Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Lo que había movido al joven a recorrerse mas de medio mundo era un misterio. No habían sido ordenes o recados de su madre, tampoco era un viaje de placer o unas vacaciones. El joven simplemente sentía dentro de él que tenia que ir hacia ese lugar. Como una extraña fuerza misteriosa, dentro de su corazon, que le decía que tenia que ir a aquel lugar.
Llevaba su gabardina guardada dentro de una mochila, donde ademas portaba algunos cambios de ropa, y algo de comer. Había salido sin saber cuanto iba a durar su viaje. No llevaba la gabardina encima, no por que tuviese calor, si no por que no pretendía mostrar su condición de shinobi. No por que no estuviese orgulloso de ello, si no por que no viaja como tal, si no como una persona llena de curiosidad, y atraída por unas extrañas ruinas abandonadas en un lugar remoto.
—¿Que misterios guardias bajo vuestros muros?¿Que clase de rompecabezas tenéis para mi?¿Por que me habéis llamado?
Preguntaba el joven mientras acariciaba los muros de piedra de aquel ancestral lugar. Su voz resonó por todo le lugar, no había nadie, solo piedra que había aguantado las caricias del viento a lo largo de los años, aunque en aquel momento ni siquiera un suave brisa recorría el lugar. Nada, solo rocas y silencio junto a un joven extranjero que nada sabia sobre aquel lugar.
La mente del joven se llenaba de mas preguntas por momento: ¿quien había vivido allí?¿Por que lo abandonaron?¿paso algo en ese lugar? El rompecabezas era cada vez mas difícil en su mente, y eso solo hacia que avivar una llama en el interior del joven. Una que le instaba a introducirse en lo desconocido y desvelar todos sus misterios, una que le decía que debía adentrarse en el lugar y resolver todas las incógnitas. Una llama que jamas le había dejado rendirse ante ningún puzle o misterio que se le pusiera por delante. Porque ¿qué es la vida si no un gran misterio, un enorme puzle sin resolver?
Apoyo sus dos manos sobre las enormes puertas de madera que servían de entrada al castillo. Las acaricio con cuidado, sintiendo el áspero tacto de la madera, como si aquello fuera a desvelarle algún secreto. Y entonces empujo, con toda la fuerza que pudo.
Un día de invierno, con las manos heladas de frío y buscando su caja de cereales de siempre para desayunar, notó como en una de sus tantas cartas que recibía cada mes había un mensaje, bueno, no era un mensaje, tenía más pinta de un folleto de estos típicos que mete la gente por debajo de las puertas a modo de propaganda, que básicamente inducía a las personas que lo leían - o eso intentaban - a la búsqueda de tesoros y de exploración en general. Eri torció la boca y entrecerró los ojos, tirando el folleto a la papelera y olvidándolo por completo.
Pero no se dio cuenta que al día siguiente había empaquetado comida suficiente para tres días en su mochila de viaje, que llevaba puesta su ropa típica, con su bandana ninja adornándole la frente, sin embargo el flequillo de la kunoichi del remolino estaba rebelde en esa época, tapándole la superficie metálica por completo. Además, por encima llevaba su túnica de viaje, ya que la verdad es que hacía frío fuera. Y, así, estaba dispuesta a hacer un viaje de exploración, porque el ser humano nunca está satisfecho con sus conocimientos ya obtenidos.
Un día después, ya estaba recorriendo la Planicie del Silencio. Y al segundo día de viaje, llegó a las Ruinas Abandonadas.
No estaba segura de lo que quería explorar, aunque tampoco le importaba, lo único que buscaba era pasar un agradable viaje y poder fotografiar con su vista nuevas imágenes en sus recuerdos, así que cuando vio el castillo que protagonizaba aquellas ruinas, no dudó en afirmar cuál sería su primera parada. Sonrió y decidió acercarse en total silencio, mientras su túnica de viaje se movía al compás de sus pasos. Sin embargo, cuando llegó al frente del la gran vivienda antigua, vio como otra persona se encontraba allí, y que acababa de abrir las puertas de las antiguas ruinas.
''¿Y este quién es?'' Se preguntó interiormente mientras fruncía el ceño. No parecía que este lugar recibiese visitantes con regularidad, y sin embargo justo el día que decide acercarse ella, ya había más personas.
No era que no quisiese encontrarse con alguien, es que le daba vergüenza porque no sabía como actuar frente a ellos.
Pero fue como su una bombilla invisible se encendiese encima de su cabeza, ¡a lo mejor era el encargado de este lugar! Y con esa convicción, se atrevió a preguntar:
-¡Hola! ¿Eres de por aquí?
