Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«Espera. ¿Dónde vas? ¡Da la vuelta! ¡Por ahí no está Amegakure!»
Kokuō resopló. Aquella niña era más pesada de lo que podía haber imaginado en un principio. Durante todos los años de su cautiverio, el bijuu sólo había establecido conversación con su captora en un par de ocasiones contadas, y siempre había sido para tocarle un poco la fibra moral. ¿Por qué no podía ella ser igual? Desde que habían salido del Valle del Fin, la chiquilla no le había dado tregua más de un par de horas.
«No vamos a ir a Amegakure, señorita.» Respondió para sus adentros.
«¿Cómo que no? ¡Tenemos que volver a Ame! Mi familia...»
«Olvídese de ellos. Ha desaparecido de su vida. Desapareció en el momento en el que Kuroyuki la venció, sólo encontrarán su túnica allí.»
«No... No puedes hacer esto... ¡Déjame volver! ¡Quiero ir a Amegakure!»
«¿Acaso se me preguntó alguna vez dónde quería ir yo?»
Ayame no volvió a hablar, y Kokuō disfrutó del nuevo silencio que la envolvía. Las hojas crujían bajo el peso de sus botas, y el agradable aroma del bosque llenaba sus pulmones, completándola. Hacía tiempo que había dejado la lluvia atrás, y ahora incluso podía disfrutar del sol sobre su piel, sin mayores preocupaciones. Podría quedarse allí a vivir, se dijo. Era un lugar hermoso y tranquilo, con las setas más grandes y frondosas que había visto nunca. Sin embargo, estaban en el País de los Bosques, demasiado cerca de Kusagakure para su gusto. Cualquier shinobi que pasara por allí podría reconocerla de inmediato. No. Seguiría hacia el este, hacia el País del Agua, como era su plan inicial. Allí podría llevar una vida pacífica y libre sin ningún tipo de preocupación.
Pero estaría lejos de sus hermanos...
Un extraño crujido la sobresaltó. Extrañada, Kokuō miró a su alrededor, pero no había nada ni nadie cerca que pudiera haber provocado aquel extraño sonido. Y al cabo de varios segundos volvió a repetirse, y entonces se dio cuenta de que provenía de su propio cuerpo.
—¿Qué es esto?
«Se llama hambre... Tienes que comer algo o si no te mueres. Es fácil.»
Kokuō chasqueó la lengua ante el tono sarcástico y alicaído de la muchacha.
—¿De verdad? Los humanos sois tan débiles... —susurró, agachándose para coger una seta del suelo.
Juro caminaba, felizmente. Hacía mucho que no tenía un compañero de viajes con el que poder hablar mientras exploraba el mundo. Su hermana casi nunca le acompañaba ya (demasiado trabajo en su tienda), y llevaba un tiempo sin ver a sus amigos, Yota o Daigo.
Datsue era un chico interesante. Tras su encuentro inicial, dónde Juro había dudado en huir o quedarse, ahora se alegraba bastante de haberse quedado.
— Me hice ninja por mi madre. Ella... bueno, falleció cuando me dio a luz. Mi padre también murió poco después, aunque fue por la botella. Vivo con mi hermana y me abuela — Le había llegado a contar —. Mi madre fue una gran kunoichi, y quise seguir sus pasos.
» Es gracioso, pero cuando era niño todo se veía muy... fácil, ¿sabes? — admitió Juro —. Era como un cielo claro y despejado. Pero ahora, cada vez esta más lleno de nubes, y ya ni si quiera veo el final. Todo se ha complicado tanto...
Le había contado unas cuantas cosas. Desde luego, no le había revelado información importante que pudiera aprovechar (era amable, pero tampoco idiota), ni le había contado cosas de su estilo ninja. Algunas cosas sencillas sí que se había atrevido a contarle: su familia tenía una tienda, había hecho varias misiones desde su inicio, y en una casi le había apaleado un panda furioso.
Sin embargo, la conversación se había vuelto más tranquila desde la llegada al bosque de los hongos. Juro sintió un fuerte escalofrío en cuanto pusieron un pie ahí. Era curioso, pero algo no le gustaba. Por una vez, no se sentía feliz entre los bosques que le habían visto nacer y criarse.
« Imaginaciones tuyas, supongo. Todo está bien. Pronto os separareis » — pensó, con decepción. Tendría que volver solo a casa. No es que le importase, pero probablemente se perdería, y acabaría en otro sitio. Y tendría que preguntar indicaciones, y puede que no se las diesen. O puede que se equivocase más. Dios, era un sin vivir.
Los dos avanzaron hasta un punto sin retorno. En aquella zona, en aquel lugar, en aquel momento, algo estaba caminando hacia su dirección.
Y el destino parecía haber decidido que ellos se chocaran.
Juro observó la figura que tenía delante, y entonces, sintió un estremecimiento. Un fantasma del pasado y del presente se alzaba ante ellos, claro y firme. Ayame, la jinchuriki del Gobi. Ayame, la que parecía odiar a Datsue con toda su alma. Ayame, la que había cooperado con Juro para sobrevivir en aquella mansión, hacía ya un tiempo. Sin embargo, ya ni si quiera conservaba la apariencia que el marionetista recordaba: su pelo se había vuelto totalmente blanco (Quién sabe, ¿Consecuencia de haber sido dominada por su bijuu?) y sus ojos habían adquirido unas extrañas marcas (le recordaba a algo, pero no sabía a qué). Estaba ahí, delante de ellos.
Las ruedas del destino, caprichosas, empezaron a girar.
