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15/01/2020, 21:37
(Última modificación: 16/01/2020, 20:46 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Era una mañana gris e inusualmente fría en una aldea tropical como era Kusagakure. Los copos de nieve caían, delicados como flores de cerezo pero fríos como el aliento de la muerte, y terminaban posándose en el suelo. No llegarían a cuajar, pues morían en forma de agua antes de poder hacerlo.
No habían pasado más que un par de semanas desde el funeral oficial de Moyashi Kenzou y desde que Aburame Kintsugi había tomado su sombrero y había sido declarada oficialmente como su sucesora, la Cuarta Morikage. Pero, lejos de celebraciones y de escuchar salvas hacia la nueva Morikage, las calles estaban sumidas en un silencio sepulcral. Ninguna voz se elevaba por encima de otra. El miedo por lo sucedido, después de que su propio Jinchūriki le arrebatara la vida a Moyashi Kenzou; y la tristeza por la pérdida de alguien tan querido y alabado por todos, invadían el ambiente como una niebla densa e invisible, pero tan perceptible como tantáculos de angustia que impedían casi respirar.
«Nunca creí que me nombrarías Kage a mí... No por encima de Hana. Pero nunca habría querido que llegara así...»
— Haced llamar a Sasagani Yota —ordenó Kintsugi, que observaba su legado, la aldea de Kusagakure, desde los enormes ventanales del despacho.
A sus espaldas, un shinobi con una máscara de zorro asintió y se desvaneció en apenas un parpadeo.
Pocas cosas habían cambiado en aquel lugar. Era como si Kenzou fuera a regresar en cualquier momento, desnudo de la cintura para arriba por haber estado entrenando en la azotea bajo el frío del invierno. Pero había dado su vida para proteger a la aldea de la destrucción, y gracias a él no habían tenido que lamentar pérdidas humanas ni materiales. La única diferencia; era, sin embargo, era que su retrato colgaba ahora de la pared junto a sus predecesores. Un retrato de él sonriente y cariñoso, como siempre lo había estado. Y justo debajo de su marco, su espada predilecta, el legendario filo Kubikiribōchō, como una silenciosa amenaza que clamaba venganza. Kintsugi no había tenido la osadía de cambiar nada más.
Pocos minutos después, varios golpes insistieron en la puerta de los Sasagani:
— ¡Sasagani Yota, Yondaime Morikage exige tu presencia en su despacho inmediatamente!
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Muchas cosas habían cambiado en casa de los Sasagani a raíz de lo ocurrido en aquella misión que, en un principio parecía una nimiedad pero que se complicó como solo las cosas de los ninjas se pueden complicar. Hasta el punto de que tuve que saborear la traición en mis propias carnes, en la peor de sus formas y, porqué no decirlo, de la manera más insospechada posible.
Seguía ejerciendo mis labores como shinobi de Kusagakure, obviamente. Pero la traición de mi amigo de la infancia y del que se había convertido en mi rival hasta aquel momento, que pasó a ser un enemigo mío y de mi aldea, fue algo que me cambió por completo. Veía la vida de otro modo. Era si cabe más reservado y aprendí la valiosa lección de no fiarme ni de mi puta sombra. Digamos que me había teñido de negro y me había enseñado que aquello que llamábamos confianza era nuestra peor debilidad, así que las tiré todas a la basura. Amedama Daruu tuvo razón en su momento y yo fui un iluso por creer lo contrario.
—¡Sasagani Yota, Yondaime Morikage exige tu presencia en su despacho inmediatamente!
Era alguien que venía desde el dojo de la nueva Morikage. Una tal Aburame Kintsugi. No había tenido el placer de conocerla más allá de verla en el torneo que hicimos para despedir al fallecido, digo.. asesinado, Moyashi Kenzou. Me moría de ganas por hacerlo, pero no había encontrado el valor ni el momento para interrumpir sus tareas. Además, solo era un gennin despechado, seguramente ni me tomase en serio. Pero aquello era un atisbo de esperanza...
Abrí la puerta para ver quién había.
— Ya vo...
Pero quien quiera que estuviese allí ya no estaba.
No me demoré. tomé mis cosas, armas incluidas, desconocía cuál era el propósito que había movido a la Morikage a llamarme de urgencia y la última vez que había pasado algo así, tuve que ir con Ranko y Yubiwa a una misión conjunta con Uzushiogakure y Amegakure de rango S en la que el mundo tal como lo conocíamos estaba en juego.
