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—Un par de refrescos más, por favor —inquirió el Inuzuka, en lo que alzaba un palo metálico de casi veinte centímetros de largo a modo de estoque —y cuatro de éstas cosas más, ya que está.
Se encontraban haciendo una pausa del entrenamiento, disfrutando por un rato de la comida y la bebida de los arrozales. Estaban en la terraza de un puesto afianzado casi en mitad de los mismos, un puesto que a pesar de estar hecho de madera desprendía una calidez abrumadora. La estancia parecía estar hecha de robles, con un solo piso de altura y cuatro ventanas a cada lado. La puerta principal daba a la terraza, donde habían unas enormes fuentes, desde las que surgían unos grandes pilares de llamas. Alrededor de éstos pilares de fuego controlado, se arremolinaban mesas y sillas, ocupadas éstas en gran parte por los campesinos y aventureros.
Si, sin duda era un lugar acogedor para reposar tras una buena pateada, o tras una larga jornada de trabajo en el arrozal. Por suerte para otros, podían disfrutar de una gran escasez de clientes dadas las horas. Apenas era mediodía, y la gente aún no había terminado su jornada, por lo que habían aún un montón de asientos libres.
—Hermano, tienes que soltarte más ahora que casi hablas como yo, ¿eh?
El can lo miró, y casi expresó todo con su mirada. El huskie alzaba una ceja, y mostraba una mueca que podría sacar una risa a cualquiera que no estuviese habituado a ello.
—¡Que si tío! A ti se te da mejor tratar con personas que a mí, sería más fácil todo si tu te encargas de hablar con la gente, y yo me encargo de la parte divertida.
El perro ahora cambió su rostro de manera casi cómica, sentenciando a su hermano con desdén.
—Aquí tiene, caballero, y... perro —interrumpió el camarero.
—¡Muchas gracias!
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Hana llegó a una especie de zona de descanso totalmente descompuesta. Llevaba horas perdida entre los arrozales. No es que no supiese leer un mapa, es que incluso con un mapa, guiarse por un sitio donde todo lo que hay por todas partes eran campos de arroz era casi imposible. Era como guiarse en mar abierto. Un autentico rompecabezas para una chica de península como era ella. Al final, todo se resumía en que tampoco leería tan bien el mapa si no se podía orientar.
Entró al lugar, pidió algo fresco para beber y se sentó en la terraza, lejos de las fuentes de calor. Solo necesitaba un momento para recomponerse, después tendría un frio del demonio y se pegaría al fuego como buena friolera que era. Llevaba el pelo suelto, con algunos rastros de barro, al igual que en su capa carmesí de viaje, que llevaba toda la parte de abajo embarrada. Aparte de eso, también se podía apreciar la bandana de Uzushiogakure colgando de su cuello, el resto quedaba tapado por la capa.
Una vez recuperado el aliento, examinó el lugar. Había unas cuantas personas, la mayoría de ellos locales, a excepción de un chaval con su perro, que desentonaban casi tanto como ella misma. El can le devolvió la mirada cuando se fijó en ellos con atención y se quedaron así un rato. Pudo ver algo en ese perro, más inteligencia que en la mayoría de animales que se había encontrado.
Alzó una ceja, curiosa. Se abstuvo de llamarle, por si a su dueño, al cual no le dedicó ni un cuarto de la atención que le había dedicado al perro, le molestaba. Dio otro trago de su refresco, empezando a temperarse.
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El camarero sirvió las dos copas de refresco, y dejó las botellas a sendos lados de las mismas. Tras dejar la bebida, se centró en la comida; dejando en el centro de la mesa un plato con cuatro brochetas de pollo, las cuales estaban bañadas en una salsa de soja. Etsu contuvo el aliento, se temía que ya iba a tener que lidiar con la gula de su can, pero sorprendentemente no tuvo que decirle que se lo tomase con calma.
¿Acaso Akane ya estaba lleno?
Ni por asomo, la gula de ese animal no tenía límites. El de rastas observó al huskie, y la mirada de éste se perdía hacia otra mesa cercana. Etsu llevó su vista hacia el punto de inflexión, y allí encontró a una chica rubia. Quizás hubiese podido decir que una chica cualquiera, pero no era una cualquiera. Atada a su frente portaba una bandana que la identificaba como shinobi de Uzushiogakure. Se trataba de una de las compatriotas de Datsue...
