—¿Irte? —lo pensó por un momento—. Bueno, quizá sea…

¡Toc, toc, toc! Un sudor frío recorrió la espalda de Datsue. El problema de no cerrar las puertas con llave, era que cualquiera podía abrirlas sin permiso. Fue el caso de Chokichi, quien, impaciente, abrió de un golpetazo.

—¡Datsue! —exclamó, con los pelos por la cara, revueltos. Se llevó las manos a las rodillas, exhausto por la carrera que se había pegado escaleras arriba, y, casi sin aliento, dijo:—. ¡Tienes que ver esto! ¡He traído material del bue…! ¡KOKO! —rugió, al verla.

«¿Cómo que…? ¿La conocías?»

—¡La conocías! —le acusó, apuntándole con un dedo.

—¿Q-qué? —su papada tembló bajo su cara redondeada, y sus ojos saltones pasaron de Datsue a Koko, y de ella de vuelta al Uchiha—. Yo… ¡Claro que no, Datsue! Es solo que… tienes cara de llamarte Koko —dijo, con una sonrisa nerviosa, mirando a la kunoichi—. ¿He acertado?

Si Datsue hubiese terminado de hablar probablemente Koko hubiese tomado sus cosas y se hubiese marchado, asegurándole que volvería otro día para terminar la labor iniciada pero incluso antes de que el chico terminase de hablar unos leves golpes en la puerta indicaron que aquella persona que había estado gritando acababa de llegar.

Y por si fuera poco abrió la puerta de golpe encontrándose una escena bastante peculiar probablemente, es decir, ambos estaban con una vestimenta excesivamente casual y dentro de un mismo departamento.

Pero lo que dejaría a Koko bastante contrariada sería que aquel desconocido se supiese su nombre. ¿Por qué se lo sabía? Rara vez salía de la residencia Sakamoto y para colmo casi nunca la llamaban por el nombre.

—¿Perdón? —preguntó con una expresión en el rostro que la hacía parecer horrorizada.

¿Había sido acosada por alguien sin percatarse? ¿Qué tanto sabía? ¿Acaso la habría visto…?

—¿Se puede saber quién eres…? —preguntó retrocediendo un par de pasos.

Acción que la llevó a ubicarse incluso detrás de Datsue con la sola intención de tenerle también en vista, después de todo era más que obvio que aquellos dos se conocían.

—P-pues… Yo soy… Yo soy… —Chokichi empezó a sudar la gota gorda, mientras no paraba de apretujarse las manos y evitaba contacto visual directo. Sus cabellos, pelirrojos y rizados, se agolpaban por encima de sus ojos, y una cámara fotográfica le colgaba del cuello—. Yo soy…

—… Hozuki Chokichi —terminó por ayudarle Datsue, que pese a su enfado, se veía que podían estar así hasta mañana de no hacerlo—. Fue compañero mío de promoción… y antes de mí, de Noemi.

Chockichi asintió con ansia, como si le fuese la vida en ello.

—¡A-así es! —exclamó, aliviado porque alguien le sacase del atolladero. Luego, como triste, añadió—. No sabía que erais amigos…

—No sabía que la conocías —le cortó, huraño. Le había pagado muy bien para que le mantuviese informado de todos los clientes potenciales. Que Koko se le hubiese escapado podía llegar a ser hasta comprensible, al no haber coincidido en clase. Pero que, conociéndola, no le hubiese dicho nada…

—¡Y no la conozco! —se quejó, chillando—. Es s-solo que… la ví, en el Juegos de Uzu… acompañando a Noemi-chan.

No le sonaba de nada, si fue compañero de Noemi probablemente habría sido un ente sin importancia en la vida de la Sakamoto y de ahí que no Koko no lo reconociera de nada, a tantos otros los reconocía por nombre e incluso a algunos los había llegado a ver en persona pero eran casos excepcionales y Chokichi no era uno de ellos.

—Eso no explica cómo te sabes mi nombre —respondió bastante desconfiada ante lo que escuchaba.

Inclusive la rubia aprovechó el momento para retroceder un poco más en dirección a la ventana por la que el Uchiha casi había caído anteriormente.