Una vez preparado y listo ya podía partir pero antes debía asegurarme de algo...
— Tú también te vienes y asegurate de comportarte, por favor
— Sí, sí, no te rayes, tronco
— Recuerda que si queremos caerle en gracia, primero debemos causar una buena impresión. Seguimos siendo unos putos gennins inútiles. Y quiero estar frente a Juro cuando le capturemos
Sin más, partimos de inmediato, Kumopansa colocada como de costumbre sobre mi cabeza. No tardamos en llegar a aquel gran dojo y, ni siquiera me detuve en aquel escritorio donde se solían entregar las misiones, ya conocía el camino hasta el despacho del Morikage. Esta vez fui yo quién hizo sonar la puerta.
— Sasagani Yota — dije antes de recibir el permiso para poder entrar.
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Sasagani Yota se encontró ante el mismo despacho que había pisado tantas otras veces. Todo seguía tal y como estaba cuando Moyashi Kenzou estaba vivo. Pero allí no estaba Kenzou para recibirle con su afable sonrisa. Quien estaba frente a él, junto a los enormes ventanales era una mujer, a juzgar por la forma de su cuerpo. No era ni muy alta ni muy baja, simplemente de una altura promedio y estaba cubierta de los pies a la cabeza por la toga de Kage, incluida una capucha que ocultaba parte de su cabeza. Yota supo que sus cabellos eran de un color azulado que se degradaba hacia el negro por la coleta que se escapaba a las telas pasando por encima de su hombro. No pudo ver mucho más de su rostro, pues más de la mitad de este estaba cubierto por un antifaz de una mariposa de colores oscuros y dorados que parecía tener una calavera en su parte central: era conocida como esfinge calavera, y Yota ya la había visto una vez, durante el funeral del Sandaime Morikage. Debía de ser su forma de vestir el luto.
— Siéntate, por favor —habló, con voz suave y grave, señalando la silla que se encontraba frente al escritorio.
Ella misma tomó asiento con un movimiento elegante, y Yota no tardaría en notar una ausencia importante: Ya no había ninguna taza de té humeante esperándole. La nueva Morikage, en absoluto silencio, rebuscó en uno de los cajones y sacó un folio que deslizó por la superficie de la mesa, boca abajo, hacia el shinobi.
— Cuéntame todo lo que ocurrió en esa misión. —No era una petición. Era una orden.
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Nada más entrar pude ver que todo seguía igual allí dentro. Lo único que cambió fue la figura que me encontré tras aquel escritorio. Kenzou ya no estaba. Bueno, estaba su retrato al lado de aquel espadón que asustaba solo de verlo. Pero el morikage no estaba, en su lugar estaba su sucesora, Aburame Kintsugi.
—Siéntate, por favor
Ella lo hizo antes de que pudiera hacerlo yo que perdí tiempo asintiendo con la cabeza. Por alguna extraña razón tenía miedo, aquella mujer aparentemente muy seria, me imponía mucho. Ya no había la confianza que transmitía Moyashi Kenzou. Hasta cierto punto era razonable, eran tiempos oscuros en Kusagakure. Nuestro propia jinchuiriki se nos había revelado y se había llevado al infierno a nuestro líder. Me ofrecía un folio, deslizandolo por la mesa.
—Cuéntame todo lo que ocurrió en esa misión.
— Vale, está bien...
Pero antes quise darle la vuelta al folio. Era increíble como podía sentir tanta rabia dentro de mí. Había tanta que tuve que sacarla de algún forma y fue en modo de tensión, apretando mis dedos y arrugando aquel trozo de papel en el que se había dibujado la cara de Juro, el traidor a Kusagakure y a quién se lo había dado todo.
— Maldito hijo de puta... — refunfuñé, tensando tanto mi cuerpo que hasta Kumopansa, encima de mi cabeza no se atrevía a abrir su bocaza.
— Lo cierto es que las cosas empezaron mal desde un buen principio y tendría que haber visto venir lo que estaba planeando Eikyu Juro, sé que no arreglaré nada con eso pero siento no haberlo visto en su momento y haber podido hacer más, quizás hubiese podido evitar que Kenzou-sama...
Me avergonzaba a mi mismo, me vi en la obligación de apartar la mirada, con el rostro apagado.
