Asintió, y un amago de sonrisa pareció reflejarse en su rostro unos segundos. A pesar de su semblante serio e impasibile, dentro de toda esa barrera de protección social parecía haber un chico de diecisiete años normal y corriente, con costumbres corrientes y pasatiempos normales. Correspondió el apretón de manos, aunque en su caso no era demasiado enérgico pero aun así, lo intentaba.

-No lo haré, te lo aseguro -Sentenció, a pesar de todo... Adoraba los desafíos y él mismo sabía que sin motivaciones externas, por nimias que fueran, no podría hacer frente a lo que se le venía encima -Podemos entrenar un poco, si quieres. Al fin y al cabo no nos vamos a enfrentar y seguramente nos ayude a mejorar algunos puntos -Propuso asintiendo, a pesar de todo él también había venido a practicar, por lo que tener la ayuda de alguien de primera división podría ser provechoso.

Sabía que, al igual que Roga, seguramente aquel chico le superase con creces. No obstante, tal vez le ayudase a corregir ese pequeño error que había tenido con Ranko el cual le había costado la derrota o, por el contrario, tal vez descubriera una nueva forma de afrontar a alguien con tanta superioridad sin necesidad de usar el Genjutsu.

—¿Entrenar juntos? —Dijo Daigo.

Si para el chico existiera algo así como una propuesta que no pudiera rechazar probablemente sería una como esa. Entrenar en compañía le gustaba demasiado como para negarse fácilmente, especialmente cuando por "entrenar" se referían a tener un combate de entrenamiento.

Y todo el mundo sabe que lo que más le gusta hacer a un buen kusajin es precisamente combatir.

»Muy bien —Sonrió. Sabía que una pelea de entrenamiento no le ayudaría a completar su técnica ¿Pero qué mas daba? No podía resistirse a un reto—. Acepto.

Asintió complacido y le hizo una leve reverencia protocolaria antes de alejarse unos veinte metros de su rival. Llegada a esta posición, se volvió e hizo de nuevo la inclinación con suavidad. Sabía que pese a que era un combate de entrenamiento, muy posiblemente no tendría posibilidad ni siquiera de tocarle pero era una nueva forma de aprender. Además, sabía que aquel chico era buena gente y seguramente no se sobrepasara.

-Muy bien entonces... Comencemos. Haré lo que pueda -Dijo quizás un poco animado.

Quiso esperar a que su compañero estuviera en guardia, era de buen recibo esperar a que tu rival estuviese preparado siempre que el combate fuese amistoso o que simplemente se tratase de un amigo. Esperó con sus manos cerca para enlazar los sellos que tenía en mente. Esta vez no usaría esa técnica, estaba visto que era bastante inútil dado que con una simple auto-lesión se podía salir de ella.

Daigo se quedó parado en el sitio mientras veía como su compañero de entrenamiento se alejaba a muchísima distancia de él, tanta que casi se podría haber recorrido el estadio del torneo con todo lo que había caminado.

«Sabe que uso Taijutsu. Probablemente quiera evitar que me acerque».

—Da lo mejor de ti, Kisame-san —le dijo, emocionado—. Yo haré lo mismo.

El chico realizó una pequeña reverencia antes de levantar sus puños a la altura del mentón y adoptar su postura de combate. Kisame ya tenía las manos cerca para realizar un sello, así que el boxeador se mantuvo dando pequeños saltos en el sitio, preparado y emocionado por lo que fuera a hacer el amejin.

—¡VAMOS!

Le cedía la iniciativa. Cualquier otra persona habría aprovechado esa oportunidad como oro puro y mas aún contra alguien que te sacaba mucha ventaja. Sin embargo, para Kisame no era así ya que era alguien que luchaba de forma extremadamente defensiva. Pensó durante unos instantes y decidió que podría usar la superioridad numérica en su favor. Tenía tiempo hasta que se acercase a no ser de que fuera tremendamente rápido, lo cual era perfectamente posible... Juntó sus manos para hacer los sellos de jabalí, perro, pájaro, mono y carnero. Hecho lo cual, acercó su mano izquierda a la boca, mordiéndose el dedo pulgar. Abrió sus piernas un poco más que la anchura de hombros y descolgó sus brazos hacia abajo dejando la palma de esa mano hacia el suelo mientras agarraba el antebrazo izquierdo con su mano derecha.