Pareció que su voz resonase por todos los al rededores del lugar, y así se rompió el silencio tan característico de la zona.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Las puertas de madera crujieron bajo el empujón del joven. Tal vez por que llevaban mucho tiempo sin abrirse, o tal vez por que las piezas de metal que sujetaban las puertas a los muros del castillo se encontraban en bastante mal estado. Aunque se abrieron lentamente y lo justo para que entrase una o dos personas, aquel suave sonido fue bastante placentero para la mente del muchacho. Y entonces...
—¡Hola! ¿Eres de por aquí?
Una voz femenina y que no reconocía resonó por todo el lugar, incluso se atrevió a atravesar los muros del castillo mucho antes de que Reiji pusiese un pie dentro. Parecía una voz alegre y decidida, pero a Reiji le parecía una falta de educación dirigirse a alguien sin antes presentarse, no importaba si eras hombre o mujer, le vale con algo así como: Hola,soy no se quien,¿eres de por aquí?, pero aquella voz femenina no lo había hecho.
—No creéis joven dama que es una falta de respeto...
En ese momento Reiji se estaba girando para encarar a su interlocutora, y cuando la vio se le corto la respiración. Acaso todas las mujeres con las que se cruzaba tenían que ser como ángeles? Acaso había algún dios que estaba interviniendo en contra del pobre muchacho, que en ese momento no sabia donde meterse? Reiji no lo sabia, pero lo que si sabia era que, pese a ser un ángel, había actuado de forma descortés.
—Pese a que sois un ángel enviado por algún tipo de dios para confundir mis sentidos, he de deciros que sigue siendo descortés no presentaros cuando os dirigís hacia alguien a quien no conocéis y quien no os conoce
La persona frente a las puertas se giró ante ella y pudo divisar a su acompañante ese día: iba completamente vestido de negro, como si la noche entera sin estrellas se hubiera adueñado de su cuerpo. Sin embargo su cabello, carmesí cual color que la sangre posee, tomaba todo el protagonismo del muchacho; además de sus ojos color esmeralda, que le recordaban vagamente a los que la pequeña kunoichi poseía.
Después de la observación que pudo hacer Eri, escuchó como el joven se quejaba de lo descortés que había sido la huérfana, sin embargo ante las palabras del chico un color carmín se apoderó de sus mejillas, mientras se llevaba una mano a su nuca, jugando con los cortos cabellos que ahí se encontraban, nerviosa.
-Vaya, tienes razón, ha sido muy desconsiderado de mi parte- Intentó disculparse como pudo, y sin que pasase más tiempo, añadió.-Me llamo Eri, ruego que me disculpéis por mi falta de respeto
Hizo una pequeña reverencia, volviendo a disculparse, sin que el color que se había apoderado de su cara la abandonase en ningún momento. Estaba bastante avergonzada, ¿dónde habían quedado sus modales que le habían enseñado? Negó con la cabeza suavemente intentando disipar sus pensamientos. Podía rectificar a tiempo y eso era lo importante. Así, levantó su cuerpo y le dedicó una pequeña sonrisa.
-¿Me permitís reiterar la pregunta de antes? - Eso le había sonado demasiado... ¿Formal? ¿Borde? Fue como si en su interior una parte de ella quisiese golpearla, ¿tan difícil era comunicarse con alguien no conocido? Quiso suspirar, pero no quería seguir siendo descortés ante aquel chico, así que solo tragó saliva y siguió mostrando esa sonrisa.
Eso sí, en vez de Mizumi Eri, debería llamarse Bocazas.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Vaya, tienes razón, ha sido muy desconsiderado de mi parte. Me llamo Eri, ruego que me disculpéis por mi falta de respeto
Reiji pensó que a fin de cuentas, los ángeles tenían que ser educados. Por lo que no pudo no asentir satisfecho cuando la joven que tenia ahora frente a él se disculpaba con una ligera reverencia y se presento educadamente. Y pese a todo el joven de amegakure estaba todavía fascinado por la belleza de aquel ser venido del cielo. Como era posible que se cruzara tan frecuentemente con mujeres así cuando salia de la villa? cuando paseaba por el mercado no sucedía aquello. Acaso era una señal para el joven gennin.
—¿Me permitís reiterar la pregunta de antes?
Reiji estaba medio enfrascado en sus pensamientos, medio fascinado todavia por aquella joven. No eran sus ojos, ni su cuerpo, no era su sonrisa o sus mejillas sonrojadas, tampoco era su pelo. Era el conjunto de todo, como si cada pieza del puzle encajase perfectamente con la otras. Reiji no podía evitar pensar en quien habia sido capaz de llevar a cabo tal maravilla, y se preguntaba si alguna vez él seria capaz de resolver un puzle tan complejo y perfecto como aquel. Se preguntaba si seria capaz de unir las piezas de algo de una forma tan perfecta.