— Antes de llegar al palacio de Gyou-dono tuvimos nuestros más y nuestros menos. Nos topamos con un perro que paseaba una mujer mayor. Al parece, de forma inconsciente, le molesté y me mordió. La anciana resultó ser nuestro contacto en palacio y la mano derecha del Gyou-dono. Juro se vio en la obligación de posicionarse a favor de aquella mujer y aquello me molestó bastante, pero lo comprendí. Ya en palacio a mi me llevaron a la enfermería para curarme las heridas, yo estaba bien pero aquella mujer insistió mucho. Aquella misma noche nos presentamos ante Gyou-dono y fue él mismo quién nos explicó lo que tendríamos que hacer. TRas ello fuimos a la habitación que nos reservaron y esa misma noche... Le juro que era una transformación muy bien hecha, sin fisuras, no vi venir en ningún momento lo que pasó. Era el Daimyo, osea evidentemente no lo fue, pero se parecía tanto.... Al final resultó ser un General de Kurama que se había colado, o algún tipo de ayudante. Nos paralizó, me agarró de la camiseta, me apuñaló varias veces y me arrojó al vacío, por la ventana. Qué forma más triste de morir...
La recordaba a la perfección. Lo que vino después ya fue algo más difuso así que trataría de explicarlo de la forma más ordenada posible.
— Fue como si resucitase, volver a nacer... No sé cuantos días me pase inconsciente en aquella camilla, pero terminé por despertar. Seguía muy débil, claro. Lo raro fue no morir allí mismo aquella noche. La herida del abdomen estaba calmada por no sé cuántas drogas y no podía moverme o se abriría de nuevo. Traté por todos los medios que me pusieran en contacto con Kusagakure pero no me lo permitieron. La anciana me dijo que ella misma lo hizo y al rato... Juro volvió, acompañado de lo que parecían ser tres o cuatro ANBU. Estaba raro, se alegraba de verme y dijo que pudo escapar de las garras de ese cabrón, pero le vi raro. Alerté a los ANBU para que no le sacaron un ojo de encima. Estaba muy raro. Seguramente ya venía con la idea de destruir Kusagakure y a quién se interpusiera de por medio. No sé qué diantres le ha pasado por la puta cabeza para traicionarnos, soy el primer sorprendido. Cuando pude volver la traición ya estaba consumada y Kenzou-sama muerto...
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La Morikage estudió la reacción de Yota ante el cartel de su viejo amigo y escuchó su intervención sin intervenir en ningún momento. De hecho, si no fuera porque ya la conocía, casi podría haber asegurado que se trataba frente a una estatua. Kintsugi se mantenía completamente estática, con sus ojos ocultos tras el antifaz fijos en shinobi, y las manos entrelazadas por debajo de la barbilla. Ni siquiera sus labios se movieron un ápice durante todo su relato.
La mayor parte del relato fue pura morralla sin interés alguno: conflictos infantiles entre los dos shinobi, problemas con un perro... Nada de lo que pudiera extraer información sobre la repentina traición de Eikyuu Juro. Sólo le interesaba el final del mismo, cuando llegó a la parte en la que Juro regresaba sano y salvo de su secuestro. Y no obtuvo demasiados detalles al respecto.
—Dices que viste raro a Juro al volver con los ANBU —habló Kintsugi, solo una vez se hubo asegurado de que Yota había terminado—. ¿A qué te refieres exactamente? ¿Raro en qué sentido? ¿Te contó cómo consiguió escapar de las garras de su secuestrador?
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Era muy consciente de que mi discurso había sido escupido a medida que mi cerebro iba ordenando las ideas en mi cabeza, como cuando te pasas el límite de sake y tu cuerpo te lo recuerda vaciando el depósito. Sabía también que mi discurso y mi versión de los hechos despertarían dudas. Joder, incluso yo estaba hecho un mar de dudas.
—Dices que viste raro a Juro al volver con los ANBU
Escuchaba las dudas de la nueva Morikage, cruzado de brazos y con el semblante serio, extremadamente serio. Era consciente de la gravedad de las cosas así como de la rabia de sentir que quizás algo podría haber hecho para evitar toda aquella mierda y al final... volví a ser un inútil y un cero a la puta izquierda. En su lugar, lo único que podía hacer era mostrar mis impresiones.
¿A qué te refieres exactamente? ¿Raro en qué sentido? ¿Te contó cómo consiguió escapar de las garras de su secuestrador?
