Money rio ante las bravuconadas de Akame. Sinceras, seguramente. Al menos con el último.

—Yo no rebusqué entle tus cosas, blothel —dio un par de bocados a su porción de pizza hasta terminársela, y dejó el resto en la mesita de noche. Luego, metió una mano en un bolsillo interior de su túnica y sacó una cajetilla de madera. La abrió, acercándosela a Akame—. Tome la que usted guste, blothel —Akame pudo ver que había una buena cantidad de puros en la cajilla—. Impoltados dilectamente del País del Bosque, ¿viste? Con el sello de Money galantizado.

Si aceptaba, Money le ofrecería también un cortapuros de plata y un mechero bañado en oro.

—Y, pues, supongo que tendlás pleguntas. Yo puedo olientalte. Kaido mismo no ela más que un pollito peldido hasta que le di mis buenos consejos. Podemos ayudalnos, ¿viste?

»¿Cómo te llamo? ¿Akame, o ese nomble extlaño que te pusiste?

Mientras las carcajadas de aquel extravagante tipo inundaban la habitación, Akame trataba de rebuscar entre sus propios bolsillos. Si tenía suerte, encontraría la cajetilla de cigarros allí. Si no... Tendría que aceptar uno de los puros de Money. Por cómo lucían, se veían toda una delicia; un manjar para cualquiera que supiera apreciar el fino arte del fumar. Pero el Uchiha lo que quería en ese momento no era un buen bosqueño, incluso aunque se trataba de un puro que ni en sus mejores días como jōnin podría haberse costeado, sino un cigarrillo. Uno bien liado, amargo, dañino. Las Fortunas le sonrieron por primera vez aquel día, y acabó por encontrar su cajetilla. Quedaba un tabaco.

—Gracias, Money, pero ahora mismo necesito a uno de estos pequeños cabrones. Llámalo un reencuentro de amantes. Me guardo tu invitación para otro momento.

Con movimientos torpes todavía, Akame se colocó el cigarro entre los labios y lo prendió con el mechero dorado que Money le había ofrecido. Fumó varias caladas hondas, dejando que el humo le embargara y le provocase una tos seca, por fumar después de varios días en coma inducido. Sólo después de haber disfrutado de la mitad de su cigarrillo, el Uchiha se volvió hacia su autopresentado como guía.

—Tú mismo —respondió a la cuestión sobre su nombre, encogiéndose de hombros—. Guiarme, ¿eh? Claro, cómo no, blothel. Al fin y al cabo, alguien tendrá que mostrarme cómo recorrer el sendero de baldosas amarillas, ¿verdad?

Lo cierto era que Uchiha Akame no tenía ninguna intención de fiarse de aquel tipo, y por una sencilla cuestión. Nadie que tuviese tanta pasta era honrado.

—Complendo —dijo, guardándose los puros en el bolsillo. Sí, lo comprendía: no todo el mundo tenía gustos tan refinados como el suyo.

Arrugó la nariz cuando le vio sacar un cigarro liado. Seguro que no era ni de marca. ¿Cómo iba a serlo? Tabaco barato pillado en cualquier tienducha de medio pelo. ¿De qué se sorprendía? El resto de sus compañeros eran igual de mediocres.

—Dolado —le corrigió—. Las que tienes que seguil son las baldosas doladas. El amalillo es falso, papi. El dolado es el veldadelo colol del olo. De lo impoltante —sonrió—. Primela clase: sé impoltante. Siemple hemos sido ocho, y cada uno debe cumpril una función. Encuéntrala, o no dulalás mucho aquí.

»Otohime, ya viste, no es una fightel. Pelo supo ganalse su impoltancia. Nuestra expelta en fuuinjutsu. Se rasca el coño casi todo el maldito año, pelo siempre llega un día, como el de hace dos, en la que es indispensable.

»La Anciana. Madle de la banda. —Se encogió de hombros—. No es un glan función, si me lo pleguntas, pelo se ganó su delecho antes que todos nosotlos.

»Kyūtsuki. Madle de la infiltlación. Si quieles encontlal una infolmación, ella es tu chica. Tiene contactos pol todas paltes y está entelada de casi todo.

»Ryū, nuestlo blazo ejecutol. Cuando se necesiten repaltil madrazos, ahí estará él. Cuando se necesite mantenel la posición, ahí estará él. A mí me gusta llamal-le nuestlo seguro de vida.