—Disculpad —dijo mientras sacuadia su cabeza para salir de sus pensamientos —Claro, mi nombre es Reiji y no soy de por aquí, solo he venido... ni si quiera se por que, el lugar me llamaba, suena un tanto lunático, mas esa es la única razón que me ha movido hasta este lugar
—Disculpad, claro, mi nombre es Reiji y no soy de por aquí, solo he venido... ni si quiera se por que, el lugar me llamaba, suena un tanto lunático, mas esa es la única razón que me ha movido hasta este lugar
Sonrió al escuchar su nombre y la explicación que le había dado ante la pregunta de si era por aquí, es más, el chico incluso decidió informarle más de lo que su curiosidad había preguntado recreada en palabras.
-Encantada de conocerle, señor Riji - Pronunció su nombre despacio, quizá demasiado despacio para su gusto, pero temía equivocarse con la pronunciación, o quizá con esa mezcla de vocales y consonantes. Frunció el ceño sintiendo que aun así no lo había dicho bien, entonces volvió a repetir su nombre un poco más rápido. -Reiji, eso - Se felicitó, orgullosa, en su interior, ya que ahora sí que le había sonado completamente bien, sin darse cuenta de que podía haber cometido su segunda falta de respeto hacia otra persona ese mismo día. -Oh, disculpa, no era mi intención faltar al respeto de nuevo - Se apresuró a hacer, de nuevo, una reverencia con el propósito de pedir perdón de nuevo.
Suspiró tras su fallo, y esperó que su ahora acompañante de ese lugar silencioso no se hubiese ofendido.
-Yo... Vine aquí a explorar, así que... ¿No le importará que le haga compañía? Siempre y cuando decida quedarse por aquí - Comentó, feliz, intentando olvidar lo dicho con anterioridad.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
19/01/2016, 01:23 (Última modificación: 19/01/2016, 01:25 por Sasaki Reiji.)
—Encantada de conocerle, señor Riji. Reiji, eso. Oh, disculpa, no era mi intención faltar al respeto de nuevo
La chica había pronunciado su nombre de forma incorrecta. Y luego se disculpo tras hacerlo de forma correcta. Reiji no pudo evitar reírse. Aquello le había parecido gracioso y para nada ofensivo. Bien sabia el shinobi de amegakure que su nombre no era nada común, de hecho no conocía mucha mas gente con ese nombre. Por no decir que no conocía a nadie con su mismo nombre.
—Disculpa, disculpa, no he podido evitar reír ante semejante acontecimiento
—Yo... Vine aquí a explorar, así que... ¿No le importará que le haga compañía? Siempre y cuando decida quedarse por aquí
—Por descontado, quien seria el demente que rechazara la compañia de un angel
Reiji dio un paso adelante, en dirección opuesta hacia el castillo, y cedió el paso a la chica, como el caballero del que se trataba, o del caballero que el se creia.
—Las damas primero
Si Eri entraba al castillo se encontraría con un enorme pasillo de roca maciza, adornado con armaduras samurai ornamentales, de aspecto bastante frágil y cubiertas por varias capas de polvo. Habia alguna pintura en la pared, antaño esplendorosa, ahora ni siquiera alcanzaba a reconocerse lo que habia pintado en ella. Tanto a derecha como izquierda habían escaleras que subían a un oscuro segundo piso y al fondo, otra enorme puerta de madera.
Las mejillas de la kunoichi del remolino se colorearon de un carmesí intenso contrastando con su pálida piel y sus cabellos azulados. ¡Pero qué educado que era este chico! ¿Quién lo diría? Comparado con el pelirrojo, los shinobis - y civiles varones, en general - de su villa se quedaban relegados a un segundo plano, ¿segundo? ¡Cuarto si eso! Y sin embargo en su propia villa daban prioridad a los buenos modales y a la educación.
—Las damas primero
Salió de su divagación cuando escuchó la voz de Reiji, invitándola a pasar dentro del castillo la primera en ese orden prescrito ya tiempo atrás en que las féminas tenían prioridad al entrar antes que los del sexo masculino. Soltó una pequeña risa, y ella que pensaba que era para que le mirasen el trasero a las señoritas... Negó con la cabeza, era gracioso pensar en eso porque con ella no pasaría, medía un metro y no llegaba al medio siguiente...