— Bueno, verá... tengo en buena estima a Jurete. Quiero decir, lo tenía. A lo que voy es que es un shinobi disciplinado y desde que lo conozco ha mejorado mucho, pero llegó a la enfermería y me contó que se zafó del General de Kurama. De nuevo, no me malinterprete, pero yo, un simple gennin de la aldea, vencí a Jurete en el Torneo de los Dojos — relataba para tratar de saciar las dudas de la mujer tras aquella particular máscara. — ¿Eso quiere decir que un gennin puede zafarse así como así de un General de Kurama? Pues mire, me pareció raro. Incluso que no me revelará la identidad del tipo me pareció raro. Nos llevabamos mucho. Pensé que primero quería decírselo a Kenzou-sama. Lamento haberme equivocado tanto...
— No fue culpa tuya, Yota...
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—Bueno, verá... tengo en buena estima a Jurete. Quiero decir, lo tenía —respondió Yota—. A lo que voy es que es un shinobi disciplinado y desde que lo conozco ha mejorado mucho, pero llegó a la enfermería y me contó que se zafó del General de Kurama. De nuevo, no me malinterprete, pero yo, un simple gennin de la aldea, vencí a Jurete en el Torneo de los Dojos. ¿Eso quiere decir que un gennin puede zafarse así como así de un General de Kurama? Pues mire, me pareció raro. Incluso que no me revelará la identidad del tipo me pareció raro. Nos llevabamos mucho. Pensé que primero quería decírselo a Kenzou-sama. Lamento haberme equivocado tanto...
—No fue culpa tuya, Yota... —intervino la araña que viajaba junto al shinobi.
Y los labios de Kintsugi se contrajeron en una ligera mueca de... asco. La Morikage se levantó con elegancia y les dio la espalda mientras se paseaba por el salón, con la mano apoyada en la barbilla con gesto pensativo.
—Tu... araña tiene razón, Yota-kun. No podrías haber imaginado nada, así que no te martirices. La culpa no es tuya.
»Sin embargo, desde el Torneo de los Dojos ha pasado mucho tiempo —Dos años, si no le fallaba la memoria—. En todo este tiempo, Juro ha mejorado mucho. Y así lo demostró cuando fue propuesto para ascender a Jōnin. No. Que venciera a su captor no es razón para pensar que estaba raro.
»Pero sí que es razón para pensarlo que no te contara nada al respecto —añadió, girando la cabeza para mirar al muchacho—. Que no te revelara la identidad del supuesto General, que no te contara nada sobre cómo lo venció... Eso sí es raro —Kintsugi guardó silencio durante varios largos segundos que se antojaron eternos—. ¿Quieres saber qué es lo que sospecho, Yota-kun?
2
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Suspiré ante las palabras de Kumopansa y después de ver la reacción inmediata en la Morikage. Kintsugi empezó a dar vueltas por aquel despacho, se la veía pensativa.
—Tu... araña tiene razón, Yota-kun. No podrías haber imaginado nada, así que no te martirices. La culpa no es tuya.
— Kumopansa, señora, me llamo Kumopansa
Era conocedor del orgullo del arácnido y seguramente la Morikage no se molestase porque la hubiese llamado señora, ¿verdad? Por nuestro bien que fuese así.
»Sin embargo, desde el Torneo de los Dojos ha pasado mucho tiempo —Dos años, si no le fallaba la memoria—. En todo este tiempo, Juro ha mejorado mucho. Y así lo demostró cuando fue propuesto para ascender a Jōnin. No. Que venciera a su captor no es razón para pensar que estaba raro.
¡Pam! y como el que no quiere la cosa me dio una patada giratoria con doble tirabuzón directa al orgullo. Pero tenía razón, no había otra que agachar la cabeza y aceptar que Jurete me había superado con creces al cabo del tiempo desde que fuimos graduados como gennin. Él acababa de perder su rango por la traición que había cometido, pero yo seguía siendo un gennin y no tenía pinta de que la situación fuese a cambiar rápidamente.
»Pero sí que es razón para pensarlo que no te contara nada al respecto
La mujer viró su rostro hasta el mío, obligandome a cruzar la mirada y a soltar un respingo de puro miedo. Ya me temía lo peor.
