—Hmm...
Si las visagras parecían en buen estado y habían sido engrasadas, ¿dónde se encontraba el problema? El joven se rascó el mentón, pensativo. «Si es que ya le dije que no era un manitas...», se lamentó, preocupándose por una cuestión sin solución puesto que no necesitaba ser solucionada.
—Ritsuko, aparta, voy a ver cómo gira la puerta —expresó.
Así podía comprobar la manera en la que se trababa, si hacía algún ruido al hacerlo y cualquier otro detalle que pudiese resultar valioso.
¿Qué se aparte? Eso iba completamente en contra de lo planeado, por ende, Ritsuko dudó un momento, miró hacia atrás, como si pensase que podría chocarse contra algo, luego al piso y finalmente tomó aire, lo suficiente para que sus pulmones se inflasen hasta el máximo de su capacidad y exhaló lentamente.
Se mantuvo en silencio y finalmente, acortó distancias, aprovechó que Ralexion estaba lo suficientemente cerca de ella y sin nada que pudiera dificultar la aproximación y… lo besó.
A diferencia del que él le había dedicado días atrás, ella no le liberó en ningún momento, se mantuvo estática y con el rostro tan rojo como su cabello y cuando digo estática, es estática. Literalmente dejó de moverse, dejó de respirar y su boca si bien estaba pegada a los labios ajenos, tampoco se movía de ninguna manera, casi como si esperase que el chico hiciera algo al respecto.
Tal vez, aquella había sido la única manera con la que Ritsuko podría aclarar lo que había dicho antes en el restaurante.
La psique del Uchiha estaba envuelta casi en su totalidad en el enigma de la puerta. El tiempo de reacción de Ritsuko se le estaba haciendo endemoniadamente lento, ¡tan solo era cuestión de apartarse un poco! Mas el kusajin no quiso meterle prisa, conocedor de los extraños estados de ánimo de la fémina. Sin embargo, no se trataba de algo así, como pronto comprobaría...
La chica tenía otros planes. El joven nunca lo vio venir. Quizás con el Sharingan lo habría hecho.
Ella se abalanzó sobre él y lo besó de improvisto, de sopetón, sin dejarlo escapar. Los ojos de Ralexion se abrieron como si fueran un resorte liberado y con tanta amplitud que parecían platos. Exhaló unos sonidos ahogados, producto de la sorpresa, pero no tardó en agradecer lo que estaba pasando. Fue entonces que los cerró.
Ritsuko quedó quieta como una estatua, sin separar los labios de los ajenos. Era como si no supiera lo que hacer. El Uchiha tampoco lo tenía claro, realmente, así que se dejó llevar. La tomó de la cintura y la acercó más a sí, reafirmando lo que ya les unía. «¿Qué...?».
Pasaron minutos que para el pelinegro fueron eternidades. Cuando ya notó que le faltaba el aire se separó de la fémina con ligereza, mirada algo perdida, pero fijada sobre las facciones de la pelirroja. No sabía muy bien cómo, cuándo ni porqué, pero tenía claro que había sido sorprendentemente agradable.
—¿Ritsuko, qué...? —atinó a decir.
Y así fue como una completa novata dio su primer beso, el otro se lo robaron así que no cuenta. Lo importante era que Ralexion pareció entender el mensaje, lo malo era que se quedó en el ‘pareciese’ ya que tan pronto como se acercó a la pelirroja y despegó la boca lanzó una pregunta que puso la mar de nerviosa a la pobre chica.
—¿Q-qu-é? Y-yo… yo… —mientras balbuceaba cosas incomprensibles miraba en toda las direcciones posibles—. Es eso… Sí, eso —dijo finalmente, buscando la mirada del contrario.
Curiosamente en la pelirroja ya no se veía la habitual mirada melancólica sino más bien, una más que alterada y nerviosa que daba la impresión de que se podría echar a llorar en cualquier momento y claro, nunca se imaginó a si misma en una situación así, tal vez ni siquiera estaba preparada para corresponderle a alguien y por ello estuviese así… o a saber, tal vez se sentía extraña de estar casi sentada sobre alguien.
«¿Supongo que esto quiere decir que nos gustamos de la misma manera?», se atrevió a considerar.
La muchacha era incapaz de decir algo coherente al cien por cien, así que el pelinegro la acalló con otro beso, uno rápido y furtivo. Le sonrió. No quería separarse de ella, sus manos todavía la mantenían bien prieta contra su cuerpo. Ni siquiera era consciente de ello.