6/11/2018, 03:09 (Última modificación: 6/11/2018, 03:11 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Datsue escuchaba, absorbía como una esponja toda la información que Juro le iba regalando. Su trágico pasado. La muerte de su madre. De su padre. Los detalles de su vida. Que vivía con su hermana y abuela. Que tenían una tienda —preguntó qué vendían—. También sus éxitos y fracasos en las misiones. El Uchiha siempre había sido de naturaleza curiosa, y Juro tenia anécdotas que contar por un tubo.
En compensación, Datsue también le contaba alguna cosa personal a cambio. Que había nacido en la Ribera del Norte. Que era, aunque no lo creyese, un nativo del País del Bosque. No profundizó en su familia, ni en qué hacían sus padres, pero sí le reveló que era socio de una pequeña tienda de armas en Yamiria, llamada La Armería para los Intrépidos, y que si quería alguna katana a buen precio, que dijese que iba de parte suya.
De esas y más cosas hablaron. Habían compartido mucho tiempo juntos. No por nada, el primer día de su viaje había consistido en llegar a Notsuba. El segundo, a duras penas la frontera. En el tercero se detuvieron en un pequeño pueblo del Paraje del Bambú. El cuarto era aquel, y Datsue tenía la impresión de que Juro debía haberse separado hacía un buen rato. El Uchiha alzaba la vista al sol de vez en cuando, para asegurarse que caminaba en la dirección correcta —hacia el Sureste, más o menos—. No obstante, apreciaba su compañía, y prefirió que se diese cuenta por él mismo…
… cuando ya le hubiese acompañado un buen trecho.
Quien le iba a decir, que allí, entre los árboles gigantes de cuyos troncos nacían hongos, iban a sufrir alucinaciones. Sucedió todo muy a cámara lenta. Los pies de Datsue, frenándose y frenándose hasta que se detuvieron. Su sonrisa, transformándose muy despacio en una boca abierta y de sorpresa.
Su ceja, alzándose en una mueca de incomprensión.
—Juro… ¿Hemos comido setas y no me acuerdo? —preguntó en voz baja, casi en un susurro.
Aquello tenía que ser un efecto alucinógeno producto de alguna seta que no recordaba haber comido. O quizá alguna espora que habían respirado inconscientemente. Sí, tenía que ser eso. Ahora Juro le diría que en efecto, así era. Que él en realidad veía a otra persona, o nada en absoluto, y podrían seguir con sus vidas como si nada hubiese pasado.
Tragó saliva. Le estaba pareciendo una eternidad lo mucho que estaba tardando Juro en responderle.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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6/11/2018, 11:44 (Última modificación: 6/11/2018, 13:13 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Entonces, ¿cuáles se suponen que son comestibles para usted, señorita? —continuaban discutiendo Kokuō y Ayame.
«¿Y yo qué sé? Nunca he comido setas, ¡no me gustan!»
Kokuō volvió a resoplar y se reincorporó. Se daba por vencida con el tema de los hongos.
—Entonces tendremos que cazar algo —resolvió, acariciando disimuladamente la manga izquierda, debajo de la cual escondía el preciado arco de la kunoichi.
Iba a continuar caminando cuando sus oídos captaron algo: voces, dos personas, dos chicos hablando entre sí de forma amigable, el crujido de la vegetación bajo sus botas...
Kokuō se volvió justo en el momento en el que sus miradas se encontraron. Y el silencio volvió a inundar el bosque cuando los dos shinobi enmudecieron al verla, anonadados. Y el tiempo pareció detenerse en aquel punto del bosque.
Ayame conocía a ambos, Kokuō lo sabía bien. Al chico del extraño bulto en la espalda sólo lo había visto una vez, en aquella mansión embrujada que los atrapó hacía un año, pero el otro...
«No... Él no... ¡Kokuō da la vuelta ahora mismo y corre todo lo rápido que puedas!»
El otro era aquel Uchiha que se había convertido en su enemigo acérrimo. El mismo Uchiha al que debía agradecer que casi consiguiera la libertad durante el examen de Chunin, el mismo Uchiha que la había contaminado, el mismo Uchiha que casi había provocado que la Arashikage la matara después de sellarle una técnica que la ridiculizaría... El mismo Uchiha que la había tenido entre ceja y ceja desde que interrumpió accidentalmente su noche de amor con una compañera de aldea...
Pero Kokuō había visto algo más en los ojos de los dos chicos. Algo que había llamado su atención y que la había llenado de felicidad... Y de rabia al mismo tiempo.
«¡¡Kokuō!!»
Podía sentir el terror, la rabia y la desesperación en la voz de Ayame. Pero también había algo que ella nunca podría admitir en voz alta: la esperanza al haber encontrado a dos conocidos.
Para angustia de la chiquilla, que no dejaba de taladrarle la cabeza con sus chillidos, Kokuō se acercó con pasos lentos y sosegados a los dos muchachos.
Le daba igual lo que le dijera, a ella no le interesaban los asuntos entre humanos.
—Me alegra encontrarles, necesitaba hablar con ustedes —habló, y tanto Datsue como Juro se darían cuenta de que aquella no era la voz que estaban acostumbrados a oír. Seguía siendo femenina, pero de alguna manera su timbre era diferente, más adulto, más maduro, más... ancestral.
Pese a sus palabras, Kokuō no sonreía. Y aunque tenía sus ojos aguamarina clavados en los suyos, era como si no los estuviera mirando directamente. Era como si estuviera mirando más allá de ellos.