Por un momento pensó en pasar del tema, hacer caso omiso a la presencia de esa chica. Pero por otro lado, una absurda idea se le pasó por la mente, y quizás podía hacerla realidad.
«¡Nah!»
Dejó caer un suspiro, y le propinó un buche a su refresco. Akane por su parte hizo lo mismo, a su manera. Le pegó un soberano lametón al contenido de su copa, de tal manera que casi la tira. Arqueó una ceja, y alzó el rostro. Se quejaba sutilmente a Etsu de que en esa forma no podía beber en condiciones, ni disfrutar de la comida.
—No tío, ya llevas diez pinchitos y tres refrescos. No hay motivos para que —precisamente ahora— te transformes —miró de reojo a la chica —¿o acaso quieres transformarte para sentarte junto a ella?
Con no demasiada modestia, el rastas elevó un par de veces las cejas —¿eh, pillín?
Akane cambió radicalmente la muneca de su cara, volviendo a tomar en ésta una clara disconformidad con lo dicho por Etsu.
—Deberías buscarte mejor a una caniche, o no sé... una pastor alemán de esas bien sexy...
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Una vez templada, el frío típico de la estación caló hondo en Hana, que tuvo que levantarse para cambiarse de sitio. A uno más cerca de una columna llameante. No se había ni inmutado cuando el dueño del perro había empezado a hablar con él, ella también lo hacía. En la distancia no se oía exactamente qué le decía, pero al acercarse pudo oír la última perla.
—Deberías buscarte mejor a una caniche, o no sé... una pastor alemán de esas bien sexy...
La expresión de la rubia se contorsionó al oirlo. Había oído cosas, pero diferenciar razas de perros por sex-appeal, nunca. ¿Cómo? ¿Donde? ¿Por qué? Las preguntas se le aglutinaron en la cabeza. De verdad, ¿qué parámetros usa un humano para calcular el nivel de sexualidad de un caniche o de un pastor alemán? Sus pensamientos fueron hacia posibles respuestas y cortó por lo sano porque le estaba dando hasta repelús.
¿Quien querría? Ahg... Dio el último trago a su refresco para quitarse el mal sabor de boca y se planteó muy seriamente salir corriendo de allí. Sin embargo, el pobre can le daba lastima. ¿Pero qué iba a hacer ella? No podía quitarle al perro y salir corriendo. ¿O...?
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Akane nuevamente había descartado de lógica alguna las palabras de Etsu, ya casi estaba acostumbrado a que el chico dijese tantas sandeces. Una mueca de desdén fue lo único que le regaló al rastas, para tras de ello alzar el gesto y mirar hacia otro lado, totalmente indignado. Etsu sonrió de nuevo, casi estalla en una carcajada. Sin duda alguna, le encantaba tomarle el pelo a su hermano.
—Vaaaa, venga, no te pongas así. Pilla uno de los pinchitos, ¿quieres? —tuvo que hacer tregua.
Akane, ni corto ni perezoso, se tomó la tregua al pie de la letra. No tardó ni tres segundos en pillar de un mordisco —sumamente preciso— uno de los mencionados pinchitos. Tras ello, con él en la boca, quedó mirando a Etsu. El chico fue a tomar uno también, pero antes de que lograra su propósito, se percató de que algo fallaba. Akane aún lo observaba con recelo.
El rastas ladeó el rostro, y quedó mirándolo también. El silencio entre ambos quedó por unos segundos —Tienes razón tío...
Realizó el sello del tigre, y el huskie se transformó en una imagen casi idéntica al chico de rastas, con la obviedad de que sus colmillos y garras aún parecían de un animal. El can sonrió, y con el pinchito aún en la boca, terminó por jalar del mismo con su diestra para sacar el metal, y quedar solo con la carne entre dientes.
El pobre tenía toda la razón. Anteriormente habían pedido hamburguesas, patatas, y bolitas de pulpo. Todas esas cosas podía comerlas sin ayuda, pero el pinchito era muy complicado de comer sin tener manos, al menos si no quería que le liase un espectáculo.
Entre tanto, la chica incluso se había cambiado de sitio, pasando un poco desapercibido por los Inuzukas.
—¡Bueeeeenas tardes, señoras y señores! —interrumpió a todo comensal una voz aguda.
