogerse del susto, dirigendo rápidamente la mirada al cuerpo sin vida de una cucaracha que se había aproximado a la tabla de cortar —Mire... déjelo...— comenzó a decir la joven antes de ver el siguiente movimiento, sin ni siquiera lavarse las manos tras liquidar al insecto comenzó a manipular el embutido. Tiró las lonchas en el pan y cerró sin miramiento, metió el bocata en una bolsa y se volvió hacia la joven

—Zon ventisai ryo. y cuatro der baño

"¡Espera! ¡Esto es en serio!" la joven no pudo ocultar su cara de incredulidad, la muy bastarda no solo pretendía endiñarle aquel bocata infecto... si no que pretendía cobrarle por usar aquello que llamaba retrete....

—Lo siento pero no pienso pagar por ese bocata... he visto como mataba una cucaracha con la misma mano con la que ha metido el embutido ¡Y sin lavársela!— soltó la joven que ya había aguantado antes —Y aunque he de decirle que me ofende tener que pagar por eso que usted llama "baño", lo haré— la joven sacó su monedero y dejó cuatro ryos sobre la mesa —Que tenga una buena tarde— Izumi se dio la vuelta y puso rumbo hacia la puerta, ya comería cuando llegase a la próxima parada

"Vaya mierda de sitio..."
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