— N-no... — dijo Juro, en voz baja. Observó como la figura de Ayame aparecía ante ellos, y no supo como sentirse. ¿Debería sentir miedo? Ella era una jinchuriki como él, y estaba con Datsue, quién parecía ser su enemigo. ¿Y si la tomaba también con él solamente por eso? Las promesas se las llevaba el agua después de todo.
Ayame se acercó ante ellos. Conforme más lo hacía, Juro pudo notar que había algo raro en ella. Quizá fuera su imaginación, pero parecía más seria, de alguna forma. Su caminar era menos infantil y más elegante. Su cabeza estaba más firme. Y sus ojos, se clavaban en ellos, como flechas.
La chica se puso ante ellos, e inclinó la cabeza frente a ellos. Entonces habló, y Juro no pudo evitar retroceder un paso cuando la escuchó.
« Esa voz... ¡Esa voz no es de Ayame! » — Pero ella era Ayame. ¿Le había cambiado la voz igual que el pelo y los ojos? No entendía nada.
Sin embargo, lo que dijo después le dejó helado.
—Shukaku, Chōmei.
Fue como si un jarro de agua helada le hubiera caído encima. Shukaku. Chomei. Juro no entendía bien esos nombres. La verdad es que no conocía precisamente a su bijuu por "Chomei". Sin embargo, pudo atar cabos. Sabía que había un bijuu además del suyo y de Ayame, y sabía que estaba en Uzushiogakure. Sabía que Datsue era de Uzushiogakure.
Y sabía que la que estaba delante suyo también poseía uno.
— ¿Q-Qué dices? ¿A quién le hablas? — murmuró Juro, sintiendo ganas de salir corriendo. Miró a Datsue, sorprendido, y luego a ella—. ¿Tú... eres Ayame? ¿Qué quieres?
La cabeza le daba vueltas. Si sus suposiciones eran correctas. Si estaba acertando a la hora de pensar. Podía estar refiriéndose a... ¿A su bijuu?
En ese caso, en ese caso, la persona que tenía al lado. Uchiha Datsue, el ninja de Uzushiogakure...
Juro le observó. Ya no como el ninja con el que había hablado, sino como otro jinchuriki, como él.
No, no era una ilusión. De verdad estaba frente a Aotsuki Ayame.
Era increíble lo juguetón que podía ser el destino. Las casualidades que podía presentar en su camino. ¿Cuál era la probabilidad de encontrarse con Ayame, una mujer entre un millón, por las interminables tierras de Oonindo? Cualquier cambio, por mínimo que fuese, en las acciones de aquel día, y no se la hubiese cruzado. Levantarse más tarde; desviarse hacia un lado u otro ligeramente; no parar a merendar… Y ya no solo aquel día, sino los anteriores. Si no se hubiese encontrado con Juro, y no le hubiese convencido para hacer el camino de vuelta, tampoco estaría allí. Lo mismo pasaba del otro lado, con las elecciones que había hecho Ayame en los últimos días.
Había tantas cosas que podían frustrar aquel encuentro, que si uno se paraba a pensar fríamente, creer que aquello no era más que una coincidencia era una verdad locura.
Tenso, sus ojos se desviaron hacia los árboles, en busca de algún acompañante que quisiese darles alguna sorpresa. Luego nuevamente hacia ella. Pero la notaba… distinta. Se había teñido el pelo de blanco, y le había dado un toque rojo a las ojeras con maquillaje. Hasta se había puesto lentillas de color. Tenía que admitirlo —jamás en público—, pero le quedaba bien. Qué coño, hasta…
«Pero, ¿qué coño te pasa?»
—Me alegra encontrarles, necesitaba hablar con ustedes.
Había algo en aquella voz que le puso los pelos de punta. No, desde luego que no era la voz de Ayame que él conocia. Tenía otro timbre, otro eco, mucho más profundo, ancestral incluso. Era algo que cualquiera podía hacer, claro, con la suficiente habilidad y destreza en dotes interpretativas. Pero, aun así, esa forma extraña de mirarles, como si estuviese viendo más allá, como si…
—Shukaku, Chōmei.
Por un instante, Uchiha Datsue se quedó paralizado. Sin habla. Sin comprender todavía que acababan de descubrirle. Sin llegar a entender que habían hecho lo mismo con el compañero de al lado. Su primer instinto, fue el de disimular. Defenderse.
—¿Se te ha ido la olla tras el Examen, o qué? ¿Crees que con teñirte un poco el pelo y maquillarte ya nadie te reconocerá? ¿O acaso…?
— ¿Tú... eres Ayame? ¿Qué quieres?
¿O acaso estaba ante un Henge no Jutsu?
«¡JIAJIAJIA!»
Un año de pesadillas le había enseñado a ignorar a aquella risa perturbadora. Se centró en el problema que tenía al frente, y gracias a los Dioses tenía el Sharingan para descubrir disfraces hechos por chakra. Su Dōjutsu envenenó su iris con la sangre del clan, y tres aspas bailaron alrededor de su pupila, amenazantes, analíticas. Y, a estos nuevos ojos, le acompañó…
Un chillido desgarrador. Tan agudo e infantil, que cualquiera con un mínimo de orgullo se avergonzaría de emitirlo. Uchiha Datsue, el Intrépido, el Matakages y Devorbijuudamas, cayó de culo al suelo y retrocedió arrastrándose como un niño que ve a Izanagi abriendo las puertas del Yomi para él.