»Tengo el honor, y el privilegio, de presentarme ante todos. Soy la grandiosa Fukuume, la mejor ilusionista de todo Oonindo. Perdón por interrumpirles, pero tienen la grandisima suerte de ser los primeros espectadores de mi show. Por favor, atentos a mi, les presento a mis ayudantes; Onoka, el cerebro, y Kaono, el músculo.
En el umbral de la puerta del establecimiento, una mujer había hecho aparición, anunciándose de manera para nada modesta. La susodicha era de piel bronzeada, de mediana edad, rubia con una cabellera suelta hasta media cintura, de ojos color miel. Vestía un traje de color negro, un esmoquin que parecía hecho a su medida, con una chistera enorme y una capa de color carmín. A su lado había otra chica —cerebro—, de similares características, salvo que sus ojos eran verdes, y vestía un kimono muy básico de color blanco. Al su siniestra, tenia a la otra chica —músculo— que curiosamente, tenía similares características a las otras dos, con la salvedad de que sus ojos eran color azul. Ésta última vestía un kimono igual de sencillo a Onoka, pero de color negro.
«¿Y ésto...? ¿ilusionista?»
Etsu no podía evitar pensar en su padre, y sus mil y un trucos de ilusionismo. Para el Inuzuka, eso de un show de ilusionismo, no podía traerle mas que malos recuerdos...
—¿Nos vamos, Akane? —preguntó incómodo a su gemelo.
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28/01/2020, 23:36
(Última modificación: 28/01/2020, 23:50 por Himura Hana. Editado 1 vez en total.)
Tuvo que toser varias veces para poder volver a respirar después de que un supuesto perro se convirtiese en una imagen calcada de su dueño ante sus ojos. Y después tuvo que tomarse un minuto para saber qué acababa de ver. ¿Era un clon transformado en perro y ahora había deshecho el Henge? No, ¿para qué demonios iba alguien a hacer eso? ¿Era un perro capaz de transformarse? ¿Cómo? ¿Qué? No había oído eso en su vida.
—¡Bueeeeenas tardes, señoras y señores! —
Volteó la cabeza lentamente para ver a un trio de mujeres en lo que parecía un comienzo de show con pocos efectos especiales.
»Tengo el honor, y el privilegio, de presentarme ante todos. Soy la grandiosa Fukuume, la mejor ilusionista de todo Oonindo. Perdón por interrumpirles, pero tienen la grandisima suerte de ser los primeros espectadores de mi show. Por favor, atentos a mi, les presento a mis ayudantes; Onoka, el cerebro, y Kaono, el músculo.
Para cuando acabó el discurso, Hana ya estaba en el borde de la terraza preparada para escabullirse de allí inmediatamente. ¿Ilusionismo? No, gracias. No le gustaban las ilusiones, nada de nada. Y para un show de ese tipo había dos opciones. O eran truquitos de magia cutres que iban a ser más incómodos que entretenidos o eran ilusiones de verdad y eso no le gustaba nada.
Al empezar a alejarse del lugar, se heló, como si se hubiese quedado paralizada. ¡Pero si se había perdido! ¿Donde iba ahora? Se giró sobre sí misma, planteándose volver a entrar para preguntarle al dueño, aunque tendría que pasar por en medio de la fiesta, cosa que no le apetecía demasiado. Por un momento, le pareció que el par de ahora gemelos que antes eran un perro y un humano iban a moverse, a lo mejor para irse también y decidió esperar, haciendo como que miraba el mapa que acababa de sacar de la pequeña mochila que portaba a la espalda.
Si se disponían a marcharse, podría seguirles sigilosamente y llegar a alguna ciudad o pueblo o lo que fuese. Consiguiendo, de paso, más información sobre el extraño jutsu de transformación que usaban.
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31/01/2020, 01:16
(Última modificación: 31/01/2020, 01:16 por Inuzuka Etsu.)
Etsu se disponía a levantarse para irse, aunque antes preguntó a su hermano si estaba de acuerdo. Se ayudó poniendo ambas manos sobre la mesa, y se comenzó a erguir, creyendo que su can estaría en igual condición, pero su error fue abismal. El perro —su gemelo— estaba atento al supuesto show, con el segundo pinchito en la mano, lanzándole un bocado.
—¿En serio? —se quejó el rastas.
Y tan en serio.
El clon del rastas se deleitaba con el espectáculo, disfrutando de la carne entre sus dientes. Etsu, indignado, deshizo la técnica, haciendo que el huskie volviese a tomar su forma habitual. Akane, al verse de nuevo con su aspecto canino, llevó su mirada al rastas en una mueca que claramente reflejaba su desconformidad. Pero poco le importó, de nuevo llevó su mirada hacia las chicas.
