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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El sol de primavera calentó el rostro de Ranko, mientras que el viento del acantilado lo refrescó. Sus facciones levemente morenas estaban perladas de sudor. Había estado entrenado desde mucho muy temprano. Ejercicios de resistencia y cardiovasculares para poner su cuerpo al límite del cansancio. Luego se había dispuesto a meditar.

Se había sentado sobre una roca, a unos metros del borde del Rompe-olas, con las piernas cruzadas, la espalda recta y las manos relajadas sobre su regazo. El que no hubiese gente a esas horas le ayudaba a concentrarse. Le ayudaba bastante.

Pronto, el sonido del mar contra la roca amainó, y el susurro del viento calló. Fue el latir de su corazón, así como su respiración, lo que escuchó con mayor intensidad. Tenía que enfocarse en su interior, en su cuerpo, cansado y caliente. En su chakra, fluyendo como si estuviese en un combate a muerte. Tenía que sentirlo, tenía que sentir, de las ocho, la primera de las Puertas. Tenía que percibir cuándo su chakra disminuía de manera natural, percibir dónde estaba ese primer bloqueo. Y después de percibirlo, romperlo, o debilitarlo tan siquiera.

Pero no percibía más que calor y sudor. Y la luz del sol de primavera que atravesaba sus párpados como intentando despertarla de un sueño.
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#2
— Oye, tío, ahora en serio, ¿para qué hemos venido a estas horas aquí?

Los chillidos de la araña que posaba encima de mi cabeza alertarían a todos los que estuvieran en los alrededores. Se le percibía molesta y con cierta punto de rabia como si el simple hecho de estar allí fuese una autentica molestia. Parecido al berrinche de un niño al que su madre le obliga a ir de compras y va dando la lata en cualquier momento.

Pero para mí, estar allí tenía una razón de ser y, como Kumopansa se había convertido en algo así como una extremidad más para mí y yo en una extremidad suya, aquello debíamos hacerlo juntos. Para entrar en comunión.


— Ya te lo he dicho, Kumopansa. Vamos a meditar y no hay mejor ahora para ello que esta

— Hostia puta, Yota, no me jodas, ¿quieres? estaba disfrutando de mi envio especial de mosquitos de Notsuba, colega — bufó enérgicamente, todavía más molesta — Y vas tu y has jodido ese momentazo de mi vida. A veces me dan ganas de matarte

Con las manos en los bolsillos y avanzando hasta el acantilado, donde yacía una joven que parecía querer meditar o algo así, suspiré.

— Debo decir que a veces el sentimiento es mutuo, querida
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#3
Recordó su combate contra el Amejin King Rōga, y cómo se había ilusionado y decepcionado en una fracción de segundo esperando abrir la Primera Puerta. No pasó, y seguía sin pasar. Ranko era paciente, pues su madre le había instado a serlo. Pero después de un par de años de entrenamiento esperaba ya al menos sentir aquellos bloqueos naturales de chakra. ¿Cuánto más haría falta para poder llevar su estilo de pelea al límite?

”Siento como si tuviese que entrenar tres veces más lo que he entrenado ya…” pensó mientras soltaba un suspiro con un dejo de decepción.

Algo atravesaría el silencio mental que la había cubierto. Un chillido extraño, una voz aguda conversando con alguien.

”Oh, no… OH NO.”

Escuchó apenas al chico llamarle a la otra persona querida, y escuchó sus pasos. Ranko ya no estaba enfocada en su interior, pues su interior estaba tornándose desesperado, como siempre. No solo se acercaba una persona, sino dos.

”Vamosvamosvamostranquila… Tal vez es… Tal vez es madre. O Kuumi. ¿O Hanamura-san? No hay razón para alterarse… Tal vez solo viene de paso. Llegará y se irá. ¡Además estoy meditando! ¡Sí! ¡Puedo ignorarlo por completo! No, eso sería sumamente maleducado. ¡No puedo hacerlo! ¿Qué hago?”