Que no te revelara la identidad del supuesto General, que no te contara nada sobre cómo lo venció... Eso sí es raro
Entonces silencio, parecieron horas en mi atormentado ser y ya estaba preparado para recibir algún tipo de sermón pero en su lugar...
¿Quieres saber qué es lo que sospecho, Yota-kun?
Juro por lo más sagrado que no esperaba ese tipo de... ¿complicidad? Pero en cualquier caso, era bienvenida. Ya lo creo que lo era.
— ¡Yo sí!
— Y-yo... emmm b-bueno, e-esto... sí, claro
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Kintsugi ni siquiera se había inmutado ante la réplica de Kumopansa. Era como si se estuviera esforzando por ignorarla por completo, para centrarse en Yota.
—Y-yo... emmm b-bueno, e-esto... sí, claro
La nueva Morikage terminó de girarse hacia el shinobi. Puede que su porte no impusiera terror como Amekoro Yui, tampoco era tan amigable como el de Sarutobi Hanabi, pero no por ello era menos imponente. Era el respeto que imponían sus movimientos, de delicada y extrema elegancia. Como si fuera alguien de la mismísima realeza.
—Lo que sospecho, Yota-kun —habló lentamente, haciendo calar todas y cada una de sus palabras en los oídos del muchacho—. Es que Eikyuu Juro y su bestia se han unido a la causa de Kurama y sus Generales —lanzó, sin ningún tipo de anestesia—. ¿Fue atrapado por el General durante vuestra misión? Sí. ¿Lo venció en combate? No. Que no te contara nada al respecto, ni siquiera la identidad de su captor, es prueba de ello. Eikyuu Juro fue engatusado por sus palabras, por quién sabe qué promesas, y regresó a Kusagakure con una nueva misión: Asesinar a Moyashi Kenzou. Asesinar al líder de Kusagakure.
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—Lo que sospecho, Yota-kun
Y así empezaba el veredicto de la Morikage. Sentía cierto respeto, pero a la vez me moría de ganas de conocer su visión de las cosas.
Es que Eikyuu Juro y su bestia se han unido a la causa de Kurama y sus Generales
¡Bam! Aquella mujer carecía de sutilezas, directa como la hoja de un ninjato cuando atraviesa la carne hasta alcanzar el corazón.
«¿Jurete asesinando a sangre fría al Morikage? ¿Mi Jurete? Desgraciadamente també yo lo he pensado»
¿Fue atrapado por el General durante vuestra misión? Sí. ¿Lo venció en combate? No. Que no te contara nada al respecto, ni siquiera la identidad de su captor, es prueba de ello. Eikyuu Juro fue engatusado por sus palabras, por quién sabe qué promesas, y regresó a Kusagakure con una nueva misión: Asesinar a Moyashi Kenzou. Asesinar al líder de Kusagakure.
— No tengo ni pajolera idea de qué pasó aquí cuando regresó Juro de Tane-Shigai — en realidad solo tenía la visión de mi madre y la versión oficial de Kusagakure. — Me cuesta creer que el Jurete que yo conocí pudiera actuar de una forma como la que dice, aunque reconozco que yo también lo he pensado. Por fortuna o por desgracia sé que la vida puede dar muchas vueltas pero...
Siempre había un pero. Me levanté de la silla, apoyando mis manos sobre la mesa.
— Creo que deberíamos contemplar la opción de que Kurama y sus Generales hayan refinado la técnica para revertir el sello. La técnica que le aplicaron a la jinchuriki de Amegakure y así pasar desapercibido. En definitiva, Morikage-sama... Deberíamos tener en cuenta de que sea el bijuu quién está controlando el cuerpo de Jurete y no el shinobi que todos conocíamos
Cerré los ojos y suspiré.
— Pero no soy imbécil. Ni siquiera un gilipollas. Sigo teniendo presente su hipótesis, como le digo yo mismo la he llegado a barajar estos días y si realmente fue Jurete yo mismo actuaré en consecuencia
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—No tengo ni pajolera idea de qué pasó aquí cuando regresó Juro de Tane-Shigai —admitió Yota, tras el bofetón que acababa de recibir—. Me cuesta creer que el Jurete que yo conocí pudiera actuar de una forma como la que dice, aunque reconozco que yo también lo he pensado. Por fortuna o por desgracia sé que la vida puede dar muchas vueltas pero... —Yota apoyó las manos sobre la mesa—. Creo que deberíamos contemplar la opción de que Kurama y sus Generales hayan refinado la técnica para revertir el sello. La técnica que le aplicaron a la jinchuriki de Amegakure y así pasar desapercibido. En definitiva, Morikage-sama... Deberíamos tener en cuenta de que sea el bijuu quién está controlando el cuerpo de Jurete y no el shinobi que todos conocíamos —agregó con valentía. El chico cerró entonces los ojos y lanzó un suspiro—. Pero no soy imbécil. Ni siquiera un gilipollas. Sigo teniendo presente su hipótesis, como le digo yo mismo la he llegado a barajar estos días y si realmente fue Jurete yo mismo actuaré en consecuencia.