—Los ilusionismos mayores se dividen en dos grandes grupos, señoras y señores. El primero es el más fácil, el arte de hacer desaparecer algo. El segundo es el más complicado, el arte de hacer aparecer algo. Yo, Fukuume, les mostraré que las leyes de la física y la materia pueden moldearse con facilidad.
»Atentos, mírenme con atención —la mujer buscó todas las escasas miradas, pues el público no era muy grande. Avanzó un poco, y tomó el plato de una mesa cercana. La mesa ya había sido abandonada, pero aún no la habían recogido, y por ello aprovechó la ocasión presentada. Alzó el susodicho plato, y lo mostró al resto de comensales; el plato tenían aún restos de comida, pasta con algún tipo de salsa marrón.
—¿Ven éstos restos de comida? —preguntó la chica.
«¿Qué diantres...? ¿es una ilusionista de sobras?»
La chica se quitó con la siniestra la chistera, y con un par de giros muy gráciles de la misma, la dejó boca arriba —¡Mona ero kito sena! —y derramó sobre el orificio de la chistera todas las sobras del plato. La mujer, tras esa ejecución de palabras y acción, dejó de nuevo el plato en la mesa, y alzó la chistera aún en la misma posición.
—Con las palabras adecuadas, todo es nada, y nada es todo.
Las ayudantes comenzaron a señalar con ambas manos abiertas la chistera, agitandolas en un absurdo y recreativo llamamiento de atención para la misma. Con ello, y tras haberse pronunciado, la chica giró la chistera.
Nada cayó al suelo.
Tanto fue así, que la chica se atrevió a volver a ponerse la chistera, sin preocupación alguna de que los restos de comida le pudiesen atacar. Algunos lugareños, absortos, comenzaron a aplaudir. Otros, muy recelosos, llevaron sus vistas hacia otro lado, como si aquello no fuese con ellos. Etsu estaba en el segundo grupo, mientras que Akane pertenecía al primero.
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Al parecer, solo había sido una ilusión, porque ambos muchachos, el de verdad y el perruno, se quedaron sentados viendo a las mujeres actuar. Hana no podía creerlo. Tenía sentido que tu civil aleatorio de cada día se quedase impresionado a ver el espectaculo, pero, ¿un shinobi? ¿Cómo?
Pasó el peso de una pierna a otra, indecisa. Le apetecía entre cero y nada quedarse a ver eso. Su otra opción, sin embargo, era adentrarse ella sola en territorio desconocido, justo de donde acababa de salir más perdida que un amenio en el desierto.
Suspiró, acercándose a la terraza de nuevo y sentándose en la silla más alejada de las tres mujeres. Tampoco era como si pudiese plantarse ante el shinobi de Kusagakure y pedirle que se marchase de ahí.
La "maga" o como se hiciese llamar, cogió un plato lleno de sobras y se lo echó en el sombrero que llevaba con total confianza y unas cuantas palabras mágicas. Después, ya no había nada, las sobras habían desaparecido.
El perro, que volvía a ser un perro, parecía totalmente absorbido por el show. Mientras, el humano, como Hana, se planteaba qué demonios hacía allí. La rubia se cruzó de brazos y piernas y bostezó, esperando ver el próximo truco.
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Etsu suspiraba de nuevo. Llevaba ya al menos diez suspiros en los últimos treinta segundos, y pocos eran. No aguantaba el show de la ilusionista. Ya de por sí le daba palo el tema del ilusionismo, pero es que para colmo estaba siendo de lo peor que había presenciado en su vida. Esa chica no tenía ni idea de lo que era el ilusionismo, o lo disimulaba la mar de bien. Akane por contra, estaba disfrutando como un niño chico. Lo peor de todo, es que siempre le había achacado la mayor inteligencia del equipo que formaban, cosa que quizás cambiase a partir de ese día.
—Akane, en serio, vamonos ya... ésto es horrible.
Pero el can seguía en sus trece, quería ver el maldito espectáculo. Etsu ladeó la vista, buscando cualquier evasión visual del tema. Lo único que llegó a ver fue a algún que otro aldeano de la zona que también disfrutaba del show, y alguno que otro que vitoreaban simplemente la belleza de las chicas. Al extremo más tangible del lugar, la chica de Uzu. La susodicha se había vuelto a cambiar de asiento, y parecía estar sufriendo con el espectáculo.