Siendo vencida por la curiosidad, giró lentamente la cabeza para ver con el rabillo del ojo. Apenas y pudo atisbar a un chico moreno desconocido, con algo oscuro sobre su cabeza, y a nadie más. Luego regresó su rostro hacia adelante, un tanto confusa, pues no pudo ver a quien hablaba con la voz aguda.
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#4
Por fortuna, nadie vino a llamarme la atención, ni a mi ni a Kumopansa. Aunque había pasado a formar parte de la rutina, que me llamasen la atención por ir por allí con esa araña ruidosa y desconsiderada no me agradaba en absoluto. Con lo que me gustaba a mi pasar desapercibido pero desde que deambulaba por el mundo con ese arácnido la cosa se había tornado imposible prácticamente.

Pero aquella muchacha parecía decidida a ignorarnos. Bendita fuese mi suerte. Pude sentir, sin embargo, que se había percatado de nuestra presencia y nos echó una fugaz mirada de reojo. Como acto reflejo, me vi obligado a apartar mi mirada. Me avergonzaba que me tomasen por lo que no me gustaba ser. Pero solo fue eso, una fugaz mirada para comprobar el terreno.

Fue tras aquel breve instante que Kumopansa saltó de mi cabeza hasta la verde alfombra de hierba que cubría la superficie, correteando hasta la posición de la muchacha.

«¡No, joder, mierda!»

Alzó una de sus patas delanteras cuando se puso a su lado y golpeó un par de veces a la chica para reclamar su atención.


— Eh, tía, por un casual no tendrás mosquitos, ¿no? — puso la cara más amigable posible. Es decir, lo más amigable que podría ser el rostro de una viuda negra — El gilipollas ese de ahí me ha dejado sin los míos
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#5
¿Mos…?

Lo que había sucedido le había dejado confusa. La voz aguda había aparecido de pronto a su lado, cerca de su pierna. Sin embargo, no había escuchado ningún paso, y no era posible que una persona se colocara tan sigilosamente y a ese nivel del suelo.

Porque la voz no venía de una persona. Era una araña negra enorme (enorme comparado con otras arañas). Y no solo eso: era una araña parlante. Que le pedía mosquitos.

Instintivamente, Ranko dio un salto hacia un lado para alejarse de la araña, se colocó en posición defensiva con las piernas flexionadas, y tomó la empuñadura de su wakizashi, Higanbana, sin desenfundarla del todo. Vio entonces, a unos metros de ella, al chico de piel morena y de cabellos rubios. Parecía acabar de llegar, y no se veía agresivo en postura, como si todo estuviese normal para él.

¿A-ah? —La chica no comprendía. Dirigió la mirada a la araña, luego al chico, luego repitió ambas acciones al menos una decena de veces mientras pensaba, con una expresión confusa en demasía en su rostro.

”¿Eeeeh? ¡Espera Ranko! ¿Qué está pasando? ¡Hay una araña gigante frente a ti! ¡Y HABLA! Nunca había visto… bueno, escuchado… a un animal hablar. Solo en los cuentos y fábulas. Y generalmente son animales míticos, como dragones, o sabios, como los búhos, no… no arañas. ¿Me preguntó por mosquitos? Es… ¿tiene hambre? Entonces… ¿no es agresiva? No, creo que para que una araña quisiera comerme tendría que ser mucho más grande. No podría tragarme, ¿o sí? Aunque… ¿Cómo comen las arañas? ¿No disuelven a su presa con veneno? ¡Oh, entonces sí podria comerme! Creo. Pero… ¿Por qué no me atacó por detrás? ¿No hacen eso las arañas? ¡Ay, cómo quisiera ser una experta en arañas ahora mismo! Una… ahm… sí, una arañóloga. ¿Y el chico? ¿Es su amigo? ¿Será él a quien llamó… gilipollas? ¡Qué fea palabra! ¡No vuelvas a pensarla, Ranko! Entonces… Entonces…”

Miró al chico y movió la boca para intentar preguntarle algo, pero nada salió de sus labios más que un gruñido agudo. Carraspeó y bajó la mirada a la araña.