Para comprender su reacción, hay que saber que el Sharingan es capaz de ver el chakra que circula por una persona. Desde la pequeña llama traslúcida que poseen los civiles, hasta las majestuosas llamaradas que eran Hanabi, Akame o él mismo. Pero lo que rodeaba a Aotsuki Ayame era otra cosa. Rompía toda comparación posible, jugaba en una liga distinta. Una en la que solo estaba ella. Había tal energía en su cuerpo, que se desbordaba fuera de él, incapaz de contenerse en algo tan pequeño. Jamás había visto cosa igual. Era como contemplar el sol, haciendo que cualquier llamarada —como la suya propia— palideciese y pareciese la simple llama de una vela.
«¡JIAAAAAAAAAAAJIAJIAJIA!»
—Im-imposible —balbuceó—. Esto es… imposible.
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6/11/2018, 21:43 (Última modificación: 6/11/2018, 21:46 por Aotsuki Ayame. Editado 3 veces en total.)
La reacción de los dos muchachos fue la esperada. Como si acabaran de ver a un fantasma del pasado, ambos se habían quedado lívidos, boquiabiertos, con los ojos abiertos de par en par. Y aquella reacción no tuvo nada que ver con la que reflejaron sus rostros cuando les habló y pronunció aquellos dos nombres. Y ellos no eran los únicos, percibía las sensaciones de Ayame a flor de piel como si fueran suyas propias:
—¿Q-Qué dices? ¿A quién le hablas? —balbuceó Juro, que parecía que en cualquier momento iba a salir corriendo en dirección contraria. Lejos, muy lejos, hasta Kusagakure.
—No a ustedes —replicó—. Sino los que conocen por el nombre de Ichibi y Nanabi —explicó, y su voz se vio manchada por un ligero tinte de irritación.
Juro devolvió la mirada a su compañero, igual de desconcertado que él:
—¿Se te ha ido la olla tras el Examen, o qué? ¿Crees que con teñirte un poco el pelo y maquillarte ya nadie te reconocerá? ¿O acaso…?
—¿Tú... eres Ayame? ¿Qué quieres?
—No. No soy Ayame —negó con la cabeza, y sus cabellos níveos ondearon al son del movimiento—. Soy Kokuō, al que conocen como el Gobi.
Y de repente Datsue pegó un chillido que le hizo caer al suelo de culo antes de arrastrarse por él como un cachorrillo asustado. Sus ojos estaban teñidos por el color de la sangre, y todo su cuerpo temblaba sin control como si acabara de ver a un auténtico demonio del infierno. Dolorida ante aquel súbito alarido, Kokuō chaqueó la lengua, entrecerró los ojos ligeramente y se llevó una mano a la oreja derecha, ladeando la cabeza un poco para masajear el canal auditivo.
—Im-imposible —balbuceó Datsue, aterrorizado como un chiquillo—. Esto es… imposible.
—Tengo que hablar con Shukaku y Chōmei —insistió ella, avanzando un paso hacia los dos shinobi—. Es importante. Me he encontrado con Kurama.
—No a ustedes. Sino los que conocen por el nombre de Ichibi y Nanabi — Juro ahogó una exclamación. El Nanabi. El siete colas.
Era su bijuu. Estaba en lo cierto.
« ¿Datsue es un jinchuriki? ¿Por qué Ayame quiere hablar con ellos? » — Juro volvió a retroceder, disconforme. Quería evitar esa conversación, pero ya no podía hacerlo. Ahora ya Datsue sabía la verdad: sabía que él era un jinchuriki. Había fallado al Morikage y a todos sus compañeros de Kusa.
Pero no lo entendía. ¿Cómo era posible? ¿Cómo Ayame sabía eso?
—No. No soy Ayame. Soy Kokuō, al que conocen como el Gobi.
« N-no. N-no puede... » — Eso era imposible. Eso quería decir que... que Ayame había sido poseída por su bijuu. Sin embargo, la otra vez, había sido un estallido de chakra y violencia. Ahora, parecía algo... premeditado. Inteligente. Un dominio total.
Y siniestro. Era muy siniestro. Mirar a los ojos del cuerpo de Ayame y ver a un ser habitar en él.
De repente, Datsue chilló. Juro comprobó sus ojos, y vio el rojo de la técnica que los Uchiha utilizaban. Y entonces comprendió que no era ninguna broma. Que la cosa iba en serio. Datsue había visto su verdadera forma, la forma que escondía detrás del frágil cuerpo de Ayame.
La criatura se tapó los oídos, dolorida por el grito. Juro retrocedió a nivel de Datsue, apuntando para sí mentalmente que al menos, parecía sensible a los sonidos fuertes.
—Tengo que hablar con Shukaku y Chōmei —Y dio otro paso, hacia ambos—. Es importante. Me he encontrado con Kurama.
— N-no sé que hablas, ni quién es Kurama. P-pero n-no te acerques t-tanto — balbuceó Juro, y retrocedió a la vez que ella avanzaba —. P-podemos h-hablar d-desde es-esta distancia.
» Y-yo no puedo hacer nada. Está sellado. Es imposible qu...
En ese momento, fue como si algo se encendiera en él. Algo primigenio, que parecía no haber querido intervenir hasta ese mismo momento. Pero que siempre había estado ahí, observandole.
«¡Jeje! ¡Parece que te has quedado sin suerte, chiquillo! »
«Eso solo fue un cuento de viejas que te contaron. ¡El gran y afortunado Siete Colas puede hablar y mucho más!.»
Juro palideció, sintiendo como la pesadilla empezaba otra vez. Ahogó un grito. Trato de retroceder otra vez, pero fue el quien tropezó, y se cayó al suelo.