«¿Y a esa qué le pasa?»
Las chicas llamadas cerebro y músculo entraron un instante al interior del establecimiento, y salieron escopeteadas. Cerebro llevaba entre manos una gran capa, manta, sabana o algún enorme trozo de tela, algo que aún no se podía vislumbrar demasiado bien. La estrella del show avanzó un par de pasos, y comenzó a mirar entre su público.
—Bueno, y para nuestro próximo espectáculo necesito de un voluntario —anunció la chica —Necesito de un voluntario que no tema al arte del ilusionismo. Alguien que no tema desaparecer.
El público comenzó a puchichear. Ninguna voz se alzaba más que otra, pero había un gran trafico de frases. Sin embargo, ninguno salió voluntariamente. Akane se levantó, posando ambas patas sobre la mesa, dando a entender que se prestaba para el truco. Etsu lo miró desconcertado.
—T-tio... ¿qué?
Pero antes de que pudiese siquiera oponerse, el can salió corriendo hacia la chica. Etsu se llevó la mano a la cara, no sabía qué iba a hacer con ese huskie medio zumbado de la cabeza...
—¡Estupendo! —bramó Fukuume —¡tenemos a un valiente de cuatro patas!
»Por favor, quédate sentado ahí.
Músculo y cerebro tomaron la tela, y la estiraron. Se trataba de un trozo de tela simple, sin decoración alguna, de todo azul por un lado y negra por el adverso. Sin demora, ocultaron al can tras la tela, y con la mano que quedaba libre a sendas ayudantes comenzaron a hacer ese desconcertante movimiento hacia la zona que querían aclamar atención.
—¡Mona ero kito sena!
Las ayudantes dejaron caer la tela con las palabras "mágicas" de Fukuume, y tras la tela no había nada. El can había desaparecido. El Inuzuka quedó intrigado, no entendía a donde habían llevado a Akane. El silencio reinó por un instante, pero tras ello el público —en su gran mayoría— comenzó a aplaudir. Las chicas sonrojaron, y dedicaron varios saludos a su entregado público.
Pero... ¿dónde estaba Akane?
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El espectáculo no tenía mucho de espectacular. Se resumía en hacer desaparecer cosas, primero unas sobras y ahora querían a una persona. Hana se cruzó de piernas y apoyó el codo en la mesa, apoyando la mejilla sobre su mano y bostezando. La opción de perderse entre campos de arroz le empezaba a resultar hasta halagüeña. Si no fuese porque tenía miedo de liarla y estropearle los cultivos a algún pobre campesino, lo haría sin pensarselo.
No le gustaba la magia, sobre todo cuando era poco más que un mendigueo de dinero con engaños entre medias. El Ninjutsu era la verdadera magia, y el Ninjutsu no debe usarse a la ligera, así que esas señoras o bien eran trileras en busca de dinero o bien eran ninjutseras sin honor. Lo segundo era improbable y lo primero completamente legal. Así que solo le quedaba mirar y esperar que fuesen honorables y no presionasen a la gente para que les suelte dinero.
Hasta que el can se dispuso a prestarse voluntario para desaparecer. La mujer, demostrando un especismo inexistente del todo, aceptó al perro como candidato apropiado para el truco, ante la incredulidad de su amo. Y la de la misma Hana, de que su dueño, un shinobi, permitiese al can meterse en esos fregados.
Primero lo taparon, para que no pudiésemos verlo y entonces hacerlo "desaparecer" y tras un poco de paripé, dejaron caer la tela que lo ocultaba. Y ahí no había ningún perro. Al silencio inicial lo procedió un aplauso animado y entusiasmado, por todos excepto por la kunoichi y el shinobi. Él supuso que estaba preocupado y ella sencillamente esperaba la reacción del chico, igual al final hasta tendría que intervenir a proteger a las mujeres.
Hana pensó en como se tomaría ella que le desapareciesen un hipotético perro y no le sentaría bien, eso seguro.
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El Inuzuka, inquieto como una liebre en un coto abarrotado, clavó ambas manos en un sonoro golpe sobre la mesa. Con las mismas, aprovechó para levantarse, apoyado sobre ambas manos. Su ceño fruncido mostraba una clara ira, obviamente enfocada en las chicas que presentaban ese show.
—¿¡Dónde está Akane!? —preguntó.