Esto… ¿m-mosquitos? N-no… No, no tengo… —enfundó su espada por completo y alejó su mano de la empuñadura. Seguía sin creer qué estaba pasando, o por qué esa araña podía hablar. Pero, por alguna razón, se le hizo más fácil contestarle a ella que hablarle al desconocido —. No tengo mosquitos, lo siento. ¿Cómo…? ¿Por qué…? —Mil preguntas pasaron por su cabeza (unas cuatro, a decir verdad), pero decidió tomar la ruta amigable en lugar de la ruta escéptica —. ¿Por qué te dejó sin mosquitos?

Aunque la kunoichi ya no empuñaba a Higanbana y se erguía lentamente, su postura no se relajaba del todo, y se notaba a la defensiva más que nada.
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#6
Claro, la chica balbuceaba cosas, quizás incluso fuesen pensamientos en voz alta mientras tartaba de salir de aquella especie de shock al ver que una araña le estaba hablando. Una jodida viuda negra de tamaño desproporcionado que le estaba pidiendo mosquitos.

Resoplé con pesadez, cansado de la testarudez de Kumopansa.


— Oye, ¿tienes o no?

El animal insistía y fue entonces, cuando la muchacha pareció salir del trance de la situación desenvainando su arma, dispuesta al parecer, a rajarle las tripas a la araña parlanchina.

— Será mejor que guardes eso — sugerí con mi katana apuntandole.

Afortunadamente me hizo caso. No me apetecía protagonizar el asesinato de una camarada. No, señor. en los tiempos que corrían, todos los aliados de los que uno podía disponer eran pocos.

Esto… ¿m-mosquitos? N-no… No, no tengo…

— ¡Oh, venga, no me jodas, tronca!

. No tengo mosquitos, lo siento. ¿Cómo…? ¿Por qué…? —Mil preguntas pasaron por su cabeza (unas cuatro, a decir verdad), pero decidió tomar la ruta amigable en lugar de la ruta escéptica —. ¿Por qué te dejó sin mosquitos?

— Por qué tenemos que entrenar — contesté antes de que pudiera hacerlo el animal meintras devolvía mi katana a su funda — a estas alturas ya te habrás dado cuenta de que Kumopansa aparte de ser una maleducada no es un animal corriente. Al igual que tu y que yo, ella es ninja. Resumiendo un poco las cosas, forma parte de mi pacto de sangre con la familia Kumo
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#7
A pesar de que no había sacado su wakizashi del todo, el chico de piel morena le apuntó con su propio sable. Ranko se confundió incluso más, pues el chico portaba la bandana de Kusagakure, y era mucho más que obvio que era un compañero shinobi. ¿De qué otra manera estaría en la aldea? Así que ¿por qué le amenazaba con su arma? La chica se tensó un poco más.

La araña, por su parte, parecía estar de malas por no tener mosquitos, y se expresó de manera en exceso informal. Esto hizo que la chica torciera ligeramente la cabeza. Estaba acostumbrada a tratar de manera cortés a todos.

Lo siento, de nuevo, araña-san.

El chico se adelantó en contestar mientras envainaba su sable. Explicó que habían ido allí a entrenar, y que la araña, de nombre Kumopansa, era una ninja que formaba parte del pacto de sangre con la familia Kumo.

Ranko no era tonta, pero le tomó algunos segundos digerir toda la información que el rubio le estaba proporcionando.

Pa… ¿Pac… pacto? —balbuceó en dirección al chico.