»Shaneji era nuestlo aventurelo. Nuestlo exploradol. Siemple pateándose Oonindo en busca de cerral negocios.

»Muñeca, muelta recientemente… No quieles sel Muñeca. Solo le servía a Ryū para que votase a su favol en las votaciones. Un celo a la izquielda en esta nuestra olganización.

»Y pol último, Kaido. Todavía buscando su hueco. Cleo que el de Shaneji le encajaría muy, muy bien.

Akame continuó fumando mientras aquel negrote con un desmedido gusto por el oro —¿quién podría culparle, al fin y al cabo?— se explayaba en los pormenores de la lección más importante para cualquier nuevo integrante de Sekiryuu: sé útil. Si los demás miembros de la banda te veían como una baza a su favor, como un recurso, se lo pensarían dos veces antes de clavarte un puñal por la espalda. Quizás hasta tres. El Uchiha asintió con honestidad, no era una lección muy difícil de asumir ni que le fuera ajena; allá de donde él venía —inmediatamente hablando, no de sus verdaderos orígenes—, las calles de Tanzaku Gai, la supervivencia era algo que no se aprendía. Más bien se respiraba, corría dentro de tus venas y era como un espíritu vivo dentro tuya. Si le dabas la espalda, te morías. Así de sencillo. Akame había hecho méritos de sobra hasta el momento para que se le otorgara, al menos, el voto de confianza; sabía buscarse las habichuelas. La prueba fehaciente de ello es que estuviese allí, recostado en una cama de Ryuuguu-jō, y no durmiendo con los peces.

Sin embargo, Money no se contentó con aquello, sino que le ofreció una pila de información realmente valiosa. Pese a su deplorable estado y a encontrarse casi sin fuerzas, Akame se esforzó en memorizar todos aquellos jugosos datos. A esas alturas de su vida, ya había aprendido —a las malas— que el demonio se esconde en los detalles.

—Sí, yo también creo que Kaido tiene cierto talento como ojeador —tuvo que admitir. El hecho de que él estuviese allí, bien lo probaba... Aunque quizás no de la manera en la que al propio Tiburón le habría gustado—. No te preocupes por mi, blothel, te aseguro que antes de lo que ninguno de vosotros espera, veréis de lo que es capaz este viejo Uchiha... Eso si no me muero de inanición antes. ¿Cómo es posible que tengáis aquí a una junta de los criminales más buscados de Oonindo, y no haya nada para comer? ¿Ni un mísero mendrugo de pan?

Un dolor intenso y local en su pubis le recordó algo de gran importancia.

—Eh, Money, una cosita... ¿Dónde está el baño?

Money rio ante el comentario de Akame sobre la falta de comida. A diferencia de las otras carcajadas, más secas y cortas, aquella le salió del alma. Una risa sincera.

—Ay, papi, aquí el único con dos dedos de flente somos tú y yo. —Quitó los pies de encima del colchón, apoyándolos en el suelo, y, todavía sentado, se inclinó un poco hacia Akame—. Un poquito de historia, papi, para que tú complendas.

»Hace muchos años, cuando esta nuestla olganización nació, tuvo que enflentalse a otla banda por el dominio del territorio. Cuentan que al principio era pol tabaco. ¡Tabaco! —rio a carcajada suelta, como si eso fuese impensable en aquellos tiempos—. Plonto sin embalgo la disputa era pol la coca. El omoide, viste, no vino hasta hace muy poco. Glacias a un antiguo dlagón, llamado Katame.

»Pero a vel, que me desvío. En aquellos tiempos, vivil en Hibakari perteneciendo a esta nuestla olganización era jodido. La banda contlaria, viste, no se andaba con chiquilladas. Así nació Ryūgū-jō, guarida para los nuestlos y un lugal seguro para gualdal la melcancía y el money.

»Pero ahora, viste, es más un lugal de reunión. Nuestlo símbolo. Yo vivo en Hibakari, bien cómodo y selvido. Ventajas de no estal fichado en ninguna de las tles Villas, papi —le guiñó un ojo, sonriente—. Kyūtsuki está en Kasukami, infiltrada. La Anciana a sabel donde anda, pero ya se fue y nunca pelmanece aquí por mucho tiempo. Al final la única que suele andal pol estos lares es Otohime, y algo Ryū. Ninguno muy responsable, si me lo pleguntas.

Otra sonora carcajada. Más sincera todavía.