Las chicas —Músculo y Cerebro— se miraron la una a la otra, y tras ello llevaron la mirada a la "jefa". Ésta sonrió, y llevó las manos hacia la tela, la cuál aún estaba tirada en el suelo. Se movió hasta ella, la tomó con la diestra y tiró de la misma para levantarla en un moño. Bajo la tela no había nada, y no titubeó en señalarlo con su otra mano.
—Como puedes ver, con el arte del ilusionismo, cualquier cosa puede desaparecer. Ya dejó de estar en algún lado, no está.
El rostro del Inuzuka pasó de la palpable ira a una mueca de confusión. Su ceño fruncido terminó por hacerse un garabato, hasta que alzó ambas manos, y terminó por explotar —¿¡PERO QUÉ COJONES...!?
No, el chico no entendía nada.
—Lo hemos hecho desaparecer, ya dejó de estar en Oonindo.
—¡PUES TRÁELO DE VUELTA! —bramó, iracundo nuevamente.
—L-lo... lo siento, pero... no es posible...
»Soy una experta en hacer desaparecer cosas, pero... no en hacerlas aparecer.
El Inuzuka ya no sabía si la chica se estaba quedando con él, o simplemente le estaba vacilando —¿¡QUÉ COJONES DICES!?
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—¿¡Dónde está Akane!? —
Se levantó tras él, a una distancia razonable, por si, como sospechaba, perdía el control al igual que a su perro.
—Como puedes ver, con el arte del ilusionismo, cualquier cosa puede desaparecer. Ya dejó de estar en algún lado, no está.
Lo cierto era que la situación era tan surrealista como las palabras que salían de la boca de la mujer. En otras circunstancias, se hubiera echado a reír pero con un perro desaparecido solo podía mirar fijamente a la "ilusionista" para ver si realmente creía lo que decía.
—¿¡PERO QUÉ COJONES...!?
—Lo hemos hecho desaparecer, ya dejó de estar en Oonindo.
—¡PUES TRÁELO DE VUELTA!
—L-lo... lo siento, pero... no es posible...
»Soy una experta en hacer desaparecer cosas, pero... no en hacerlas aparecer.
— ¿¡QUÉ COJONES DICES!?
Finalmente, Hana decidió intervenir. Se interpuso entre el muchacho y la mujer, aunque no creyese poder detener al shinobi si se proponía lanzarse al cuello de la maga, al menos lo había intentado.
— Señora, ya está bien. La función ha terminado. ¿Donde está el perro? — preguntó en un susurro, lo suficientemente alto como para que el ninja de Kusagakure y la mujer lo oyesen, pero el público no.
Estaba claro que delante de la gente no iba a admitirlo.
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Conforme la situación comenzó a volverse más tensa, la chica de Uzushiogakure se levantó también. Ésta se situó a una distancia razonable del Inuzuka, pero suficiente bajo su criterio para poder actuar. Quizás. Pero para cuando el Inuzuka quiso darse cuenta, —y eso que estaba por saltar a por la chica— la shinobi se interpuso entre ambos. Ésta inquirió a la supuesta artista callejera que dijese donde estaba el perro. No podía saberse si bien estaba de parte del chico, o si bien solamente quería hacer de mediadora. De cualquier forma, también estaba de su lado, al menos por ahora.
—Ha desaparecido. —contestó —Ésto no es un mero show. Soy experta en hacer desaparecer cosas, no en hacerlas aparecer.
—¡DEJA DE TOCARME LAS NARICES! —bramó el Inuzuka.
La chica se encogió de hombros, como dando a entender que ya no había manera de deshacer lo que ya estaba hecho. Suspiró, y terminó hasta por darse la vuelta —Deberían asumirlo, ese perro ya no existe.
El rastas tomó con su diestra la mesa, y la apartó de un movimiento bastante brusco, que terminó con la susodicha mesa volcada. Tras ello comenzó a andar hacia la ilusionista, pero Cerebro y Músculo se interpusieron también en el camino. Obviamente, no había de olvidar que la kunoichi también se hallaba en medio.
—Kunoichi, aparta. Ésto no va contigo. —sentenció.
—Bueno, damas y caballeros, el espectáculo ha terminado. Muchas gracias a todos.
La "ilusionista", al ver cómo se empezaba a torcer todo, no faltó de inteligencia y concluyó el show. Con las mismas, comenzaba a volver hacia el interior del establecimiento, con la espalda vigilada por sus ayudantes.