Estaba frente a un desconocido que le había presentado a una araña ninja. Las neuronas de Ranko iban al cien por ciento de velocidad para registrar todo ese conocimiento nuevo. Él se notaba algo serio, al menos de momento. Era una seriedad algo intimidante. Kumopansa, al contrario, se notaba un tanto insolente, aunque más llevadera. Se dirigió a la araña, entonces. Así como hacía unos instantes, se sentía menos incómoda hablar con un animal que con un humano.

Eres… No. Mucho gusto, Kumopansa-san. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko —No sabía si era necesario inclinarse ante los animales, pero lo consideró el procedimiento estándar, así que, después de relajar su postura, le dedicó una breve inclinación de cabeza —. ¿E-eres como los ninken de la familia Inuzuka, entonces?

Tal vez en algún momento de su formación escuchó de los Pactos de Invocación, y tal vez se imaginó invocando cien conejitos apapachables, pero en ese momento, frente al chico moreno y la araña gigante, no lo recordaría bien.
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#8
La chica seguía en su estado de confusión en incertidumbre como si no fuera a salir de ella durante un buen tiempo, balbuceando palabras y, supongo, su cerebro trataba de discernir entre múltiples opciones, analizandolas una a una, para comprobar cuál iba a ser la correcta.

Finalmente optó por dirigirse directamente a Kumopansa.


Eres… No. Mucho gusto, Kumopansa-san. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko

No pude evitar mostrar un rostro de circunstancias, ladeando algo la cabeza y torciendo los labios mientras observaba aquella peculiar escena.

. ¿E-eres como los ninken de la familia Inuzuka, entonces?

— ¿Ninken? — se preguntó el animal en voz alta, apartando la mirada de la tal Ranko para desviarla hasta mí — ¿se refiere a los chuchos esos que mean en pleno combate?

No pude evitar romper a reír ante la sinceridad y la intriga del arácnido y me acerqué hasta ambos.

— Supongo, Kumopansa, supongo...

Extendí la mano para estrecharla con la de Ranko.

— Siento que te hayamos molestado, Ranko-san. Yo soy Sasagani Yota
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#9
Ranko soltó una risita tímida. Se le había hecho curioso que una araña llamara “bichos” a los perros ninja del clan Inuzuka. Personalmente, la de la trenza no había visto nunca a Akane mear en combate. Aunque en realidad nunca había estado presente en un combate con (o contra) el can.

El chico rubio también rió, y se acercó a la chica y al arácnido. La risa de Ranko disminuyó hasta convertirse en una sonrisa silenciosa, acompañada de una mirada que evitaba los ojos ámbar del ninja. Éste se presentó como Sasagani Yota. La kunoichi, algo temblorosa, estrechó con agarre firme la mano que le tendía y le dedicó una reverencia rápidamente, como si fuese alguien importante a quien no se debiese tardar en saludar.

Sa-sa… Sagisō Ranko. U-un gusto —repitió la formalidad, como si el chico no hubiese escuchado cuando se dirigió a Kumopansa, a pesar de que Yota precisamente le acababa de llamar por su nombre. Un instante después se dio cuenta de ello y se inclinó una vez más, manteniendo su mirada hacia la tierra —. ¡L-lo s…! Ehm… Perdón, yo… No… N-no es molestia. S-sólo… Sólo sorpresa.

Si su rostro no hubiese estado perlado por el ejercicio que había hecho antes, Yota tal vez se habría percatado de que había comenzado a sudar por los nervios. Al darse cuenta de que todavía mantenía la reverencia, Ranko soltó la mano del chico y se irguió de golpe, recta como una soldado y con un rostro sonrojado. Al estar así, se notaba fácilmente la diferencia de casi diez centímetros de estatura entre Yota y Ranko. El rubio tenía una presencia fría pero agradable. Como una mañana de invierno tardío, antes de que llegue la primavera. O al menos así lo percibía la chica.

”Es alguien nuevo para ti, Ranko. No digas algo estúpido. Concéntrate. Di algo interesante. ¡Interactúa!”

