La chica ignoraba completamente lo que aquello que hacía podía significarle al contrario, por lo que siguió adelante hasta que no encontró más migajas y simplemente las dejó apiladas sobre la mesa justo delante suyo. Más tarde las tiraría a la basura, de momento estaban bien ahí.
Ante la pregunta, Ritsuko se quedó un momento en silencio, le miró fijamente durante todo ese rato y sus mejillas fueron adquiriendo lentamente un tono rojizo.
—Supongo —dijo antes de tragar saliva—. Si no quieres lo entenderé —añadió, desviando la vista a la mesa justo antes de ponerse a jugar con las migajas que le había quitado al chico.
Nuevamente, la falta de seguridad propia se hacía evidente.
El rapaz enarboló la sonrisa más grande que había agraciado sus labios desde la fatídica noche en la que su vida había dado un vuelco irreversible.
—¡Claro que quiero! —exclamó de inmediato.
Se abalanzó sobre la pelirroja, atrapándola en un abrazo de oso. Le dedicó varios besos en la mitad del cuello, apegado a ella. Estaba emocionado, pletórico. No sabía ni qué hacer a continuación aparte de quedarse unido a Ritsuko hasta que el mundo se acabase y ellos se transformasen en polvo.
Pero todo debía de acabar, antes o después. Era parte del ciclo de la vida, del yugo llamado existencia. Así que, haciendo honor a la entropía universal que les obligaba a envejecer, el Uchiha se separó de la que era su pareja. Sí, ahora podía decirlo, pareja.
Le pegó otro sorbo al té.
A pesar de la actitud de la pelirroja que a más de uno molestaba, Ralexion aceptó más que encantado la propuesta y hasta se lanzó encima de ella para dedicarle infinidad de besos mientras la abrazaba.
Ella, al no estar acostumbrada, no supo cómo responder y se quedó estática tratando de controlar los pequeños espasmos que le generaban los besos debido a las cosquillas. Era difícil para ella pero por suerte no lo golpeó por error ni nada similar.
Una vez que el chico estuvo satisfecho, soltó a la kunoichi y siguió con el té, aunque el cómo la había liberado de golpe le había resultado un tanto extraño y ella le miró, como esperando algo más. Era una sensación extraña, al menos para ella.
La cosa es que Ritsuko nunca supo nada de parejas ni nada similar, así que luego de todo aquello ya ni siquiera supo qué más hacer. Miraba a un lado, miraba a otro, no quería interrumpir a su pareja con el té, pero tampoco le gustaba la idea de quedarse sin hacer nada durante el resto del rato.
—Entonces… ¿qué hacemos? —preguntó con tono tembloroso.
La pregunta alcanzó al Uchiha mientras este tomaba un nuevo sorbo de la taza, que ya andaba por la mitad de su capacidad. Aquella saeta directa al centro de la diana le tomó desprevenido, tanto que casi escupió el líquido que había acumulado en su boca al beber para a continuación tragárselo todo de una sentada.
Así pues, tuvo que ingerir de imprevisto, produciéndole una sensación desagradable y un ataque de tos típica de atragantamiento. Se inclinó hacia delante por puro acto reflejo y se golpeó el centro del pecho varias veces con la intención de aminorar el —literal— mal trago.
Consumió así un par de minutos hasta que finalmente pudo retornar a la normalidad. Fue entonces que cayó en la cuenta de que la aciaga cuestión planteada por Ritsuko aún seguía en el aire. También reparó en el hecho de que no disponía de respuesta alguna que darle a la fémina. «¿Qué demonios hacen las parejas...? Aparte de besuquearse, claro, pero creo que eso lo tenemos bajo control.».
—Pues... ¿no lo sé? —planteó, casi susurrante— ¿Qué te gustaría hacer?
La reacción del chico hizo pensar a Ritsuko que había hecho una pregunta o muy estúpida o simplemente fuera de lugar, por eso mientras el contrario se ahogaba, ella simplemente movía las manos frenéticamente con cierto temor en el rostro.
Según ella, la había cagado, y así de sencillo la relación se terminaría debido a su estupidez. Por suerte, su estupidez iba más allá de lo humanamente posible y se equivocó, obviamente se equivocó.
Primero intentó tranquilizarse, inhaló y exhaló un par de veces para recomponerse y concluyó aquel pequeño ejercicio con un suspiro.
—No sé, ¿qué hacen las parejas? —preguntó, algo cabizbaja y encogida de hombros.
Estaba atrapado en la más terrible de las tesituras. No sufría de ningún problema —o eso quería creer— a la hora de elaborar una estrategia que utilizar contra un enemigo. Sin embargo y no obstante, una cuestión tan sencilla se le atragantaba más que ese sorbo de té interrumpido a medias.
Era el momento de hacer brillar su capacidad de improvisación.
—Te... ¿te gustaría dar un paseo? —puso las cartas sobre la mesa.
Un clásico, ¿no? Algo bien falto de sustancia, pero igualmente efectivo. Esa era su esperanza, al menos; no disponía de nada mejor.