7/11/2018, 01:16 (Última modificación: 7/11/2018, 01:18 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Nanabi. El Siete Colas. Recordó el momento en que había colocado el sello de la Hermandad en Juro, el instante exacto en el que le había sugerido el número siete. Recordó su repentina tensión, su risita nerviosa… y entendió que Ayame no iba de farol. Que Juro era un jinchūriki, y que Kusagakure había estado engañando a todos desde el principio. Una traición que le hubiese hecho poner el grito en el cielo de no encontrarse en la situación en la que estaba.
Porque, tenía que recordarse a sí mismo —y ya lo hacía ella de paso—, que no, que aquella chica de pelo blanco con la apariencia de Ayame no era ella, sino el Gobi. ¿Cómo narices era posible? Normalmente, cuando se perdía el control, se tomaba parte del aspecto y la forma del bijū. La propia Ayame había sacado varias colas en el Chūnin. En cambio, salvo por esos pequeños cambios físicos, ahora parecía normal… Normal si no se tenía en cuenta el pequeño detalle del cegador chakra que la envolvía.
Apoyó una mano en la rodilla y se levantó con manos temblorosas. Hacía tiempo, mucho tiempo, que su viejo amigo no se apoderaba de su cuerpo: el miedo. El terror puro de estar ante un peligro que puede poner fin a tu vida.
—Tengo que hablar con Shukaku y Chōmei. Es importante. Me he encontrado con Kurama.
»Y agradecería que apague esos ojos, Uchiha.
Datsue retrocedió un paso en diagonal, buscando protegerse parcialmente con Juro. Quizá el kusajin fuese un traidor mentiroso, pero seguía siendo igual de válido para ejercer de escudo humano. ¿Cuánto hacía que no ejecutaba aquella táctica rastrera? Mucho, mucho tiempo. Pero había hábitos que, suponía, jamás se llegaban a perder del todo.
—S-siento que el Sharingan es lo único que me da confianza p-para no ejecutar un Sunshin no Jutsu ahora mismo y escapar de aquí, Go… Kokuo-dono. —«¡Controla los nervios, joder! Y haz lo que mejor sabes hacer: ¡habla, coño, habla!»—. Shukaku le manda recuerdos… —se inventó, para desviar el foco de atención sobre su Sharingan—, y dice que le gustaría saber cómo consiguió controlar a su… jinchuuriki.
«¿Y quién coño es Kurama?»
«¡UNA SABANDIJA! ¡Un bijuu que se cree el más fuerte de todos simplemente por tener más colas! ¡JAAAAAÁ! Cómo si eso importase para algo. ¡Yo soy el más grande de los bijuu! ¡¿Te asustas con Kokuo?! ¡Espera a verme en mi máximo esplendor! ¡Espera a que te arranque las tripas y me bañe en tu sangre para ser lo que un día fui! ¡JAAAAJIAJIAJIA! ¿Lo hueles, Datsue? ¡Ya queda poco! ¡YA QUEDA POCO!»
«¡JIAJIAJIAJIA!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—N-no sé que hablas, ni quién es Kurama. P-pero n-no te acerques t-tanto —balbuceó Juro, completamente aterrorizado. Tanto él como el Uchiha retrocedían con cada paso dado por Kokuō, y Datsue incluso parecía estar escudándose detrás de shinobi de Kusagakure.
«Propio de él.» Asintió Kokuō para sí, deteniendo sus pasos de forma sosegada para no sobresaltar a los dos humanos.
—P-podemos h-hablar d-desde es-esta distancia. Y-yo no puedo hacer nada. Está sellado. Es imposible qu...
Pero de repente calló, y su rostro palideció hasta adquirir el color de la leche. Y Kokuō supo bien lo que estaba ocurriendo. Chōmei estaba hablando con su Jinchūriki.
—S-siento que el Sharingan es lo único que me da confianza p-para no ejecutar un Sunshin no Jutsu ahora mismo y escapar de aquí, Go… Kokuo-dono —intervino Datsue. Y el bijū entrecerró los ojos ligeramente, recelosa—. Shukaku le manda recuerdos… y dice que le gustaría saber cómo consiguió controlar a su… Jinchūriki.
Kokuō dejó escapar un largo suspiro y optó por sentarse en el tocón de un árbol caído. Con los bijū sellados en sus Jinchūriki, y teniendo ella aquel cuerpo humano, estaba claro que no iba a poder hablar con ellos directamente. Era algo que ya había previsto, pero seguía irritándole tener que utilizar a los humanos como intermediarios. De todas maneras, cruzó una pierna sobre la otra con ademán elegante y entonces agitó una mano en el aire.
—Pueden relajarse, no voy a atacarlos. Y, por su bien, espero que tampoco intenten ninguna tontería. Ya nos conocemos —añadió, clavando una peligrosa mirada específicamente en Uchiha Datsue—. Déjenme empezar por el principio y, por favor, no me interrumpan.
»Kurama ha regresado a Oonindo, y ha reclutado a ocho humanos a los que llama "Generales". No son Jinchūriki, pero a cambio de su lealtad les ha otorgado cierto poder y comparte con ellos su chakra —comenzó a hablar. No dio explicaciones sobre quién era Kurama; después de todo, su mensaje no iba dirigido hacia los humanos, sino a sus Hermanos. Y ellos conocían de sobra aquel nombre—. Ha malinterpretado las palabras de Padre, y su intención no es otra que alzarse por encima de los humanos. Crear un imperio, el Imperio de Kurama, y convertirse en un líder absoluto, con nosotros al mando.