¿¡Cómo entrena una araña!? —soltó, con voz un poco más alta de lo normal. Luego carraspeó, con ojos apenados —. Q-quiero decir… Se-sería intere… interesante ve-ver entrenar a… a alguien como K-kumopansa-san. Creo.

”¡Ok! ¡Buen trabajo! Eso no suena raro, creo” se felicitó mentalmente.
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#10
— Bueno, no te preocupes, Ranko-san — le dije a la chica que claramente se sentía como mínimo incómoda y aquel tartamudeo repentino no hacía más que acentuar esa evidencia — No te vamos a comer y deja las reverencias para Morikage-sama. Yo tan solo soy un gennin y Kumopansa... bueno, supongo que ella puede considerarse como una gennin también

De hecho, ¿había rango shinobi para animales provenientes de un pacto de invocación como era aquel caso? Vaya, ahora me carcomía la curiosidad, así que guardaría esa pregunta para cuando volviese a toparme con Moyashi Kenzou si es que lo hacia en un futuro más o menos cercano.

¿¡Cómo entrena una araña!?

Tanto Kumopansa como yo mismo fuimos incapaces de no cruzar nuestras miradas. En el caso de la araña, sus ocho miradas. Luego nos encogimos de hombros sin acabar de entender a la muchacha. Desde luego era graciosa.

. Q-quiero decir… Se-sería intere… interesante ve-ver entrenar a… a alguien como K-kumopansa-san. Creo.

— ¿Que como entreno?

Me percaté instantanemante que ni siquiera el arácnido supo qué diantres decir ante aquella simple pregunta pero que nos sorprendió a ambos.

— Escucha, Ranko-san, de verdad, necesito que te calmes. Somos camaradas. ¿lo ves? yo también sirvo a esta aldea, soy un camarada — había puesto mi mano en su hombro brevemente mientras le mostraba una sonrisa, luego le enseñé con mi dedo la bandana que tenía anudada en la frente, igualita a la que ella lucía en su cuello — como he dicho antes, ella también es una ninja de Kusagakure. Así que supongo que entrena como lo haría cualquier otro shinobi. Solo que... nosotros entrenamos siempre juntos porque vamos a todos lados juntos. Eso nos hace más fuertes, ¿sabes?
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#11
Yota parecía ser una persona normal. Se presentó a sí mismo y a Kumopansa como genin, y le instó a dejar las reverencias para el Morikage. Además, le pidió que se calmara, pues no había amenaza que viniese de él al ser un compatriota Kusajin. Los hombros de Ranko dieron un saltito cuando Yota colocó su mano por un momento sobre ellos, como si fuese un animalito muerto de miedo.

”OHCIELOSSÍFUEUNAPREGUNTAESTÚPIDALOSABÍA” pensó caóticamente. Los comentarios del chico le hicieron sentir un poco idiota. Se afirmó a sí misma lo incompetente que era al entablar conversaciones. ”¡Aaay! ¡No puedes ser más tonta! ¡Necesitas que alguien te hable suavecito y te diga ‘Todo está bien, niñita’, como Hanamura-san! ¡Nunca podrás ser la legendaria Princesa Conejo si sigues asi de tonta, tonta!”

Su rostro se puso más rojo que un rubí. Su cabeza daba vueltas y parecía que estallaría en cualquier momento. Su corazón latía tan veloz como un colibrí. Sus ojos estaban a nada de soltar ríos de la pena. No sabía cómo reaccionar.

En… Entiendo. —Logró decir con voz quebrada después de mucho balbucear.

”¡Contrólate, Ranko! ¡Si no puedes hablar, sigue entrenando, entonces! ¡Ay de ti! ¡Si tan solo tu cabecita fuese tan fuerte como tus piernas…!”