No esperó más y olvidando su ensimismamiento con el nuevo conocido entró en el castillo que se alzaba frente a ellos. Al entrar, se fijó en el enorme pasillo que adornaba la entrada del susodicho edificio, hecho de roca. Se encontraba adornado con armaduras antiguas, al parecer samurái, sintiendo que si las tocaba o incluso si las soplaba para quitarles el polvo éstas se caerían tan rápido como se dice ''País del Fuego''. Cuadros adornaban las paredes, sin embargo era tan difícil de saber qué había en el lienzo que a Eri ya le producía dolores de cabeza imaginárselo. Al fondo, a ambos lados del pasillo, dos escaleras se alzaban a un segundo piso casi invisible para sus claros ojos.
Pasó a su interior dando pequeños salitos y se paró a contemplar un cuadro que le había llamado la atención, el cual todavía se podía distinguir a una persona, o eso creía observando el borrón que se encontraba en el medio.
-Cuanto pueden contar las cosas que no hablan - Musitó más para ella que para su acompañante, sin apartar sus ojos del lienzo.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Con sus antiguos modales caballerescos de otra epoca y tal vez de otro lugar; los cuales habían salido de antiguos libros polvorientos de la biblioteca de amegakure y de las fantasías de un niño por convertirse en un príncipe azul. Aunque, pese a no saber nada, el chico no estaba muy desencaminado, pues la sangre que corría por sus venas era la de un noble.
Con estos, el joven dejo pasar primero a la muchacha, y después la siguió al interior del antiguo castillo. La chica que caminaba dando pequeños saltitos se detuvo en cierto momento para contemplar un cuadro en el que parecía haber una figura humana pintada. Reiji sin embargo camino directo hasta la puerta del fondo. Lo que quiera que hubiese al otro lado de la puerta lo estaba llamando a gritos.
Reiji se paro frente a la puerta y la empujo con firmeza, y con la poca fuerza física de la que disponía. La madera crujió bajo los no tan poderosos brazos del muchacho, pero aun así la puerta cedió, y poco a poco se abrió de par en par. Un gélido viento que salia de aquella habitación cubrió entonces todo el pasillo. El muchacho de Amegakure estaba acostumbrado al frío, su padre, tradicional como ninguno, lo había forzado a entrenar desnudo bajo la lluvia, por lo que aquello no le afecto para nada.
Frente a el se encontraba una amplia habitación de piedra con un pasillo marcado por enormes columnas que llegaban hasta el altísimo techo de la sala. Ademas, en el suelo aun quedaban restos de una antigua alfombra de color rojo, que ahora era prácticamente marrón, desgastada por orden del tiempo y la hambrienta suciedad. Con solo tocarla aquella alfombra podía convertirse en meras motas de polvo.
El suelo de piedra crujió bajo las botas del shinobi, que antes de entrar, había sacado una antorcha de su mochila, y la había encendido. El muchacho tuvo cautela de llenar su mochila con utensilios que podrían venirle bien, puesto que no sabia a donde iba, o que era lo que le llamaba, asi que se equipo bien.
—Vienes? — le pregunto girándose hacia la muchacha.
La kunoichi, absorta por la belleza de la imagen que tenía en frente; no notó que el joven pelirrojo tan amable que la acompañaba no se decidió a parar en cuanto se internaron en aquel antiguo lugar, sino que entró decidido hasta la puerta del final del pasillo y la empujó con toda la fuerza que tuvo, o eso aparentó. Eri lo miró extrañada mientras inclinaba la cabeza hacia la izquierda, confusa por sus actos, ¿no quería ver lo que había? ¿Por qué ir tan rápido entonces? Sin embargo una voz la sacó de sus pensamientos.
—¿Vienes? — preguntó girándose hacia la muchacha.
Pegó un salto al notar aquellos ojos puestos sobre ella y se sonrojó al instante mientras giraba su mirada hacia otro punto sin concretar de aquella estancia, sus cortas piernas comenzaron a avanzar sin que ella se percatase y en pocos segundos ya se encontraba al lado de Reiji. Abrió los ojos bien para observar qué había en el interior y a su sorpresa encontró una habitación llena de columnas, y éstas a su vez llegaban hasta el alto techo de la sala. Todo lo que vio fue gracias a la antorcha que había encendido su acompañante, a lo que agradeció con una pequeña sonrisa.
Caminó hacia el interior de aquella sala, sin embargo no vio que adornando el suelo había una gran alfombra deteriorada por el tiempo, con la cual la kunoichi tropezó sin querer, cayéndose de boca contra el suelo y mordiéndose el labio de paso.
Sus ojos comenzaron a picarle del daño que se acababa de llevar tan gratuitamente y sin esperárselo. -Duele... -Se quejó con dificultad mientras se incorporaba para sentarse y observar la herida que se formaba en su boca.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100