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La lluvía caía sobre ellos como un pesado abrigo. Para Ayame, quizás por primera vez en mucho tiempo, era como un castigo, como la sentencia de lo inevitable. Todo se había sumido en un plomizo gris que sólo podía augurar lo que estaba a punto de acontecer. Y aunque no sabía qué era lo que pensaba sus compañeros, sí sabía que ellos estaban sintiendo lo mismo que ella. Daruu había golpeado el suelo en un arrebato de rabia, y Reiji se mantenía inmóvil más allá, aprisionado por una capa de hielo que ya comenzaba a derretirse al encontrarse fuera del influjo del ninja de blanco. Pero no se atrevía a mirarlos a la cara, no se atrevía a moverse del sitio. Porque aún arrodillada sobre la tierra, con el manto de agua cayendo sobre su espalda como un millar de latigazos, se sentía terriblemente culpable.
Y el gélido silencio en el que se había sumido Kōri, concentrado únicamente en su bollito de vainilla y canela, no hacía sino empeorar la tensión que caía sobre ellos.
La voz de Daruu resquebrajaría ese silencio como una llamarada, y Ayame alzó la mirada hacia él al escucharle.
—¿Qu...? —preguntó, con un hilo de voz. Sus cabellos, chorreantes, ondearon con el movimiento.
Kōri, que comía relajado, se permitió el lujo de llevarse el último trozo a la boca, masticar y tragar antes de responderle. Sus ojos claros se clavaron en el muchacho.
—Me estaba preguntando si debería aprobarte siquiera a ti —le espetó, con aquella inexpresividad tan característica suya—. Daruu-kun, has conservado el cascabel. Pero para hacerlo has recurrido a su práctica destrucción. Un hecho así es inadmisible en cualquier tipo de misión de custodia. Ya os lo he dicho antes, pero vuelvo a repetirlo: si os mandan guardar unos pergaminos de unos ninjas de otra aldea, ¿os los tragaríais sin posibilidad de recuperarlos intactos más tarde? ¿Cómo se lo explicaríais después a vuestro cliente?
Kōri hizo un nuevo silencio tras sus palabras, como si quisiera que calara en sus mentes. Y Ayame agachó la cabeza durante aquellos tensos segundos.
El jonin se volvió hacia el chico-vampiro. El hielo ya se había deshecho a su alrededor, era libre.
—Os dije expresamente que os tomárais esto como una misión, no como un simple examen. Y tú, Reiji-kun, parece que te lo has tomado totalmente en broma desde el principio. Perdiste tiempo tallando esas flechas en los árboles para después transformarte en un perezoso, ¿de verdad pensabas que algo así podría funcionar o simplemente nos estabas tomando el pelo a todos?
Pero ni siquiera le dio tiempo a responder. Antes de que pudiera siquiera abrir la boca, se volvió hacia Ayame, que seguía acurrucada en su sitio con la mirada fija en el suelo.
—Está claro que ni siquiera sabéis trabajar en equipo. Ayame —la llamó, y ella pegó un ligero brinco al escucharle—. Tú te has empeñado una y otra vez en ir por tu cuenta. Si os hubiéseis coordinado como lo habéis hecho hacia el final de la prueba podríais haber conseguido mi cascabel. Pero para cuando os habéis dado cuenta de ello ya era demasiado tarde.
Un nuevo silencio. Y Ayame sintió una fuerte opresión en el pecho que le obligó a cerrar los ojos para evitar que las lágrimas se desbordaran de sus ojos.
—Por esa razón... Estáis los tres suspensos.
La guillotina se descolgó. El corazón pareció olvidarse de latir durante un instante. El mundo se derrumbó sobre ella. Dejó de sentir la lluvia sobre su espalda. Todo parecía volverse más y más gris por momentos.
—¿Qué...?
—No habéis aprobado. Entregadme las bandanas, mañana mismo volveréis a la academia.
Alzó la mano, con la palma hacia arriba.
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Apretó los puños como si quisiera arrancar la hierba desde sus raíces y la mandíbula como si quisiera darle un bocado a la pierna de un elefante. Sus ojos, de rabia encarnizada, se clavaban sobre el azul de los de Kori cuando éste hablaba sobre si debiera aprobarlo siquiera a él por haber tragado el cascabel. Sí, les había dicho que se lo tomaran como una misión, pero la misión trataba de conservar el cascabel, y el cascabel estaba conservado. Si hubiese sido un pergamino no se lo habría tragado. Era injusto.