—¿El baño, papi? Sí, sí. Tú vente, verás…




Después de que Akame tuviese que cagar en la entrada de la cueva, junto al agua, limpiándose como buenamente pudo con un bote de jabón sucio y roto que había por allí tirado, él y Money se dirigieron hacia la gran mesa redonda que había junto al lago de la cueva.

Ahora que la observaba más de cerca, pudo observar que era de madera rojiza. Gruesa, con un dragón de siete cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza estaba situada frente a una silla. Frente a cada Cabeza de Dragón. Akame pudo observar que faltaba una cabeza, no obstante, como si hubiese sido arrancada de cuajo.

—Aquí, a mi derecha —dijo, señalando una silla—. Deberías sentalte en la silla de Shaneji. A mi lado y al de Kaido. ¡Mejol custodiado imposible!

«El tipo es un creepy de cojones, pero al menos parece que saber usar el cerebro. Decía la verdad cuando aseguró que no todos aquí son como Shaneji», se dijo el Uchiha, quien no había tenido muy buenas referencias de Sekiryuu en los inicios. Ahora lo veía como lo que era; un refugio para buscados e inadaptados, para criminales sin escrúpulos... Pero también veía potencial, al menos en algunos de sus miembros. A otros todavía no los había conocido. Mientras Money le ponía en antecedentes sobre las andanzas de la banda en sus primeros compases, cuando no tenían el dominio de Hibakari, Akame escuchaba con atención. Sintió un mareo y una punzada de dolor en la cabeza cuando el de los oros mencionó el omoide, pero se le pasó al rato, cuando salió a la luz el nombre de Katame. «Hijo de puta. Agradece que Kaido te matara antes de que yo te encontrase...» ¿Se arrepentía de no haber buscado venganza? Quizás. En los últimos días, Akame estaba aprendiendo a ver las cosas desde muchas y variadas perspectivas; una habilidad totalmente nueva para él.

«Al final resulta que sólo somos cuatro pringados los que vivimos en este agujero, manda huevos», fue la conclusión del joven Uchiha a la lección de "Historia Antigua y Contemporánea de Sekiryuu" de Money. Sin embargo, no dijo nada, y simplemente le siguió en busca del baño.


¡El baño! «He sido un jodido iluso al pensar que tenían algo así», refunfuñaba para sus adentros. El Uchiha siguió a su benefactor hasta la sala de la mesa, y luego apoyó las manos en la silla que le ofrecía. En parte porque quería tocarla, tenerla, como a un trofeo de guerra. En parte porque llevaba un rato despierto y sin comer, y estaba a punto de desmayarse. Advirtió no obstante dos detalles, uno evidente y otro sutil. Se giró hacia Money.

—Eh, Money. ¿Y qué pasó con esa cabeza? —dijo, primero, preguntando por el evidente—. ¿Y quién mató a Muñeca? Según tengo entendido, ¿estamos esperando a otro nuevo miembro? —añadió después, acordándose del sutil.

Money empezó a girar uno de sus tantos anillos de oro con los dedos, pensativo.

—La cabeza… Eso debió ser cuando… Ah, sí, sí. Me acueldo, me acueldo. Y, pues, fue cuando tu amiguito vino, ¿viste? En su plimela glan reunión. A Ryū no le gustó nada enteralse que Uchiha Zaide estaba vivo, ¿viste? Lo dábamos pol muelto. Mucha historia entle ellos dos. Un tipo que nos jodió bien de money, cuando nos robó un barco entero de almamento. Tlabajaba para nosotros, antes. Él y su glupito. Cumplidores. Hacían el tlabajo, cogían el dinero, y no hacían pleguntas. Profesionales, Akame. Veldaderos profesionales. Ryu hasta quiso reclultal-le como Cabeza. Hasta que nos quisieron jodel, claro.

»Los matamos a todos, viste, menos a él, a su amante, y Katame. Oh, sí, Katame los tlaicionó y se unió a nosotros después. Supimos que Zaide estaba en un prisión del Viento. Yo quería que lo dejasen pudrirse allá, ¡suficientes gastos nos provocó! Pero estos, viste, no estaban de acueldo. Se decidió mandal a Kaido y Muñeca a pol él. No sabemos todavía qué pasó, pero Kaido mató a Muñeca estando allá. Y a Zaide, claro. Pero todavía no nos dio explicaciones. Un tipo helmético, tu amigo.

Miró a un lado y a otro de la cueva. Luego, se inclinó hacia Akame y bajó la voz.