Ritsuko lo había atrapado, pero parecía que ahora la situación se había revertido.
—¿Quieres que terminemos de arreglar la puerta? —preguntó, ingenio como pocos.
No pudo ni lograr expresar una sola idea correctamente que el Uchiha la mandó a callarse mediante un beso. La cuestión era que logró hacerlo impecablemente y ella se quedó con la boca cerrada esperando por algún tipo de indicación o algo y cuando finalmente le llegó, alzó una ceja en señal de confusión.
—Nunca estuvo mala —respondió.
Tal vez con eso sería suficiente para que el chico entendiese que lo de la puerta había sido una simple excusa para retrasarlo un poco mientras se armaba de valor. Muy cierto era que podría haberlo hecho en el restaurante, pero la idea de que alguno de los empleados los encontrase en ese preciso instante intimidaba demasiado a la pelirroja.
—Era mentira —añadió, recuperando su semblante deprimente y desviando la mirada a un lado.
Así pues, se le reveló la verdad. Al muchacho le quedó una expresión que no podía si no describirse como de tonto. Abrió la boca como si quisiese decir algo, pero ningún sonido escapó. Entonces se aclaró la voz.
—Vaya vaya, ¿así que todo era un plan para que pasase esto? —afirmó tras, por fin, atar los cabos— ¡Y yo preocupándome de verdad por tu puerta!
Se rió de su propia estupidez.
—¿Me puedes ofrecer un té o algo? No me importaría sentarme —pidió a su anfitriona.
Necesitaba procesar la situación, aún no llegaba a creérselo del todo. Las piernas le temblaban del nerviosismo. Era apenas perceptible, pero ahí estaba igualmente. No esperaba una maniobra tan súbita y directa por parte de Ritsuko. ¿Quería decir que todo lo que le había dicho en el restaurante era mentira también?
No respondió con palabras pero sí lo hizo con un gesto con la cabeza con el cual casi le da de lleno en la frente al contrario. Pero no ocurrió y simplemente se quedó allí, esperando por si él sabía lo que debía de hacer luego de los besos y de corresponderse mutuamente. Pero en lugar de cualquier otra cosa que implicase contacto físico, este le pidió un té.
—Bueno —fue su respuesta, aunque pareció algo dolida por alejarse…
¿O era que volvió a su forma natural de ser? Cualquiera de las opciones era válida y simplemente la chica se retiró a la cocina donde pondría a calentar el agua para el té.
—¿Uno normal está bien o prefieres de alguna hierba? —preguntó mientras acuclillada rebuscaba en uno de los estantes que estaban debajo de la mesada.
Caminó hasta el salón con una sonrisa afable y se sentó en la misma silla que había ocupado la mañana en la que Ritsuko le invitó a desayunar. Quedó a la espera de la bebida a la par que daba ligeros golpecillos sobre la mesa con su dedo índice derecho.
Poco después la pelirroja le lanzó una pregunta sobre el tipo de té que quería.
—Normal está bien, gracias —le respondió con amabilidad.
Ni en sus más descabellados sueños habría esperado que una velada con un comienzo tan pesimista fuese a terminar así. Tampoco comprendía el cambio de actitud tan repentino de su ¿novia? Ritsuko era una criatura difícil de comprender, al menos a consideración del Uchiha.
Tristemente el intento de la kunoichi por expresarse pareció no haber dado el resultado que se esperaba y allí estaba ella, detrás de la mesada buscando entre cajas de té en busca del solicitado. No tardó demasiado y ya que estaba, aprovechó a acercarse a otro compartimiento para sacar de allí una taza de cerámica. Ella no bebería nada así que con esa sola bastaba y sobraba.
—¿Azúcar o crema? —preguntó una vez que se puso de pie.
Puso el saco del té dentro de la taza y mientras esperaba una respuesta, se acercó a un pequeño armario del que terminó por sacar un paquete de galletas de sabor a vainilla. No era partidaria de comer chocolate así que ese comestible no tenía los habituales trocitos incrustados.
Igual las terminaría por echar sobre un plato y lo dejaría sobre la mesa, al alcance del Uchiha.
—Crema, por favor —afirmó con una sonrisa.
El Uchiha era completamente ignorante hacia el lenguaje corporal ajeno. Resultaba irónico, teniendo en cuenta las propiedades tan codiciadas de su kekkei genkai.
Pero así como se mantenía, ajeno a la pena de la pelirroja, esperaba con ansia la bebida y las galletas que, poco después, fue consciente que iban a acompañarla. Ya se sentía mucho mejor. Como el rey del mundo, a decir verdad. Sentado allí, en el hogar de alguien que le gustaba y le había correspondido de una manera tan dulce, los dos solos, tranquilos, a punto de disfrutar de un buen té.