Sin embargo, había cera para los tres. A Reiji le reprochó el hecho de que se tomara aquello como una broma, si es que se lo estaba tomando como una broma y no actuaba en serio. A Ayame, que actuara por su cuenta desde el principio y no en equipo, como al final de su confrontación con el gélido sensei.
Y, finalmente, lo anunció: los tres estaban suspensos.
El cuerpo de Daruu se tensó completamente y le volvieron unas fuerzas que había perdido. Temblaba de pura rabia, y su espalda ardía con chispas de fuego... Literalmente. Prendió su brazo en llamas, y con toda la fuerza que pudo, golpeó el suelo con rabia. La tierra se resquebrajó y se creó un pequeño cráter humeante.
Daruu desactivó el Kaenka y se levantó, con el entrecejo fruncido pero aparentemente calmado. Se acercó a Kori mientras se desataba la bandana y se la puso en la palma de la mano.
Sin mediar palabra, se retiró del claro y recorrió el camino a casa.
Sin mediar palabra, entró a la Pastelería de Kiroe-chan, sin mediar palabra, subió a casa pasando por delante de su madre.
Sin mediar palabra, se encerró con llave en su habitación, cerró la persiana y se tapó con las sábanas.
Sin mediar palabra, dejó que sus lágrimas fluyeran con la rabia de quien se siente perdido después de haberse esforzado.
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La verdad es que en ese momento poco me importaban las palabras que Kori tuvieran para nosotros. Mas importante para mi es que ya era libre y podía echarle mano a una de esas jugosas y sabrosas bolsitas de sangre que siempre transportaba conmigo. La devore vorazmente, como el lobo hambriento, que después de dos días sin comer se encuentra con un pobre e indefenso conejillo.
Aunque parecía que no, escuche lo que le dijo a Daruu, pese a que no le preste atención del todo, pero me quede con algunas cosas. Al parecer el método que había usado para conservar el cascabel no era el adecuado, pese a que kori jamas había especificado en que estado debía encontrarse el cascabel, solo había dicho que lo tuviéramos encima.
Y luego llego mi turno y el de Ayame. No me dejo responder, pero no pensaba guardarme nada. Ni una sola palabra. Antes de entregar mi bandana, como el nos estaba exigiendo por suspender la prueba, y a soltarle todo lo que pensaba.
—Creo que el único aquí que no me ha tomado en serio eres tu, no pienso pararme a explicarle a un Jonin el por que del perezoso, que por cierto a funcionado como yo esperaba, deberías saberlo, pero claro, te has pasado toda la prueba subestimando mis capacidades, te has puesto delante de Ayame por que pensabas que yo seria capaz de golpear a un compañero, cuando soy capaz de controlar mi sangre a la perfección, podría haberlo desecho justo antes de que impactara, y hubiese conseguido el mismo resultado, alejarte de mi compañera, pero otra volviste a subestimarme, no me has tomado en serio desde el principio[/crimson] — No estaba cabreado, todo mi sermón era un tono calmado, aunque serio —[Color=crimson]Puedes quedarte mi bandana si quieres, la recuperare de manos de alguien que si me tome en serio —Le lance la bandana suavemente, pero ni siquiera me acerque a dársela — Por otro lado, nunca especificaste en que estado teníamos que mantener los cascabeles, simplemente dijiste que los conserváramos y ya, se la has colado a Daruu, pero no a mi
Me di la vuelta y me marche, transformándome en un cuervo, para volar hasta la azotea de mi casa, donde me quedaría un rato a pensar sobre lo que había sucedido aquella mañana.
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La tensión se fue acumulando en el ambiente, el aire parecía cada vez más denso. Una amalgama de sentimientos oscuros, todos dirigidos hacia un mismo punto. Kōri se alzaba impertérrito en el ojo de un huracán de desesperación, ira, tristeza, angustia, rabia...
El cuerpo de Daruu chispeó momentáneamente, y Ayame le dirigió una aterrada mirada. Repentinamente, su brazo se incendió salvajemente. Y por la tensión de su cuerpo, parecía una bestia a punto de saltar sobre su presa. El jonin le sostuvo la mirada, gélida contra apasionada. Finalmente, el genin golpeó el suelo para descargar sus sentimientos, la tierra sufrió el peso de su ira y el humo ascendió como un gemido cuando retiró el puño. Se había rendido a su destino. Ya sin el fuego recorriendo su cuerpo, se levantó estoico y obedeció a la orden del que había sido su fugaz profesor.