-Kuchiyose no Jutsu -Pronunció en tono monótono.

Y...¡PLOF! una nube de humo blanco inundó la zona entre sus piernas y poco a poco comenzó a verse entre ella un tanuki algo mas grande de lo normal con un pelaje pardo y una cola anillada. Su posición era de combate aunque su gesto no fuera amenazante. Sin dudar demasiado, solo miró hacia Kisame unos instantes y luego se puso delante de él, observando a su oponente. Se notaba la compenetración de aquellos dos.

«¿Una invocación? ¿Tan pronto?»

Eran pocos los ninjas en el mundo que podían presumir de tener un pacto con una familia animal. Daigo personalmente solo conocía a dos, y eso que estaba contando a Kisame.

¡PLOF! El boxeador se puso en guardia al ver como se formaba una pequeña nube de humo, dejando entrever poco a poco un... un...

«¡Qué mono!»

No, un mono no, pero sí un pequeño Tanuki que adoptó una posición de combate frente a su invocador.

«Si es como Kumopansa debe ser muy frágil, debo tener cuidado» pensó «¡Pero no quiero pegarle!

El peliverde agitó la cabeza para concentarse antes de realizar el sello del carnero y aparecer de forma instantánea a la derecha de Kisame. Por supuesto que el amejin sabría que Daigo aparecería allí poco antes de que lo hiciera, pues todo el aire que movía consigo lo delataba.

—Hey —avisó.

Tan pronto como llegó, el boxeador giró su cadera para lanzar un gancho lateral contra el rostro de Kisame, aunque realmente no fue Daigo quien acabó el movimiento, sino su sombra, que atacó mientras el real aprovechaba para lanzar un gancho al hígado mientras su sombra servía de distracción.

Inmediatamente después, para terminar la combinación, el chico lanzó su diestra directa contra el rostro del amejin, esperando poder alejarlo.

Sintio ese cosquilleo dentro. Usualmente no solía enfrentarse a gente con tanta diferencia de poder pero había aprendido a reconocerlos. Sabía cuando alguien le superaba con ventaja pues su cuerpo reaccionaba ante esto dándole una extraña sensación de bienestar, de poder, de fuerza. Como si sus capacidades mejorasen ante los grandes desafíos.

Con una presteza lo justo como para salvarse... Bueno, no exactamente, porque el primer golpe se lo llevó de lleno. No obstante, el segundo fue el que logró salvar con un movimiento de cadera y un pequeño salto hacia atrás. A cortas distancias era horriblemente malo y no podía desgastar a aquel chico ya que él no usaba chakra para sus ataques. Tendría que usar otra técnica para ello.

Mientras esquivaba, el mapache se lanzaría a su espalda para propinarle un fuerte arañazo, intentando quizás distraerle, ablandarle o vete tú a saber qué. La cosa es que ni siquiera le había dado tiempo a defenderse con una técnica, por lo que, simplemente, se quedó a un par de metros de él en posición defensiva.

—¡Ay! —se quejó al sentir las garras del animal arañándolo. Un recuerdo de que estaba peleando dos contra uno.

El boxeador giró rápidamente sobre las puntas de sus pies para intentar agarrar al animal y lanzarlo unos pocos metros hacia arriba justo cuando acabara el giro y volviese a encarar al amejin, entonces realizaría el sello del tigre —su favorito, y al cabo de un aparecería un Daigo con forma espectral a su lado.

—Encárgate de él, ¿vale? —le dijo a su sombra, que asintió.

Ambos boxeadores se pusieron en guardia. El real encarando a Kisame, mientras la sombra esperaba a que el animal cayese para volver al combate.

«¿Qué estás preparando, Kisame-san?»