Kintsugi se quedó mirándolo en silencio durante varios largos segundos. Sopesaba las palabras de su genin, evaluaba su segunda hipótesis cuidadosamente.
—No podemos obviar esa teoría —habló entonces, con la misma parsimonia de antes. Guardó algunos segundos más de silencio y alzó la mirada hacia el techo. Debajo de su antifaz, sus ojos miraban más allá—. Ninguno, a excepción de Kenzou-sama (que en paz descanse) y de Juro, sabemos lo que ocurrió en este despacho ese día. Los único que sabemos es que el Morikage mandó llamar a Juro, y en algún momento de la conversación escuchamos un fuerte estruendo, como si el mismo edificio se estuviese desmoronando. Yo fui la primera en llegar aquí. Para entonces, el techo que ahora mismo ves sobre tu cabeza ya no existía, y allí en el cielo estaba esa... bestia... Ese... monstruo... —Aún podía verlo, como si todavía estuviese allí: aquel extraño y monstruoso insecto gigante, con sus siete colas actuando al mismo tiempo como alas. Cada noche lo veía en sus pesadillas—. Y cargaba ese láser contra nosotros. Kenzou se sacrificó para salvarnos a todos de la destrucción. Y después se marchó volando antes de que pudiéramos detenerlo.
»Que sea Juro o sea el bijuu ya no importa. El daño está hecho. Daremos con ellos. Y recibirá su merecido castigo. Y tú, Yota, como cualquier otro shinobi de esta aldea, recibirá la misma orden: Darle caza.
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—No podemos obviar esa teoría
Oh, claro que no, pues resultaba de lo más inverosímil que el modosito y disciplinado Jurete fuera capaz de revelarse de aquel frente al mismísimo Morikage.
Ninguno, a excepción de Kenzou-sama (que en paz descanse) y de Juro, sabemos lo que ocurrió en este despacho ese día. Los único que sabemos es que el Morikage mandó llamar a Juro, y en algún momento de la conversación escuchamos un fuerte estruendo, como si el mismo edificio se estuviese desmoronando. Yo fui la primera en llegar aquí. Para entonces, el techo que ahora mismo ves sobre tu cabeza ya no existía, y allí en el cielo estaba esa... bestia... Ese... monstruo...
De forma automática, mis ojos se desviaron hasta el techo como si pudiera imaginarme aquel edificio sin el techo con los puños apretados y el cuerpo en absoluta tensión. Todo aquello me superaba y el hecho de que fuera precisamente Juro el implicado no ayudaba en absoluto, todo lo contrario.
Y cargaba ese láser contra nosotros. Kenzou se sacrificó para salvarnos a todos de la destrucción. Y después se marchó volando antes de que pudiéramos detenerlo.
— ¡Ah... Joder! — grité, liberando la tensión del momento y volviendo mi mirada hasta la Mortikage
»Que sea Juro o sea el bijuu ya no importa. El daño está hecho. Daremos con ellos. Y recibirá su merecido castigo. Y tú, Yota, como cualquier otro shinobi de esta aldea, recibirá la misma orden: Darle caza.
Tragué saliva ante las peticiones de Kintsugi. Era lo que quería hacer, pero aún así no era tarea fácil. A fin de cuentas mi mejor amigo se había convertido en el enemigo número 1 de mi propia aldea. Puede que por delante del propio Kurama.
— No le niego que esto me resulta complicado. Jurete era mi mejor amigo, mi amigo de la infancia, crecimos juntos. Pero soy el primero que quiere que pague por lo que hizo. Puede contar conmigo, con Kumopansa y con mi familia para lo que haga falta.