«¡¿Qué?! ¡¿Cómo no me has contado eso antes?! ¡Hay que avisar a todo el mundo! ¡Hay que avisar a Amegakure!»
Suplicaba Ayame, pero Kokuō la ignoró. Estaba pensativa, y pareció dudar durante un instante: la información que estaba a punto de revelar era muy peligrosa en manos de los humanos, pero interesaba a sus Hermanos. Tardó algunos segundos en decidirse, pero entonces siguió hablando:
—Mi Jinchūriki se encontró con uno de esos Generales. Intentó escapar, pero no lo consiguió. Fue derrotada, y dicho General llevó a cabo una técnica que había desarrollado Kurama: Kyūjū Tensei. Con esta técnica se revierte el control entre el Jinchūriki y el bijū. Así fue como fui liberada, y así es como Kurama se liberó de su propio Jinchūriki. A cambio, una de las consecuencias de estar en este cuerpo humano, es que no puedo hablar con ustedes como antes. Por esa razón Kurama había desaparecido cuando nos reuníamos —concluyó, irritada.
7/11/2018, 23:08 (Última modificación: 7/11/2018, 23:35 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
El mundo se le venía encima. La pesadilla que había vivido, en aquel lugar de sellado (dónde había mirado a la luna y una enorme criatura voladora le había devuelto la vista) se había vuelto más clara que nunca. Porque sabía que era verdad. El sello nunca había sido suficiente. Por más que había mirado a Ayame y se había jurado que en su caso era distinto.
No lo era. El bijuu estaba en él, y él estaba expuesto. Podía hablarle. Podía sentirle. Podía... podía...
« ¡Alejate de mi! ¡Alejate de mí! »
Él no dijo nada. Sin embargo, no podía dejar de escuchar su risa. Era juguetona, y despreocupada, como quién se reía de un chiste gracioso. Pero a la vez, le irritaba.
—Pueden relajarse, no voy a atacarlos. Y, por su bien, espero que tampoco intenten ninguna tontería. Ya nos conocemos. Déjenme empezar por el principio y, por favor, no me interrumpan.
— B-bien — murmuró, sin saber qué hacer. No podía correr, y desde luego, no estaba en posición de huir. Estaba atrapado ahí.
»Kurama ha regresado a Oonindo, y ha reclutado a ocho humanos a los que llama "Generales". No son Jinchūriki, pero a cambio de su lealtad les ha otorgado cierto poder y comparte con ellos su chakra. Ha malinterpretado las palabras de Padre, y su intención no es otra que alzarse por encima de los humanos. Crear un imperio, el Imperio de Kurama, y convertirse en un líder absoluto, con nosotros al mando.
Juro no entendió la mayor parte. ¿Las palabras de su padre? ¿Los bijuus tenían padre? ¿Quién era Kurama?
Lo que si entendía era que había peligro. Ese tal Kurama, con ocho generales (Juro empezó a sospechar, por sus palabras, que Kurama era un bijuu como ellos. Probablemente era su nombre real o apodo) quería ser mejor que los humanos. Y eso solo significaba una cosa...
« ¡Jeje! Usar a los humanos para alzarse por encima de ellos. ¡Es tan triste que hace gracia! »
«Los humanos sois seres manipulables y sin suerte. El gran y afortunado Siete Colas no colaborará con ellos. No merecen mi bendición. »
Juro se mordió el labio, conteniendo las ganas de gritar. Aún no se acostumbraba a la sensación de tener una voz en la cabeza.
Después de una pausa, el Gobi continuó hablando, y la información que estaba a punto de revelarles, haría que Juro diese un respingo.
—Mi Jinchūriki se encontró con uno de esos Generales. Intentó escapar, pero no lo consiguió. Fue derrotada, y dicho General llevó a cabo una técnica que había desarrollado Kurama: Kyūjū Tensei. Con esta técnica se revierte el control entre el Jinchūriki y el bijū. Así fue como fui liberada, y así es como Kurama se liberó de su propio Jinchūriki. A cambio, una de las consecuencias de estar en este cuerpo humano, es que no puedo hablar con ustedes como antes. Por esa razón Kurama había desaparecido cuando nos reuníamos
— N-no... — murmuró, asustado. Ya no le importaba lo que le dijeran: él era más importante —. ¿Cómo la encontró? ¿Acaso está buscando a todos los jinchuriki? ¿Ella está... muerta?
« ¡Parece que las cosas se están complicando para ti, chiquillo! »
« Disfrutare mucho cuando te cacen y las tornas se cambien. Así tú aprenderás lo que es vivir sin suerte. ¡Jejeje! »
» El Nana... Chomei dice que le resulta irónico qué el tal Kurama utilice humanos como medio para ayudarse. También está... bueno, supongo que él también quiere apuntarse a lo de ser libre, aunque no creo que vaya a unirse a su ejército. Quiere saber si tú te has unido a él ahora. — Juro se atrevió a añadir eso último, pero el bijuu no dijo nada, por lo que, o bien le dio igual, o bien aprobó su contribución. Igualmente, Juro quería saber a quién tenía delante.
7/11/2018, 23:54 (Última modificación: 7/11/2018, 23:59 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
—Pueden relajarse, no voy a atacarlos. Y, por su bien, espero que tampoco intenten ninguna tontería. Ya nos conocemos.
Datsue abrió la broca para protestar. Pero, ¡si ellos no habían parado de ayudarse todo aquel tiempo! Él haciendo enrabietar a Ayame y dándole una oportunidad para escapar; Kokuo, mostrándole a él y al mundo de qué pasta estaba hecha la mayoría de amejines.