Por lo visto, el chico tampoco tenía mucha idea de lo que hacer ahora que eran pareja, lo que haría que cualquiera se preguntase por qué quisieron dar ese paso en primer lugar pero ya era un poco tarde para echarse atrás. Eso o que dieran por terminada la relación minutos después de haber dado inicio. Lamentable, pero igual de viable.
Al final, el Uchiha optó por proponer algo bastante simple que hubiesen podido hacer incluso sin ser nada, es más, ya habían dado más de un paseo juntos antes… y Ritsuko lo tuvo muy en cuenta al momento de inflar las mejillas berrinchuda.
—Eso ya lo hicimos muchas veces —fue la respuesta que le proporcionó—. No es algo que solo harían las parejas.
«¿O sí? Tal vez y hasta hicimos varias cosas que solo harían las parejas y ni me enteré »se cuestionaba la kunoichi, aunque su mirada seguía firme en su compañero.
«¡Por la luz de Amaterasu, esto es más complicado de lo que pensaba!», fue lo que pensó Ralexion al escuchar la respuesta de Ritsuko, llevándose —metafóricamente— las manos a la cabeza. También había barajado sugerir algo similar a "salir a comer juntos", ¡pero ya lo habían hecho!
Demostró con su expresión que los límites de su improvisación llegaban hasta ahí. Una actuación de lo más penosa.
—Pues... ¡agh! El quid de la cuestión es... ¿qué hacen las parejas distinto a los amigos? —disparó al aire, con la visión pegada a la taza de té.
Sin dudas, aquella era una de las conversaciones más raras y estúpidas que dos personas podrían llegar a tener, y lo peor es que parecía ser que seguirían por bastante tiempo si no se decidían pronto.
—No lo sé, ¿besarse? Pero también lo hicimos ya —afirmó desviando la mirada a la mesa.
Realmente, nada se le venía a la mente en ese preciso instante.
Entonces una idea de lo más inadecuada se infiltró en la mente del Uchiha. Este rió varias veces, entre dientes, como un niño que acababa de llevar a cabo una travesura.
—Las parejas hacen más cosas que besarse... —dejó escapar con una expresión traviesa en su rostro.
Era una broma; una broma atrevida, pero es que no pudo resistirse. En cualquiera de los casos contaba con que la atolondrada Ritsuko no tuviese ni idea de a lo que se refería.
De la nada, como si se hubiese acordado de algún chiste demasiado bueno como para contenerse, el chico comenzó a reírse entre dientes, quería evitar reír pero por lo visto era demasiado para él así que para la kunoichi aquello no pasó desapercibido.
El Uchiha habló, respondió a lo que ella dijo afirmando que hay más cosas que las parejas hacen aparte de besarse y con eso llamó la atención de la pelirroja.
—¿Cómo qué? —cuestionó, alzando una ceja y tomándose la molestia de girarse para quedar de frente a él.
Insoportablemente pueril, el muchacho continuó riéndose, ahora no solo de su picante afirmación, si no del desconocimiento y actitud de su novia. Tenía las mejillas sonrojadas, no por producto de la vergüenza, si no por lo bien que se lo estaba pasando. Se aclaró la voz, fingiendo seriedad, para entonces quedar en silencio unos instantes, buscando crear expectación en la pelirroja.
—Ya sabes... lo que viene después de los besos...
Le hizo una demostración gráfica a su colocutora. Alzó la diestra y juntó su dedo índice con el pulgar, formando una pequeña O con un agujero en su centro, entonces tomó el dedo índice de su mano derecha y lo hizo atravesar ese espacio, entrando y saliendo, repetidas veces.
—"Eso", Ritsuko...
Los gestos de Ralexion le indicaban a Ritsuko que aquello a lo que hacía referencia era en realidad algo que debería de saber, pero que por algún motivo desconocía así que la única respuesta que le otorgó al chico fue un simple y muy claro…
—¿Ah?
No, no entendía, se le notaba en la cara.
El muchacho se llevó la mano a la frente. «Esto va a ser más difícil de lo que pensaba, y si tengo que ser directo la broma se va al carajo... ay, Ritsuko, eres adorable... ¡adorablemente tonta!», exclamó en los confines de su fuero interno.
Aclaró su voz.
—¿Cómo se hacen los bebés, cariño? —preguntó como si estuviese hablando con una niña pequeña— ¿Salen de melocotones?
Rió de nuevo. Al menos tontear con la pelirroja era divertido, entendiese sus bromas o no. ¿Era esto lo que hacían las parejas, divertirse sin preocupaciones igual que los amigos?
Una pregunta que realmente no estaba entendiendo, mucho menos visto y considerando que acababan de emparejarse y… ¿será tal vez que lo que Ralexion sugería que hicieran era justamente algún bebé? «Imposible, somos muy jóvenes »se dijo a sí misma acompañando a dicho pensamiento con un gesto de su cabeza.
Aunque si de algo estaba muy segura aquella fémina, era que de melocotones no salían.
—No… —fue lo único que respondió para luego dar lugar a una prolongada y algo incómoda pausa.
Incómoda al menos para ella.
—¿No tiene que ver con el matrimonio? —preguntó en un tono excesivamente bajo.
Lentamente la chica fue bajando la mirada y girando su cabeza hasta centrar la vista en el piso. Nunca se había planteado semejante cosa y realmente, la habían tomado desprevenida.
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