Tarde o temprano, Juro iba a tener que pagar por las atrocidades que había cometido contra su aldea. Tuvimos suerte de que Kenzou-sama era un tipo con un gran poder y pudo usarlo para proteger Kusagakure, sino quién sabe donde estaríamos en aquel momento.
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Yota estaba visiblemente afectado por todas aquellas revelaciones. Así lo expresaba su lenguaje corporal, la expresión de su rostro, cada músculo tensado.
—No le niego que esto me resulta complicado. Jurete era mi mejor amigo, mi amigo de la infancia, crecimos juntos. Pero soy el primero que quiere que pague por lo que hizo. Puede contar conmigo, con Kumopansa y con mi familia para lo que haga falta.
—Lo comprendo. No es fácil lidiar con la traición de un buen amigo. Y más cuando se trata de alguien de tu misma aldea —dijo Kintsugi—. Pero, ante todo, eres Sasagani Yota, shinobi de Kusagakure. Y, como tal, debes cumplir con tu deber. Ahora, más que nunca, debemos apoyarnos los unos en los otros. Cuento contigo, igual que cuento con el resto de shinobi de aquí.
Parecía que la Morikage no tenía nada más que añadir. Inclinó la cabeza, invitando al muchacho a marcharse si no tenía nada más que decir. Ella ya había obtenido la información que necesitaba para dictar su veredicto: Que Eikyuu Juro era un traidor a Kusagakure no Sato, y debería ser tratado como tal.
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Nadie se imaginaba el torrente de emociones que me había tocado vivir. Nadie en toda la faz de la tierra se había imaginado. Ni siquiera la nueva Morikage. La respetaba, por supuesto, al final era la sucesora de Kenzou-sama, y seguramente él mismo habría aprobado que aquella misteriosa mujer fuese su predecesora, pero nada podía aliviarme. Nada. La traición de quién consideraba a mi mejor amigo... aquello me acompañaría y me atormentaría el resto de mis días.
—Lo comprendo. No es fácil lidiar con la traición de un buen amigo. Y más cuando se trata de alguien de tu misma aldea
[p=crimson]Ni siquiera tu lo comprenderías[/color] pensé para mis adentros.
Pero, ante todo, eres Sasagani Yota, shinobi de Kusagakure. Y, como tal, debes cumplir con tu deber. Ahora, más que nunca, debemos apoyarnos los unos en los otros. Cuento contigo, igual que cuento con el resto de shinobi de aquí.
— Sé muy bien cuál es mi papel, incluso mi rol. No le perdonaré jamás lo que ha hecho y le pereguiré hasta que se cabeza se haya separado de su cuerpo. Aún habiendo sido manipulado, nada le puede excusar de lo que ha hecho — señalé la bandana que lucía, orgulloso, en mi frente. — Yo no soy jounin, tan solo un simple gennin que intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Pero juré proteger y defender lo que significa este símbolo, su aldea y su gente. Y eso haré hasta que alguien me arrebate la vida
No sabría decir ni de donde saqué las fuerzas para soltar aquel discurso.
— ¿Tenemos alguna pista del paradero del traidor?
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
Nivel: 40
Exp: 0 puntos
Dinero: 0 ryos
· Fue 70
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· Agi 90
· Vol 100
· Des 100
· Per 70
—Sé muy bien cuál es mi papel, incluso mi rol —Yota parecía haber recuperado las fuerzas y la determinación que le caracterizaban—. No le perdonaré jamás lo que ha hecho y le perseguiré hasta que se cabeza se haya separado de su cuerpo. Aún habiendo sido manipulado, nada le puede excusar de lo que ha hecho —Entonces se señaló la bandana que lucía en la frente, la que le distinguía como el shinobi de Kusagakure que era—. Yo no soy jounin, tan solo un simple gennin que intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Pero juré proteger y defender lo que significa este símbolo, su aldea y su gente. Y eso haré hasta que alguien me arrebate la vida.
Kintsugi inclinó la cabeza ligeramente.
—Sigue trabajando así de duro, Sasagani Yota, y dentro de poco te ganarás la placa plateada.
Pero el muchacho tenía una pregunta más antes de marcharse:
—¿Tenemos alguna pista del paradero del traidor?
La Morikage negó, con tristeza.
—Mucho me temo que no. He puesto a mis mejores shinobi a rastrearlo, a encontrar cualquier pista, pero por el momento no ha habido suerte. Tendremos que ser pacientes. ¿Necesitas algo más?
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