El enemigo de mi enemigo es mi amigo, rezaba el dicho.
—Déjenme empezar por el principio y, por favor, no me interrumpan.
Su boca se cerró por él, sin darle oportunidad alguna a defenderse. Kokuo continuó hablando, mientras Datsue no podía quitarse de la cabeza que aquello era lo más surrealista del mundo. Un bijū, hablando a través de su jinchūriki, de forma sosegada y tranquila. Sin ganas de matar a nadie.
Le habían inculcado desde pequeño, la sociedad, los senseis y todos y cada uno de los libros que se había tragado, que las Bestias con Cola eran seres horribles que necesitaban ser encerradas. Shukaku le había demostrado la veracidad de aquello desde el principio. Pero Kokuo… Kokuo parecía saber comportarse cívicamente. Les trataba incluso de usted.
«Es solo una fachada. Si pudiese recuperar su verdadero ser…» Serían hombres muertos. Eso lo tenía muy claro.
«¡JA! ¡¿Has oído eso?! ¡El Imperio Kurama! ¡Se le ha terminado de subir a la cabeza! ¿Acaso pretende que yo, el gran Shukaku, esté bajo sus órdenes? ¡JAAAAAÁ! Qué ganas de romperle los huesos a esos Generales, ¿eh Datsue? Arrancarles la cabeza de cuajo y enseñarles quién es el bijū más grande. Pero antes dejaremos que reviertan el sello. Has visto lo que puedo hacer encerrado, ¡imagínate cuando tenga control sobre un cuerpo, incluso aunque sea el de un simple mortal!»
El Uchiha supo de inmediato a qué se refería. Shukaku había roto el sello que les había puesto Zoku para obligarles a ser leales a él. Encadenado, encerrado y sin cuerpo. Tal eran sus dotes en el fūinjutsu. Con el control de un cuerpo… ¿tan descabellado era pensar que podía romper definitivamente el sello que le retenía?
«Oh, no, no. No te preocupes. Te lo haré muy lentamente, cómo a ti te gusta. Con cariño. Si es que en el fondo soy benevolente. Empezaré por abrirte el pecho y sacarte los pulmones. Con mucho cuidado, para que puedas seguir respirando aunque estén fuera de tu cuerpo. Luego te extraeré los ojos, con tacto, para que cuelguen de tus cuencas y puedas seguir viendo lo que te hago. ¡Ampliaré tu ángulo de visión! ¿¡Y piensas que no soy benevolente!? ¡JAAAAÁ! Y después te inyectaré arena por las venas. Oh, sí, sí, sí. ¡Espera a verlo! ¡Es una sensación tan placentera, Datsue! ¡La carne empezará a hinchársete, LA SANGRE SE QUEDARÁ ATASCADA EN TUS ARTERIAS, TU CORAZÓN SE ASFIXIARÁ CADA VEZ MÁS Y MÁS POR BOMBEAR! ¡CADA VEZ MÁS LENTO, CADA VEZ CON MÁS ESFUERZO! ¡THUMP THUMP! ¡THUMP… THUMP! ¡THUMP…!»
Datsue sacudió la cabeza, tratando de quitarse aquel avispero de ideas sádicas contra su persona. Tanto tiempo conviviendo con él, y uno pensaba que ya se había acostumbrado. Pero ahora que veía la guillotina sobre su cabeza —ocho, más bien—, se dio cuenta de lo real que podían ser aquellas amenazas. De lo pronto que podían dejar de ser simples pesadillas.
Dejó hablar a Juro, sin intervenir, todavía demasiado impactado por las noticias que estaba recibiendo. Se sentía como si estuviese viendo una película de terror, a salvo desde el otro lado de la pantalla. Pero no, él participaba en ella. Y desde fuera tenía toda la pinta que era el típico graciosete del grupo protagonista, y ya se sabía lo que pasaba con el simpático de turno en las películas de terror.
Que era el primero en morir.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
— N-no... — murmuró Juro, más asustado que antes si cabía—. ¿Cómo la encontró? ¿Acaso está buscando a todos los jinchuriki? ¿Ella está... muerta?
«Peor que muerta...»
Kokuō meditó la respuesta durante unos instantes.
—Fue una casualidad, un azar de un mal destino. Se cruzaron, y la General la reconoció. Seguramente sigan buscando al resto de Jinchūriki para liberar a los Bijū y ofrecerles el mismo trato. Prefería avisar a mis Hermanos antes de que eso ocurriera. Sólo para que estuvieran sobre aviso —confesó, inclinando ligeramente la cabeza. Estaba claro que no le hacía ninguna gracia tener que avisar también a sus jinchuriki como medida colateral para ello—. Sobre Ayame, no está muerta. Está dentro de mí, como Chōmei y Shukaku están dentro de ustedes —añadió, entrecerrando ligeramente los ojos.
—El Nana... Chomei dice que le resulta irónico qué el tal Kurama utilice humanos como medio para ayudarse. También está... bueno, supongo que él también quiere apuntarse a lo de ser libre, aunque no creo que vaya a unirse a su ejército. Quiere saber si tú te has unido a él ahora.
—No —respondió, tajante—. Me niego a colaborar con los humanos después de lo que nos hicieron, pero tampoco iré en contra de las últimas palabras de Padre. Además, me conocen bien: no me gusta verme involucrada en conflictos, prefiero vivir en paz.
»Pero sí me gustaría saber algo: ¿Qué harán ustedes?
Juro se sentía intimidado ante la presencia de aquella criatura. Aun no podía creer, simplemente, que la persona que tuviese delante no era Ayame, ni lo sería ya. Sí, no estaba muerta, y eso era un alivio, sin embargo...