Por alguna razón, después de sus combates con King Roga y con Inuzuka Etsu, y de sus pláticas con Hanamura Kazuma, Ranko parecía ser más dura y exigente consigo misma. Se decía que, si ya había logrado charlar bien con otros, cualquier otro resultado era un fracaso, y se debía sentir mal por ello. Por supuesto, todos con quien se había topado le habían tratado como una persona más, haciéndole darse cuenta de que no tenía por qué temer al abrir la boca. Pero su mente era traicionera, y le hacía creer que era su culpa de una manera muy profunda.

Ranko sonrió muy forzadamente y asintió. Luego giró y se sentó en el suelo, a como estaba al inicio. Por un momento pareció que los ignoraría, mas fue un movimiento para relajarse y no dejarse vencer por la presión que ejercían sobre ella los ojos ámbar del chico.

Yo… —comenzó, cerrando los ojos con suma fuerza, imaginando en letras enormes lo que iba a decir, como si estuviese leyendo muy detenidamente el guión de una obra teatral. A la vez, recordó el consejo de Etsu, e intentó imaginar que detrás de sí no había un chico moreno de cabellos rubios, sino un tierno conejo gigante —. Esto es… cal… Esto es calmado. Para mí. L-lo siento. M-m-me disculpo. Por ello. Me… Mi esp… Lo que yo entreno es… Taijutsu. Mi cuerpo es… Mi cuerpo es fuerte. Mi mente… No lo es.
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#12
Algo estaba fallando. Por mucho que trataba de lograrlo, parecía que Ranko estaba cada vez más nerviosa y, por mucho que tratase de tranquilizarla, lo que lograba era justo lo contrario. El color de su piel había mutado a un carmesí intenso denotando que estaba por morirse de vergüenza. No pude evitar sentirme algo mal ante aquello.

Yo…

La chica había cerrado los ojos, preparándose para decir algo que al parecer era de suma importancia para ella.

. Esto es… cal… Esto es calmado. Para mí. L-lo siento. M-m-me disculpo. Por ello. Me… Mi esp… Lo que yo entreno es… Taijutsu. Mi cuerpo es… Mi cuerpo es fuerte. Mi mente… No lo es.

Se había dispuesto a seguir con una formal presentación, mostrando sus credenciales como kunoichi. Tampoco es que me extrañase lo que me había dicho. Eran ya unos cuantos los ninjas que conocía en la hierba que hacían gala de un envidiable taijutsu. Pero ella parecía frágil y hasta cierto punto, era sorprendente.

— Taijutsu, ¿eh? te llevarías bien con un buen amigo, él también es bueno con esto de dar puñetazos — lógicamente estaba pensando en Daigo, el peliverde descerebrado — a mí no se me da mal del todo pero... bueno, digamos que lo mío es más bien el ninjutsu, de hecho soy capaz de hacer jutsus para combinarlo con el taijutsu y hacer nintaijutsu

¿Me estaba olvidando de algo?

— ¡Ah, sí! Creo que mi punto débil también es mi mente así que no somos tan distintos

— Oye, tío, ¿estás intentando ligartela? — añadió la araña, con una clara picardia.

— ¿Eh? ¡qué dices! q-qué va...
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#13
El chico comentó un par de cosas que le hicieron creer que el mundo en realidad era pequeño, de cierta manera. Primero, el “amigo bueno en dar puñetazos” le sonó a Inuzuka Etsu, y Ranko pensó si Yota lo conocía ya.

”Podría ser. No veo por qué no…”

Lo segundo fue que mencionara el nintaijutsu, pues ya se había encontrado a alguien que usaba técnicas similares, allá en el Valle de Unraikyo. El rubio mencionó también que su debilidad era su mente.

Ranko, aún de espaldas al ninja, bajó el rostro un poco y abrió los ojos, fijándolos en sus propias palmas.