Se marchó con grandes zancadas.
Pero Reiji no parecía ser del tipo de personas que agacharan la cabeza sin más. Aunque aparentemente calmo, sus palabras resonaron insolentes provenientes de un genin que se estaba dirigiendo a su superior. Ayame se encogió sobre sí misma, y sus ojos buscaron temerosos los de su hermano, pero él se mantenía tan imperturbable como al principio. Tomó la bandana que le había lanzado y se limitó a suspirar.
—Nunca subestimo a un oponente, Reiji-kun. Ya seáis genin o ANBU, no voy a tener ningún tipo de consideraciones con un oponente por débil que pueda parecer —le espetó, cortante—. Pero deberías contener tu lengua, si un jonin te pide explicaciones vas a tener que darlas sin rechistar. Que os quede claro, siendo vuestro sensei o no, sigo siendo vuestro superior. Me he puesto delante de Ayame porque os he dicho que no permitiría que os sacrificaráis entre vosotros; y, créeme, sé cuando un ataque va en serio o no. Con la velocidad a la que iba tu látigo de sangre, era imposible que lo deshicieras a tiempo de no hacerle daño a vuestra compañera. Pero habría hecho lo mismo si hubiera sido Daruu-kun o incluso tú mismo. Y ya os lo he dicho mil veces, os dije que tomárais la prueba como una misión, no como un examen. Es cosa vuestra juzgar cómo debíais tratar los cascabeles... Pero quiero creer que no lo haríais así si estuviérais en una misión de verdad.
»Por eso os mando a la Academia de nuevo, por vuestra desenvoltura en una misión, por vuestro trabajo en equipo y por vuestras... metodologías, si quieres llamarlo así.
Se dio la vuelta, la conversación había terminado. Y cuando Reiji desapareció del lugar se volvió a Ayame.
—No... por favor, Kōri... No así... —no se había dado cuenta hasta ahora, pero las lágrimas corrían por sus mejillas. Sin embargo, sabía que sus ruegos no servirían de nada frente a alguien tan gélido como el jonin, pero aún así no pudo evitar retroceder ligeramente cuando le vio alzar la mano con la palma hacia arriba.
Las bandanas de sus compañeros tintinearon delicadamente al entrechocar entre sí.
Había suspendido. Pero además de eso le quería obligar a quitarse la bandana en mitad de la calle. Abrió los labios para formular una nueva súplica, pero antes de que pudiera siquiera inspirar Kōri se adelantó y le arrancó la bandana de la frente con una facilidad insultante. Ayame ahogó una exclamación. Se llevó las manos a la frente para cubrirse la marca de nacimiento y con un sollozo desesperado se dio media vuelta y echó a correr hacia el interior de la ciudad llorando amargamente.
Ni siquiera se paró a pensar en cómo le explicaría a su padre que debería volver de nuevo a la Academia. Que había suspendido la prueba de su hermano mayor.
«Estaban orgullosos de mí... Me prepararon mi comida favorita para celebrarlo...» Las lágrimas inundaron sus ojos. Prácticamente no veía por dónde iba. Pero su desesperación era su guía.
Llegó antes de lo que habría esperado a su apartamento. Se resguardó en la pared del ascensor llorando con toda la fuerza de sus pulmones, y cuando el amargo "ding" indicó que había llegado a su destino, se abalanzó sobre la puerta de entrada y la abrió como una exhalación.
—¡Ayame! ¿Pero por qué vien...?
Ni siquiera le dio tiempo a terminar la frase. Ayame se encerró en su cuarto con un sonoro portazo y se echó sobre la cama para enterrar la cara en la almohada y ahogar los gritos de desesperación que pugnaban por salir de su pecho.
Al cabo de un rato, el cansancio acumulado la arrastró a un sueño inquieto plagado de pesadillas.
...
Ya era de día en la aldea de Amegakure. La lluvía caía con aplomo sobre los rascacielos y el amanecer abrazó a todos los durmientes. En tres casas diferentes, sobre la mesita noche de tres genin que acababan de perder sus bandanas, un pequeño papel rezaba:
«Hoy es el comienzo de un duro curso. La inauguración será frente a la entrada principal del edificio de la Arashikage a las 9:00AM. No se admitirán retrasos.»
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