«Tendré que hablar con Hideo, tengo que alejarme tanto como pueda de estos dos »razonó la kunoichi que no se tragaba nada de lo que decía aquel chico.

Era curioso como habían cambiado las tornas. Datsue, en el medio, pegado al cubo con las cosas de limpieza; y Koko, a su vez, cada vez más cerca de la ventana, como si estuviese pensando en tirarse al vacío tal y como el Uchiha había pensado hacer momentos atrás, cuando le había preguntado por la revista.

Chokichi, por su parte, no se movía del sitio. Toda aquella jovialidad demostrada con Datsue había desaparecido en el mismo instante en que había visto a Koko, como si su sola presencia le intimidase demasiado como para ser el mismo. Cambiaba el peso del cuerpo de una pierna a otra, y mantenía la mirada huidiza, sin atreverse a mantener contacto directo con los ojos de la Sakamoto.

—P-pues… Sé tu nombre porque… B-bueno… —miró a Datsue, alarmado, pero esta vez el Uchiha no iba a ayudarle a salir del atolladero—. Porque… me lo dijo un amigo… que me acompañaba en ese momento… y resultó que te conocía.

—Claro —fue la única respuesta que prefirió otorgarle al chico.

Claramente no se lo había tragado y no lo haría ni ebria. «¿Cuántos me conocen en toda Uzushio? Por favor, si me la pasé encerrada en la mansión durante toda mi vida y para colmo nunca me llamaban por el nombre » Pensaba justo cuando su espalda tocó la pared que estaba a un lado de la ventana.

Casi como una señal divina, unos fuertes golpes se pudieron escuchar fuera, como si alguien estuviese llamando a la puerta… De junto…

—¿Koko? ¡Soy yo, Hideo! —afirmó una voz bastante grave proveniente de un hombre.

Aquella fue la señal perfecta para que la rubia dejase todo lo que tenía entre brazos en el piso y saltase por la ventana pero a diferencia de Datsue, ella sí aprovechó su chakra para mantenerse pegada al muro y así colarse a su propio departamento por la ventana que hasta ahora no se había acordado de que se la había olvidado abierta.

—¡Voy! —exclamó una vez en el interior para evitar que el jounin se alarmase.

«Cierra la jodida ventana y olvídate de esos dos... »pensaba tras atravesar la ventana.

Como toda una ninja, la kunoichi escapó por la ventana ante la llamada de un nuevo invitado, que parecía estar llamando a la puerta de justo de al lado. ¿Despedirse? No, eso no iba en los genes de los Sakamoto, y, más rápido que un Kusareño en gritar: ¡me rindo!, sus posibilidades de negocio se esfumaron…

… por aquel día. Pero más tendría que esforzarse su mala suerte si quería que Uchiha Datsue cejase en su empeño de hacerse millonario.

Desvió la mirada hacia el cubo con las herramientas de la limpieza. Con las prisas, Koko se las había dejado allí, y no le quedaría más remedio que hacerle una nueva visita si quería recuperarlas. Un amago de sonrisa asomó a sus labios. Un amago que pronto desaparecería de su boca cuando sus ojos se posaron en los de Chokichi.

—Chokichi

—¿D-datsue? —dijo, con voz de cordero.

—Tú y yo vamos a tener una laaaarga conversación...

Cuanto antes se alejase de aquellos dos mejor para ella, a saber lo que podría pasar si permanecía por un instante más así que ni bien entró al departamento y aseguró la ventana, la chica se dirigió a la puerta para recibir a aquel invitado.

Un hombre que rozaba los dos metros de altura y cuya musculatura era más que notoria incluso con toda la ropa que tenía, sin mencionar que su cuerpo estaba rodeado de infinidad de una buena cantidad de espadas.

—Necesito mudarme urgente —le dijo al hombre incluso antes de saludar o algo similar.

La expresión de la rubia le dejaba muchas cosas en claro a Hideo, quien con semblante sereno asintió e ingresó en la vivienda con la autorización de la rubia, justamente para hablar respecto a esa futura mudanza.