—¡Fukuume! ¡ni e te ocurra irte!
El público comenzaba a puchichear. Era un tanto extraño el espectáculo que ahora daba el shinobi.
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—Ha desaparecido. Ésto no es un mero show. Soy experta en hacer desaparecer cosas, no en hacerlas aparecer.
Hana pensó que solo una loca sería capaz de creerse que echando una manta sobre un perro y soltando unas cuantas palabras podía hacerlo desaparecer para siempre. De hecho, sonaban tan a locura que la kunoichi, en cualquier otra circunstancia, se hubiese echado a reír. Pero no aquel día, no habiendo hecho desaparecer a un PERRO. Porque una cosa es que hubiese desaparecido una persona, sería algo serio, pero hacer desaparecer a un pobre perro era una maldad. Una cosa mala al nivel de la aparición de un bijuu.
La rubia de Uzushiogakure se quedó de brazos cruzados escuchando tonterías de un lado y pseudo amenazas del otro. Por muy borde que fuese el shinobi de Kusagakure, no iba a superar a la maga, que había cometido el peor de los pecados.
Así que cuando Fukuume intentó meterse de nuevo en el local, en la puerta se encontraría a Hana, impidiéndole el paso con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
— Muy bien, dices que eres una especialista en hacer desaparecer ¿no? ¿Por qué no me haces desaparecer a mí también? — sugirió amenazante la muchacha, aunque entre su voz aguda y su altura, no es que amenazase demasiado.
Aún así, estaba enfadada, si es que contaba para algo. La mujer solo tenía que hacer lo que demonios fuese que hacía con ella y, por regla de tres, acabaría en el mismo sitio que el perro. No creía ni por asomo que fuese capaz de hacer nada de eso, pero así descubriría el truco que habían usado.
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
La kunoichi se antepuso al intento de escapar de la ilusionista, en un grácil y rápido movimiento. Quizás la chica se hubiese previsto esa opción, y por ende ya lo tenía en mente. Fuese como fuese, se plantó en su única opción de salida, pues al lado contrario tenía a un chico furioso exigiendo respuestas. La rubia, cortando el paso de la maga, se apresuró a cortar por lo sano. No quería enfrentarla directamente, pero tampoco parecía querer dejar al chico encargarse. Inquirió que si no sabía hacer regresar las cosas, la hiciese desaparecer a ella.
Todos los allí presentes se sorprendieron de esa respuesta, hasta el mismo Inuzuka. No podía oler el rastro de su hermano, y era por eso que no iba a buscarlo por sí mismo y buscaba respuestas de la muer. Pero pedirle que la hiciese desaparecer... ¿acaso no era una locura?
Fukuume se encogió de hombros. — ¿Quieres desaparecer también?
Las ayudantes tomaron de nuevo la tela, y se pusieron una a cada lado de la kunoichi. Se pasaron la tela en horizontal, sin elevarla aún, y antes de dar el último paso miraron a la jefa.
— Está bien, adiós.
— ¡E-espera! ¡no lo hagas! —intentó interrumpir.
Pero antes de que éste convenciera a la kunoichi, o de que ella misma cambiase de opinión, las llamadas Músculo y Cerebro alzaron la tela en un rápido gesto que cubrió por completo a la genin.
— ¡Mona ero kito sena! —sentenció la ilusionista.
Para cuando se quisiera dar cuenta la kunoichi, en la propia tela había un carácter que decía "Llanto" —casi a mitad de la misma— y terminó por succionarla. El kanji estaba oculto con el color de la propia tela, y solo brilló tenuemente para cuando todo sucedió. El espectáculo había terminado para la kunoichi. Al menos eso pensarían los allí presentes.
[...]
La chica caería de culo en una superficie que parecía madera. Todo estaba oscuro, tan oscuro que apenas podía verse las manos, o distinguir dónde estaba el suelo y donde la pared. Había un sinfín de trastos de por medio, con los que claramente tropezaría si andaba a oscuras. Una mesa, numerosos platos, comida, armas, basura, animales... había de todo. El lugar había de medir casi cincuenta metros cuadrados, era enorme.
— ¿Ababaur? —El peculiar ladrido de Akane hizo distinción entre tanta oscuridad.
El can no estaba demasiado cerca de la kunoichi, pero claramente estaba en ese sitio donde iba a parar todo lo que la "ilusionista" hacía desaparecer.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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