”Es tan… Curioso. He encontrado a gente que es tan similar a mí. Kingu-san anhela ser toda una estrella, así como yo deseo ser una ninja legendaria. Inuzuka-san adora entrenar y combatir, tanto o más que yo. A Hanamura-san le gusta la poesía y la reflexión, como a mí. Y Sasagani-san… Bueno, dice que su mente… Suena algo superficial o trillado, pero es como si en realidad no fuésemos tan diferentes unos de otros. Como si todos tuviésemos algo que nos une, de una u otra manera.”

De repente, el comentario de la araña le sacó de su ensimismamiento, y el rubor que había comenzado a desaparecer de su rostro regresó con todo su poder y un poco más. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, como un árbol débil sacudiéndose ante un terremoto de las categorías más altas. Nunca antes le habían sugerido siquiera que alguien estuviese interesado románticamente en ella. Y aunque entendía lo jocosa que al parecer era Kumopansa. La mente de Ranko no podía enfocarse bien, y parecía estar en sobrecarga.

Q-q-q-qué g-graci-ci-ciosa e-e-es, K-k-kum-mo-p-pansa-s-s-san —Alcanzó a decir apenas. Su boca estaba torcida y sus ojos aguados, como si fuese a estallar en llanto en cualquier momento. ¿Por qué se sentía así?
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#14
Lejos de tomarse aquello como una simple broma más de la araña, Ranko no solo se puso roja como un tomate, sino que su expresión se desencajó, como si de un momento al otro fuese a desencajarse y a perder los estribos.

Q-q-q-qué g-graci-ci-ciosa e-e-es, K-k-kum-mo-p-pansa-s-s-san

Aquella reacción me llamó bastante la atención. ¿Cómo alguien podía pensar seriamente en una cita después de un par de minutos de contacto? cabía la posibilidad de que la kunoichi fuese muy sensible en ese aspecto o que desease con más fuerza y anhelo que otra cosa que apareciese su príncipe azul, pero en cualquier caso no tenía demasiada pinta de que ese alguien fuese a ser yo. No al menos a esas alturas de la vida.

— Supongo que has querido decir impertinente... — resoplé, dedicándole una mirada asesina a mi compañera de aventuras.

Me hacía sentir mal que la chica se hubiera tomado así una nueva broma de Kumopansa. Supuse que tan solo sería una falsa fachada, en especial sabiendo que anteriormente había dicho que era buena en el taijutsu, pero a simple vista parecía alguien frágil que se podía romper con solo mirarla.

— Esto... dijiste que eras buena con el taijutsu, ¿cierto? — dije en un intento para que pudiéramos zanjar el asunto de la cita romántica — ¿Qué sabes hacer?
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#15
Si algo le alivió a Ranko fue el que, al parecer, Yota no seguía el mismo juego que Kumopansa. Hasta aceptaba lo insolente que el arácnido estaba siendo. La chica soltó un suave suspiro al darse cuenta de ello. El rubio dirigió la conversación a un área donde la chica se sintiese mejor.

”¿Qué sé hacer? Pues… No muchas cosas, creo… Todavía.”

Yo… ahm… sé… patear —Fue lo primero que su boca pudo soltar —. Di-di-digo…

Se levantó a toda prisa, pues consideró de mala educación que su vista estuviese a un nivel diferente que al de su interlocutor. Aunque ahora estaba de pie, su mirada seguía sin poder enfocarse en los ojos de Yota. Sus brazos caían a sus lados, rígidos, sus piernas parecían estar tiesas, y sus hombros parecían querer ocultar su cabeza. ¡Cómo deseaba ser una tortuga a veces!

E-el estilo que… El estilo que practico es más… se enfoca más en… patadas. A-aunque solo soy una… Ehm… Una aprendiz.

Quiso preguntarle “¿quiere que le muestre?”, pero su garganta se cerró a la vez que su estómago se sacudía como una lavadora. O al menos así lo sentía, aunque su torso no pareciese moverse. No quería importunar a Yota, a pesar de que éste ya le había dicho que estaba allí para entrenar.

”Por eso, para entrenar. Con Kumopansa-san, no contigo, Ranko…”
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