—Mejol que se ande con cuidado, tu amigo. Ryū, viste, no es un tipo sentimental. Los rumores que oí de él… —sacudió la cabeza, queriendo alejarlos de la mente—. Pero parecía tenel-le cariño a Muñeca. O algo parecido. Y Muñeca le tlataba de padle, ¿viste? De papá. No quería estal en el pellejo de Kaido ahora mismo, no. Quizá por eso se ande taldando tanto.

Ñam, ñam, ñam. Akame devoraba toda aquella información que tan amablemente Money le estaba brindando como si se tratase del asado con el que estaba soñando quedarse a solas. Porque, en serio, tenía mucha hambre. Muchísima. Se dejó caer más todavía sobre el respaldo de la silla, tratando de no llegar hasta el suelo y ofrecerle aquella imagen deplorable a Money o a quien quiera que llegase por accidente en ese momento. «¿Uchiha Zaide? Ni puta idea». Al joven renegado no le sonaba de nada, ni siquiera de oídas. Supuso que se trataba de algún exiliado que vagabundeaba por ahí ganándose los cuartos, y decidió joder a la gente equivocada. Según Money, incluso habían mandado a Kaido a asesinarle como castigo. «Hum, eso significa que Kaido mató a Muñeca. Un Cabeza de Dragón matando a otro Cabeza de Dragón...»

—¿No hay reemplazo, entonces? —verbalizó las dudas que le estaban rondando la cabeza—. ¿Nos quedamos así, con siete en vez de ocho, y ya está? —«bueno, o seis, si ese tal Ryu es tan temible como Money parece creer que es.»

A Akame no le hacía ninguna gracia perder a Kaido tan pronto. Bien era verdad que el propio Tiburón podía tenerle ganas, pero el hecho de que Ryu le tuviera a su vez ganas a él ayudaba a equilibrar la balanza un poco. ¿Se iba a arriesgar Kaido a enfrentarse con uno de sus pocos aliados, teniendo semejante Espada de Damocles sobre su cabeza? Entonces el Uchiha recordó algo.

—Hmpf, antes dijiste algo. De Muñeca... Que su función era votar lo mismo que Ryu. ¿A qué te refieres?

Money negó en seguida con la cabeza.

—No, no. Hablá una octava cabeza, papi. Siemple la hay —tomó una gran bocanada de aire por la boca y la dejó escapar mientras soltaba la última frase:—. Aaaaunque no suele sel rápido. Que maten a un Ryūtō y lo sustituyan a los dos días como fue tu caso no suele sel lo habitual, ¿viste? Con el que más taldamos fue con el sustituto de Katame. ¡Nueve meses! Kaido fue el elegido, precisamente. Su asesino.

»Ya sabes cómo funciona. Para ser Ryūtō, has de ganarte su lugal matando a uno, o matando a su asesino. Hay excepciones. Con gente excepcional, que vendría de perlas a esta nuestla olganización. Con Zaide se quiso hacel una… y conmigo se hizo. Viste, yo no me gané mi hueco de la manera tladicional.

»Muelto Zaide, quizá haya que escogel a dedo. Sinceramente, lo prefiero. Así coges a un tipo válido de sesera, que es lo que nos hace falta. ¿Conoces a alguien que nos vendría bien?

Era algo que tenían que empezar a debatir. Seguramente cada uno propusiese sus candidatos, de tenerlos, luego habría una gran votación. O combate entre ellos para ver quién era el mejor, si se hacía caso a Ryū.

—¿Hmm? —¿Que a qué se refería con votar lo mismo? Fácil—. Y, pues, esta nuestla olganización es la más democlática que hay en todo Oonindo, ¿viste? Ningún viejo maloliente con somblelo de Kage va a venir a decilte lo que tienes qué hacel. No, aquí cada decisión impoltante la decidimos mediante voto. Un voto pol cabeza. Se hace lo que diga la mayoría. Pero Muñeca, viste, no tenía criterio plopio. Lo que votaba Ryū, lo votaba ella. No había más.

Y por eso era tan importante escoger un buen substituto. Alguien no solo inteligente, sino alineado con sus ideas. Si Dragón Rojo empezaba a hacer más caso a Money, despegaría de verdad. O eso, al menos, era lo que pensaba él.

El renegado asintió, pensativo. «¿Nueve meses? ¿Pero qué estuvo haciendo Kaido... Y por qué se unió a ellos así, en frío?» Sin duda la asociación del Tiburón con Sekiryuu y su posterior exilio de Amegakure era una cuestión repleta de incógnitas para Akame. Respecto a lo de que si conocía a algún sustituto válido para Muñeca... «Todos los ninjas "válidos" que conozco están intentando matarme», se dijo con una risotada ácida.