« Devorada por su bijuu, ahora está ahí, encerrada » — ¿Justicia kármica? ¿Se lo merecían? No pudo contestar a eso. Él no podía ponerse en la piel de su bijuu, ni sentir pena por él. Hasta lo que sabía, los bijuu eran criaturas monstruosas y demoníacas, que solo buscaban la destrucción.
Sin embargo, ahí tenía al Gobi, hablándoles con calma, tratandoles de usted. Parecía ser... una persona, practicamente. Si no fuera por el aura de terror que irradiaba.
— E-entiendo. Gracias por contestar — murmuró Juro, y realizó una pequeña reverencia. No le gustaba la mirada del bijuu. Estaba claro que sentía rencor hacia ellos, por estar reteniendo a sus hermanos. Juro supo que si por ella fuera, les abriría en canal para recuperarlos. Pero no podía hacerlo, y lo sabía.
Pero había alguien que podía hacerlo. Y estaba en peligro. Juro supo al instante que debía regresar a su hogar, a Kusagakure. El que no tuviesen forma de rastrearlo no significaba que no fueran a detectarlo si tenía la misma suerte que Ayame. Tenía que volver antes de que eso pasara e informar de todo al Morikage. Tenía que saberse la verdad. La amenaza creciente.
Odiaba admitirlo, pero Datsue (fuese su aliado o no después de esto) era la otra persona que debía dar a conocer esto. No podían callarlo.
— Me niego a colaborar con los humanos después de lo que nos hicieron, pero tampoco iré en contra de las últimas palabras de Padre. Además, me conocen bien: no me gusta verme involucrada en conflictos, prefiero vivir en paz.
»Pero sí me gustaría saber algo: ¿Qué harán ustedes?
La pregunta no iba dirigida hacia Juro, pero no se acostumbraba aún a ser un mensajero. Sabía que podía no decir la verdad, o mentir, pero eso no le favorecía. Tal y como sospechaba, ese bijuu conocía bien al suyo, al igual que él esperaba que le conocieran: si mentía, probablemente se daría cuenta de que esas no eran las palabras de Chomei.
« Así es, chiquillo. No puedes engañarla, ¡Jejeje! »
« El gran y afortunado Siete colas tomará tu cuerpo humano. Y cuando lo haga, iré a donde la fortuna me lleve. No colaboraré con los humanos. Será mucho más divertido ver cómo se pelean entre sí, ¡Jejeje! Haré lo que me plazca, y volaré libre. »
« Si el azar hacen que las palabras de padre se cumplan, entonces, quizá la suerte ilumine a uno de los bandos con mi presencia. »
Juro suspiró.
— No tiene deseos de unirse a su ejército, ni de participar en batalla... al menos, de momento — Juro no supo entender si el bijuu era caprichoso, infantil o simplemente despreocupado —. También ha dicho algo sobre que si unas palabras se cumplen, entonces, quizá cambie de opinión.
8/11/2018, 04:07 (Última modificación: 8/11/2018, 04:30 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Datsue tomaba notas mentales. El General que había liberado a Kokuō era la General. Ayame estaba dentro de Kokuō de la misma forma que Shukaku estaba dentro de él. Kurama había malinterpretado las palabras de Padre. «¿Padre?» Kokuō no iría contra las palabras de Padre. Prefería vivir en paz. Prefería vivir en paz.Prefería vivir en paz.Prefería vivir en paz…
Aquellas últimas palabras resonaron en su mente como el eco en un pozo. Algo le molestaba de aquella frase, y es que no lograba entenderla. Si la analizaba palabra por palabra, sabía su significado. Pero no en su conjunto. ¿Un bijū… queriendo vivir en paz? Tenía el mismo sentido que encontrarse con un león vegano.
Simplemente, iba en contra de la naturaleza.
—Pero sí me gustaría saber algo: ¿Qué harán ustedes?
Una ráfaga de viento sacudió los ropajes de los tres. El cerebro de Datsue, apalizado salvajemente por las bombas informativas que no paraban de soltarle, empezó a carburar. A funcionar.
—No tie…
Juro no terminó su frase. Y no la terminó, no por Kokuō, ni por Chōmei, sino porque Datsue —que recordemos, previamente se había colocado parcialmente tras su espalda— le había tapado la boca con la palma de la mano. Y lo había hecho con fuerza, de tal manera que había sonado como una bofetada. Si Juro miraba a Datsue, vería en él unos ojos encendidos por el enfado. No obstante, cuando estos se posaron en la imagen de Ayame, la llama se desvaneció como una vela al quedarse sin oxígeno.
Soltó a Juro
—Discúlpeme, Kokuō-dono —hizo una leve inclinación de cabeza—, pero creo que mi amigo y yo estaremos de acuerdo en que nos gustaría que esta conversación fuese recíproca. Usted ya ha informado a sus hermanos, y creemos que, en un gesto de buena voluntad, antes de nosotros decirle lo que ellos opinan, podría, por favor, darnos algo para nosotros. ¿No es así, Juro-kun? —«¡Recuerda la alianza y no me dejes vendido en esto, cabrón!»—. Nos gustaría… saber la apariencia de la General que mencionó —«para salir cagando leches en cuanto la veamos»—. Le agradeceríamos muchísimo si pudiese replicarla con un Henge no Jutsu…Y… —tragó saliva.
»Y nosotros también queremos hablar con Aotsuki Ayame —dijo con la boca pequeña. Por pedir que no quedase.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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