«A veces la vida es buena», se dijo. Por un momento lo olvidó todo: la matanza de Uji y las horribles vivencias que acontecieron después, el repentino coma de su hermana, su precaria situación en la aldea.
Lo único que quería era unas pocas galletas acompañadas, más tarde, de los labios de ella.
Tras dejar las galletas sobre la mesa, la kunoichi regresó a la cocina, el agua ya estaba lista así que simplemente la vertió dentro de la taza dejando el saco de té dentro de la misma. Lo removió un poco y luego llevó la taza hasta la mesa, cerca del contrario. No iba a estarse todo el rato con la taza hasta que se termine de hacer el dichoso té…
Una vez más regresó a la cocina, comprobó haber apagado el fuego y al ser el caso simplemente se acercó a la nevera en busca de crema que por suerte aún le quedaba. «Toca comprar »se dijo a sí mismo, aunque luego se tomaría la molestia de anotarlo en un pequeño anotador que había cerca del borde de la mesa.
Sin pronunciar una sola palabra, la pelirroja llevó la crema a Ralexion y luego tomó asiento a su lado, sin siquiera saber lo que hacer así que se dedicó a mirar a su alrededor, como si estuviese buscando algo en lo que centrar su atención.
Tomó una galletilla y la lanzó al aire, buscando metérsela en el gaznate al vuelo. Falló como un idiota: la pasta le golpeó en la nariz y cayó en la mesa tras rebotar un par de veces. El Uchiha se quitó las migajas de encima con un par de movimientos de manos desesperadamente ágiles, entonces agarró al dulce rebelde y se lo tragó de un bocado.
Esperaba que Ritsuko no hubiera sido consciente de tal infantilidad por su parte.
Con la pelirroja de vuelta y la crema a su alcance, el joven la vertió sobre el recipiente con el té y lo removió todo —aplastando la bolsita con las hierbas de tanto en tanto con la cuchara— hasta darse por satisfecho. Le pegó un sorbo modesto, lo justo como para comprobar la temperatura del brebaje.
«¡Demasiado caliente!», se gritó a sí mismo. Dejó reposar la taza sobre la mesa, de vuelta al lugar del que provenía, con lentitud, queriendo mantener las formas.
—Gracias por el té —la miró—. Disculpa si mi petición ha sido un poco brusca y maleducada.
Por suerte para Ralexion, Ritsuko prácticamente se había metido dentro de la nevera para buscar la crema así que no fue testigo de aquel fallo que había cometido al intentar comer.
De cualquier manera, a la chica le llamó la atención ver que el contrario tenía algunas migajas en el cabello así que comenzó a quitarlas con delicadeza, una a una y sin siquiera tomarse la delicadeza de pedir autorización.
—No pasa nada —afirmó, dejando algunas migas sobre la mesa—. Tendría que haberte ofrecido algo desde el principio —continuó, sin dejar su pequeña labor autoimpuesta.
A pesar de todo lo acontecido, la pelirroja seguía mostrándose de la misma manera, decaída y hablando con voz bastante baja, como si nada de lo ocurrido la hubiese alegrado en lo más mínimo a pesar de que sea así fuese.
Ritsuko se puso a retirarle las migajas residentes en su cabello que habían escapado de su vigilancia al estar fuera del alcance de su inquisitiva mirada, un hecho que le tomó completamente desprevenido. No es que le desagradase, pero el muchacho se sonrojó en demasía, tanto por lo cercano e íntimo del acto como porque no había logrado ocultar en su totalidad las consecuencias de su estupidez.
Hizo como que no pasaba nada a pesar de cualquiera que le echase un vistazo a sus facciones sería consciente, en cuestión de segundos, que efectivamente algo le estaba poniendo nervioso. Tomó el té y le dio otro sorbo. La temperatura se le iba haciendo más agradable, lo que a su vez le permitía disfrutar del sabor de la infusión junto a la dulzor de la crema.
Dejó reposar la taza.
—Ritsuko... —se aclaró la voz— Supongo que es un poco estúpido preguntar pero soy ese tipo de persona que necesita asegurarse. ¿Se supone que somos... ya sabes... novios?
El Uchiha afrontó el tema con toda la estoicidad que encontró en su mente; sin embargo, no era demasiada, y su reacidad al hablar así como sus mejillas enrojecidas se hacían bien patentes.
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