Lo que más le sorprendió, no obstante, fue la revelación de Money; en Dragón Rojo todas las decisiones se hacían por votación mayoritaria de entre los Ryuutō. «Joder, eso sí que no me lo esperaba. ¿Una organización criminal... democrática?» Había pocos precedentes de tal cosa en Oonindo, eso estaba claro. El ejemplo más cercano del que Akame podía acordarse era el Consejo Democrático de Kusagakure, que bien había tenido una vida corta. Sin embargo, el Uchiha no podía negar que aquella idea le seducía... Especialmente dadas sus circunstancias y creciente desprecio por las Villas ninja. Tenía sus fisuras, sí —el propio caso de Muñeca y Ryuu lo evidenciaba—, pero aun así...

De repente, al exjōnin se le empezaron a venir a la cabeza numerosas cuestiones. Asuntos que había dejado apartados en su llegada a Ryuuguu-jō, pero que no carecían de importancia.

—¿Qué pasará con Shikari? —preguntó a bocajarro—. La puta a la que trinqué en Baratie trabajando para las Trillizas. ¿Eso también se va a decidir por votación?

¿No querían que Akame les ofreciera algo? Pues lo tenían ahí. Un agente encubierto enemigo capturado era mucho más valioso vivo que muerto, y si de verdad aquellas Trillizas de la Tormenta eran un problema, Shikari podía ser la solución. «Ahora que lo pienso, ¿esas malnacidas no hablaban muy parecido a...?»

El Uchiha escudriñó a Money con una mueca inquisitiva.

Money oscureció su rostro al oír el nombre de las Trillizas. Sus manos se cerraron y sus nudillos palidecieron.

—Shikari, ¿eh? Se decidirá pol votación, sí. Cualquiel opoltunidad para atrapal a esas pinche pendejas será bien recibido. Al menos pol mi palte. Asegúrate de presental la propuesta con claridal, sin lialte demasiado. —Le inspeccionó con la mirada—. Pareces un tipo serio. Lo harás bien.

Y sino, ya estaría él para apoyarle.

—El tal Shenfu Kano vino estos días a dalme pol culo, viste. Y, pues, parece que usted le hizo no sé qué promesa. ¿Qué hay de eso?

Akame esbozó una sonrisilla traviesa, pensaba que quizás era el momento de picar un poco al negrote de los oros, a ver si soltaba prenda con el tema de las Trillizas. Al fin y al cabo, no era ya sólo que se pareciesen en el hablar, sino la vehemencia con la que Money había reaccionado al ser preguntado por aquellas competidoras potenciales en Kaminari no Kuni.

—Vaya, veo que las conoces bien, Money. ¿Te importaría iluminarme? —pidió el Uchiha, sin querer sonar apresurado—. Te complacerá saber que habían estafado a Shikari para que les fuese dejando un rastro claro, y asaltar Baratie en mitad de la travesía. Cuando la descubrí, hice que los marinos fueran dejando un rastro falso directo a las costas de Uzu no Kuni... Menuda sorpresita deben haberse llevado esas Trillizas.

Luego el contable de Sekiryuu le hizo una pregunta un tanto incómoda. Un asunto que Akame había olvidado por completo, pero que evidentemente Shenfu Kano no. El Uchiha se rascó la nuca, evasivo.

—Técnicamente, semejante promesa se la hizo el bueno de Kaido, no yo. Pero dado que nuestro querido Tiburón se dio a la fuga en mitad de la noche, no me quedó más remedio que hacerme cargo de Baratie... Lo cual incluía a su molesto capitán. ¿Y bien? ¿Le vais a devolver a la maldita sobrina?

Akame parecía molesto con aquel tema, y no se esforzaba en disimularlo. ¡Menudo muerto le habían cargado, así como los que no quieren la cosa!

La carcajada de Money retumbó por toda la cueva.

—¿Eso hiciste, papi? ¡Qué bueno! —exclamó, sin poder evitar reírse de nuevo mientras desfogaba su alegría dando golpes con la base del puño en la mesa. Solo de pensar en la cara de aquellas tres al descubrir que habían sido engañadas de manera tan burda… Buah, ¡qué risa! Ojalá haber estado allí para verlo—. Y, pues, yo les enseñé todo lo que saben, ¿viste? Las acogí cuando no eran nadie. Cuando no eran más que clías pidiendo limosna. —Apretó los puños—. Y así me lo pagalon…

Dándole la espalda. Traicionándole. Aunque también regalándole algo: una valiosa lección. La confianza en algo más que no fuese el mutuo beneficio era de ilusos. Él lo había aprendido. Tarde, pero aprendido.

—La soblina… Y, pues, yo no lo cleo, Akame —dijo, tocando uno de sus anillos y haciéndolo girar a un lado y a otro—. No es bueno pa’ los negocios, ¿viste? Arriesgaríamos nuestlo mejol balco. No dudo que a ese señolito nos lo podamos camelal. Pero, ¿y la esposa? ¿Y la hija? Si Shenfu Kano tiene que elegil entle ellas y nuestlo money…

Torció la cabeza. Tenía dudas. Y las dudas no eran buenas para el negocio.

—Y, pues, ¡tampoco la chiquilla está tan mal! ¿Tú la viste mal? —quiso saber. ¡No es como si la mantuviese encerrada en un maldito calabozo!—. Ahí la viste bien feliz, ¿no? Silviendo las copas en la barra de mi tabelna. ¡Hasta le pago, eh! Pa’ que se comple su caplichitos. Money no clee en la esclavitud, no, no.

«Así que este hijo de puta es el padrino de las Trillizas... Juas, juas, "cría serpientes en tu jardín y espera que sólo muerdan a los vecinos", ¿no era así? Menudo pasmarote.»

Akame no dijo nada de lo que pensaba en ese momento, claro. Aparentemente Money estaba conforme con su ingreso en la banda y él no iba a echarlo a perder tan pronto. Ya tendría tiempo de calar de verdad a aquel traficante, y de ajustarse las cuentas. Por ahora, lo que le había quedado claro era que aquel tipo constituía una piedra angular para Sekiryuu; sin su manejo de las finanzas, la organización no tenía nada. Ni dinero, ni producto. «Así que esa es tu función, Money-san.» Siempre estaba bien tener identificado al punto débil de la familia, pensó Akame. Por si las moscas.

—Pues a mí se me hace, Money, que a estas alumnas tuyas va a haber que darles matarile más pronto que tarde. Y Shikari es nuestra mejor baza para ello, así que espero que no le haya pasado nada inesperado.

El Uchiha hablaba calmo pero muy serio. Ya no tenía humor para bromas de mal gusto. Sobretodo, cuando en un alarde de diplomacia, Money le soltó tan tranquilamente que el trato que Kaido había cerrado con Shenfu Kano hacía rato que era papel mojado. «Me cago en dios, ¿pero y esta gente...?» Sacudió la cabeza ligeramente; ese era un problema para resolver más tarde.

—Sí, la vi exultante, no te jode —replicó el renegado, sin querer no obstante, enzarzarse en una discusión—. ¿Cuánto dijiste que iba a tardar la compra? Creo que si espero cinco minutos más, me voy a caer redondo contra el suelo. Y si eso pasa y me abro la cabeza, vuestra mejor inversión de hoy se va a ir a la mierda.

«A este cabrón si no le hablas en términos financieros, todo le entra por un oído y le sale por otro.»

Money se sonrió ante la repentina seriedad de Akame.

—Y, pues, ¿piensa usted que le hice algo? —replicó, en referencia a Shikari—. A mí me gustan los negocios bien hechos, papi. Recuéldelo.

No ganaba nada matando a aquella mujer.

—Ah, venga, bhlothel. ¿Tan malo está? —miró hacia la salida de la cueva—. Y, pues, se está taldando más de lo plevisto, sí… Pero pues tampoco pensábamos que despeltalía hoy, ¿viste?

Frunció el ceño, mientras hacía girar uno de sus anillos. De pronto, entornó los ojos y se levantó.

—Venga, levante. Quizá podamos encontral comida en un sitio. No se me vaya usted a moril. —Money se dirigió de vuelta al pasillo que conducía a las habitaciones—. Pol cielto, bhlothel. Sería conveniente que usted y yo nos llevásemos bien en las votaciones, ¿viste? —le sonrió. Aquella sonrisa no incluía sus ojos, que se mantenían serios, fijos en los de Akame—. Yo le banco en sus plopuestas, usted en las mías. ¿Me capta? Lo que es bueno pala nosotlos, dos tíos con sesera, es bueno para Ryuutō. ¿No le parece?